viernes, 29 de abril de 2022

EL CONFLICTO DE CONCIENCIA EN AXIER

Esa tómbola caprichosa, rotulada como destino, que supone la existencia de cada persona, con boletos, comodines y valores aportados por la voluntad individual de cada uno, va deparando caminos, cambios de rumbos y nuevas trayectorias en muchas de nuestras vidas. Algunas de estas variaciones en la “suerte” resultan sorprendentes e incluso insólitas.

La suerte del joven Axier se había torcido penosamente durante los últimos meses. Hacía ya un año y medio en que había decidido irse a vivir con Enia (Eugenia) su novia desde los tiempos de la adolescencia en el instituto. Ambos jóvenes, ella con 21 y él con 23 años) tomaron esta valiente postura, tras el trabajo que Axier había conseguido como ayudante de cocina en un hotel de la costa onubense, provincia en la que ambos habían nacido y vivido junto a sus familias respectivas. Ese apreciado y valioso puesto laboral tenía su fundamento en el módulo de grado medio que el chico había cursado tras finalizar la Enseñanza Secundaria obligatoria, titulación conseguida con un buen expediente para su currículo. De todas formas, sus padres coincidían en que debían de esperar más tiempo para unir sus vidas en pareja estable para la convivencia, aunque los dos animosos jóvenes se echaron los problemas a sus espaldas y encontraron un vetusto piso amueblado, en una zona modesta de la localidad de Ayamonte.

El alquiler del inmueble era básicamente asumible para sus débiles economías. Axier trabajaba en las cocinas de un complejo hotelero ubicado en Isla Canela, costa de la luz, mientras que Enia había encontrado hueco laboral como cuidadora por horas, para algunas señoras mayores del lugar. Parecía que su proyecto de convivencia en común iba razonablemente bien, cuando los “nubarrones” de los ciclos económicos comenzaron a torcer sus legítimas expectativas. Una cadena de crisis y contracciones económicas derivaron para que la cadena hotelera a la que estaba vinculado el joven cocinero tuviera que adoptar la temible reducción de la plantilla, correspondiéndole a él y a otros compañeros el amargo trance del despido. Eran los últimos operarios que habían entrado a formar parte del staff en el poderoso grupo hotelero.

Por fortuna, su compañera Enia mantenía esa social labor de cuidadora y compañía para señoras mayores, por lo que la pareja podía seguir “tirando” hasta que Axier encontrara otra oportunidad para trabajar en lo que le gustaba y se había preparado con el módulo formativo. Pero los sentimientos y el ánimo del joven se fueron degradando y reduciendo, al ver que las puertas en las que llamaba no se le abrían a pesar de todos sus reiterados intentos. Las familias de uno y otro ayudaban en lo que podían (eran personas modestas) pero las estrecheces y agobios con los pagos mensuales no tardaron en presentarse.

Así marchaban las cosas, cuando una tarde Axier decidió hacer un poco de ejercicio, para sosegar su natural vitalidad. El mes de abril se había presentado grato en los niveles térmicos y no se lo pensó dos veces: se puso el pantalón deportivo, calzándose las zapatillas propias para emprender una larga caminata por la zona de las marismas de Ayamonte, concretamente en Punta del Moral, Playa Canela. Así templaba sus nervios y mantenía despierto un cuerpo juvenil, un tanto amodorrado por la falta de ejercicio continuo. Había recorrido casi un par de kilómetros por ese bello paisaje natural que forman las marismas fluviales, caminando a paso ligero, cuando de manera inesperada se topó con un objeto valioso. Entre unos matorrales y zarzales bien crecidos, por la constante humedad del agua estancada, observó que estaba tirada en el suelo una gran cartera de piel beige oscura. Parecía que no estaba cerrada. Lo primero que pensó fue que podía ser producto de algún robo y que el delincuente había decidido arrojarla allí, a fin de evitarse más problemas, tras haber extraído de la misma aquello que le podía interesar.

