viernes, 24 de noviembre de 2017

PREGUNTAS, OFERTAS Y REGALOS, PARA LA DEBILIDAD DE VOLUNTADES INCIERTAS.

Parecía que ese lunes iba a ser un día más, sometido a la bien practicada y sosegada rutina de la normalidad, en la vida de una reducida familia integrada por dos veteranas y bien avenidas  hermanas, que se disponían a construir con paciencia el devenir de las horas. Pero el teléfono, con su impertinencia habitual y unos minutos antes de las diez, sonó en este domicilio ubicado en un barrio de sociología popular, no alejado de la centralidad madrileña. Preguntaban por Frasca de la Divinidad Cortina.

Adela, 68 años, junto a Frasca (dos años menor) han habitado desde siempre en el 4º A, piso que heredaron de sus padres e inserto en un bloque de viviendas sin ascensor en el que residen otras muchas familias, mayoritariamente de edad avanzada. También hay en el inmueble un par de viviendas donde contrasta el latido de la vitalidad juvenil, emanada de sendos pisos compartidos por chicos y chicas que estudian en la universidad o que ya negocian, en la competitividad sin tregua de cada día, la búsqueda de esas horas de trabajo que den luz a las titulaciones que certifican y atesoran sus currículos. Ambas hermanas no han llegado a pasar por la vicaría o el Registro Civil, ostentando esa soltería existencial que tienen perfectamente asumida. En el ámbito profesional su dedicación ha estado centrado en el mundo de la costura, siendo habilidosas en los difíciles o complicados “arreglos” tanto para la sección textil de un importante Centro Comercial, como también para otras diversas empresas del mismo sector mercantil. Los ingresos económicos derivados de estos trabajos, de naturaleza ocasional, han sabido completarlos con el ejercicio diario de modistas, cosiendo para una variada clientela de personas particulares.

Las dos hermanas tuvieron el acierto de comenzar a cotizar como autónomas, lo que les ha permitido disponer en la actualidad de dos modestas pensiones, tras la llegada de la necesaria jubilación. A pesar de la escasa cuantía de ambas prestaciones, la suma de las mismas y los intereses de unos depósitos bancarios,  les permiten disponer de una liquidez mensual con la que poder afrontar los gastos cotidianos y vivir con un sencillo desahogo en la sucesión de los días.

Junto a ellas convive en la vivienda un tercer “personaje” al que ambas deparan un emocionado y afectivo cariño por la siempre apreciada compañía que les presta. Esa muy bien cuidada mascota atiende por el nombre de Blenda, una gata gordinflona de pelo blanco en la mayoría de su voluminosa anatomía, salvo el color castaño que luce en la extremidad de su medio rabo. La recogieron un día de la calle cuando, aún “bebé”, maullaba buscando calor y comida y desde aquel afortunado día ha centrado sus mimos y atenciones, especialmente para un sustento alimenticio cada vez más exigente y exquisito: muy zalamera, se siente feliz con los jurelitos y boquerones que de forma periódica le sirven, aunque su plato o manjar preferido es el contenido de las suculentas latitas de atún. Tampoco le falta cada día esa ración de arroz cocido mezclado con trocitos de pollo que sus generosas amas, con esmero y afecto, tienen a bien prepararle.

En su comportamiento diario practican una acendrada y apasionada religiosidad, que se hace patente por su pertenencia a la Orden del Santo Escapulario. Son tenaces cumplidoras en la asistencia parroquial, para la mayoría de los oficios litúrgicos, dedicando también muchas de las horas semanales a la acción pastoral, especialmente para la catequesis de los niños y niñas del barrio en la preparación de sus comuniones. Entre las obligaciones solidarias que también se autoimponen se encuentran las visitas y asistencias a los feligreses enfermos, ayudándoles y confortándoles en lo posible con su compañía, diálogo e incluso con el cuidado de sus cuerpos enfermos. La puerta de su domicilio está presidida, bajo una esférica y abatible mirilla  protectora, por una placa en la que se dibuja la devota imagen de un Sagrado Corazón con la leyenda de “En Vos confío” escrita con grafía cursiva en su lateral inferior. También, en una vitrina del salón de estar, poseen una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, a la que profesan gran devoción y respeto filial, pues consideran que su padre, don Isacio, recibió continua protección de esta advocación cristiana, durante los largos años en que ejerció el noble y ejemplar oficio de camionero transportista de perecederos.

Volviendo a ese lunes de un sorprendente cálido otoño, especialmente en las horas centrales del día, fue Adela quien atendió la llamada telefónica. Una amable voz al otro lado de la línea preguntaba si podía hablar con su hermana Frasca.

“Buenos días, apreciada Sra. Martínez. Mi nombre es Flavio del Morral y pertenezco a una importante empresa privada de consulting y estudios de la opinión. Ha tenido Vd. la suerte, estimada Sra. de ser seleccionada para responder a unas breves preguntas sobre cuestiones electorales, cuyas respuestas no le llevarán más de 10 minutos. Debe, ante todo, confirmarme si se encuentra en la horquilla de edad de más de 55 años. En caso afirmativo, le plantearé unos fáciles e importantes interrogantes, por cuya participación tendrá derecho a una interesante compensación en forma de premio”.  

