viernes, 29 de abril de 2016

RECUERDOS IMPREVISTOS, EN UNA PRESENTACIÓN LITERARIA.

En el sugestivo mundo, imaginativo pero siempre real, de las letras, sean éstas impresas o escenificadas, surgen gratas novedades que fomentan la afición a la lectura. Tantas veces de manera inesperada, van apareciendo, en los escaparates y en las revistas del ramo, nuevos escritores que se prestan a desafiar a una sociedad alocada y entregada al estrés de la materialidad, con sus esperanzadas creaciones que distraen, enriquecen y deleitan. Este es el caso de Aitor Berma, cuarenta y dos primaveras ya en su vida, que ejerce de funcionario de correos en una céntrica estafeta próxima a la bahía malacitana. Su afición a la literatura se fue generando desde su ya lejana adolescencia. Al paso de los años fue escribiendo historias, relatos y ese proyecto, siempre tan complicado de conformar las páginas de una primera novela. Al fin, tras un duro impacto emocional, pudo completar el esfuerzo de muchos años en el empeño y, gracias al casual encuentro con un editor local, va a presentar ante el público interesado esa ilusionada creación, que supera las doscientas cincuenta páginas, bajo el título “Gotas de lluvia, en el amanecer de una voluntad entristecida”.

Son muchas las horas que ha dedicado, en las tardes y de manera especial durante los fines de semana, para ir conformado una profunda historia de sentimientos, realidades y superación, en la vida de un protagonista en el que podemos hallar no pocos trazos que mimetizan la imagen vital del propio escritor. Efectivamente, los siete años de unión afectiva entre él y Lydia habían tenido la gratitud de la normalidad. Bien es verdad que, uno y otro cónyuge fueron dilatando la decisión de una descendencia genética  por distintas causas, entre las que prevalecían razones de interés material. En realidad el matrimonio les alcanzó siendo ambos muy jóvenes, por lo que entendían que ya llegaría el momento más propicio para convertirse en padres. No querían precipitarse en esa responsabilidad de traer al mundo y criar a un nuevo ser.

Pero en un aciaga noche, para la vida de Aitor, Lydía, con la brusca celeridad del desamor, comunicó a su compañero, con la mayor frialdad y firmeza, que sus sentimientos estaban en la actualidad centrados en otra persona. Éste era el propietario de la farmacia donde ella acumulaba, más o menos, siete años de trabajo, prácticamente el mismo período de su vínculo conyugal con su marido. El mazazo fue muy duro, especialmente para él por lo imprevisible de la cruel confesión, aunque, uno y otro, supieron generar una despedida exenta de todo género de violencias. La comunicación entre ambos, cinco años ya desde aquella dura e inesperada declaración por parte de su esposa, ha sido prácticamente nula. Él buscó una nueva residencia y el piso común donde la pareja vivía fue pronto vendido, por su buen precio y situación. Aitor continuó entregado a su trabajo, aficiones literarias y esos contactos con sus padres, residentes en una localidad de la costa oriental malagueña. Aunque el impacto de la ruptura en su vida fue asimilado, ciertamente con lentitud y dificultad, no se sintió animado a emprender una nueva experiencia afectiva. El ejercicio de su profesión, el placer de escribir y el contacto esporádico con algunos amigos, han sido destinos contrastados en estos años de la integración psicológica de su soledad afectiva.

Este jueves de abril es para Aitor un día no exento de tensión, por la responsabilidad contraída ante el público lector, aunque muy feliz por el acontecimiento del que va a ser protagonista. La Srta. Martinez, encargada de la sección literaria en esos grandes almacenes donde casi todo se encuentra, le ha sugerido algunas pautas de intervención, a fin de que la presentación de la novela resulte ágil y exitosa. Dispondrá de unos primeros quince minutos para identificar la autoría de la obra y  trazar los grandes rasgos argumentales del relato, cuya publicación se halla a disposición de los interesados en los estantes de la sección libros. A continuación, el moderador cultural del establecimiento regularblico pueda realizar las preguntas que considere necesarias o á un debate abierto a la participación directa del público asistente al evento, en la que todos podrán realizar las preguntas que consideren convenientes. Aproximadamente este debate durará una hora, aunque es previsible que este plazo temporal tenga que ser ampliado, en función del “juego de intervenciones”. Finalmente, el autor de la novela firmará los ejemplares que los asistentes al coloquio  le muestren, con las dedicatorias personales correspondientes.