Tomó la cartera entre sus manos, limpiándola un poco el barro salino de la marisma, en ese momento con la marea bien baja. Tras abrirla, observó que en su interior había varias carpetas y dossiers repletos de documentos timbrados. Continuó rebuscando y en la zona basal tocó lo que le parecía un sobre de cierto grosor. En su anverso sólo aparecían las señas impresas relativas a una muy conocida e importante entidad bancaria. Aunque dudó en un principio, decidió también abrir el denso sobre: para su sorpresa estaba lleno de billetes de color verde, correspondiendo a los de 100 euros por unidad. Sopesó que debía sumar una elevada cantidad de euros ¿Tal vez, miles? Pasaron unos tensos segundos, mientras Axier se preguntaba acerca de cómo se le había podido pasar al supuesto ladrón ese valioso sobre, que reposaba horizontal en el fondo de la lujosa cartera. Y tras estas dudas, otras preguntas fluían inquietas a su mente: ¿qué hacer con la cartera y los documentos? y ¿qué postura adoptar con esa gran cantidad de dinero que se había encontrado inesperadamente durante su deportivo paso?

Le asaltaron a tropel una serie de conceptos y valores que generaban dudas de conciencia, interés, necesidad, honradez, delito…acerca del mejor camino a tomar con el sorprendente hallazgo. Se veía inmerso en un paraje natural de lagunas, dunas de arena, arenales, marismas, muy de mañana, en el que no había prácticamente nadie por la zona. En su medio recorrido solo se había encontrado a un hombre mayor que había sacado su perro a pasear. Al fin decidió introducir la cartera en una gran bolsa de plástico que solía llevar en su mochila, encaminándose a su domicilio con el preciado cargamento. La disyuntiva que trastornaba su mente era acerca de la necesidad que tenía de ese gran “regalo económico” para compensar los efectos del paro laboral que soportaba, pero también comprendía que la obligación de todo ciudadano era entregar el valor encontrado a la autoridad competente.

Cuando Enia llegó a casa, le narró el sorprendente hallazgo en los arenales de la zona marismeña. Encontró en su compañera una postura claramente interesada, en la que privaba el ego de la necesidad que los acuciaba. “Puedes devolver la cartera al lugar donde la encontraste, sin que nadie te vea, pero el sobre con el dinero nos lo quedamos. Puede suponer casi un año de sueldo, dándonos la tranquilidad necesaria para seguir buscando una estabilidad económica y laboral que bien necesitamos”. La discusión fue subiendo de tono, pues él hacía hincapié en que no estaba cumpliendo con su obligación cívica, a lo que ella argumentaba que la sociedad tampoco estaba ayudando a un joven matrimonio que lo necesitaba para formar una familia. Aquel almuerzo y el resto de la tarde estuvo mezclado con silencios, miradas, monosílabos y problemas de conciencia.

Tras pasar una noche prácticamente en vela, Axier tomó el desayuno muy de mañana, encaminándose a continuación hacia la comandancia de la Guardia Civil que estaba ubicada en una zona portuaria de la localidad. Allí pidió hablar con el teniente de puesto. Un miembro de la Guardia Civil escuchó la narración con todo lo sucedido, a quien entregó la maleta de piel con todo su contenido. Desde el primer momento de la declaración, el atribulado joven percibió una patente desconfianza por parte del miembro de la seguridad que le escuchaba y que planteaba una serie de preguntas cruzadas para llegar al fondo de la verdad. Pasaban los minutos y Axier se sentía como un sospechoso más de haber perpetrado el supuesto delito que estaba denunciando. A todo ello se unía la muy incómoda respuesta que iba a recibir cuando volviera a casa por parte de Enia.

Le hicieron esperar en la comandancia toda la mañana, indicándole que tenían que realizar unas averiguaciones relativas a su persona y a su relación con el caso. La extrema desconfianza que encontraba era en sumo desagradable, cuando lo que estaba ahora haciendo era precisamente cumplir con su obligación. Siguió esperando en la antesala del despacho y así fueron pasando los minutos, hasta que miró en su reloj y vio que marcaba las 13:30. Se sentía cada vez peor en su ánimo.

