viernes, 25 de noviembre de 2022

CUENTOS PARA LA MEDIANOCHE, A TRAVÉS DE LAS ONDAS.

En ocasiones y para nuestra suerte tenemos oportunidad de conocer habilidades o capacidades ocultas de algunas personas, para realizar actividades muy diferentes a las que habitualmente desempeñan en función de su titulación o ejercicio laboral. Se da el caso de que incluso algunas de estas sorprendentes personas no eran plenamente conscientes de su maravillosa capacidad para llevar a efecto esas concretas destrezas o no valoraban la importancia cualitativa de sus actuaciones. En este contexto se inserta la interesante historia de este viernes.

REMIGIO CANTALAPIEDRA es un modesto y honrado ciudadano, 56 años, de los que lleva veintiocho trabajando en la misma empresa, como dependiente ferretero de un tradicional establecimiento denominado LA LLAVE INGLESA, enclavado en el antiguo centro histórico de la ciudad. Comenzó su vinculación laboral con el fundador de este comercio, don Lucas, el jefe que siempre apreció y destacó en Remigio, sobre los restantes dependientes de la tienda, su capacidad y buen hacer en la organización del muy variado material que ponían a disposición de su numerosa clientela. Además, Remigio poseía ese valioso don del trato amable y servicial para con los compradores, que éstos, lógicamente, agradecían.

Pero el fundador del negocio, al cumplir su séptima década existencial, decidió ceder todo el control del negocio a sus dos hijos, Mateo y Evelina, quiénes desde hacía tiempo pretendían transformar profundamente la dirección y organización de su afamada tienda. Una vez apartado, por propia voluntad, don Lucas de la jefatura comercial, sus dos hijos vieron la oportunidad de llevar a efecto esos ambiciosos proyectos innovadores. Contaban para ello que, desde hacía algún tiempo, algunas empresas habían realizado ofertas muy tentadoras para comprar este céntrico y espacioso local. En concreto, existía una empresa de restauración, franquicia americana de comida rápida, que puso sobre la mesa mucho dinero para conseguir sus objetivos de hacerse con ese muy bien ubicado local. Mateo y Evelina pensaban que con esa muy rentable venta podrían abrir una nueva y modernizada ferretería, en una zona próxima a los polígonos industriales, en unas naves muy económicas que, una vez adecuadas, serían un importante punto de referencia para los industriales y trabajadores en el sector de la construcción, la fontanería y los componentes eléctricos, principalmente.

En estos planes renovadores para el nuevo establecimiento ferretero, los hijos de don Lucas estaban decididos en reducir la carga económica laboral (seis trabajadores en total) cuyas nóminas y seguros sociales suponían un elevado peso para el equilibrio financiero de la entidad. Tenían la idea de establecer un nuevo centro comercial en autoservicio, en el que el cliente lo tuviera todo disponible sin la menos dificultad para su localización. El comprador elegiría el producto que necesitaba y pasaría de inmediato por caja. De los seis operarios, sólo mantendrían a tres, a fin de realizar labores de asesoramiento, almacenaje y cobro. Esta reducción de plantilla, en el 50 % de los trabajadores, iba a afectar muy directamente a los de mayor edad, entre los cuales era precisamente Remigio el primero que tendría que abandonar su puesto de trabajo, pues ya alcanzaba los 56 años.

El fiel y veterano operario de la Llave Inglesa se sintió desconcertado, hundido anímicamente y desesperado cuando recibió la carta de despido. Pensaba que, por su edad, aún le quedaban como mínimo nueve años para acceder a su jubilación reglamentaria. Ciertamente cobraría una indemnización por despido (que no sería muy elevada, pues don Lucas tardó algún tiempo en darle de alta laboral). También dispondría de unos meses de desempleo, pero no asumía el verse “en la calle” solicitando un nuevo acomodo laboral, petición que era sistemáticamente denegada, debido básicamente “a su elevada edad”. Llamó en decenas de puertas, pero en todas ellas recibía la misma respuesta: podemos ofertar trabajo, pero siempre para personas menores de 35 años.

Así fueron pasando los días y las semanas, tiempo en el que Remigio se veía sumido, cada vez más, en un estado de depresión anímica. Se sentía una persona inútil y sin función, en el seno de una sociedad cada vez más competitiva y automatizada. Con una edad todavía muy apta para el trabajo diario, se veía obligado a pasear cada mañana y cada tarde por la planimetría del laberinto urbano, soportando un estado de aburrimiento e incapacidad manifiesta y desde luego muy desagradable para sus expectativas. Se sentía un buen profesional de la ferretería, pero no le querían en ninguna parte, porque este negocio y otros similares habían ido cambiando hacía la automatización, bajo el imperio de la informática. La mano de obra no cualificada, en las más avanzadas tecnologías era cada vez más innecesaria.

Un día fue su mujer AMANDA, quien viéndole dar repetidos paseos por los pasillos del hogar familiar, sin saber qué hacer y protestando porque le estaba pisando el suelo recién fregado, le dijo con pocas y contundentes palabras aquello que pensaba, sin más contemplaciones:  

“Mira Remigio. Estoy harta de verte dar vueltas por la casa, sin nada que hacer. Pareces un “pato mareado” que no sabe dónde ponerse. Me dejo “machacada” la espalda con la fregona, limpiando toda la casa, mientras tú me vas ensuciando el suelo aún sin secarse con tus pisadas. ¿Por qué no te vas a la biblioteca pública, que la tenemos bien cerca de casa y allí te sientas sin tener que pasar el frío o la lluvia en la calle? Te puedes poner a leer los periódicos o algún libro que te interese. También puedes escribir o hacer jeroglíficos … lo que se te ocurra, matando así el tiempo de cada día. Te sentirás así menos aburrido e inútil. También a mí me dejarás más tranquila, que de verte tan aburrido y pensativo se me alteran los nervios. Nunca te has ocupado de la casa. Todos tus esfuerzos e ilusiones eran para la ferretería y ahora ya ves, los herederos de don Lucas te lo pagan poniéndote de patitas en la calle”.

Por una vez, Remigio decidió hacer caso a su mujer. Efectivamente, tenía una biblioteca pública municipal muy cerca de su domicilio, en la zona de la Unión-Humilladero. Por su intensa dedicación a la ferretería, no recordaba haber entrado nunca en el interior de este centro cultural. Como disponía, un día más, de toda la mañana libre, se animó a visitar esa biblioteca, con la esperanza de encontrar en su interior algún incentivo para la distracción. Una vez allí, estuvo un tiempo ojeando los periódicos del día. Después subió a la sala de lectura y estudio, viéndose rodeado de muchos jóvenes que parecían estar preparando sus exámenes y tareas de estudio. Recordando lo que le había dicho Amanda, pensó que podría escribir algo de lo que se le ocurriera, simplemente con la intención de entretenerse. Llevaba un bolígrafo Bic en el bolsillo de la chaqueta, así que se acercó a una joven estudiante y en voz baja le pidió si pudiera dejarle alguna hoja del voluminoso bloc en el que escribía la chica. Con una sonrisa en el rostro, la estudiante arrancó de su bloc hasta tres hojas, ofreciéndoselas a ese veterano compañero, que decidió sentarse junto a ella en el hueco que quedaba libre en la mesa. Remigio, tras darle repetidamente las gracias, ocupó ese asiento, que le “rejuvenecía” recordando lejanos tiempos de su infancia.

Revisó con la mirada las estanterías que rodeaban la bien ocupada sala, rodeada de estanterías con un universo cromático de libros. Comprobó que había una sección infantil, sala muy bien decorada, dedicada para la lectura y prestamos de volúmenes adaptados a la edad de los más pequeños usuarios. Así que se dijo “voy a tratar de escribir un cuento para niños”.  En esta lúdica actividad estuvo ocupado durante un buen rato, pues aceptaba y entendía que él no era un escritor profesional. Se enorgullecía de ser un experto de la ferretería. Pero al tiempo recordaba que había dejado el colegio, al cumplir los dieciséis años, pasando por diversos trabajos hasta que echó raíces en la Llave Inglesa. Cuando miró el reloj que tenía en su muñeca, comprobó que las tres páginas que había redactado le habían ocupado prácticamente hasta la hora del almuerzo. Entonces la muchacha del bloc, que le había estado observando con “el rabillo del ojo”, le dijo “divertida”:

“Tiene Vd. una letra muy bonita. Seguro que ha escrito algo bastante interesante. Para que no se le arruguen las hojas, le voy a dejar una carpetilla de plástico. Yo tengo varias en mi mochila”.

El veterano usuario de la. Biblioteca le dio de nuevo las gracias, preguntándole al tiempo por su nombre. “Me llamo Alicia y estudio en la facultad de Ciencias de la Educación”. “Pues vas a ser una excelente maestra. Porque desde luego, ya eres una gran y generosa persona. Te deseo un buen día, amiga Alicia. Nos veremos otro día, en este magnífico lugar donde se respira a cultura y goza de mucha tranquilidad”.

