viernes, 25 de enero de 2013

SILENCIOS Y OPORTUNIDADES, EN LA ÁRIDA SELVA MEDIÁTICA.

Puede ocurrir, en el devenir de los días, que una persona se encuentre en el lugar y tiempo no programado, a fin de que esa situación le reporte consecuencias, inesperadas y trascendentes, para su vida. Es algo de lo más usual, tanto en lo gozosamente positivo como también para aquellas otras cosas que tendremos, por sus consecuencias, que lamentar. Y siempre esas dos preguntas en las que el sentido de la respuesta es más que obvia para la racionalidad. ¿Por qué no habría estado yo en alguna otra parte? ¡Qué suerte habría tenido, si la casualidad me hubiera hecho estar allí! …… Pero, precisamente, ese reino de lo casual delimita resultados contrastados para los párrafos existenciales de nuestras vidas. Y así sucedió, aquel sábado de febrero, en un Palacio de Congresos y Exposiciones, ubicado en el mosaico cromático de nuestra geografía urbana.

Isaac Cortés hace tres años que ha conseguido finalizar, tras un buen expediente académico,  la carrera de Ciencias de la Comunicación, en periodismo. Sus inicios profesionales, como tantos y tantos otros compañeros, no han sido fáciles. Con su grado o licenciatura, para el ejercicio de una actividad apasionante pero a la vez muy competitiva, fue recorriendo redacciones y empresas del mundo de la comunicación. En todas ellas fue recibiendo muy buenas y cordiales palabras que se unieron a esa evidencia de que “por ahora, nuestra plantilla está más que cubierta”. Primero lo intentó en su ciudad natal, aquí en las orillas meridionales que bañan las aguas del Mediterráneo. Pronto viajó a otras provincias, más allá de la Penibética. Pero en todas ellas se repetía el mismo ritual que finalizaba con un “no” como respuesta. Aunque él estudió en una buena universidad de provincias, consideró la necesidad de afincarse en la capital del Estado, con el apoyo subsiguiente de sus padres, los cuales atienden a una empresa de alimentación en ultramarinos aquí en Málaga, de la que son propietarios hace muchos años. Se trata de un pequeño comercio, en la zona antigua de la ciudad, herencia que su padre recibió, tras la jubilación por edad, de un abuelo con admirables cualidades, tanto en lo laboral como (aún más importante) en la nobleza personal de su carácter. Pero Isaac pensó que Madrid, como todas las capitales y grandes urbes europeas, ofrece un amplio panel de posibilidades profesionales difícil de igualar con cualquier otra localidad española, a no ser ese otro gran emporio cosmopolita como es Barcelona.

Durante un par de años, y de manera intermitente, ejerció diversos trabajos en los ámbitos más contrastados y curiosos, en relación a su preparación académica. Seguros, reparto de publicidad, limpieza de edificios, clases particulares de inglés, taquillero de cine, figurante en obras importantes de la cartelera teatral, camarero en los servicios de restauración, etc. Hay que aclarar ya que Isaac es un joven afable, trabajador, responsable y simpático, que posee ese look like que los ingleses establecen  para significar a las personas gratamente atractivas, también en lo físico. Precisamente el encargado de personal del último teatro donde prestó sus servicios, conociendo su preparación y la seriedad laboral de su comportamiento, le facilitó una entrevista profesional con el departamento de recursos humanos de un importante grupo de comunicación, señero en el mundo de la prensa, la radio y la televisión. Después de muchas idas y venidas, aceptaron concederle una prueba temporal en el buque insignia periodístico del grupo, eso sí, con una retribución puramente testimonial y un número de horas de trabajo elevadamente disuasorio. Sin embargo, Isaac no lo dudó ni por un instante entregándose de lleno, con sus mejores cualidades, para labrarse una buena imagen que le abriera caminos de esperanza con la perspectiva de su futuro vocacional. Era una oportunidad que no la podía dejar pasar ni desaprovechar.

Comenzó por la sección de sucesos, desde la que recorrió, en las noches y los días, casi sin horas administradas para el descanso, hospitales, comisarías, sedes judiciales, prisiones, arrabales y zonas conflictivas en el submundo ocre y cenagoso de la delincuencia. A pesar del ímprobo esfuerzo que asumió, desde el primer día en la empresa, la voluntad y seguridad en su destino le hicieron aguantar con entereza la “basura” laboral que, al menos, le permitía una menos dependencia económica en la generosidad de sus padres. Fue conociendo y practicando por otras secciones de ese gran diario nacional, acumulando experiencia y destreza para su trabajo. En este contexto le llegó su inesperada gran oportunidad, a los veintiséis años de vida. El destino le iba a colocar en un punto privilegiado parea otear y rentabilizar esas coincidencia de tiempo y lugar.