Sin embargo, alrededor de esa hora, otro miembro de la benemérita le indicó que le siguiera hasta un despacho, pues el teniente Efraín Parral quería hacerle unas preguntas.  Al entrar en la dependencia vio a dos personas sentadas. Una de ellas vestía el uniforma reglamentario del Cuerpo de seguridad y encima de la mesa sobriamente adornada sólo tenía un marco con la foto de una mujer y una hija pequeña, además de diversos dossiers y carpetas. En una esquina de esa mesa estaba puesta de pie la cartera de piel beige oscura que él había encontrado y entregado. Delante de la mesa estaba también sentado un señor de mediana edad, con avanzada calvicie y vestido con elegancia. Parecía un ejecutivo empresarial. Destacaba en su frente y parte derecha de la cara unos esparadrapos protectores. Miraba con atención el rostro del joven, mientras el teniente hablaba.

“Toma esa silla y siéntate, Axier. Este señor es don Fermín Playzola. Es un interventor contable y pertenece a una entidad bancaria muy importante de nuestro país. Ayer mañana, mientras salía de su hotel para tomar su vehículo con dirección a Sevilla, fue agredido con violencia y saña por una pareja de delincuentes. Le arrebataron este maletín que llevaba consigo. Don Fermín tuvo que ser curado de las heridas físicas que le perpetraron y ahora se encuentra en tratamiento médico debido al shock que ha soportado. En la cartera, además de una muy diversa documentación bancaria, llevaba dos bolsas con dinero. Hemos recuperado una de ella, con una elevada cantidad de dinero. El otro sobre con dinero ha desaparecido. No está en la cartera.

Un tiempo después de esta agresión, encontraste la cartera tirada por la zona marismeña. Aunque parece que has dudado en lo que debías hacer, esta mañana has dado el paso correcto y la has traído a la comandancia. Hemos tenido que realizar diversas averiguaciones y conocemos ya una serie de datos sobre tu persona. Parece que las cosas no te van bien, en lo económico. Quedaste en paro y tu mujer trabaja de cuidadora de personas mayores. Estamos pasando una racha de bloqueo en la maquinaria económica, que perjudica a muchas personas”.

En ese momento, el ejecutivo bancario intervino, afirmando con rotundidad que “Este chico no es ninguno de los dos que me agredieron, mi teniente. No he olvidado sus caras”.

“Don Fermín y yo mismo queremos darte las gracias porque en el fondo eres una persona honesta y responsable. Has cumplido finalmente con tu obligación. Y ahora D Fermín quiere decirte algo”.

 

“Amigo Axier. Te estoy muy agradecido. Eres y serás un ciudadano honrado y ejemplar. Me dicen que trabajabas de cocinero y que te has visto en la calle, de la noche a la mañana. Te voy a dejar mi tarjeta personal y el lunes de la semana próxima volveré de nuevo a Huelva. Ven a verme a la sede del banco, bien temprano. Sobre las nueve de la mañana. Voy a tratar de que tengas una oportunidad laboral en uno de los hoteles con cuyo propietario tengo buenas relaciones. El propio teniente Parral ya me ha indicado que careces de mancha penal alguna. Además, te voy a entregar este sobre, a fin de que tu mujer y tu podáis tener un pequeño respiro para vuestras dificultades materiales de cada día”. 

 

Cuando Axier llegó a casa y le contó a Enia el desarrollo de la mañana, ésta lo abrazó y le pidió perdón por su ambición con respecto al sobre de la maleta. “Estoy bien orgullosa de tu comportamiento. Te has comportado como un buen hombre y ahora tienes la conciencia bien tranquila”.

Abrieron el sobre recibido de don Fermin y contaron la cantidad de dinero como compensación o regalo recibido. Había en el interior del sobre 1.000 euros. Las buenas acciones siempre resultan premiadas, de una u otra forma.

