viernes, 10 de noviembre de 2017

APENAS VEINTICUATRO HORAS DE COHERENCIA, ENTRE PENSAMIENTO Y ACCIÓN.

En más de alguna ocasión nos hemos puesto a imaginar, pocos podrán negarlo, esa difícilmente creíble situación, en la que, también de una forma persistente en tiempo y lugar lugar, las personas fuésemosramos﷽﷽﷽﷽﷽lugar. en mantener lo que pensamos con aquello que decimos, en todo uéramos coherentes en mantener lo que pensamos con aquello que decimos, en nuestra vida relacional próxima. Las consecuencias de esa hipotética verosimilitud y concordancia, entre lo que manifestamos de manera cotidiana, con respecto a la realidad íntima de nuestro pensamiento, serían de tal calibre, que nos “inquieta” imaginar un mundo  en el que la verdad prevaleciera sobre cualquier otra consideración y en el que la sinceridad fuera un valor prioritario en esa jerarquía ética que percibimos tan degradada a nuestro alrededor, contexto espacial del que, obviamente, formamos parte.

La acción de esta curiosa historia transcurre en un prestigioso laboratorio de ciencias experimentales, integrado en el Polígono de Alta Tecnología ubicado en el extrarradio de la capitalidad madrileña. Este vanguardista centro experimental se encuentra situado a una distancia de 65 km. con relación a esa puntual centralidad urbana de la Puerta del Sol. Allí trabaja, desde hace ya más de cuatro años, Ramiro Coblán un químico de cuarenta y siete años que sigue manteniendo su soltería, tras una convulsa vida afectiva en la que se ha relacionado con los dos géneros que forman parte de la identidad humana. Ahora, en esta difícil y trascendental década de la cuarentena, correspondiente a su temporalidad vital, ha sosegado su azarosa y ocasional vida sentimental para centrarse en una serena y responsable actividad investigativa, que colma y satisface su verdadera vocación estudiosa y profesional. El cualificado departamento del que forma parte está dedicado, desde hace ya muchos meses, en intentar lograr la elaboración de un “revolucionario” fármaco que permita modular y transformar las voluntades intelectivas, a fin de conseguir una espectacular y futurista coherencia entre aquellos fundamentos y criterios que atesoran y anidan en nuestro pensamiento y todas esas palabras que expresamos diariamente ante nuestros semejantes. 


Este “bohemio” profesional de la química tiene alquilado, en el tradicional y castizo barrio de Fuencarral, un apartamento de 40 metros cuadrados útiles, habitáculo integrado en la sexta y última planta de un viejo caserón de viviendas, que hace dos años gozó de una urgente remodelación por deterioro, con el correspondiente “lavado de cara y esqueleto”. La vecindad, con la que apenas mantiene trato, está formada por un heterogéneo y multicolor catálogo de gente variopinta, en la que hay dos pisos para estudiantes, numerosas familias alistadas en el bloque de la tercera y veterana edad, algunas parejas de recién casados o unidos en pareja, una madre soltera que cría a su retoño, más de una viuda solitaria, con acendrado comportamiento religioso e incluso un vociferante capitán de artillería retirado, que vive junto a su mujer (limitada en su movilidad) y dos hijas solteras que subsisten vendiendo ropas y abalorios, tanto por el circuito de mercadillos semanales como también en el popular rastro dominical donde también instalan su tenderete. El único ascensor del bloque sufre constante averías, dada su prolongada y anticuada longevidad mecánica. Un elemento que refleja la originalidad del bloque aparece en los peldaños de las escaleras, construidos desde su origen en recia madera de roble. Hace años el edificio contó con los servicios de una portería, espacio que hoy hace las funciones de almacén alquilado para guardar enseres y mercancías pertenecientes a un bar de copas próximo, establecimiento de alterne cuya apertura es realizada a las nueve de la noche para cerrar cuando ya el alba comienza a clarear las mañanas.
Son frecuentes las diferencias y discusiones entre las personas que habitan el vetusto edificio, con respecto a diversas cuestiones comunitarias: falta de limpieza en las zonas comunes, pérdida de correspondencia en los buzones instalados en el portal, averías en el ascensor y en los motores del agua, la estética y abuso de la ropa tendida en la fachada y en el limitado hueco de un patio interior, las protestas de muchos vecinos por el incívico sacudir de las alfombras y manteles del comedor por parte de aquéllos que viven en los pisos superiores, el elevado volumen que modulan algunas televisiones y aparatos de radio en horas inapropiadas que perjudican el necesario descanso, las “zambras”, orgías y fiestas organizadas por los jóvenes en los pisos compartidos, el sufrimiento que muchos han de soportar por el caminar con tacones y suelas duras, comportamiento habitual en los vecinos del “piso de arriba”, las colillas y otros elementos arrojados al vacío desde los  balcones y ventanas del inmueble, las pintadas y ralladuras en los paramentos y utensilios comunes  etc.