Había estado, desde las primeras horas de la mañana, atendiendo la celebración de un importante congreso anual que celebraba el principal partido de la oposición parlamentaria. En realidad no había ido a esa magna conferencia como periodista titular de la información, sino como simple ayudante de dos consolidados profesionales de la pluma, que cubrían las páginas de la política nacional en su periódico. El “sí, señor” y “lo que Vd. desee” estuvieron todas esas horas matinales en la boca de un joven periodista que luchaba por abrirse camino, aprendiendo de dos “santones” de la columna diaria de opinión. Firmaban en esa tercera página tan codiciada por todos los que empiezan e incluso por muchos que casi nunca logran cohabitar en tan preclaro santuario del olimpo informativo. Por fin, era ya más de las 3,40, le autorizaron a que fuese a tomar algo. A las 4,30 debía estar de nuevo disponible para lo que terciaran sus dos jefes de sección, en ese día de inolvidable recuerdo. Fue a “echarle algo de alimento al cuerpo, dirigiéndose a un ventorrillo cercano al Palacio de Exposiciones, donde había visto un cartel que ofrecía menús a 6,95, con postres y bebida. Tomó ese tazón de fabada, algo pasada de rodadura, un pescado (en la pizarra a tiza ponía mero) a la plancha, con intenso sabor a pez mal congelado, tinto de verano y unas natillas, por supuesto “caseras”.

De vuelta al Congreso, cuatro y veinticinco de la tarde, continuó con su servilismo educado y elegante, a disposición de lo que hubiera que hacer. Estaba repasando la carga de las baterías suplentes, para la cámara de vídeo y el portátil, cuando comenzó a sentirse mal. Pesadez de estómago, un poco de ansia y malestar general y muchos gases en el vientre que luchaban por alcanzar su eólica libertad. “Perdonen, no me encuentro bien. Algo en el menú me ha tenido que sentar mal. Voy a ir a los lavabos, pero volveré aquí con toda la presteza que pueda”. Dejó a sus compañeros, que sonreían y hacían los chascarrillos correspondientes, dirigiéndose, a toda velocidad, al servicio de caballeros más próximo. Ya sentado en la tacita del wáter, el espacio a su alrededor le daba vueltas. Fue eliminando lo que pudo, pero su boca era todo acidez. Se sentía francamente mal. Cerró un poco los ojos, tratando de calmarse y esperando poder recuperar algo de energía para disimular ante sus arrogantes colegas.

Estaba como aturdido cuando percibió que dos personas entraron en ese servicio. Comenzaron a hablar en voz baja aunque, minuto a minuto, la voz de uno de esos hombres fue subiendo de tono, con ademanes acústicos amenazantes. Isaac extremó, desde su desahogado aposento, el silencio con la atención a la temática que enfrentaba a sus compañeros de lavabos. Obviamente no eran conscientes de que había, en ese reservado de la esquina, alguien que les estaba escuchando.  Tratando de no hacer ruido alguno, Isaac pronto entendió el motivo básico de la discusión. Un desagradable tema de corrupción urbanística, en la persona de un cualificado dirigente político, que podía ser “enfriado” con la concesión de un importante puesto en la dirección nacional del partido, al que ambos pertenecían. La evidente presión o chantaje sobrevoló entre la dialéctica de ataque, que uno de ellos esgrimía, y las promesas de su interlocutor para mover los hilos a fin de ubicarlo en un preferente y envidiado puesto, dentro de la Ejecutiva nacional del grupo en cuestión.

Isaac Cortés estaba siendo testigo anónimo e involuntario de una importante trama de compra-venta de favores, en el lodazal inmundo de la corrupción política. Una vez liberado su vientre, dejó la tacita blanqueada, en la que había descansado y escuchado una apasionante escena para el relato del día. Se dirigió hacia su Jefe de Sección, indicándole que tenía en sus manos una “bomba” nacional para sus oídos. Fueron a tomar café (él prefirió una infusión de manzanilla) y, desde el primer momento, su jefe pareció quitar hierro al asunto. Las pruebas aportadas sólo estaban basadas en la habilidad de Isaac, desde su tronado inodoro para el necesario equilibrio, orgánico y espiritual. Además era un asunto muy delicado, dada la significación social de los personajes implicados en la trama. La identificación de los mismos no ofreció especial dificultad, pues en el transcurso de la discusión mencionaron, en alguna ocasión, sus nombres respectivos. Tras recibir unas breves palabras de agradecimiento por la confidencia, por parte de Mario Calatrava, su jefe, dejaron el tema aparcado y continuaron su trabajo en el seguimiento del Congreso, hasta poco más de las siete. A esa hora volvieron a la sede del periódico para elaborar la crónica correspondiente del día.

