viernes, 19 de abril de 2013

EL COMPLICADO SILENCIO DE LAS PALABRAS.


Aquella mañana de lunes, en pleno mes de enero, me había resultado intensamente agotadora. Comenzaba la semana con tres clases seguidas y, tras los minutos necesarios para el recreo, me correspondía una “guardia” en el horario. Fue necesario atender a varios grupos de alumnos a quienes faltaban sus Profesores, probablemente, por causas de enfermedad. Y para bien finalizar, la primera jornada de la semana, tenía anunciada una visita familiar. Bien es verdad que esta entrevista fue solicitada por mí, debido a una cuestión de intervención tutorial que me estaba preocupando desde hacía ya no pocos días. A las 12,45 de un día con cielo limpio, por el anticiclónico frío del invierno, me estaba esperando puntualmente la madre de una alumna, correspondiente a un grupo de 4º de la E.S.O. en el que ejerzo como tutor y profesor. Puedo afirmar que, a lo largo de mi etapa laboral como docente, era frecuente que acudiesen a estas entrevistas más las madres, con respecto a los padres. Desde luego, con un porcentaje presencial muy contrastado a favor de las primeras.  Se suele justificar esta disimetría por razones de índole laboral, aunque siempre he pensado que ésta no es la única causa. Tras un cordial saludo de bienvenida, junto al recoleto jardín que nuclea la entrada del recinto, le invité a pasar a la sala habilitada al efecto para estas visitas y otras entrevistas específicas con los propios escolares.

¿Cuál era la motivación básica, para este necesario y urgente diálogo? No respondía a un problema novedoso, en el ámbito de responsabilidad tutorial. Por el contrario, el asunto a tratar se solía repetir con preocupante frecuencia. En este caso, se trataba de Mika, una vital jovencita, con esa edad maravillosa de los quince, buena estudiante y compañera que, de la noche a la mañana, cae en una situación de bloqueo, retroceso y profunda introversión, a nivel escolar, social y familiar. Su madre, Flora, persona con la que desde el primer momento no me sentí relacionalmente a gusto, me aseguraba que, con mi llamada telefónica, me había adelantado a su petición de diálogo. Confirma, por el comportamiento extraño de su hija en casa, la percepción de que no sólo yo sino también algunos otros Profesores habíamos detectado en nuestra alumna. Cambios intensos de carácter, que perjudicaban el equilibrio académico y familiar de ésta, hasta hace pocas semanas, agradable, afectiva y responsable adolescente. En su opinión, no encontraba razones de peso para la actitud de cerrazón hacia el exterior que como respuesta básica ofrecía su hija. Prácticamente se negaba a comunicar con los demás miembros de la familia. Además de sus padres, Mika tiene un hermano menor, que cursa el primer curso de la E.S.O.

El problema fundamental de estas entrevistas es que el alumno, objeto especial del diálogo, no puede estar presente en el desarrollo de las mismas, pues se encuentra asistiendo en clase a la materia que le corresponde según su horario. En casos específicos, se puede concertar una cita por la tarde, a fin de superar esta importante ausencia de quien precisamente hablan los padres y el tutor. Sin embargo, la presencia de Flora podía coartar, en algún caso, la espontaneidad de su hija. Por ello, tras recabar los datos que consideré necesarios, quedamos en reanudar la conversación iniciada pero una vez que, como tutor, hubiese mantenido el tiempo necesario de diálogo con Mika.

