viernes, 8 de octubre de 2021

LA MEJOR AMIGA QUE NUNCA EXISTIÓ.

Los seres humanos, a lo largo de nuestra inconcreta andadura en el tiempo, nos relacionamos con un gran número de personas: familiares, compañeros de trabajo, vecinos, conocidos, profesionales diversos y también hacemos, lógicamente, muchos amigos. La controvertida y difícil interpretación de la amistad. Entre éstos últimos, la suerte, el azar, nuestro recíproco comportamiento, facilita que distingamos a uno de ellos de una forma especial, con relación a los demás, tanto por su valiosa forma de ser, como por una serie de circunstancias que nos impulsan a priorizar e intercambiar con él muchas facetas de nuestra intimidad o privacidad. Ciertamente, esa “idílica” amistad tiene sus “cimas” y “valles” relacionales, pero sin embargo solemos esforzarnos para que esa persona elegida siga siendo nuestro mejor y confidente amigo, por delante de todos los demás. En este contexto temático se inserta nuestra historia.

AMARA, al igual que tantas y numerosas personas, se sentía feliz, al haber elegido a ELIANA, una antigua compañera de colegio en la infancia, como su amiga íntima, sentimiento que no dudaba se mantenía de manera recíproca entre ambas mujeres. Echando la vista atrás, tanto en los juegos, en los paseos, en las horas de estudio, en las dificultades y proyectos, en las fiestas y celebraciones, una y otra contaban con la complicidad, cercanía y connivencia de “su amiga” de siempre.

Ambas chicas pertenecían, lógicamente, a las mismas fechas generacionales. Habían nacido a la vida en el emblemático, por las circunstancias históricas, año 1975. Eran vecinas del mismo barrio malacitano, se conocieron en el mismo centro escolar, asistieron al mismo instituto público de educación secundaria. También compartieron el campus universitario, pero ya en distintas facultades académicas: mientras Eliana era de “letras”, Amara siempre estuvo más capacitada para el estudio de las materias técnicas. Aquélla cursó el grado de Derecho, mientras que ésta optó por la graduación en Física y Química.

También coincidían en ser hijas únicas en sus respectivas familias, con lo que éstas gozaban de esa peculiar ventaja de tener “prácticamente” dos hijas. No eran pocas las tardes/noches en que ambas adolescentes se quedaban a estudiar, cenar y dormir en casa de su amiga, disfrutando esas noches de simpáticas “batallas de almohadas” o intercambiando complicidades, confidencias, travesuras y esos “grandes proyectos” para el siguiente “finde” o futuros periodos vacacionales.

Era evidente que tanto en el aspecto físico, pero más importante todavía, en el carácter personal, no eran “dos gotas de agua”. Amara, desde su adolescencia, mantenía una lucha constante por su tendencia a la acumulación de gramos en el cuerpo. Morena de largo cabello. Con esa misma tonalidad en sus ojos, sufría por ese pícaro metabolismo que potenciaba su sobrepeso. Era inteligente, voluntariosa y tenaz en el esfuerzo aplicado a las horas de estudio, Sin embargo, tenía la obsesión o percepción de que con frecuencia las cosas le salían mal, a pesar del empeño aplicado a sus proyectos e ilusiones. Especialmente esto le ocurría en el terreno afectivo, pues los “fracasos” se iban acumulando en las relaciones frustradas de pareja. Pero al menos encontraba su “paño de lágrimas” en la comprensión y ayuda de su íntima Eliana, que aliviaba en lo posible, con mano diestra, las desventuras que golpeaban el equilibrio anímico de la muchas veces insegura Amara.

Eliana era una mujer de cabello castaño claro, ojos de color gris/celeste, gozando de un esbelto cuerpo que le gustaba con frecuencia presumir. Su generoso metabolismo le permitía comer sin demasiado control, con la ventaja que no desarrollar grasas o gramos innecesarios para la buena salud y forma corporal. Sabía optimizar su natural tendencia a no necesitar estar muchas horas delante del flexo y las páginas de los libros, ya que su prodigiosa memoria le permitía salir con éxito en las pruebas y exámenes escolares. Disfrutaba también de ese don de gentes que sabe abrir la cerrazón de muchas puertas que en principio permanecían cerradas. Su fluidez verbal era manifiesta, siguiendo la senda o pauta profesional de su padre, integrado en un bufete de abogados con distintas especialidades jurídicas. ¿Sus defectos más notorios? Su carácter penosamente integraba el ser un tanto manipuladora, quisquillosa y “liante” con las personas de su entorno, teniendo una desafortunada tendencia a la práctica de la envidia, por los motivos más nimios y variados.

El avance innegociable del tiempo siguió cambiando las hojas del almanaque, para éstas y las demás vidas. El buen expediente académico de Amara le hizo encontrar pronto acomodo laboral en el laboratorio de análisis clínico de un hospital privado de la capital, prestigioso por los servicios que prestaba a los numerosos asegurados que concertaban pólizas con esa entidad. Los caprichos del destino, aliado con la voluntad de los humanos, quiso que Eliana también comenzara a trabajar en el mismo centro hospitalario. Lo hacía en el departamento de marketing y asesoría jurídica, en base a su preparación académica. Además del concurso de méritos y entrevistas especializadas, Amara hizo lo que pudo para facilitar la entrada en la entidad a la que consideraba su mejor amigan desde la infancia.

Sin embargo, al paso de los meses, un delicado asunto afectivo enfrió y enturbió la aparencial buena relación entre ambas mujeres.  Estaban recorriendo la década de su veintena avanzada y el sentimiento del amor provocó que surgiera entre ellas la competitividad por un joven y apuesto médico especialista en urología, quien por su edad, 33 años, también buscaba un vínculo con proyecto matrimonial entre las compañeras y amigas con las que se relacionaba. Los contactos profesionales facilitaron que entre Amara y el dr. Darío Sellés se generara una profunda amistad, más allá de los simples afectos, para sorpresa y celos de la cada vez más inestable Eliana. Las relaciones entre las dos antiguas amigas se iban nublando en el complicado terreno de lo sentimental. La mente egocéntrica de Eliana comenzó a urdir una arriesgada y peligrosa trama, a fin de no perder la apetecible presa de ese profesional que había puesto sus ojos en las virtudes de la responsable analista.

Cierto aciago día, Darío, un tanto compungido y atribulado, expuso a Amara la complicada situación en la que se veía inmerso, por supuesto aceptando todas sus culpas y errores. “Lo nuestro no puede seguir, pues alguna “debilidad” que tuve con Eliana ha provocado su embarazo, según ella me asegura. Así que, lamentando el daño que te he hecho, debo afrontar con valentía y responsabilidad esta nueva situación en mi vida”. La infeliz analista sufrió un durísimo golpe, que hundió su proverbial y positivo ánimo. Se repetía, una y mil veces acerca de cómo era posible que su amiga íntima de siempre le hubiese hecho tan reprobable “fechoría”. Esa muy desleal faena no la había podido sospechar en esa persona a la que consideraba como la hermana de sangre que nunca tuvo. No acertaba a comprender como Eliana, que se había labrado una contrastada fama de “correr” y “disfrutar” con unos y con otros, había tenido que romper su confiado y recíproco vínculo de amistad con el apuesto y prestigioso facultativo, pero hombre débil ante los hechizos de la manipuladora y aviesa jurista, provocando en definitiva esa amarga frustración de ilusión afectiva, tan dura y desalentadora para sobrellevar. 

Después resultó que el supuesto embarazo de Eliana no era real. Esta descontrolada mujer había labrado una hábil arquitectura de apariencias y falacias, que pronto quedaron descubiertas a la nítida luz de la realidad. Sin embargo, el mal ya estaba hecho, por lo que el apuesto facultativo tuvo que “viajar a otra islas e ilusiones portuarias, para el amarre naval de sus afectos”. Aun así Amara no quiso romper drásticamente con su compañera de trabajo, aunque era consciente de que la amistad entre ambas había estallado como un frágil jarrón de cristal que se fractura en mil pedazos. Por su parte Eliana en modo alguno se conformó con el daño provocado a su infeliz amiga. En ella se despertó incluso una sed insaciable para hacerle la vida imposible en lo laboral. Urdió una trama maquiavélica, simulando el grave equívoco en los resultados de unas pruebas analíticas. Amara, como responsable del servicio en esos días, necesitaba el apoyo de la que había sido su amiga íntima en momentos más afortunados del pasado. Y a ella precisamente fue a pedirle ayuda, en unos críticos momentos profesionales, pues veía peligrar su puesto de trabajo. Con aviesa y malvada frialdad, la ahora también encargada del departamento jurídico del hospital, le habló con una puntual claridad:

“Amara, el consejo ya tiene decidido tu inmediato despido. Yo no puedo hacer nada al efecto. Hay familias perjudicadas por el gravísimo equívoco de las pruebas. Estos clientes exigen muy fuertes y gravosas compensaciones. Lo mejor para ti es que motu proprio plantees un despido negociado, con una justa y legal indemnización. Yo intentaría que te hicieran un informa “soportable” para que no te perjudique en futuras opciones laborales. Y te aclaro que yo me atengo a la evidencia de los errores. No me pidas que crea en tu inocencia o deje de creerte. Ante la gravedad y repercusión, social y económica, de los cambios en las pruebas para la entidad en la que trabajo, tengo que someterme a la relevancia incontestable de los hechos. La inocencia o no de la irresponsabilidad cometida queda para tu conciencia”.

Así era la cruel hipocresía de Eliana. Aunque Amara se sentía profundamente inocente, en el turbio asunto de los informes equivocados, siguió los interesados consejos de su amiga de siempre aunque, en lo más profundo de su ser, la credibilidad que aplicaba a la que iba a ser su ex compañera de trabajo se encontraba bajo mínimos. Luchaba con denuedo y sensatez, a fin de no irse del trabajo con un informe desfavorable, que hipotecara futuras opciones laborales. La realidad es que, tras el abandono del centro hospitalario, tuvo que esperar casi un año para encontrar acomodo profesional en los laboratorios de una afamada e histórica empresa cervecera local.