Frasca, la menor de las hermanas, nunca se ha caracterizado por la fuerza de su carácter. La influencia y preeminencia de Adela, desde la muy lejana infancia, ha ejercido sobre ella ese tupido y excesivo manto protector que, en no pocas ocasiones, le ha generado sometimiento, agobio y pasividad. Sus fases depresivas, especialmente en los últimos años, son más que frecuentes e inquietantes para su salud anímica y física. Sin embargo, hoy se siente feliz e infantilmente importante. Ha sido ella la elegida para atender a unas preguntas que un amable señor le va a plantear, con el premio añadido de un regalo como compensación, dádiva que podrá “ostentar” con “infantil” orgullo ante el protagonismo usual de Adela en la vida familiar. A causa de estas premisas, junto a la curiosidad que le provocaba el persuasivo interlocutor, no tardó en responder afirmativamente, aceptando atender su participación en la encuesta.

El tiempo de diálogo entre el entrevistador y la cada vez más aturdida señoraaturdidada ensaci ella la elegidcomunicante. estada se alargipacis pregunterlocutor, de un regalo como compensaci ella la elegid se alargó casi el doble, de aquéllos 10 minutos inicialmente sugeridos por el sagaz profesional de la comunicación. La naturaleza de las preguntas que sustentaban la encuesta no era en sí misma complicada, siempre para una persona que estuviera al tanto de la situación socioeconómica del país, que leyera habitualmente la prensa y que frecuentara la escucha de los informativos emitidos por la radio y la televisión. Pero Frasca, la persona hoy protagonista de la palabra, sólo ha cursado los estudios primarios, durante su infancia y adolescencia. Tanto ella como Adela fueron adiestradas por su madre, siendo aún muy jóvenes, en el arte del hilo, la aguja, la tijera y la máquina de coser, siempre pendientes de las tallas, las hechuras, las sisas y esos colores que periódicamente la moda impone, con sus crípticos e indefinibles designios. Sus afanes, intereses y preocupaciones estaban, inevitablemente, al margen de ese contexto sociopolítico que animaba el latir de las preguntas que a la “madura” Sra. se le planteaban. Veamos algunas de las “simples cuestiones” que Flavio le hacía, desde esa poderosa empresa especializada en estudios de la opinión.

¿Cuáles son, en su opinión, los tres principales problemas que tiene el país en la actualidad? ¿Cuál la televisinsaci ella la elegids que tiene el pa le planteaban. al margen del contexto sociopol la televisinsaci ella la elegid fue el partido o agrupación política que Vd. votó en las pasadas elecciones? ¿Volvería en este momento a repetir su confianza a esa opción política? ¿En su consideración, cuál es el profesional de la política más honesto en todo el espectro sociopolítico de España? ¿Cuál es la emisora de radio que más sintoniza, dentro de sus preferencias? ¿Cuál sería el periódico o revista que nunca compraría en los kioscos de prensa? ¿Qué opina sobre los casos de corrupción en la administración nacional, regional y local?

Contrastemos estos interrogantes con el espíritu de las respuestas emanadas desde la atribulada y al tiempo emocionada señora.

“Mire Vd. señor, en verdad yo no entiendo de política. Cuando llegan las elecciones, el párroco nos dice que debemos cumplir con nuestras obligaciones cívicas y entonces mi hermana Adela elige las dos papeletas. No queremos revoluciones, ni guerras, ni violencias. Queremos el bien para todos, especialmente para los que más sufren. La radio la utilizo para escuchar mi novela preferida y en cuanto los periódicos, no los compro. Ese dinero lo dedico para ayudar a los que menos tienen. En cuanto a las personas que se dedican a la política, sólo les pediría que pensaran más en los demás y menos en sí mismos. Robar es malo. Engañar no es bueno. Odiar a los que no piensan como tú, pienso que es una sinrazón. Resulta inhumano que una persona quiera trabajar y no pueda, porque no le dan trabajo. Es terrible que estés enfermo y tengas que esperar semanas, meses e incluso años, para empezar tu curación. Debería estar castigado que el dinero necesario para construir y hacer buenos hospitales y escuelas se dediquen a satisfacer las ambiciones y caprichos de aquéllos que todo poseen. Me gustaría creer que la justicia es igual para todos y que todos pagan los impuestos que les corresponden  …”

Tras estos sencillos planteamientos, Flavio decidió dar por finalizada la encuesta con Frasca. Entendió que era llegado ya el momento de compensar a la buena señora con algún incentivo que le volviera a hacer sonreír (en los últimos minutos la había percibido con un sentimiento abatido, triste y heterogéneo, mezcla de indignación, paciencia y bondad.

“Muy bien doña Frasca. Lo ha hecho Vd. muy bien. Como obsequio por su generosa colaboración con nuestro trabajo y el tiempo que le hemos arrebatado de sus obligaciones personales, podrá elegir entre uno de estos tres regalos que le ofrezco: una plancha eléctrica para viajes, un transistor con auriculares o un elegante pendrive para ordenador, con una capacidad de 32 gigas. El regalo elegido le será entregado en su propio domicilio, por uno de nuestros agentes, que previamente se pondrá en contacto con Vd. para concertar la hora puntual de visita”.

Frasca, recuperando la sonrisa en su rostro, pidió unos segundos al entrevistador a fin de consultar con su hermana el regalo que debía elegir. Adela sentenció: “No tenemos ordenador y nuestra querida radio aún funciona. Será útil tener en casa una nueva plancha, pues la nuestra a veces falla. De todas formas, no sé por qué siempre me tienes que preguntar, cuando has sido tu la elegida para recibir esta compensación por tus respuestas”. Una vez concretado el obsequio, el propio Flavio fijó el jueves de esa misma semana para la fecha de entrega, aceptando ambos interlocutores las 11 como la hora más apropiada para hacer efectivo el encuentro.

