En una luminosa mañana primaveral, Teodoro Amara Fehaciente, director de publicaciones
en el muy afamado y tradicional magazín semanal “LUNA
CRECIENTE”, repasaba los resultados estadísticos (venta y difusión
lectora) alcanzados en el último trimestre por este muy cuidado órgano de información
periodística. Las cifras resultaban tozuda y penosamente desalentadoras. Al
margen de las características de su principal publicación en el mercado, esa baja
en las ventas reflejaba un problema comúnmente generalizado en gran parte de la
prensa escrita. En la era indefinida del dominio digital era incontrovertible
que sólo la inyección económica, procedente de los insertos publicitarios,
permitía sostener el complejo montaje del conocido grupo mediático.
Teo, un veterano “combatiente en mil batallas
periodísticas” (62 años recién cumplidos) se repetía, una y otra vez “hay que buscar nuevos incentivos que permitan dinamizar
y motivar el interés de ese lector, hoy día alejado de su proximidad a los
quioscos de prensa”. A pocos minutos de estas reflexiones, sobre las
tablas estadísticas que tenía sobre la mesa, llama a la puerta de su bien organizado
despacho Abilio Morán Elena, un agresivo (profesionalmente
hablando) y dinámico licenciado en periodismo, solicitando pasar al interior
del habitáculo. El joven periodista había realizado sus prácticas en esta
empresa, gracias a la recomendación de un importante financiero (tío segundo
del profesional mediático) que había “inyectado” diversos préstamos (en
inmejorables condiciones bancarias) a fin de mantener la viabilidad del
semanario. Tras los correspondientes meses de prácticas, Abilio consiguió plaza
fija en la plantilla de Luna Creciente, trabajando
eficazmente en diversas secciones de la revista.
“Toma asiento, Abilio. Te comento que
estamos pasando unos malos momentos financieros, en cuanto a las ventas de los
ejemplares. Desde luego esta revista, por todos los medios posibles, debe
evitar entrar en la rutinaria dinámica de la prensa del corazón. Debemos
mantener nuestro perfil informativo, ofreciendo un producto de calidad en dos
campos básicos de la maquinaria informativa. Por una parte, abundando en el
análisis reposado de esas noticias políticas, que apenas duran minutos en su
inmediatez, siendo pronto sustituidas por otras informaciones que ocupan la
primacía social del impacto. Y de otra, acercarnos al lado humano de esas
personas famosas, celebridades en muy diversos campos de la política, la cultura,
la ciencia y las artes. Pienso que hay que intensificar y enriquecer este campo
informativo sobre esa atractiva y desconocida intimidad personal. A este fin,
cada semana vamos a elegir a un personaje de especial trayectoria vital, para
entrevistarle. No quiero que nos centremos, de manera obsesiva, en su
titulación o en los méritos contraídos a través de su ejercicio profesional. ni
tampoco en su significación como imagen pública. Hay que buscar esos ángulos
más íntimos, familiares o privativos del personaje, planteándole algunos
interrogantes que no suelen ser usuales en el diálogo con tan insignes figuras.
En este ambicioso contexto he pensado
en ti, basándome en tu sagacidad y valentía investigativa, para que inicies
esta serie que, dentro de un par de semanas, queremos sacar a la luz, con gran
difusión publicitaria. Dispondrás de un amplio espacio para el texto y
comodidad para un generoso soporte fotográfico. Mueve rápido el trasero y ponte
de inmediato a preparar ese tipo inusual de entrevista que motive el interés
popular. Para su inicio hemos contactado con el muy insigne y prestigioso autor
de best sellers, Arial Clas
Lashira, quien, a pesar
de su longeva edad, sigue publicando y dominando las listas de los autores más
apreciados por el público lector”.
Abilio conocía bastantes datos del afamado escritor
a quien debía entrevistar, pero incidiendo de manera específica en aquellas
facetas o ángulos de la persona, normalmente desconocidos por la gran
generalidad de los lectores. Pero ¿quién era ese
prestigioso y afamado literato?
El objetivo periodístico iba a ser un cualificado y
reconocido escritor de novelas, centradas en el género de la intriga policíaca.
