Lo
había estado meditando durante largo tiempo. Siempre le había dado un tanto de
resquemor el significado o apreciación social de la palabra psiquiatra. Sin embargo, tras los escasos resultados
obtenidos, una vez aplicadas esas otras recetas caseras que, generalmente,
suelen ir bien a los demás, decidió solicitar cita a un especialista de la
mente.
La
situación resumida es que esta chica se siente atrapada en un ciclo aleatorio de
depresiones anímicas, con desigual intensidad
para su organismo que, en general, la hacen sentirse francamente mal. Eso sí,
durante el horario que ha de cumplir en el centro comercial donde trabaja, siempre
prevalece su esfuerzo por disimular los momentos difíciles por los que atraviesa,
ofreciendo una imagen lo más normalizada que puede. Disimula, tanto ante la
clientela que a su departamento acude para las compras, como al resto de los
compañeros que allí también prestan, día tras día, sus servicios.
Aunque
de manera ocasional visita a sus padres, Marian
hace años que quiso buscar la independencia en su vida, residiendo en un
apartamento alquilado en pleno centro de la Málaga más antigua, muy cerca del
afamado centro de Secundaria donde realizó los estudios durante su adolescencia:
el Instituto Vicente Espinel. Es una esas numerosas personas que, sin causa
aparente, no ha encontrado la pareja adecuada con la que establecer la
estabilidad familiar. Se esfuerza en compartir algunas salidas los fines de
semana, e incluso ha realizado algún viaje con compañeros y amigas del trabajo,
pero la mayoría de éstos ya tienen sus obligaciones propias para la relación. Y
es que la edad media, de unos y otros se halla en esa treintena avanzada, que
dibuja familias formadas donde bullen los críos, con las obligaciones propias de
esa situación. Por otra parte, está su hermana Julia, casada y con una hija
pequeña, pero ambas mujeres no se llevan especialmente bien, pues poseen un
carácter muy contrastado y prefieren mantener una distancia meramente educada.
Insatisfacción, rutina, sentimientos de infelicidad,
tendencia hacia la soledad, culpabilizar a los demás, aburrimiento, desinterés,
introversión, lágrimas sin sentido o causa suficiente, estallidos
temperamentales, falta de autoestima …… eran palabras escritas por un
prestigioso profesional médico, en su cuaderno de notas, mientras seguía, con
atención y respeto, las respuestas entrecortadas que su paciente iba encadenando,
ante las preguntas que él se veía obligado a plantearle. Su objetivo era ir
construyendo un esquema básico de la situación psico-física de Marian, como paso
previo a un primer diagnóstico.
“Si
crees que te ayudaría a vencer el comprensible recelo de esta entrevista
inicial, puedes tutearme, como en realidad yo también lo estoy haciendo
contigo. Tampoco hay tantos años de diferencia entre nosotros, apenas doce,
sobre esos treinta y siete que marca la fecha de tu nacimiento. Llevamos
hablando casi una hora y la primera impresión que voy obteniendo es la de hallarme ante una persona,
en la flor de la vida, pero que se siente atrapada en esa profunda niebla o
bruma de la desorientación. Pienso que van a ser necesarias más sesiones, para continuar
un diálogo que halle el mejor camino en un proceso que presumo lento pero, sin
embargo, fructífero. Porque la esperanza y las soluciones están muy cerca de
nosotros. Probablemente se hallan en nuestra mente, en nuestra imaginación, en
nuestra íntima voluntad. Pero las hemos envuelto en un blindado ropaje, que no
nos atrevemos o somos incapaces de eliminar”.
“Te
voy a ser muy sincero. En circunstancias como ésta, saldrías de la consulta con
un amplio listado de recetas, para adquirir fármacos antidepresivos de
diferente carácter, que “nos harían” reaccionar de forma inmediata. Pero me resisto,
permíteme que use esta palabra, a “empastillar” a una joven persona que se
halla en pleno auge existencial, sin usar o buscar en cambio otros caminos o soluciones
más naturales, menos farmacológicas, eso sí, con la colaboración indispensable
de la fuerza que aportes a tu voluntad. Para que me entiendas, vas con una, más
o menos grave, lesión muscular al traumatólogo. En cuatro o cinco días, la
ingesta de píldoras harían el milagro de la aparente recuperación. Sin embargo
ese especialista, te prescribe una lenta, segura y eficaz reacción física, a
través del ejercicio rehabilitador del musculo o articulación dañada. Creo que
me entiendes: llegaríamos al mismo
lugar, tal vez con más tardanza, pero su organismo agradecería esa tarea
rehabilitadora que sabe prestar con acierto un buen fisioterapeuta. Ahora,
traslada esta metáfora a tu situación”.
Marian
permanecía absolutamente absorta, ante las palabras amigas y novedosas que estaba
recibiendo por parte de un buen especialista médico, recomendado por el jefe de
la sección de complementos (calzado) en su empresa, donde trabajaba, de manera
ejemplar, desde hacía ya casi cuatro años. Pero ¿cuál sería el novedoso camino
que el psiquiatra le iba a proponer a fin de iniciar esa rehabilitación
anímica, que tanto le estaba aturdiendo y condicionando?