La sala dedicada a estas interesantes actividades de difusión cultural se encontraba, en esa tarde primaveral, con las tres cuartas partes de su aforo ocupado por un público motivado en conocer detalles de la “opera prima” de un prometedor escritor de la localidad. Como es habitual en estos casos, la editorial encargada publicar la novela había remitido invitaciones a los representantes de la prensa, a diversos centros culturales y a profesionales vinculados al mundo de las letras. Por su parte, el departamento cultural del establecimiento también había puesto en conocimiento de un amplio listado de direcciones, las características de la charla - debate a desarrollar durante esa tarde del jueves.

El autor protagonista del relato, aún no siendo un especialista consolidado en estos lúdicos menesteres de la difusión publicitaria, se comportaba con una inusual destreza, tanto en la exposición inicial de su obra, con los aspectos más significativos de su atractivo relato, como en los primeros compases de esa segunda fase en la que los asistentes comenzaron a plantear sus preguntas y aportaciones sobre el tema. El moderador iba concediendo los diferentes turnos de palabra y en algunos momentos también él intervenía de manera directa, haciendo sus originales preguntas, que Celso respondía con una mayor fluidez, habilidad y confianza adquirida por los minutos que ya había recorrido en toda la presentación de su novela. Al fin llegó el turno de las firmas y dedicatorias, objetivo equilibrado que mezclaba, a partes iguales, el sentimiento literario de las personas que habían adquirido el volumen, el interés comercial de la editorial sumado, por supuesto, al del propio establecimiento que había vendido esos ejemplares.

De una forma ya un tanto mecánica, dado el cansancio y estrés de una larga jornada, Aitor recibía a los interesados con una sencilla sonrisa. Les preguntaba por su propio nombre o el de la persona que ellos deseaban fuera anotado por su bolígrafo de gel negro en la contraportada de cada volumen. Escribía una corta frase que intentaba rezumara algo afecto, firmando debajo de la misma. Devolvía el ejemplar, dando las gracias al propietario del mismo. Reconocía, con estas muestras de cordialidad, el interés de sus futuros lectores que habían elegido esta primera opera prima perteneciente a un autor prácticamente desconocido. Tal vez el atractivo título de la novela había favorecido la motivación lectora hacia ese relato.

Quedaban tres personas a las que atender, cuando Aitor observó a la que ocupaba el último lugar de esa pequeña fila. A pesar de los cinco años transcurridos desde su ruptura matrimonial, reconoció perfectamente entre aquéllas a su ex, Lydia. Parecía un tanto cambiada en su forma usual de vestir, según recordaba (esa tarde llevaba prendas más desenfadadas y deportivas). Su figura parecía más esbelta ya que había perdido peso desde la última vez que la vio. Obviamente, en siete años nuestros cuerpos van evolucionando, por la edad y otras circunstancias, aunque no todas las personas extreman el cuidado de su look exterior. No pudo evitar sentirse un tanto presa de los nervios aunque, con la sensatez propia que exigía la situación, se limitó a tomar el libro que ella le ofrecía sin preguntarle, por razones lógicas, acerca de su nombre. Sólo puso en la contraportada “Dedicado a Lydia” junto a su firma. Fueron muy escasas las palabras que ambos intercambiaron: sólo un educado “hola” al principio y un “gracias”, también respetuoso, en la despedida, por parte de dos personas que habían compartido la intimidad durante siete largos años en sus vidas.

Por la noche, cuando descansaba sobre el lecho, le costó tiempo y esfuerzo poder conciliar algunas horas de sueño, muy demandadas por su cuerpo, cansado tras una emocionante jornada.  En realidad, la presentación de su primer libro había quedado bastante bien. Tanto en los contenidos expuestos como, de manera indirecta, en las ventas de la propia novela. En cuanto al gesto de Lydia, acercándose al centro comercial para escuchar sus palabras  (la primera noción que tuvo de su presencia fue cuando los asistentes se aproximaron hacia la mesa para conseguir las dedicatorias) fue generoso por su parte, aunque a él le había supuesto un impacto emocional, por todos esos recuerdos que se agolparon al instante en el seno de su memoria. Al fin decidió levantarse de la cama, tomando un relajante para intentar descansar. Mañana temprano habría de estar de nuevo ante su puesto de trabajo, hasta cerca de las tres de la tarde.

Había transcurrido una semana, desde el reciente evento cultural cuando, en la noche del viernes siguiente, mientras cenaba en casa tras haber asistido a una sesión de cine, el teléfono fijo de su domicilio comenzó a sonar. Para su sorpresa, al otro lado de la línea se encontraba Lydia. Tras un saludo, un tanto nervioso de su antigua compañera, ésta le manifestaba su deseo de que ambos mantuvieran un encuentro, el día y a la hora que a él le viniera mejor. Aitor, en ese momento también condicionado por la sorpresa de la llamada, dudaba qué responder. Al fin aceptó que se vieran en la tarde del día siguiente, sábado. Sugirió una tetería céntrica que conocía, donde ambos podrían hablar con el necesario sosiego. Tampoco esa noche fue para él muy afortunada con vistas al necesario descanso. Los recuerdos seguían agolpándosele, mezclados con los interrogantes acerca de lo que necesitara decirle Lydia, a estas alturas del tiempo.

