viernes, 4 de junio de 2021

EL SOSEGADO DESPLAZAMIENTO DE LA TORTUGA.


Voces adornadas de sensatez nos repiten, de manera periódica, el inmenso valor de la naturaleza, como la mejor aula para la vida. No se equivocan quienes así piensan y aplican, con admirable sabiduría, esta instructiva máxima a su comportamiento cotidiano. Añadiendo racionalidad a nuestro pensamiento, comprobamos el listado infinito de enseñanzas que podemos obtener, a poco que realicemos una mirada receptiva hacia ese mundo aliado en buena armonía, entre lo vegetal y lo animal. Todo es cuestión de observar, con humildad y receptividad, la enseñanza recibida desde este natural entorno, a fin de responde y resolver muchos de los problemas e interrogantes que fluyen en la vida diaria.

Nos ha correspondido caminar por una sociedad cada vez más entregada y sometida, en cuerpo y alma, a la soberanía intransigente del tiempo. También, de la materialidad.  Desacertadamente, se exagera e híper valora esa dimensión temporal que parte de los segundos y los minutos. Esta errónea dinámica nos somete a la servidumbre del estrés, el nerviosismo, las prisas y los acelerones, a todas esas respuestas carentes de sosiego y reflexión, que tan penosos resultados ejercen en nuestro carácter, en nuestro estado anímico y, por supuesto, en el buen funcionamiento de nuestra “vapuleada” estructura corporal. Tendríamos mucho que aprender aceptando miméticamente el ejemplo que nos ofrece ese tranquilo ser de la naturaleza al que llamamos tortuga. Además de tener que desplazarse portando sobre sus hombros la pesada y difícil carga de una concha o casa en donde guarecerse, hacen el camino sin importarle el tiempo o el espacio que con infinita paciencia y sosiego recorren hasta alcanzar su destino. La historia que narramos a continuación nos ejemplifica algunas de las ideas y reflexiones, esbozadas en estas líneas introductorias.

Nos acercamos a la historia de una familia de economía acomodada, cuyos cuatro componentes se afanan en todo momento por optimizar el tiempo disponible, en busca de ese protagonismo social en el que se sienten gozosa y felizmente instalados. Quintín Labianca trabaja como miembro ejecutivo de una importante empresa inmobiliaria y constructora. Su mujer, Isolda, diplomada en diseño artístico, forma parte de un estudio profesional para el diseño de ropa y complementos, equipo que recibe encargos de elevada remuneración, procedentes de importantes centros de fabricación textil y. elementos complementarios para el atuendo personal. Ambos cónyuges mantienen una intensa vida social, vinculada al peso clientelar que, en el ámbito de sus respectivas parcelas laborales, se esfuerzan en mantener y potenciar.   

Durante la semana, son mayoría los días en que almuerzan fuera de casa, con los miembros de sus respectivos equipos o con aquellos clientes a través de los cuales pueden firmar importantes y muy rentables contratos, que incrementan su prestigio y los niveles (espectaculares) de sus cuentas o saldos bancarios. Esas “comidas de trabajo” también se reproducen durante algunas de las noches, siempre por la necesidad de atender al servicio de las firmas que tan notoriamente representan. Pero al menos las cenas tienen un mayor protagonismo para hacerlas en casa, momento del día en que los esposos pueden estar unas horas juntos, mirarse a los ojos y dialogar acerca de “la apretada y densa agenda que he de atender para el día siguiente”.  Tienen dos hijos, en plena etapa de su vital juventud: Braulio 18 y Licia, 16, ambos acercándose a esa edad o frontera nuclear de la mayoría de edad. Cursan sus estudios de bachillerato en centros educativos de titularidad privada, vinculados a una intensa confesionalidad religiosa. Aun siendo tan jóvenes, presumen de sus respectivas parejas y pueden disponer (cuenta corriente de papá y mamá) de una notable liquidez económica en sus carteras y monederos, a fin de mantener el muy intenso ritmo vital que aplican a sus jóvenes y vitalistas existencias.  

