viernes, 11 de julio de 2025

PREMONICIONES PARAPSICOLÓGICAS



Casi todas las personas, en distintos e inesperados momentos de nuestras vidas, hemos sentido o visto, a nuestro alrededor, señales, gestos, acciones, sonidos o hechos que nos resultan inexplicables desde el plano de la racionalidad o la lógica.  Estas acciones “raras”, misteriosas, paranormales, que entran de lleno en el terreno de lo exotérico, cada uno las interpreta o asume a su manera. Miedo, inquietud, no hacerles caso, consultar con especialistas, tratar de evitarlas, o narrarlas a las personas allegadas. Son señales para sonreír, pensar o “temblar”. El temor siempre está implícito. En este contexto se inserta nuestra narrativa de este viernes.

ELISIO, 66, e ISMAEL, 65, eran dos amigos que mantenían esporádicas relaciones desde la lejana época escolar, en el nivel de secundaria. Era como esa amistad que se reaviva de tarde en tarde, pero el “brasero” nunca llega a estar apagado. Los caracteres que reflejaban sus personas, cómo eran uno y otro, eran diferentes, aunque complementarios, lo cual era, hasta cierto punto, es una interesante ventaja. Eliseo era más racional y taciturno, mientras que su compañero Ismael era una persona impulsiva y bastante extrovertida. Pero son muchas las ocasiones en que formas de ser diferentes u opuestas son útiles para el mantenimiento relacional. Elisio había trabajado durante su etapa laboral en una biblioteca pública municipal, vinculada a la concejalía de cultura del Ayuntamiento. Por el contrario, su amigo Ismael había trabajado “en la calle”, dicho en el mejor de los sentidos, gracias a un cuñado que lo captó para que desarrollara sus cualidades en una empresa de gestión inmobiliaria (alquileres, ventas, permutas, compras de inmuebles). Se “movía” y cautivaba” muy bien en el trato personal.  Ya en su última fase laboral, los años le aconsejaban estar menos en la calle y sí en la mesa de su oficina, en la INMOBILIARIA VALLEJO, nombre del fundador de la empresa. 

Cuando ambos amigos y compañeros alcanzaron la “edad jubilar”, los encuentros y citas para los paseos, los aperitivos y meriendas e incluso algunos viajes juntos se hicieron más frecuentes. La forma de ser que caracterizaba a Elisio provocaba que siempre estuviese preparado para relatar alguna extraña noticia o experiencia, de la que hubiera sido protagonista o espectador. “Eso te pasa de tanto leer y haber estado durante décadas rodeado de libros, como un ratón de biblioteca” le decía Ismael. 

Una tarde de junio, habían quedado sobre las seis, para compartir una buena merienda y por supuesto algún interesante diálogo. Ese día Elisio apareció con el rostro bastante marcado o dibujado por la preocupación, con muecas faciales un tanto “desencajadas”. 

“Pero ¿qué te ha pasado hoy, buen amigo?” Su interlocutor, dándole vueltas con la cucharilla, a su descafeinado, como solían tomar muchas tardes, pues ambos padecían de un fuerte e incómodo insomnio, desde la llegada de la interrupción laboral, se dispuso a contarle lo que traía en su mente. Había sido una experiencia o más bien sensación, que venía sufriendo con intermitencias desde hacía varias semanas. La tensión de este viernes era más elevada, por lo que necesitaba desahogarse de aquello que bullía en su mente y que tal vez magnificaba. 

“Mira, Ismael, te voy a contar algo, pero te pediría que no lo tomaras a broma. Estas sensaciones me tienen harto preocupado. Resulta que he convivido con personas, con las que me relacionaba con una frecuencia normal. Solía ocurrir casi todos los días y en los mismos sitios. Estas personas, por la ley de la vida contra la que nada podemos hacer, ya se han ido, desapareciendo de mi existencia. Hasta aquí todo parece lógico o normal. Sin embargo, cada vez son más frecuentes los momentos, en los que estando en el mismo lugar donde los veía y les hablaba, me invade una fuerte sensación en que van a aparecer, en que van a estar de nuevo ante mí. Incluso mi mente me los recrea, ahí enfrente mía, como si me estuviesen hablando y nunca se hubieran marchado de este ciclo vital. Ya te digo que es una sensación muy extraña y que me produce emoción, también miedo, incertidumbre, misterio fantasmagórico. Y la cosa es que, aunque trato aplicar la razón, esas extrañas vivencias no me las puedo quitar de la cabeza”-

“Suelen ser vecinos del barrio o del bloque donde resido, con los que antes me relacionaba e intercambiábamos las palabras, hablando de ventana a ventana, de la terraza a terraza o compartiendo o saliendo del ascensor. También me ocurre con los compañeros de la biblioteca, cuando antes compartíamos algún chascarrillo entre los muebles estantes de la gran sala de lectura. Sin duda, la experiencia más grave o impactante sea la de mi madre, con la que he convivido, como bien conoces, durante largos años. Cuando me estoy preparando algo para cenar o el almuerzo, presiento, la verdad es que siento, que me está observando y que en cualquier instante va a hablarme o a corregirme con respecto a la tarea que estoy desarrollando. Percibo como su respiración, el olor a la colonia que solía usar.  Sé que está ahí, a mi lado. Y que necesitaría o le agradaría hablarme, pero en su mundo actual no se le permite esta comunicación que para mí sería verdaderamente fascinante ¡Tendría tantas cosas que preguntarle y que decirle!”  

