viernes, 27 de octubre de 2023

EVA Y SU AÑORADA PERMANENCIA

Resulta frecuente y humanamente comprensible el esfuerzo que muchos progenitores realizan para que sus hijos continúen su misma trayectoria u oficio laboral. Justifican este interés porque le ilusiona que alguno de sus descendientes mantenga la consulta, el despacho, la empresa o la tienda que ellos han fundado o incluso han heredado de sus antepasados. Pero no siempre los hijos quieren continuar con el ejercicio profesional que su padre o madre han desempeñado o continúan desarrollando. Se muestran disconformes con la tenacidad de ese padre que trata de convencerlos, aunque no siempre justifican su discrepancia con este empeño paterno. Se limitan a expresar una simple obviedad: “porque no me gusta. Deseo cambiar”. Por el contrario, hay otros jóvenes que, al margen de que les agrade más o menos el oficio de su padre, comprenden que hay interesantes ventajas en esta continuidad profesional. Antes se ha hablado de esas consultas o despachos que ellos pueden mantener sin el mayor costo, pero es que, además, muchas empresas públicas y privadas, priorizan, a la hora de la contratación, a los herederos directos de sus antiguos empleados. En este contexto argumental insertamos nuestra historia de esta semana.

ALEJANDRO Calella ha estado vinculado al maravilloso mundo de la fotografía desde los lejanos años de su infancia. Su padre, BERNAL se “ganaba la vida” poniendo en práctica su gran amor y afición a las tomas fotográficas. Era propietario de un pequeño muy conocida y popular estudio, en calle Armengual de la Mota, una vía urbana malacitana, en el Perchel sur, que, al remodelarse la zona en la 2º mitad del siglo XX, fue abierta al tráfico a esa gran arteria que en la actualidad es la Avenida de Andalucía (llamada en principio Prolongación de la Alameda) en los años 70. Precisamente al final de esa década, en 1979, fue inaugurado el primer gran edificio de los grandes almacenes de El Corte Inglés, en la capital de la Costa del Sol.

Bernal, un excelente y autodidacta profesional de las cámaras fotográficas, trabajaba con ilusionada dedicación en lo que era “el amor” de su vida. Con esta honesta y artística afición pudo sacar a su familia adelante. Lo llamaban o era contratado, de manera preferente los findes de semana, para realizar esmerados reportajes de bodas. También había empresas que le encargaban reportajes de sus instalaciones. También acudían a su estudio numerosos “parroquianos”, tanto del barrio como de otras zonas más alejadas en el plano urbano de la ciudad, para las fotos del DNI o el pasaporte y composiciones de estudio, con niños que realizaban su primera comunión o celebraban sus cumpleaños u onomásticas. Los precios que aplicaba a su trabajo eran bastante ajustados, para la mayoría de las modestas economías que acudían en busca de su consolidada destreza. Muchas “familias bien” le encargaban fotos para el recuerdo del grupo genealógico, con los abuelos, bisabuelos si los hubiere, tíos, primos, sobrinos, hermanos e hijos. A este vocacional fotógrafo había personas que le llevaban antiguas fotografías, ya muy deterioradas por el paso del tiempo, de familiares fallecidos para que con su diestra mano las “arreglase” o retocase. También, para que realizara las correspondientes ampliaciones desde instantánea pequeñas.

En este artístico contexto “ambiental” no resultó extraño que su único hijo, Alejandro, fuera aprendiendo y amando ese mundo inmenso y documental de la fotografía. Su padre le regaló su primera cámara cuando el pequeño cumplió los nueve años, “valiosa” máquina que el niño usaba con enorme ilusión y prudencia, pues los carretes de celuloide eran costosos, aunque su padre le iba entregando periódicamente algunos, siempre que traía buenas notas o calificaciones del colegio. Las 12 tomas de esos “valiosos” carretes, había que bien elegirlas, a fin de apretar el pulsador cuando la composición estuviera bien centrada y equilibrada para con los elementos a retratar. Bernal siempre le hablaba de las luces y las sombras, que pueden salvar o “inutilizar” el esfuerzo de un buen profesional de la fotografía.

En la infancia de Alejandro aún no se había difundido la televisión en Málaga. Lógicamente, no se conocían los ordenadores personales, ni la gran red de redes que sería la magia de Internet. El cine continuaba siendo la gran posibilidad recreativa, para la mayoría poblacional. La bella imagen de los FOTÓGRAFOS CALLEJEROS”, con su bella bata gris inconfundible, ponía una amable nota de color en el ambiente ciudadano. Estos profesionales se desplazaban al Parque con sus voluminosas cámaras oscuras y el caballete sustentador, preferentemente los sábados y los domingos, además de los días festivos, para ofrecer sus servicios a las parejas de enamorados, padres de familia o a personas interesadas por sus artísticos servicios. Eran tomas muy baratas, que se “revelaban” a los pocos minutos, dada la destreza de los buenos profesionales que las hacían. Bernal, siempre “pluriempleado” también iba con su correspondiente equipo, para ganar unas pesetas que siempre eran bien recibidas, en esos años de serena carestía, para la que había que aplicar trabajo y entrega sin cesar.

Pasaron los años y Alex, buen estudiante, quiso centrarse sin embargo en continuar la senda artística que su padre le había enseñado, el cual se había jubilado relativamente joven, con sólo 56 años, debido a severos problemas visuales. Su hijo decidió, sin dudarlo un sólo instante, continuar con la reconocida semblanza y trayectoria fotográfica que su progenitor había cultivado durante su vida laboral. Invirtió algunos ahorros en la compra de nuevas cámaras. Se matriculó en un curso de Formación Profesional, dedicado al mundo de la fotografía, e incluso comenzó a colaborar, dadas sus buenas amistades, con los periódicos locales, SUR, LA TARDE, LA HOJA DEL LUNES, para el soporte gráfico de las noticias que publicaban estos diarios, mejorando su técnica y labrándose ese provenir que tan honestamente Bernal le había enseñado. Alejandro, siendo muy joven, se estaba convirtiendo en un excelente profesional, para la alegría inmensa de un padre muy satisfecho. También fue llamado por el delegado en Málaga de la Agencia Pública EFE, encargándole trabajos cada vez más numerosos, lo que le posibilitó ir recorriendo esos 100 municipios que conformaban en aquel entonces el perímetro provincial.

A los 29 contrajo matrimonio con su novia “de toda la vida”, MALENA Sandoval, una joven vecina del barrio victoriano. Instalaron su nuevo hogar en el 3º piso de la calle Armengual de la Mota, en el edificio en dónde él había nacido y desarrollado las etapas de su infancia y juventud y en donde su padre había instalado el muy conocido taller de fotografía, ahora ya cerrado al público y sustituido por una filial de electrodomésticos. Sus padres seguían viviendo en el 1º, el antiguo piso familiar, en donde Alex había organizado en su antiguo dormitorio un buen laboratorio fotográfico. Año y medio después, en el 82, nació su primera hija, una preciosa niña de ojos azules, como su madre y el corte “más afilado” de cara, correspondiente a su padre. Desde el momento en que la alegría de EVA llegó a sus vidas, su padre se autoimpuso una rígida, simpática e ilusionada obligación. Además de hacerle decenas de fotos a su hija, el objetivo era realizar, cada seis meses exactos, una gran foto de estudio, manteniendo su pequeña la misma pose. Eran las fotos exactas del aniversario y del medio aniversario.  El mantenimiento de esa pose obedecía a que pretendía conseguir una imagen historiada de una niña que crecía llena de salud, cariño y alegría.

Ya en la década de los 80, el mundo de la resolución informática fue irrumpiendo con fuerza en la geografía mundial. No sólo con la sorprendente estructura y recursos on-line de técnica digital, sino también con esa gran revolución universal que iba a suponer el fenómeno de Internet. Las propias cámaras iban cambiando en sus amplias prestaciones. También los soportes fotográficos Y además el trabajo de ordenador modificaban, en la privacidad del estudio, los numerosos errores y deficiencias en las tomas fotográficas.