Pero si no fuesen desgraciadamente frecuentes todos estos avatares, en la “normalidad” de ese colectivo convivencial, hay uno que focaliza sus “ataques” hacia la original figura de Ramiro. Se trata de un hombre aparentemente solitario, escasa o nulamente comunicativo con sus “acústicos” vecinos, que centra en su persona las miradas, los comentarios, los chascarrillos, las risas y sátiras inmisericordes, acerca de su forma bohemia o rara de vestir, sobre algunas “llamativas” visitas que recibe, de manera especial durante los fines de semana. También es motivo de curiosidad su peculiar forma de andar y el movimiento de algunas partes de su anatomía corporal, sus expresivas y mayoritarias compras vegetarianas, alimentos que de manera usual obviamente consume y por esa absorbente música clásica que disfruta al volver a casa, cuyo potente sonido “inunda” no pocos recovecos del bloque a través del ojo de patio interior que nuclea el vetusto edificio. De manera especial, son las bien enjoyadas, intensamente cremadas señoras del bloque, muy afanadas en la clerecía, quienes, al cruzarse con el enigmático vecino del ático, le “regalan” esas cínicas sonrisas y apenas lo ven alejarse comienzan con sus risas, los comentarios despectivos y satíricos, con los gestos mímicos subsiguientes, sin la menor contención, respeto o mesura, acerca del derecho a la privacidad y forma de vida del extraño vecino que tienen en la última planta.

Ramiro no es ajeno a todo ese crítico contexto que despierta su figura entre la “intolerante” vecindad comunitaria. Ha sopesado cambiarse de vivienda, pero tiene importantes motivaciones para desistir  a esa posible mudanza. El precio que paga por el alquiler es en sumo atractivo (con relación a otras zonas más alejadas del centro), las vistas de que disfruta desde su amplia terraza le permiten gozar con preciosas fotos urbanas y unos dulces amaneceres junto a cromáticas puestas de sol que le facilitan un valioso alimento visual y espiritual para su necesaria estabilidad anímica. Además, la ubicación en el plano urbano del bloque, donde tiene su pequeña y acogedora vivienda, le permite acceder al corazón arterial de la Gran Vía matritense en un breve caminar de escasos minutos.

Pero hoy, en este frío sábado de otoño, ha tenido dos nuevos y enojosos desencuentros con esas palurdas vecinas “acotorradas” tanto en el ascensor como en el portal del inmueble. Harto ya de tanta ignominia, decide llevar a la práctica una acción que llevaba barruntando desde hacía unas semanas: cuando el lunes vuelva a su trabajo en el laboratorio, piensa traerse para casa un frasco de ese revolucionario producto, en plena fase de investigación, que el equipo con el que colabora está perfeccionando antes de experimentar su aplicación con humanos. Es un brebaje, con fundamentos en plantas asiáticas, que parece influir y alterar decisivamente en los mecanismos inhibitorios con respecto a las voluntades y conceptos intelectivos. Explicado con otras palabras, esa “pócima” química” puede eliminar la inhibición que nuestra voluntad establece a fin de modular y cambiar lo que realmente pensamos. Expresaríamos con la sinceridad de nuestras palabras aquello que realmente sentimos o tenemos en mente.

En una lluviosa y tronadora noche de lunes, esperó a que avanzara la madrugada para llevar a cabo su perverso plan de castigo, contra una comunidad de vecinos que tan hipócrita y cruelmente se comporta con respecto a su persona. Le preocupa y agobia que la vecindad se recatan cada vez menos en depararle tan hiriente e  innobles actitudes. Revestido a causa del gélido tiempo con un chándal azul y rosa y una rebeca negra, bajó con una dosis del aludido barbitúrico hacia la dependencia del garaje sótano donde se encuentra ubicado el depósito o aljibe conteniendo el agua para el imprescindible consumo del bloque. En ese momento ya dispone de la llave que le va a permitir abrir la cerradura de tan importante dependencia para cualquier vivienda. Hace unas semanas tuvo un problema de grifos en su apartamento y el fontanero pidió la llave del cuarto de motores al Presidente de la Comunidad. Mientras el operario trabajaba, Ramiro hizo un duplicado de la misma en la ferretería que tiene tres números más allá de su inmueble. Le cuesta un extraordinario esfuerzo la operación de abrir la voluminosa tapa del aljibe subterráneo, cavidad que está casi llena de agua en dicho momento. Tras hacerlo, vierte en el gigantesco depósito el contenido químico de un frasco que contiene 500 cc del en principio eficaz brebaje. Vuelve a colocar la pesada tapadera del aljibe y sube con presteza a su vivienda sin utilizar el ascensor, pues quiere evitar por todos los medios la generación de ruidos a esas altas horas de la madrugada.