Con antecedentes familiares en Argentina, había Cántabras. De allí “saltó” a
la aventura madrileña, en donde comenzó a desarrollar una convulsa etapa de
vivencias afectivas, mezclada con una exuberante creatividad literaria abierta
al gran público amante del género thriller, usando una terminología
cinematográfica. Aunque la crítica especializada lo consideró desde pronto como
un escritor de masas, alejado de los círculos “académicos”, la venta de sus
obras lo fue consolidando en el top de las listas de los libros más vendidos durante
las sucesivas temporadas culturales. Ese encaramarse a los escalafones
preferentes de la aceptación popular en las librerías le fue proporcionando muy
sustanciosos réditos económicos, acabando por convertirse, para su vanidad
indisimulada, en un referente mundial del género, con sus obras traducidas a
los más importantes idiomas del orbe. En estos momentos, muy cerca de
convertirse en octogenario, continuaba trabajando en la composición de una
nueva novela, protagonizada por su tradicional y bien conocido personaje, el
peculiar detective Fabio Entrena. desarrollado su infancia
en tierras
Abilio había preparado una “suculenta” y heterogénea
batería de preguntas, cuyo contenido buscaban llegar a esos puntos ocultos en
la intimidad o privacidad del gran personaje, con el que se había concertado la
cita, ítems que ofrecieran a los lectores parcelas vivenciales un tanto
insólitas o alejadas del mayoritario
conocimiento popular. El espacio de encuentro
con este “compositor de las palabras” quedó fijado en uno de los reservados de
una importante cafetería de la Gran Vía madrileña, planta primera, establecimiento
que gozaba de un luminoso ventanal que miraba a esa importante arteria “tomada”
por la gran oferta de servicios diversos, el tráfico de vehículos y el continuo
deambular de los peatones. Desde esa plataforma se podía divisar con facilidad
el majestuoso Teatro Lope de Vega, con su oferta consolidada El Rey León, más
de siete años de representaciones ininterrumpidas sobre el amplio escenario de esta
conocida sala, inaugurada en 1950. Siete de la tarde, dos cafés bien cargados
sobre una coqueta mesa de mármol beige, no faltando esa gran botella, hoy de
wodka, petición inexcusable del bien parecido escritor, cuyo contenido solía
bajar notablemente de nivel cuando el transparente envase se hallaba cerca del preclaro
contador de historias. No fumaba, pero era un fiel seguidor en el consumo del
néctar emblemático representado por el dios Baco. Seleccionemos algunos de los
interrogantes que planteó Abilio y lo básico de las respuestas emitidas por su
afamado interlocutor
Vd. lleva
escribiendo, con gran aceptación dentro y fuera de España, durante más de
cuatro décadas. Los réditos de ventas son incuestionables. A pesar de difundir
la lengua castellana por medio mundo… ¿qué siente un “artista” de las letras,
cuando ve que otros, a años luz de los méritos que Vd. atesora, van ocupando
los sillones de la R.A.E. (Real Academia
Española de la Lengua? Año, tras año, su nombre nunca aparece en los círculos selectos
de los escritores propuestos para tal honor… ¿Cree que todavía hoy sería
posible su elección, a pesar de sus muchos y espléndidos años?
Precisamente por eso de los años, un
sillón siempre viene bien a un cuerpo muy trabajado. No sé si los de la R.A.E.
son gratamente mullidos … Mire joven, en este país (que muy bien conozco) son
muchos los que se tienen que morir (ponga mejor, pasar a la otra vida) para que
se les reconozca en justicia su esfuerzo e inteligencia. Los honores, los títulos,
los homenajes, las bellas palabras pronunciadas o escritas, la dedicación de
calles, los bustos … ahí quedan, mientras el interesado se encuentra “viajando”
por otras galaxias. En esas otras galaxias, me pregunto, las condecoraciones
que te dan aquí “post morten” ¿servirán para algo, habrá que compulsarlas en
alguna ventanilla celestial, serán avales eficaces para llegar antes al Paraíso?
No, no he tenido ni tengo padrinos. Esa vieja impronta tan característica del ser
hispano, como es la envidia, no ha hecho posible mi propuesta, la letra o el sillón
honorable. Una vez me llegó, por vías absolutamente “inconfesables” una
consideración pulcramente explicativa: “Ése ya tiene mucha pasta con sus ventas
¿Vamos a regalarle el prestigio de una letra en la Academia? Ni que se lo
piense” No me pregunte por datos concretos acerca de la grandeza moral y altura
intelectual de quién pronunció esta pobre parrafada.