La consigna de esta familia es hacer todo aquello que mantenga su elevado estatus social, que han labrado con una mezcla de esfuerzo, contacto con esas amistades que, en los momentos de oportunidad, pueden ayudar a subir ese escalón necesario para otear el horizonte desde una atalaya más privilegiada y también, por supuesto, esa pizca de suerte, que siempre resulta necesaria para fortalecer la fórmula mágica del deseo y la noble (aunque a veces, desbordada o descontrolada) ambición. En realidad, sus respectivos orígenes no están vinculados con esa “nobleza” por la que pagarían lo indecible, a fin de poder lograr su soñada o ansiada vinculación. Quintín es el quinto hijo de un comerciante de vinagres, que hizo algo de fortuna cuando la familia cambió su residencia, desde su Almendralejo natal, hasta una casa reformada en uno de los barrios de Jerez. En cuanto a Isolda, sus raíces genéticas se hallan en la nobleza inmaculada de la harina y el azúcar, pues sus padres tenían una modesta panadería /confitería, en la localidad rondeña de Arriate. Pero eso es Historia en sus memorias, pues los progenitores de ambos actuales esposos apoyaron económicamente los estudios de sus hijos, a fin de que pudieran labrarse un porvenir que les hiciera avanzar en las plataformas solemnes de la jerarquía social.

En su diario quehacer no descuidan el “estar presentes” en aquellos acontecimientos o actividades sociales que mejor pueden convenirles para conocer a “gente bien”, con más o menos poderío económico, pero cuyos nombres signifiquen importancia y protagonismo en la estructura social. Aunque la circunferencia perimetral de la cintura de Quintín “supera” en mucho los centímetros aconsejables, él se ufana en proclamar que dedica una tarde a la semana para asistir a un club deportivo, cuya sola matrícula le costó un buen desembolso y las recomendaciones de algunos destacados asociados, a fin de que su inscripción fuese finalmente aceptada. En ese club deportivo, se le ve más recorriendo la zona del bar y los salones de reunión que, en las recias pistas de pádel, tenis o en la muy bien cuidada piscina, con dimensiones olímpicas. Se compró un costoso equipo de golfista y después de dos visitas a los verdes campos deportivos del municipio mijeño, tomó la decisión de guardar los palos y el resto del instrumental, pues acabó con unas muy molestas contracturas derivadas de la falta habitual de ejercicio físico en su complicada y densa agenda. Por su parte la señora Isolda, acude dos veces en la semana a un centro de fitness, en el que va mezclando su participación para los ejercicios del pilates, la gimnasia rítmica con acompañamiento musical e incluso la zumba (para adultos). A este centro deportivo, situado por la zona del Candado malagueño, le llevó su amistad con una dicharachera amiga, con la que ha hecho buenas migas, amistad que le puede abrir y proporcionar buenos contactos. Es la muy bien relacionada familia de los Puente del Amo.

Con vistas al inminente verano, ya han conseguido plaza en un curso de 30 días para Licia, a desarrollar en el prestigioso Trinity College de Dublín. Consideran, no sin razón, que el inglés de su hija es penoso y no puede esperar, pensando en sus expectativas de integración social. Aparte viaje y estancia, sólo la inscripción les ha supuesto un coste de 2.200 euros, pues la institución garantiza una enseñanza de calidad para “soltarse” definitivamente en el idioma británico. Para su hermano Braulio este verano estará marcado por la aventura. Quiere protagonizar, junto a otros amigos, la aventura por los fiordos noruegos, estableciendo su campamento de referencia en la ciudad de Oslo. Por supuesto no se ha planteado costearse la arriesgada experiencia, compaginando los inauditos y espectaculares recorridos con algún trabajo remunerado, que ayude a financiar el gravoso mes y medio de estancia. Para eso cuenta con la tarjeta de la cuenta bancaria de “papá”, quien en modo alguno va a desairar a su primogénito, ufanándose con ello ante sus amigos, en esas “actividades coperas” con exquisitos y costosos licores de marca, que desarrolla en los salones para la “alternancia” o en los reservados del bar, en el elitista club social al que permanece vinculado.

El grave problema de esta acomodada familia se encuentra en el continuo y endiablado estrés vivencial que sustenta el desarrollo de sus días. Las prisas, los contactos, los horarios, las agendas, los compromisos, los retrasos, las actividades coincidentes, el uso continuo de los dos automóviles que poseen, la ansiedad, el nerviosismo, el reloj y el móvil (indispensables compañeros de almohada) el tabaquismo, el alcohol, el “qué van a decir”, el “qué van a pensar”, el objetivo imposible de la ubicuidad, atributo divino que ellos simulan banal y neciamente poseer, el afán por aparentar … Pero en este marasmo de protagonismo social, en la intimidad de sus vidas ¿se sienten realmente felices, cuando acuden al descanso nocturno y repasan mentalmente cómo les ha ido a lo largo de ese día que finaliza, cuando apenas comienza la nueva madrugada? Tratan de aparentar o simular esa felicidad ansiada, pero de inmediato aparece la traicionera insatisfacción por esas metas continuas, cada vez más ambiciosas, que se van proponiendo, porque en realidad nunca van a tener suficiente con lo que ya poseen, nunca se van a conformar con el patrimonio conseguido, ya que otros tienen y acumulan más, tanto en lo material como en el protagonismo o imagen social. La exacerbada ambición y el ego personal, nubla penosamente en sus personas el confortable sosiego humilde de la sencillez y la aceptación de la realidad personal. No se conforman, tampoco saben gozar con lo que ya poseen: sufren, por el contrario, la carencia de aquello que podrían y necesitarían alcanzar, para volver otra vez a empezar, en esa enloquecida ruta cíclica de que nunca van a saber liberarse.