Básicamente, éstas fueron algunas de las preguntas que efectué a mi interlocutora materna. ¿Existe algún problema familiar, actual o consolidado, que pueda explicar ese cambio de carácter en su hija? ¿Sabe Vd. si Mika está saliendo o intimando con algún chico, en estos momentos? ¿Le han efectuado alguna analítica reciente, para comprobar si sus constantes orgánicas están equilibradas?  ¿Su alimentación es razonable, o hay deficiencias por defecto o exceso? ¿Cuántas horas suele descansar por las noches? ¿Atiende bien a su aseo personal y a sus obligaciones en casa? ¿Vd. trabaja sólo en el hogar o también por cuenta ajena? ¿Cómo es la relación que mantiene Mika con su hermano menor? Si entabla una discusión con su marido ¿trata de evitar que sus hijos están presenciando el hecho? ¿Las necesidades económicas familiares son estables (el padre es funcionario del S.A.S. Trabaja como enfermero en el Materno de la localidad) tipo hipoteca, gastos imprevistos…..? Antes de este bloqueo comunicativo ¿era frecuente en su hija la confianza o apertura para el diálogo con Vd. o su esposo? ¿Cómo definiría el tipo de educación familiar que han querido dar a sus hijos hasta ahora? Discúlpeme, por favor, esta pregunta. Está educando a sus hijos como sus padres lo hicieron con Vd o, en su caso, cuáles son los cambios básicos que ha considerado necesarios establecer? ¿Me reitera que, en estos últimos meses, no ha existido alguna modificación puntual en la “atmósfera” relacional cotidiana de la familia?.......... Fueron algunas de las preguntas que me permití plantear a una madre, a la que percibía con signos inequívocos de nerviosismo que, banalmente, trataba de disimular. Sus respuestas fueron mecánicamente correctas y previsibles. A lo largo de las mismas, la educada intranquilidad de mi interlocutora fue creciendo hacia ese blindaje que soporta la privacidad. 
  
Otras muchos interrogantes quedaron en las alforjas de mi interés o preocupación. Pero sonó el timbre que anunciaba el cambio de hora. En definitiva, tuvimos que poner fin a nuestro diálogo, del que tomé las necesarias anotaciones en el expediente personal de la alumna. Nos saludamos cordialmente y la acompañé hasta la puerta de salida. Tras esa densa hora de entrevista tutorial, tuve la convicción o percepción, en base a la experiencia de muchos años de ejercicio, de que esta madre no había sido completamente sincera en sus manifestaciones a mis preguntas, como Profesor-tutor de su hija. 

Aquella fría mañana de enero estaba acompañando, de luz y sol, la febril actividad de una institución donde se trabajan, y socializan, conocimientos, valores y actitudes, que hacen posible la mejor formación de las personas. Pero hay una segunda, e importantísima, parte, en esta solidaria intervención educativa. Los alumnos abandonan el centro a partir de las tres de la tarde. Esas horas restantes del día,  junto a las del fin de semana y vacaciones, corresponden a la responsabilidad familiar y al entorno social-mediático en el que estos jóvenes se hallan inmersos. 

Era consciente de que iba a encontrarme con la negativa de Mika a expresar lo que sentía, a explicar el por qué de su actitud. Esa era la postura que estaba adoptando en casa con sus padres. Por ello, antes de reunirme con ella, quise dialogar con una de sus compañeras, Dely, posiblemente una de sus mejores amigas. Solían sentarse juntas en clase y también las veía hablar en el patio, durante los minutos del recreo. Le expliqué a esta chica, también muy buena persona, que sólo pretendía ayudar a su amiga, rogándole fuese discreta acerca de mi intención. Dely, un tanto intrigada y sin querer ser demasiado explícita, me dio a entender que algo serio le estaba ocurriendo a su compañera. Pero que tampoco a ella había querido concretarle el problema que tanto le estaba afectando. Le rogué (en realidad era innecesario) que hiciese todo lo posible por ayudarla, comunicando con ella de forma personal y mediante el chat o el e-mail. Y que buscasen la oportunidad de estudiar y hacer los ejercicios juntas. Aunque ambas residían en barriadas diferentes (no muy distanciadas) debían aprovechar los fines de semana para salir, ir al cine y disfrutar juntas esos ratos de ocio para el fin de semana. Entendía que en estos ingratos momentos para el bloqueo, que a toda persona nos sobrevienen, una buena amiga es siempre la mejor terapia para no ahondar más el pozo del sufrimiento.

Desafortunadamente, no me equivocaba con la previsible actitud de Mika. Dos días después de dialogar con su madre, le pedí si podíamos hablar un ratito durante la media hora del recreo. Aunque trató de mantener la cordialidad (es una chica muy sana en nobleza) no estaba dispuesta a desvelar esa intimidad que tan celosamente estaba manteniendo. “Profe, sé que quiere ayudarme. Y yo se lo agradezco. Pero la verdad es que estoy en un momento malo. Y debo ser yo quien salga de esto. Pero no quiero hablar de ello. Eso es todo. S que intentarloentos, habr Aunque no tengo ninguna motivacies que estoy en un momento malo. Y debo ser yo quien salga de esto. Pí le prometo que no voy a dejar el estudio. Aunque la motivación está muy bajita, en estos momentos, habrá que intentarlo”. Y en este punto, entornó sus ojos y cerró el fluir de sus palabras.

