viernes, 3 de junio de 2011

EN UN DIA ESPERADO, PARA LA FIESTA DE GRADUACIÓN.

“Llora, llora todo lo que quieras, hasta que te canses. Pero esto es lo que hay. Te lo he explicado una y otra vez. Pero tú, con esa cabezota dura que tienes, sigues con lo mismo, sin querer entenderlo. No te puedo comprar el traje. Que no y que no. No tengo dinero para hacerlo. Por más que berrees y patalees. Ahora mismo hay cosas y necesidades más importantes en esta casa. No me puedo gastar los noventa euros del traje y los cerca de cuarenta que valen esos zapatos. Y vaya que la señorita ha elegido un modelo “baratito”. Sabiendo cómo estamos, te vas a mirar la ropa en el Corte Inglés. Tú, pareces que no vives en la realidad. ¿Sabes que el “desgraciao” de tu padre lleva tres meses sin pasarme un euro? Todo es para esa niñata, con la que se ha liado. Y dice que se ha quedado en paro, en la obra. Él sabrá. Igual esa “zorra” lo está manteniendo”.

Mientras, Deli, recostada en la cabecera de su cama, enfundada en ese pijama celeste y fucsia, gastado pero acogedor, continúa con sus lagrimones que circulan por un rostro fino y rosáceo, partiendo de unos lindos ojos que lucen la brillantez de unas atrayentes esmeraldas. Aunque, hace meses ya, cumplió los diecisiete, continúa en sus reacciones y argumentos con ese aire infantil y de posiciones testarudas, de la que siempre ha hecho gala, rasgo que la identifica desde que era pequeña. Hija única de unos padres jóvenes, que fueron al matrimonio por la obligación de un embarazo inoportuno, fruto, tal vez, de un domingo otoñal en las travesuras de pandilla. Nuestra protagonista es voluntariosa y constante en sus estudios. Sin alcanzar la brillantez en las notas, ha ido aprobando los cursos, año tras año, ayudada por la dureza de su madre, Raquel, especialmente en la etapa de Primaria. Este año va a aprobar todas las asignaturas del bachillerato, el último curso en la Enseñanza Media. Incluso piensa matricularse para la Selectividad, aunque su madre quiere que haga un módulo de grado superior, ya que esta vía la ve con más salidas para lo laboral. Pero a Deli, desde siempre le han gustado los niños. Eso de la Educación Especial, en el magisterio, le atrae. Viven en una zona periférica de la ciudad. Su piso es dignamente modesto, en la sexta planta de una torre de viviendas populares, construida allá en los años sesenta. Sociológicamente, es considerado por la ciudadanía un barrio conflictivo, pero su padre, obrero no cualificado de la construcción, y su madre, trabajadora temporal en un macrocentro comercial, nunca han tenido graves problemas con la vecindad. Raquel, ahora, también lleva unos cuatro meses sin que la llamen desde su empresa, por lo que han tenido que ajustarse en los gastos y recibir alguna ayuda, por parte especialmente de la abuela materna.

Verdaderamente son problemáticos estos finales de Curso, cuando fluyen, en lo lúdico, fiestas, celebraciones y conmemoraciones. Al tratarse, en el caso que nos ocupa, de jóvenes que aún no están habituados a relativizar la importancia de lo que supone ir vestido, de una forma u otra, a estos eventos, potencian en demasía los aditamentos con que revisten su fina estructura corporal. Es cierto que, para ellos, es su gran día, donde magnifican el lucimiento personal, y de imagen, sobre otros valores de la persona. Y el problema se genera cuando unos sí pueden reclamar de sus familias importantes gastos, a fin de costear ropa, zapatos, alguna colgadura, arreglos de peluquería y la cena, en algún local de marca emblemática. Sin embargo, para otros, el coste de esos extraordinarios festivos no puede ser sufragado por sus familias. No pueden comprar aquello que su hija o hijo les reclama. Y esta respuesta negativa, por parte de los padres, genera en muchos hijos una variable frustración, decepción y enfado, al comparar y comprobar que otros compañeros sí acceden a esa ropa que a ellos les gustaría lucir. El drama, para algunos, puede ser bastante profundo. Incluso el disgusto subsiguiente puede afectar a sus niveles básico de autoestima. Por supuesto que nadie va a desconocer que, para estos padres, ver a sus hijas adolescentes derramar lagrimones y desconsuelos en su ánimo, también supone dolor y frustración, por mucha racionalidad y explicación que aporten oponiéndose a estos gastos extraordinarios.