“Tenemos que asistir a la boda de la hija menor de los Gonzaga Cantalapiedra. Habrá que elegir un buen regalo en la costosa y selecta lista que han abierto en el Corte Inglés, pues tenemos que quedar bien con esa familia, que tienen mucha influencia en las nuevas promociones de residencias de lujo que van a levantar en la ampliación de la milla de oro”. “Ya lo tengo decidido. De mañana no ha de pasar. Tengo que aprender a bailar sevillanas, pues ya se nos echa encima el verano y para los festejos de agosto no quiero desentonar, cuando nos inviten a la Caseta de Oficial, a donde acude lo más florido y poderoso de los nombres de esta ciudad”. “Me han hablado de un club de caza, elitista, por supuesto, al que no es fácil que te permitan la entrada y participación en las actividades propias de las “escénicas” salidas al campo. Pero tengo un Narcea del Manzano, en mi cartera de clientes, que me podría “engrasar” el paso o integración en ese grupo que, según me han informado, tiene “dinero a espuertas”. “Pues los Pontealmendilla se han comprado uno de los primeros Mercedes eléctricos, que ha sacado la marca y que les ha debido de salir por un “ojo de la cara”. Nuestro Volkswagen ya se va quedando obsoleto y no da buena pinta cuando llegamos a los eventos sociales. Hay que subir el nivel, si no queremos quedarnos en la cola de los que quieren y no pueden”. “Isolda, tenemos que introducirnos y trabajar el mundo cofrade, pues esta opción (hay 42 cofradías y hermandades en Málaga) da, en Andalucía y por supuesto en nuestra ciudad, mucho lustre, nombre y presencia a los que en él se introducen. Puedes hacer en su “perímetro social” (que es muy amplio) interesantes contactos, negocios y relaciones, que siempre suelen dar estupendos resultados. Si te fijas, los estamentos políticos, económicos y sociales, tratan con mimo esta perla del protagonismo ciudadano”. “Isolda, tienes que saber evolucionar en la política y adaptarte, según la dirección de los vientos. Una noche te acuestas siendo de centro derecha. Y por la mañana, cuando te levantas, te has trasformado en un centro izquierda “de los de toda la vida”. Hay que estar a bien con los dirigentes del grupo político que gobierna. Si mañana llegan los otros, pues a cambiar y a ponerte la corbata roja, verde o azul”.

Pero los idus del destino son variables, caprichosos y con difícil o críptica explicación. La muy prestigiosa y afamada empresa constructora e inmobiliaria CEMENSUR echó toda su fuerza económica en la compra de unos amplios terrenos, abandonados para lo agrario, en las estribaciones del cauce final del Guadalhorce. Un gran proyecto inmobiliario de más de dos mil viviendas, de nivel medio/alto, con zonas deportivas, parques y jardines, un gran centro comercial y un macro edificio investigador bioacuático, para estudios de la flora y biología marina mediterránea. La cuantiosa operación financiera fue estudiada y decidida en el departamento de grandes proyectos que dirigía precisamente Quintín Labianca. La rentabilidad de la gran inversión se calculaba en un cuatrocientos/quinientos por cien. Todos los miembros de la poderosa empresa se lo prometían con perspectivas de “suculenta” felicidad económica, cuando comenzaron las operaciones de construcción, tras unos meses preparando la infraestructura del terreno. Prácticamente estaba todo vendido, tanto a grandes grupos de inversores, como a compradores particulares de muy diversa o contrastada significación económica.

Pero cuando los “esqueletos arquitectónicos” comenzaron a tomar altura y el funcionamiento de las grúas y hormigoneras “rugían” a toda velocidad, dada la necesidad contractual de cumplir los plazos establecidos para la entrega de los primeros módulos y manzanas construidas, una gravísima “infección” de grietas y hundimientos geológicos sembraron el pavor entre los directivos empresariales. Algún eslabón había fallado en los estudios geotécnicos para las cimentaciones efectuadas, tal vez en los pilonos vertebrales hincados en la zona o incluso en la calidad de los propios materiales utilizados. El brillante y costoso proyecto se hundía. Física y financieramente. Sencillamente se estaba construyendo en un terreno generado por los aluviones fluviales, a lo largo de cientos de años y ese riesgo no se había evaluado correctamente. El gran escándalo fue desvelado y potenciado por la prensa local, nacional e internacional (los inversores y compradores procedían de una diversificada geografía planetaria). Todos perdían, pero sobre todo la propia empresa, con sus trabajadores y dirigentes. Centenares de empleos, directos e indirectos, desaparecían. Las denuncias en los juzgados de acumulaban. Los impagos y quiebra financiera de Cemensur era inevitable. 