Ese mismo día, por la tarde, se dirigió a una papelería, para comprarse un buen bloc. Se había sentido a gusto, escribiendo esa mañana en la biblioteca una bella historia de un niño que le hablaba al gato de su casa, sentándose junto a él en el patio trasero de la vivienda. Viendo las posibilidades de este entretenimiento, cada mañana, tras el desayuno, se dirigía hacia la biblioteca pública. Comenzaba leyendo la prensa y una vez puesto al día de las principales noticias del día, subía a la primera planta, en donde estaba la sala de lectura. Ocupaba uno de los cada vez más solicitados asientos libres y tras pensar durante unos minutos, comenzaba a rellenar las páginas de su bloc con un nuevo cuento, mayoritariamente de argumentación y tratamiento infantil. Con frecuencia coincidía con su joven amiga Alicia, quien lo recibía y saludaba con una sonrisa, ofreciéndole algún caramelo o chicle de los que la chica siempre llevaba en su bolso/mochila.

“Hoooola Remigio ¿cómo está mi amigo el escritor? ¿tienes ya el argumento de la historia para el cuento de hoy? Cuando dentro de dos semanas termine los exámenes del cuatrimestre, me tienes que dejar alguno de tus cuentos. Seguro que todos son divertidos y adaptados a la mentalidad infantil”.

El ahora “escritor”, ferretero en paro, de vez en cuando solía pasarse por la oficina de empleo, pero el funcionario que lo atendía, Crispín Arce, le repetía la misma y desalentadora cantinela:

“Remigio, en tu perfil laboral, quieren sólo gente joven. Personas que no hayan superado los 30-35 años de vida. Para su línea de actividad, sigo sin tener nada. Por encima de los 50 es muy difícil. Para los camareros, me admiten hasta los 45. Hay empleos de guardas nocturnos, que llegan hasta los 50 como tope. Tengo una solicitud de un señor de compañía para un suizo (con dinero) de 78 años. Pero se le exige que domine el idioma alemán. Como ves, estamos sometidos a la dictadura o condicionante de la edad o el idioma. Pásate dentro de un par de semanas, aunque si saliera algo antes, te avisaría. Tengo tu teléfono”.

Así que Remigio seguía practicando la narrativa, escribiendo uno o dos cuentos infantiles a la semana, historias que iba guardando en un archivador que también se había comprado. Una tarde vino a su domicilio AMINA, para traer a sus tíos un bizcocho que les había preparado su madre Herminia.  Esta sobrina había estudiado en la facultad de Ciencias de la Información y en la actualidad ejercía como locutora en la emisora Radio 101 Málaga. Se quedó a merendar con Remigio y Amanda. En la conversación que mantuvieron, su tío le trajo el archivador de los cuentos infantiles, redactados por él a lo largo de los días. Amina los estuvo ojeando, vivamente interesada por sus contenidos.

“No conocía esta maravillosa faceta tuya, tío Remigio. Pensaba que sólo dominabas el trabajo de la ferretería y ahora me doy cuenta de que también tienes madera de escritor. No me lo esperaba. Ha sido una asombrosa y gratísima sorpresa ¿Por qué no me dejas algún cuento, que no sea muy largo en su redacción, pues me interesaría leerlo en un programa de madrugada que llevo, desde lunes a jueves? Estoy segura de que a los oyentes noctámbulos, por obligación o por insomnio, les agradará escuchar alguno de estas historias infantiles que siempre gustan, sea cual sea la edad del radioyente”.

A Remigio le ilusionó la idea de su dinámica sobrina. Eligieron uno que se titulaba Nina y la Hormiga, una sencilla y simpática narración, que ocupaba un par de páginas. Lo importante fue que este cuento para niños (y adultos) caló bastante bien entre el público oyente: insomnes, personal sanitario y de seguridad, trabajadores del pan, estudiantes, opositores, etc. A la emisora llegaron comentarios elogiosos de esta original historia, que ponía una nota de color, ingenio y fluidez expresiva, en las ondas de la madrugada. A pesar de la brevedad del relato, el “inesperado” escritor había marcado muy bien los tres tiempos básicos de la narración: la introducción, el desarrollo argumental y, por supuesto, el necesario final o desenlace. Amina contactó en los días siguientes con su tío, rogándole que le facilitara otra de sus historias, similar a la que tan buena acogida había tenido entre los radioyentes. Esa segunda oportunidad fue el cuento titulado Dos gotas de agua se hacen amigas.

Para alegría y sorpresa del antiguo ferretero, una tarde recibió una inesperada llamada telefónica. La comunicación procedía del director de programación de Radio 101. Málaga, Santos Piédrola. Tras presentarse, le pedía si pudiera reunirse con él, concretando lugar y hora, pues deseaba ofrecerle una colaboración permanente y retribuida, ya que esos cuentos de madrugada eran muy bien aceptados por los radioescuchas. Remigio no daba crédito a lo que estaba viviendo. Era el primer trabajo que le ofrecían, después del doloroso y “traumático” en lo anímico despido. Y ¡a sus 56 años!

Han pasado algunos meses de estos hechos y este sorprendente colaborador radiofónico de la madrugada, continúa entregando dos cuentos semanales, que son emitidos los lunes y los jueves, exactamente a la una en punto del nuevo día. Esas narraciones son leídas precisamente por una periodista de su misma sangre: Amina, su activa y querida sobrina. En realidad, la colaboración económica que Remigio recibe no es elevada, pero sí muy significativa para elevar el ánimo “vapuleado” del buen ferretero escritor. Por supuesto que continúa buscando un trabajo estable, pues aún se siente útil para desempeñar servicios a la sociedad. Pero son muchas las mañanas y algunas tardes, en que acude feliz con su bloc bajo el brazo, a esa biblioteca pública, en la que encuentra el ambiente necesario para construir sus historias. Suele encontrarse con Alicia, quien sigue compartiendo sus “chuches” con ese “señor mayor y buen amigo” que sabe componer con destreza e imaginación en el pentagrama narrativo de la ficción.

Una tarde Remigio fue a la emisora, para entregar en mano los dos cuentos habituales para la semana próxima. Se encontró con Santos Piédrola quién bajaba a tomar algo de merienda, invitándole para que lo acompañara en el frugal ágape. En la grata conversación que mantuvieron, el jefe de programación le planteó una “lógica” pregunta al habilidoso narrador, interrogante que llevaba en su mente desde hacía tiempo. 

“Ya que me lo pregunta, le confiaré amigo Santos el posible origen de esta capacidad para la fabulación infantil y adulta, para mí desconocida hasta hace muy poco tiempo. Le explico. Cuando era pequeño, mi añorada madre, tenía por nombre Dorotea, que en gloria esté, me narraba cada noche una pequeña y agradable historia, que aquélla sin par persona se inventaba hasta que veía a su querido niño cerrar los ojos para iniciar el mundo de los sueños. Creo sinceramente que ahí se halla la fértil semilla de mis cuentos, para los niños y también para todos esos adultos que felizmente no han olvidado la memoria de su infancia”. -  

 

 

 CUENTOS PARA LA MEDIANOCHE,

A TRAVÉS DE LAS ONDAS

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

25 noviembre 2022

                                                                                Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

                 Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/



 

viernes, 18 de noviembre de 2022

LAS CUATRO CURIOSAS PRUEBAS PARA GRACIO.

Cuando caminamos por las calles de nuestras raíces urbanas o rurales, normalmente mantenemos la mirada centrada al frente de nuestra trayectoria. Sin embargo, hay viandantes que tienen por costumbre ir fijando sus ojos en el suelo que van pisando, tal vez por precaución a las caídas, si éste es poco uniforme, o también para evitar pisar sustancias indeseables que pueden manchar o ensuciar los zapatos o incluso los bajos del pantalón. Son los menos quienes focalizan sus ojos manteniéndolos durante intermitentes segundos en las zonas elevadas de los edificios, por el riesgo de tropezar contra otros peatones o el mobiliario urbano municipal. Desde luego que observar la parte elevada de las manzanas de piso nos proporciona una sugestiva visión de “otra ciudad”, cuyos elementos nos resultan curiosamente novedosos. En este contexto, acerca del plano en que fijemos usualmente nuestra visión, se inserta la trama argumental de nuestro especial relato de esta semana.