En alguna ocasión Malena le preguntaba a su marido el porqué de ese hábito de repetir las fotos de sus hijos, cada medio año, respetando y repitiendo la composición inicial desde prácticamente el nacimiento. Alex no se lo puso explicar con certeza. Simplemente buscaba una serie historiada de la evolución física de su única descendiente (también de su hijo) a lo largo de los años. Tenía la premonición de que lo que estaba haciendo era importante y necesario. Pero no sabía explicar el porqué de ese capricho, como no fuera el amor de un padre por su hija. Aunque intentaba enseñarle a la niña la práctica de la fotografía, Eva tenía otros intereses: sus TBO, los programas infantiles de la televisión, las películas del género infantil, la colección de cromos, los recortables, el juego con los peluches y las muñecas, y esa pequeña cocinita que tenía, en la que simulaba la elaboración de "comiditas" para sus numerosos juguetes.

Cuando iban pasando los años, Eva tomó el hábito de acompañar a su padre, durante los fines de semana, a fin de tomar fotos para la elaboración de reportajes, familiarizándose con la tecnología de las cámaras. Al igual que su padre, Eva había recibido su primera cámara compacta, marca Lumix, al realizar su primera comunión. Lo importante es que esta primera cámara ya no necesitaba los rollos de celuloide, sino que usaba una “sorprendente” memoria para grabar las repetidas tomas. En el año 2000, al cumplir la mayoría de edad, Eva recibió una muy completa y versátil cámara compacta Olimpus, que usaba con ilusionada profusión en sus viajes de estudio y para fotografiar a sus amigas de estudio. Por supuesto que su padre seguía historiando la imagen de sus hijos, que mantenían esa pose o composición que Alex había ideado desde hacía largos años. La belleza de Eva esa manifiesta, ya en su etapa universitaria, teniendo muchos admiradores entre los compañeros de claustro. Se había matriculado en un curso superior de diseño gráfico, aunque también disfrutaba mucho con la lectura, por lo que tomo el esfuerzo de llevar paralelamente hasta dos carreras, sumando al diseño la materia o el grado de filología hispánica.  

Pero el destino adopta en muchas ocasiones decisiones crueles, inexplicables. Caprichosas, dolorosas, insólitas y relevantes para cualquier vida. Una infausta o infeliz tarde, su amiga Merche se ofreció a llevarla al gimnasio, ya que le cogía de paso en el trayecto que tenía que recorrer. En un cruce semafórico, un insensato (iba con etílico en el cuerpo) no aplicó la elemental regla de la luz roja en una intersección viaria, siguiendo, de manera impetuosa su recorrido con el coche tomado sin permiso a su padre, arrollando con un fuerte impacto al vespino que conducía Merche. Las dos jóvenes caen al suelo. La conductora, aun con severas heridas, salva la vida.  El duelo en la familia Calella Sandoval es dramáticamente inenarrable. Alex y Malena pierden a su querida hija. Su hermano Borja también queda absolutamente desolado. El abuelo Bernal, ya muy mayor, apenas entiende la dolorosa noticia que la familia dosifica en su transmisión. Pregunta por su nieta, de manera constante, pero la ausencia de Eva es una durísima realidad para lo que era toda una familia feliz.

La vida ha de continuar, para los que aquí quedan en la orfandad de los bellos recuerdos. Alex se entrega con denuedo a su vocación fotográfica, tratando de superar ese inasumible dolor que le embarga. Junto a Malena, se esfuerza también en la ayuda a Merche, en plena fase de su recuperación médica, esa amiga íntima, hija de madre soltera, que compartía tantas vivencias con Eva. De alguna forma, consideraban a Merche como a esa hija que había tenido la desgracia de perder.

Y en estos críticos momentos vivenciales, vino el “milagro” de la tecnología digital. Este proverbial fotógrafo había estado realizando, durante dos décadas, cuidadas fotografías de estudio (a sus dos hijos) con periodicidad semestral. Poseía todo un historial fotográfico, hasta que un desgraciado accidente se la arrebató. Así que, utilizando un programa de patente americana, titulado IMAGE COMPLEX (2004), bastante innovador para la época (app recomendada por un compañero de redacción) aplicó las imágenes que tenía de su hija, además de otros datos complementarios. De esta forma fue componiendo la imagen física de Eva, cuando “cumpliría “los veinticuatro y años siguientes. La técnica era verdaderamente sofisticada y espectacular. Podía recrear la imagen de su querida y añorada Eva, en relación con los años que iría cumpliendo como si estuviera con vida. Así que cada cumpleaños, la imagen de Eva Calella estaba presente, ante el asombro y la admiración emocional de toda la familia y de la propia amiga Merche que acudía, con una generosa insistencia a visitar a su otra querida familia, que mucho la apreciaba y que en verdad la necesitaba.

Entre Alejandro y su amigo, el periodista Carlos Sliria escribieron un gran artículo sobre la corta vida de Eva, reportaje que posteriormente ampliaron en un libro dedicado a su memoria. Esta publicación fue presentada a un prestigioso concurso de novela anual, en las letras hispanas, mereciendo un bien merecido accésit en el apartado de Valores y Palabras.

La avanzada tecnología permitió que esa querida hija, nieta y hermana no desapareciera para siempre de la vida de los Calella Sandoval. Al igual que sus padres, abuelo y hermano, iba creciendo anualmente, para que su imagen y significación vital nunca se perdiera, y siguiera latiendo en los recuerdos y en el tesoro de la memoria. Y al paso de los años, la imagen recreada de Eva también iba madurando, como las flores del campo, las aves en la naturaleza y el brillo de las estrellas en el firmamento. Allá arriba, en el manto azulado e inmaculados de los luceros, tal vez Eva contemple las imágenes que recrea su padre, en su fecha de cada cumpleaños. En cada grata oportunidad, ella ríe y sonríe, diciendo con filial respeto “Son cosas de papá, pero tengo que reconocer que consigue un cierto parecido a cómo voy creciendo en el infinito mundo astral, ese inmenso espacio del amor, los deseos y los misterios”. –

 

 

EVA Y

 SU AÑORADA PERMANENCIA

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 27 OCTUBRE 2023

                 Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

                 Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/



 

viernes, 20 de octubre de 2023

INCREIBLES Y EXTRAÑOS PODERES.

Nos genera asombro conocer la existencia de personas que poseen capacidades o recursos de naturaleza extrasensorial o extra natural. A pesar de que esos poderes pueden ser más o menos evidentes, aunque resulte difíciles de entender, permanece casi siempre en nosotros una sensación de duda o esa patente incredulidad acerca de si se nos estará engañando o confundiendo, como si fuese un simple juego de magia. Incluso llega a motivar nuestro asombro escuchar, en boca de estos seres “diferentes”, “privilegiados” o extraños, con el común de los mortales, que dichas capacidades o habilidades extrañas les suponen una molestia, un cierto pesar e incluso elevan estos determinantes en sus cuerpos a considerarlos como una más o menos llevadera “desgracia”. Sin embargo, en la percepción popular, estos seres extra dotados son considerados personas especiales, fantásticas, lo que provoca la admiración, la aureola e incluso la envidia ¡Cuánto daría yo por tener o poseer algo de esos poderes, en la rutina de mi vida modesta o vulgar! En este, sin duda misterioso contexto, se inserta nuestra “extraña” historia de esta semana.

ADRIÁN Palanca, 43 años, es un profesional titulado con el grado de Ciencias de la Información por la Universidad de Málaga, ciudad en la que nació y reside. Ejerce, entre otras actividades (es también un cualificado fotógrafo y escritor) como corresponsal de una importante agencia de noticias de ámbito mundial. Desde hace ocho años vive unido en pareja con BLANCA Areces (39) titulada en solfeo y composición musical, por el conservatorio superior de la capital malagueña. Esta dinámica mujer forma parte, como violinista titular, de la O.F.M, plaza conseguida hace unos años por rigurosa y competitiva oposición. La pareja, por mutua convicción, no tiene aún descendencia. Aunque ambos son algo mayores para iniciar la paternidad, tanto en broma como en serio suelen comentar que siempre tendrían la posibilidad de una adopción “pero ahora vamos bien y no queremos otras preocupaciones”. En realidad, Adri, entre sus muy numerosas premoniciones, tiene la certeza de que nunca llegará a ser padre.

