Probable
y cansinamente, en una gran mayoría de ciudades existen proyectos urbanísticos,
culturales y de infraestructuras viarias, cuya posible realización se va
postergando año tras año, legislatura tras legislatura e, incluso, décadas del
calendario, para la incredulidad manifiesta de la ciudadanía.
Aquí
en Málaga también tenemos, por supuesto, algunos “sonoros” ejemplos de los
incumplimientos para el sonrojo y la virtud de la paciencia. Citar nombres como
los del desaprovechado río/cauce del Guadalmedina,
que atraviesa de norte a sur la capital provincial; los desaparecidos e
históricos baños del Carmen, en el mayor estado
de abandono; la lógica y nunca realizada prolongación del tren costero hasta Marbella y Estepona; la prometida
y nunca abordada construcción de un auditorio
idóneo para conciertos y otras representaciones artísticas; la solución siempre
postergada a la gran manzana ruinosa de los antiguos
cines Astoria/Victoria, en la coqueta, romántica y picassiana Plaza de
la Merced; la inacabable prolongación del metro
hasta el centro de la ciudad y otras barriadas necesitadas; la no creación de
un tercer gran hospital público, para una
población que envejece y aumenta; el neoclásico y monumental edificio de la Aduana, que algún día puede ser el gran museo de
Málaga, rehabilitado con un coste muy importante y a la espera de su apertura,
tras largos años de espera; el gran espacio urbano de los antiguos depósitos de Repsol… etc. son algunas muestras,
más que significativas, de estos proyectos pendientes e irrealizados, en la
memoria de muchos años e incluso décadas.
Los
responsables del abandono e incumplimiento de las citadas promesas, repetidamente
anunciadas y vendidas en los programas electorales, son los dirigentes políticos que han ocupado o están gestionando las
diferentes administraciones, tanto a nivel general del Estado, como en la
administración autonómica y, también, en las diferentes corporaciones
municipales o ayuntamientos que estructuran la malla provincial de gobierno. Unos
y otros, partidos y dirigentes políticos, han estado al frente de estas
responsabilidades muchos años ya. Pero, incluso a pesar de haber repetido en la
gestión pública de los intereses y necesidades ciudadanas, tras las diferentes
consultas electorales, esos asuntos reclamados por la ciudadanía y la lógica
administrativa siguen sin resolverse, al paso aburrido de los años.
La
incredulidad del contribuyente, que afronta con
ejemplar esfuerzo el pago de sus obligaciones tributarias, se va consolidando
ante las palabras vacías, falseadas, manipuladas e irresponsables, de estos
dirigentes que, en definitiva, sólo luchan por los votos. Esos votos que les mantienen
ejerciendo el poder delegado de aquellos que responsablemente se acercan,
consulta tras consulta, a las urnas electorales.
Puede
ocurrir que los partidos políticos que rigen el funcionamiento de las tres grandes instituciones en la Administración del
Estado, como es el gobierno de la nación, las comunidades autónomas y los
ayuntamientos municipales (a los que habría que añadir, también, las
diputaciones provinciales) sean de diferente signo ideológico. Todo ello
conduce, en repetidas ocasiones, a que el enfrentamiento de intereses políticos
entre los tres o cuatro niveles enunciados frene, impida, bloquee o eternice,
la solución de esas necesidades urbanas que, tiempo tras tiempo, permanecen sin
resolver. La lucha política y sectaria se superpone a la lógica de la
negociación, el acuerdo y ese sentido de “estado” que tantas veces proclaman y que
en tan pocas ocasiones llevan a efecto. Las necesidades y los problemas de la
población quedan postergados, ante el desaliento, incredulidad, hartazgo e
indignación de una ciudadanía que, razonablemente, exige eficacia, verdad,
imaginación, honradez y esfuerzo por parte de sus gobernantes.
Simón suele levantarse temprano cada día de la semana,
incluso también los domingos. Le gusta practicar, disfrutando del amanecer,
unos buenos kilómetros de footing antes del desayuno, corriendo por los
alrededores de la urbanización en donde reside, desde su segundo matrimonio con
Soraya, unión realizada hace más de una década.
Mario, su fornido guardaespaldas, se apresta
esforzadamente en acompañarle aunque utiliza para la ocasión una pequeña bicicleta,
dado los kilos que conforman su generosa y oronda anatomía corporal.