La mañana se había despertado con una soleada templanza térmica, impropia del mes otoñal que señalaba el almanaque, grata situación atmosférica que invitaba a disfrutar el paseo por las diferentes zonas del perímetro urbano de la capital provincial. GRACIO Eliazabal había sido prejubilado a sus 59 años, en la entidad bancaria donde había estado trabajando durante más de tres décadas de su vida laboral.  Esta jubilación anticipada era consecuencia de una fusión bancaria con otra poderosa entidad financiera, lo que había provocado una intensa reconversión laboral con el despido de los trabajadores de mayor edad. Aquella mañana de noviembre, el protagonista de nuestra historia terminaba de tomar el desayuno, que le había preparado su mujer Hipólita. Era la segunda vez que su enfadada cónyuge le recriminaba para que terminara de tomarse el tazón de café con leche y las tostadas con aceite, a fin de que se marchara a dar el cotidiano paseo mañanero. La mujer estaba dispuesta a limpiar el suelo de la casa y temía que su marido le pisara las zonas aún húmedas, estropeando la calidad de su esfuerzo.

Dadas las exigencias de su mujer, que no eran nuevas, aunque se habían intensificado tras la jubilación de su marido, aceleró la ingesta de la última tostada, a la que tuvo que raspar con el cuchillo, pues había salido algo quemada del tostador. So colocó la chaqueta vaquera comprada en las rebajas de julio, saliendo a continuación del piso, no sin antes despedirse de Hipólita, sin recibir palabra alguna de ésta. La radio estaba puesta a elevado volumen y posiblemente ni se enteró de la despedida de su esposo.

Gracio llevaba unos ocho meses jubilado. Se disponía, un día más, a recorrer algunos de los tramos más o menos céntricos de la ciudad, con la esperanza de encontrarse con alguna persona conocida, a fin de poder entablar ese “ratito” que tanto reconforta y distrae. En alguna ocasión había intentado contactar con antiguos compañeros de la entidad financiera, ahora prejubilados como él. sin embargo, éstos le regalaban educadas palabras, justificándose en no poder quedar con él, debido a diversos motivos que banalmente trataban de ocultar la muy escasa voluntad que tenían en asistir a ese propuesto reencuentro. Por ello, emprendía su diario paseo, aprovechando el magnífico tiempo reinante, realizando ese ejercicio que tanto bien le proporcionaba a su salud, especialmente para su cintura y el corazón.

Aunque su edad no era demasiado avanzada, los hábitos adquiridos durante tantos años sentado en la oficina bancaria delante del ordenador, le había provocado una tendencia a curvar la columna vertebral de su cuerpo, con algunos problemas para las cervicales y lumbares, por lo que se veía obligado a tomar, de forma periódica, diversos calmantes. Fuera por esta circunstancia u otro hábito corporal, solía caminar por el “laberinto urbano” fijando casi con cierta permanencia la vista en el pavimento de las calles. Así lo hacía también durante esa mañana de lunes. En ocasiones distraía su mente deteniéndose ante algún escaparate, especialmente cuando pasaba junto a una librería o también esas confiterías con pasteles apetitosos. Dos de sus más gratas y suculentas aficiones.

Así marchaba por el lateral sur del Parque malacitano, cuando en la base y hendidura de un frondoso árbol, posiblemente un gigantesco ficus centenario, observó que habían colocado un pequeño sobre blanco, con un gran número 1 de color verde impreso en su anverso. Estuvo durante unos segundos observando el pequeño sobre, dudando si consultar su contenido. Alguien lo habría dejado allí, bien colocado en la hendidura arbórea abierta en el tronco. Al fin se decidió investigar sobre el asunto, para “matar” un poco el aburrimiento que cada mañana y tarde le embargaba.

El sobre estaba cerrado, pero no pegado, por lo que el intrigado paseante tomó asiento en un banco de piedra cercano. Allí abrió, temblándole el pulso, el curioso descubrimiento, hallando y extrayendo de su interior una tarjeta, también de color verde claro, con un enigmático texto que decía:

 

“1ª ETAPA resuelta. Te quedan sólo otras tres fases, a fin de que puedas conseguir el deseado BIG GIFT o el gran regalo para tu ilusión. Dirígete ahora a la taquilla de un cine cercano y, desde ésta, camina unos diez metros, siguiendo la línea de la fachada hacia el norte. Pronto descubrirás el sobre número 2, con nuevas instrucciones. Ánimo. Tienes el gran regalo cada vez más cerca”.

A Gracio le resultó interesante y divertido el reto que se le proponía. Tenía toda la mañana libre, sin obligación alguna a resolver. Pensó que podría tratarse de algún juego promovido en las redes sociales informáticas de Internet. En todo caso se distraería, haría algo de ejercicio y tal vez conseguiría algún premio, que siempre viene bien para sustentar el ánimo.

No había que ser un lince de la imaginación, para deducir que la sala cinematográfica a la que debía dirigirse no estaba a muchos metros de distancia. Tenía que desplazarse a la vecina calle Alcazabilla, en donde aún permanece uno de los escasos cines que enriquecen la capital malagueña: las cuatro salas que conforman el Cine Albéniz, desde hace unos años de titularidad municipal. En poco más de cuatro minutos llegó a la taquilla del complejo cinematográfico, que a esa hora de la mañana permanecía lógicamente cerrada. Una vez allí, fue midiendo esos pasos que le hacían dudar si eran demasiado grandes o pequeños. Repitió los recorridos, siguiendo las instrucciones escritas del sobre nº 1. Aunque variaba la trayectoria de su desplazamiento, por más que miraba y miraba no veía sobre alguno en ningún recoveco de la histórica y remozada fachada.

A pesar de ser lunes, la monumental e histórica calle Alcazabilla se veía cada vez más poblada de turistas y gente de paso, camino de las distintas áreas de Málaga centro. La zona, concurrida de bares, cafeterías y restaurantes, atraía también la presencia de gente bohemia, artesanos de la piel y de distintos tipos de abalorios, especialistas en pompas de jabón, mendicantes y la nota artística de cantautores, que entonaban con su instrumental bellas canciones. En concreto había uno, situado a unos metros de la fachada de los multicines, que versionaba conocidas y entrañables grabaciones del famoso y universal autor y cantante canadiense Leonard Cohen (1934-2016). La melodiosa música atrajo la atención del confuso ex profesional de la banca quien, tras escuchar un par de piezas, reparó en que al pie de la silla de tijera utilizada por el bardo callejero estaba colocado un sobre similar a que había encontrado y consultado en el Parque. En el anverso destacaba un 2 muy bien señalado.

Cuando el cantante finalizó la melodiosa canción que interpretaba, Gracio se le acercó y tras echar un par de monedas en su gorra de fieltro azul oscuro le hizo una señal, como preguntándole si podía consultar el sobre. El joven cantautor asintió con una sonrisa, agachándose y poniéndoselo en sus manos. Lo abrió con presteza y extrajo una tarjeta similar a la primera desde su interior.

 

“2ª ETAPA resuelta. Enhorabuena, por tu capacidad y valentía. Te quedan sólo dos fases, a fin de que puedas conseguir el anhelado BIG GIFT o el gran regalo para tu ilusión. Te estás acercando a una realidad que te entusiasmará. Sé constante y valiente y continua estas fáciles pruebas. El sobre número 3 lo encontrarás algo más lejos de este espacio monumental y concurrido sobre el que estás. Desplázate hacia el Santuario de la Victoria, Patrona de Málaga. A la derecha del magno templo, observarás que hay un camino, entroncado con la naturaleza arbolada, denominado Camino del Calvario. Prácticamente en sus inicios encontrarás unas formas escultóricas, talladas en madera. Hay numerosas pequeñas casas, que habitan en troncos de árboles. En una de ellas, puedes encontrar el sobre que andas buscando. ¡No desanimes, en el voluntarioso intento!”.

Devolvió el sobre al cantautor, con el agradecimiento subsiguiente. Entonces inició el camino hacia el magno santuario, con un itinerario fácil, pues sólo tenía que atravesar la Plaza de la Merced y recorrer la ruidosa, densificada de peatones, comercios y tráfico rodado, calle Victoria, hasta llegar a la Plaza del mismo nombre, conocida popularmente por el Jardín de los Monos, subir el Compás y encontrarse con el templo patronal. A su derecha buscaría ese camino del Calvario, por el que no recordaba haber pasado nunca o tal vez de pequeño. Los sentimientos que albergaba Gracio en esos momentos eran contrastados. Se sentía alegre y distraído por la intrigante aventura que estaba protagonizando. Ilusionado también por el regalo que estaba dispuesto a conseguir y que se lo entregaría a su mujer Hipólita, a fin de alegrarle la cara y tenerla algo más contenta, pues la mayoría de las horas la veía malhumorada desde que él se tuvo que jubilar. Efectivamente, desde su prejubilación “obligatoria” la convivencia con ella se había multiplicado en horas y ese mayor tiempo de permanencia en casa se había tornado en menos cordial, más conflictivo, a pesar de su gran esfuerzo para la paciencia.