Desde su ya lejana adolescencia, este sagaz periodista fue considerado por sus familiares y amigos como una persona un tanto “rara”. Pero unos y otros lo aceptaban tal y como era, pues a sus comportamientos extraños unía destacadas y positivas cualidades: en su carácter destacaba la simpatía, las ocurrencias, resultando ser persona muy observadora, divertida y responsable en sus obligaciones. Pero esas rarezas hacían de él “un tipo” un tanto diferente a la generalidad social. Entre sus abundantes “manías” trataba de evitaba pasar por determinadas calles, dando los rodeos subsiguientes. Y cuando no tenía más remedio, aplicaba con cierto disgusto esa fuerza de voluntad que su profesión le obligaba. También había comidas que sistemáticamente se negaba a probarlas, aunque reconocía que no sabía bien el porqué de ese rechazo. Decía que era algo que le salía de dentro, pero sin poder concretar el origen de ese rechazo. Cuando tenía que viajar a lugares más o menos distantes, generalmente por motivos de su profesión, daba muestra de conocer detalles y lugares de esas localidades por las que, afirmaba, nunca había pasado, con algunos datos insólitos y de no fácil explicación. Yo he estado aquí antes y no sé cuándo ha sido ni por qué. Reconozco estos lugares, como si los hubiera vivido en sueños”.  Había momentos en los que de improviso dejaba a sus acompañantes bien pensativos (aunque bien lo conocían) cuando afirmaba con firmeza, sin que nadie le preguntara: “aquí, en este bar de copas, había hace muchos años una funeraria”. Los nativos de lugar confirmaban ese dato, pero sin explicarse como podía saberlo este viajero que procedía del sur peninsular, sin tener vínculo alguno con la localidad, para hacer alguna gestión informativa de corresponsalía. Y ello ocurría tanto en ciudades hispanas como extranjeras. 

En esas salidas o respuestas difíciles de explicar y no exentas de misterio, también ofrecía otras modalidades cualitativas que mucho valoraban y reconocían las personas con las que se relacionaba: no era capaz de explicarlo, pero sabía y podía concretar la hora más o menos exacta del día o la noche, sin mirar su reloj de pulsera. No es que siempre puntualizara o acertara con los minutos exactos, pero su proximidad a la hora real era asombrosa en su concreción. Parecía tener un reloj en el cerebro. Algunos lo veían como un “reloj andante”, que ayudaba y sorprendía en los momentos más inesperados. Esa, para algunos, divertida cualidad, a otros les “extrañaba”. Pero como se trataba de Adri, en él casi todo era posible. Esos familiares y amigos repetían una vez más “en Adri todo es complicado o insólito. No le busquemos más explicación”.

En la intimidad de su privacidad, el propio Adri reflexionaba, mezclando la confusión, los interrogantes y un poco de amargura. “A mis amigos estas capacidades, en las más de las ocasiones les divierten. Pero supongo que también pueden llegar a preocuparles. ¿Por qué soy así? La verdad es que no lo sé. Estos comportamientos y “cualidades” ¿quién me las ha dado? ¿de dónde provienen” En esos momentos de reflexión llegaba incluso a sentir algo de miedo, ante lo desconocido.

Otra de las cualidades extrasensoriales que le afectaba de una manera aleatoria e inesperada era la siguiente: percibía por un “sexto sentido” cuando alguien fijaba la mirada en su persona, estando de espaldas a esa persona. Se daba cuenta, sin verlo, que era objeto de fijación por parte de alguien. Entonces se volvía y efectivamente encontraba a ese alguien que por alguna razón lo estaba mirando con puntual fijeza. Por supuesto que en modo alguno lo conocía. Razonaba esta situación pensando que tal vez algún detalle de su vestimenta o comportamiento había provocado esta fijación. Pero él era capaz de captarla, sin ver al autor de esta firme mirada. En este contexto, no eran infrecuentes las ocasiones en que algún desconocido se le acercaba para saludarle. Pronto ese viandante rectificaba, disculpándose por haberse equivocado. Adri bromeada diciendo: sin duda, debo de tener muchos “dobles” o “hermanos” por esos mundos de dios”.

Destacaba también su agudeza para prever los cambios en el estado del tiempo. De una forma espontánea e inesperada, exponía su certera previsión meteorológica: “De aquí a dos horas, nos va a caer un fuerte aguacero”, presentimiento que comentaba con Blanca o con los compañeros de redacción. Lo hacía precisamente cuando el sol lucía con toda su fuerza y nada hacía presagiar ese cambio drástico en el estado atmosférico. Muchos lo entendían paralelamente a como hacen algunos campesinos que suelen emitir su opinión por simple percepción de la temperatura, el viento o ese dolor o molestia en la articulación, que antecede a una potente tormenta. Normalmente Adrián acertaba, para regocijo y curiosidad de quien lo escuchaba. Las nubes dejaban caer una buena tromba de agua.

A nivel profesional, estas cualidades extrasensoriales le han venido siendo útiles en su tarea de corresponsalía, para la agencia de noticias que lo tiene contratado. Como él suele comentar, no es que sepa exactamente la noticia informativa que va a ocurrir, sino que presiente que en determinada parte o núcleo de la geografía mundial va a surgir un hecho informativo de especial trascendencia. Este “presentimiento” o disposición le hace estar preparado para rentabilizar y preparar esa información que posteriormente va a transmitir a los lectores de los periódicos vinculados a la agencia.

Todos estos “poderes” que Adrián tiene asumidos, en general trata de asimilarlos de una manera positiva. La mayoría de la ciudadanía carece de estas facultades curiosas o extrañas, Siente que ha nacido así y ha de asumirlo, con el mejor talante. Pero en el fondo de su conciencia, entiende que no todo es tan agradable o cómodo para irlo sobrellevando en su recorrido existencial. Porque, efectivamente, esas premoniciones no son en absoluto agradables o gratuitas. Todo lo contrario. Le dejaban profundamente preocupado y afectado, llegando incluso a maldecir su propia naturaleza. Esta situación la ha vivido con familiares, amigos, vecinos y compañeros, sobre algo desgraciado, accidente, enfermedad, que presentía antes de que ocurriera. Pero ¿Cómo le iba a decir a estas cercanas personas, “te va a ocurrir un hecho grave o desagradable en fecha próxima”? Careciendo de datos concretos, sólo con vagas o difusas percepciones, tenía que “guardarlas” en su privacidad, siendo terrible ser depositario de esa información difusa, lesiva para estas personas. “La verdad es que no se lo deseo a nadie” le comentaba a su mujer en esos momentos de sinceridad y proximidad afectiva.

Estas percepciones no las tiene de continuo, obviamente. Son momentos puntuales, o etapas vivenciales, en que las mismas se agudizan. Surgen de improviso, sin saber exactamente el por qué. Pero que cuando llegan, en la mayoría de los casos u ocasiones, resultan inquietantes, desagradables e incluso “patéticas”. Blanca, en alguno de esas experiencias de crisis, le aconsejó consultar a médicos especialistas en la materia. Siguiendo su consejo,  Adrián se animaba a visitar a psiquiatras, psicólogos, neurólogos, “videntes” afamados e incluso a “echadoras” de cartas. En general, aparte de los calmantes de rigor, estos profesionales, de manera especial los últimos citados, lo han estado entreteniendo para “sacarle los cuartos”. Le han aplicado sesiones de psicoanálisis, pero sin especiales resultados, porque como le explican algunos especialistas, esas cualidades extrasensoriales no tienen un claro o definido origen.

