jueves, 21 de julio de 2016

UNA ILUSIONADA PROXIMIDAD, EN LA SOLEDAD DE DOS VIDAS.

Para ellos dos, es el momento más feliz y apreciado del día. Cada una de las tardes, cuando apenas las manecillas de los relojes marcan las seis, hace ya un buen rato que él la está esperando. El punto de cita es esa parada del bus que viene de la barriada y donde los minutos de retraso se convierten en horas, para la llegada de una nueva ilusión. El hombre se llama Mario y ha visto nacer y crecer hasta siete décadas en el calendario en su memoria. La mujer fue bautizada como Rocío, precioso nombre elegido por dos padres enamorados. En cuando a su edad, es un dato que traviesamente ella elude, aunque papeles y documentos acreditan que supera a su amorcito en un par de primaveras.

Se conocieron en la realización de un crucero que visitó atractivas ciudades de la costa mediterránea, en el verano anterior. Durante los nueve días, en que duró ese precioso viaje, ellos entablaron muy grata amistad ya que, de manera curiosa, eran los dos únicos pasajeros que iniciaron el periplo de navegación sin compañía o pareja alguna.

Mario, ha ejercido como comerciante autónomo en una tiendecita de ultramarinos de su propiedad, ubicada en un populoso barrio obrero del oeste malacitano, durante poco más de cuatro décadas en su vida. Al llegar su jubilación, puso a la venta ese pequeño local, lo que le ha permitido en la actualidad disponer de una acomodada situación económica, sumando la pensión correspondiente a sus muchos años de cotización. Coincidió prácticamente esa finalización de su ejemplar laboriosidad al frente de la tienda, con la muy dura pérdida de su compañera de toda una vida. Aunque su única hija le sugirió la posibilidad de que fuese a vivir junto ella y su familia, el prefirió mantener la residencia en el piso que había compartido con la que fue su mujer.

Por su parte, Rocío no ha llegado a conocer la vida matrimonial. Diversas circunstancias, deparadas por el destino que regula nuestras vidas, entre las que destaca su entrega generosa al cuidado de unos padres que vivieron hasta una edad muy longeva, junto a no haber encontrado esa otra mitad de la “naranja” afectiva, no hicieron posible que haya podido disfrutar la experiencia conyugal y materna. Ha trabajado como auxiliar de enfermería, en el más tradicional centro hospitalario que sirve a la ciudad. Hace ocho años accedió a la jubilación laboral. Desde entonces va afrontado, cada vez con más dificultad, ese amplio tiempo disponible en la diaria soledad de sus horas. Sin embargo, desde hace poco más de un año, su vida y la de Mario se han encontrado y ahora mira agradecida a ese destino que se ha generado en el atardecer de su ya larga existencia. 

Son dos vidas modestas, presididas por la grandeza humana de la sencillez que, hasta esa oportunidad del encuentro, sufrían en silencio el pathos cruel de la soledad. Ahora, con la madurez adquirida a través de una vida rutinaria, serenamente ordenada en el día a día, experimentan esa sensaciones de afecto y compañía que tanto bien reportan para compartir la palabra, las miradas y los sentimientos de afecto. Ciertamente también existen, en ese sosiego vital que ambos protagonizan, algunas sombras que tiñen de humanidad esa perfección que sólo los dioses tal vez alcancen. ¿Cuáles son esos nublados, en dos humildes personas que ahora acercan sus trayectorias?

La viudez de Mario provocó en este buen hombre un intenso desequilibrio que provocó su entrega, callada, disimulada, pero dañina, en la adicción a la toma de alcohol. Él, que nunca había pasado de la cerveza o del vasito de tinto en las comidas, en este nuevo tiempo de soledad buscó la etérea y falsa fortaleza en ese licor de alta graduación que le permitía emborronar los recuerdos y afectos compartidos con una fiel compañera, con la que ya no podía dibujar los porqués y el cómo de amaneceres y anocheceres. Por su parte Rocío, desde hacía años, navegaba en esa distracción del azar, con un comportamiento no excesivo en los fondos pero sí adictivo en la tensión emocional de los cartones del bingo. Alguna vez incluso vio la proximidad de estrecheces, al final de mes, a causa de unas más prolongadas visitas al teatralizado salón para el juego. Esos dos “peros” en el aburrimiento o desencanto vital, fueron dos temas importantes para sus largas charlas y paseos vespertinos, que ambos se prometieron controlar y reducir, con el apoyo recíproco de su joven y al tiempo veterana amistad.

Ambos amigos suelen dedicar las mañanas a los quehaceres propios, en sus respectivos hogares de residencia. Algo de limpieza, en las habitaciones más frecuentadas, las compras en el súper del barrio, a fin de preparar el alimento diario, esos minutos de “navegación” informática, a través de las páginas poliédricas en la red o esos paseos matinales, aprovechando la tibieza térmica del sol durante el amanecer. Pero, a la llegada de la tarde, los latidos cardiacos toman fortaleza, ante esa minutos de proximidad en el afecto que los dos urbanitas solitarios tanto apetecen. Después de ese ratito de televisión y descanso, tras el almuerzo, uno y otro preparan con esmero el atuendo para el encuentro diario con ese amigo o amiga que tanto valoran por su generosa y saludable compañía. Y ya, un buen rato antes de las seis, Mario espera descansando en uno de los blancos asientos pétreos del Parque malagueño, sin perder de vista el reloj y los indicadores de leds  en pantalla, que avisan el tiempo de llegada de ese bus que trae a una persona tan apreciada y querida.

Esa tarde de miércoles, en un mayo que rebosaba aroma primaveral, tras el saludo afectivo de siempre, caminaban lentamente, en dirección a los bellos y románticos jardines situados en el lateral norte del Parque, también llamados de Puerta Oscura. Tras unos comentarios banales, sobre la marcha del día, Mario tomó el protagonismo de la palabra, exponiéndole a su compañera de paseo aquello que venía dándole vueltas en su deseo desde hacía no pocos días. 

“Rocío, tuvimos la inmensa  suerte de conocernos, hace ya más de un año, durante aquel viaje de placer que unió nuestras vidas. Uno y otro estamos compensando, con nuestra limpia amistad, con estos paseos tan agradables que gozamos, con ese café que compartimos, con ese contarnos cosas que tanto nos aproximan, estamos superando esa soledad que tan poco bueno nos hacía y que soportábamos con pesar y desaliento. Ya sé que nuestros calendarios son muy avanzados, pero lo que realmente importa son otros valores que le dan sentido a ese nuevo día que hemos de inventar  y alegrar. Para mí, este ratito de cada tarde supone el mejor tesoro que me da fuerza y confianza para ese ánimo que no debe decaer. En realidad, lo que me gustaría proponerte es lo siguiente: ¿por qué no prolongamos esta unión de por las tardes y emprendemos la que sería una maravillosa aventura? Colmaría mi ilusión poder vivir juntos, compartiendo todos nuestros minutos?”

La franqueza y valentía de este planteamiento dejó profundamente pensativa a Rocío, que tuvo que buscar un asiento próximo, en los jardines donde paseaban, a fin de recuperar el equilibrio emocional necesario en ese momento un tanto alterado por los nervios. Mario entendió la situación y tuvo la suficiente paciencia para aguardar la reflexión que como respuesta le iba a manifestar la persona a quien quería con todo su fervor y atracción. Ya más serena, la buena señora tomó las manos de su amigo y comenzó a explicarle su punto de vista acerca de la generosa petición que éste le había efectuado minutos antes.

“Mario, tienes que concederme un poco de más tiempo a fin de poner en orden mis ideas. Es cierto que esas tan hermosas palabras que me has transmitido no pueden por menos hacerme sentir halagada e inmensamente agradecida. Bien sabes que por una serie de circunstancias, a lo largo de tantos años de vida, no me ha sido permitido el goce de esa experiencia que tantos otros han tenido: formar su propia familia, con la proyección vital de la maternidad. A lo largo de este período de tiempo me he ido acostumbrando y adaptando a ese tipo de vida que supone la soltería y el tiempo vivido en soledad.

Nosotros ahora nos vemos cada día, estando juntos unas horas, que me resultan inmensamente gratas, maravillosas. Creo que tú también tienes una opinión o percepción parecida. En este trocito del tiempo, que nos regala la reunión de cada tarde, damos todo lo mejor que tenemos. Si te fijas, nunca hemos sufrido discusiones o enfados. Todo lo contrario. Pero me temo que una convivencia diaria, a lo largo de las veinticuatro horas del día, modificaría esa imagen idealizada y perfeccionista que ahora tenemos el uno del otro.

Quiero decir que durante nuestros paseos y otros hechos como el ir al cine, tomar un café o la merienda, realizar algún viaje de fin de semana, etc. evitamos todo aquello que pudiera incomodar o molestar al otro. ¿Sabríamos o podríamos también hacer lo mismo, al mantener esa convivencia diaria y continua que me estás proponiendo? No lo sé. Me da miedo pensarlo. Y sobre todo pienso y temo que, en el caso de llevarla a efecto, comenzase a aflorar entre nosotros todos esos problemas que percibimos e nuestro alrededor, en muchas parejas,  a consecuencia de tantos egoísmos, tozudos posicionamientos, junto a los defectos y peculiaridades de nuestros temperamentos y caracteres respectivos… Sinceramente, Mario, creo que sería mejor seguir tal y como ahora estamos.”

Aquella noche, Mario volvió a caer en la tentación de la bebida, mientras Rocío se sintió huérfana en el vacío de su realidad, entre un caudal transparente de lágrimas y suspiros. Sin embargo, a la luz del alba, en esas mañanas que invitan mejor a la inteligencia de  las sonrisas, la mujer hizo una llamada esperanzada al hombre y éste propuso un nuevo recorrido juntos, para favorecer el diálogo y el disfrute de la cercanía sentimental. Y en ese largo periplo viajero, por los caminos mitológicos, pero sin embargo reales,  de Ulises y su fiel Penélope, los señores y damas del Olimpo acogieron con dulzura y hospitalidad dos almas, dos solitarias vidas, necesitadas de afecto, cariño y de ese aroma siempre tibio e ilusionado que conceden las flores  de la proximidad.-

José L. Casado Toro (viernes, 22 de Julio 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

No hay comentarios:

Publicar un comentario