viernes, 12 de diciembre de 2014

CONFIDENCIAS ÍNTIMAS DE UNA AMIGA, EN LA INMENSIDAD DE LA TARDE.


Desde que ambos terminamos los años de facultad, nuestra relación se fue haciendo cada vez más limitada. Habíamos gozado de una afectiva connivencia en la etapa estudiantil, pudiéndosenos considerar como dos amigos íntimos. Para el divertimento, para la confianza, para el estudio y para todos esos pequeños y grandes problemas que van surgiendo en el día a día. Después, la vida de ambos fue marchando por diferentes derroteros. En fechas concretas siempre mantuvimos el buen tono de esa felicitación, vía telefónica, que se agradece con simpatía y afecto. También, en algunas ocasiones, tuvimos la suerte de coincidir. Aprovechamos, lógicamente, la oportunidad del encuentro para compartir algún café y disfrutar con esas palabras que parecen vitalizar la vieja amistad. Pero la verdad es que cada uno de nosotros tenía ya su estructura vivencial muy consolidada, lejana a esos gratos tiempos, siempre recordados con alegría y nostalgia, de la adolescencia tardía.

De manera inesperada, una mañana recibí un whatsapp, cuyo contenido me dejó ciertamente preocupado. Era de mi entrañable amiga Elena. Ella, casi siempre, solía utilizar la comunicación telefónica directa para hablar conmigo, por lo que el breve texto del mensaje me puso a cavilar.

“Me encuentro muy mal de ánimo. Necesitaría hablar contigo ¿Podemos vernos un ratito, esta tarde o mañana?”

Conociendo bastante a la persona que estaba al otro lado del teclado, vitalista, hiperactiva, imaginativa y maravillosamente traviesa….. me preguntaba ¿qué podía estar pasándole? Sin más dilación respondí al mensaje, ofreciéndole era misma tarde para que pudiéramos dialogar. Le sugerí una conocida tetería, cercana a la Catedral, donde el ambiente suele ser bastante agradable. Añadí una amplia disponibilidad horaria para que ella pudiera, cómodamente, concretar.

Los dos fuimos “británicamente” puntuales. Cuando el reloj de “la Manquita” marcaba las seis silenciosas campanadas, sellamos con un cálido beso nuestro nuevo reencuentro. Elena vestía un sweater color beige, primorosamente calado, de mangas cortas, encima de una fina camiseta blanca. Ella, que siempre había una aficionada a llevar jeans, había dejado de usar esta cómoda prenda a partir su boda. Nunca se me ocurrió preguntarle el porqué. Pero esta tarde ¡oh novedad! traía unos vaqueros ceñidamente ajustados, color azul marino, que hacía más deportivo su atrayente cuerpo femenino, esbeltamente delgado. En él no había hecho mella aparente la gestación de tres hijas, dos en la ESO y la mayor Marian, iniciando ya el bachillerato, en un centro privado de la costa con profesores nativos ingleses.

Efectivamente mi amiga había hecho un matrimonio “bien”, con un arquitecto prestigioso al que conoció en uno de sus primeros trabajos como azafata de congresos. Catorce años mayor que ella, Jaime, divorciado de una alemana, afrontó su responsabilidad al dejarla embarazada. Fue un matrimonio ….. sin amor exultante pero que fue resistiendo el paso de diecisiete años con una acompasada y bien llevada rutina. “Pero ¿qué es lo que te ocurre? mi entrañable amiga”. Un par de zumos, de naranja natural separaban en la mesa a dos viejos amigos que siempre tenían algo que decirse.

“Lo estoy pasando francamente mal, Emil (así me llamaba ella). Sobre mi vida tu conoces mucho más que algunos miembros de la familia. Siempre has estado cerca, aún en la lejanía. Ya sabes que mi matrimonio fue un tanto forzado, aunque ha resistido todo este largo tiempo. No tengo quejas en lo material, por supuesto, pero no ejercer alguna actividad, al margen del hogar, fue un profundo error. Tuve que dedicarme a la crianza de mis hijas. Mi mejor tesoro, claro. Pero ahora, que ya están en la adolescencia, van haciendo su vida como es natural. Es esa vida autónoma que también hace Jaime…. En todos los aspectos. Tengo certeza que a pocos años de lo nuestro, él siguió con sus aventuras de faldas, por aquí y allá. Eso sí, con exquisita elegancia para evitarme humillaciones. Pero una mujer se da cuenta de todo lo que va ocurriendo ¡cómo no! Lo cierto es que ahora me veo cada día más inútil, más aburrida  y, lo más grave, sin esa fuerza y dinamismo que tanto valorabas y apreciabas en nuestro años de facultad. ¿Cómo te lo diría? La poesía, el vitalismo, las ilusiones, han ido desapareciendo en mí. Las horas y los días se han ido convirtiendo en una prosa rutinaria ….. carente de encanto. Sé que lo estás pensando. Lo veo en tu mirada. He pasado por esa dinámica tan nublada de los médicos y el pastillaje. Pero tan son sólo parches que no llegan al fondo del asunto. La medicina tiene que estar en mi…. antes que ir a buscarla en la farmacia. En fin, que me encuentro en un agujero anímico, del que no sé cómo salir”.

Elena hablaba muy despacio, marcando expresivamente las sílabas de sus palabras. Alternaba el movimiento de sus ojos, centrándolos en mi atención y en ese vaso de zumo del que apenas tomaba algunos sorbos. Esta forma de comunicarse era también novedosa, pues mi amiga se había caracterizado, en general, por ser adorablemente impulsiva en su forma de hablar. Tal vez sería el paso del tiempo o el complicado estado anímico por el que estaba pasando.