Ismael tuvo una primera “tentación” de tomar a “choteo” aquello que con tanta sinceridad e intensidad emocional su amigo le estaba confiando. Pero tras unos segundos de duda, optó por la prudencia y la seriedad.   

“Eso te pasa por vivir solo. Esa ausencia de compañía no es buena para la cabeza y los sentimientos, Elisio. Acabas por darle muchas vueltas, demasiadas, a las cosas y ahora que ya no estás en la biblioteca la imaginación se te desborda. Yo, al menos, tengo cerca a mi Aurora, pero cuando tú vuelves a la casa te encuentras que no hay nadie esperándote. Deberías buscarte, con urgencia, una compañía. Por supuesto que esa pareja no perjudicaría nuestra antigua y saludable amistad. En todo caso, te voy a dar el teléfono de una consulta de psicología, para que pidas cita. Es un profesional muy “apañao”.  Se trata del Dr. Santi ROMERALES. Estoy seguro de que este profesional te podrá ayudar”.  

Al paso de los días, Elisio acudió a la consulta del especialista, a quien expuso básicamente su problema, añadiendo algunos datos que no había comentado a Ismael. 

“Hay veces en que siento como que los escucho, o mi cabeza hace que sus mensajes me llegasen. Yo les sonrío, les respondo y les hago preguntas. La verdad es que no obtengo respuestas o yo me las construyo en mi mente”. 

“Creo, Sr, Toscano, que padece Vd. una fijación mental compulsiva, muy frecuente en las personas que viven en soledad. Vamos a ir trabajando y corrigiendo este problema que le está afectando severamente. ¿Aceptaría la convivencia con una mascota, perro, gato u otro animal, como hacen muchas personas en su vida cotidiana? 

Siguiendo ese primer consejo del especialista, Elisio fue a hablar con su vecina de planta, doña EULALIAuna señora soltera, muy celosa de su edad (probablemente bien cerca de su octava década vital) que había sido cocinera de hotel y en sus ratos libres “tratante de amores para dignas personalidades”. Desde siempre había tenido un especial cariño por los animales. Los vecinos bromeaban con el piso 4º B como “el arca de Noe”, por la cantidad y diversas de mascotas que lograba manejar en sus cuatro dormitorios. Su vecino del 4º A, Elisio le rogó si le podía prestar alguna mascota, para que lo acompañara, por consejo médico. Doña Eulalia le puso en las manos a una gata zalamera, peluda, gordinflona, de ojos verdosos, llamada MACA, con la obligación de que la cuidara con cariño y extremado cuidado, pues era una gata que ya pasaba de los 8 años y había sido madre de numerosas crías, que andaban repartidas por los bloques de la zona, en el densificado barrio de la Unión-Humilladero. La buena y versátil señora dejó bien claro que el préstamo lo hacía por un semestre y que ella vigilaría el trato que le daba a Maca, para prorrogar o no ese plazo de confianza para la experiencia. 

Una noche estaba acostado, tras la frugal cena que realizaba y un ratito de lectura, aunque no perdonaba la infusión descafeinada. Apagó la lámpara de la mesilla y en la habitación sólo entraba la claridad de una próxima y somnolienta farola callejera, Se despertó sobresaltado porque sintió como si su madre MAGDALENA le estuviera preguntando si se había tomado las pastillas para controlar la tensión. “Me decía, Tengo que cuidarte. Pero ahora me es más difícil. No dejes de tomar los comprimidos, porque te puede dar un “flato”. Esa frase la recordaba como repetida cada noche, ya que ese padecimiento lo tenía desde su juventud, posiblemente por una transmisión genética. Su padre se había “ido” por una subida letal de la tensión arterial. Elisio respondió a la oscuridad “sí, mamá, ya las he tomado. Acuéstate tranquila, que como me he despertado voy a leer un poco antes de volver a apagar la luz”.  

Unos días más tarde, doña Eulalia, tras escuchar a la gata Maca maullando sin cesar, pensó que posiblemente tendría hambre. Entonces llamó en la puerta de su vecino, en dos ocasiones. Al no obtener respuesta, habló con don Leopoldo, un guardia civil retirado, que vivía en el 3º A. Como hacía dos o tres día en que no habían visto a Elisio, pensaron que algo podría estar ocurriendo. Llamaron a la policía local, quienes hicieron venir a los bomberos, a fin de que franquearan la puerta del domicilio. Por supuesto el teléfono de Elisio no respondía a las llamadas. Tras entrar en el domicilio, con permiso judicial, encontraron el cuerpo del vecino del 4º A tendido en su lecho y a su lado a la gata Maca que maullaba hambrienta. El médico de guardia certificó el fallecimiento de Elisio, por fallo cardiaco. La premonición del antiguo bibliotecario se había cumplido. 

Sin faltar un solo sábado, su amigo Ismael, sentimentalmente afectado, le lleva un ramillete de flores, recogiendo las que ya se han marchitado. Lo más interesante del caso es la charla unidireccional que mantiene con su antiguo buen amigo, desde aquellos tiempos de las aulas escolares. “Me estabas avisando y no lo supe entender. Cuídate, allá donde estés. Te echo mucho de menos. Y ahora te voy a contar cómo me ha ido la semana”. Entonces Ismael, abría su pequeña silla de pescador, que llevaba en una gran bolsa, sentándose en la misma e iniciaba ese ratito de charla que tanto y bien le confortaba. -   

 

 

PREMONICIONES PSICOLÓGICAS

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 11 julio 2025

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