“Bueno, Mika, quiero entenderte, aunque es muy difícil hacerlo cuando desconozco el fondo del problema que tanto te está afectando. Sospecho que es algo con tus padres. Pero la verdad es que sólo tú y ellos conocéis el fondo de la cuestión. Al menos, has querido confiarme que no hay un amigo, novio o compañero de por medio en esta situación que atraviesas. Y que nadie está intentando hacerte daño, aquí o fuera de aquí. ¿Verdad? Te voy a sugerir un buen recurso, por si te animas a seguirlo. Personalmente, me ha dado un buen resultado, en determinados momentos de mi vida. Es algo ya muy conocido, pero extremadamente útil. Consiste en escribir, cada noche, unas líneas acerca de lo mejor y más negativo del día. Algo parecido a un diario, pero no muy extenso, por el tiempo que conllevaría su realización. Es importante que cada noche, cuando escribas esa reflexión sobre el día, te propongas algo, lógicamente positivo, para el día siguiente. Y no te preocupes si no lo cumples. Lo importante es que lo hayas intentado, al menos en la intencionalidad del pensamiento. Apóyate mucho en Dely, es una buena amiga. No temas enfrentarte con los problemas. Todos queremos sentirte feliz”.

Me dio de nuevo las gracias y se marchó un tanto pensativa y nerviosa. Pasaron los días y creí ver en esta chica un intento de esforzarse en sus obligaciones escolares. Aunque, según me comentaron otros compañeros del equipo educativo (también yo fui consciente de esta realidad) Mika seguía teniendo sus alzar y bajas, no sólo en el rendimiento académico sino también en sus relaciones con los compañeros de grupo. Analizar los cambios que mostraba su semblante era suficientemente ilustrativo para sustentar esta percepción. Quise, a los pocos días, ponerme en contacto de nuevo con su madre, a fin de explicarle un resumen del diálogo que su hija y yo habíamos mantenido, a fin de establecer alguna línea de acción conjunta. Pero con diversas evasivas que, inútilmente trataron de ser convincentes, no se produjo, a medio plazo, una nueva reunión entre nosotros. Así se mantuvo la situación durante las siguientes semanas.

Pasaron hasta un par de meses, cuando en un día de marzo, también al terminar la tercera hora de clase, me dirigía a la sala de Profesores, donde iba a guardar unos exámenes en esa taquilla repleta de apuntes, libros y dispositivas. Junto a la Conserjería, estaba la madre de Mika. Al verme, Flora se acercó y me pidió si podía atenderla. Aunque tenía que hacer tutoría individual con un alumno, le respondí que disponíamos del tiempo correspondiente al recreo. Pero que habría otras oportunidades, en los días sucesivos. Nos sentamos en la sala de visitas y esta mujer se mostró muy directa en lo que tenía que decirme. En primer lugar, agradeció todo mi esfuerzo y apoyo en la atención a su hija. A continuación, se disculpó (sin duda, el momento más embarazoso que pasó, durante los breves minutos en que estuvimos reunidos) por no haber sido sincera, sobre algunas de las preguntas que le efectué en nuestra anterior entrevista. Básicamente, me explicó que su marido hacía unas semanas que había abandonado el domicilio conyugal. Mantenía una relación con un hombre desde meses, antes de que ella sospechara o fuese consciente del hecho. Precisamente, un amigo íntimo de la familia. Que la ruptura, legal, se estaba produciendo, de forma educadamente civilizada. Y que ambos estaban esforzándose en evitar el mayor daño posible para la estabilidad de sus hijos. Me rogó, y agradeció, que hiciera todo lo posible por seguir ayudando a Mika.

“Sra. pensando en su hija le pregunto ¿sería posible mantener una entrevista con el que hasta ahora ha sido su marido?.........”

José L. Casado Toro (viernes, 19 abril, 2013)
Profesor

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