Efectivamente el día fijado, con una castrense puntualidad, una persona llamó al timbre de la puerta. Tras observar por la mirilla y preguntar quién era, la propia Frasca abrió la puerta, mostrando una preocupación miedosa difícil de disimular. Se encontraba sola en casa, pues Adela había tenido que ir precisamente ese día al ambulatorio para una cita con el médico de cabecera previamente concertada. Necesitaba unas recetas para abastecer la copiosa farmacopea que a diario ambas tomaban. Para su asombro, el sonriente comercial del regalo se presentó como Flavio, el amable joven que días antes había protagonizado la consulta telefónica. Rogó si se le podía conceder unos minutos, antes de hacerle entrega del obsequio, pues traía en su cartera unos dossiers con una ofertas verdaderamente interesantes que le gustaría poder explicar.

Fue una experiencia desagradable, para el débil carácter de la agobiada señora que, sin la ayuda cercana de su hermana, se vio desbordada ante ha habilidad oratoria del persuasivo comercial, con sus “irresistibles ofertas”. Su incisiva verborrea comenzó con la temática de los seguros “para todo”. Vida, hogar, mascotas, salud, viajes, asistencia jurídica, fueron los focos explicativos en los que Flavio se centró, todo ello acompañado por una gran cantidad de folletos ilustrativos, esquemas y cálculo de costes que aturdieron aún más a Frasca que no sabía como frenar la “sagaz técnica comercial” de un especialista en hacer muy fácil y atractivo lo complicado de esa “letra pequeña” que subyace en tantos cantos de sirena. Una vez comprobado que con esta vía a ningún punto llegaba, sólo al “no y no” de la acomplejada señora, el comercial continuó por la senda de las tarjetas bancarias, aunque con igual suerte, pues el muro de la cerrazón de Frasca era realmente imposible de derribar.

Sintiendo un mucho de pena, al ver el cada vez más enrojecido rostro de su interlocutora, patentemente sofocada, puso de inmediato fin a sus ofertas y sacó de la bolsa deportiva que le acompañaba una pequeña caja en cuyo interior iba la plancha de viaje, entregándola como premio a la paciente colaboradora de la encuesta. La grafía inserta en el exterior del embalaje revelaba que era un producto de origen oriental, probablemente fabricado en China, con una marca desconocida en la publicidad usual de los medios de comunicación. Se despidió de ella con la mayor cordialidad de que era capaz, abandonando ese domicilio en el que había permanecido poco más de una hora. Frasca dejó ese electrodoméstico, cuya posesión tanto dolor de cabeza le había provocado, encima de la mesa. Se preguntaba, una y otra vez, como su hermana tardaba tanto en volver de la consulta médica.

Ya por la tarde, mientras su hermana descansaba tras el almuerzo con una infusión de tila en el cuerpo, Adela marcó un número de móvil. En la conversación que mantuvo procuró en todo momento bajar el volumen de voz, tratando de evitar que Frasca se despertara del profundo sueño en el que se hallaba sumida.

“Gracias, Remigia, por tratar de ayudarnos. Cuando me comentaste la semana pasada que uno de tus hijos trabajaba en un grupo teatral, pensé que era la oportunidad que venía buscando para tratar de ayudar a Frasca, cuyo estado psicológico cada vez me preocupa e inquieta más. El médico me dice que la protección que le he dado, durante tantos años, no ha hecho más que perjudicar su estado anímico, cada vez más inseguro y desequilibrado. Además de las medicinas, mi hermana ha de enfrentarse a realidades que potencien su protagonismo y autoestima si no queremos llegar a una situación en que la degradación de su voluntad sea irreversible. La actuación de tu hijo “Flavio” (bueno, Saúl) ha sido muy eficaz, aunque tal vez hoy se haya pasado con los seguros y las tarjetas de crédito. Pero la intención ha sido buena, qué duda cabe. Dale las gracias de mi parte. Le estoy muy reconocida. Pienso, no me cabe la menor duda, que llegará a ser un excelente y convincente actor… Sí, ahora tenemos una nueva plancha. La compré secretamente en “el chino” por siete euros. Veremos cómo funciona”.- 


José L. Casado Toro (viernes, 24 Noviembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga





jueves, 16 de noviembre de 2017

LA FRÁGIL SILUETA HUMANA, EN LA AVENTURA DE CADA NUEVO AMANECER.

Desde siempre hemos aceptado que nuestro destino, un críptico “ente” al que no vemos de manera física pero que nos afecta decisivamente en el diario convivir, está dotado de un “carácter” al que podemos calificar de caprichoso, travieso, providencial, justiciero, incomprensible, generoso, lúdico o aleatorio en sus contrastadas decisiones. Esta heterogénea gama de calificativos obedece, de manera evidente, a todos esos interrogantes que a diario nos planteamos y para los que no tenemos una fácil o razonable respuesta, como no sea con esa frase, simple pero opaca al tiempo, de que todo es signo de la suerte, de la casualidad o de ese horizonte prefijado que todos llevamos en las alforjas de nuestra identidad. Sin embargo, también es verdad que muchas de las respuestas que aplicamos a nuestros actos van creando, sin ningún género de duda, ese otro futuro personal cuyo responsable último somos, en definitiva, nosotros mismos.

Iris, diecinueve años recién cumplidos, es una vital joven que acaba de empezar su ilusionada andadura universitaria en la facultad malagueña de Ciencias de la Comunicación. Vive en casa de su madre, Estrella, licenciada en leyes por la facultad de Derecho, que desde hace años ha estado vinculada laboralmente a una entidad financiera, una antigua y prestigiosa Caja de Ahorros recientemente reconvertida en banco. También habita el domicilio familiar la segunda pareja “estable” de Estrella, Jeremy, un técnico informático de origen galés, algo más joven que ella, al que conoció hace un par de años cuando el equipo profesional en el que se integra renovaba el sistema informático de la citada entidad bancaria.