Ese Camino del Calvario le agradó desde un principio. Se veía bien cuidado y todo el camino rodeado de un frondoso arbolado, elevado ejército arbóreo que ofrecía un paisaje de naturaleza inserto en plena densificación urbana. Apenas había recorrido unos cien metros del verde y saludable paisaje cuando, efectivamente como indicaba la tarjeta número 2, divisó a su izquierda unos bloques de gruesos troncos arbóreos, que miraban hacia el camino peatonal. Al acercarse a los mismos, quedó francamente maravillado al comprobar la pericia tallista del escultor, quien los había trabajado con ímproba paciencia y destreza, conformando unas formas de casa, templos y figuras muy habilidosas y perfectas, bloques que descansaban bien colocados sobre el suelo térreo. Su asombro aumentó de nivel al comprobar el respeto que los viandantes que por allí pasaban habían mostrado hacías esas verdaderas obras de arte. Como era previsible, no tuvo dificultad alguna en hallar el sobre número 3, el cual descansaba al pie de una de las asombrosas piezas talladas.

Con indisimulable avidez nerviosa leyó, en un par de ocasiones, la tarjeta que contenía.

“3ª ETAPA resuelta. Enhorabuena, por tu esfuerzo y constancia. Admirable. Te quedan sólo una fase, a fin de que puedas conseguir el anhelado BIG GIFT o el gran regalo para tu ilusión, que tienes al alcance de la mano. Para culminar tu búsqueda, habrás de aplicar no sólo un poco de esfuerzo físico, en el recorrido a realizar, sino también el ingenio que sin duda ilumina y enriquece tu mente.

En las siguientes sílabas tienes el itinerario que habrás de seguir. Son las iniciales de puntos básicos, emblemáticos, por los que habrás de pasar, desde el lugar en que estás, pero que no se citan en orden de trayectoria. TE, IN, CR, CON, EC. Tendrás que completar esas palabras para alcanzar el destino premiado.

Para que no lo tengas tan difícil, te añadimos las sílabas o letras que continúan a esas primeras, pero que tampoco están en orden de trayectoria. SE, AT, ON, IS, ST. Aplica tu inteligencia y verás como todo te resulta más fácil. Suerte. Te esperamos”.

El paciente e ilusionado Gracio comprendió que estaba ante la prueba más difícil a superar, si quería llegar a la meta con premio. El reloj marcaba las 12:30. Sabía que Hipólita tendría dispuesto el potaje del día para las 14:30. Disponía de apenas dos horas para resolver el enigma, teniendo en cuenta de que tenía que llegar a su domicilio en Héroe de Sostoa (Tomás de Sostoa Achúcarro 1786 -1849) muy cerca de la estación ferroviaria, Málaga. María Zambrano. No se podía alejar mucho de la zona en que se encontraba, aunque siempre podría tomar el bus circular 1 para llegar a tiempo y no recibir los reproches de su cada vez más nerviosa e irascible cónyuge. Se sentó tranquilamente en un pequeño malecón que estaba en el camino de los troncos tallados, para reflexionar ante las sílabas que tenía por delante en la tarjeta. En realidad, Gracio conocía bastante bien la zona donde se encontraba, pues en su juventud había estudiado Ciencias Económicas y había recorrido todos los parajes en los que suponía debía de estar la clave de la prueba. Efectivamente, en no más de unos diez - doce minutos, ya había deducido el itinerario que habría de seguir, siguiendo las claves de esas palabras que venían parceladas en partes de sus sílabas. CRISTO DE LA EPIDEMIA, ECONOMICAS, TEATRO CÁNOVAS, CONSERVATORIO, INSTITUTO CÁNOVAS. Había logrado resolver el enigma. El 4º y último sobre debía de estar en la fachada o aledaños de ese centro de secundaria. Y hacia allí se dirigió.

La prueba no estaba resultando difícil, sino que, por el contrario, la percibía y vivía como amena y divertida. Le exigía un cierto esfuerzo físico, lo cual era también un factor positivo para su salud corporal, un tanto perezosa en los últimos tiempos.  La subida al altozano de El Ejido (de grato recuerdo para su memoria) le hizo comprobar la fortaleza de sus piernas. Sobre las 13 horas, ya se encontraba en la fachada tapial del Instituto de Secundaria.

Miró y revisó por los alrededores y no veía sobre alguno con el número 4 en su frontal. Aun así, no se desanimó, repitiendo los paseos a lo largo de la no bien cuidada fachada. El sobre blanco no aparecía y sólo veía la ristra de coches aparcados a uno y otro lado de la calle San Millán, con un elevado arbolado que disimulaba el abundante cemento urbano de la ciudad. Como pasaban los minutos y no resolvía el enigma del sobre, sintiéndose algo cansado decidió sentarse una cafetería bar muy concurrida por la masa estudiantil, en el inicio de la prolongada calle, a fin de tomar una cerveza que le tonificara y refrescara al tiempo. Sentado en una mesa exterior, disfrutaba de su cerveza, cuando a lo lejos divisó un amplio cartel anunciador, de un establecimiento cuyo negocio no concretaba, pero si distinguía un gran número 4 en la publicidad o información del mismo. Pagó de inmediato la consumición, terminando el contenido de su vaso de cerveza, acudiendo con presteza a ese lugar que señalaba la publicidad aérea. La clave estaba resuelta: EDICIONES 4  

Ahí estaba el importante “sobre “ que andaba buscando para completar la 4ª ETAPA, del atractivo juego que le había llevado toda la mañana. Era el nombre de una editorial, cuyas oficinas estaban en la aludida calle San Millán. Lo curioso del caso es que la sede editorial estaba casi perpendicularmente a las puertas del centro educativo de secundaria. Obviamente no había sobre. Sino un gran anuncio aéreo, que era la clave definitiva del ingenioso y laborioso proceso. Decidido a resolver la intriga, abrió la puerta del no espacioso local, encontrándose al frente con una mesa detrás de la cual estaba sentado un comercial de mediana edad, muy sonriente y con bigote, que vestía una chaqueta de mezclilla, color beige y marrón. El agente de la editorial se puso de pie estrechando su mano con la de Gracio, al tiempo que regalaba al sorprendido visitante una cómica reverencia, gesto que no pudo evitar el choque de su alopécica cabeza con la chaqueta vaquera de aquél. Con indisimulable acento argentino, se presentó como Afranio CHINCHILLA.

Apreciado y distinguido Sr. Graciano (así le denominó, desde el primer momento) No, no se ha equivocado, esta era la 4ª prueba y la ha resuelto precisamente en el lugar más apropiado: EDICIONES 4, una prestigiosa editorial, con un poderío comercial incuestionable en numerosos países de Europa y Am érica, a la que represento en esta bella ciudad malacitana. Tiene su sede central en el país donde nací, Argentina. Ha sabido ganarse, con su admirable esfuerzo y constancia ese BIG GIFT o el gran premio, sólo destinado a las personas inteligentes, cultas, esforzadas, creativas e imaginativas. Verdaderamente Graciano (permítame el fraternal y cariñoso tuteo, que sólo aplico a las personas selectas y casi de la familia) eres todo un ejemplo que muchos, todos, deberían seguir, en su caminar por la vida.

Este premio que pongo en tus manos es una joya de incalculable valor, que siempre agradecerás, por su inmenso valor cultural y sociológico. Te entrego, te regalo, este tomo 1º de una Historia Universal escrita por los perdedores, en contraposición a tantas páginas de interpretación histórica, siempre redactadas por las potencias vencedoras en los conflictos bélicos, económicos e ideológico que se han generado en la evolución de los tiempos. Este primer tomo, corresponde a la Prehistoria, y el Mundo Antiguo. 575 páginas, para aprender la verdad de los perdedores. También te ofrezco poder completar esta obra monumental, con los cinco tomos restantes, al módico precio de 35 euros cada uno. Y si necesitas comprarlos a crédito, te los llevas y sólo tendrás de pagar 10 euros mensuales, sin interés bancario para tu bolsillo.

Pero ediciones 4 no se olvida de la bella y angelical reina de la casa. Para la señora, hay también un regalo. Esta mágica sartén con tapadera, que fríe y guisa sin aplicarle aceite, con el ahorro económico subsiguiente y el gran beneficio para la salud de toda la familia. Es el último descubrimiento, en el arte culinario internacional, valorada a precio de mercado en 18 euros.  A buen seguro va a llevar la alegría a su divinal musa o compañera”. 

 

Por los dos regalos, Gracio solo tuvo que abonar el 21 % de su valor, exigido por la Hacienda Pública, unos 12 euros, Chinchilla se quedó con su teléfono, a fin de darle tiempo a que tomara una decisión con respecto a completar la colección de la Historia escrita por los perdedores. El hábil y convincente agente comercial tuvo el gesto de facilitar, al ganador de la prueba, una gran bolsa de plástico usada de Mercadona, a fin de que pudiera transportar cómodamente el volumen de Historia y la versátil sartén.

