viernes, 18 de mayo de 2018

LA FUERZA IMPETUOSA DEL VIENTO, EN LA JOVEN MEMORIA DE ALBA.

Pero ¿qué es exactamente EL VIENTO? le preguntaba un inquieto alumno a su paciente maestro. El veterano docente y educador le respondía, después de observar durante unos segundos cómo vibraba el vidrio gastado y sucio de la ventana del aula: pues, sencillamente, grandes masas de aire que se desplazan de una zona, donde hay una elevada presión atmosférica, a otro espacio geográfico donde el peso del aire es más bajo. Según la diferencia de presión entre ambos lugares y la distancia que los separa, ese aire “correrá” más o menos, con la correspondiente diferencia de fuerza. El crío sonrió, mientras entendía el por qué a veces sopla el viento y otras no. 

Hay muchas personas que se sienten molestas en su epidermis ante ese más o menos fuerte aire que acaricia o golpea sus cuerpos, especialmente, en la zona facial de su rostro. Desde el punto de vista de la “coquetería femenina”, el viento tampoco es bien venido porque desordena los cuidados peinados que las señoras han realizado sobre el cabello que cubre sus cabezas. En el ánimo de muchas personas, el miedo al viento aturde y asusta, anunciando una posible llegada de fenómenos tormentosos.

Pero hay que ser justos, en ese complicado camino hacia la objetividad. Ese viento “molesto e incordiante” nos reporta también una serie de consecuencias positivas, atendiendo a sus diferentes niveles de utilidad. Resumamos algunos, entre otros, aspectos beneficiosos para quien con inteligencia y sentido positivo de la existencia los quiera aprovechar.

El viento puede facilitarnos abundante electricidad de origen eólico, limpia, no contaminante, ilimitada y de muy rentable coste, producida por el movimiento de las aspas de unos aerogeneradores, ubicados en zonas geográficas donde con regularidad e intensidad sople la aludida fuerza eólica. Necesario también para la navegación, cuando en otras épocas permitía a las embarcaciones desplazarse sobre las aguas, gracias al empuje de su fuerza sobre esas velas (siempre plenas de romanticismo) bien orientadas. Puede ayudar a separar o aventar los granos del trigo y otros cereales de su cáscara, una vez bien trilladas las espigas. Colabora en la difusión del polen y las semillas en la naturaleza, favoreciendo que muchas especies vegetales arraiguen en espacios más favorables para el maravilloso ciclo vegetal. Resulta muy útil para acelerar el secado de la ropa, cuando ésta se tiende al aire libre, ya que el viento facilita la evaporación de la humedad. Orienta de manera adecuada los mecanismos de las veletas ubicadas en las torres, campanarios, faros y otros edificios o zonas elevadas, marcando con fidelidad el origen de su procedencia. Favorece el curtido y secado de ciertos alimentos de charcutería (chorizos, salchichones, jamones, lomos, etc.) potenciando de manera notable su calidad para el consumo. La conducción de los vehículos es favorecida cuando el viento sopla en favor de la dirección del vehículo o por el contrario la perjudica cuando se circula en oposición al mismo, influyendo en el mayor o menor gasto de combustible. La acústica generada y modulada por el viento “tocando el pentagrama” de las hojas y ramas de la naturaleza, provoca unos sentimientos de sutil y especial belleza, para aquellas almas y espíritus sensibles. Una brisa fresca nos permite mitigar la sensación de agobio térmico, de manera especial, cuando ese viento suave transporta en “sus alforjas invisibles” un porcentaje equilibrado de humedad.

A veces nos quejamos, otras nos protegemos, en general tratamos de evitarlo pero, a poco que reflexionemos, caeremos en la cuenta de que la naturaleza nos ha entregado este muy útil y valioso  elemento atmosférico, a fin de favorecer una serie de necesidades en nuestro caminar por la vida. Así es y actúa este contrastado y desigualmente percibido dinamismo eólico. Y, a poco, nuestra historia.

Alba es una joven adolescente de 14 años, que vive junto a su madre Carla en una zona profundamente rural de la bella montaña cántabra.  Durante la época escolar, cada mañana y de lunes a viernes, ha de madrugar y levantarse muy temprano de la cama. Tras realizar un frugal desayuno, tendrá que caminar un kilómetro y medio aproximadamente, a través de un terreno sembrado de árboles y alta vegetación, a fin de llegar a un punto de la carretera comarcal en donde el bus escolar municipal (de carácter gratuito)  la recogerá, a fin de trasladarla, junto a otros compañeros dispersos por la Montaña, hasta el Instituto de Educación Secundaria ubicado en Santillana de Mar. La chica tiene asumida la infeliz incomodidad que provoca en su madre cuando ella le pregunta acerca de ese padre del que apenas se acuerda. Este hombre, Venancio, abandonó el domicilio familiar tras continuos desencuentros con su mujer que culminaron una infausta noche de tormenta, cuando el enfrentamiento entre el hombre y la mujer llegó al paroxismo y clímax de la violencia. Tras una muy violenta discusión con su esposa, ésta quedó malherida. Temiendo la acción de la justicia, el enloquecido marido abandonó el domicilio familiar. Tal vez pensó que incluso le habría quitado la vida. Ha pasado más de una década y de él nada se ha vuelto a saber. Alba tenía entonces apenas tres años de edad. Carla se dispuso desde entonces a sacar adelante a su única hija, aplicando para ello sacrificio, esfuerzo y un tesón verdaderamente ejemplar.

Madre e hija mantienen sus necesidades básicas con los réditos que obtienen de la leche ordeñada de una piara de cabras. Ese par de cántaras (cifra media) son entregadas y recogidas cada día por una importante central lechera que desplaza para ello a un operario  que conduce un todoterreno, realizando un itinerario por varios caserones de una amplia zona comarcal y que ha de circular por unos caminos complicados y difíciles para la conducción. El caserón en el que viven Alba y Clara era de los padres (ya fallecidos) de Venancio y que éste, tras su huida apresurada de la justicia, nunca se ha atrevido a reclamar. Poseen además unos pequeños terrenos agrarios, donde hay plantados distintos cultivos, destacando principalmente manzanos y algunos productos vegetales, especialmente patatas, todos ellos elementos de la tierra que también facilitan algunos ingresos cuando son vendidos al mayorista, aunque también colaboran para la alimentación de cada uno de los días. También en algunas ocasiones, madre e hija elaboran queso, de manera absolutamente artesanal, cuyas reducidas unidades son bien apreciadas y compradas en las tiendas de ultramarinos de la capital.

A pasar de que el caserío se halla ubicado en un terreno bastante agreste y solitario, no quiere ello decir que ambas mujeres se hallen totalmente aisladas, pues además del núcleo municipal de Santillana, sito a unos 12 km. de distancia, hay otras dos pequeñas localidades, Villasanta y Lobriega, situadas a media distancia, pequeños núcleos de población que apenas suman entre ambos unos seiscientos habitantes en su longeva población. 

Para desplazarse a estas dos localidades y, de manera especial, al menos una o dos veces a la capital provincial, Carla y Alba utilizan una antigua carreta de la que tira una fornida mula. En Santillana se abastecen de alimentos, ropa, enseres y otros aprovisionamientos, necesarios para el funcionamiento de esta muy reducida unidad familiar.

Alba estudia 3º de la ESO y obtiene en general buenos resultados académicos para con sus obligaciones escolares. Le gusta leer y escribir, “sacando” y con frecuencia de la biblioteca de su centro, en préstamo, algunos libros con los que distrae muchas de sus horas del fin de semana y de los cíclicos períodos vacacionales. Tienen en casa un pequeño aparato de televisión, aunque la señal que les llega no se caracteriza por su óptima calidad, sin duda debido a la elevada densidad orográfica de la zona para estas viviendas aisladas y dispersas. La pantalla de su monitor de televisión se ve “inundada” por una abundante “nieve” que no es por supuesto meteorológica. Por este motivo, la chica ha explicado y pedido a su madre que han de hacer un esfuerzo para comprar un aparato más versátil, que permita sintonizar con la señal de la TDT, pero Carla es un tanto reacia a estas modernidades y toda su preocupación se centra en las cabras, y en el cuidado de la tierra y los árboles que en ella habitan. La recia mujer distrae sus horas con otro anticuado aparato de radio, que le sirve de diversión para las noches y los fines de semana.

La chica aprecia y valora el mundo de la naturaleza, siempre tan agreste como ornamentado de belleza, en donde ha nacido y pasado sus catorce años de vida. Le agradan y también se distrae con los animales a los que ha de cuidar, destacando dos mascotas perros, llamados Lupo y Cam, aunque también las cabras, las aves de corral, las dos mulas y una vaca ya muy mayor a la que llaman Estrella, son dignos de su aprecio.

Alba no tiene muchos amigos, aunque desde que inició sus estudios de secundaria ha mostrado una abierta proximidad hacia la persona de otro chico, compañero de aula, llamado Arión, hijo de un cabrero que reside en la pedanía de Lobriega. El ser ambos de la misma edad, no tener otros hermanos y residir a no excesiva distancia en sus domicilios, todo ello ha facilitado que la amistad entre ellos se haya intensificado, con sus juegos, confianzas y paseos, especialmente durante los fines de semana. Con todo lo que se ha narrado, hasta el momento, con respecto a su vida, podría concluirse afirmando que se trata de una adolescente normal, con las características de comportamiento muy propias de su maravillosa edad. Tal vez un poco aislada, en función del ámbito socio-familiar donde tiene su domicilio. Sin embargo hay un aspecto en la persona de su única hija que preocupa mucho a su madre. ¿En qué consiste este motivo de preocupación?

Desde que era pequeña, padece un problema de naturaleza psicológica. Sufre un pavor y miedo muy intenso ante la manifestación en el cielo de una meteorología tempestuosa. Esas noches de tormenta, con fuerte aparato eléctrico, el tronar con su acústica de elevados decibelios y, de manera especial, ese viento huracanado que sopla desde las colinas verdes del entorno, provoca en la joven niña unas reacciones compulsivas de temblores, angustias, inapetencias, necesidad de resguardarse en la cama protegiéndose con las sábanas , metiendo la cabeza bajo su almohada, incluso produciéndole unas secuencias muy desagradables de incontinencia urinaria. En tales circunstancias, Carla trata de calmarla, preparándole alguna taza de tila, hablándole, acariciándola, estando junto a ella para que no se sienta sola, pero las crisis de ansiedad y miedo son cada vez más duraderas, al aparecer esos episodios tempestuosos. Esas crisis repercuten en su quehaceres ordinarios, teniendo que ausentarse de las aulas durante algunos días, hasta que se encuentra más recuperada y segura de sus respuestas.

La primera vez que decidió llevarla al médico, por estos desequilibrios psicofísicos en su organismo, fue cuando la pequeña apenas tenía los cinco años de edad. Estas visitas a los galenos se fueron repitiendo año tras año. Los doctores le recetaban calmantes que, aun ayudando a serenar un tanto esos episodios desestabilizadores, no llegaban a la raíz del problema.  Psicólogos y hasta algún neurólogo la han tratado, pero al ser aleatorias esas crisis en su equilibrio, no resultaba fácil resolver el problema de una adolescente que ofrece un comportamiento normalizado salvo esos días de intensa tormenta.


Hace unos meses Carla solicitó hablar con un psiquiatra en Santander, cuyo nombre y dirección se lo había facilitado la madre Regina, monja clarisa del Monasterio de San Ildefonso en Santillana, antigua compañera de escuela y amiga. Antes de que viese a su hija, quiso explicarle unos antecedentes a fin de que el especialista tuviese un mayor fundamento para organizar la terapia correspondiente. A partir de esta larga y sincera conversación, a la que posteriormente se incorporó la propia Alba, el Dr. Celso Mayans tiene la convicción de que la raíz del problema tiene que ver en las “tormentosas” relaciones que Carla mantuvo con su marido, durante las semanas previas a la huida de éste, tras agredirla con violencia física en aquella noche tempestuosa de Noviembre. Probablemente la niña se despertó cuando ella y su marido se enfrentaban de palabra y obra. Tal vez presenció algo de aquéllas muy desagradables escenas, que se han podido quedar grabadas en el subconsciente de una mente en formación y que se manifiestan cuando suceden esos fenómenos atmosféricos que la joven asocia con la crisis de pánico y miedo que tuvo que sufrir aquella aciaga noche con apenas tres años de edad.  Mensualmente Alba se desplaza a la consulta de este prestigioso especialista para mantener controles y charlas terapéuticas, además de seguir un itinerario de fármacos, cuya dosis y tipología va evolucionando en función de los resultados, en general positivos, que se están obteniendo con el lento, gravoso y eficaz tratamiento.

Pero esta historia tiene aún una parte oculta y sumamente complicada que en algo podremos desvelar. En la vida de Alba, a sus catorce años avanzados, ha entrado con fuerza un nuevo protagonista, Arión, en el ámbito generacional de lo afectivo. Los dos adolescentes, compañeros de clase, sienten la natural atracción recíproca de la edad, sentimientos que se han ido incrementando a partir de unas primeras relaciones de sencilla y sana amistad. Carla en un principio desconocía esa relación tan estrecha generada entre los dos jóvenes. Pero en la celebración del santo de Alba, animó a su hija para que invitara a su amigo a merendar en casa. Ello le dio oportunidad de conocer un poco de la vida de ese joven que se hallaba tan cercano a su hija. Como el chico se mostró muy expresivo, apenas tuvo dificultad para conocer quiénes eran sus padres y diversos aspectos de su carácter.