A pesar de todos los esfuerzos realizados por su hija, en orden a conocer el nombre de su padre genético, esta profesional de la banca nunca ha accedido a desvelar a Iris la identidad de esa persona. En realidad, ni ella misma tiene claro quién pudo ser el compañero de promoción que procreó a su única descendiente, en aquella alocada y “bacanal” fiesta de fin de carrera que tuvo lugar hace casi dos décadas en un hotel de la costa malagueña. Fue una noche en la que se consumió mucho alcohol y algunas sustancias estupefacientes, por parte de muchos de los asistentes, todo en un ambiente desinhibido y ajeno a cualquier tipo de contención y responsabilidad. Fue una muy larga noche de julio que acabó no sólo con su embarazo sino también con el de otra compañera de promoción. Estrella sí quiso seguir adelante, semanas después de conocer su realidad, con su joven maternidad, mostrando una gran valentía ante la nueva y compleja situación que llegaba a su existencia. Evitó entrar en la drástica dinámica médica o jurídica de buscar el progenitor de su hija, pues las relaciones que se mantuvieron aquella noche fueron numerosas e intercambiables, enmarcándose todas ellas en esa experiencia con sustancias embriagadoras, ajena a toda normalidad, que muchas personas quieren protagonizar alguna vez en sus vidas. Por consiguiente, se dispuso con firmeza a criar a su preciado tesoro vital, aplicando a su comportamiento esa valentía y decisión que siempre ha caracterizado su fuerte carácter.

La convivencia de Iris con Jeremy, el compañero de su madre, tiene sus alzas y bajas, aunque los dos tratan de evitar las interferencias molestas en la “parcela” íntima del contrario. Para ella “el inglés” sólo es el compañero afectivo de su madre y en modo alguno, incluso más ahora en que es mayor de edad, va a permitir que este hombre intervenga en sus decisiones. Nunca ha considerado ni permitido que las parejas de su madre intenten ejercer esa “paternidad” sobre su persona que en modo alguno le corresponde. En este momento, ella se encuentra muy feliz, dentro de las libertades que ambos se han reservado, con un compañero de facultad, Loren, con el que mantiene relación desde comienzos de curso. Este joven, un año menor que ella, es muy aficionado a la práctica fotográfica, en cuyas técnicas resulta ya un experto a pesar de su corta edad. Durante los fines de semana suele reservar algunas horas para realizar reportajes, de muy diversa localización, originalidad y temática, algunos de cuyos materiales los ha vendido a una agencia de noticias que lo considera como un imaginativo y prometedor colaborador. En estas salidas para las tomas fotográficas suele acompañarle Iris, la cual también se está aficionando a esta creativa práctica, aunque en la universidad ella ha optado por cursar la rama de periodismo para sus estudios de comunicación.

Loren ha elegido la rama de imagen y comunicación audiovisual en la facultad donde estudia, mostrándose reacio a continuar la estable trayectoria empresarial familiar, unas bodegas de vinos y licores, actividad que ha permitido un saneado estatus económico a tres generaciones de su familia. Fue su abuelo, apodado cariñosamente por “barrilito” quien se aventuró en esta parcela vinícola, en cuya producción y comercio siempre demostró una “aguerrida” iniciativa a fin de consolidar un negocio que aún sigue dando sus frutos, desde hace ya más de cuatro décadas.

“Bueno hombre ¡ya era hora! Por fin te has animado a enseñarme el negocio de la bodega que dirige tu padre. De eso vivís ¿no? Aunque reconozco que no soy experta, me interesa conocer todo el proceso que conlleva sacar de la uva ese vino que llega a nuestras mesas. Igual elaboro un reportaje, para los ejercicios de redacción que nos mandan realizar con frecuencia la profe. Lo que me da un poco de corte es que sea tu padre, como me dices, quien va a servirnos de guía para la visita. Pero bueno, es el propietario del negocio y quién mejor para enseñarme esos detalles y curiosidades que, sin duda, han de ser muy interesantes. Por cierto ¿te importa que mi amiga Marian nos acompañe? Seguro que a tu padre no le molestará. Siempre que salimos las amigas a tomar algo, ella está  con que “los Riojas, que si los azucarados, que si los olorosos…” Una experta a quien le gusta empinar el codo. Al final acabará poniendo un bar de copas. Por eso creo que a ella también le interesará mucho esta visita de estudio aunque, no me cabe duda, que nos invitarás a un vinito dulce, de esos que siempre gustan”.

La visita a la factoría vinícola (un negocio de tamaño medio, con excelente salud económica) fue instructiva y divertida. Tiago, el propietario y padre de Loren, se mostró en todo momento muy agradable, receptivo y didáctico, ante las numerosas  preguntas de ambas jóvenes mujeres plantearon. La pareja de Iris permanecía básicamente en silencio, aunque sonriente. Difícilmente podía disimular que este negocio o actividad vitivinícola no le seducía, pero tenía que complacer a la persona de quien estaba prendado. Él había estado ya en tres ocasiones en casa de Iris, habiéndole “caído” muy bien a su madre. El propio Jeremy tenía una opinión muy positiva de este chico que, por sus modales, cultura y práctica fotográfica (tomó varias instantáneas y primeros planos de todos los miembros de la familia, para formar un interesante álbum gráfico) agradaba a las personas con las que contactaba. La “visita de estudio y merienda”, como comentaban jocosamente ambas chicas finalizó, efectivamente, con tan suculento tapeo que hizo innecesario a los tres jóvenes tener que sentarse en la mesa para cenar esa noche. Todo el pequeño “ágape” estuvo “regado” con unas botellas de tinto, rosado y vino dulce, mágico néctar que elevó “varios grados” la cordialidad y alegría de la reunión. Lógicamente Tiago sabía que esa joven era la pareja de Loren por lo que, además de depararle un trato cálidamente afectivo, se mostró vivamente interesado en los estudios que cursaba y en todos esos pequeños detalles que a los padres gusta conocer con respecto a las personas que están cerca de sus hijos. Por cierto, Marian, la “experta” en vinos acabó un tanto mareada, pues posiblemente abusó de esas copitas, una tras otra, que le eran ofrecidas con tan proverbial amabilidad.