Camino de casa, fue repasando mentalmente la aventura de la que había sido protagonista. Tenía la firme convicción de que, a pesar de lo incómodo de su digestión, los detalles sonoros de los que había sido anónimo e impertinente partícipe eran correctos, en su verosimilitud. Pero también contaba con la evidencia de la incredulidad de Mario. Este consolidado as de la pluma, era una persona muy autosuficiente y engreída. Pensaría que estaba al frente de una aventura alocada e irreal, montada por un ambicioso novicio en las estructuras acomodadas y jerarquizadas del entorno mediático. Se sentía incómodamente embargado por una sensación de prudencia y tensión, paciencia y valor, miedo y responsabilidad.

2.46 de la madrugada. Ya en la cama, meditaba sobre las últimas palabras que su jefe le había recomendado. “Olvídate ya de esa historia. Mañana te encontrarás mejor y tendrás otros muchos temas sobre los que investigar”. Pero no le resultaba fácil borrar de su mente la escenificación sonora de la que había sido testigo involuntario. Un diálogo, verdaderamente importante entre dos pesos cualificados del partido, teñido de una grave significación sociopolítica. Se lamentaba de no haber sido más valiente y arrojado,  para escribir ese gran reportaje soñado por todos los que ejercen el periodismo. La publicación del mismo, en el alba del amanecer,  habría hecho impacto en el cieno pestilente de la corrupción descontrolada que anida por el entorno de lo social. Pero esa gran oportunidad, para su “despegue” medila ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽bajo. su " to privilegiado parea otear y rentabilizar cia y destreza para su trabajo. ático, había quedado bloqueada por la dócil y fiel obediencia a la jerarquía de sus jefes.

Desayunó con menos prisas de lo habitual. Como no tenía que volver a la redacción, hasta las doce del mediodía, disponía de un cierto tiempo para ir al centro comercial que tenía dos manzanas de edificios, más arriba. Haría la compra semanal, a fin de equilibrar la “anemia” de su frigorífico. Pasó por delante de un puesto de prensa, libros y revistas, hermanado al hipermercado del gran complejo lúdico-comercial. En el expositor exterior vio su periódico, con un gran titular en primera. “TAMBORES DE CORRUPCIÓN, EN EL CONGRESO DEL ….” Sintiendo grandes pálpitos en el ritmo cardiaco, no pudo esperar y compró un ejemplar del diario. Allí de pie, en medio del pasillo central, leyó con avidez el contenido de la noticia. Estaba hábilmente retocada y maquillada en sus personajes y detalles. Pero, en esencia, se basaba en los datos que él había conocido y compartido con su jefe. Firmaba las dos impactantes columnas, primorosamente redactadas, el prestigioso nombre de Mario Calatrava.-

José L. Casado Toro (viernes  25 enero, 2013)
Profesor

viernes, 18 de enero de 2013

EL MEJOR REGALO DE REYES.


Siempre he mantenido la convicción de que la acción tutorial  es una de las tareas más gratas, posiblemente la de mayor importancia, que los Profesores pueden desempeñar en el seno de las distintas comunidades educativas. ¡Son tantas y variadas las experiencias que se generan a partir de esta creatividad formativa por excelencia!

Es uno de los primeros martes de enero. Alumnos, personal de administración y servicios y los equipos de Profesores, todos habíamos vuelto a las aulas, tras las vacaciones navideñas. Apetecible y necesaria etapa de buen descanso, propicia para potenciar la vida familiar y las actividades lúdicas, en un marco densamente festivo que sirve de transición a dos anualidades. Así pues, con renovado espíritu y fortalecimiento físico, organicé mi primera clase de acción tutorial colectiva, ya en el marco novedoso de un nuevo año.

