viernes, 29 de octubre de 2021

DOS MATRIMONIOS SE CRUZAN EN LOS JARDINES DEL PARQUE.

Tarde de viernes, en ese otoño con aún sabor veraniego que la Providencia, la suerte o el azar geográfico ha regalado al mediterráneo enclave malagueño. Incluso soplaba una suave brisa “aterralada” que sin embargo se hacía grata porque en modo alguno era cálida o tórrida, sino templada e hidratada por la influencia del mar. Eran muchas las personas que paseaban por los jardines del Parque, practicando y disfrutando ese sensato deporte que ayuda a mover las articulaciones y a estimular las válvulas cardiacas, descartando el uso del coche, bus, bicicleta o patineta eléctrica. Simplemente gozando del saludable placer de caminar.

Dos parejas adultas caminaban en sentido contrario por el lateral norte del Parque, junto a los coquetos parajes vegetales e hídricos de los Jardines de Pedro Luis Alonso (fue el primer alcalde de la ciudad, tras la guerra civil de 1936-39). En dirección este, iban Ferrán y Aria, mientras que hacia el centro de Málaga se desplazaban Mateo e Irma. Esos cuatro ciudadanos ya habían sobrepasado su medio siglo de vida, pero aún se encontraban en edad laboral, pues les faltaban años para cumplir su sexta década vital. A medida que se producía su aproximación, los dos hombres intercambiaron sus miradas con patente fijeza, mientras que sus respectivas cónyuges iban pensando en sus cosas, guardando ese silencio de aquellos que parece no tienen mucho que decirse.

Al cruzarse los dos matrimonios, las cabezas de los esposos se fueron girando a fin de no perder entre ellos el contacto visual, buscando al tiempo una respuesta en sus respectivas memorias que les confirmara su antiguo e importante conocimiento. Siguieron avanzando unos metros y en un preciso momento Ferrán y Mateo se vuelven completamente, se observan y se acercan entre sí, de manera harto efusiva y con expresivas sonrisas, iniciando el intercambio de amables y exageradas palabras, entre exclamaciones y risas, bastantes similares en ambos casos.

“¡No me lo puedo creer! Tu eres Mateo. Y tu eres… Ferrán. Parece que fue ayer, pero llevamos casi tres décadas sin vernos. Teníamos entonces veinti… pocos años y ahora ya andamos por los 53-54. Te he reconocido desde el principio. Verdaderamente no has cambiado nada, incluso te veo hasta más joven. Tu estás igual, de cuando hacíamos nuestras divertidas andanzas. Qué tiempos aquellos. Bueno, el “fuselaje” ha ido cambiando un poco, bastante … el almanaque no perdona. Ya ves, el pelo se lo ha ido llevando el viento. La talla de la cintura nos delata y todo por culpa de la cerveza. Son los kilos de la buena vida, no lo dudes. Ya no estamos tan estirados como entonces, que parecíamos dos jirafas. Ahora las dorsales, las lumbares y las cervicales imponen su ley. No hay por qué preocuparse, pues como dicen que las arrugas son siempre bellas… Pero bueno hombre, vamos a dejar de contemplarnos, que hay que presentar a estas dos bellas señoras”.

Sería innecesario continuar narrando el dulce protocolo, cívico y cordial, de dos antiguos compañeros y amigos íntimos de estudios y correrías, en muchas jornadas y noches de asueto en su añorada y ya muy lejana adolescencia avanzada. Tras la efusiva y emocionante tanda de abrazos, besos, parabienes y sonrisas torrenciales, decidieron ir a pasar los cuatro un rato juntos en una cafetería cercana en el Puerto, moderna instalación con espectacular decoración “americana” y con objetos emblemáticos de artistas y cantantes famosos. Se trataba de una sentimental y romántica merienda, en la que iban a contarse lo más relevante que habían protagonizado durante más de dos décadas de alejamiento mutuo.

Como ya se estaba levantando ese frescor húmedo de la tarde otoñal, cargado del aroma a marisma, que gozan las ciudades portuarias, ¿los dos antiguos amigos pidieron sendas tazas de chocolate caliente “Recuerdas aquellas chocolatadas que nos tomábamos en Casa Aranda, después de los exámenes?” Las dos señoras, un tanto asombradas, pero divertidas por la inesperada situación, optaron por dos cafés moka con canela, mientras se iban escrutando recíprocamente las epidermis respectivas y las ropas que las cubrían, con el recato debido, pero sin perder detalle alguno, todo ello en un agradable y teatral mar de sonrisas. Añadieron a la consumición una bandeja de hojaldres rellenos de cabello de ángel, aunque las dos esposas manifestaban, entre risas, su firme propósito (desde luego pronto frustrado) de no probarlas, pues confesaban estar bajo el “severo” control dietético de afamados y recomendados galenos endocrinos.

Las dos parejas se iban cruzando palabras amables y comentarios divertidos, siempre agradables al oído, como cuatro “jovencitos” ya disfrazados por la edad que quieren acabar bien la tarde. Pronto llegó la hora de las “auto loas” profesionales y familiares, endulzadas por la exagerada teatralización que los dos padres de familia no se recataron en aportar. Escuchemos a Ferrán.

“Bueno, pues resulta que ninguno de los dos estamos ejerciendo aquello para lo que estudiamos y que nos unió tan amistosamente durante aquellos inolvidables años. Así es la vida, pero por mi parte no me puedo quejar. Querido Mateo, recuerda que siempre me gustaron “las letras”, pero no pude hacer la licenciatura de derecho. Las circunstancias familiares no me permitían desplazarme a Granada y aquí en Málaga aún no funcionaba esa facultad. Así que inicié como tú el Magisterio, en aquellos míticos años de la Escuela Normal. Pronto me di cuenta de que la vida del aula, rodeado de chavales, no era para mí. Aún así, acabamos la carrera y de inmediato descarté la opción de las oposiciones. Después de algunos trabajos menores, me hablaron de una academia, por la zona del Hospital Civil, donde preparaban para distintas especialidades profesionales y en mi caso elegí la administración y un poquito de contabilidad.

Tuve suerte, pues ingresé al poco tiempo en la delegación de una editorial de prestigio, con sede central en Barcelona y ahí sigo. Con esfuerzo y una cierta capacidad para la gestión y distribución de volúmenes, además de nuevos proyectos editoriales, dirijo actualmente las oficinas de la entidad, como delegado jefe. Controlo toda la zona de Andalucía, también las ventas en Melilla y Ceuta. A pesar de Internet (somos innovadores en las ediciones on-line) mantenemos las ventas en soporte papel (el insustituible papel en los libros) y tenemos una economía muy saneada y prometedora, con la digitalización bibliográfica”.

Aria, tras escuchar el insólito contenido de la narración que estaba haciendo su marido, en un momento de “impacto” ante los detalles de la exposición, se le atragantó el sorbo de café y el pastel que degustaba, teniendo el camarero que traerle un vaso de agua, a fin de ayudarle a recuperar la normalidad. Para ella, esa tarde estaba descubriendo la inmensa y descarada capacidad de fabulación de su esposo, habilidad que le produjo esa carcajada interna, tan difícil de disimular y que le produjo el cómico bloqueo de su garganta.

“Tenemos un hijo, bien casado, que trabaja en el prometedor sector de la publicidad, ganando dinero a raudales. Esta juventud de hoy se lo monta muy bien. Si los jóvenes de hoy hubieran vivido nuestros tiempos… En cuanto a nuestra hija, aún está conviviendo con nosotros. Es especialista en restauración de la alta cocina, trabajando en una cadena de restaurantes de la milla de oro, en Marbella.” Con el más difícil disimulo, Aria hincaba sus largas y bien cuidadas uñas en las palmas de sus manos, tratando de controlar los ataques de risa interna, que “clamaban” por salir a liberarse del interior de su cuerpo, como invitados preferentes a tan grata velada. Miraba y remiraba a Ferrán y se decía “desde luego estoy casada con un gran actor. Su capacidad de fabulación es inmensa ¿cómo no me he dado cuenta hasta hoy?”

El argumento exigía la pronta entrada en escena del otro gran intérprete de la tarde, el antiguo amigo Mateo.

“Valoro y me alegra enormemente vuestra envidiable y justa situación en la vida. He de confesarte que no me extraña, pues siempre vi y admiré en ti, querido Ferrán, a una persona, plena de cualidades y virtudes, que el destino ha sabido hacer justicia. Tienes que sentirte muy orgullosa, Aria, de tener un marido digno de la mayor admiración. Por mi parte, entré en Magisterio influenciado por un familiar, un hermano de mi madre todo vocacional, que trabajaba de maestro de escuela. Este peculiar personaje pedía cada dos o tres años un nuevo destino, pues siendo soltero practicaba esa gran afición de ir conociendo otras provincias y regiones de nuestra rica y contrastada geografía. A él le vitalizaba el trato con los niños, ya que lógicamente no tenía ninguno. Tampoco a mi la enseñanza me hacía el necesario “tilín”. Nunca tuve esa necesaria paciencia y entrega a la docencia que adornaba la figura de mi tío. Tu lo sabes bien, Ferrán, siempre me gustó y fui un gran aficionado a la acción de esas películas policíacas, en la que “los buenos” se enfrentaban y controlaban a “los malos”. Por supuesto, también pasé por esas academias donde te preparar para “casi todo”. No te miento, pues con gran esfuerzo y sacrificio pude ingresar en el Cuerpo Nacional de Policía. Era mi verdadera vocación y desde luego capacidad. Ser policía era y es la gran ilusión que siempre he tenido desde niño. Ahí he ido escalando cargos en la carrera y hoy puedo decir, con ese orgullo controlado por la necesaria modestia, que sirvo a la sociedad desde una plataforma de jefatura, con alta responsabilidad. Dirijo un equipo de muy buenos profesionales, que han participado (bueno, también yo, lógicamente) en importantes operaciones contra el narcotráfico e incluso contra la “trata de blancas”. Poseo varias medallas y condecoraciones, concedidas por los superiores, como premio a la prestación de importantes servicios a la comunidad”.

 

De una forma similar a la Aria, Irma también quedaba absorta acerca del relato que iba exponiendo su marido, que le provocaba asombro y sorpresa. En este caso, en modo alguno tenía ganas o necesidad de controlar risa u otra manifestación acerca de lo insólito de la narrativa que exponía, con la mayor naturaleza, la persona con la que convivía desde hacía más de dos décadas. Lo que verdaderamente sentía en ese momento era una sensación de pudor, porque la historia que ella bien conocía en modo alguno reflejaba la realidad de los hechos. Se dijo a sí misma algo así como “después hablaremos, Mateo, porque no me esperaba algo así en tu persona ¡Cuánto cuesta conocer bien a la persona con la que convives!”. De todas formas, podía entender, que no compartir, la exposición que hacía Mateo, ante aquel ostentoso amigo de juventud.

“Nuestra única hija, llamada Laura, está casada con un experto en mercados, a los que les va muy bien. Tienen ya dos hijos y gozan incluso de un cómodo apartamento en las playas de Altea, para descansar en los veranos vacacionales (su marido tiene familia en el levante peninsular). La verdad es que no nos podemos quejar en cómo nos ha ido la vida. El destino ha sigo muy generoso con nosotros”.

La feliz merienda finalizó con un sentimental recuerdo a sus profesores de la antigua Escuela de Magisterio, don Rafael, don Salvador, don Florencio, doña Juanita, doña Manuela, Dña. Angustias, doña Elvira, doña Mercedes, don Pedro, don Francisco, don Pio, don Manuel … nombres recordados con afecto y cariño, añadiendo esa pícara sonrisa de mencionar, como chiquillos traviesos, algunos apelativos con los que eran nombrados entre la muchachada tan ilustres profesores. Nuevos abrazos y besos en la despedida, con esas promesas de manual o “protocolo” de llamarse a la mayor premura, a fin de compartir otra alegre tarde de reencuentro, recuerdos y amistad.