Y del Premio Cervantes de las letras hispanas, nada de
nada, aunque es bien cierto que alguna vez “pudo entrar” en las quinielas. Con
no mucha suerte, por supuesto ¿Qué piensa de este premio, máximo galardón de
las letras españolas?
Si al preclaro de don Miguel se le concediera
el privilegio de un “finde” reencarnado en esta vida y pudiera opinar acerca
del susodicho premio o galardón, lo primero que mostraría sería su sorpresa al
comprobar que su castellano se parece bien poco al que hoy tan fluidamente se
utiliza y se premia en la gran efemérides del 23 de abril. Con lo que se
escribe y lee hoy en día, a buen seguro, el bueno de don Miguel adelantaría el
viaje de vuelta, regresando con presteza a ese espacio onírico del más allá. Me
hace bastante gracia cuando vosotros los periodistas, en fechas próximas a la
concesión del premio, hacéis vuestras quinielas y enarboláis con firmeza
determinados nombres, añadiendo esa coletilla tan simpática de “este año ya le
toca”. La expresión “cuadriculada” del rostro que se le debe quedar a algunos
cuando el galardón “sigue sin tocarle”, un año más, debería ser inmortalizada
por la plástica de nuestros pintores del barroco o del claroscuro tenebrista.
¿Se
atreve, don Arial, a contarnos alguna “chiquillada”
de mayor que conserve en su repleta memoria, reconociendo la “culpabilidad” de
su protagonismo? No me refiero a las travesuras de la infancia, sino alguna
“trastada” realizada en su ya espléndida madurez.
Se la voy a contar, sin dar mayores o
especiales detalles identificativos. A pesar de lo que muchos opinan, soy
bastante respetuoso con las personas, aunque en esta ocasión … Su recuerdo aún
me sigue produciendo sanas y sonoras carcajadas. Cócktail o cóctel (según la
R.A.E) de presentación de la última publicación de un escritor “rival” pero,
sin embargo, amigo al tiempo. Su señora, un ser verdaderamente inaguantable.
Era una “cotorra” engreída y compulsiva con el uso (mejor, ponga abuso) de la palabra.
La verdad es que me vi obligado asistir al evento social por presión de la editorial
que publica mis libros. El organizador del catering era precisamente el hijo del
escritor y de la parlanchina señora. Este joven, vino a ofrecerme,
personalmente, la joya más preciada de su suculenta y selecta carta. Un
“apetecible” canapé denominado PERLAS DEL CARIBE que para mi mal recuerdo
constaba de los siguientes elementos: unas cebollitas picantes, rociadas de
mermelada de jengibre, junto a virutas de hígado fermentado al brandy,
composición que reposaba sobre una tejoleta de berenjena frita untada con salsa
de queso de Cabrales y polvo de pimienta, todo ello regado con aroma de agua de
azahar. Inolvidable. Digno de figurar en un manual práctico de la Inquisición.
Tras un primer bocado (estaban sus padres delante) estuvo a punto de darme un
síncope, pero supe reaccionar a tiempo. Había mucho bullicio en el Gran Salón,
lo que aproveché para, en un hábil y rápido movimiento, depositar semejante “inmundicia”
en el espectacular sombrero de ala ancha, con plumas de avestruz, que cubría la
cabeza de la cotorra parlanchina, mientras “disertaba” sentada con otro sufrido
y desesperado oyente. La señora estuvo después toda la noche paseando, en su
sombrero color fucsia con las plumas plateadas de avestruz, el “maravilloso”
canapé de las Perlas del Caribe que había elaborado su apreciado (debería poner
“peligroso”) hijo restaurador.
Siempre
hay en nuestras vidas un determinado juguete
que tiene para nosotros unas especial significación. Pero lo que quiero
preguntarle es acerca de ese juguete que nunca tuvo en su infancia y que le
hubiese gustado o anhelado poseer.
Más que en mi infancia, en estos
tiempos en los que ya peinamos canas y disimulamos arrugas. Desde hace muchos
años siempre he sentido la insatisfacción por no haber poseído … una muñeca. De
porcelana o trapo, da igual. Nunca me la regalaron, ni la he comprado ahora,
por razones obvias. En los años de infancia, porque no era un juguete para
hombres. Sin embargo ahora, ya muy mayor,
siento la frustración por no compartir la felicidad de ese ser tan inocente, esa
niña que tanto aprecia a su muñeca, la viste, le habla, le pone su ropa y la
acuna tierna y amorosamente en sus brazos o en el pequeño carrito de juguete.