Aunque lo chicos y chicas de mi tutoría, para este curso, alcanzaban ya una media de edad entre los 14 -15 años  (hablamos de un 3º de la ESO) estimé interesante plantear una temática de participación colectiva centrada en la cercana jornada de Reyes. ¿Cuál ha sido el mejor regalo que has recibido, ya sea durante la Navidad, o en esa mágica Noche en la que tantas voluntades pueden convertirse en una feliz realidad? pregunté.  Les encargué que redactaran algunas líneas que sirvieran de base para contrastar opiniones, ilusiones y deseos navideños, en la intimidad de sus jóvenes vidas. Probablemente, la temática a debatir puede parecer algo infantil. Pero me había propuesto motivar un debate de participación y comunicación colectiva, en uno de esos primeros días de la vuelta a las clases, y el asunto de los regalos ofrecía suficientes incentivos para que todos retomáramos a gusto la convivencia del diálogo.

Tras unos diez minutos de espera, a fin de que cada uno trazara sus líneas argumentativas acerca de la pregunta planteada, se inician las intervenciones. Aunque, como tutor, iba a controlar el jugoso debate, cedí el protagonismo de la concesión de palabra a varios alumnos, a fin de que fueran habituándose en el ejercicio de dirigir los turnos y el adecuado juego participativo. Pronto sobrevolaron, por la atmósfera adolescente del aula, una serie de regalos de la más variada gama y condición. Una primera impresión: la extremada generosidad de algunos padres, a la hora de aceptar las desproporcionadas peticiones de sus hijos e hijas. Esta apreciación deriva de que, en su gran mayoría, son familias de un nivel socioeconómico más bien modesto o medio bajo.

En segundo lugar, muchos de los perceptores de las dádivas “reales” (todavía sigue predominando el regalo que se recibe en la mañana del 6 de enero) no se caracterizan por ser abnegados “trabajadores en el estudio”. Todo lo contrario. Si echamos cuenta de las estadísticas que nos confirman los boletines de notas, las calificaciones de estos agraciados en la mañana real son más que precarias, abundando los insuficientes en más de dos y tres materias. Alguno podría entender, siempre expresándolo con la mayor delicadeza, que, ante ese pobre rendimiento, no se les castiga sino que se les premia. Sería de especial interés conocer la argumentación de los progenitores ante su proceder en la Noche mágica de Reyes. ¡Claro, tal vez por eso. Es que es….. mágica!

Hubo algunos casos en que los regalos aparecían, durante esa espléndida mañana de enero, en la casa de “mi madre” y en la casa de “mi padre”. Efectivamente, aquellos matrimonios que se ven inmersos en separaciones o divorcios, también son visitados por sus Majestades con notable generosidad. Sus hijos reciben los juguetes u otros presentes en ambos domicilios, con lo que se incrementa la variedad y el número de aquéllos, para el goce indisimulado de sus perceptores. El itinerario de estas visitas se incrementaba con el atrayente paseo por la casa de la abuela, tíos o incluso amigos de los padres.

Bueno ¿y que se regala? Tratándose de jóvenes adolescentes, el concepto básico de juguete queda transformado y superado por otras realidades, más a tono con la edad. Ropa y zapatos ocupan, en este caso, un lugar preferente. También, por supuesto, los productos informáticos. Desde los ordenadores (especialmente, el portátil) hasta los elementos periféricos, como los discos duros y las impresoras. Las tabletas informáticas se han puesto muy de moda, aunque en ese entorno electrónico continúa teniendo un puesto de privilegio la telefonía de última generación. Alguna consola, para los juegos en pantalla, adornos de joyería y bisutería, especialmente para las jóvenes y…… muy escasos libros.  ¿Y a quien le han traído algún libro interesante? “Profe, los libros son para el estudio, y estamos hablando de los Reyes Magos”. Tuve que explicar mi posición acerca de que también SS MM visitan, para hacer su  acopio de recursos, las librerías, donde se encuentran joyas espléndidas para distraer, divertir y enriquecer o alimentar nuestras mentes. Mientras, otros hablaron de sus cámaras fotográficas…..

El ambiente se había ido animando, de manera progresiva, tras un principio en que la temática a comentar no parecía despertar un fuerte ánimo participativo. Posiblemente, porque a estas edades de la adolescencia se perciben estas temáticas como especialmente infantiles. En realidad, una gran mayoría habían acompañado a esos progenitores a los centros comerciales donde los Reyes hacen acopio de las mercancías solicitadas por los niños pequeños y grandes.