Los efectos de la revolucionaria sustancia comenzaron a percibirse ya desde el miércoles y prácticamente desaparecieron a partir del viernes. El hábil profesional de la química conocía desde luego esta limitación temporal que la ingesta producía sobre el cerebro, si dejaba de consumirse con regularidad. Precisamente el nivel investigativo estaba centrado, desde hacía meses, en tratar de prolongar la intensidad temporal esas consecuencias sin abusar de una toma continua que podría producir efectos secundarios impredecibles. Desde luego no afectó por igual a todos los vecinos, resultado lógico en función de los que sí habían usado efectivamente el agua del grifo para beber y aquellos otros que la habían tomado pero ya guisada con otros alimentos. También las variantes estuvieron condicionadas por la diferente naturaleza y resistencia de cada cual ante la ingesta del producto químico. Pero durante esos dos días de la semana, los habitantes del bloque, de manera muy desigual, sintieron en sus cuerpos esa revolucionaria sustancia, que el espíritu enojado de Ramiro había introducido, como respuesta rencorosa, en la vida de sus inamistosos vecinos.

Muchos serían los ejemplos a citar, pero entre todos ellos destacaron las “explosivas” desavenencias entre dos “maduras” recatadas y amistosas señoras, doña Jacinta y doña Aurora que, al echar ese ratito por la mañana, después del desayuno, acabaron insultándose de ventana a ventana, a través del ojo de patio, ante la expectación e incredulidad de gran parte de la vecindad. Todo fue por una cuestión de critiqueo, en ropas y edades, en la que intervinieron comentarios de terceras amigas. También don Zenón (coronel retirado de la Benemérita), tras comunicarle Valeria su mujer el por qué se había apuntado a una academia de baile a sus muchos años (un amor irrefrenable por su apuesto y juvenil profesor) se fue de la casa entre insultos a su cónyuge y dando un estruendoso portazo. Estuvo dos días sin aparecer por su domicilio, pero ya con los “papeles” judiciales de su abogado en la carpeta. A doña Serafina, numeraria del Opus Dei y habitual de las sacristíaslicos efectos sus "anifestaciones causadas por el dinamismo del flidad easar por urgencias antes de acabar en la comiser, le dio una especie de síncope cuando su hija Clara le dijo, sin pestañear, que estaba saliendo con un sindicalista trotskista de la CNT y que estaban planeando irse a vivir juntos. Y en otro de los pisos los cuatro universitarios que lo habitan llegaron a las manos tras confesar dos de ellos que estaban “liados” con las parejas de los otros dos compañeros de hábitat. La pelea fue tan violenta que la policía nacional tuvo que intervenir, pasando tres de los protagonistas  por urgencias antes de que todos ellos acabaran detenidos en la comisaría del distrito.

Hubo otras muchas manifestaciones causadas por el dinamismo del fármaco para forzar la sinceridad. Aunque sus “diabólicos efectos fueron desapareciendo en poco más de 24 horas, las desestabilizadoras consecuencias en la armonía vecinal, durante el período de su corta vigencia, provocó que en el bloque ya nada sería igual como antes. De una u otra forma, la atmósfera relacional se había deteriorado, para el regocijo egoísta y sin duda vengativo del afectado y dolido investigador, harto ya de sufrir el maltrato psicológico de la intolerancia vecinal. 

Cuando en una mañana del lunes Ramiro atravesaba el portal de su bloque, para dirigirse al metro de la Gran Vía que le conducirá a las instalaciones del laboratorio donde trabaja, abrió instintivamente el buzón de correos correspondiente a su piso apartamento, comprobando que había una carta a él dirigida. La misiva estaba remitida por la Consejería Cultura de la Comunidad Autónoma, departamento Concurso anual de relatos. Como en ese inicio de semana se había levantado bien temprano, rasgó sin dudarlo el sobre, extrayendo una cuartilla, con el membrete oficial de la Consejería.

“Estimado Sr. Coblán. Tengo el gusto de comunicarle que el relato que nos ha remitido, escrito titulado: APENAS VEINTICUATRO HORAS DE COHERENCIA, ENTRE PENSAMIENTO Y ACCIÓN, cumple todos los requisitos del concurso/convocatoria, por lo que ha sido seleccionado para optar a uno de los tres prestigiosos premios que anualmente concede esta Consejería. Los relatos serán analizados y valorados por un comité de expertos, de probada solvencia y con una titulación muy cualificada. Dicho comité propondrá los tres mejores relatos que recibirán los premios económico correspondientes y la publicación de los mismos, según consta en las bases de la convocatoria. Salúdole cordialmente.

Director General de Cultura. Comunidad de Madrid”.



José L. Casado Toro (viernes, 10 Noviembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


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