Pasaron unas semanas en la vida cotidiana de todas estas personas cuando una tarde, al ir a poner la lavadora de ropa, Estrella tuvo conocimiento de un hecho que le desalentó de manera profunda. Un pequeño sobre abierto, olvidado en un pantalón echado en la cesta de la ropa sucia, denunciaba con meridiana claridad el doble juego que estaba manteniendo su pareja con una tercera persona. No pudo controlar su indiscreción, lo que le permitió conocer la realidad de una infidelidad que Jeremy mantenía con una compañera de trabajo. Cuando esa noche planteó a su compañero afectivo el doble juego que acaba de conocer, éste evitó negar la evidencia de los hechos con absoluta frialdad. 

“Tú conocías, Estrella, desde un principio, mi forma peculiar de ser. Yo, aquí en casa, nunca te he fallado. Mantenemos una armonía que muchos verían como ejemplar. Pero ello no impide que, como hombre que soy, tenga mis veleidades. En realidad, mi relación con esa chica es una traviesa aventurera pasajera. Tanto por parte de ella como por mi, te lo aseguro. Yo no me enfadaría si en algún momento tu mantuvieses una relación afectiva temporal con otra persona. Seguiría aquí respetando el ejercicio de tu intimidad. Así considero yo, te lo he explicado muchas veces, el ejercicio de la libertad personal. Ademn, para evitar dar e dieron un tiempo de reflexidimos como amigos, como lo han de hacer las personas adultas"ás y con toda franqueza, te confieso que  mis jugueteos con otras personas los he hecho incluso después de venirme a vivir a tu casa. Yo quiero permanecer contigo bajo estas premisas. Pero si tú no estás de acuerdo con esta forma de plantearme la vida, pues no te voy a provocar problemas. Nos despedimos como amigos, como lo han de hacer las personas adultas”.

Estrella y Jeremy se dieron un tiempo de reflexión, a fin de evitar dar un paso drástico en su relación afectiva. Uno y otro se resistían a echar por la borda esos dos años de buena armonía que habían mantenido en su convivencia. Además el “buen hacer” de Jeremy con respecto a Iris hacia que ésta aceptara tácitamente la situación de este compañero de su madre viviendo en familia. La chica era consciente de la escasa suerte que su madre había tenido en sus relaciones afectivas y era una evidencia que la permanencia de Jeremy junto a ella le había proporcionado esa estabilidad sexual que, física y psicológicamente, una mujer de 44 años puede necesitar.  

Un viernes, cerca de las 13:30, Estrella, desde su mesa laboral de Interventora, percibe que un cliente entra en la oficina y se queda durante unos segundos observándola, con fijeza. Tras unos instantes de duda, ese hombre se acerca y se dirige a ella llamándola por su nombre, con una cierta familiaridad. No cree reconocerlo como cliente. Pero, de inmediato, su interlocutor se identifica, sacándole de dudas, para su mayor asombro.

“Buenas tardes, Estrella. Veo por tu rostro que no me reconoces. Yo a ti sí, perfectamente. Observo que te mantienes muy bien. Soy Santiago. Fui uno de tus  compañeros de promoción en la facultad de Derecho. Desde hace más de veinte años no nos hemos vuelto a ver. Tengo que hablar contigo a causa de un asunto, de especial gravedad y urgencia. Si tienes tiempo, podemos comer juntos o, en caso contrario, vernos esta tarde para tomar un café y poder dialogar. Te explicaré, por supuesto cómo he llegado a localizarte, tarea que no ha sido desde luego fácil”.

La interventora bancaria no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. En pocos segundos se le agolparon en su mente recuerdos e imágenes, ya muy lejanas, de los tiempos de facultad. Difícilmente podía reconocer, en el hombre que tenía sentado delante de su mesa, a uno de sus compañeros de promoción, muy dinámico y popular en el ambiente del campus universitario, al que entonces todos llamaban “el Santi”. Reaccionó lo mejor que pudo, ante una persona de modales extremadamente correctos y educados, que le transmitía la urgencia de mantener un diálogo con su persona. Aun con la nebulosa de esas dos décadas pasadas, que no facilitaban la identificación del antiguo compañero Santi con este señor “cuarentón” y algo de sobrepeso que tenía delante, tras estrechar su mano, quedaron en verse esa misma tarde, sobre las seis, en una céntrica cafetería próxima a la Catedral. Las horas que transcurrieron hasta ese punto de encuentro, le ayudaron a ir conformando el puzle identificador del misterioso personaje, con aquel dinámico Santi de la Facultad. Pero ¿qué sería lo que con tanta urgencia necesitaba transmitirle?