Y allí, en la fila tercera, junto a la ventana donde aún entraba un rayito de ese sol invernal que tanto agradecemos, Carina, algo seria, parecía un tanto ausente del jolgorio general que los diversos monitores se veían incapaces de encauzar y controlar.  Mi posición como tutor era bien clara: en aquel segundo día de clase, y primero de acción tutorial, debía prevalecer la alegría, compartiendo un recuerdo y realidad amable de las pasadas vacaciones. La rutina de la vuelta a las aulas, con los madrugones, los estudios, los apuntes y las tareas para la casa, la aridez de algunos contenidos, los mensajes repetitivos del “no se puede… está prohibido… te voy a poner un parte…. silencio …. cállense …. silencio……. etc”,  debían ser compensados con otras sugerencias de mayor estímulo y alegría, para personas que vibran y comparten esa maravillosa e inolvidable edad de los quince años.

“Carina, aún no hemos escuchado cuál ha sido ese mejor premio, o el que te ha hecho mayor ilusión, en la carta a los Reyes. Seguro que tienes algo que contarnos. A pesar de este complicado sonido ambiente, tus compañeros van a escuchar con interés aquello que quieras contarles. Venga, anímate. A todos nos gusta verte sonreír y hoy te veo pero que muy, muy pensativa”.

Por diversos motivos, la personalidad de esta alumna influye en el resto de sus compañeros. Su situación en el grupo es un tanto especial, con respecto al resto de los alumnos. Al fin se decide a intervenir, ante el requerimiento del Profesor tutor. Sus palabras, pronunciadas con un ritmo intencionalmente lento, ejercen el mágico efecto de facilitar un silencio magnéticamente generalizado en el colectivo grupal. “Bueno, preferiría no hablar…. en esta ocasión” fue su respuesta. Quise forzar un poco la situación e insistí en mi petición. Posiblemente era la única alumna que no había abierto la boca, en los cuarenta minutos que llevábamos de clase.

“Si el Profe insiste, puedo resumir mi postura en este debate tan ilusionante que aquí se ha montado. MI mejor regalo, aquello que me ha hecho más feliz en estos días, no ha sido una cosa material, como las muchas que mis compas han comentado. Aunque todas las cosas que aquí han salido me parecen bastante chulas, en mi caso ha sido algo familiar lo que más me ha alegrado. Aunque es muy íntimo, y mis mejores amigas lo conocen, no me importa decirlo aquí públicamente, aunque sé que algunos no se atreverían. Pero así soy yo. (no se escucha en el aula el simple vuelo de una mosca. Todos miran a Carina, con atención y respeto). Mi familia estaba…… rota. Es una desgracia…. hay muchas así ¿verdad? ¿Culpables? No creo que esa sea la mejor palabra. El padre, la madre, todos… Seguro que ellos sufren pero ¿y nosotros? ¿Han pensado en nosotros? Los hijos vivimos este drama pero que muy “requetemal”. Muy “jodidos”. Hay muchas noches y días de lágrimas. De angustias. De estúpida soledad. Pero…. los Reyes este año han querido traerme una alegría. Parece que la cosa se está arreglando. Y yo voy a sentirme feliz, viendo como mi madre vuelve a sonreír. Ese ha sido mi mejor regalo. Gracias, Profe. Gracias….. papá”.-


José L. Casado Toro (viernes 18 Enero, 2013)
Profesor



viernes, 11 de enero de 2013

DONDEQUIERA QUE ESTÉS, PEQUEÑO MIGUEL.


Hoy, a muy pocas horas de ese sábado cruel, te escribo estas líneas, profundamente afectado, como todos los que hemos conocido la trágica, la muy terrible información. Te has ido de tus familiares, de tus compañeros y amigos, de todos los que te conocían y compartían la fuerza de tu vitalidad. También de todos nosotros, aquéllos que sin haberte visto nunca, sólo sabemos tu nombre y algún escaso dato más sobre tu persona. Y es que te has marchado muy pronto de la vida. Apenas, seis años. ¡Qué injusto es el destino, el azar, el dios de todas las creencias, la propia naturaleza, la sinrazón! ¿Y dónde estaba ese Ángel de la Guarda, que dicen todos tenemos? En la noche mágica de los juguetes, en la mañana de ese día seis de Enero, para la ilusión y el asombro en el semblante de todos los niños, tú ya no estarás.