Pero el asunto de los análisis cambiados o falseados siguió provocando el movimiento social de los afectados, que recurrieron a la vía judicial, al no aceptar el consejo hospitalario sus elevadas reclamaciones de indemnización. En este sentido, la propia empresa puso el caso en manos de un grupo especializado, que realizó una profunda investigación interna, desarrollada por expertos profesionales que, en un informe demoledor, se pronunciaban en el sentido de que una mano “diabólica” había alterado aquellos análisis. Repetidas entrevistas e investigaciones llevadas a efecto por los detectives evidenciaron que los “hilos responsables” conducían al mismo protagonista: la implicación de Eliana en el macabro asunto quedó demostrada. No sólo por el deseo de eliminar a su compañera y amiga de su puesto laboral, sino también porque la asesora en temas jurídicos estaba en connivencia con otro grupo empresarial que se quería hacer con el control accionista del prestigioso hospital. Se trató, por todos los medios, de “tapar” y frenar este escándalo que, en último extremo afectaba a la salud de los pacientes. Eliana fue despedida ipso facto de su importante puesto laboral, sin recibir indemnización alguna y fue obligada a firmar una renuncia a vincularse en el futuro en entidades sanitarias. En su caso, tardó más de dos años en encontrar trabajo en un grupo de abogados laboralistas y ello gracias a su unión afectiva con Abraham P. un personaje con mucho dinero, posiblemente derivado a turbias operaciones en el mercado internacional de fondos y valores interbancarios.

El tiempo continuó avanzando sin pausa, por la vida de estos dos personajes que protagonizan nuestra historia. Una tarde de sábado, ya en la estación otoñal, Amara paseaba tranquilamente junto a su marido Abril, técnico publicitario, llevando de la mano a su pequeña hija Clara. Una preciosa niña, casi siempre sonriente, que disfrutaba jugando con las palomas que se le acercaban, cuando esparcía por el suelo esos granitos de cereal, bolsa que su madre previamente le había comprado en un humilde manisero instalado a la entrada de una zona infantil instalada en el Parque. El azar de la casualidad produjo un inesperado encuentro:  vio acercarse, caminando en sentido contrario, a su antigua íntima Eliana.

Hacía unos cinco años que ambas mujeres no se habían visto y tampoco cruzado palabra alguna. Por alguna amiga en común, conocía que Eliana ya no estaba unida sentimentalmente al agente laboral Abraham y que había abandonado el despacho que este turbio personaje dirigía. Ahora se dedicaba a la compra/venta de pisos con problemas de insolvencia en el pago de las hipotecas, extendiendo también su acción comercial en el mercado inmobiliario de la costa occidental provincial. Ambas mujeres se cruzaron en una zona muy próxima al Auditorio Eduardo Ocón, en el lateral sur de ese pulmón arbóreo que goza la ciudad.  Tras intercambiar sus puntuales y serias miradas, nada se dijeron. Ni un hola, adiós, o mímica educada para la sonrisa. En Amara ya había desaparecido el rencor o desprecio hacia su innoble proceder tanto con Darío, como en el grave problema de los informes clínicos (tuvo conocimiento de la cruel implicación de Eliana en su despido hospitalario). Sólo mantenía ante su imagen y recuerdos un triste pesar y conmiseración hacia esa desleal persona, carente de valores, en la que durante tantos años había puesto su total confianza.

A su marido Abril no le pasó desapercibido el intercambio y fijeza de las respectivas miradas y comentó con su mujer: “Esa persona se te ha quedado mirando como si te conociera de siempre y tu no has quitado los ojos de su “estirada” figura. Me pregunto si os conocéis o habéis tenido alguna previa relación, que desde luego me parece no ha debido ser especialmente amistosa”.

En ese momento Amara deparó a su marido una tierna sonrisa y tomando su mano cambió el rígido semblante que le había provocado la visión de Eliana, respondiéndole: “Es cierto, querido. Esa persona a la que te refieres se llama Eliana. Su vida y la mía han estado, durante largos años, muy vinculadas. Y lo digo con tristeza. Pero ahora, a mis 39 años te puedo confesar que sólo es esa amiga íntima que nunca existió. Todo fue producto de la imaginación. El olvido, en estos casos, es la mejor y más saludable medicina”. 

Mientras tanto, su hija Clara corría divertida detrás de una paloma, asiendo en sus pequeñas manos un ya casi vacío paquete de “gusanitos”. Sus padres contemplaban los ágiles movimientos de la niña, sintiéndose ambos felices y gozosos de su sosegada y esperanzadora realidad. -

 

 

LA MEJOR AMIGA QUE NUNCA EXISTIÓ

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

08 octubre 2021

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