viernes, 20 de agosto de 2010

ARTE, NEGOCIO, VALOR Y MUERTE, EN EL RUEDO.

ARTE, NEGOCIO, VALOR Y MUERTE, EN EL RUEDO.
UNA POLÉMICA DECISIÓN PARLAMENTARIA.





“Profesor ¿Vd. qué piensa acerca de la prohibición de las corridas de toros, decidida por el Parlamento de Cataluña?” Sí, es una de las preguntas que, recientemente, he recibido de una de mis mejores alumnas en bachillerato. Tengo por costumbre responder a los correos electrónicos con la mayor presteza que me es posible. En caso de no hacerlo así, se corre el riesgo de olvidar la mejor oportunidad de contestación. Pero el caso es que leí este mensaje a una hora ya en plena madrugada. Aún así, atendí al requerimiento de esta buena amiga, confianza generada desde los “pupitres” escolares. Le expliqué que el tema era algo complejo. Sin embargo, me atreví a rellenar unas breves líneas en las que, básicamente, planteaba el posicionamiento de su Profesor. Ahora, con más tiempo y espacio, quiero abordar de nuevo esta polémica cuestión con el deseo, por supuesto, de ampliar el razonamiento que mantengo. Es obvio añadir que este artículo, como otros, llegará al ordenador de mi joven alumna.

Hace ya muchos años que no voy a una plaza, ni presencio una corrida de toros por la pantalla del televisor. Cuando era pequeño, me llevaban a ver algunos festejos taurinos. Pero fue el cine quien, a esas edades o entrando en la cronología juvenil, centraba o focalizaba el interés de mi ocio. Aunque respeto, lógicamente, a las personas que poseen esta afición, no me agrada este espectáculo que ahora despierta con la fuerza de la controversia político-social, generada por la difusión de la decisión política.

En mi opinión, es un espectáculo en el que se mezcla arte, valor, fuerza y crueldad. También, el interés de lo económico. Posee una antigua tradición en España, nivel de afición que decae en países más alejados de nuestro entorno espacial. Resulta pleno de exotismo para gran parte de la geografía mundial, salvando algunos Estados de la América de habla castellana. En él se combina la destreza, la inteligencia y la valentía en lo humano contra la potencia, la rudeza y nobleza, junto a la agresividad, en lo animal. Un hombre matador frente a un toro de lidia. Matizo lo de hombre. Hay mujeres, muy pocas, que se han vestido con el traje de luces y pisan el albero amarillo – naranja de la plaza. Pero, fundamentalmente, es una profesión machista, varonil, en su ejercicio. La escenografía, la vestimenta, los sones de la música, el juego habilidoso ante la muerte, el diestro dominio de lo humano sobre lo animal, todo ello encierra mucho de arte. Pero también existe una importante dosis de crueldad ante el bovino indefenso. Éste sólo posee su fuerza bruta y el “machete” de su cornamenta. El torero no está sólo. Se ve ayudado en su quehacer por otros peones de brega. Y reitero lo de crueldad. Efectivamente, a los animales se le sacrifica en los mataderos industriales para sustentar el alimento de las personas. Pero es una muerte rápida. Dolorosa, por supuesto, pero realizada de una forma no angustiosa para el animal. En la plaza todo es diferente. Tras los primeros pases de capote, se le clavan al toro en su lomo seis hirientes banderillas. Cualquier aficionado puede comprobar la longitud punzante de estos estiletes metálicos, adornados en su parte de madera con papelitos de vistosos colores. Durante toda la lidia, que puede durar entre diez y quince minutos, aproximadamente, el animal ha de llevar clavadas esas banderillas de las que mana su sangre. El contraste cromático del rojo sanguíneo sobre la negra piel del astado es más que impactante. Y el animal… claro que tiene que sufrir. Seis punzantes y dolorosas banderillas. Y llega la hora del picador. El “picaó” bien protegido y guarnecido encima de su caballo, que también lo está por muchas lonas enguatadas que frenan la agresividad de la cornamenta, lanza en ristre, clava su generosa punta en el lomo del toro, barrenando con toda la fuerza que puede, a fin de reducir la potencia motriz del bovino. Sigue manando la sangre por esos boquetes corporales que, entre aplausos, el picador ecuestre provoca con su vara dolorosa. ¿Qué sentimos cuando nos hacemos un pequeño corte en la mano o en la pierna? Mimeticemos potencialmente la escala de las heridas en el toro.