Adrián tiene una sospecha, que él entiende pudiera haber influido, de alguna forma inconcreta, en la estructura “misteriosa” de su persona. Su madre le ha referido que cuando llegó el momento de su nacimiento ocurrió un hecho especial que estuvo a punto de dar al traste con las vidas de cuatro personas. Años 80, noche tormentosa en el mes de noviembre, con un intenso aguacero y abundante aparato eléctrico. A eso de las dos de la madrugada, su madre Mariana se puso de parto. Cuando era trasladada al Hospital Materno, una chispa eléctrica hizo impacto en el vehículo que conducía el tío Simón, llevando como acompañantes a su hermana, en estado de parto y a su cuñado Tomás.  La descarga fue harto violenta, pero por fortuna pudieron llegar a la institución sanitaria, en donde Adrián nació a las 4:35 del nuevo día. ¿Esa chispa eléctrica pudo influir de alguna forma en las capacidades extraordinarias del recién nacido? Adrián no lo sabe, pero es un interesante dato que ha sopesado en numerosas ocasiones.

De todas estas manifestaciones que su mente y cuerpo detectan y manifiestan, la que más le intriga es esa inconcreta sensación de reconocer y sentir detalles, en sitios donde nunca cree haber estado. Cierto día caminaba por el actualmente muy degradado barrio de Lagunillas malacitano. Se dirigía hacia el Ejido, a fin de hacer un reportaje fotográfico y literario sobre el cincuentenario de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, allí ubicada. Caminaba despacio, observando las viviendas, y solares abandonados, algunos tapiados, que en la zona destacaban, muchos de ellos grafitados por expertas manos dibujantes. Al pasar por delante de una de estas casas, abandonadas, semidestruidas y ruinosas, sintió esa incontenible sensación de que allí algo inconcreto reclamaba su atención. Suponía que aquellas viviendas fueron construidas en los años iniciales del siglo XX (dato que posteriormente corroboró). Se detuvo delante de esa vivienda, mientras esa sensación extraña que ya conocía lo embargaba. Obviamente, allí no había nadie. Empujó la puerta de esa casa unifamiliar comprobando que los pestillos y cerraduras están rotos y nada se oponía a su entrada. Penetró en aquel espacio ruinoso, con numerosos desconchones en las paredes y comenzó a buscar, entre cascotes de obra caídos del techo y de las paredes, cartones ennegrecidos, suciedad y residuos mobiliarios, algo que no sabía lo que era, pero que sentía allí se encontraba. Descubrió entre tanta ruindad residual, un viejo arcón, de tamaño medio, con las cerraduras destruidas por el óxido. Abrió la pesada tapa de madera y allí estaba un muy gastado balón de badana, prácticamente desinflado, que a pesar de ese desgaste podía haber sido de color anaranjado. Lo tomó en sus manos y le resultaba familiar. Tenía la sensación de haber jugado con él. Lo estuvo observando y en un punto de su superficie creyó distinguir una C grabada manualmente. Pudo ser la inicial de un nombre. ¿Carlos, Clemente, Claudio, Cecilio, Carmelo, Cosme, Casimiro, Cristian …? Y le vino a su mente esa idea recurrente, que periódicamente le aturdía, de haber tenido otro nombre en una vida anterior: el espinoso y complicado tema de la reencarnación existencial

 

UNOS AÑOS DESPUÉS.

Adrián organiza su vida en soledad, pues Blanca ha unido su vida con un joven y muy prometedor director de orquesta, con el que hacía un racimo de meses mantenía un ardiente idilio. Su compañero sabía, percibía, que era engañado, pero carecía de pruebas fehacientes, además de que, a pesar de esa sensación indefinible, se resistía a aceptarlo. Una noche después de la cena, Blanca se levantó de su asiento y apagó el monitor de televisión. Habló con valentía y franqueza del nuevo giro que deseaba dar a su vida. “Seguro que con tus dotes sensoriales ya lo sabias …” “No te equivocar, amor. Pero no voy a dificultar tu camino. Ya has tenido una enorme paciencia con mi peculiar y extraña forma de ser. Soy la consecuencia de un proceso que no puedo definir, pero que me hace ser diferente a la mayoría de las personas. He de aceptar mi destino. Igual el tiempo me da una nueva oportunidad para ponerle nombre y apellidos a una nueva figura que, confío, no esté tan condicionada como la que ahora me ha correspondido protagonizar”.

Cuando la ruptura se sustanció, bajo unos moldes exquisitamente civilizados, el diestro periodista, esa persona tan controvertida y sorprendente en su comportamiento, solicitó en la central de noticias el traslado a Madrid, desde donde ejerce como reportero volante en los núcleos bélicos que pululan por este mundo “manchado” y oscurecido de guerras, ambiciones y violencias que, difícilmente podrán cercenar las esperanzas de aquellas personas de bien. Sabe que no llegará a octogenario. Ni a sexagenario. Pero considera ciertamente “glorioso” poner fin al camino, en el seno de sociedades enfrentadas bélicamente, con la generosa ilusión de que, hasta que no llegue su hora, poder llevar una información fidedigna con imágenes y datos de primera mano, a un mundo embriagado de materialidad, violencia y olvido. “Seré uno de los caídos en batalla, en el recio y castrense ejército de la información. Ésta, mi actual reencarnación, tiene una fecha límite. Sé que no estará lejana. Confío en que la próxima oportunidad que el destino me depare, sea más sosegada y fraternal, para la esperanza siempre inalienable de la Humanidad”. –

 

 

INCREIBLES Y EXTRAÑOS

PODERES

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 20 OCTUBRE 2023

                                                                                Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

                 Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

  


 

viernes, 13 de octubre de 2023

EL REGALO SECRETO DE LAS 100 NOCHES

Los recursos publicitarios cada vez resultan más imaginativos insólitos, insospechados, espectaculares, pero son siempre necesarios. Los anuncios condicionan que, en los establecimientos de una misma gama, haya una mayor o menor presencian de clientes, con el desigual rendimiento en las ventas. Clientes presenciales y también on-line. Por supuesto que también incluye, y mucho, la calidad del producto ofertado y también la naturaleza del servicio prestado y pagado. Pero a estos factores, hay que sumar ese decisivo “comodín”, tantas veces “mágico” de la “machaconería repetitiva, bajo las más sofisticadas técnicas publicitarias. En este comercial y natural contexto se inserta nuestra historia de esta semana de octubre. 

El perito industrial HERNANDO LASIEGA, 44 años, casado con AMÉRICA Marsala, con dos hijos adolescentes en su matrimonio, desempeña un importante puesto laboral de inspector, para la zona sur peninsular, de una importante marca de automóviles, cuya matriz fundacional se halla en el país galo. La misión de este importante operario, en el organigrama personal de la empresa, consiste en controlar, valorar y sugerir modificaciones en las instalaciones provinciales de la prestigiada marca, tanto en los departamentos de ventas como en los talleres de recepción y reparación de los vehículos.

Esta destacada función le obliga a tener que viajar con repetida frecuencia por esta amplia zona geográfica peninsular, además de Canarias y norte de África, aunque en ocasiones también ha de desplazarse a países europeos e incluso asiáticos, en donde su empresa también tiene instaladas importantes y muy productivas filiales.

Una poderosa cadena hotelera, MERCURIO HOTELES, con capital inversor mayoritario de origen asiático y bien arraigada en el territorio hispano, con numerosos establecimientos repartidos por las más importantes provincias, era la entidad hotelera a la que con más frecuencia recurría Hernando, cuando tenía que pasar las noches alejado de su hogar, dado su muy denso trajinar o periplo laboral. Esta empresa de hospedaje, a través de su departamento de promoción, había establecido unos incentivos, en concreto unas cartillas de fidelización que, al cumplimentarlas con los días de reserva que se iban sumando, el poseedor de la cartilla recibiría un regalo secreto, que nunca sería el mismo para los distintos afortunados. Era un sistema similar al de las antiguas cartillas de nuestros padres y abuelos. que se iban rellenando con los sellos entregados tras las sucesivas compras en determinados comercios. La diferencia con respecto a aquellas épocas pretéritas consistía en que el poseedor de la cartilla conocía desde un principio el regalo que podía conseguir, ya fuera una sartén, una cacerola, una caja de frutas, una cesta de Navidad, o un transistor. Todo en función de ir pegando los sellos que recibía por la cuantía de las compras. En el caso de Hernando y demás clientes de esa poderosa cadena de hoteles. la empresa mantenía en secreto el presente a entregar por su fidelización en hacer muchas noches de hotel en la entidad. El premio se conseguía cuando se alcanzaba las 100 noches de estancias.

