viernes, 27 de septiembre de 2013

ONDAS DE MÚSICA Y AMISTAD, EN LA PROFUNDIDAD DE LA NOCHE.


Son muchos los que prolongan el día, ante la ausencia de sueño en las noches. Estas personas saben valorar, mejor que otras, la importante función social que los profesionales de la radio prestan a la sociedad comunicando, durante esas horas atípicas, con los oyentes noctámbulos. Sea con su voz dulcificada y afectiva, como cuando hablas a seres cercanos o, también, sabiendo elegir aquella melodía de los sesenta o setenta, con la que aún saben vibrar los nostálgicos arraigados. Esos locutores de los programas radiofónicos, trabajando y escenificando en la madrugada, se esfuerzan en ofrecer la mejor medicina para el desvelo de tu soledad en las horas vacías. Y, esta noche también, asómate a tu ventana, cuando la mayoría duerme. Entre esos bloques de vidas cercanas, a modo de recios gigantes que pueblan el espacio urbano, observarás que hay ventanas donde la luz interior reta a ese manto de oscuridad que se generaliza bajo la acogedora jaima de las estrellas. Y en cada de una de esas ventanas iluminadas hay, qué duda cabe, una historia donde su protagonista se rebela contra el reino de lo onírico, hacia donde la mayoría se desplaza. Puede ser un estudiante de libros y apuntes, que prepara el examen pendiente. O tal vez un comercial, que prepara sus alforjas para ese temprano viaje. Pensamos en el enfermo, que se afana en mejorar el deterioro orgánico que le aqueja. O el trabajador necesario para la salud, la seguridad o el sustento del resto de la sociedad. Pero, casi siempre concluimos, en aquél o en éste ciudadano, cuya inestabilidad insomne le abruma e impide el inexcusable descanso reparador.

En la mayoría de los casos, los oyentes no conocen el rostro, ni la restante conformación corporal de ese locutor, que cada noche les acompaña, susurrando con ternura su habla. Probablemente se cruzarán con él, a través de calles, avenidas o plazas, sin distinguir a este amigo complaciente que comparte con ellos la palabra, los sonidos de la música  o esos latidos misteriosos que anidan y vitalizan el alma. El anonimato de su figura (al margen de la difusión mediática que hoy prolifera) contrasta la familiaridad con que nos templa su voz, la artesanía de su imaginación o la fiel sencillez de su compañía. Ocurre cada noche, desde el cualificado aparataje técnico del locutorio, cuando se gesta en la naturaleza del calendario el amanecer de otro nuevo día para nuestra oportunidad.

Darrel nació en España, aunque su madre era de ascendencia británica. Desde joven, sintió el gusanillo de la radio, afición que también motivó la cercanía de un tío suyo que aún está vinculado a una cadena televisiva, en el departamento técnico. Al finalizar la enseñanza secundaria, optó por la Formación Profesional en imagen y sonido,  grado medio y superior, en la modalidad de radio. Ha trabajado en varias empresas del sector aunque, desde hace más de tres lustros, está vinculado a la cadena líder de la comunicación en España. Es un referente en la programación de madrugada, llevando diestramente el espacio “Diálogos, bajo las estrellas” (cinco temporadas ya) que se emite de lunes a viernes, entre las dos y las seis primeras horas de cada día. En su espacio tienen cabida los microrrelatos, las canciones, las noticias amables de cada jornada, los personajes del cine y, de manera muy especial, la participación activa del oyente, en diálogo abierto y sin cuestionario con el prestigioso locutor. Un aspecto curiosamente significativo, de estas horas alternativas al sueño, es la carencia de cuñas o entradas publicitarias en el programa (salvo algún caso, de índole manifiestamente benéfica).

La dicción en este buen profesional, muy próximo al medio siglo de vida, está presidida por el temple melodioso que aplica a sus palabras.. Lógicamente, esas horas de programación exigen esta modalidad expresiva, que facilita la connivencia afectiva entre quien comanda el micrófono y sus desvelados oyentes. De ahí también la música nostálgica y romántica elegida para su difusión. El rock duro o crispado de estridencias apenas tiene cabida en un contexto “familiar” donde se trata de generar sosiegos, intimidades y las mejores “imágenes” acústicas de un día. Una larga jornada inmersa entre el estrés de lo urbano y la fuerza plácida de la naturaleza. Entre el modelo de canciones de Corey Taylor (Iowa, USA, 1973) y el sentimiento expresivo de Lionel Richie (Alabama, USA, 1949) no cabría duda en la opción, a favor de éste último. Reacio al tabaco, pero amante empedernido del té y el café, este comunicador colabora en ahuyentar el pathos de la soledad en miles de oyentes.

En una entrevista reciente, publicada en uno de los medios gráficos de este grupo mediático, Darrel se prestó a comentar dos de sus mejores anécdotas, vinculadas especialmente a la intervención de los radio- oyentes en la programación.