Porque en la tarde del día anterior, víspera de Reyes, como tantos cientos de miles de niños en el mundo, jugabas a coger esos caramelos multicolores, llovidos para el dulzor desde las carrozas. Carretas que caminan y cabalgan, en sones rítmicos de fiesta, por entre la enfervorizada multitud. Espectáculo de luces, atuendos, sonidos y desfiles que adornan o disfrazan otras realidades, al menos por un día, para reír, soñar y disfrutar. Pero eran poco más de las cinco, en una tarde de plácida temperatura invernal, cuando una rueda maldita del todo terreno, o tal vez del remolque, segó la vida inocente de un niño que se afanaba por recoger, en el suelo, unos caramelos, en ese maravilloso afán por creer, sentir y jugar. Parece que otros dos niños tuvieron mejor suerte que la tuya, pudiendo ser liberados a tiempo de las nefastas consecuencias de su peligrosa espontaneidad. Tu padre, médico forense, se afanó por prestarte los primeros auxilios. Otros doctores también lo hicieron ¡Cómo lucharon… por devolverte a la vida! Pero el inmenso daño en tu frágil cuerpo, dejó ese rastro de sangre para el adiós, hasta toda la eternidad.

Pudo suceder en cualquier otra calle y plaza de nuestra entrañable Málaga. O en cualquier otra ciudad. Pero aquí, en las puertas del Parque, entre la Alcazaba y el mar, ha tenido lugar este doloroso suceso que tantas lágrimas y sentimientos ha suscitado, entre mayores y chicos, que se preguntan cabizbajos por qué tienen que ocurrir estas desgracias y si se pueden evitar. Nos hablan de quince personas por carreta, para vigilar. Doce voluntarios, dos más de Protección Civil y un Policía Local. Pero no hay vallas protectoras, que frenen la temeridad infantil de todas las edades. Y el ímpetu animoso de vuestra fuerza, esos años abiertos a la alocada decisión de la imprudencia, hace difícil el control entre una multitud enfervorizada, que busca ilusión y distracción, en el erial de tantos valores ausentes que padece la sociedad. 

Dedos acusadores señalan a no pocas responsabilidades. Todas ellas las tenemos en mente. Pero sería cruel hacerlas explícitas en esta mañana de domingo donde, por ese hogar del Limonar, unos padres y una hermana no van a poder seguir compartiendo la alegría de tus juegos, de tus voces y sonrisas. Ya, nunca más.  Que ha sido un accidente lamentable e inevitable. Que esa “cabalgada”, sin camellos o dromedarios, no se puede, no se debe parar. Todo lo más, se suprime la ofrenda a los RR.MM, en las marmóreas escaleras de la Catedral. Pero que el “espectáculo” …. ha de continuar. Que, en caso contrario, puede haber problemas de orden público, esa obsesión que tanto nos abruma, pues han venido ¡hasta autocares de los pueblos! Y que hay mucha gentío en las calles. Paradojas de la vida, con tanto orden y cuidado, ha quedado sangre derramada sobre el asfalto infortunado de nuestro pesar. Banderas a media asta y dos días de luto, para los banales valores de esta colectividad. Y ahora, informes y propuestas pero ….. tú ya no estás.

Querido Miguel, desde el cielo, la montaña o el mar, dondequiera que estés para nuestras creencias o angustias,  podrás seguir jugando entre ángeles y estrellas, noches y amaneceres, besos y sonrisas para esa ilusión desesperada en nuestra voluntad. Tus compañeros de colegio preguntarán, una y otra vez, a dónde has viajado, con esas prisas del destino que no atiende a razones, ni a la lógica humana de una muy corta edad. Pero esa palabra terrible, contraria a la vida, ellos no la querrán, no la podrán aún asimilar. Tampoco una familia destrozada, en un día de paz. Día que habla de bicis y muñecas, de patines y scalextrics, de balones y portátiles, de puzles y peluches, de libros y ropas, de películas y juegos, de historias y esperanzas, todo ello para disfrutar. Tu familia sufre intensamente la ausencia de tu vida, dolor que difícilmente van a poder  superar.

Si tienes la suerte, también la inmensa oportunidad, de encontrarte a esos ángeles que dicen habitan por el cielo, a los Reyes Magos, a Papá Noel o a tantos otros misterios que has leído en los cuentos y páginas de la imaginación, de esas muchas tardes junto a tu hermana, los amigos y vecinos, pregúntales por qué suceden estos accidentes. Son situaciones absurdas y dolorosas, que nublan nuestras sonrisas y hacen imposible aceptar la lógica, la fe en la racionalidad Tal vez a ti sepan explicar esos errores de la naturaleza, cuando no hay lluvia para la sed, cuando no existe sombra para el calor ni, tampoco, consuelo para el dolor.