Palabras de Lydia.

“Entiendo tu sorpresa, tras más de cinco años en los que sólo ha habido silencio entre nosotros. Y, probablemente, tendrás muchas preguntas que han quedado sin resolver en tu vida. Realmente lo mío fue una huida hacia lo nuevo, comportamiento inmaduro, egoísta y aplicado de una manera cruel hacia tu persona. Comprendo lo que te habrá hecho sufrir, aunque el paso del tiempo permite endurecer las heridas. Ahora, en la lejanía de nuestra convivencia, veo lo mal que se pueden hacer las cosas, cuando nos comportamos irresponsablemente, como es mi caso. Fue un capricho, una chiquillada, aunque ya no era una niña adolescente. Tras unos meses de engaño, del que no te diste cuenta, decidí  huí de una fidelidad para entregarme a una ilusión aventurera que, al paso de la realidad, quedó en pasión, sexo y al vacío de la nada.

Desde hace ya unos tres años, vivo sola. Unos días mejor y otros para borrar. Te aseguro que, incluso desde aquellos días muy difíciles del abandono, nunca te he podido olvidar. Cuando la semana pasada vi la nota de prensa, acerca de la presentación de tu libro, me dije ¿y por qué no ahora, por qué no intentar mejorar, sanar en lo posible, el daño que a buen seguro te provoqu?﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ar mejorar, sanar en lo posible, el daño que a buen seguro te provoqu nota de prensa, acerca de la presentacié? No nos debemos engañar. Lo nuestro, en aquella fase de la convivencia, estaba aletargado, como dormido, pero no se puede actuar tal y como yo lo hice, y más con una persona que siempre supo ser fiel. Lo mío estuvo penosamente mal. Por todo ello, aunque tal vez ya sea un poco tarde, te quiero pedir perdón. Por supuesto queda en mí la esperanza, ese reto de que darnos una nueva oportunidad sería un objetivo generoso, posible e ilusionado. Un grave error no puede, no debe borrar todo lo bueno que permanece en nuestra memoria”.

Palabras de Aitor.

“Te he escuchado con mucha atención, Lydia. Puedo asegúrate que no me ha sido fácil estar aquí, hablando con alguien que priorizó su egoísmo a ese noble valor de la lealtad. Me impactó profundamente tu presencia, hace una semana, en la presentación de mi novela que, a poco que la leas, verás que tiene un trasfondo autobiográfico indudable, con claves que muchos no llegarán a entender, pero ese no es tu caso. Aquella ruptura (tú bien le llamas “huida”) hace cinco años fue extremadamente dolorosa. En primer lugar, porque no supe advertir detalles y actitudes que me habrían hecho comprender esas intenciones que, drásticamente, una infausta noche pusiste a la luz. También, porque nunca supiste darme una razón “suficiente” para entender esa decisión de irte con otra persona, tras siete años de unión. Desapareciste de la noche a la mañana y después… sólo tu abogada, todo un personaje. No quisiste dar la cara. Y esa cobarde e injusta actitud nunca podré olvidarla.

Estoy aquí hoy ante ti, por simple educación y respeto. Nada más. Y hablas de segundas oportunidades, tras un lustro de silencio. No, no creo en esa segunda oportunidad porque, tras ella, estás tu. Y mi valoración personal, a la luz de la experiencia, entiéndelo, tiene que ser la que es. Incredulidad. Y ausencia en absoluto de afecto. No sé qué pretendías, escenificando tu interés por una dedicatoria en la sobrecubierta de la novela. Pero he de confesarte, y te lo expreso serenamente, que hubiera preferido no haberte visto. Esa es la cruda realidad. Esa es mi actitud. Tu eres la autora de esa realidad. Tu eres la protagonista de esa mi actitud. Decirte otras palabras sería faltar a la verdad. Y expresar otra cosa, de lo que mi conciencia siente. Quiero seguir mi vida. Debes seguir la tuya, en la que no hay, no quiero, haya lugar alguno para mí”.

Ambos interlocutores terminaron el sabroso café que una gentil camarera les había servido. Uno y otro se marcharon en silencio, recorriendo direcciones opuestas. No hubo más palabras, sino miradas opacas para el vacío. Aquella noche del sábado, Aitor se fue a la cama muy tarde. Tras la cena, prefirió sentarse frente al teclado de su ordenador. Completó varias páginas de lo que puede llegar a convertirse en un nueva historia.-


José L. Casado Toro (viernes, 29 Abril 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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