La primera historia real, que el veterano profesional eligió, tuvo lugar en plena Cuaresma de la liturgia católica. Un sacerdote, presumiblemente de edad intermedia, llamó al programa. Pasaban unos minutos de las cuatro y media, en una noche de marzo inestable, por la lluvia y el gélido frío castellano. Obviamente, evitó la concreción de datos que facilitaran el acercamiento a su identificación. Presentándose como Tomás (nombre probablemente supuesto) confesó, matizando perfectamente la lenta cadencia agónica de sus palabras, que desde hacía años sufría una profunda y terrible crisis de fe. El conflicto personal que le atormentaba era durísimo de sobrellevar. En el ejercicio de su ministerio, se veía más como un actor que no cree en el personaje, pero que sobrelleva como puede la interpretación de aquello al que su sacerdocio le obliga. Se sentía cobarde y merecedor de un auto desprecio, por no afrontar con entereza su controvertida situación vocacional. Su temor a adoptar la decisión, valiente pero difícil, de la secularización estaba basado en dos circunstancia. De una parte, su madre, viuda y con un delicado estado de salud, quien difícilmente aceptaría (por su carácter egoísta y absorbente) esta íntegra opción por parte de un hijo que ha perdido los fundamentos para el recto ejercicio de su sacral ministerio. De otra, su temor a integrarse en un contexto socio-laboral para el que no ha sido preparado o educado. Seguía haciendo lo que demandaba su función, pero sin creer en la misma. Por supuesto que el ámbito de su sexualidad era también una temática vivencial que, en mucho, le hacía sufrir. Su comportamiento en este ámbito solía calificarlo con la vergüenza de lo innoble. Durante esos casi quince minutos de confesión ante las ondas, Darrel apenas quiso interrumpirlo. Fue, prácticamente, un largo monólogo descarnado y sincero de un hombre que sufría ante su propia conciencia. Se despidió de Tomás pidiéndole, con el afecto del amigo, que continuara con este gesto de valentía que esa noche había sabido aplicar ante todos los oyentes. Que fuera sincero ante sí mismo y ante las personas que en él confiaban. Casi un año después, tuvo una llamada telefónica fuera de onda. El supuesto Tomás le confesaba que había tomado una valiente decisión para su vida. Ahora trabajaba de cuidador para personas mayores. Su participación en aquel programa de madrugada, le dio la fuerza necesaria para sincerarse ante la realidad de su vocación. Se le invitó a una nueva conversación en la noche, pero Tomás declinó educadamente el ofrecimiento. Se despidió con unas cariñosas palabras de agradecimiento para un programa tan humano en valores. Nunca más ha vuelto a saber de esta persona.

Los tiempos de soledad no sólo anidan en las personas adultas. En otra ocasión recibió la llamada de una niña, Dania, que decía tener nueve años de edad. Había sabido anotar el número del teléfono de la emisora, entrando en directo para explicar su situación. Estaba sola en casa y sentía miedo de los sonidos que escuchaba, provocados por la agreste tormenta que, en aquel momento, afectaba al cielo de Cáceres. Darrel trató de tranquilizarla, iniciándose un sencillo y humano diálogo entre ambos. La niña no había cenado, pues apenas tenía alimentos en el frigorífico. Vivía con su madre, a quien no veía desde la mañana. No tenía claro en qué trabajaba, ni dónde se encontraría en ese momento. Sólo repetía que tenía miedo de los relámpagos y a ese cielo que tronaba. Dania no quería dar más datos sobre su dirección. Pero estaba llamando a la radio por si su mamá la pudiera escuchar. El departamento técnico de la emisora contactó rápidamente con la operadora telefónica, a fin de localizar la dirección de ese número y, a continuación, trasladaron ese valioso dato informativo al departamento de menores de la Policía Local de Cáceres. En no más de cuarenta minutos, una asistente social se había hecho cargo de esta niña, que estaba sufriendo una clara situación de abandono. Nuestro locutor aprovechó ese tiempo ante las ondas para mantener el diálogo con la cría, aportándole confianza y serenidad, mientras sus compañeros actuaban con diligencia para ayudar a esta persona, de corta edad, en trance angustioso de soledad.

Estos profesionales de la radio se van a descansar cuando las demás personas inician una nueva jornada en el día. Para el trabajo, la esperanza y la vida. Prestan una encomiable acción benefactora a miles de personas que a esas horas “de las tinieblas” necesitan comunicar sus sentimientos, experiencias y anhelos. La serenidad de la noche parece prestar mayor confianza y fuerza expresiva a muchas personas a través de las ondas. El mismo Darrel tuvo otra decisiva experiencia para su propio destino o interés familiar. Desde hace dos años, ha podido rehacer su propia vida conyugal con una joven que otra nueva noche llamó al programa, vitalmente aterrada, ante el maltrato que estaba sufriendo por parte de su pareja.

Aún quedan pequeños charcos de agua en las aceras, debido al riego purificador de cada amanecer. De aquí para allá, nuestro personaje se va cruzando con gente acelerada por el minutero alocado de sus relojes. Las mascotas y sus dueños buscan los espacios para el paseo, mientras los desayunos pueblan las cafeterías, los expositores de prensa lucen sus portadas para las noticias y muchas carteras, repletas de libros, apuntes o documentos, acompañan a sus dueños. Una chica delgada, ojos azulados y sonrisa permanente se acerca, carpeta y bolígrafo en mano, hacia Darrel.

“Discúlpeme ¿me permite un par de minutos? Es para un trabajo de comunicación. ¿Escucha Vd. algún programa de radio durante la madrugada?
¿Pero se emiten programas a esas horas del sueño, señorita?

Tras la mirada de sorpresa de la joven, este veterano locutor le sonríe y tranquiliza, entregándole una tarjeta con su número telefónico.

“Si le parece, hablamos esta noche, a partir de las dos. Pero ha de ser a través de las ondas. Y también puedo invitarla a que visite nuestra emisora. Vivirá en directo el trabajo que llevamos a cabo, durante esas horas presididas por la realeza del sueño, las palabras y la amistad”.

La chica, camiseta estampada con textos ecológicos, vaqueros piratas y sandalias planas de color beige, acertó a responderle, en medio de la sorpresa “desde luego que no faltaré….” Darrel caminaba ya, divertido y con la presteza necesaria, hacia la privacidad de su merecido descanso.-  


José L. Casado Toro (viernes, 27 septiembre, 2013)
Profesor

No hay comentarios:

Publicar un comentario