Tras conocer esos datos, aquella noche Carla apenas pudo dormir. Al día siguiente, muy de mañana, fue caminando hasta la parada del bus, para desplazarse a Santillana, pues necesitaba hablar con la madre Regina. Ya en el convento, tuvo que esperar un buen rato, descansando en una sala para las visitas. A eso de las 12 apareció su amiga religiosa (ambas eran de la misma edad), quien con una sonrisa fraterna y benévola le explicó que tenían unas jornadas de oración y retiro, pero que le dedicaría el tiempo necesario, pues su visita tenía que ser por algo importante y en modo alguno deseaba desatenderla.

“Permíteme, “hermana” que te llame de esta forma, pues así considero tu hermosa y valiosa amistad, desde nuestros tiempos de colegio. Tengo un nuevo problema con mi hija que deseo contarte, a fin de recibir tus siempre acertados consejos. Hay secretos en una familia que se mantienen en la privacidad de la memoria. Te voy a narrar unos importantes y graves datos que a nadie he comentado hasta este momento y que tienen relación con las desavenencias y drástica ruptura que Venancio y yo tuvimos, hace ya más de diez años. Alba no es hija de mi marido Venancio. Tuve una relación sexual en secreto, una locura inconfesable, antes de quedarme embarazada, con un lugareño del pueblo vecino, llamado Abril. Le llamaban “el lechero, por el oficio que desempeñaba en la recogida de la leche diaria. Mi marido un  día casi nos pilló. Vio algo raro y fue atando cabos. Tras mucho insistirme y presionarme, acabé confesándole, en una noche horrible de tormenta que no olvidaré, que la hija que él consideraba como suya había sido procreada por otro hombre. Estuvo a punto de matarme, pues me agredió de una forma salvaje. Por eso huyó, dejándome malherida, creyendo que había cometido una desgracia sobre mi persona. Ahora me acabo de enterar de  que el hijo de Abril (él nunca supo que mi hija era de él) y Maruela, su mujer, Arión, está “saliendo” con Alba. ¿Qué hago? ¡Son hermanos de sangre! Pues Abril es el padre de los dos críos”.

La venerable monja le rogó con dulzura que se calmara. Necesitaba unos días para reflexionar, rezar y meditar el mejor consejo a dar para esta muy  complicada situación. Quedaron en verse la semana próxima.

Dicho día, lunes, Carla acudió de nuevo al convento, en donde muy de mañana fue atendida por su amiga la madre Regina.

“Querida Carla, aunque pasamos la mayoría de las horas del año aquí en el convento, dedicadas a la oración, al trabajo y a realización de todas las buenas obras que podemos ofrecer al complicado mundo que nos rodea, cuando llega el momento oportuno y necesario decidimos salir a ese mundo exterior para conocer y tener un humilde y religioso protagonismo en su seno.
He hablado con algunas personas, usando la discreción necesaria a fin de evitar equívocos y molestias. Ya sabes que Abril continua trabajando en su oficio de la lechería y nos ayuda con su alimento para nuestras vidas. Él tiene tambin casada ﷽s devaneos de reciferente a la de tu marido Venancio. Es muy fuerte lo que te voy a decir, pero has de ser valiente paén un terrible secreto en su vida, aunque la relación que aplica al mismo fue diferente a la de tu marido Venancio. Es muy fuerte lo que te voy a decir, pero has de ser valiente para escucharlo. Arión es su hijo, pero él no lo procreó. Maruela su mujer le confesó que también tuvo unos devaneos de recién casada, pero él quiso perdonarla y aceptó el “protagonismo social” de ese embarazo que su mujer desarrolló. Ella nunca ha querido confesarle quién era el padre real de la criatura. Tal vez en la generosidad de Abril estaba esa mala conciencia que tu me has confesado, cuando mantuvo esas relaciones pecaminosas contigo. Desde luego, Alba y Arión no son hermanos. Pero hoy la ciencia está muy avanzada, y los laboratorios pueden testimoniar este hecho para la tranquilidad de todos".-



José L. Casado Toro (viernes, 18 Mayo 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

jlcasadot@yahoo.es



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