Hernando, que desde sus años de infancia y juventud había destacado por su actividad coleccionista (canicas, estampas, envoltorios de chocolates, sellos de correos, prospectos de cine, libros raros, relojes y cámaras fotográficas antiguas…) se hizo de inmediato con una de esas cartillas del regalo secreto por las cien noches. Dado su frecuente necesidad de viajar a causa de su actividad profesional, comenzó a ir sumando noches o estancias durante los meses siguientes. Al paso del tiempo, cuando ya había sumado seis decenas, comenzó a ilusionarse ante el inminente regalo que podría alcanzar.

Una noche, bromeando con Meri su mujer, reían con desenfado haciendo hipótesis acerca del regalo que estaba cerca de conseguir procedente del departamento de marketing de la cadena Mercurio.

“Desde luego tiene que ser un presente de muy buena calidad, porque esta gente maneja con gran alegría el dinero que ganan por su control hotelero en medio mundo”.

“A lo mejor te regalan un patinete eléctrico, de eso que nos amenazan cuando vamos caminando por las aceras de nuestras calles. O tal vez unos bonos para hacer noches gratuitas en sus establecimientos. O igual te entregan una batería de cocina, a fin de que puedas regalársela a tu mujer. Me vendría muy bien.  si llega ese utilitario regalo”.

El inspector de los coches sonreía al escuchar las divertidas hipótesis que realizaba su mujer (que era miembro de un taller/gabinete de psicología, especializado en el tratamiento de los comportamientos ludópatas o en general compulsivos.

Era buen hábito en Hernando el saber esperar la consecución de los objetivos. De esta manera, los puntos por noches de estancia se iban acumulando en esa pequeña pero divertida contabilidad, que conduciría al fin deseado y “secreto”. La empresa sólo indicaba que dicho presente se caracterizaría por su originalidad. En realidad, más que el valor material del obsequio, el técnico en automóviles lo que más valoraba o aplaudía era esa modesta pero vital vuelta a sus orígenes, cuando siendo niño se afanaba por completar las colecciones que en mucho le motivaban, para lo que tenía que esforzarse, paralelamente a la emoción que de continuo le embargaba, cuando se iba acercando a la culminación de la colección.

Las tareas laborales le ocupaban una gran parte de su tiempo, tanto por la función inspectora que era necesario llevar a efecto, como por las sucesivas reuniones, elaboración de informes y por supuesto todos esos desplazamientos por la geografía hispana y foránea. Todos esos destinos determinaban, en la inmensa mayoría de los casos, tener que pasar las noches en hoteles y tomar el alimento fuera de casa. Por este motivo, cuando reservaba estancias por Internet o a través de las agencias de viajes, mantenía el requisito o condición de que fueran hoteles de la cadena El Mercurio. La ilusión o incentivo por el premio, a modo de río Guadiana, brotaba o se ocultaba en la sucesión de los meses y los días.

De una forma inesperada, sorpresiva y no menos estimulante, una noche de Mayo, mientras revisaba el correo electrónico en su domicilio y Meri redactaba un informe médico en su ordenador, relativo a un trabajado caso que le había ocupado amplio tiempo, Hernando observó que tenía un correo en su escritorio, cuyo remitente era MERCURIO INTERNACIONAL Con “infantil” alegría se decía o preguntaba ¿habré llegado ya a los 100 días de estancias?

Para su alegría, se le comunicaba que su cuenta Mercurio Night había alcanzado los 100 puntos de pernoctaciones. Además de expresarle la feliz noticia, con la enhorabuena subsiguiente, se le comunicaba que en la siguiente pernoctación recibiría en su habitación el premio al que se había hecho acreedor. A través de esa grata comunicación tuvo también noticia de que hasta el momento sólo otros siete clientes, durante los cuatro años del desarrollo del programa, habían conseguido tan “apetitoso” y alegre objetivo.

Dio a leer el contenido del mensaje a su mujer quien, tras unos segundos de silencio, respondió un tanto “secamente”:

“Pareces un niño al que le han prometido que estrenará el domingo de Ramos un par de zapatos nuevos. Veremos a ver lo que te van a entregar o regalar. Presiento que será una chuchería, cuando ya han obtenido y multiplicado con creces el valor de la bagatela que te van a conceder. Te han vendido 100 veces sus habitaciones en los distintos hoteles de la geografía mundial. Esperemos que al menos sea una bicicleta, un juego de ajedrez, algún bono para viajar o a lo mejor es una simple plaquita, enmarcada con ornato, para que la cuelgues en tu despacho o te la pongas al cuello y la vayas enseñando a todos los amigos compañeros y familiares”.

A pesar de estas no muy afectivas palabras, rebosantes de incredulidad, el ilusionado técnico no cabía en sí de gozo. Incluso esa noche se despertó en varias ocasiones y tras beber un poco de agua, volvía al lecho del descanso, sin dejar de pensar en el reconocimiento que iba a recibir por su fidelidad viajera con la cadena hotelera. Iba a ser, nada menos, que el 8º ganador del tan prestigioso concurso.

Tuvo que pasar más de una semana hasta que, por razones o necesidad laboral, Hernando hubo de encargar un desplazamiento a la ciudad castellana de Toledo, la patria artística del gran pintor Doménico Theotocopoulos El Greco (1541-1614).  En esta ocasión utilizó el tren AVE para el desplazamiento y ya en el Hotel Beatriz, tras dejar las maletas, estuvo gran parte del día realizando gestiones relativas a su función inspectora. Almorzó con los directivos provinciales de la marca en un artístico mesón, a pocos pasos de la Plaza del Zocodover. Por la tarde, encontrándose bastante cansado, pues el día había sido muy intenso en reuniones y análisis de nuevos proyectos de un gran centro a construir para la futura gama de motores eléctricos, volvió al hotel para gozar de una placentera y reconfortante ducha. Eran casi las 9:30 de la noche y como no tenía especiales ganas de salir a cenar fuera del establecimiento hotelero, en un día de intenso y ardiente calor, llamó por teléfono al servicio de habitaciones, a fin de que le subieran algo de comer: un bocadillo de jamón y queso, una cerveza Guinnes negra y una macedonia de fruta. Encendió el monitor de televisión para distraerse un poco antes de irse a la cama cuando, en un momento concreto y de manera inesperada sonó el teléfono de su habitación. La llamada procedía del recepcionista del hotel, Evaristo Albarda.

“Disculpe, Sr. Lasiega. Hay dos personas que preguntan por Vd. Me indican (están debidamente identificados) que se han desplazado a fin de entregarle un importante regalo, procedente de la central de marketing de la sociedad El Mercurio, al que este hotel pertenece. Puede Vd. bajar, si así lo desea, para recibir en mano el correspondiente presente”

Hernando, que ya imaginaba casi todo el trasfondo de la entrega, respondió afirmativamente, indicando que bajaría en no menos de 10 minutos. Deseaba estar bien presentable, pues igual estos mensajeros o representantes deseaban realizar unas tomas fotográficas, que inmortalizaran el feliz y divertido evento. ¡Al fin iba a conocer el premio que se le concedía, al haber cubierto 100 noches de estancias, en la poderosa cadena residencial!