Un tanto aturdido por los acontecimientos que había protagonizado, Gracio se dirigió a la parada del bus C1 circular, en el barrio de Capuchinos. Al pesar del cansancio físico que acumulaba y a una cierta desilusión por no haber obtenido unos regalos más extraordinarios, entendía que la mañana del lunes había resultado distraída y plena de intriga, como los clásicos thrillers cinematográficos. Se había visto como un valiente aventurero, que sigue la senda del anhelado tesoro. Todo ello, compensando el aburrimiento de tantas mañanas, cuando se ha de ejercer de persona jubilada. La única preocupación que le embargaba era la imprevisible reacción de Hipólita, cuando le colocara la sartén que fríe sin aceite en sus manos, ya que su mujer sufría unos “prontos violentos”, desde que Gracio pasó a la situación de jubilado.

El autobús municipal circulaba por el densificado laberinto urbano malagueño, llevando entre sus pasajeros a un antiguo profesional de la banca, que hoy había mantenido una curiosa aventura, para llenar los minutos y segundos de un lunes otoñal. Gracio pronto llegaría a esa parada en donde se apearía del Circular 1. Ahora tendría que enfrentarse un día más a su rutinaria realidad, añorando aquellos “gozosos” años en la oficina bancaria, en donde se sentía realmente útil y realizado.  –

 

LAS CUATRO CURIOSAS PRUEBAS

PARA GRACIO

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

18 noviembre 2022

                                                                                Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

                 Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 


 

viernes, 11 de noviembre de 2022

LA MEJOR TERAPIA, EN TIEMPOS DE JUBILACIÓN.

A la entrada del gaditano pueblo blanco de Olvera se encuentra un restaurante denominado Las Perdices, en el que durante muchas de las horas de la semana bulle una reconfortante actividad, aportada por la numerosa clientela que acude al popular establecimiento. Los propietarios de este bien conocido centro restaurador son PASCUAL Ternero y su mujer FELISA Regalado, quienes se ven ayudados, en la intensa labor que diariamente realizan, por sus hijos Braulio y Luiso. Felisa es quien dirige la cocina, ayudada por su única y joven sobrina, Eutimia. Además, tienen contratado a un camarero o mesero muy servicial y de mediana edad, llamado Félix, aunque en los fines de semana y en celebraciones especiales, como bodas, bautizos, cumpleaños y onomásticas señaladas, contratan a más personal auxiliar.

El negocio se mantiene muy bien económicamente, pues muchos vecinos y trabajadores del lugar ocupan diariamente las mesas para tomar los desayunos, a lo que se une el grato tapeo del medio día y también el café o los refrescos de por las tardes. Las comidas son siempre de elaboración tradicionalmente caseras, muy apetecibles y variadas. Suelen aprovechar el espacio ajardinado que está junto al restaurante para colocar mesas al aire libre, en los días de templanza atmosférica. Por las noches sólo sirven cenas en los meses primaverales y del verano, aunque también los fines de semana, cuando hay mayor clientela, el establecimiento permanece abierto hasta el inicio de la madrugada.

La actividad empresarial que asume Pascual es muy intensa. Se ocupa de “casi de todo”, estando pendiente de cualquier detalle del servicio. Ello se refleja en la obesidad de su cuerpo que, con tanta actividad, rezuma ese sudor que no le abandona hasta la hora de la ducha cuando vuelve a su domicilio. Apenas amanece, el siempre activo propietario se desplaza al mercado para comprar o encargar los productos necesarios. Ya en el restaurante, atiende la contabilidad y los pagos bancarios. Organiza la cocina. Gestiona las reformas en las instalaciones. Se ocupa también de servir las mesas. Atiende los cobros. Todo ello repercute en esa “agradable” (para él) situación del estrés, que no le abandona, prácticamente, durante todo el día. Con esa multiplicada actividad se siente confortado, contento, útil y responsable, pues con ello piensa y percibe que el negocio funciona bastante bien. Físicamente, Pascual es un hombre grande, muy elevado de estatura, obeso, cabello negro bien recortado y contundente fortaleza corporal para cualquier necesidad.

Tanto su mujer, Felisa, como sus hijos, Braulio y Luiso, no dejan de aconsejarle que no se implique tanto en el trabajo diario, pues ellos saben perfectamente lo que tienen que hacer, para el buen funcionamiento del local. Pero el bueno de Pascual considera que su presencia absoluta en el negocio es más que aconsejable, necesaria e imprescindible. Teme que, si él no está al frente de todos los detalles, la calidad y el prestigio acreditado del negocio puede decaer, con las repercusiones negativas, dada la fuerte competencia en este tipo de servicios restauradores, para su propia familia y el personal fijo o contratado eventual, que tiene Las Perdices.

Pero Pascual, cada año que pasa, está más obeso, contextura corporal que también van adquiriendo sus dos hijos. Ya ha cumplido los 64 y las analíticas a las que se somete van reflejando numerosos problemas de “fontanería”, como a él le gusta decir. Está profundamente implicado con el negocio desde hace más cuatro décadas, veinte años ayudando a su padre, don Emiliano, el fundador y propietario del restaurante y el resto de la vida laboral con una dirección personal exhaustiva, que le ha permitido también realizar hasta dos reformas en el local, para ampliar el espacio dedicado a los comensales y el servicio de cocina. Tiene una clientela consolidada, tanto vecinal, como aquella que representan los grupos turísticos, agencias de viajes a las que pone un precio muy interesante para que contraten con su establecimiento (generalmente almuerzos). A estos viajeros no les faltan tres platos por menú: una ensalada a compartir, el guiso tradicional casero y un tercer servicio de carne o pescado. Obviamente, Felisa se multiplica en la cocina, preparando comidas variadas y bien apetitosas, aplicando rapidez y eficacia, con el estímulo constante de su marido, que “ordena” de continuo (con su potente voz) para que todo salga bien.

El “alma mater” de Las Perdices ahora ya no fuma, pero durante años abusó del tabaco, quemando su salud con casi una cajetilla diaria. El abandono de esa adicción le provocó una reacción orgánica que le hace estar picoteando en casi todo momento, un “hambre nerviosa” que va acumulando gramos de calorías y grasas en su fornido cuerpo. Aunque Felisa le regaña casi de continuo, a hurtadillas va cogiendo de aquí y de allá, pues el comer le calma un tanto de esa ansiedad y estrés que soporta y que antes con el tabaco controlaba. Un pequeño desvanecimiento en una mañana, cuando preparaba una comunión con muchos invitados, levantó las alarmas, pues ese problema le hizo casi caer al suelo, si no es por la ayuda del eficaz Félix, el camarero que estaba a pocos centímetros de su jefe. Por la tarde se sentía muy cansado y con mal cuerpo y durante la noche de ese sábado apenas pudo dormir. Así que el lunes, por la presión lógica de Felisa, el matrimonio acudió a su médico de muchos años D. Heliodoro, amigo de la familia y habitual comensal en las Perdices, que de inmediato le prescribió unas analíticas, a fin de comprobar la situación de salud de su obeso y estresado paciente. Los resultados de las pruebas fueron concluyentes para la preocupación.

“Amigo Pascual, somos casi coetáneos y te llevo tratando desde hace muchos años. Por eso te voy a hablar con meridiana claridad. Tu cuerpo, lo dicen los resultados, te está “exigiendo” que frenes en el ritmo diario de vida que llevas. Dentro de unos meses cumples 65 y has estado gran parte de esa vida trabajando a tope. Tu organismo no puede seguir soportando esa exagerada actividad a que lo sometes, desde la mañana a la noche. El mejor consejo que te puedo dar es que ha llegado el momento justo de pedir la jubilación, que te tienes bien ganada. No me negarás que el negocio del restaurante marcha muy bien. Tus dos hijos van a llevarlo perfectamente. En realidad, ya lo hacen, cuando los dejas … Admiro a Felisa, que es “la reina” de la cocina y sabrá “tirar” de las orejas, a Braulio y a Lucio, si se relajan en su trabajo. Tienes a Félix, el camarero, un hombre cabal y excelente profesional. Así que, buen amigo, te ha llegado el momento del descanso. Deja las preocupaciones a un lado y dedícate a pasear, ejercicio que te hará bien para rebajar los muchos kilos que te sobran, también a leer cada día el periódico y a jugar partiditas de dominó con algún amigo, que no dudo los tendrás, pues en el pueblo todo el mundo te conoce. Y regálale a Felisa algún “viajito” que esta buena mujer también debe disfrutar de la vida.