Desde este mundo tan sabio y no menos absurdo, que todos nos empeñamos en complicar, te recordaremos en cada cara de un niño que, en su inmaculada inocencia, sólo quiere vivir, sonreír y jugar.-

José L. Casado Toro (viernes 11 Enero, 2013)
Profesor

viernes, 4 de enero de 2013

¿OTRO AÑO MÁS, PARA LO IGUAL?


Atrás han ido quedando parabienes y nobles deseos, villancicos y confetis, ingestas más o menos copiosas y compras para los regalos hasta lo posible. Es un interpretado ritual que siempre acompaña al tránsito de anualidad, todo ello en pleno recorrido invernal, durante la fría estacionalidad temporal para nuestras vidas. A pocas horas, tras el surrealista espectáculo de las cabalgatas (sólo justificadas, para las sonrisas, espontáneas e inocentes, de los más pequeños) retomaremos la cruda e inevitable conciencia de la realidad. Es como si visionáramos una cinta continua de despropósitos (en la que todos somos actores) que vincula al depresivo año que finaliza con la no menos inquietante anualidad que ahora comienza, para nuestra desasosegada intranquilidad. Y los sufridos (nunca como ahora, puede tener más verosimilitud este adjetivo) ciudadanos, que no ejercen de políticos o economistas, ahí sumidos en las torpes manos de quienes sí detentan ambas profesiones, para nuestro triste o indignado desconcierto.
 
Han sido doce, doce meses de muy duras medidas. Para casi todos, pero de manera intensamente especial para “los de siempre”, que han llenado las calles y plazas de nuestra geografía de centenares de miles de personas. Ciudadanos que clamaban contra la agresión y el sufrimiento, anímico, económico y laboral, de que estaban siendo objeto. Voces, pancartas, argumentos, palabras y súplicas, incluso con el drama terrible de algunos suicidios, que no logran mover el alma de esos dirigentes que, sin temblarles un músculo de sus rostros, responden con la cruel “esperanza” de su incapacidad. Dicen que, como mínimo, aún nos queda un año más de recesión…. Es decir, otra anualidad, para lo mismo. De impuestos alocados que atenazan el consumo; con la inhumanidad social de los despidos laborales; la entrega programada e interesada del Estado al capital privado; servilismo a las entidades financieras y a las ideologías más conservadoras de una trasnochada derecha; y ese “falderismo” tanto a los dictados de Alemania, como a esos crípticos organismos que hablan de “primas” “rescates” “déficits” y sacrificios, para el dolor de aquéllos que “no han estudiado” para ser, precisamente, políticos o economistas.

¿Pueden estar equivocados tantos cientos de miles de ciudadanos que poblaban las calles, clamando contra semejante iniquidad (maldad, injusticia grande. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española)? Es evidente que no. Probablemente, muchos de esos indignados contribuyentes han colaborado en sumar los once millones de votos que detentan, de manera absoluta, quienes nos gobiernan. Aparte fanáticos, que abundan en ambos lados del espectro, seguro que lo hicieron con su mejor voluntad y creencia. Sin duda, en el ejercicio admirable de su inalienable libertad. Pero, tras un año, de decisiones, imposiciones, normas y leyes, que no han dejado “títere con cabeza”, los resultados del Ejecutivo gubernamental no están siendo precisamente “positivos”. Todo lo contrario. Aún para aquellos que no somos economistas profesionales ¿existe algún indicador (perdonen la redundancia) económico, macro o micro, que refleje una patente mejoría para la mayoría social? Analicen.  El IVA, 21 % (es, nuestro bolsillo); el paro laboral (es, nuestra familia); las desinversiones (es, nuestro crecimiento); los derechos del trabajador (es, nuestra historia reivindicativa); la sanidad (es, nuestra salud), la educación y la investigación (es, nuestro futuro)…….

Patéticamente, esos “recortes” universales contraen, empobrecen, bloquean, alejan el crecimiento y sumen a la colectividad (especialmente a “los de siempre”, los más débiles) en una insoportable pobreza, material pero también psicológica. Un solo ejemplo. ¿Puede dinamizar el comercio, la inversión, el trabajo, el crecimiento, el progreso, una medida como la que se ha perpetrado, con la impasible frialdad de la arrogancia ministerial, arrebatando miles y miles de pagas navideñas a los funcionarios (y no funcionarios) de este país? La respuesta es tozudamente negativa, para una mínima racionalidad. Pero así es el gobierno de la derecha, con su mayoría absoluta en el Parlamento de España. Cuando se habla “con desenfado” de “reestructurar”, eufemismo que encierra el significado cruel para el despido de siete mil o más trabajadores ¿se han parado a pensar que están jugando con la desgraciada suerte de siete mil o más familias? Esto es el gobierno de la derecha, la de toda la vida, ahora con su mayoría absoluta parlamentaria.