Bajó desde la planta 11 ¡Excelentes vistas al entorno del Tajo! con su chaqueta azul, corbata roja y zapatos acharolados, un tanto emocionado como un niño que celebraba una preciosa fiesta. Recordaba las palabras de Meri y lamentaba que ella no pudiera estar presente en tan emblemático evento. Le esperaban un hombre y una mujer, quienes se presentaron como Severino Doña, subdirector del departamento de marketing y Azahara Dilma, bella y atractiva mujer, que no llegaría a los cuarenta, a quienes estrechó su mano con las sonrisas correspondientes. Tras este intercambio cordial de saludos, Severino recibió una “oportuna” llamada en su móvil (obviamente todo estaba preparado). Respondió a la comunicación con monosílabos, teatralizando bien su contrariedad: tenía que marcharse por un imprevisto asunto urgente. Sin embargo, aclaró que Azahara (era de nacionalidad polaca) se encargaría de completar el acto o ritual de la entrega del premio. Ya solos los dos, frente a frente, el gestor de automóviles comenzó a inquietarse, pues la joven divagaba y no concretaba el ritual de la entrega del preciado objeto a recibir. El premio se estaba haciendo esperar. Hernando, sin perder la compostura, pronunció esas palabras que exigen una respuesta convincente:

“Bueno Srta. Azahara, aquí me tiene todo emocionado para recibir esa sorpresa que, sin duda, su empresa me tiene reservada”. En ese momento, la chica centroeuropea dejó de sonreír y en un aceptable castellano, con acento polaco expresó y desveló ese secreto tan bien guardado:

“Estupendo. Mr. Hernando Lasiega. Le voy a entregar el preciado presente, al que legítimamente se ha hecho acreedor, por su constante fidelidad a los hoteles de la cadena Mercurio. Vd. va a estar dos noches hospedado en este cómodo y monumental establecimiento, con ese ventanal natural al cauce del río Tajo. Pues bien, el original regalo que ha ganado… SOY YO. Estoy a su completa y “total” disposición, para “todo” lo que guste mandar y desde este preciso momento”.

El rostro del inspector de automóviles era todo un poema, dibujado entre la sorpresa, la confusión, el pudor y el lógico desconcierto. ¿Qué ocurrió durante el resto de la noche?

Hernando no ha vuelto a participar en sorteos o méritos premiados de ninguna naturaleza. Por supuesto, tampoco ha vuelto a alojarse en los hoteles de la cadena El Mercurio. Esta experiencia lo condiciona. Cuando volvió a Málaga, llevaba una historia bien “articulada” en su ficción para contársela a Meri, su mujer. Lo que ocurrió aquellas dos noches, en la monumental e histórica ciudad de Toledo, está secreta y herméticamente guardado en los anaqueles privativos de su memoria.  -                                                 

 

 

 

 

 

EL REGALO SECRETO DE

LAS 100 NOCHES

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 13 OCTUBRE 2023

                                                                                Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

                 Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/



 

viernes, 6 de octubre de 2023

UNA ATRACTIVA Y MISTERIOSA COMPAÑERA DE CLASE.

Existe una lúdica lotería a la que todos, de una u otra forma, nos vemos obligados a participar. En unas ocasiones con más suerte que en otras oportunidades. Nos estamos refiriendo a ese tema tan sugerente como es nuestro compañero de asiento. Surge de inmediato la bien conocida pregunta: ¿Y quién nos va a tocar? Esa curiosa sorpresa sobrevuela sobre nuestra mente, con el deseo de que sea una persona agradable, educada, limpia e incluso divertida, en principio, según la circunstancia o el hecho que estemos protagonizando en un determinado momento.

¿Cuáles suelen ser las vivencias en que compartimos la proximidad de esa persona, a la que es muy probable no conozcamos? Entre las más frecuentes posibilidades, esta situación suele darse cuando viajamos en un autobús municipal, en el tren, en un autobús turístico, en una sala de cine o teatro o cuando asistimos a un concierto u otro espectáculo. Esta experiencia también ocurre, con el vecino de arriba o debajo de nuestro piso, con los vecinos de planta, en una cola para comprar una localidad, esperando para entrar en un museo, exposición importante u otra actividad cultural. Son muy diferentes y variadas estas experiencias con el “compañero de al lado”.

En ocasiones esa convivencia se hace extremadamente extensa (lógicamente, en el caso de la vecindad) o sólo dura unos pocos minutos (por ejm. cuando esperamos en una fila para entrar en una sala cinematográfica). A veces intercambiamos numerosas palabras y frases o simplemente el saludo cordial educacional.

En la relación que antes se ha aportado, hemos dejado un hueco especialmente significativo para otra interesante y sociológica temática. Corresponde a esa vivencia o experiencia tan común, que suele darse en el ámbito escolar y más en concreto, en el Aula Universitaria para alumnos mayores. En el espacio de la docencia, nos puede corresponder un compañero u otro. En este contexto del aprendizaje se inserta la aventura narrativa de este relato.

MAURICIO BUENAFUERTE es un disciplinado alumno del Aula de Mayores, en la Universidad de Málaga. Durante su vida laboral había ejercido como transportista de mercancías diversas, conduciendo voluminosas camionetas por el territorio peninsular e insular español y por otros muchos países europeos. Casado y enviudado con LOURDES Cañadas, su matrimonio generó cuatro descendientes: tres niñas y un varón, en la actualidad todos ellos emancipados con sus respectivas familias. Mauro se prejubiló con 62 años, debido a un problema articular de espalda, con lo que es pensionista de clases pasivas como trabajador autónomo durante casi cuatro décadas. Unos meses después de acceder a la jubilación, le hablaron del servicio cultural generado en la UMA, para alumnos mayores de 55 años, fuera cual fuese su titulación académica o incluso sin titulación. En este curso se apuntó o inscribió sin dudarlo. Eligió un atrayente módulo titulado HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE MÁLAGA. CULTURA, DESARROLLO Y TRANSFORMACIÓN URBANÍSTICA, impartido los martes y los jueves, de 17 a 18:30 de cada semana, octubre-mayo, en las instalaciones del Ejido.

El primer día de la asistencia a clase, comprobó que el aula estaba repleta de animosos y veteranos escolares, como él mismo. El profesor Don Críspulo Salvatierra, vinculado al departamento de Hª Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras, director del módulo, tenía acrisolada y justa fama por su larga experiencia y amenidad en los contenidos explicados. Antes del inicio de la clase, el profesor recomendó que, en lo posible, cada alumno utilizara el mismo asiento durante el primer trimestre. Los alumnos participantes fueron entrando en el aula y cada uno fue ocupando sitios diferentes, en función de sus gustos y necesidades de visión. Mauro, que estaba en la cuarta fila, observó a una señora, que tendría más o menos su edad, 63, la cual había accedido al aula con un cierto retraso. Don Crispín (como el propio Críspulo había pedido que se le llamase) ya se encontraba sentado detrás de su mesa y ordenaba algunos folios del flamante archivador que portaba, poniendo en marcha, al mismo tiempo, el ordenador y el aparato de video proyección.  En ese momento la señora, que había llegado retrasada al aula, hizo a Mauro una señal a fin de que le confirmara si podía ocupar el asiento que estaba vacío a su lado, pegado a la pared izquierda. Al responderle afirmativamente con otra señal manual, esta alumna se sentó a su lado. Dio las gracias y no sacó cuaderno o bolígrafo alguno de su bolso, como sí hacían la mayoría de los alumnos, a fin de poder tomar apuntes o notas interesantes de la exposición del profesor.  

Mauro percibió de inmediato dos detalles en su compañera. En primer lugar, el agradable e intenso olor a perfume que irradiaba su cuerpo, También, el “excesivo” número de joyas que lucía, que hacía destacar su aún “teatral” imagen. A lo largo de los noventa minutos en que duró la sesión, la señora no tomó apuntes. Tampoco intercambió palabras con su compañero, como no fuesen algunas sonrisas, siempre relacionadas con la exposición que estaba disertando D. Crispín. Cuando la clase finalizó, la señora del perfume y las joyas intercambió un educado saludo. “Hasta el jueves. Que tenga una feliz tarde”.