Por supuesto que habrás de seguir el régimen estricto que te voy a poner en las comidas. Pesas 118 kg. De los cuales has de perder no menos de veinticinco. Por supuesto, nada de tabaco. Lo mejor es caminar. Me vas a prometer que cada día vas a subir al Castillo. Al principio te costará hacerlo.  Pero te lo tomas con calma y paso a paso, escalón a escalón, te quiero arriba de las almenas, con esas estupendas vistas del pueblo y la campiña, de lunes a viernes. Sin faltar un solo día. Ya sabes, Pascual, te hablo como médico, pero más como amigo. Que nos conocemos desde hace muchos años”.

Felisa prometió al afectuoso doctor que su marido iba a poner en práctica todos sus consejos, pues ella se iba a implicar con energía en el asunto. La salud de Pascual era lo más importante para ella, después de tantos años de feliz matrimonio. Ya en casa Luiso, pero sobre todo Braulio, el hijo mayor, que estaba bien implicado en las tareas del restaurante, también presionaron a su padre para que diera un paso al frente en el tema de la jubilación. Incluso Félix, el servicial camarero al que todos consideraban como si fuera de la familia, le aconsejaba a su jefe y amigo que su salud en peligro estaba por encima de todo y que él también se iba a preocupar de que todo fuera bien, pues consideraba Las Perdices como su segunda casa. Pascual fue entrando en razones, por lo que dos días más tarde acudió a la gestoría de Hernando, ubicada en la plaza del Ayuntamiento, para que organizara “los papeles” para obtener la jubilación por edad y por años cotizados. Dos semanas y media después, el propietario del afamado restaurante tenía en sus manos los documentos de la seguridad social como ciudadano jubilado.

Familiares y amigos quisieron organizar una fiesta entrañable, en honor de Pascual Ternero, para la que utilizaron, lógicamente, las dependencias del restaurante. Fue una multitudinaria celebración a la que asistió “medio pueblo” ya que el conocido e hiperactivo restaurador era considerado como una gran persona, que siempre había sabido atender a todos sus convecinos con amabilidad, afecto y un estupendo servicio, hecho que se hacía realidad con los estupendos y suculentos platos y el ambiente agradable  que siempre se respiraba en el atractivo gran local de las Perdices. Por supuesto que no faltó el párroco de la Encarnación, don Benedito, también obeso de cuerpo y de sonrisa venerable y bondadosa, que hizo disfrutar a su apetito eligiendo entre los numerosos platos preparados los más golosos manjares. Las dos grandes tartas de chocolate, nata, merengue, cabello de ángel y dulce de leche, verdaderas obras del arte reportero, preparadas en la tahona de Saturnino el panadero y confitero, fueron saboreada por centenares de olvereños, ya que todo el que acercó ese sábado de diciembre al restaurante para felicitar a su propietario, recibió un buen trozo del sabroso pastel.

Las primeras semanas, en el cambio de vida para Pascual, fueron normales y gratos. Se levantaba de la cama bastante más tarde de lo que estaba habituado. Pero sobre las nueve, del nuevo día, ya estaba aseado, vestido y desayunado. Siguiendo las indicaciones de don Heliodoro, se iba de paseo por las calles del municipio. Incluso esa primera semana, subió hasta tres veces al Castillo, afrontando, con los “resoplidos” y “gruñidos” propios del caso, las empinadas cuestas de las calles que conducían al popular monumento castrense y, ya en el interior de la fortaleza, subiendo también los altos escalones que conducían a las distintas dependencias. Le pesaba mucho el cuerpo, al fornido restaurador, para tamaña aventura física que le dejaba el cuerpo profundamente cansado. Desde luego que a lo largo de la mañana y de la tarde no podía reprimir pasarse “un ratito” por las Perdices, encogiéndosele el alma al ver los apetitosos platos que Felicia y Eutimia preparaban. A veces buscaba “las vueltas” a su hijo Braulio y a su mujer, para coger de aquí y de allá algo con la que saciar su voraz apetito, fomentado por ese ejercicio físico que se veía obligado a desarrollar. El camarero Félix lo veía en sus travesuras, haciendo la “vista gorda” a su antiguo jefe, pues no quería verlo sufrir. Incluso en ocasiones, dejaba en sus manos algún pitufo, con lomo marinado o con queso añejo, dádiva que Pascual consumía con deleite, escondiéndose cómicamente en los servicios del gran local (con los nervios, una vez se introdujo en el femenino, encontrándose con Flora la mujer del sacristán…).

Pero al paso de los días, con esta nueva vivencia, el bueno de Pascual fue entrando en una paulatina y preocupante depresión. Se sentía un ser inútil, tomando conciencia en que no sabía cómo emplear el inmenso tiempo libre del que ahora disponía.  Se aburría “como una ostra” (se decía) sufriendo intensamente porque pensaba que sus antiguos compañeros colaboradores en el negocio, aunque fueran de su misma sangre, hacían, en su opinión, incorrectamente lo que él siempre había realizado con diligencia y la mayor eficacia. Entonces comenzó para él una turbia etapa en la que apenas salía de casa, quedándose sentado en su butaca, delante del televisor apagado, pues tampoco le motivaban la programación emitida. Aunque su mujer le insistía para que volviera a subir al Castillo cada mañana, el restaurador no pasaba de la caseta de los churros, elaborados por el también rechoncho Gonzalo, ya que su pesado cuerpo no le permitía hacer tan “enorme” esfuerzo. Para enfrentarse a su pasiva situación, comenzó a comer a escondidas, con lo que el peso no se reducía, sino que se incrementaba cuando se subía a la balanza medidora. Y lo que era más preocupante, comenzó “a darle” a la botella de aguardiente, enlazando una “palomita” con otra.

Ante la evolución del comportamiento de Pascual, Felisa habló con Herminio, un antiguo amigo de su marido que se conocían desde que eran chavales. A este vecino, que un poco antes que Pascual se había jubilado como electricista municipal, le rogó que viniera a casa y tratara de sacar a su marido a dar un paseo cada mañana o tarde. Le preocupaba la actitud que mostraba su esposo, que se pasaba las horas del día sin apenas abrir la boca. Pero el paciente y generoso Herminio apenas lograba animarlo para ir a dar ese necesario paseo o incluso para sentarse en algún bar y echar el rato. Sus buenos intentos se topaban con la cerrazón del antiguo empresario. Pascual también perdió el sueño por las noches, seguía engordando y se mostraba casi siempre triste y taciturno, hundido anímicamente.

“Como no hagamos algo, papá se nos va a ir (decía Braulio, hablando con su madre). Lo veo cada vez más hundido y desanimado. Me asombra verlo así, ¡Con la fuerza que antes poseía! Ahora parece como un mueble, con un carácter agriado, con todos e incluso con él mismo”.

Ante esta preocupante situación, Felisa, todo llorosa, fue a hablar con don Benedito, aunque el párroco de la Encarnación ya estaba al tanto de lo que ocurría, a través de la información de otros feligreses. El paciente sacerdote la escuchó con toda atención y afecto paternal, prometiéndole que iba a hacer algo al respecto y de manera inmediata. A este fin, el cura se desplazó a la consulta de don Heliodoro y juntos analizaron el estado en que se encontraba el querido vecino Pascual.

“Vamos a tomar medidas y de manera urgente, pues este buen hombre ha perdido la alegría de vivir. Se nos ha venido abajo y puede cometer cualquier tontería, en su delirio depresivo”. Así que citaron a Felisa y sus hijos para el día siguiente, a fin de mantener todos juntos una reunión en la consulta del doctor. En dicha reunión fue don Heliodoro quien principalmente habló.

“He estudiado bien el caso y entiendo que la jubilación, merecida y aconsejable, para vuestro padre y esposo, ha provocado que un buen profesional y mejor persona, se enfrente a que no sabe hacer otra cosa en su vida sino trabajar, en lo que siempre le ha gustado y vitalizado. Siempre ha sido feliz con el ritmo de vida que mantenía. Ahora, con 65 años, se está hundiendo con la inutilidad y el aburrimiento. Para su recuperación, no hay una adecuada medicina en la farmacia. El único medicamento eficaz … lo poseéis vosotros, amigos míos: desde mañana mismo, insistidle para que vuelva temprano a las Perdices y que en la medida de sus posibilidades comience a ayudar y a trabajar en lo único que sabe hacer, como es llevar bien su negocio. Desde luego que esta actividad en su restaurante la hará de forma gratuita, pero es lo que realmente necesita para recuperar la alegría de vivir. Dejadle que siga como antes, si puede. Observaréis el cambio que va a dar en las próximas semanas. Como excusa le podéis decir que estáis superados por el negocio y que lo necesitáis allí, con la autoridad y energía que siempre ha mostrado con sus obligaciones. Podéis añadir que yo, su médico y amigo, lo he aconsejado y autorizado”.   