Ya camino de casa, Ferrán y Aria tomaron el bus para Puerta Blanca, vivienda que poseían en la Carretera de Cádiz. La esposa de Ferrán no quiso esperar a llegar al domicilio para liberar la tensión acumulada y enlazar una cadena de risas nerviosas, ante la mirada complaciente de su marido.

“¡Vaya teatro que te has montado! Con que eres director de zona en la editorial, controlando Andalucía y las ciudades de Ceuta y Melilla… No sabía que hubieras tenido tan espectacular ascenso. Desde auxiliar administrativo has pasado en minutos a director jefe regional. Mentías con tan convincente facilidad, que hasta yo me lo estaba creyendo. Menos mal que no has concretado la profesión de nuestro hijo LIsardo, cuyo vínculo con la publicidad es pegar o colgar carteles en las farolas. Y en cuanto Adela, decir que es especialista en restauración para la alta cocina, ha sido el colmo de la fabulación. Bastante hace la pobre sirviendo camperos y patatas fritas, en el Burger de Nico, “el legionario” tugurio que no está precisamente en la Milla de Oro. No puedo parar aún de reírme, al ver como se puede engañar e inventar con tanto arte. Y lo más curioso es que tu amigo parecía creerse todo lo que estabas fabulando”.

“Mujer, no seas dura, por una vez es lo que me gustaría que fuese mi vida, no me quites la ilusión de esos divertidos minutos, que me alejaban de la cruda y rutinaria realidad. Ante los demás son muy importantes las apariencias y al encontrarme a un antiguo compañero y amigo, de hace más de dos décadas, he tenido que inflar un poco o un mucho el globo de los deseos. Igual ya no volvemos a coincidir en mucho tiempo”.

En otro punto de la ciudad, barrio de Carlinda. Eran las 22:30 y ya habían terminado de cenar. Consomé, unos boquerones fritos con verdura cocida y de postre uvas negras sin semillas. Irma no había querido sacar el tema de esa tarde hasta la sobremesa, pues temía ser muy crítica con Mateo, a quien no le veía muy feliz con el reencuentro amistoso de esa tarde en el paseo del Parque. Y fue precisamente éste, quien sacó el tema, tras apagar el televisor, pues deseaba “justificarse” ante su mujer ante las historias que había montado durante la tarde, en la merienda con el antiguo amigo y su mujer.

“Comprendo que te sientas decepcionada, se te nota en el rostro, querida Irma. Pero no me cabe duda alguna que Ferrán no estaba siendo sincero con la información que nos ofrecía. A pesar de los años de distancia, lo conozco bastante bien. Y quise pagarle con la misma y falsa moneda que él muy truhan utilizaba. NO olvides que también son policías los funcionarios como yo, que simplemente actúan tomando las huellas dactilares en la expedición de los D.N.I. Yo no lucho contra el narcotráfico o la trata de blancas. Desarrollo desde hace años una función administrativa, para la expedición del documento de identidad. Así me gano el sueldo mensual que nos permite vivir con dignidad y sin apreturas. Ya me gustaría pertenecer a un cuerpo de élite e ir con la placa y el arma reglamentaria, como vemos en las pelis del cine negro, por todos esos mundos de los bajos fondos, persiguiendo la más violenta y vil delincuencia. Pero esa acción queda reservada para los policías más jóvenes, o aquéllos que tienen una formación especial. En cuanto a Julián, la pareja de Laura, en realidad es un experto en mercados, pues trabaja en el mercado municipal de abastos, vendiendo fruta y verduras. Si, es cierto, en un puesto de venta que no es de su propiedad, sino de ese pariente de Almogía, Evelio “el cateto” que al final le dio trabajo, sacándolo del paro. Pero al menos tienen algún dinero al final de mes, para alimentar y vestir a los niños. Y eso nos alivia de la ayuda constante que teníamos que estar dando a Laura, para que pudieran comer cada día”.

Irma tomó las manos de su marido y regalándole una tierna sonrisa le dijo con toda serenidad: “No tienes que decirme ya nada más. Estoy orgullosa de ti y feliz con la vida que el destino nos ha querido deparar”.

 

DOS MATRIMONIOS SE CRUZAN EN

LOS JARDINES DEL PARQUE

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

29 octubre 2021

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