En la segunda clase, quien llegó algo tarde fue el propio Mauro. Ella le había guardado el sitio, gesto que él agradeció efusivamente. Como Don Crispín estaba “enfrascado” con el ordenador y el pendrive que traía en su maletín, con las fotos y el Power Point correspondiente, los dos veteranos compañeros pudieron intercambiar algunas frases. ALICIA, éste era su nombre, escuchaba muy atenta los certeros comentarios de Mauro, positiva actitud que también ella adoptaba con las explicaciones del docente. El antiguo transportista, tras su viudez, agradecía vivamente la atención que recibía por sus palabras, en estos tiempos de soledad que le había “tocado” o correspondido vivir. Aprovechaba cualquier oportunidad para intercambiar conversación con la compañera, quien a pesar de sus años mostraba unas raíces estéticas no perdidas, teniendo el cuenta el “castigo” que el avance del almanaque impone en todas las epidermis corporales. En esos intervalos de clase y, de manera especial, a la finalización de la exposición, Mauro aportaba comentarios sobre el estado del tiempo, sobre alguno de los temas explicados e incluso acerca de la película o programa que vio en la televisión la noche anterior.  

Cuando volvía a su casa, ubicada en la zona de Cristo de la Epidemia, este transportista jubilado se encontraba con el hogar “vacío” que había compartido durante tantos años con Lourdes, su mujer. Esa carencia de compañía le iba afectado cada día más. Desde luego nunca pasó por su cabeza la posibilidad de irse a vivir con alguno de sus hijos, a pesar de que éstos se lo habían insinuado. Pero Mauro entendía que entrar en cualquiera de esas familias, todas con hijos pequeños, era algo que más pronto que tarde iba a resultar molesto, incómodo y perjudicial para la necesaria intimidad y privacidad de familias jóvenes que emprendían su venturoso y complicado camino por la vida. Su viudez, que ya alcanzaba casi los tres años, le provocaba también ese complicado y sufrido síndrome de la soledad. Cada día estaba más convencido de que necesitaba una compañera con la que convivir en esta fase postrera de su existencia. No sólo por el aspecto sexual, ya que él se sentía todavía una persona con el comprensible vigor, a pesar de ser sexagenario, sino también por esa compañía que ayuda a compartir los avatares en las horas, las distracciones y, por supuesto, las dificultades del hecho de vivir. Pensaba una y otra vez en Alicia y su figura “no se la podía quitar de la cabeza”. Sus continuas sonrisas, sus silencios misteriosos, el buen aroma que emanaba su cuerpo y ese bien arreglarse, cubriéndose de bellas alhajas que realzaban aún más su figura, lo tenían animosamente obsesionado. Verdaderamente estaba creando un “mito” que le hacía vibrar el corazón cada martes y jueves, días de las clases sobre la Málaga Contemporánea. Esa elegante mujer que podía también ser sexagenaria, a pesar de su edad, traslucía la evidencia de haber sido una persona de gran belleza.

Alicia cuidaba bastante su cabello negro azabache, probablemente teñido, con una sencilla permanente. Sus ojos eran de color castaño claro. Su epidermis descubría el paso de los años, aunque no soportaba excesivas arrugas. Sin duda se había sabido cuidar y proteger con las cremas necesarias. Sabía elegir con elegancia la hechura y la tonalidad de su ropa, optando por colores suaves y agradables, más bien “fríos” que incrementaba y excitaba la imaginación del esforzado transportista. Cuidaba su limpieza al máximo, añadiendo esos perfumes “oníricos” que hacían muy grata su proximidad. Solía usar gafas con cristales “fumé” lentes que en realidad no necesitaba, pero que potenciaba la magia y la ilusión imaginativa de un aturdido Mauro, aquejado de una cada vez más insoportable soledad. Pero la realidad es que apenas sabía datos concretos de la misteriosa compañera de clase.

¿Cómo reaccionaría Alicia, si algún día la invitara al cine o a compartir una merienda, en ese ambiente lúdico y cosmopolita de una ciudad con tan numerosos atractivos e incentivos como era la bella y hospitalaria Málaga?

Cierto día Mauro quería aclarar un dato que don Crispín había expuesto en la clase del día anterior. Mientras aguardaba turno, pues el profesor atendía a otro compañero, pudo comprobar en el listado de alumnos que estaba encima de la mesa el nombre completo de su compañera de asiento: Alicia Rosas Pardial. En esa divertida tarea detectivesca, fue añadiendo datos sobre una persona que lo tenía “trastornado” positivamente, en el mejor sentido del término. Incluso un día la siguió a distancia, después de clase y vio que tomaba el bus municipal nº 1 en Capuchinos. Alicia tenía su domicilio, según después averiguó, en calle Héroe de Sostoa, en la zona urbana de la Carretera de Cádiz. A la señora se le escapaban datos, en el contexto de las conversaciones que Mauro provocaba. Con ello pudo saber que la compañera vivía sola. No llevaba alianza y nunca mencionó a marido, hijos u otros familiares. Por supuesto y como contraste el camionero siempre se había “abierto informativamente” hacia ella, aportándole muy numerosos detalles sobre la privacidad de su vida y su larga actividad con las manos al volante.

Alicia era aficionada al cine, información que Mauro obtuvo gracias al comentario que don Crispín ofreció acerca de películas, más o menos famosas, que habían sido rodadas en la capital de la Costa del Sol, oportunidad que incluso facilitó la intervención espontánea, de la alumna Rosas. En un momento de afortunado impulso, su “obsesionado” compañero le hizo al final de la clase el siguiente ofrecimiento:

“Si tanto te agrada el cine, te invito a que vayamos este fin de semana a ver la película que tú buenamente elijas. Te dejo la elección porque desde el COVID no he vuelto a pisar una sala cinematográfica, por eso de la prevención y los contagios en los lugares cerrados. A mí me gustan las pelis de acción, pero seguro que tú sabes hacer la mejor elección. Me he dado cuenta de que entiendes mucho de este tema. Solo te pido que sea una buena película para distraernos.” Para su asombro, Alicia se le quedó mirando, con su sonrisa habitual.

“De acuerdo, compi. Te lo has ganado por su generosa insistencia. Eres un buen amigo y una mejor persona”.  

La alegría para el camionero fue de gran calibre. Realmente lo que él pretendía es aprovechar esta gozosa oportunidad, que tanto tiempo llevaba buscando, para poder después invitarla a tomar algo, haciendo una cena ligera en algún restaurante italiano, chino o aquéllos especializados en el típico tapeo, en esa zona alegre y cosmopolita de Alcazabilla y la Plaza de la Merced. Habría entonces muchas oportunidades para facilitar la apertura de Alicia o al menos conseguir que hablara un poco más sobre ella, a fin de conocerla mejor. El animoso camionero pensaba que tenía todo el derecho para este noble objetivo, porque él había sido bien explícito sobre sí mismo.

La cita quedó concretada para ese mismo viernes. A las 18 horas el fervoroso compañero la estaba esperando en la parada del bus número 3 en la Alameda Principal. Los dos amigos se presentaron bien “arreglados”, dada la especial ocasión que iban a disfrutar. Él se puso chaqueta y corbata, por supuesto ropa limpia que bien se había preocupado de planchar. Ya estaban metidos en el otoño y la humedad de Málaga, por su proximidad al mar, se nota bastante cuando el sol se despide en el avanzar de las tardes. Ella, como siempre, manteniendo una admirable elegancia, con un bello traje de chaqueta y falda plisada del mismo tono que sus ojos, marrón oscuro. Ese “embriagador” perfume con olor a rosas, como su apellido, destacaba más que nunca, luciendo un notable aporte de joyas sobre su cuerpo, gesto que acrecentaba su proverbial y cuidada elegancia.

Visionaron en la gran pantalla del municipal Cine Albéniz la comedia romántica francesa titulada Crónica de un amor efímero, interpretada por Sandrine Kiberlaind y Vicent Macaigne, película que mucho les agradó. A la salida de la proyección, con una elegancia hábilmente calculada, ofreció a su compañera ir a tomar algo para la cena, caminando bien despacio por un entorno muy populoso y alegre, repleto de turistas. Era viernes noche y las terrazas de los establecimientos restauradores estaban con las mesas prácticamente ocupadas de comensales, a esa tardía hora en que las estrellas brillan sobre el manto azul oscuro del cielo. El apetito apretaba para reponer fuerzas. La veterana pareja tuvo suerte, pues en el Restaurante Cañadú, un clásico malacitano de platos vegetarianos, había quedado una mesa libre en una de las esquinas, al lado de un gran farol de luz suave y “cremosa”. Mauro miró a su compañera y le dijo: ¿Lo intentamos? Nunca he comido en este tipo de restaurante. Lo podemos probar pues dicen que es comida bastante sana”. Pidieron bebida de naranja con azahar y de plato principal un cuscús marroquí con verduritas asadas para compartir (por sabio consejo del camarero). 

Los dos románticos comensales se miraban, sonreían e intercambiaban temas banales de conversación. Compartían también unos entremeses de ensalada con crema de avena, cuando ella, de manera inesperada, tomó el mando de la conversación. Lo hizo con decisión y sin perder un gramo de su habitual simpatía.

“Bueno, compañero y buen amigo Mauricio. Nos conocemos desde hace dos semanas y media. Durante las cinco clases que hemos compartido, has sido muy amable y generoso conmigo. Te has “abierto” a la amistad, dándome una imagen transparente de tu buena persona. Sé que has trabajado toda la vida como transportista y que apenas hace tres años perdiste dolorosamente a tu querida y añorada mujer Lourdes, que pienso estaría bien orgullosa de ti. Tienes una familia bien situada, con los hijos casados e incluso la alegría de los nietos. Tus aficiones son muy sanas y agradables: pasear, hacer excursiones, el cine, prepararte las comidas. Ya me comentaste que te cansaba la lectura, por la vista. El mismo hecho de matricularte en la UMA demuestra tu interés por mantener la mente despierta. Eres muy noble de carácter y llevas muy bien la edad. Sin duda, un buen, el mejor compañero que podía tener, para esta fase de nuestras vidas, pues ya somos mayores o veteranos de la existencia.

Soy consciente de que por activa y por pasiva te has esforzado por conocer lo que fuera posible de mi persona. Pero te habrás dado cuenta de que soy muy celosa de guardar mi privacidad. He de confesarte, en este sentido, de que hay páginas en mi vida que no te agradarían. De ahí mis silencios y ese aire misterioso que probablemente habrás detectado en mi persona. Me has preguntado en alguna ocasión el por qué nunca tomo apuntes de las interesantes clases que don Crispin nos da. En realidad, mi nivel cultural es bastante limitado. Procedo de una familia muy pobre, cuyo padre abandonó a sus cinco hijos. Mi madre, que en gloria esté, nos supo sacar adelante como humilde y esforzadamente pudo: lavando, limpiando, planchando en casas ajenas y durante muchas horas. Yo que era la mayor de los cinco hermanos tuve que ejercer “de madre” con mis hermanos.

Pero el dinero faltaba en nuestra familia, para atender a lo más básico. Como era llenar la boca de cinco niños hambrientos. Cuando apenas había cumplido los catorce años, comencé a buscar dinero … de la manera más fácil e ingrata, tarea para la que tuve un buen aprendizaje de una vecina que se llamaba Dorotea. No la he olvidado. Esa vecina de media edad me enseñó todo lo que era necesario, saber y hacer, para satisfacer al cliente de turno. A lo largo de mi vida, he tenido momentos en los que quería abandonar esta venta de mi cuerpo, para satisfacer el deseo de gente viciosa. Pero cuando te gusta el dinero y cada vez pones el precio mal alto, es complicado abandonar. Por mi cama han pasado muchos hombres. Algunos, personas importantes Y “respetables” por su cargo, de esos que salen en las revistas y periódicos, como personas honestas y formales, pero que si los vieras en sus partes íntimas, pidiendo y haciendo lo que quieren, te asombrarías de la hipocresía y falsedad en que se sustenta el mundo en que vivimos.

A medida que pasaban los años, yo iba gastando y “tirando” el dinero que bien me iban pagando, aunque en este terreno supe rectificar con sensatez. Pero ese paso del tiempo fue perjudicando a mi cuerpo y comencé a tener menos solicitantes. El prestigio en las redes de ALIX, LA DIOSA DEL PLACER, se fue debilitando a pasos agigantados. Lo malo corre más rápido que lo bueno. En gran medida, casi todo en este terreno es pura vanagloria y falsedad. Me fui retirando, cumplidos ya los cincuenta. Por fortuna, al menos supe invertir en la compra de algunos locales y garajes y estas rentas me dan para vivir con modestia en la actualidad. Entenderás que no coticé, pero ahora recibo una paga muy baja, de “subsistencia”.

Después de todo lo que he visto, vivido y padecido, ahora sólo pretendo ser una mujer anónima, que lleva una vida apacible. De mis cuatro hermanos, únicamente sé de uno de ellos, que trabaja de vigilante de seguridad. Con respecto a los otros tres, hace décadas que perdí su pista. Parece que se los ha tragado la tierra”.

Profundamente asombrado, acerca de lo que Alicia le estaba confiando, con esta admirable y valiente sinceridad que mostraba, se había quedado prácticamente “mudo”, sin saber qué decir o añadir. Habían traído el gran plato de cuscús con verduras para dos, pero ninguno hizo ademán de tomar la cuchara a fin de repartir su contenido. Tras unos segundos de confusión, sólo acertó a dirigirle una pregunta. Mauro tuvo la delicadeza de no ahondar en la realidad histórica de Alicia “¿Y por qué te has matriculado en este curso de la universidad? La respuesta fue inmediata:

“Creo haberte comentado que apenas cursé estudios primarios. Mi cultura es muy limitada. Pero una señora, que suelo encontrarme en la peluquería, Bonifacia, persona verdaderamente entrañable, me habló de estos módulos para el aprendizaje, para los que no se exige titulación alguna. Sólo superar los 55 años y tener ganas de aprender. Pensé que, con esta clase, podría conocer un poquito más acerca de la bonita ciudad que me vio nacer y en que he desarrollado toda mi vida. La verdad es me gusta casi todo lo que nos cuenta don Crispín. Son informaciones muy amenas e interesantes”.

“Ahora, amigo Mauro, que ya conoces la verdad de mi vida, sé que serás prudente con todo lo que te he contado. Me tranquiliza que así te explicarás mi extraño comportamiento. En realidad, pretendo pasar lo más desapercibida posible. Las personas somos diferentes a cómo los demás nos ven. Con tu generosidad, bondad y esfuerzo has sabido ganarte esta explicación que sin duda necesitabas. Debo también pedirte perdón … por haber derribado todas tus esperanzas y buenas intenciones. Tu respuesta, de hoy en adelante, la aceptaré sin el menor reproche. Tienes todo el derecho del mundo a pensar y a actuar como mejor desees. Claro que valoro tu amistad. Pero sabré entenderte y respetarte”.

El buen plato de cuscús se fue enfriando sobre la mesa, al paso de los minutos, sin que ninguno de ambos comensales tomara una sola cuchara del apetitoso preparado.

Han pasado casi dos meses desde esa noche a finales de octubre, que tan relevante resultó para estos dos alumnos del Aula de Mayores. La Navidad se acerca y ambos preparan la celebración de unas fiestas entrañables en el domicilio de Alicia. Ella y Mauro mantienen sus propios domicilios, pero comparten juntos muchas de las horas del día. Se quieren. Se necesitan

Aquella mágica noche de viernes otoñal, en Cañadú, Alicia fue extremadamente valiente y generosa en su sinceridad. Pero hubo un “divertido” aspecto que ella supo guardar para su conciencia, en cuanto a otro motivo añadido, para elegir ese determinado módulo en el Aula de Mayores UMA. ¡El veterano profesor que lo impartía había sido cliente de esta alumna, hacía más de tres décadas! experiencia que repitió una vez más, a los pocos días. En la actualidad, el profesor no la reconoció, lógicamente, ni por su nombre ni por su aspecto. Pero Alicia sí se había quedado con ese curioso o peculiar nombre, en su memoria, valor en su persona que mantiene muy desarrollado. En aquel lejano tiempo, Críspulo era un joven bien parecido y con una vitalidad física encomiable, que ahora lógicamente no puede desarrollar. -

 

 

UNA MISTERIOSA Y ATRACTIVA

COMPAÑERA DE CLASE

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 06 OCTUBRE 2023

                                                                                  Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

                                                                                  Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/