El milagro de la racionalidad se ha producido. El empresario Pascual ha vuelto a levantarse, diariamente, a las seis de la mañana.  Va al mercado de mayoristas a partir de las 7:30 y a las 9 ya se encuentra en su casi siempre bien visitado restaurante, con el servicio de los desayunos. Ha vuelto a controlar la contabilidad del negocio y los pedidos a los proveedores de mercancías. Aunque prometió a Felisa de que no iba a servir las mesas, de una y otra forma se le ve con los platos en las manos, acercándose a los clientes para llevarles la consumición que han solicitado. La expresión de su rostro ha recuperado esa felicidad y sonrisa que había perdido cuando le llegaron los documentos de la jubilación. Ahora de siente, de nuevo, útil y necesario, para atender a las obligaciones de cada día. Es consciente de que no va a tener sueldo ni va a ganar dinero (tiene la pensión de jubilación) pero le reconforta percibir que el negocio vaya bien y el cariño de las decenas y decenas de vecinos, que muestran su agradecimiento a ese “capitán de barco” que ha decidido volver, para su bien y el de los demás. Ya no se le saltan las lágrimas por las noches, ni da muestra de ese agriado carácter que lo ha dominado durante un par de meses. Es un hombre totalmente nuevo en su ilusión por no dejar de trabajar, actividad que lo vitaliza y le aporta felicidad. Reconoce que su gran problema surgía de que no estaba preparado para afrontar tanto tiempo libre, derivada de la merecida jubilación. Don Heliodoro y don Benito coinciden también en que han acertado, “salvando” a una persona querida y admirada por todos.

Mañana, cuando apenas amanezca en el sencillo pueblo blanco gaditano de Olvera, ya estará este vital empresario restaurador pensando en cómo gestionar mejor sus obligaciones, para que la clientela se sienta feliz cuando visite su muy grato restaurante, cafetería y bar, de Las Perdices. -

 

 

LA MEJOR TERAPIA,

EN TIEMPOS DE JUBILACIÓN

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

11 noviembre 2022

                                                                                Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

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viernes, 4 de noviembre de 2022

SORPRENDENTE E INESPERADA AMBIVALENCIA PERSONAL.

Hay personas que se ufanan de poseer determinadas cualidades o capacidades, cuando en realidad esa arrogancia que manifiestan no es tan perfecta como ellos piensan tener. Una de estas habilidades que creen atesorar es la del conocimiento de los demás. “Yo, a las de primeras de cambio, ya sé cómo es la persona que tengo delante”. Pero, con el paso del tiempo, caen en la cuenta de que ese conocimiento tan perfecto que pensaban tener del familiar, amigo, vecino o compañero de trabajo, era erróneo, equivocado y sin el necesario fundamente para el acierto. En realidad, estas fantasiosas personas ni conocen tan bien a los demás, ni probablemente conocen con certeza a su propia persona. Llega el momento en que inesperadamente se enfrentan a grandes sorpresas, no sólo con respecto a los demás, sino también con su propio e íntimo comportamiento. El complicado problema del conocimiento de sí mismo.  

PATRICIO Gama está vinculado laboralmente a una empresa privada de seguridad. Generalmente suele aceptar los turnos de noche, ya que éstos están algo mejor retribuidos. Ahora ejerce la vigilancia, cinco noches de cada semana, en una importante empresa de embutidos y quesos, cuyas naves y oficinas se hallan instalada en la localidad malagueña de Cártama. La producción de esta empresa chacinera es importante, no solo para abastecer la demanda comercial del territorio andaluz, sino que sus suculentos productos “inundan” el mercado nacional e incluso cada vez más incrementan la exportación al espacio internacional. Su horario nocturno de trabajo comienza a las 22 horas, finalizando su labor a las 7 de la mañana, cuando llega otro compañero para sustituirle. Esa hora final de su trabajo, coincide con la llegada de los operarios de la fábrica, que así inician su jornada laboral. En este mes de noviembre, a este vigilante de seguridad le corresponde un horario en el que descansa la noche del viernes y la del sábado.

A sus 27 años, Patricio ha tenido diversas parejas sentimentales para la convivencia ocasional. Se ha resistido siempre a comprometerse seriamente con alguna de esas guapas chicas que bien sabe elegir, porque considera que se halla en la edad de disfrutar plenamente de la vida, ejerciendo la mayor libertad para disponer de todo su tiempo libre. En modo alguno concibe tener que estar sometido a vínculos o ataduras religiosas o legales, en el ámbito familiar.

Un otoñal lunes por la tarde, mientras se desplazaba a un gimnasio que tiene cerca de su domicilio, a donde acude para ejercitar su musculatura, pasó por delante de una agencia de viajes, en cuyo escaparate observó un cartel anunciador en el que se ofertaban excursiones de una jornada. Estos viajes se realizaban los sábados o los domingos, con dirección a distintas localidades de Málaga o incluso a zonas con interés turísticos de las provincias vecinas. La programada esta semana correspondía a una atractiva visita a la bella y monumental ciudad de Ronda, municipio que hacía tiempo no visitaba. Se sintió animado a inscribirse (aún quedaban plazas libras en el autobús) pues el precio era interesante, ya que ofrecían el desayuno en ruta y el almuerzo en un restaurante muy próximo a la afamada plaza de toros de la localidad rondeña. Los excursionistas visitarían diversos monumentos y zonas emblemáticas, incentivos turísticos que serían explicados por una guía acompañante previamente contratada por la agencia. Se sugería que los viajeros llevasen sus cámaras fotográficas o móviles, a fin de que pudieran conservar esas preciosas tomas que siempre se recuerdan con el mayor afecto e interés.

En esa excursión del sábado, quiso el destino, el azar o la casualidad de que pusieran a su lado, como compañero de asiento en el autobús, a un chico joven, muy bien parecido, llamado ABRIL. Desde un primer, los dos viajeros entablaron una animada y prolongada charla, que fue generando una agradable, intensa y afectiva amistad entre ambos viajeros. Tres años más joven que Patricio, Abril es maquillador esteticien, prestando sus servicios en una productora local de televisión, cuyo centro de producción tiene su sede en la capital malacitana, emitiendo para toda la provincia e incluso llegado “la onda” a otras provincias hermanas.

El intenso diálogo entre los dos excursionistas se mantuvo durante todo el viaje a la ciudad del Tajo y también en todas las fases de la lúdica y turística excursión. Se sentaron juntos en una mesa de a dos, en el restaurante elegido por la organización, un artístico palacete reconvertido, muy cercano a la histórica Plaza de toros rondeña. Para sorpresa del vigilante de seguridad, entre ese nuevo amigo y su persona se fue gestando una “inexplicable atracción” no sólo anímica, sino también física. Se sentía bien con ese compañero de viaje, en el que veía a un complemento claro de su persona y que gozaba de una atractiva imagen física. También le motivaba la peculiar forma de hablar del maquillador, pausada, “misteriosa”, convincente y profundamente atractiva.  Incluso solicitaron a otros viajeros que les hicieran fotos juntos, ante esas bellas realidades monumentales, llenas de romanticismo e historia, que con fervor misterioso atraen a la mayoría de los que visitan con encanto y expectación uno de los municipios más bellos de la provincia de Málaga.

A la finalización de la feliz excursión, uno y otro se miraron durante largos segundos a los ojos y se prometieron un “hasta pronto”, que significaba un “hasta luego”, pues esa misma noche, desde sus respectivos domicilios, establecieron comunicación telefónica para intercambiar palabras y comentarios acerca de los temas más nimios, excusas para estar juntos por más minutos, aunque esta proximidad fuera en la distancia física, que no en la mental o ya incluso sensual, hasta las horas más avanzadas de la madrugada dominical.

La evolución posterior entre la irrefrenable amistad entre ellos generada hizo posible que adoptaran la también sorpresiva decisión de irse a vivir juntos. Tal era el grado de atracción, no sólo física o sexual, sino también anímica o sentimental que gozosamente mantenían. Consideraban que, estando juntos también en la intimidad física, se sentían más felices. A este fin, alquilaron un ático, que se encontraba en un estado de cierto abandono, en la zona del Camino Nuevo, no lejos de la institución escolar del Colegio el Monte.  Esa edificación, a la que reformaron y decoraron con acierto, tenía unas maravillosas vistas a la serenidad majestuosa y natural del mar Mediterráneo, en las azuladas aguas de la bahía malagueña.  