“Es muy duro lo que he de confesarte, Estrella. Pero personas muy cualificadas, por mí contratadas, avalan, científicamente, el mensaje que debo transmitirte. Mi hijo Loren está manteniendo una intensa relación afectiva con tu hija Iris. La gravedad del caso es que…

 … yo soy el padre de ambos. Tenemos que ir a ese largo y desquiciado fin de semana de hace veinte años, cuando celebramos la fiesta de nuestra promoción. Aquello se desmadró, como tu bien seguro que recordarás. Tomamos “de todo” e hicimos muchas insensateces. Lo reconozco. Una especie de “bacanal” en la que no supimos llegar al necesario punto de inflexión, a fin de poner el necesario freno. Efectivamente me llegaron noticias de que estabas embarazada. Pero yo, vergonzosamente irresponsable, no quise ni supe reaccionar. Por qué iba a ser yo precisamente, cuando allí hubo e hicimos camas intercambiadas… Fue una locura y una cobardía. A muchos extrañó tu silencio. pero a muchas conciencias ese silencio tranquilizaba y facilitó tapar nuestras vergüenzas.

Ese destino que marca nuestras vidas hace diabluras. Sí, es diabólico. Cuando conocí a “nuestra” hija, algo me hizo recordar aquella descontrolada aventura de la celebración. Me llamó la atención que sus apellidos eran exactamente los tuyos. También me vi reflejado en algunos rasgos físicos de su rostro. Contraté a una agencia especializada, muy costosa pero con garantía en sus conclusiones, para que investigara mis sospechas. Comparar los ADN de Iris y el mío no fue difícil, pues Loren (al que también conoces) la trajo varias veces a casa. Por supuesto que los chicos no saben nada aún, pero a mí, con los informes científicos (muy concluyentes) en las manos, se me cayó el mundo a los pies. Soy el padre de Iris. La química lo atestigua. Y ahora debo y quiero afrontar esa responsabilidad. Pero, es obvio, la urgencia y gravedad del caso, es que dos personas, ciertamente muy jóvenes, están entregados el uno por el otro, sin saber, sin conocer, la consanguinidad que les une”.

La fecha de ese viernes otoñal nunca llegaría a borrarse de la memoria de Estrella. Tampoco, en la hasta ahora acomodada estabilidad familiar de Tiago. Iba a determinar muchas de las difíciles respuestas para afrontar en la evolución de sus vidas. Esta dramática historia es una muestra más del caprichoso, insólito y difícilmente explicable destino que marca el incierto y nebuloso libro de ruta en cada persona. Todo ello a pesar de nuestra voluntad, a pesar de nuestros errores y aciertos. Es la vida. Es la existencia.-


José L. Casado Toro (viernes, 17 Noviembre 2017)

Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


viernes, 10 de noviembre de 2017

APENAS VEINTICUATRO HORAS DE COHERENCIA, ENTRE PENSAMIENTO Y ACCIÓN.

En más de alguna ocasión nos hemos puesto a imaginar, pocos podrán negarlo, esa difícilmente creíble situación, en la que, también de una forma persistente en tiempo y lugar lugar, las personas fuésemosramos﷽﷽﷽﷽﷽lugar. en mantener lo que pensamos con aquello que decimos, en todo uéramos coherentes en mantener lo que pensamos con aquello que decimos, en nuestra vida relacional próxima. Las consecuencias de esa hipotética verosimilitud y concordancia, entre lo que manifestamos de manera cotidiana, con respecto a la realidad íntima de nuestro pensamiento, serían de tal calibre, que nos “inquieta” imaginar un mundo  en el que la verdad prevaleciera sobre cualquier otra consideración y en el que la sinceridad fuera un valor prioritario en esa jerarquía ética que percibimos tan degradada a nuestro alrededor, contexto espacial del que, obviamente, formamos parte.

La acción de esta curiosa historia transcurre en un prestigioso laboratorio de ciencias experimentales, integrado en el Polígono de Alta Tecnología ubicado en el extrarradio de la capitalidad madrileña. Este vanguardista centro experimental se encuentra situado a una distancia de 65 km. con relación a esa puntual centralidad urbana de la Puerta del Sol. Allí trabaja, desde hace ya más de cuatro años, Ramiro Coblán un químico de cuarenta y siete años que sigue manteniendo su soltería, tras una convulsa vida afectiva en la que se ha relacionado con los dos géneros que forman parte de la identidad humana. Ahora, en esta difícil y trascendental década de la cuarentena, correspondiente a su temporalidad vital, ha sosegado su azarosa y ocasional vida sentimental para centrarse en una serena y responsable actividad investigativa, que colma y satisface su verdadera vocación estudiosa y profesional. El cualificado departamento del que forma parte está dedicado, desde hace ya muchos meses, en intentar lograr la elaboración de un “revolucionario” fármaco que permita modular y transformar las voluntades intelectivas, a fin de conseguir una espectacular y futurista coherencia entre aquellos fundamentos y criterios que atesoran y anidan en nuestro pensamiento y todas esas palabras que expresamos diariamente ante nuestros semejantes. 