Quintín se encontraba, de la noche a la mañana, penosamente “en la calle” y con problemas judiciales, debido a su puesto ejecutivo en la organización inmobiliaria. Isolda trató de mantener un ingreso mínimo, vital, con su trabajo en el gabinete de diseño, pero el montaje de gastos y el tren de vida de esta familia se había disparado hasta la exageración. Los problemas psicológicos que le afectaban hicieron que su trabajo en ese estudio perdiera eficacia y calidad, por lo que también ella fue despedida, con la indemnización laboral correspondiente. El exagerado y acelerado tren de vida de esta familia tuvo que echar un brusco y muy doloroso freno. Se vieron obligados a bajarse en “la estación de la realidad y la estrechez”. Los delirios y horizontes de grandeza social había que abandonarlos, de forma irremediable. Lo urgente e inaplazable en ese terrible momento por el que atravesaban era conseguir el mínimo sustento vital para la subsistencia de cada día, lo que era bastante complicado, considerando el desenfrenado estilo de vida al que estaban habituados. El “artificioso” castillo de naipes se había derrumbado y las cartas yacían desordenadas en el frio y áspero suelo de la realidad.

La vida cambió de manera drástica en la familia Labianca. En la actualidad, Quintín, cuyo perímetro ventral ha disminuido notablemente, con respecto a los centímetros de antaño, trabaja como empleado en una modesta empresa de albañilería, que un primo compresivo y generoso (olvidándose de los desdenes sufridos por este familiar en sus tiempos de “gloria social”) mantiene en la zona de la Axarquía. En realidad, la albañilería era la profesión que desempeñaba el antiguo y hoy encausado judicialmente alto ejecutivo de Cemensur cuando comenzó la escalada acelerada en el mundo de los negocios, gloria efímera para su desmedida ambición. Isolda ha tenido que aprender rápido el manejo del hilo y el dedal, para conseguir un hueco en una franquicia de arreglos de ropa, instalada en uno de los centros comerciales de la capital. Mezcla el sonido de la máquina de coser con aquellos recuerdos anclados en la añoranza, cuando no se conformaba con lo que el destino le facilitaba, necesitando siempre más y más para su ego estresado en el protagonismo social. ¿Y las selectas amistades? Por supuesto, los Gonzaga Cantalapiedra, los Puente del Amo, los Narcea, los Cercedilla y tantas otras “familias bien” los borraron fulminantemente de su agenda de contactos, evitando en todo momento ponerse al teléfono, aunque fuera para responder por educación a una simple felicitación navideña. Cuando se han cruzado con ellos, en el azar de la vía pública, estos estirados próceres ciudadanos han recurrido siempre al cómico y pobre recurso de fijar sus ojos y sus gestos en algún punto inconcreto, evitando el incómodo trance de tener que cruzar las miradas con el antiguo o íntimo amigo, ahora caído en desgracia. Es la árida respuesta de este cualificado estamento social, hacia los desclasados por el azar de la suerte y el oscuro desacierto de una voluntad enfebrecida. De todas formas, en su fueron interno, ahora se sienten más tranquilos, utilizando, en el día a día, “marchas” más lentas y aceptando que, tras las lágrimas y desconsuelos, hay valores en “la naturaleza” a los hay que atender y aprender.

Volviendo al inicio del relato, una vez más, la naturaleza ejemplifica y ofrece sabios consejos a la arrogancia banal y estúpida de los humanos. Seguro que hay animales en ese entorno, cualificados por su agilidad, rapidez, astucia y destreza que, en un mal día y a pesar de su fuerza, son abatidos por la ley del más fuerte. En ese trágico momento de su existencia, a buen seguro recuerdan y envidian a esa feliz tortuga que, con su paso lento, sosegado y majestuoso, sabe llegar al destino preciso y cabal, aceptando con infinita paciencia, su prudente lugar en el escenario volátil y cambiante de esta frágil existencia que, aleatoriamente, nos ha sido confiada. –


 

EL SOSEGADO DESPLAZAMIENTO

DE LA TORTUGA

 

 

José Luis Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

04 junio 2021

 

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