¿Qué futuro aguarda a los jóvenes, a los que se ha cercenado la durísima vía de la oposiciones de las administraciones públicas, a esos obreros puestos de patitas en la calle, con las negras expectativas para encontrar trabajo en el otoño de sus edades, a esos pensionistas amenazados con el copago por los servicios sanitarios? ¿Protestan los empresarios? ¿Protesta la Iglesia Católica? ¿Protestan los dueños de los bancos y las cajas financieras? ¿Protesta la sanidad privada? ¿Protesta la educación privada? ¿Protesta la Sra. Merkel? Entonces ¿quiénes son los que protestan en las calles, en la plazas o en la difícil intimidad de sus hogares? No se engañen. Así es el gobierno de la derecha, con su mayoría absoluta parlamentaria.

No. La izquierda política, tampoco se puede ir de rositas en este desalentador panorama. No han sido unos buenos o eficaces gestores de la “cosa pública”. Es evidente. Si hoy el Gobierno, la mayoría de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, están en manos de esa insensible derecha, gran parte de esa responsabilidad corresponde a la ineficacia gestora de la izquierda. Y que cada uno mire al espejo de su conciencia. Y, ahora, su labor de oposición a tan desmedidos zarpazos gubernamentales resulta desacertada. Profundamente desacertada. Una cosa es el sectarismo demoledor, sin ninguna conciencia de Estado, que tuvieron enfrente durante sus recientes ocho años de poder, y otra realidad esa “oposición de ballet” que están llevando a cabo frente a unas decisiones que sólo hacen abrir aún más las heridas sociales para el fracaso. Obviamente, el problema de la izquierda en este país es ya claramente generacional. Y no me refiero sólo a la edad que marcan los DNI. Esta sociedad necesita, como el maná para la ilusión,  progresismo. Mucha ética. Y, por supuesto, grandes toneladas de honradez y eficacia. Estados. Estadistas. ¡Y mira que se lo están poniendo fácil! Pero “El lago de los cisnes” está muy bien escenificarlo en los teatros, pero no en el sublime escenario de la representación ciudadana. Esa izquierda tiene que renovar, drástica  y de manera urgente, sus cuadros dirigentes. Los actuales están ya muy “pasados de tuerca”. La caducidad de esos rostros es para la historia. Pero desde luego. nunca, nunca se habrían atrevido adoptar medidas tan lacerantes para la ciudadanía, como las que hemos estado sufriendo a lo largo de estos últimos doce meses.

¿Este país puede resistir otro año, similar al que acabamos de sufrir? Probablemente, y lo digo con pesadumbre, sí. Ya hemos visto como, en recientes consultas electorales, el voto ha seguido yendo hacia las alforjas de aquéllos que precisamente te están maltratando. ¿Recuerdan, en la Historia, lo de “Vivan las cadenas”?. Pero es que el masoquismo es una categoría humana, bien incardinada, real o subliminal, en nosotros. Así vemos, también con asombro, como una ciudad se moviliza ante una decisión, ciertamente discriminatoria, de la UEFA (Unión Europa Futbol Asociación), para defender algo que está muy alejado de la pureza deportiva. Cuando otras decisiones, más cercanas a tus verdaderos intereses, te están, literalmente, maltratando (iba a escribir “machacando”).

Pero es que somos… así. De todas formas, este tipo de Navidad, sin Navidad, que hemos pasado, no sería agradable tener que experimentarla otro año más. Se ha percibido en las caras, en los gestos aburridos, en las actitudes sonámbulas y en unas sonrisas desvitalizadas, sólo aparentadas para seguir la teatralidad de la inercia. Y pueden estar muy bien las absurdas ingestas (para quienes se las puedan permitir) aun a riesgo de la salud de cada irresponsable de turno. Pero ese alimento, material, sólo debe servir para nutrir, racionalmente, nuestro cuerpo. Sin embargo, el alimento espiritual, en valores es, debe ser, aún más importante y trascendente. Ha de servir para darle un sentido más humanista, ilusionadamente esperanzador y progresista, a nuestra presencia en la vida.-

José L. Casado Toro (viernes 4 Enero, 2013)
Profesor