Este “bohemio” profesional de la química tiene alquilado, en el tradicional y castizo barrio de Fuencarral, un apartamento de 40 metros cuadrados útiles, habitáculo integrado en la sexta y última planta de un viejo caserón de viviendas, que hace dos años gozó de una urgente remodelación por deterioro, con el correspondiente “lavado de cara y esqueleto”. La vecindad, con la que apenas mantiene trato, está formada por un heterogéneo y multicolor catálogo de gente variopinta, en la que hay dos pisos para estudiantes, numerosas familias alistadas en el bloque de la tercera y veterana edad, algunas parejas de recién casados o unidos en pareja, una madre soltera que cría a su retoño, más de una viuda solitaria, con acendrado comportamiento religioso e incluso un vociferante capitán de artillería retirado, que vive junto a su mujer (limitada en su movilidad) y dos hijas solteras que subsisten vendiendo ropas y abalorios, tanto por el circuito de mercadillos semanales como también en el popular rastro dominical donde también instalan su tenderete. El único ascensor del bloque sufre constante averías, dada su prolongada y anticuada longevidad mecánica. Un elemento que refleja la originalidad del bloque aparece en los peldaños de las escaleras, construidos desde su origen en recia madera de roble. Hace años el edificio contó con los servicios de una portería, espacio que hoy hace las funciones de almacén alquilado para guardar enseres y mercancías pertenecientes a un bar de copas próximo, establecimiento de alterne cuya apertura es realizada a las nueve de la noche para cerrar cuando ya el alba comienza a clarear las mañanas.
Son frecuentes las diferencias y discusiones entre las personas que habitan el vetusto edificio, con respecto a diversas cuestiones comunitarias: falta de limpieza en las zonas comunes, pérdida de correspondencia en los buzones instalados en el portal, averías en el ascensor y en los motores del agua, la estética y abuso de la ropa tendida en la fachada y en el limitado hueco de un patio interior, las protestas de muchos vecinos por el incívico sacudir de las alfombras y manteles del comedor por parte de aquéllos que viven en los pisos superiores, el elevado volumen que modulan algunas televisiones y aparatos de radio en horas inapropiadas que perjudican el necesario descanso, las “zambras”, orgías y fiestas organizadas por los jóvenes en los pisos compartidos, el sufrimiento que muchos han de soportar por el caminar con tacones y suelas duras, comportamiento habitual en los vecinos del “piso de arriba”, las colillas y otros elementos arrojados al vacío desde los  balcones y ventanas del inmueble, las pintadas y ralladuras en los paramentos y utensilios comunes  etc.

Pero si no fuesen desgraciadamente frecuentes todos estos avatares, en la “normalidad” de ese colectivo convivencial, hay uno que focaliza sus “ataques” hacia la original figura de Ramiro. Se trata de un hombre aparentemente solitario, escasa o nulamente comunicativo con sus “acústicos” vecinos, que centra en su persona las miradas, los comentarios, los chascarrillos, las risas y sátiras inmisericordes, acerca de su forma bohemia o rara de vestir, sobre algunas “llamativas” visitas que recibe, de manera especial durante los fines de semana. También es motivo de curiosidad su peculiar forma de andar y el movimiento de algunas partes de su anatomía corporal, sus expresivas y mayoritarias compras vegetarianas, alimentos que de manera usual obviamente consume y por esa absorbente música clásica que disfruta al volver a casa, cuyo potente sonido “inunda” no pocos recovecos del bloque a través del ojo de patio interior que nuclea el vetusto edificio. De manera especial, son las bien enjoyadas, intensamente cremadas señoras del bloque, muy afanadas en la clerecía, quienes, al cruzarse con el enigmático vecino del ático, le “regalan” esas cínicas sonrisas y apenas lo ven alejarse comienzan con sus risas, los comentarios despectivos y satíricos, con los gestos mímicos subsiguientes, sin la menor contención, respeto o mesura, acerca del derecho a la privacidad y forma de vida del extraño vecino que tienen en la última planta.

Ramiro no es ajeno a todo ese crítico contexto que despierta su figura entre la “intolerante” vecindad comunitaria. Ha sopesado cambiarse de vivienda, pero tiene importantes motivaciones para desistir  a esa posible mudanza. El precio que paga por el alquiler es en sumo atractivo (con relación a otras zonas más alejadas del centro), las vistas de que disfruta desde su amplia terraza le permiten gozar con preciosas fotos urbanas y unos dulces amaneceres junto a cromáticas puestas de sol que le facilitan un valioso alimento visual y espiritual para su necesaria estabilidad anímica. Además, la ubicación en el plano urbano del bloque, donde tiene su pequeña y acogedora vivienda, le permite acceder al corazón arterial de la Gran Vía matritense en un breve caminar de escasos minutos.

Pero hoy, en este frío sábado de otoño, ha tenido dos nuevos y enojosos desencuentros con esas palurdas vecinas “acotorradas” tanto en el ascensor como en el portal del inmueble. Harto ya de tanta ignominia, decide llevar a la práctica una acción que llevaba barruntando desde hacía unas semanas: cuando el lunes vuelva a su trabajo en el laboratorio, piensa traerse para casa un frasco de ese revolucionario producto, en plena fase de investigación, que el equipo con el que colabora está perfeccionando antes de experimentar su aplicación con humanos. Es un brebaje, con fundamentos en plantas asiáticas, que parece influir y alterar decisivamente en los mecanismos inhibitorios con respecto a las voluntades y conceptos intelectivos. Explicado con otras palabras, esa “pócima” química” puede eliminar la inhibición que nuestra voluntad establece a fin de modular y cambiar lo que realmente pensamos. Expresaríamos con la sinceridad de nuestras palabras aquello que realmente sentimos o tenemos en mente.