En la actualidad, Axier mantiene un puesto de trabajo, como ayudante de cocina, en uno de los hoteles de la cadena Ilunion. Se siente feliz y realizado porque cumple con su horario laboral en aquello que le gusta y para lo que está preparado. Enia, su fiel compañera, sigue con su colaboración social como cuidadora de personas mayores. Su felicidad no sólo proviene de su estabilidad familiar, sino también porque está esperando la llegada de un bebé. En cuanto al teniente Efraín Parral, sigue con sus investigaciones, a fin de llegar a los autores de la acción delictiva. Aunque no ha podido detener aún a los autores, sigue con un par de pistas que pueden resultar positivas.

La gran incógnita del caso está referida a cómo dejaron los delincuentes uno de los dos sobre con dinero en el interior de la cartera ejecutiva. Una posible explicación es que este segundo sobre había caído hasta el fondo de la cartera, colocándose en posición horizontal en su base. Tal vez los atracadores extrajeron el sobre que estaba en posición vertical. Cuando vieron los más de 6.000 euros que contenía, no revisaron bien el resto de la cartera, ya que percibieron que estaba repleta de archivos y dossiers. Igual sintieron miedo, por alguna circunstancia y entonces arrojaron el objeto de su delincuencia al lodazal marismeño de la provincia onubense. Ese nerviosismo de delincuentes inexpertos permitió recuperar una importante cantidad de dinero para la entidad financiera.  -

 

 

 

EL CONFLICTO DE CONCIENCIA

EN AXIER 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

29 abril 2022

                                          Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 




 

viernes, 22 de abril de 2022

EL MÁGICO SONIDO DE UNA VOZ

Los irracionales o caprichosos designios del destino habían trastornado gravemente el alegre caminar de una joven familia. BORJA Vidal, mecánico de profesión, había enviudado después de cuatro años de matrimonio con Amelia. Un luctuoso accidente de tráfico se había llevado una joven vida, madre de una niña llamada igual que su madre, MELI, que en el momento de la orfandad tenía tan sólo dos años. Borja trabaja en el taller de una importante concesionaria de automóviles y cuida con esmero de su hijita, aunque tiene la ayuda generosa y eficaz de su hermana Eliana, casada y con dos hijos. Siempre ha querido que su hija viva mayoritariamente con él, aunque la tía de Meli tiene siempre su casa abierta para todo lo que necesite su hermano y de manera especial su sobrina, que en la actualidad alcanza los seis años de vida.

Borja es un experto mecánico, afición a los motores que cultiva desde sus años de adolescencia. Comienza su horario laboral a las 8 de la mañana. Antes de esa hora, deja a Meli en el domicilio de su hermana, para que la lleve al colegio junto a sus primos que estudian en el mismo centro escolar. Tiene un descanso desde las 13 a las 15 horas, para el almuerzo, volviendo a su labor con los motores hasta las seis de la tarde. Recoge a su hija, que ya ha vuelto del colegio, en casa de su hermana y el resto del día lo dedica a ejercer con cariño y dedicación del mayor tesoro que tiene en su vida. Por fortuna, Borja ha sido siempre un artesano habilidoso con la cocina, aunque Meli, a pesar de su corta edad, le gusta ayudar a su padre en las tareas de la casa. Los fines de semana tiene un mayor tiempo para estar con la pequeña, acompañándola a los juegos y paseos propios de su edad.

La pérdida de su esposa ha sido una prueba muy difícil para todos, pero muy especialmente para una niña que en ese trágico momento estaba apenas comenzando a vivir. Sin embargo, Borja se ha esforzado en aplicar mucha dedicación y cariño en la educación de Meli, entrega positiva no exenta de la necesaria autoridad para corregir las normales travesuras que generan su potente vitalidad. Los días y las noches de soledad los va sobrellevando, aplicando para ello su responsable actividad laboral, la afición a una modesta jardinería que tiene en la terraza de su vivienda y sobre todo esa alegría constante que genera una niña de seis años, que sabe dinamizar todo lo que le rodea.

Familiares, amigos y compañeros le han comentado y aconsejado, en numerosas ocasiones, acerca de la necesidad de que recomponga sentimentalmente su existencia, buscando una nueva compañera que se muestre dispuesta a compartir las vidas solitarias de un padre y una hija, siendo una buena esposa y sobre todo una cariñosa madre para una niña que se halla en una fase fundamental de su desarrollo. Pero el mecánico cambia de inmediato de conversación. No tiene claro el perfil de la persona que quisiera y pudiera cumplir las no fáciles premisas de una esposa y sobre de una madre, en las actuales circunstancias.

Como en todas las familias, también en la suya había parientes “casamenteros” quienes con la mejor voluntad le iban presentando a variadas personas que no descartarían compartir su vida con el amigo viudo. Pero Borja se esforzaba en “huir” de estas “encerronas”, a pesar de reconocer la mejor intencionalidad de todos esos gestos que, por repetitivos, se iban haciendo cansinamente molestos. En ocasiones eran señoras que superaban, en no escasos años, la edad de sorprendido mecánico, quien en el momento de enviudar alcanzaba los 34 años (ahora estaba a punto de cumplir los 39). Otras veces le presentaban a mujeres que soportaban fracasos previos en sus matrimonios o emparejamientos. Pero el motivo básico de estos rechazos estaba en la niña Meli. Ahí estaba el fondo del problema. Consideraba razonable que debía rehacer su vida, aunque el amor no se puede “construir” artificialmente, pues ha de surgir del alma y del corazón. Sustituir a un primer amor es harto difícil, porque esa primera atracción y feliz convivencia difícilmente se llega a olvidar. Era inevitable “comparar” a la nueva compañera con aquella que se ha perdido por los azares del destino. La fórmula química de estos nuevos enlaces matrimoniales puede ser, las más de las veces, complicadamente desalentadora. Pero, a pesar de estos inconvenientes para su persona, estaba su hija. Hacer de madre (o madrastra) supone también una ardua tarea, tanto para la nueva esposa como también para esa hija no genética, aunque Meli solo hubiera vivido con su madre apenas dos años de su corta existencia.  

Ocurrió un viernes de primavera. Borja estaba reparando aquella mañana un problema puntual en el elevalunas de un vehículo de la marca. La urgencia del cliente, que tenía que emprender a la mayor premura un viaje a Granada para firmar unos contratos inmobiliarios, hizo que el mecánico subiera desde el sótano de talleres para resolver el problema en la misma zona de recepción de vehículos. Trabajaba con destreza para reparar la avería en la ventanilla delantera del conductor, mientras que el cliente esperaba a unos metros realizando repetidos paseos de un lugar a otro. En un preciso momento, Borja escuchó la voz de una persona que hablaba con Casio (Casiano), el compañero recepcionista. La acústica de aquella voz le dejó “maravillado”. La voz del operario era más bien ruda, con un tono grave y con un “deje” andaluz bien marcado. Por el contrario, su interlocutora pronunciaba con una fina, melodiosa, atrayente y “cautivadora” voz.  

Quien tan bellamente se expresaba, era una joven cuya dinámica y atlética figura aparentaba unos “veintitantos” años, resaltando su largo y liso cabello castaño que se recogía en una simpática cola. Delgada de cuerpo, vestía una camisa vaquera de color celeste, pantalones azules del mismo estilo, calzando unas deportivas sandalias de piel beige. El color de sus ojos parecía a lo lejos de una tonalidad gris clara. Pero sobre todo destacaba su maravillosa modulación de voz que sonaba con encanto, cuidando con esmero una perfecta pronunciación que motivaba sosiego y alegría. Obviamente, nada sabía o conocía de esa persona que tanto le había impactado. Así que una vez que la chica se había marchado, habiendo él también finalizado su reparación del elevalunas, se acercó al mostrador de atención al cliente y ojeó la página de los últimos vehículos ingresados. Así pudo conocer el nombre que buscaba: MARIAN.

Al paso de las horas y los días, no podía dejar de pensar en esa linda joven que entonaba una pronunciación tan vital y motivadora. Se decía así mismo ¿puede una persona enamorarse de una voz? Quiso el destino, o tal vez la casualidad, que el compañero Casio llamara una tarde al taller pidiendo que el mecánico Borja subiera a recepción. Resultaba que esa misma mañana de viernes, Marian había retirado su vehículo, cuando se dirigía a su trabajo como educadora en un colegio infantil. Cuando volvía a su domicilio, el motor de su vehículo reparado volvió a fallar, dejándola a medio camino del trayecto previsto. Tuvo que llamar a la grúa y de nuevo el coche al taller. La reparación no había sido bien realizada.

“Borja, la propietaria de un Peugeot 206 gris perla está aquí razonablemente enfadada. Parece que no se ha reparado bien y ha vuelto a fallar. Tu eres mi mejor mecánico, no es coba, así que por favor sube y échale una mirada a ver qué se puede hacer”.  

Cuando Borja subió desde el sótano de talleres, se encontró a la chica que tantas veces había dibujado en su mente, desde ese otro viernes pasado, cuando por primera vez la vio y escuchó su bella voz. Marian mostraba un semblante visiblemente enojado. Palpitándole fuertemente el corazón, el mecánico saludó con una cordial sonrisa. Hizo unas breves preguntas acerca de las circunstancias en que de nuevo se le había parado el motor. Las respuestas de la propietaria le devolvieron esa dicción maravillosa que tanto le había cautivado. Preparó un hábil contacto eléctrico, a fin de provocar el arranque y condujo el coche hasta el taller, dispuesto a trabajar de inmediato sobre ese caprichoso motor. Casio, con un noble gesto, invitó a Marian a tomar un café en el bar, confiando que su primer mecánico hiciera ese “milagro” de localizar la avería. El reloj marcaba las cinco y veinte de la tarde.

Cuando Borja abrió el capó del vehículo, tras una primera ojeada, percibió el origen de la avería. Había que desmontar piezas… Por este motivo llamó a Eliana, explicándole la situación y pidiéndole que Meli se quedara con ella jugando con sus primos, pues él tardaría en poder ir a recogerla. El horario de trabajo finalizaba a las 18 horas, pero la responsabilidad del buen mecánico le hizo estar trabajando hasta las 19:15, a causa de la laboriosidad y complejidad de la reparación. Cuando finalizó su esfuerzo, subió el vehículo a recepción, en donde esperaban Casio y la propietaria.

“Bueno, Srta. Marian. Ya tiene su coche OK. Lamentablemente era una avería que sólo la experiencia nos permite detectar en tan breve espacio de tiempo. Le puedo asegurar que no le va a dar más problemas por ese motivo técnico. Entiendo que no ha de pagar nada por esta nueva reparación ¿verdad Casio? La reparación primera no fue correcta”. El veterano recepcionista asintió con una placentera sonrisa.

“Muchísimas gracias, Borja. Además de ser un excelente mecánico, demuestra tener una generosidad y responsabilidad admirable, no fácil de encontrar hoy en día. Le estoy muy reconocida. Es una verdadera suerte tener a profesionales tan responsables como Vd. en el mundo. Me dice el Sr. Casio que finalizaba su horario de trabajo a las seis y son más de las siete y media. Me siento en deuda con Vd. Es que tengo una salida senderista este fin de semana…” “Pues no vas a tener el menor problema. Que tengas un fin de semana feliz, Marian”.

El mecánico saludó con afecto a la joven clienta, ofreciéndose para ayudarla con su Peugeot siempre que lo necesitase. La tarde de ese viernes había sido para él harto laboriosa pero inmensamente feliz. Había podido contactar con esa chica que tanto le había impresionado la primera vez que la escuchó.

Casio y Marian estuvieron hablando unos minutos, después que se retirara el eficaz y responsable operario. El recepcionista, buena y veterana persona, también se extendió en elogios hacia su compañero:

“Es nuestro mejor mecánico. Si él hubiera cogido tu coche desde el primer momento, no hubieras tenido problema alguno, Marian. Estoy seguro de ello. Además de sus cualidades técnicas, es una muy buena persona por la que tengo especial predilección. Me admira lo bien que lleva a su muy querida familia, después de la desgracia de perder a su mujer, a los tres años de casado, cuando su hijita tenía solo dos años. A esta pequeña dedica todo su esfuerzo y cariño. Ha centrado toda su vida en sacar a su niña adelante. No se ha vuelto a casar, aunque muchos se lo hemos recomendado”.

Esa entrañable información hizo mella en el sentimiento de la profesora infantil quien, desde aquel preciso instante, se prometió en hacer algo positivo por ese buen profesional de la mecánica y, de manera especial, por una niña sin madre. Se repetía, una y otra vez, que podía y necesitaba ayudarla. En realidad, ella era, a pesar de su juventud, una experta en cuidar y educar a niños pequeños. Y, al paso de las horas y los días, comenzaba a sentir una poderosa atracción hacia esa buena persona, a la que había conocido un viernes tarde con las manos engrasadas por la dura labor que realizaba en talleres. De alguna forma habían llegado a su vida dos seres que sufrían de la soledad, por los azares crueles del destino… ¿por qué no ayudarles? Le hacía una enorme ilusión siquiera intentarlo.

Tenía en su agenda el teléfono de Casio, a quien llamó un jueves por la mañana. Le transmitió, de manera valiente y directa, su intención de hacer algo bueno a un padre sin esposa y a una niña sin madre. El recepcionista de vehículos no dudó un solo instante en facilitarle los datos necesarios, a fin de que se pudiera poner en contacto con Borja. Al día siguiente, marcó un número de teléfono:  era el móvil del mecánico:

“Buenos días, Borja. Disculpa si esta llamada es inoportuna o sorpresiva. Te llamo no por causa del motor de mi Peugeot que, gracias a tus expertas manos, marcha perfectamente. Ya sabes que tu compañero Casio es muy extrovertido y me comentó que eres padre de una niña pequeña… Te cuento, en mi guardería vamos a hacer mañana sábado por la tarde una fiesta de primavera, con piñata, mimos, polichinelas, karaokes, concurso de dibujos y recortables… merienda y dulces incluidos. Si te animas, me haría ilusión que trajeras a esa linda niña, tu hijita, que creo se llama Meli. Disfrutaría con una alegre, sana y divertida fiesta. Y si tú te puedes quedar, habrá bocadillos y refrescos para todos. Podremos hablar, mientras ella juega con los demás niños que van a asistir a la fiesta ¡Anímate!”.

De esta sencilla, generosa y hermosa forma, nació una amistad trascendente para la vida de tres personas: Borja, Marian y Meli. Se había generado la magia de un admirable cruce de amores, necesidades y afectos entre los tres. El cariño y cuidado que una niña de seis años recibió en el futuro de la “maestra Marian” fue enriquecedor para todos y de manera especial para la propia Meli, quien pronto comenzó a llamarla “mamá”. Borja se sentía inmensamente feliz de este ángel terrenal que había llegado a su vida, todo un tesoro que los hados a veces se avienen a conceder. En cuanto a Marian, a sus veintisiete años, sentía cada vez más aprecio y atracción física por la persona de un buen hombre que el destino había cruzado en su vida.

En este punto, surge una reconfortante pregunta ¿Había querido Amelia, desde el cielo de las estrellas y luceros, buscar una cariñosa madre y una buena esposa, para esa su familia, rota por el azar de la desgracia? A buen seguro que, desde algún lugar ignoto, ya sea desde el Olimpo, el Paraíso celestial o el críptico y misterioso destino, la madre de Meli había sabido negociar con los ángeles para que uno de ellos llegara a poner luz y sonrisas en la realidad de dos seres, bueno tres, que necesitaban creer y gozar en ese gran valor de la esperanza. La magia acústica de una voz había sido un excelente principio, para una gozosa realidad posterior. – 



EL MÁGICO SONIDO

DE UNA VOZ

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

22 abril 2022

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