Y llega, finalmente, el tercio de toreo para la muerte del animal. Ahora es cuando empiezan a sonar los pasodobles que acompañan al “maestro” con su capote y su espada. Tras las banderillas, y el tercio de varas en el picado, el astado ha reducido en mucho su fuerza. Muge su dolor y trata de cornear lo que se le pone por delante. Si no embiste con la agresividad demandada, todos a coro gritan con despecho el ¡mátalo, mátalo ya! ¡es un manso! En el graderío o cavea circular se fuman los puros habanos, se bebe la fresca cerveza y abanicos y peinetas se balancean al viento del griterío visceral de los ¡ooole, ooole, oooole! Es el circo romano, aunque con otro tipo de “gladiadores”. Es necesario matar ya al animal que, en algún caso está ya bastante “muerto”. Hay toreros que ejercen muy bien su oficio de “mataó”. Hunden toda su espada en el cuerpo del toro y éste, entre estertores y vómitos de sangre, dobla sus patas y queda inerte en la arena. Otros astados aún necesitan del golpe del verduguillo en su cuello a fin de poner fin a su vida. No siempre el verduguillo acierta a la primera. Pero esta muerte no es la más frecuente. Normalmente el torero pincha con su espada en el hueso (columna, costilla..) del animal. Tiene que hacerlo en varias ocasiones debido a su escasa destreza o suerte con la espada. Y en muchas ocasiones tiene que utilizar el descabello o espada acabada en cruceta que hunde en el morrillo del toro. ¿Sufre o no sufre el animal?

El maestro, con terno de plata y oro, tras el flamear de miles de pañuelos al aire (menos mal que el espectáculo no se desarrolla en recinto cubierto o cerrado) comienza su vuelta al ruedo de la plaza, entre vítores y aplausos, acompañado de su cuadrilla, y portando en sus manos las orejas, y a veces también el rabo, de su rival que le ha entregado el aguacilillo por mandato del presidente de la corrida, aficionado entendido o asesorado al efecto. Cuando era pequeño, recuerdo que en alguna ocasión, dada la suerte de lidia y muerte, podía entregársele como trofeo victorioso una de las pezuñas o patas del toro. Éste, ya sin vida, es arrastrado por la cuadrilla de mulillas hacia el despiece, previo a la venta en la carnicería “oficial”. El toreo o lidia y la matanza subsiguiente ha durado esta vez quince minutos. Ese animal habría sido sacrificado en el matadero en unos pocos segundos. Y ya suenan los clarines, pues va a seguir la lidia del segundo de la tarde. Sigue fluyendo el humo de los puros, el frescor de las cervezas o refrescos y el vaivén de los abanicos, entre comentarios vibrantes acerca del valor y el arte del afamado matador. Es la fiesta “nacional” de los toros.

Hay que resaltar que algunos toreros han perdido la vida por cornadas del animal. La mayoría de ellos, personajes muy famosos en su historial taurino y personal. Es el riesgo de la profesión que libremente han elegido para su vocación artística. Es admirable su valor y destreza ante la fiereza del toro. Pero, comparativamente hablando, no hay equilibrio entre el dolor del astado y el del “maestro”. Una persona frente a un animal. No se puede hablar de equilibrios, en opinión de muchos. Sin embargo, es una profesión que conlleva un evidente riesgo para quien la ejerce. Y si tienes un poco de suerte, arte y no escasea tu valor, muy bien pagada, por cierto.