La felicidad que ambos jóvenes experimentaban se explicaba en base a que muchos de sus caracteres eran oportunamente complementarios. PATRICIO es persona de complexión fuerte, y atlética. Gusta de practicar el deporte, especialmente la natación y el ciclismo, usando para estos recorridos una bicicleta de competición, que siempre le acompaña en esas horas libres que tiene para pedalear. Acude a nadar a una piscina privada, concertada con los servicios deportivos del ayuntamiento. Su carácter es impulsivo, espontáneo, directo. En ocasiones tiene respuestas algo “primarias”. En su currículo escolar sólo constan los estudios obligatorios, aunque tuvo el acierto de realizar un módulo profesional de grado medio, sobre personal de seguridad. Ahora, cubriendo la etapa final de su tercera década vital, nunca pudo imaginarse estar protagonizando y disfrutando una vivencia de convivencia íntima con un hombre, cuando en muchas ocasiones ha rechazado las uniones homosexuales. Sin embargo, el conocimiento de sí mismo no era tan perfecto como el que suponía, al tomar conciencia, con esta sorprendente vivencia, de que las respuestas de su cuerpo y de su mente les eran bastante desconocidas. Porque también seguía teniendo atracción hacia las mujeres. El caso es que se sentía feliz y realizado, con ese complemento humano que el destino había puesto en su trayectoria. 

ABRIL representaba ese complemento contrario, a la fortaleza viril de Patricio. Eras de contextura corporal asténica y delgada, aparentemente débil, aunque cuando llegaba la necesidad sabía sacar fuerzas de su aparente endeblez, casi siempre mostrando un rostro de indudable belleza, agradable y “angelical”. Añadía una forma de ser en la que destacaba su sensibilidad y comedida racionalidad, verdaderamente muy provechosa. Sabía aportar a su compañero afectivo ese sosegado equilibrio de que el recio vigilante de seguridad carecía. Sin embargo, necesitaba y recibía de aquél la fortaleza, el ímpetu, el dinamismo y la virilidad, con la que enriquecía su equilibrio personal.

La prolongada convivencia entre dos personas no suele resultar fácil. Las dificultades relacionales aparecen de la forma más inesperada, cuanto más si ambos no quieren “ceder” y “aceptar” la forma de ser y la personalidad de la persona a la que han unido sus vidas. Cuando aparecen y se priorizan los egos, el deterioro convivencial no tarda en aparecer, en grados y niveles que pueden hacer inviable el mantenimiento de esa unión que, paulatina o aceleradamente, se resquebraja. Por fortuna, la relación de complementariedad entre Patricio y Abril marchaba “viento en popa”. El vigilante se encargaba de todo lo relativo a las compras y la cocina diaria, habilidad que tenía bien arraigada, pues se desvinculó del núcleo familiar apenas cumplió la mayoría de edad, pues los roces con su padre, persona de muy fuerte carácter, le hizo `poner distancia con un progenitor que ni entendía ni aceptaba. Patricio tenía un cierto don culinario. Durante los fines de semana preparaba unos apetitosos guisos y otros platos, que complementaba diariamente con saludables ensaladas (verdadero experto) y el necesario aporte de proteínas cárnicas o ese pescado a la plancha, frito o guisado, que siempre enriquece la mesa y la salud bien agradece. Para los postres siempre ofrecía la fruta de temporada, aunque no descartaba los helados y los pasteles que saciaban su natural y goloso apetito.

El especialista esteticien se ocupaba de la sacrificada limpieza diaria del apartamento, organizaba las dependencias del mismo (su compañero afectivo era un tanto desorganizado) y cuidaba las numerosas macetas que embellecían la amplia terraza de que gozaba la vivienda. Cuando se fueron a vivir juntos, sopesaron la opción de comprar dos camas o una sola. Por insistencia de Abril, adquirieron una cama especial cuya anchura era de 170 cms, en un centro especializado en dormitorios.

Patricio mantenía en absoluta privacidad esta convivencia con sus amigos y compañeros de trabajo, quienes en ningún momento podían llegar a sospechar que el acreditado mujeriego que siempre había representado su viril figura pudiera estar unido sentimentalmente a un joven de tan acrisolada belleza. Para Abril esta no era su primera experiencia de unión homosexual. Por el contrario, desde su primera adolescencia ya había desarrollado experiencias con las que saciaba su natural tendencia relacional.

Pero los vientos caprichosos y crípticos del destino quisieron soplar con cruel y severa violencia en una relación que resultaba modélica, desestabilizando la privacidad de dos vidas vinculadas por el amor. Llevaban juntos ya más de un año, cuando el joven esteticien conoció a un chico irlandés, muy bien parecido, que había comenzado a trabajar en la productora cinematográfica como actor, interpretando como protagonista una serie que tenía una gran aceptación entre el público televisivo. Se llamaba LIEM y pronto hizo buenas migas con el maquillador que tan bien lo cuidaba en su aspecto. La secreta relación que Abril y Liem mantenían, aprovechaba los turnos nocturnos de vigilancia que Patricio desempeñaba en la empresa de embutidos y chacinas. Una noche, cuando disfrutaban juntos en la cama la ausencia del vigilante, la puerta del apartamento se abrió a las 2 de la madrugada. Patricio había sufrido un principio de cólico nefrítico, dando aviso a su empresa de seguridad AMIAN, que de inmediato envió a un compañero para sustituirle en su función. Cuando llegó a su domicilio, se encontró a los dos jóvenes, abrazados con el ardor del amor, precisamente en la cama que compartía con su infiel pareja afectiva. Sorprendentemente, dado su espontáneo y fuerte carácter, dio media vuelta y abandonó el domicilio sin decir palabra alguna. Comenzó a deambular, profundamente decepcionado por las calles desiertas, iluminadas con farolas amarillentas y somnolientas, recorriendo sin destino un amplio trozo del laberinto urbano, a pesar de precario estado físico y anímico en que se encontraba. Sobre las seis de la mañana, decidió volver a su domicilio, en el que ya no estaban los dos jóvenes implicados en su desdicha. Intensamente agotado, se echó sobre la única cama que había en la vivienda y durmió con intensidad prolongada hasta cerca de las dos de la tarde.

Dos días más tarde ya se sentía mejor físicamente, por lo que pidió reincorporase a su trabajo, haciendo el turno de noche sin la menor dificultad. Cuando por la mañana volvió al apartamento, comprobó que Abril se había llevado sus pertenencias de ropa y otros materiales diversos.

Pasaron los días y las semanas. En el vigilante de seguridad anidaban sentimientos muy contrastados: dolor, ausencia, liberación, necesidad, decepción, frustración, soledad, despecho, preguntas, vacío… Pero ninguno de los dos amantes hizo esfuerzo alguno por contactar, en nombre de su antigua e intensa amistad y vínculo sentimental, a pesar de que tenían fácil establecer o provocar la comunicación, en caso de que su íntima voluntad así se lo permitiese.

Unas semanas después de esta dolorosa ruptura, Patricio ha comenzado a salir con una linda joven, llamada LORETO, una administrativa de la empresa chacinera EL BUEN SABOR, en donde continúa prestando sus labores de vigilancia el infortunado joven. Por supuesto que en ningún momento ha tenido la intención de contarle a su nueva compañera sus devaneos amorosos con el joven maquillador. Esa intensa historia, tan peculiar y extraña en su vida, la quiere mantener secreta en su memoria como un necesario aviso del precario autoconocimiento que tiene de su persona. La ambivalencia sexual será una realidad con la que tendrá que vivir en el futuro. Pero tras la dulce y dramática experiencia, se ha jurado a sí mismo mantener la opción de vincularse con una mujer como compañera familiar para el resto de su existencia. Ve a Loreto, una sencilla, alegre, placentera chica de 22 años, como ese aire de “normalidad” que necesitaba, para recomponer sus complicados fundamentos sexuales.

Una tarde, con la templanza otoñal malacitana, paseaba con Loreto por los jardines del Parque, lateral sur. Deseaban merendar en alguna cafetería del puerto, pues ambos enamorados disfrutaban con esos atardeceres que tiñen de anaranjado ese cielo que reposa sobre la bahía. Caminaban muy encariñados, haciendo ilusionados proyectos para el futuro. Sin embargo, el sentido especial que poseen los trabajadores de la seguridad hizo percibir a Patricio como si alguien los estuviera siguiendo. Incluso se volvió en dos ocasiones, pero no divisó a nadie que confirmara sus percepciones.

“¿Qué te ocurre, cariño? De pronto te he visto algo inquieto, ¿has visto algo que te preocupe?”

“No, mi amor, es que tengo la sensación, probablemente producto de mi trabajo, como si alguien nos estuviera observando, situado a una media distancia”.

Y a la tercera “fue la vencida” como según dice la frase popular. Al sacarse el pañuelo del bolsillo, Patricio arrastró sin querer las llaves de su casa, movimiento que las hizo caer al suelo terrizo, entre los verdes parterres. Al agacharse para recogerlas, pudo ver en esta ocasión la figura de una persona, que no tuvo tiempo o agilidad suficiente para ocultarse detrás del frondoso arbolado. A pesar de la media distancia, reconoció, sin ninguna duda, a la persona de Abril, que los estaba siguiendo con su mirada. Su rostro se mostraba profundamente serio, entristecido, “desencajado”. -

 



SORPRENDENTE E INESPERADA

AMBIVALENCIA PERSONAL

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

04 noviembre 202

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