Un día, es un día. Una jornada muy especial, en la corta trayectoria biográfica de estos jóvenes estudiantes. Parece lógico y justificable que ellas anhelen aparecer guapas y espectaculares, ante sus familiares, amigos y compañeros. Es comprensible que ellos, también, deseen mostrarse elegantes y atractivos. Utilizar el término de presumida o presumido, en estas circunstancias de celebración y edad, no parece que sea especialmente justo o afortunado. Y no es sólo por su edad, sino porque también muchas personas mayores tampoco rechazarán, todo lo contrario, el mostrarse bien parecidos ante sus semejantes, en una circunstancia tan señalada como especial. A pesar de todo este planteamiento, es bueno decirles que hay no pocos valores en la persona que están muy, muy por encina, en una escala jerárquica, de aquellas apariencias formales y externas que solemos ofrecer y potenciar. ¿Y cuál es el ropaje con el que lucen las flores? Ellas no visitan Bershka, Zara u otros establecimientos de moda. Sin embargo, no hay “vestidos” tan hermosos y atrayentes como el que estos seres de la naturaleza, tan bellamente, ostentan. Tampoco acuden a las zapaterías de renombre, ni se pasan horas en la peluquería moldeándose el cabello. Su belleza es natural, aquella que la naturaleza les ha regalado para uso y disfrute de todos los que podemos gozar en su contemplación. Y podríamos hablar de los perfumes. ¿Hay algún producto de laboratorio que iguale al aroma natural de una flor? Seguro, seguro que no. Pero a los humanos nos cuesta mimetizar, en nuestra ruda testarudez, el limpio mensaje cromático que generosamente nos ofrece la sabia naturaleza.

Fueron un par de semanas, días de un caluroso mayo, verdaderamente ingratos para la sensibilidad inmadura de Deli. Sus amigas y compañeras de clase comentaban, con gran lujo de detalles, las tiendas que habían visitado y el acierto del modelo elegido, con la anuencia económica de sus padres. Colores, hechuras, complementos y, por supuesto, esos zapatos o sandalias, montados sobre unos diez-doce centímetros de tacón y alguna que otra plataforma. Verlas caminar, y subir los escalones hacia la tarima del homenaje, va a suponer todo un espectáculo, digno ejemplo para el humor del absurdo. La experiencia de muchas celebraciones, así lo confirma. Por fin, unos días antes de la fecha señalada, a comienzos de Junio, nuestra joven adolescente asumió resignadamente la situación y se dispuso a buscar en su acogedor, pero modesto, armario alguna solución para ese viernes de fiesta, en el patio del Instituto. Día en el que abundarían las miradas, los comentarios y gestos, para los que mejor hayan destacado en esa “pasarela” para la ilusión. ¡Podría servir el traje que me puse el año pasado, en el cumple de mi primo Javi! En cuanto a los zapatos, éstos azules quedarían bien con el tono celeste de la falda. Me van a dar mucho calor, pues son cerrados y preparados para el frío del invierno, pero qué le vamos hacer. La camisa, blanca y con botoncitos anacarados, hace juego con múltiples posibilidades de ropa. Y pensar cómo van a ir la mayoría……

Aquel viernes, dibujado en el lienzo de Primavera, supo amanecer con un cielo celeste inmaculado y con una temperatura, dulce y cálida, que nos hacía confiar en la llegada de un inmediato verano, intenso de luz y color para la alegría. Deli permanecía recostada entre las sábanas, aprovechando esos minutos imposibles que durante el curso no es fácil saborear. La noche anterior había estado ordenando folios de apuntes y esquemas, ya que las fechas para la Selectividad “amenazaban” a menos de dos semanas en calendario. Por fin, introdujo los pies en las zapatillas y, en su lindo pijama, se dirigió a la cocina, donde su madre trasteaba algo para el desayuno. Con los ojos todavía un tanto entornados por el sopor de la noche, no reparó en un par de paquetes que, en dos bolsas, permanecían en el saloncito de la tele. Fue Raquel quien, tomándole del brazo, la llevó a ese lugar indicándole: Y ahora ¿qué te parece esto, niña presumida? Un tanto nerviosa y desconcertada, nuestra joven rasga el papel que envuelve los paquetes y contempla, con mirada atónita, el vestido, su lindo vestido soñado, por el que tanto había llorado. También, las sandalias blancas, con ese tacón pronunciado para ayudar en los afanes de la estatura. De nuevo fluyeron en su rostro lágrimas como perlas, revestidas ahora por la emoción de lo inesperado.

“Ha sido Ángeles, la viuda del séptimo b. El martes me la encontré en Mercadona y estuvimos un rato charlando. Le conté tus berrinches, por el tema de la Graduación en el Instituto, y los nervios que me has hecho pasar por tus tonterías. Esa misma tarde, tú estabas en casa de Menchu, vino a casa y me pidió que la acompañara para hacer unas compras. Me confesó que iba a regalarte el vestido y las sandalias. Que ella siempre suspiró por que su hija le diera una nieta. Pero aquel maldito accidente le arrebató las dos grandes ilusiones de su vida. Me dijo que ella nunca olvidará lo buena que fuiste acompañándola muchísimas tardes, yéndote a estudiar a su casa, cuando más sola y triste se sentía. Esos ratitos de conversación que le regalabas, y esas bromas con que le hacías sonreír, no los olvida. Se siente agradecida y, conociendo lo que estamos pasando, ha hecho este esfuerzo. Porque no quiere que sufras y te quiere ver contenta. Es una buena persona. Anda, desayuna y arréglate un poquito. Ve a su casa y dile lo que sientes. Seguro que le hará mucha ilusión acompañarme esta tarde a tu “colegio”. Demuéstraselo, con un beso de agradecimiento”.

Raquel, con una expresión seria y mirando a la nada, se atreve a confesarle a su hija una enigmática frase ……..”Algún día te contaré una cosa. que nunca me he atrevido a decirte y que debes conocer. En realidad, también eres parte de su vida”.-

José L. Casado Toro (viernes, 3 de junio 2011).

Profesor.

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