En una lluviosa y tronadora noche de lunes, esperó a que avanzara la madrugada para llevar a cabo su perverso plan de castigo, contra una comunidad de vecinos que tan hipócrita y cruelmente se comporta con respecto a su persona. Le preocupa y agobia que la vecindad se recatan cada vez menos en depararle tan hiriente e  innobles actitudes. Revestido a causa del gélido tiempo con un chándal azul y rosa y una rebeca negra, bajó con una dosis del aludido barbitúrico hacia la dependencia del garaje sótano donde se encuentra ubicado el depósito o aljibe conteniendo el agua para el imprescindible consumo del bloque. En ese momento ya dispone de la llave que le va a permitir abrir la cerradura de tan importante dependencia para cualquier vivienda. Hace unas semanas tuvo un problema de grifos en su apartamento y el fontanero pidió la llave del cuarto de motores al Presidente de la Comunidad. Mientras el operario trabajaba, Ramiro hizo un duplicado de la misma en la ferretería que tiene tres números más allá de su inmueble. Le cuesta un extraordinario esfuerzo la operación de abrir la voluminosa tapa del aljibe subterráneo, cavidad que está casi llena de agua en dicho momento. Tras hacerlo, vierte en el gigantesco depósito el contenido químico de un frasco que contiene 500 cc del en principio eficaz brebaje. Vuelve a colocar la pesada tapadera del aljibe y sube con presteza a su vivienda sin utilizar el ascensor, pues quiere evitar por todos los medios la generación de ruidos a esas altas horas de la madrugada.

Los efectos de la revolucionaria sustancia comenzaron a percibirse ya desde el miércoles y prácticamente desaparecieron a partir del viernes. El hábil profesional de la química conocía desde luego esta limitación temporal que la ingesta producía sobre el cerebro, si dejaba de consumirse con regularidad. Precisamente el nivel investigativo estaba centrado, desde hacía meses, en tratar de prolongar la intensidad temporal esas consecuencias sin abusar de una toma continua que podría producir efectos secundarios impredecibles. Desde luego no afectó por igual a todos los vecinos, resultado lógico en función de los que sí habían usado efectivamente el agua del grifo para beber y aquellos otros que la habían tomado pero ya guisada con otros alimentos. También las variantes estuvieron condicionadas por la diferente naturaleza y resistencia de cada cual ante la ingesta del producto químico. Pero durante esos dos días de la semana, los habitantes del bloque, de manera muy desigual, sintieron en sus cuerpos esa revolucionaria sustancia, que el espíritu enojado de Ramiro había introducido, como respuesta rencorosa, en la vida de sus inamistosos vecinos.

Muchos serían los ejemplos a citar, pero entre todos ellos destacaron las “explosivas” desavenencias entre dos “maduras” recatadas y amistosas señoras, doña Jacinta y doña Aurora que, al echar ese ratito por la mañana, después del desayuno, acabaron insultándose de ventana a ventana, a través del ojo de patio, ante la expectación e incredulidad de gran parte de la vecindad. Todo fue por una cuestión de critiqueo, en ropas y edades, en la que intervinieron comentarios de terceras amigas. También don Zenón (coronel retirado de la Benemérita), tras comunicarle Valeria su mujer el por qué se había apuntado a una academia de baile a sus muchos años (un amor irrefrenable por su apuesto y juvenil profesor) se fue de la casa entre insultos a su cónyuge y dando un estruendoso portazo. Estuvo dos días sin aparecer por su domicilio, pero ya con los “papeles” judiciales de su abogado en la carpeta. A doña Serafina, numeraria del Opus Dei y habitual de las sacristíaslicos efectos sus "anifestaciones causadas por el dinamismo del flidad easar por urgencias antes de acabar en la comiser, le dio una especie de síncope cuando su hija Clara le dijo, sin pestañear, que estaba saliendo con un sindicalista trotskista de la CNT y que estaban planeando irse a vivir juntos. Y en otro de los pisos los cuatro universitarios que lo habitan llegaron a las manos tras confesar dos de ellos que estaban “liados” con las parejas de los otros dos compañeros de hábitat. La pelea fue tan violenta que la policía nacional tuvo que intervenir, pasando tres de los protagonistas  por urgencias antes de que todos ellos acabaran detenidos en la comisaría del distrito.

Hubo otras muchas manifestaciones causadas por el dinamismo del fármaco para forzar la sinceridad. Aunque sus “diabólicos efectos fueron desapareciendo en poco más de 24 horas, las desestabilizadoras consecuencias en la armonía vecinal, durante el período de su corta vigencia, provocó que en el bloque ya nada sería igual como antes. De una u otra forma, la atmósfera relacional se había deteriorado, para el regocijo egoísta y sin duda vengativo del afectado y dolido investigador, harto ya de sufrir el maltrato psicológico de la intolerancia vecinal. 

Cuando en una mañana del lunes Ramiro atravesaba el portal de su bloque, para dirigirse al metro de la Gran Vía que le conducirá a las instalaciones del laboratorio donde trabaja, abrió instintivamente el buzón de correos correspondiente a su piso apartamento, comprobando que había una carta a él dirigida. La misiva estaba remitida por la Consejería Cultura de la Comunidad Autónoma, departamento Concurso anual de relatos. Como en ese inicio de semana se había levantado bien temprano, rasgó sin dudarlo el sobre, extrayendo una cuartilla, con el membrete oficial de la Consejería.

“Estimado Sr. Coblán. Tengo el gusto de comunicarle que el relato que nos ha remitido, escrito titulado: APENAS VEINTICUATRO HORAS DE COHERENCIA, ENTRE PENSAMIENTO Y ACCIÓN, cumple todos los requisitos del concurso/convocatoria, por lo que ha sido seleccionado para optar a uno de los tres prestigiosos premios que anualmente concede esta Consejería. Los relatos serán analizados y valorados por un comité de expertos, de probada solvencia y con una titulación muy cualificada. Dicho comité propondrá los tres mejores relatos que recibirán los premios económico correspondientes y la publicación de los mismos, según consta en las bases de la convocatoria. Salúdole cordialmente.

Director General de Cultura. Comunidad de Madrid”.



José L. Casado Toro (viernes, 10 Noviembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga