viernes, 11 de febrero de 2011

DE UNA CARTA PERDIDA, PARA EL TIEMPO DE TU ANSIEDAD.

Hubiera sido necesario, imprescindible en la terapéutica de lo humano, que esa misiva hubiera encontrado las señas explicativas de su destino. Pero el azar, de los errores sin causa, impidió que llegara un poco de luz y racionalidad a la desesperanza de tus dudas, al vacío de tu corazón. La historia de esa nueva ruptura, por frecuente y repetida, carece de la mayor novedad. Incluso, para tragedia de los afectos, se nos antoja ya revestida de la vulgaridad en lo cotidiano. Voy a tratar de narrarla, en sus aspectos más definidos, gracias a que la oportunidad me ha ubicado de observador imprevisto en la atalaya de vuestros sentimientos para la distancia.

Ante su única descendencia genética, tus padres te pusieron en la pila bautismal el lindo nombre de Alicia. Sin embargo, desde los alegres y desenfadados años de la Secundaria, todos comenzaron a reconocerte como Eli. Te resultó simpática la expresión, y así ha quedado hasta hoy. No era compañero de aula. Un día, aquella amiga de panda, en la costa veraniega de las noches sin horas, te lo presentó, cuando Nacho salía de ese ajardinado cine de verano, donde se proyectaban películas bajo el cielo estrellado de un agosto cálido y divertido.

La verdad es que te pareció algo “enterado” y presumido, aunque su gesto, unos días después en la terraza de la heladería B. Tres, al entregarte una aromática rosa roja, cuando celebrabas tu cumple, acercó vuestras miradas y esa atracción de los afectos, tan placentera y vital para la sonrisa. Ya en la capital, estudiabais en diferentes Institutos. Pero el teléfono, el correo de la mañana y aquellas tardes de paseo, cine y merienda, os fue uniendo en una relación que necesitabais para tensión y sosiego, todo a la vez, en vuestras almas y deseos. Y ambos, tras el bachillerato, seguíais juntos tomando apuntes en aquellos militares barracones de Empresariales, donde los aburridos minutos de clase se hacían eternos a la espera de ese beso o paseo cogidos de la mano, caminando entre setos, confidencias y proyectos alegres para la esperanza. Fue con él, y él contigo, para esa primera experiencia en el que todo fue bien dentro de la torpeza y nervios para la sensibilidad, placer y deseo. Desde aquella tarde de febrero, hubo otras ocasiones en que la necesidad hizo desaparecer el tiempo del minutero y los consejos de aquellos mayores, para la prudencia en la edad. Y sucedió como a tantos otros, en los que la ceremonia dio legalidad a lo que ya comenzaba a ser una estupenda y vital realidad. Su oportuno trabajo, en la empresa de transporte urgente. propiedad de un tío segundo donde se había marchado el contable ante un cambio de residencia familiar, permitió afrontar ese alquiler en un piso soleado, por la expansión urbana en el oeste de la capital. Y una niña preciosa, a la que decidisteis ponerle el nombre helénico de Aure, que recuerda la brisa y el aire suave y limpio que sabe acariciar la naturaleza.

Las familias respectivas también apoyaron, al menos en apariencia, la unión de dos seres aún muy jóvenes para la plena vida en común. Y todo parecía ir bien. Incluso tu, Alicia, con la colaboración de tu madre por los pocos años de Aure, pudiste conseguir unas horas por la mañana en una gestoría, propiedad de un amigo de tu suegro Fernando. Así ayudabas también un poquito a las necesidades de la casa, pues Nacho alcanzaba un sueldo más bien modestito para las exigencias de una familia que empieza su largo recorrido para la memoria. La relación entre vosotros era razonablemente soportable, aunque ese entronque tan temprano en el mundo laboral (ni tú, ni él, habíais finalizado esos estudios en lo económico) os hacía uniros en casa ya muy cansados y un tanto frustrados, pues a vuestra edad el cuerpo pedía mucha marcha en el ocio y las obligaciones bloqueaban las expectativas de unos jóvenes con 22 y 21 primaveras en su historial. La fuerza de la ilusión fue dormitando en el atardecer de los días. Hubo, desde el principio, algunos roces y discusiones que, sin mayor gravedad, eran producto, sin duda, de una ardorosa rebeldía ante la responsabilidad que el azar y la imprevisión os había obligado a adoptar.

Y él comenzó a llegar cada día un poco más tarde, de vuelta a la casa. Unos compañeros de la oficina, un balance que había que ajustar, un silencio como respuesta a tu mirada dolida por la horas de soledad, un diálogo sin palabras ante una pantalla vociferante que observaba impasible la distancia que se abría entre vosotros, una monotonía aburrida en ese momento en que más cerca podíais estar…. Entre vosotros el color reducía su brillo y tonalidad. Ese nublado plomizo, en lo afectivo, apagaba luces y razones para dos personas que ignoraban preguntas y respuestas, dejándose llevar por una deriva sin rumbo, por una brújula sin norte para orientar vuestras vidas.

Aquella noche de abril, fue la primera en que no volvió a casa. Aburrida de un desencuentro, constante en los días, hizo que ni te esforzaras en localizar una preocupación por su ausencia. Cuando muy temprano dejaste a la niña con tu madre, para comenzar tu horario de las 8 y media en la gestoría, esperabas una llamada que te explicara qué había ocurrido y dónde había pasado su intimidad y su mirada. Ya bastante enojada, cuando cerca de las dos de la tarde llegaste a casa, venciste ese algo de tu orgullo y marcaste el número de Javi, un compañero de oficina de Nacho, a fin de preguntarle si tu marido había estado en el trabajo ese día. De inmediato comprobaste el nerviosismo de ese amigo común que, tras unas evasivas y palabras sin orden, te confesó que Nacho hacía una semana que se había despedido del trabajo. No quiso decirte más, al comprobar tu desconsuelo e indignación ante lo que estabas afrontando. Prometió que esa tarde, cuando finalizara su horario laboral, pasaría por tu casa y te daría algunos datos que, como su mujer, debían llegar a tu conocimiento.

Mira Alicia, hace ya unos meses que Nacho se me sinceró ante unas cervezas como testigo. Me dio a entender que no se sentía feliz con la vida que el destino le estaba deparando. Todo había sido muy rápido. La obligación de vuestro matrimonio, el abandono de los estudios, el nacimiento de Aure, con todas esas obligaciones que le atenazaban y desanimaban en sus sentimientos. Cada día se le hacía más duro actuar como persona adulta ante ese cúmulo de responsabilidades que conlleva el matrimonio y la paternidad. Pero, Javi, aunque nos habíamos distanciado mucho en los últimos tiempos, él nunca se sinceró conmigo y me confío ese agobio vital en el que se encuentra. Todo eran silencios, rutinas, prisas y distancias. Alicia no pudo controlar más su confusión y tristeza. Rompió a llorar amargamente. ¿Has hablado con tus padres o tus suegros? No. Sólo le he pedido a mi madre que se quedara esta tarde con la niña y que yo pasaría ya un poco tarde a recogerla, para lavarla y darle de cenar antes de llevarla a la cama. Pero es que estoy hundida. Ni una llamada. Ni unas letras. Nada. ¿Y donde estará en estos momentos? ¡Que van a decir sus padres, cuando se enteren! Eli…. tengo que añadirte algo. Y sé que no te va a gustar. Posiblemente te va a destrozar, más de lo que ya estás. Pero…. yo creo que debo ser sincero contigo. Un largo silencio entre ambos y unas miradas que traviesamente se esforzaban en no encontrarse en el destino. ¿Hay otra persona, Javi? Fueron unos segundos que se hicieron eternos en el desconsuelo y con el temor de la desconfianza. Javi tomó las manos de una persona a la que apreciaba desde siempre y cerrando los ojos le confesó: sí Eli, me duele en el alma ser yo quien te lo confiese. Hay una tercera persona entre vosotros. Hay otra mujer, en la atracción sexual y afectiva de Nacho.

Fueron días, que se transformaron en semanas y meses, muy difíciles para tu joven vida de madre y mujer en soledad. Ese calor y apoyo, para unos duros momentos en desconsuelo, te ayudó a ir afrontando cada número del calendario que avanzaba con la armonía de lo exacto. Las amigas de siempre, los compañeros de trabajo, una madre que siempre estuvo con la mano tendida, el comportamiento excepcional del propietario de la gestoría, las sonrisas y ocurrencias de tu pequeña Aure, resultaron islas orientadoras para un destino desbrozado, en ese mar del desconcierto y el fracaso.

Hubo que ir ganando la razón en cada uno de los tiempos trazados por el rítmico minutero. Mientras, contemplabas y sentías el amanecer y el oscurecer de cada día, en la huérfana soledad de los silencios. Tuvo que dolerte la incomprensión absurda de la familia de Nacho pero, el blindaje egoísta de ese grupo con la inmadurez manifiesta de uno de sus miembros, te hizo ver que desde un principio nunca fuiste bien aceptada por esa gente que siempre te señaló como culpable interesada de un matrimonio que nunca tuvo que haberse realizado. Y de él, ni una sola palabra de justificación, consuelo o esperanza. Incluso a poco, su número telefónico ya no te respondía, ante el cambio realizado. Ahora pertenecía ya a otra persona. Fueron tu padre y Fernando, esa buena persona que dirige la oficina, quienes se encargaron de aliviar las tensiones administrativas propias de un divorcio que, en unos meses, te fue concedido por una juez con prisas, en aquella mañana de octubre, con una fría mecanización en los gestos y el condicionante austero del reloj en el tiempo. Quedaron establecidas unas puntuales exigencias económicas para un padre que se declaró insolvente, por lo laboral. Había vuelto a los libros y a las mesas del aula. Y un par de días a la semana, miércoles y domingos, en los que un padre podría estar con su hija durante un trozo de las horas del día. Fueron numerosas las semanas en las que no hizo efecto este derecho que judicialmente se le concedió. Y siempre, a través de su hermana Julia, pues no supo o quiso ofrecer ese valor imprescindible de saber dar la cara y afrontar la responsabilidad como padre y ex esposo.

Pero hubo una carta que tardaste, en demasía, para conocer. Fue escrita dos fechas después de aquella terrible tarde noche para tu desánimo, ante la durísima realidad. No muy larga en el texto, ni explicativa en las razones, ni generosa en la petición de perdón. Pero, al menos, encerraba unas claves ante un proceder que alumbraba a una personalidad débil e inmadura, ante la exigencia de los hechos. Te venía a decir, en su contenido, que nunca se sintió preparado para un matrimonio y paternidad que se le vino encima, en su egoísmo e incapacidad. Y para colmo, se había encariñado con una compañera de empresa con la que sentía esa atracción y equilibrio personal que necesitaba para su vida. Te deseaba suerte en el futuro y su única disculpa era una percepción, por su parte, de que algún día comprenderías o entenderías su proceder. Imagen patética de una persona que sólo podía ofrecer la imagen de adulto en los números falaces insertos en el documento de identidad. Pero, por absurdo que parezca, el azar impidió, durante más de un año, que llegaras a poder leer tan desalentador, pero realista, contenido de la misiva. La carta había quedado absurdamente atrapada en el engranaje de la contraportada móvil de ese buzón solitario en la plaza. El operario de correos, una vez y otra, no se pudo llevar el sobre a ti dirigido y que le habría dado algún sentido a tus ansiadas preguntas y palabras. Ante una canalización de telefonía con fibra óptica, se tuvo que mover temporalmente la ubicación del tozudo buzón de color amarillo. Y ese desplazamiento, al fin, pudo liberar una carta que te llegó con tantos meses de retraso para dar un poco de luz y sosiego a la evidencia de una vacía realidad personal en el remitente. Son hechos que ocurren en esas leyendas urbanas, generadas entre la imaginación y la realidad.

Hoy, casi tres años después, en Alicia y Aure ha germinado la semilla de la estabilidad. De nuevo han vuelto a dibujar la sonrisa de la alegría. Gran parte en esas razones, para la sencillez en felicidad, se hallan en la compañía afectiva de Fernando, admirable persona, con la que has encontrado felizmente normalidad y equilibrio para tu vida. Pero esa historia… ¿verdad? ya pertenece a otro momento, a otra confidencia, a un nuevo tiempo para el relato.-

José L. Casado Toro (viernes, 11 febrero 2011)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario