Cuando nos preguntamos acerca de abundantes hechos
o imágenes, más o menos relevantes, que llegan a nuestro conocimiento, asumimos
una realidad dominada por los contrastes. De una parte aceptamos que no todo
tiene una fácil explicación, tanto por la propia naturaleza del interrogante que
planteamos como por la desigual capacidad de nuestra mente para entender aquello
que se nos transmite. Sin embargo no nos cabe tampoco duda alguna de que, por
raro, extraño o increíble que parezca esa realidad que mueve nuestra interés,
todo hecho o consecuencia tiene una causa, un origen o un principio que provoca
la curiosidad, la motivación o el propio asombro en nuestra conciencia o
mentalidad. Esta situación fue vivida por el protagonista de nuestra historia,
una persona ciertamente observadora y analítica acerca del entono en el que
solía desarrollar su forma de vida.
Desde los años de la adolescencia, Ramos del Paz Jaime hizo todo lo posible por
integrarse profesionalmente en la que era su gran vocación: el mundo de la interpretación
musical. Ciertamente había carecido estudios para sustentar técnicamente su
trayectoria en el mundo del pentagrama. Lo suyo fue más bien esa tenacidad,
destreza o habilidad autodidacta, que le hacía pasar largas horas trabajando
con las cuerdas de aquella su primera guitarra, recibida como regalo de
cumpleaños por parte de un abuelo materno que siempre le tuvo en gran estima.
Con no escaso esfuerzo y venciendo la oposición de sus padres, que no veían un
porvenir claro en su proyecto de avanzar en el mundo de la interpretación
musical, logró al fin formar parte de un modesto grupo musical integrado por cinco
amigos de la localidad rural castellana donde todos, casi todos, habían nacido.
THE YOUNG DREAMERS (los jóvenes soñadores) fue el nombre elegido
(tras difícil consenso) para el nuevo conjunto, integrado por cinco miembros
(batería, guitarra baja, guitarra acústica, trompeta y una única mujer que
ejercía la función de cantante para las letras de las canciones que
interpretaban. Precisamente esta joven, llamada Lunia,
era la única componente del grupo que no había nacido en esa pequeña pedanía
zamorana, sino que era natural de Tetuán. De escultural cuerpo y plena de
simpatía comunicativa, era la integrante que mejor sostenía la actividad de este
grupo, que recorría preferentemente la mitad norte de la geografía peninsular,
actuando en las fiestas patronales de muchos pueblos y localidades de la zona.
No siempre los ayuntamientos que los contrataban eran generosos y cumplidores
con el esfuerzo contractual de estos voluntariosos y jóvenes intérpretes. Pero
la ilusión por alcanzar la fama en ese difícil mundo de la farándula les hacía
a estos jóvenes idealistas sobrellevar y soportar muchas carencias, tanto en el
alimento y en la residencia, como en la propia vestimenta o instrumental técnico
que necesitaban.
Aquellos hábiles “trileros”, Sres. concejales de
las perdidas alcaldías de la zona, les pagaban apenas “cuatro perras” por
sostener y distraer las noches veraniegas de fiesta, a fin de animar los bailes
de la muchachada del lugar (y también, los pasos o “danzas” de los que ya
peinaban muchas canas). Lo hacían con sus canciones, pasodobles y esas
versiones románticas o del pop ruidoso, piezas exitosas venidas míticamente del
extranjero o procedentes de los grupos más afamados del mercado nacional.
Ramos no era su nombre de pila bautismal. Sus padres,
gente chapada a la antigua, habían elegido el de Raimundo por su nacimiento un frío
7 de enero, para el único descendiente que tuvieron en el matrimonio. Nunca le
gustó este nombre, por lo que desde pequeño aceptó con agrado que sus amigos y compañeros comenzaran a
llamarle Ramos, apelativo más corto y acústico que el inscrito
administrativamente en el Registro Civil de la capital. La suerte quiso que
naciera en el seno de una corta y humilde familia, residentes en una modesta
pedanía de Zamora. Los tres miembros de la familia subsistían con lo poco que
podían obtener trabajando un escasamente generoso trocito de tierra, en el que
también criaban algunos animales para que les ayudasen en el trabajo agrario y
también como vital alimento para la matanza. Con ello “sostenían” la austera
comida que cocinaban y consumían en la olla y en la sartén de cada día.
A Ramos no le agradaba continuar la dura vida
familiar vinculada la agricultura, en esas austeras y sacrificadas tierras
castellanas, por lo que “huyó” pronto del ocre, tradicional y escasamente
esperanzado panorama que le aguardaba. Mantuvo de manera permanente su ilusión
por salir de éstos exigentes parajes de su infancia, con el único y preciado
bagaje de su música y los grandes e ilusorios proyectos para la fama. Pero la
vida del grupo musical en el que participaba comenzó a tambalearse desde el
momento en que su principal efectivo, la muy atractiva y buena cantante Lunia,
decidió abandonarlo. Fue “engatusada” por un ambicioso negociante que importaba
ropa del lejano oriente, prendado de las formas anatómicas del escultural
cuerpo que presentaba la joven, a fin de que fuera su nueva compañera en la
vida (ya estaba casado y soportaba una “indeterminada” prole a sus espaldas). Su
salida del conjunto The young dreamers fue el inicio del fin en la “carrera” de
Ramos y sus tres compañeros de aventuras. Nunca ha podido olvidar los verdes
ojos y la simpatía de su buena y fraternal amiga. Alguien le comentó, hace
algún tiempo, que la “divinal” Lunia, la añorada compañera del extinto grupo
musical, es ahora una rolliza madre de una “generosa” familia numerosa. Con sus
cuatro embarazos (junto a otro nuevo que está a la
espera) ha perdido bastante prestancia de aquel espléndido encanto visual que
ofrecía en sus jóvenes e idealizados tiempos de soltería.
La drástica decisión de la cantante solista, las profundas
carencias materiales un día sí y el otro también, junto al paso de los años,
hicieron reflexionar a Ramos, en el camino de “sentar mejor la cabeza” buscando
en consecuencia un trabajo más estable para su porvenir. Con tanto “trotar” de
un sitio para otro, sintió claro apego por el servicio que oferta la
hostelería, marchando en consecuencia hacia las soleadas tierras del sur
peninsular e insular, en donde esperaba encontrar más posibilidades de acomodo
turístico debido a la mejor templanza climática.
En la actualidad, forma parte del staff o nómina de
una importante cadena hotelera, que tiene repartidas sus instalaciones por
numerosas ciudades de la geografía española. Aunque básicamente ejerce la función de
camarero, tanto en el bar como sirviendo las mesas en el horario de los
desayunos, comidas y cenas, se presta a
realizar cualquier tipo de trabajo para el que se le reclame, pues asimila
bastante bien aquello que le enseña su buen “maestro” Ceberio,
un polifacético reparador de casi todo lo que se estropea (los problemas
imprevistos en la fontanería, la electricidad, aparatos electrónicos y
carpintería) en estas poliédricas instalaciones visitadas por tantos y variados
clientes. Incluso ayuda también en el mantenimiento de la piscina, motivando el
claro aprecio de sus jefes.
A sus treinta y dos primaveras cumplidas, este
ahora trabajador de hostelería acepta la
suerte que el destino y su voluntad le han deparado para la existencia. Piensa
con sensatez que no se puede quejar de la realidad laboral en que se halla
inmerso. Tiene cama y alimento asegurado en el día a día, cotización para su
vida laboral y sobre todo ejerce una actividad que le permite conocer y estar
en contacto con un variopinto catálogo de personas que pasan en el hotel sus
vacaciones anuales o desarrollan estancias más cortas y puntuales, por motivos profesionales
o de otra particular naturaleza.
En esta primavera del 18
se encuentran alojados en el hotel, con un cartel de ocupación de casi el 90 %
de las plazas disponibles, un grupo de cuatro matrimonios y dos amigos sin
pareja que, procedentes todos de la capital madrileña, viajan juntos a fin de
disfrutar los días vacacionales de la Semana Santa. Todos ellos superan el
medio siglo de vida y dada la antigua amistad
relacional que los vincula, desde su ciudad de origen, se sientan todos
juntos para el almuerzo y la cena, ya que este pequeño grupo ha contratado la
pensión completa en el hotel, habiéndoles concedido la dirección una tarifa
especial al efecto. Han pedido el favor a Ramos para que les habilite dos
grandes mesas juntas en el comedor, petición amablemente atendida. No sólo
aparecen unidos en las horas de las comidas, sino que también se les ve juntos
en las excursiones programadas por el departamento de actividades y también durante
esas horas de asueto en la cafetería del establecimiento o en el espectáculo y
bailes de animación que tiene lugar tras la cena, en el gran salón del hotel.
Estos amigos forman una simpática agrupación de
sesentones, muy agradables y dicharacheros en el trato. Hablan, ríen comentan y
también comparten los juegos grupales (el dominó, el parchís, los dados, las cartas o naipes de la baraja…) puestos a
disposición de los clientes por la organización del establecimiento, en un
ambiente de espléndida camaradería. Su protagonismo en las sesiones nocturnas
de bailes y concursos es más que significativa. Son conocidos por el personal
del hotel como el “grupo de los madrileños”. Dominan
extremadamente bien las habilidades sociales, pues su disposición y apertura
hacia todos (y, lógicamente, entre ellos mismos) se hace notar, para el aprecio
y agrado de la colectividad turística que puebla, en esa lúdica Semana vacacional
de Pasión, las bien organizadas instalaciones insulares del hotel.
Ramos se distrae mirándolos discretamente (esta
facilidad observadora, para no perder los detalles importantes del
comportamiento ajeno, la va potenciando con el paso de los años) en algunos de
los huecos que a veces le permite su trabajo, tras la barra del bar o cuando ha
de servir en las mesas. Le asombra y admira la vitalidad que muestra
especialmente ese grupo de amigo, con sus bromas, chistes, anécdotas, exageraciones
y gesticulaciones, que ensalzan y potencian la fuerza de su protagonismo. Todos
ellos aportan lo mejor de su carácter, a fin de hacer gratos y alegres los
ratos de convivencia y franca amistad. Todos … menos
uno.
Efectivamente, no ha pasado inadvertida para Ramos
la evidencia de que, en el grupo de los diez, hay un señor, parece que
vinculado matrimonialmente o en pareja con una de las mujeres, que apenas abre
la boca, en medio de la abierta comunicación que los demás se esfuerzan en
establecer y mantener. Este “pensativo” cliente del hotel tiene una mirada
serena, tal vez presidida por algún problema íntimo o por una tendencia a
“pasar “ de ese jolgorio que sus compañeros de estancia establecen, de manera
casi continua. La que parece ser su mujer, amiga o compañera (el sagaz operario
ya ha averiguado que responde al nombre de Claudia)
tiene mucha menos edad que los demás y que su propio compañero. Comunicativa,
jovial, alegre, desenfadada (en ocasiones, incluso se arranca cantando alguna
canción) se dirige con frecuencia al supuesto marido, al que llama con el
nombre de Foro (probablemente, Telesforo). Ramos
se pregunta, en los archivos de su pensamiento “¿cómo
es posible que esta dinámica y comunicativa mujer, a buen seguro con unos
quince o veinte años menor que su pareja, soporte el extraño semblante de un
hombre que desentona y contrasta sin ningún g con el positivo carácter de la que parece ser
su mujer?”. énero de duda con respecto a la atmósfera anímica de sus
compañeros y, lo que parece más extraño por supuesto,
Claudia ha recurrido, en varias ocasiones a la
servicial disponibilidad de Ramos que, con la eficacia que le caracteriza, ha
solucionado diversos problemas en la habitación que ocupa la pareja, la número 523. La verdad
es que esa habitación parece estar
“encantada o embrujada” pues en la sucesión de los días (el grupo ha reservado catorce
días de estancia) las averías se han sucedido en el interior de la misma de una
forma más que “traviesa”. Parece que hay un genio maléfico burlón que quiere
estropear las vacaciones de una mujer tan agradable, a pesar de tener a su lado
a un hombre tan taciturno y misterioso. ¿Cuál ha sido la naturaleza de esos
problemas? Sintonización de las cadenas televisivas, fallos en el mando a
distancia, bloqueos en la “alcachofa” de la ducha y también en el secador… Sin
embargo, una y otra vez, Ramos y el buen Ceberio “reconducen” las averías, a
fin de que la estancia de estos señores resulte lo más grata y cómoda posible. A
lo comentado hay que añadir otro elemento que amplia la connivencia y amistad
de la alegre señora con Ramos: el solícito camarero se preocupa en informar a
Claudia de aquellos alimentos que contienen gluten, componente que esta cliente
debe evitar en su ingesta alimenticia por prescripción médica. Todo ello ha
unido en el aprecio, la amistad y las confidencias a una señora agradecida (que
rondará los cincuenta y pocos años) con un joven camarero del hotel, que aún no
ha cumplido los treinta y tres.
Las gratas y simples conversaciones entre Claudia y
Ramos se establecen, de manera preferencial durante las tardes, en el salón
cafetería del establecimiento hotelero. Allí, delante del mostrador, la ve
aparecer Ramos. De inmediato le prepara ese café solo, bien cargado, con el
sobrecito de sacarina, servicio que mucho aprecia Claudia
Benita Santa Larigna, nombre completo de la muy agradable cliente. Ella
es una persona hipercomunicativa que,
sin perdonar el cafetito de las 5 y media, le gusta sentarse junto a la barra
del bar y comunicar con un joven servicial, amable y, para ella también un
valor muy importante en las personas: el saber escuchar. Hablan de cualquier
tema, durante esos treinta o más minutos de intercambio amistoso. Claudia
comenta algunos aspectos y proyectos de su vida en Madrid, mientras que Ramos
le cuenta diversas escenas que mantiene en su recuerdo, acerca de la vida rural
y musical que le ha llevado, en la actualidad, a trabajar en este prestigioso
establecimiento turístico ubicado en el archipiélago insular del Mediterráneo.
La salida del grupo de amigos madrileño está fijada
para la mañana del viernes, día en que serán recogidos junto a otros viajeros a
fin de trasladarlos al aeropuerto, donde tienen establecido su vuelo de regreso
para quince minutos después de las 11 horas. Claudia no desaprovechó la tarde
anterior para, manteniendo su habitual puntualidad, aparecer en la cafetería
del hotel y disfrutar de su café y ese ratito de amistosa conversación con un
joven camarero que atiende las peticiones de los clientes con generosa y
servicial eficacia. En esa última tarde de estancia vacacional, la cliente del
523 no apareció sola en el bar. Le acompañaba en esta ocasión su marido Foro
quien, sentándose junto a ella en la barra del bar, también consumió otro café.
Pero, a diferencia de su cónyuge, su infusión era con leche y un poco de canela,
para su mejor aroma. Se mantuvo silencioso durante un buen rato, observando con
prudencia los movimientos del camarero ante la máquina cafetera. El matrimonio
no intercambió palabra alguna. Cuando ya había consumido el contenido de su
taza, Foro hizo una señal a su compañera y abandonó sólo, sin mediar expresión
de saludo o comentario, el salón de cafetería. En ese momento, Claudia sacó de
su gran bolso playero un paquetito muy
bien envuelto en su presentación. Era un regalo
que traía para su joven amigo, como muestra de agradecimiento por tantas tardes
de charla y esos arreglos que tan eficazmente había logrado realizar en su
habitación. Un reloj de marca, verdaderamente precioso, que Ramos, un tanto
nervioso, agradeció con sinceras muestras de afecto. El tuteo ya se había
establecido entre ambos.
“Por favor, no te lo tomes a mal.
Sabes que soy muy observador. En realidad, me distraigo contemplando y
analizando el comportamiento de la clientela, durante las numerosas horas que
tengo que estar de servicio. Así evito el aburrimiento y la rutina de hacer
siempre lo mismo. Ya que mañana os vais, me gustaría hacerte una pregunta. Tal
vez sea un tanto impertinente pero, con el paso de los años, voy apreciando
cada vez la sinceridad. Lo que te quería decir o preguntar es mi dificultad
para comprender cómo puedes ser la mujer de una persona tan silenciosa, seria e
incluso inexpresiva, siento tú tan diferente. De verdad que me cuesta trabajo
entender como se puede estar viviendo junto a un compañero que muestra esa
patente y continua introversión y aparente placidez silenciosa”.
Claudia agradeció el nuevo café, consumición
también gratuita para este último día, que le sirvió Ramos con especial
delicadeza. Tras dar un par de sorbos al cálido y sabroso contenido, ofreció a
su interlocutor unas palabras explicativas que
respondían a la intrépida e inesperada pregunta de un joven amigo en esa
postrera tarde de la despedida:
“No te preocupes, Ramos, que no me
molesta en absoluto tu pregunta. Sé que eres una persona sana y directa en el
contenido de lo que piensas. Es una cualidad que bien aprecio. Te resumiré,
pues el tiempo se nos está yendo. Yo era su secretaria. Se portaba muy humana y
bondadosamente conmigo. Era, te lo puedo asegurar, un hombre muy diferente con
respecto al que hoy vez e imaginas. Pero un aciago día, perdió a su mujer, de
la que en mucho dependía, de la forma más dolorosa. Lo abandonó por un amor
furibundo, un romance que tuvo con un amigo íntimo de la familia. Tras
veintitrés años de matrimonio, de la noche a la mañana y, sin previo aviso,
ella se fue de su vida. Le dejó con dos hijos adolescentes, sin mayores
explicaciones. El estaba muy enamorado y ese sufrimiento no lo pudo soportar.
Cayó en una inquietante pendiente depresiva, de la que apenas se ha recuperado.
Yo supe y quise estar cerca de él. Lo necesitaba, pues se hundió en el fango
inmundo y tenebroso de la soledad. Hoy formamos pareja. Me necesita. Sobre
todo, anímicamente. Mi carácter es muy comunicativo y positivo. Sus dos grandes
carencias, aún en la actualidad, que los médicos tratan “pacientemente” de
combatir. Sus amigos le comprenden, ayudan y respetan. Básicamente, eso es
todo. Una historia ciertamente bastante complicada, tal vez triste, tal vez
incomprensible, pero presidida por el amor.
¿Te parece bien que intercambiemos
nuestras direcciones electrónicas, mi buen amigo…? “
José L. Casado Toro (viernes, 06 Abril 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
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