Y ahora entramos de lleno en la decisión polémica del Parlamento de Cataluña. El 28 de julio deciden, en una votación ajustada de 68 votos contra 55, más nueve abstenciones, prohibir la fiesta taurina en la región, norma que se habrá de hacer ejecutiva a partir del 1 de enero de 2012. Todavía queda año y medio para esa fecha. Los diputados nacionalistas sustentaron esta opción social. Los grandes partidos contaron con libertad de voto para sus diputados en esta ocasión. No es la única Comunidad Autónoma que ha prohibido las corridas de toros. También, ya lo hizo en otro momento Canarias, aunque en este territorio del Estado español la tradición taurina es notablemente mucho más limitada. La votación parlamentaria en Cataluña ha inundado de opiniones, comentarios, artículos, debates, las páginas de analistas en los foros mediáticos de nuestro país. La inmensa mayoría, son severamente críticas sobre el contenido de esta norma legislativa para el territorio catalán. En medio de toda esta vorágine de criterios enfrentados, el mundo empresarial taurino cifra en unos 300 millones de euros las indemnizaciones que habrá de recibir, una vez que no se puedan dar espectáculos taurinos a partir del primer mes de 2012. Y así están las cosas en el seno de la controversia social desatada en plena época de festejos con la figura del toro. El principal partido de la oposición, en las Cortes españolas, plantea presentar una proposición de ley para que jurídicamente quede sin efecto la prohibición emanada en un territorio, muy importante, del nordeste peninsular ibérico.

Un Parlamento soberano, integrado por diputados elegidos democráticamente, tiene el derecho de legislar con arreglo al criterio de sus componentes. Representan a millones de españoles, en este caso, que les han dado su voto en las elecciones correspondientes. Otro Parlamento, tras el mecanismo electoral en su día, puede modificar y cambiar la norma en este momento acordada. El contenido de una ley o norma a cumplir tiene que gustar a unos y desagradar a otros. Igual ocurre con el tratamiento de estos artículos de opinión. Y hay que respetar tanto a los que valoran su posicionamiento como también la opinión de aquéllos que muestran su discrepancia. Con respecto a la ley antitaurina, la verdad es que no he querido navegar en el turbulento cauce de los planteamientos enfrentados. He de manifestar que no me gusta la raíz del espectáculo taurino. Arte, negocio, sufrimiento y muerte. Tampoco soy profeso de las prohibiciones frente a la libertad responsable de los seres humanos. Antes habría puesto coto legal inmediato al uso contaminante del tabaco en restaurantes y espacios públicos cerrados. Pero entiendo que un legislador está para eso, para legislar. A no mucho tardar habrá nuevas elecciones. El ciudadano podrá tener y ejercer su palabra, aunque sea efectiva cada período de cuatro años. Los aficionados de este territorio tendrán corridas de toros en provincias limítrofes, como Castellón, Zaragoza o Huesca. El nacionalismo catalán habrá conseguido un nuevo peldaño en esa escalera que los identifica diferencialmente frente a otras nacionalidades o caracteres del mosaico español. Habrán conseguido, sin pretenderlo, que una parte de la sociedad defienda esta cruel fiesta, en un momento en que la juventud le da la espalda a su celebración.

Los jóvenes, sociológicamente hablando, no están por la labor de un espectáculo que se halla arrinconado en las prioridades de sus gustos y aficiones. El cine, el deporte, un buen libro, el paseo por la naturaleza….. me resultan más gratificantes que el circo taurino donde el arte y las valentía se combina con el sufrimiento, la sangre y el dolor. Aunque sea un animal. Y/o precisamente por eso. Y desde los pupitres escolares se deben potenciar valores que eludan la violencia, el sufrimiento y la crueldad. Sí, es un animal. Pero su muerte debe ser lo menos dolorosa posible. En todo espectáculo debe priorizarse la mayor cuota de racionalidad. Vaya al coso taurino quien le agrade. Creo que hay alternativas más inteligentes y gratificantes. Gozar con el dolor ajeno no es edificante. Sí, es un toro. Es un animal que tiene que sentir el dolor.

Ya están preparadas las cuadrillas. Comienza el paseíllo por el albero de la plaza. Seis animales, encerrados en el toril aguardan su recio protagonismo para saciar la violencia subliminal colectiva. Ese dibujo del toro de lidia está en la tradición mediterránea. Para un sector de españoles, es su fiesta nacional.-


José L. Casado Toro (viernes 20 agosto 2010).
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS. Historia.

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