“Elena, tienes que organizar mejor todo ese amplio tiempo libre que tienes a tu disposición. Los hijos crecen y ves como van haciendo su vida cada vez con más autonomía. Ello te provoca un sentimiento de inutilidad, al no saber emplear bien, rellenar con ilusión y eficacia, las horas que tienes por delante cada uno de los días. Todos hemos de buscar, en nuestro carácter, aquellas aficiones que más nos pueden enriquecer el ánimo”.

No me dejó continuar. Parece que ella venía con una idea prefijada que, al manifestármela, me impactó por lo inesperado de su contenido. Mirándome a los ojos y ruborizando sus mejillas, comenzó a desvelarme las verdaderas intenciones de esta inesperada entrevista.

“Nosotros siempre supimos llevarnos bien. Incluso muchos de nuestros compas me preguntaban si estábamos saliendo juntos. Hace ya mucho tiempo, claro. Yo lo hubiera querido, pero ….. tu no te decidiste. Y mi matrimonio, ya sabes…. Yo sé que tampoco has tenido suerte con tu opción. Pero al menos supiste romper con tu pareja a tiempo, sin que os hubiesen llegado los hijos. Esa situación te ha dado mucha libertad para reorganizar tu vida. En este sentido, muchas veces he pensado y añorado como hubiera sido este trozo de mi vida contigo. ¿No has pensado que tú y que yo aún estaríamos a tiempo de retomar unos sentimientos que, no me cabe duda, tanto en ti como en mí han existido?

“Mi entrañable amiga, bien conoces que siempre he sido sincero contigo. No te voy a negar que siempre me has gustado y que no una, sino muchas veces he dibujado como hubiera sido mi vida junto a ti. Pero la vida nos ha llevado por caminos cercanos, aunque no coincidentes. No sé como sería esa posibilidad que tú acabas de plantearme, muy generosamente. ¿Has llegado a pensar que tienes una familia, tres hijas, todavía adolescentes….. en cuanto a tu marido, aunque no os llevéis… con intensidad, me das a entender que os soportáis y que al menos guardáis las formas.

Es cierto. Nunca, nunca me has dejado de gustar, pero la situación la pienso como muy complicada. Yo no quiero cerrar ninguna puerta, pero necesito tiempo para integrar y asumir esta conversación cuyo contenido ha sido… de impacto. Ahora lo primero, y principal, es que trates de mantenerte ocupada. Cultiva aquellas ilusiones que tanto te caracterizaban. Escribías muy bien. Te gustaba salir a la naturaleza ¡buenas excursiones las que nos organizabas! En cuanto a la destreza con los pinceles, lo hacías muy bien, y parecías disfrutar mucho cuando creabas aquellas bonitas puestas de sol. ¿Y tu círculo de amigas? Déjame un poquito de tiempo, Elena. Necesito ese espacio de oxígeno para asimilar o coordinar tus sentimientos con los míos”.

Ambos vasos de zumo quedaron a medio consumir. Evité cerrar nada, pero, al tiempo, tampoco abrir una posibilidad que era sólo eso: complicadamente posible. Nos despedimos con sendos besos y quedamos en seguirnos viendo al menos una tarde en cada semana.

Cuando caminaba por esas calles tan vacías, pero al tiempo tan llenas, camino de casa, observé una imagen que me dejó gratamente impresionado. Una joven pareja, ella era rubia con los ojos azulados, él parecía africano, con la piel de color, estaban danzando, ambos abrazados, ajenos a cualquier mirada, a cualquier comentario, por parte de un público que caminaba con prisas. Aprovechaban ensimismados el corto espacio del suelo donde aún llegaban los rayos de un sol que adormecía. Seguían bailando, tiernamente unidos. No había orquesta para la acústica musical. Muy probablemente esas notas del pentagrama sonaban, construyendo compases en sus cabezas o tal vez en la percusión anímica de sus corazones. Me alejé de aquel lugar, ya cerca del puerto, mientras esa pareja continuaba con su ingrávida danza sobre las losetas del suelo. “Elena, Elena …… que debería hacer. ¿Podría ser nuestra segunda y definitiva oportunidad?”

Aquella noche, en un acomodado apartamento de la zona Este malagueña, dos personas hablaban, con fría y descarnada claridad, en la intimidad de su dormitorio.

“Debes seguir intentándolo, Elena. Tu siempre has estado pirrada por ese antiguo compañero de clase. Lo nuestro fue forzado, por las circunstancias. Pero ahora, que las niñas son ya mayorcitas, debemos plantearnos nuestra relación. Con franqueza y lealtad. Entre tú y yo ya no queda nada. Es la verdad. Yo tengo mis asuntos afectivos y tú debes buscarte una nueva vía para tu vida futura. Económicamente, no vamos a tener problema alguno. Siempre te ha gustado ese….. Emil, como tú le llamas. No lo dejes escapar, porque es la persona a quien  verdaderamente quieres. Pienso que Emilio te tratará muy bien. Sigue insistiendo con él. Cuando tengas la cosa a punto, arreglamos todos los papeles y de mutuo acuerdo…. cada uno por su lado. Te confieso que deseo unir mi vida con una persona que me hace sentir el por qué de cada día. Seguro que con ese hombre, también tú, vas a encontrar esa felicidad que tanto hemos fingido poseer. Con habilidad y paciencia, debes continuar luchando por un objetivo que es bueno para ti y, por supuesto, también para mi”.  



José L. Casado Toro (viernes, 12 diciembre, 2014)
Profesor

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