“Te
comentaba que vamos a posponer, por ahora, un tratamiento farmacológico. Vamos
a ir haciendo, de manera paulatina, una ruptura, programada y controlada, con
lo que es tu actual forma de vida. En algunos casos, se van a tratar de
pequeños o curiosos cambios. Pero, también, tenemos que abordar
transformaciones de naturaleza más radicalizadas o profundas. Vayamos, pues, a
plantear diversas estrategias. Sé que algunas de ellas te van a llamar la
atención. Pero no hagamos un mundo de tu extrañeza ante las mismas. Vamos a
iniciar un proceso de búsqueda de lo diferente.
Pienso
que debes cambiar tu look personal. No te enfades con lo que te voy a decir. Podrías
modificar tu peinado (corte, forma y color). En mi opinión, el actual no te
favorece. Igual ocurre con tu forma de vestir. Ahora mismo estoy observando a
una bella joven cuya ropa la hace parecer mucho mayor de lo que realmente es.
Incluso esos zapatos (en tu empresa llevas años, según me cuentas, en la
sección de zapatería) corresponden a una persona que rondaría los cincuenta. Y
ahora viene una modificación en lo laboral, ciertamente importante. Solicita en
tu centro comercial (puedes ayudarte con un informe que yo elaboraría), ser
destinada, en la medida de lo posible, a otra sección. Cuatro años trabajando
en la misma planta o departamento, sin duda cansan, aburren y desmotivan.
Te
vas a desplazar al trabajo por un itinerario, y medio de transporte, diferente
al que usualmente utilizas. Verás como ese cambio también ayuda. Dedicas muchas
horas, excesivas, al mundo de la televisión. Este medio de difusión va a
funcionar ahora menos en tu domicilio, en favor del ordenador y la navegación por Internet. Y algunas de
las noches, después de la cena, prestarás a la música (de todos los géneros,
especialmente la de naturaleza filarmónica) esos minutos previos al descanso. Y
durante este mes que tenemos por delante, hasta que nos veamos por segunda vez,
te vas a comprometer a buscar la integración en algún grupo social, que sea de
tu agrado. Comprendo que puede resultarte difícil hacerlo, pero puedes probar y
llamar en diferentes opciones. Por ejemplo, actividad senderista, literaria,
ecologista, política, teatral, musical (por cierto ¿conoces las espléndidas posibilidades
que desarrolla la Sala Chelamar, también
denominada Artesanos de la Escena….?) Tienes un mes, para probar y
decidir. No olvides, tampoco, esos centros deportivos, donde puedes mejorar tu
cuerpo y el estrés acumulado, practicado la natación u otros ejercicios
vinculados al gimnasio.
Y en
la cuestión alimenticia, pueden ser interesantes algunas modificaciones. Tanto
en el lugar donde habitualmente realizas las compras, como en el tipo de
ingesta que realizas durante el almuerzo y la cena. Verduras y frutas han de
tener absoluta prioridad. Y la operación anti tabaco, no puede esperar, aunque
sólo sean cuatro o cinco los que quemas
cada día, tan cerca de tu boca y pulmones.
Te
enviaré a casa, a tu dirección electrónica, un listado más explícito de todo
esto que ahora te estoy mencionando a modo de resumen”.
Eran
sobre las 8.40, en una agradable tarde-noche de Junio, cuando Marian caminaba a
través de la malla urbana, plena de edificios, calles, plazas, luces y sombras,
hacia un domicilio cuyo “decorado” también se le había sugerido entrara en un
proceso de cambio. Mezclándose entre los numerosos viandantes, que ponían
alegre color al ambiente, llamó su atención una persona que estaba sentada
sobre una pequeña silla de pescador, en una las esquinas de Alcazabilla, próxima
a la recia gradería histórica del Teatro Romano. Se trataba de un hombre mayor,
modestamente vestido, el cual enlazaba melodías para el sentimiento, utilizando
para ello una destartalada trompeta, con la que construía ritmos y notas para la
emoción y el recuerdo. Se quedó unos minutos escuchando y apreciando el
esfuerzo de este anónimo juglar subsistiendo en
la bohemia callejera. Dejó caer unas monedas en un pequeño cestillo de esparto
que yacía a los pies del trompetista. Éste, supo regalarle una mirada de
afecto, emanada de unos ojos agrietados por las vivencias de su privacidad.
Continuó
marcando lentamente sus pasos, sintiéndose ilusionada y preocupada, al tiempo,
acerca de esos necesarios cambios para la
diferencia, que habría de imprimir a la inmediatez de su vida. Horas y días,
silencios y palabras, gestos y novedades que podrían teñir de esperanza una existencia
presidida por el letargo de esa monotonía que
iguala, con el riesgo del sopor, el ayer, el hoy y, previsiblemente, también el
mañana.
Magnífico
este doctor Cebrián, al que percibía ya más
como un padre y amigo, que como ese docto galeno enfrascado en la elaboración
de fórmulas magistrales para la milagrería terapéutica. Un cualificado
profesional que había sabido prescribirle una sana e inteligente medicina cuya disponibilidad
no se hallaba en los escaparates farmacéuticos, sino en esa fuerza imaginativa
que atesora nuestra voluntad. El camino para su
recuperación debería proceder desde esa virtud para la diferencia, que conlleva
el cambio profundo en la rutina de vida.-
José
L. Casado Toro (viernes, 23 Octubre 2015)
Antiguo
profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
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