Hace
un par de meses, Simón, a sus sesenta y dos primaveras, celebró el tercer
nombramiento consecutivo como máximo regidor, en la corporación municipal de la
localidad que le vio nacer. Desde su llegada al puesto de alcalde, ha mantenido
una continua oposición y enfrentamiento con la institución autonómica, regida
ésta por las siglas ideológicas del otro gran partido político que estructura
la administración del país. A esta falta de diálogo y entendimiento por parte
del regidor municipal, han respondido los dirigentes que rigen el destino de la
política regional con la fuerza propia de la rivalidad y la oposición
partidaria que los votos electorales les han concedido. Todo ello ha provocado
múltiples roces, crispaciones, descalificaciones y sectarismos, a lo largo de
los años, por parte de ambos agrupaciones partidarias que, de manera
inevitable, han ralentizado y bloqueado la solución a no pocas urgencias y
proyectos, que las dos administraciones tenían y tienen encomendados por
mandato expreso de la ciudadanía.
Al
volver del ejercicio matinal y darse una tonificante ducha, el dirigente
municipal se sentó en el salón de estar de su domicilio, a la espera de que
Soraya le sirviera el frugal desayuno que iba a tomar. Habría de perder, por
indicación de su médico de cabecera, unos kilos de sobrepeso. Esos gramos de
más que, su tradicional voracidad ante la mesa, habían acumulado sobre su ya
gastada anatomía. Ya tenía ante sí los dos periódicos, uno nacional y el otro
local que, desde un puesto de prensa próximo, eran llevados a su domicilio
siempre antes de las ocho en el amanecer. En ese preciso instante sonó el móvil
que guardaba en unos de los bolsillos del traje elegido para ese día, uno azul
plomo muy elegante. La llamada procedía de su secretario personal, Barragán, que ya se encontraba en las dependencias
del edificio municipal.
“Alcalde, buenos días. No te vas a creer, lo que me he
encontrado al llegar a mi despacho. Una comunicación de la Junta, que el servicio
de mensajería urgente ha entregado poco antes de las siete y media. Ha sido
recogida, a esa temprana hora, por uno de los policías locales que se
encontraba de guardia. Al leer su contenido, me he quedado “de piedra”. Te
resumo: se comprometen, desde la consejería de Fomento a hacerse cargo de esa
antigua reivindicación que la ciudad ha mantenido entre sus aspiraciones
urbanísticas. La construcción de los dos grandes puentes sobre el río, que
permitan la circunvalación de la ciudad y también el desdoble de los seis
kilómetros de la carretera que nos unen con los municipios vecinos de la zona
norte, ya sabes, colapsados por el tráfico todos los inicios y fines de
semanas. Y todo a cargo de las cuentas y fondos de la consejería. Yo aún no me
lo creo. Tanta generosidad me escama”.
El
trocito de croissant (o cruasán) que caminaba por la garganta, en esos
restauradores momentos, se le atragantó a la máxima autoridad municipal, tras
conocer tan impactante información. No daba crédito a lo que escuchaba. Entre
tosido y tosido agarró la cucharilla del café con leche que tenía por delante,
golpeando bruscamente con la misma el borde de la mesa acristalada sobre la que
desayunaba. La iracunda percusión provocó, al tiempo, tal sobresalto en Soraya
que ésta derramó la taza con el descafeinado que traía sobre una bandeja. El
dirigente despidió rápidamente a su secretario, asegurándole que partía para el
despacho a toda prisa pero que, ante la urgencia del hecho, iba a comunicar
antes con el presidente provincial del partido, a fin de establecer una
estrategia de contraataque idónea.
“¡Estos
niñatos no se van a salir con la suya. Faltaría más! Soraya, avisa al chófer.
Que en cinco minutos bajo. Y dile al escolta que deje ya de comer. Que nos
vamos “a toda pastilla” al Ayuntamiento, tan pronto como hable con Celestino”.
“Cele
¿te ha llamado también Barragán? Me lo imaginaba. Esto hay que pararlo como
sea. Con las elecciones a ocho meses de distancia, esta gente lo que quiere es
llevarse un buen saco de votos y seguir dominando el gobierno de la Comunidad.
Ah, entonces han hecho otras ofertas parecidas en las demás provincias… Me lo
imaginaba. Pues como te decía. Esto hay que frenarlo, con habilidad pero de una
manera firme. No podemos consentir que, en el momento de las elecciones, ellos
estén iniciando o construyendo los dos puentes y poniendo la maquinaria en el
desdoble de la carreterita. De esta manera se llevan las elecciones de calle y
siguen otros cuatro años más controlando el poder.
Hay
que utilizar todos los medios posibles para retrasar el hábil plan que han
ideado. En cuanto reciba algún documento al respecto, convoco a la comisión de
medio ambiente y los permisos se van a eternizar, con los estudios técnicos que
nos saquemos de la manga. Y si no, planteo las alegaciones que sean necesarias,
con el objeto de que se aburran y paren el movimiento de esas máquinas. No van
a aumentar sus votos con los puentes y la carreterita, por más que sean reivindicaciones
que acumulan muchos años de espera por parte de la ciudad. Nosotros podemos seguir
esperando, un año más, sin esas infraestructuras, pero a lo que no vamos a
renunciar es a nuestra lucha por quitarles el sillón”.
Con
la tensión nerviosa que le embargaba, no pudo evitar que le cayeran unas gotas
de su boca sobre el traje gris plomo que había dispuesto para el día. Las
manchas del descafeinado le hicieron cambiarse de chaqueta con presteza,
saliendo de su casa dando “bufidos” de palabras inconcretas, mientras Mario
portaba en su mano la pesada cartera de piel, toda repleta de informes y
dossiers pertenecientes al veterano dirigente.
Ya
en el edificio municipal, ordenó a Barragán la convocatoria de tres reuniones urgentes, correspondientes las comisiones
de urbanismo, medio ambiente y movilidad, las cuales se desarrollarían a partir
de las cinco de la tarde. Había que programar toda la artillería, ante la
jugada maestra que pretendía endosarle la consejería regional. Los puentes y la
carreterita podrían y tendrían que esperar, ante la inminencia de las
elecciones regionales. Acudiría al manual de recursos del partido para llevar
bien este “espinoso” asunto, ante la prensa y ante la opinión pública
ciudadana.
Tras
una maratoniana jornada, plena de reuniones y comisiones, llamadas telefónicas,
correos electrónicos y mensajes de whatsapp, volvió a casa pasadas ya las once
de la noche. Soraya (veintitrés años más joven que el primer dirigente
municipal) ya había cenado, aunque le preparó un poco de ensalada y una carne a
la plancha. Se prestó a acompañarle, mientras su marido reponía fuerzas con
esos frugales platos que no rompían el régimen alimenticio que seguía aplicando
desde hacía un par de meses. En un momento concreto, de la insustancial
conversación que ambos mantenían, tuvo la valentía de plantearle lo siguiente.
“Esta tarde he estado hablando por teléfono con Desi,
durante un buen rato. Cele le cuenta los temas importantes que os traéis por el
partido. Él no es tan reservado con ella, como tú lo haces conmigo. Me ha
explicado bien todo ese asunto de los puentes y la carreterita, que me deja
asombrada. Me pregunto ¿cómo es posible que, siendo un bien que la ciudad lleva
esperando tantísimo tiempo, estéis montando todo un número para que las obras se
retrasen o incluso no se lleven a efecto, por los intereses partidistas? ¿Qué
más da que sea un grupo u otro quien haga las obras? Si son necesarias, lo cual
es evidente, no me explico como podéis actuar con tanta mezquindad”.
“¡Vaya,
pareces que eres de la oposición! Son cosas de la política, Soraya. Tú no estás
en ese mundo. Por eso no entiendes. Ante unas elecciones, tenemos que actuar
con habilidad y contundencia, a fin de que los votos no se los lleven nuestros ene..
bueno, rivales políticos. Esto es como una “guerra”. Y en toda contienda, los
recursos aplicados deben ser firmes y dolorosos, dejando los sentimentalismos y
moralismos para otras realidades. Desi habla demasiado y Cele debía de ser más
prudente con su esposa, respecto a las interioridades políticas de las que es
responsable”.
Mientras
su compañero dormía con placidez, rasgando con sus broncos ronquidos el sosiego
de la madrugada, ella continuaba haciéndose preguntas, sobre la ética política,
los principios y los valores de los gestores públicos.-
José
L. Casado Toro (viernes, 22 Abril 2016)
Antiguo
profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
j
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