viernes, 8 de diciembre de 2023

UNA LLAVE MISTERIOSA

 

 

ELÍAS Auras Balán había llegado bien temprano a su despacho, en la corporación CONVINCET COMPANY, una importante empresa de publicidad, en donde ejercía como técnico de grandes proyectos desde hacía ya tres lustros. Esa mañana tenía que estudiar y preparar un Power Point que su equipo había elaborado para la campaña inminente de un innovador y espectacular producto farmacéutico, que ayudaba a eliminar grasas corpóreas superfluas.  

Aquel miércoles de abril se había despertado con el estómago un tanto pesado, por lo que decidió dejar el desayuno para más adelante, tomando algo apetecible a media mañana, De todas formas, siempre tenía a mano la máquina dosificadora de café y otras infusiones, situada en la sala de estar del espacioso y muy moderno en su decoración centro de trabajo. CLAUDIA, su mujer, aún dormía, al igual que DORI y AXIEL, sus hijos, quienes habían llegado bien tarde a casa, ya en la madrugada, pues estaban en época de exámenes y se habían pasado la tarde en los domicilios de unos “compas” dedicando horas al estudio.

Tras un rato de trabajo, abandonó por unos minutos su despacho para ponerse una taza de café solo bien cargado, ya que su “adicción” a la cafeína se le había hecho presente. Saludó a su compañero de trabajo y muy buen amigo ADRIÁN con un ¿Qué tal la mañana!? encargado del área de publicidad en los medios de comunicación. Mientras tomaban su taza de infusión caliente, llegaron a la máquina expendedora Auri y Sol, auxiliares administrativas, especialistas en diseño gráfico por ordenador.

La primavera se había presentado bastante fresca. Madrid soportaba mañanas un tanto gélidas y una vez más esa falta de templanza térmica se le había cogido a su garganta, por lo que estaba un poco constipado. La faringitis era una molesta dolencia bien arraigada en su salud. Al tercer estornudo fue a sacar su pañuelo del bolsillo. En un gesto involuntario, se le cayó el llavero al suelo enmoquetado. Se agachó para recogerlo y guardarlo en el bolsillo. Pero una vez que tenía el llavero en sus manos, se fijó en una de las llaves, la cual tenía un formato original y diferente a las demás. La parte de su cabecera estaba cubierta por una pátina anacarada o esmaltada de color verde. La observó con fijeza, no encontrándole parecido con ninguna de las que usualmente utilizaba. No recordaba haber sacado copia alguna, ni que amigos o familiares le hubieran entregado esa específica llave.

Continuó con su trabajo, revisando algunas carpetas de folios impreso, pero en determinados momentos volvía a remirar la extraña llave, de la que nada sabía o recordaba. De lo que estaba seguro es que era la primera vez que la veía. Su particular y original formato la hacía bien diferente a todas las demás. Se preguntaba “¿De quién será esta llave? Puedo tener algún despiste, pero desde luego que yo no la he puesto ahí. Y (en broma) si fuera yo el autor de ese hecho, tendría que consultar al psicólogo…”

La mañana transcurrió con normalidad. Dio algunos retoques a la presentación informática. Revisión obligada de unos dosieres con variada documentación. Y ya sobre las 12, le dio un toque a su amigo Adrián para tomar juntos algún aperitivo. Su compañero tenía mucho trabajo ese día, pues por la tarde tenía reunión en el diario El País, por un asunto del cambio climático. Aun así los dos compañeros y grandes amigos tomaron juntos ese aperitivo del mediodía.

“El viernes de la semana próxima, Adri, celebramos Claudia y yo el 15 aniversario de nuestra boda. Claudia me repitió varias veces que no me olvidara de invitaros, pues sois nuestros mejores amigos. Así que se lo comentas a LALIA. Nos haría felices que nos acompañarais. He contactado con un restaurante que me recomendaron, EL CEBIAL, que preparan una carne a la brasa, con unas hierbas aromáticas marroquíes, que la hacen exquisita. Este establecimiento se encuentra en la carretera de Navacerrada, a no muchos km de la capital”.

Los dos amigos se despidieron con las normales palabras de afecto, “encerrándose” cada uno en sus respectivos puestos de trabajo. Elías echó de nuevo una mirada al llavero, moviendo la cabeza y preguntándose de dónde habría salido aquella “elegante” llave. “Preguntaré a Claudia cuando llegue a casa, a ver si ella me saca de la duda”.  

Ese mismo día, el matrimonio almorzó solos, pues sus hijos, como ya era habitual, ambos estudiantes de bachillerato, iban a estudiar con los amigos y ese estudio habitualmente comenzaba en los populosos comedores de Mac Donald.

“Te quería preguntar, Claudia, si tú me has puesto esta llave en el llavero. Para mí es una llave desconocida y no me explico cómo ha podido llegar hasta mi bolsillo. Tiene un diseño muy curioso y elegante, pero te aseguro que yo no la he visto hasta esta mañana. Soy algo despistadillo, pero puedo asegurarte que no sé de dónde procede”.

Claudia, un tanto nerviosa y sobresaltada, en cuanto la vio, trató de inmediato de mantener la calma. Negaba que ella la hubiera visto antes. “Igual te la han dado en el trabajo y estarías distraído o hablando con alguna persona y ahora no lo recuerdas. Si lo deseas, yo te la puedo guardar y cuando recuerdes su origen me la pides, sé que eres despistadillo y eres capaz de perderla. Llevas muchos asuntos en la cabeza. Te vendría bien tener unos días de descanso, a fin de relajar esa tensión que de manera casi continua mantienes”.

Entonces Elías le respondió que en absoluto le molestaba llevarla encina. “Es una llave muy bonita, con ese mango anacarado de color de color verde. Además, debe ser muy manejable, debido a su reducido tamaño. “Tiene que haber una explicación y yo la tengo que encontrar. Tú me conoces bien y ya sabes lo testarudo que soy para estas cosas”.

Cuando Elías salió de casa, para volver a la empresa, tomó la línea 1 del metro, que lo dejaba en Sol, para recorrer unos metros hasta llegar a la calle Arenal, sede de Convincet Company. Su mujer, como una “posesa” se lanzó a buscar en su bolso la preciada llave, que tanto valoraba y necesitaba. Repasó “una y mil veces” su bolso y llavero y para su desaliento allí no se encontraba. Precisamente la llevaba su esposo, en el llavero habitual o familiar de bolsillo. “Pero ¿cómo ha viajado esa llave de mi bolso a su llavero?” Por más vueltas que le daba, no hallaba explicación lógica. Hecha “un manojo” de nervios, se preparó una tila, para controlar su alterado estado emocional. Aún presa de los nervios, tomó su móvil, en el que marcó un número repetidamente utilizado.

Hola, cariño. Te cuento algo absurdo que ha sucedido, pero que me tiene descontrolada. Nuestra llave del apartamento de Fuencarral, que yo siempre la tenía en el bolso, a buen recaudo, “ha viajado” al llavero de Elías. Cuando hoy ha venido para almorzar, me la ha enseñado, preguntándome si yo la había colgado de su llavero. Me iba a dar un “soponcio” cuando la vi. Yo le he negado esta acción e incluso le he sugerido que me la diera para guardársela … hasta que se acordara de donde procedía. Él ha preferido conservarla, “hasta hacer memoria”. Todo, como ves, mi “amorcito” verdaderamente surrealista”.

“No pierdas la calma, mi vida. Lo importante es que Elias no sospecha. Por naturaleza es bastante despistado. Llegará un momento en que olvidará completamente el asunto. Esta tarde te haré una copia y te la entrego el sábado, cuando “tú tienes que ir a la peluquería”. Nos vemos en el portal de siempre, nuestro portal, a las 18 horas en punto. Desde luego que esa llave no ha volado por sí sola. Investiga en tu entorno. No tendrás sonambulismo, ¿verdad? Muchos besitos llenos de amor, mi afrodita preciosa. My darling, my love”.  

Aquella noche, los cuatro miembros de la familia compartían la cena. Dori y Axiel iban a lo suyo, con sus móviles siempre cerca de sus platos. Los mayores procuraban aparentar normalidad, pero tanto Elías como Claudia tenían en su mente pensamientos y preguntas, con un común denominador: la “misteriosa llave con el mango anacarado de color verde.

Pasaron unos días y ninguno de los dos cónyuges hicieron alusión alguna a este hecho “curioso” de una llave viajera, aunque uno y otro le daban vueltas al asunto, obviamente con diferente significación para cada uno de ellos. En el caso de Claudia, se preguntaba con lógica que, si ella no había puesto la llave en el llavero de su marido, tenía que haber sido alguno de sus hijos. Pero lo más complicado era razonar el porqué de tal acción, si su relación afectiva extramatrimonial ella la mantenía en absoluto secreto. Una noche después de la cena, su hijo Axiel (1º de bachillerato) se fue pronto a su cuarto, porque en dos días tenía unos exámenes. Claudía decidió entrar en su cuarto y hacerle una pregunta: “Axi, ¿has necesitado coger mi llavero del bolso para algo?”. El chico, con gran extrañeza, le respondió que no, pues él tenía sus llaves. “¿Es que te han perdido, mamá?”

Después de este breve diálogo, tenía ahora que buscar la oportunidad para hablar con Dori del asunto. Fue en la propia cocina, pues su hija se iba a preparar un sándwich pues se iba a quedar estudiando en casa de una amiga. “Yo no cojo tus llaves, mamá, porque después soy yo la culpable de que no las encuentres”.

El sábado, Claudia fue a la “peluquería” por lo que Adrián, su amigo íntimo y amante pudo darle o facilitarle una copia de la llave anacarada, ahora en manos de Elías. Tranquilizó a su amor. Cambiaron el lavado, tintado y peinado, por dos sensuales horas de intimidad sexual, siempre ardiente y fervorosa. Tras el ejercicio, ese diálogo relajante que agrada a los protagonistas.

“Me he enterado de que Elías tiene previsto un viaje a Valencia, durante la quincena próxima. Se trata de un proyecto de publicidad subliminal y directa, para una cadena de hoteles importantes repartidos por toda la geografía nacional y portuguesa. Serán tres días de ausencia, tiempo que tú y yo podremos “rentabilizar” sin condicionantes. Seguiremos usando este nuestro “nidito” de Fuencarral, gracias a la generosidad de Abolafio, ese compañero amigo que presta su uso a buen precio, 700 euros al mes, mientras que no le llegue un alquiler de larga temporada. Y deja de pensar en la llave que mantiene Elías consigo. No quiero que nada ni nadie enturbie la llama ardorosa de nuestro amor”.

Tal vez sea el destino, el azar, la suerte, quiso hacer una nueva “travesura” en este contexto de infidelidad conyugal. Porque los errores o los actos fallidos suelen aparecer en nuestros movimientos, en los momentos y situaciones más insospechadas.

Se había convocado una reunión en Convincet Company para las siete de la tarde. Tendría lugar en la sala de juntas, a fin de estudiar la oferta que había realizado una muy famosa y popular marca de chocolates, cafés, cacao, además de otros productos, como el agua embotellada y un nuevo tipo de soja con multifruta. Estaban los convocados en plena reunión, cuando J. Morgan, el vicepresidente de la sociedad centraba sus explicaciones sobre la video proyección de un Power Point en pantalla. Para su incomodidad, comprobó que le fallaban las pilas a su puntero láser. Entonces Adrián, siempre servicial, rebuscó en el bolsillo de su pantalón, comentando:

“Siempre me guata llevar el láser en mi bolsillo. Te lo presto. Y así ganamos tiempo”. Con gestos rápidos, mezclados de un cierto nerviosismo servicial, extrajo del bolsillo su puntero láser, sacando al tiempo su llavero, que cayó al suelo enmoquetado, con ese error de no haber sacado del mismo la llave del mango anacarado correspondiente al apartamento de Fuencarral, calle de la Ballesta. El citado llavero, ensartado en una figura de gamo o corzo (Adrián era muy aficionado a la caza) cayó a un metro de la silla que ocupaba Elías, al que se le cambió el color facial de su cara, al observar con nitidez que su gran amigo Adri llevaba una llave con el mango anacarado verde, igual que la que él mantenía en su llavero. Aguantó como pudo el impacto inesperado que el destino le había deparado. Cuando llegó esa noche a casa, apenas quiso probar su plato. No tenía apetito y se mostraba profundamente serio.

Claudia notó que algo pasaba. Cuando la cena (a la que había faltado Dori, que estaba en casa de su amiga Auxi) finalizó, Axiel, percibiendo que sus padres necesitaban hablar de algo serio, se quitó discretamente de en medio, aduciendo que tenía una videoconferencia pendiente con una compañera de instituto.  El diálogo que mantuvieron los dos cónyuges fue tenso, pero educado, clarificador y al tiempo desalentador. Claudia no negó las suposiciones que defendía su marido. Tampoco hubo lágrimas, disculpas o propuestas de reconciliación y rectificación. Obviamente, la llave anacarada estuvo en el centro del debate, pero ninguno pudo concretar cómo había podido llegar al llavero de Elías.

El tiempo no se detiene. Del almanaque han caído varias hojas, desde esa infausta noche. La vida de todos estos protagonistas ha sufrido cambios de desigual notoriedad.

ADRIAN y CLAUDIA comparten abiertamente sus vidas, aunque el fulgor de atracción inicial en la nueva situación va progresivamente decreciendo ¿Por qué? La rutina constante en el trato diario y la ausencia motivadora de esos encuentros “fugaces” y secretos, sumidos en la infidelidad de la acción que ambos mantenían previa a su unión, justifica la actual y moderada racionalidad relacional.

ELÍAS y ADRIÁN continúan trabajando en Convincet Company. Pero, desde la dirección, se ha procedido “oportunamente” a ubicarlos en ámbitos departamentales separados, ubicados en las dos secciones que la empresa tiene en la capital de España: una en el centro de Madrid (Gran Vía) y la segunda en el municipio de Móstoles. La relación entre ambos es mínima y estrictamente profesional.

La amistad entre LALIA y ELÍAS, ambos “golpeados” por el infortunio de la infidelidad, se mantiene. Incluso suelen verse y compartir alguna cena. En ocasiones van juntos al teatro o a proyecciones cinematográficas. Pasan gratos momentos que ayudan a confortar sus frecuentes desánimos, en una recíproca ayuda que les resulta muy benefactora.

En cuanto a los hijos de Elías y Claudia (Adrián y Lalia aún no tenían descendencia) ambos en las puertas de la mayoría de edad, decidieron permanecer junto a su padre, aunque durante algunos fines de semana comparten con su madre agradables encuentros relacionales. DORI y AXIEL son dos jóvenes desenfadados, imaginativos, inteligentes, gozando de ese valor maravilloso de una juventud que se abre a la vida.

Una tarde AXIEL, haciendo un hueco en sus estudios de Historia de España, para el examen final de la materia, tocó en la puerta de la habitación de su hermana Dori. Quería hacerle una pregunta, que tenía en mente desde hacía tiempo.

“Vamos a ver, flacucha. Yo no fui el autor de la travesura. Creo que todas las papeletas llevan tu nombre, como la autora del cambio de llave, desde el bolso de mamá al llavero de papá”:

Dori sonrió. Autocontrolada, sosegada y plena de serenidad le respondió: “Hermanito, yo no podía permitir que se siguieran riendo de nuestro padre”. -

 

UNA LLAVE 

MISTERIOSA

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 08 diciembre 2023

                                                                                Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

                 Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/




No hay comentarios:

Publicar un comentario