La inmensa naturalidad, el rostro de felicidad de esas niñas que juegan y
simulan vivencias con sus queridas muñecas, es un sentimiento que admiro y que,
por supuesto añoro. Como bien sabrá, nunca llegué a tener hijos ni hijas.
En su
opinión, ¿cuál seria el invento más sensacional
e increíble, que podría llegar a cambiar la faz de este nuestro mundo? Cree que
dicha invención puede llegar a lograrse alguna vez?
Bueno, me lo pone muy fácil. Todo
medicamento que evitase el dolor físico (y anímico) y que también lograra
alargar nuestra existencia terrenal sería, socialmente, muy bien venido y
valorado, de manera especial, por todos aquéllos que sufren ese injusto y cruel
dolor. Pero ya que alude a la transformación de nuestras vidas, pienso en unos
comprimidos que nos permitiesen conocer el pensamiento real y verídico de
nuestros interlocutores, es decir, de aquellas personas que tenemos, física o
digitalmente, delante de nosotros. Le confieso de que no me lo puedo llegar a
creer. Su costo y repercusión sería de tal calibre que haría imposible nuestra
vida relacional, porque de una u otra forma, acabaría con nuestra privacidad de
pensamiento. Sería una catástrofe que provocaría reacciones de resultados
imprevisibles. Su posesión entregaría el dominio del mundo al país o entidad
científica que lograra su diseño y realización. De manera afortunada, tenemos
el valor y potencia de nuestra imaginación y memoria para pensar privativamente
sobre todo aquello que nos rodea, facultad que nos permite mantener en secreto
nuestros pensamientos, opiniones e ideas. Se imagina que yo pudiera “leer” lo
que Vd. está pensando en este momento, sobre mi o sobre otra cuestión?
En esta atractiva entrevista entre un imaginativo
periodista y un avezado escritor, hubo otras muchas preguntas y respuestas,
entre las cuales Abilio elegiría aquellas más interesantes para la redacción
del artículo. Citemos algunas de las mismas sin añadir especiales comentarios
al respecto. Ese consejo
que nunca le dieron: No dejes nunca de soñar lo
imposible. El film que más veces ha visionado y que muy probablemente lo
volverá a disfrutar: El guateque, Psicosis o El
mundo está loco, loco, loco (añadió su gusto o afición por repetir el
análisis de las películas). Una actividad que los Ayuntamientos deberían valorar
y compensar: Los músicos callejeros, que
enriquecen con sus sones instrumentales tantos lugares románticos de la ciudad.
Un gran error
en el género humano: esos niños que no quieren
ser hombres y esos hombres que no quieren ser niños. Además de la
envidia ¿el otro gran trauma o defecto en las personas? El
ego exacerbado.
La tarde de primavera oscurecía ya para la noche, tras hora y media de intensa charla. Las dos tazas de cafés habían sido renovadas y el botellón de wodka ofrecía un significativo vacío transparente, para alegría y motivación de su principal valedor y consumidor. Tras su casi completa ingesta, Arial no mostraba el más elemental síntoma de descontrol mental o verbal. Representaba ese viejo y aguerrido combatiente, en mil y una historias, que disfrutaba analizando las expresiones que ofrecía el asombrado rostro de Abilio antes sus inteligentes respuestas. Fue un agotador ejercicio de taquigrafía, relativamente bien llevado por Abilio, pues esa grabadora que “nunca falla” tiene también sus lunes o días para el bloqueo. El moderno artilugio solo funcionó durante los primeros quince minutos de la entrevista. Se despidió cordialmente del escritor, prometiéndole enviarle por correo electrónico una primera redacción del artículo, por si deseaba matizar o corregir algunas de las largas y densas respuestas que había ofrecido. El reportaje saldría finalmente publicado dos semanas después siendo muy bien valorado, a tenor del “boca a boca” para el incremento de la venta de ejemplares.
Aquella misma noche de la entrevista, Abilio abrió
su libreta de notas, dispuesto a organizar otra batería de preguntas que
conformaría la segunda y peculiar entrevista del ciclo. Las preguntas (para
asombro de Teodoro, cuando conoció la intención de su subordinado) iban
dirigidas por el joven periodista hacia una persona que éste bien conocía: él
mismo.-
José L. Casado Toro (viernes, 13 Abril 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
jlcasadot@yahoo.es
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