En este mundo alocado que nos ha correspondido
protagonizar, sometido a los comportamientos insólitos de la más absurda
irracionalidad, donde cada vez producen menos sorpresas las acciones más
inverosímiles contra la sensatez y la lógica, cuando todo se nos antoja más que
previsible y rutinario por efecto de esa globalización que invade no sólo lo
económico, sino las más variadas plataformas de nuestras incógnitas
existenciales, surgen historias que, como contraste a tanto desequilibrio y
sinrazón, nos hacen sonreír y pensar. Dos positivas actitudes, sonrisas y
pensamientos, que ennoblecen a quiénes tienen la plausible capacidad de
hacerlas explícitas en el aventurero recorrido de sus vidas.
Germán
Dobaños, con gran esfuerzo y tesón (dada la humilde situación
patrimonial de su modesta familia) pudo concluir, con un brillante expediente
académico sus estudios universitarios en Historia del
Arte. Con esta licenciatura humanística en su curriculum, se dispuso a
buscar una salida laboral que estuviera acorde a la formación recibida en esa
parcela tan atrayente de la cultura. Como primera acción, llamó a las puertas
de la función docente, no obteniendo los resultados adecuados que le
permitieran acceder a esa deseada plaza en colegios o institutos de titularidad
estatal. Sus solicitudes, en el mismo ámbito de la enseñanza de titularidad
privada, quedaban sucesivamente archivadas junto a las de otros numerosos
aspirantes al ejercicio docente. Pero, al fin, una luz se encendió en ese túnel
pedregoso de la búsqueda laboral.
Un nuevo Centro
de Arte Contemporáneo, ubicado en una provincia limítrofe con la de su
lugar de residencia, publica la convocatoria de un concurso de méritos, a fin de
cubrir una plaza de vigilante, ante la próxima
apertura al público de sus riquezas escultóricas, pictóricas y otras muy
diversas piezas suntuarias. Germán presentó al efecto un denso dossier de
méritos, con sus certificaciones correspondientes. Tras una bien mantenida
entrevista, con el concejal de cultura del Ayuntamiento, esperó con impaciencia
los resultados del concurso. Los méritos aportados por el solicitante fueron
convincentes para el tribunal calificador. La obtención de esa anhelada plaza, colmó
a nuestro personaje de una inmensa alegría. Firmaba un contrato por anualidades
renovables de trabajo, bien es cierto que con un sueldo mensual no muy elevado,
dado que su puesto sería el de simple vigilante de sala. Se veía obligado a
cambiar de residencia, con respecto a la ciudad donde vivía con sus padres,
pero consiguió que la corporación municipal, a través del servicio de
asistencia al mayor, le habilitara una vivienda con el compromiso de acompañar
a su propietario, una persona octogenaria, para que éste no estuviera sólo en
casa durante las horas nocturnas.
Las ocho horas de trabajo en el
centro artístico, entre martes y domingo, no eran desde luego demasiado esforzadas.
Su misión consistía en controlar el comportamiento de los visitantes en las cuatro
salas donde estaban expuestas las numerosas piezas artísticas que el museo
albergaba. Se le había entregado, al efecto, un básico material informativo
acerca de las mismas, para que pudiera atender u orientar alguna posible
pregunta de los visitantes al centro, aunque todos los objetos expuestos tenían
unas tarjetas explicativas con los datos necesarios acerca de su significado.
En definitiva, un trabajo cómodo, relacionado
íntimamente con su titulación académica pero que, al paso de los días, se le hacía
intensamente aburrido. Sobre todo porque salvo
los domingos, en que la entrada era gratuita, el número de visitantes era muy
reducido durante el resto de la semana. La relación con esas escasas personas,
interesadas en el arte moderno, era muy limitada, pues éstas apenas hacían
preguntas sobre los curiosos objetos que contemplaban.
Buscando algún motivo para el
divertimento, en esas largas horas de permanencia en las salas del Museo, sin
apenas nadie con quien intercambiar un rato de conversación, pensó en llevar a
la práctica alguna acción que le distrajera y, al tiempo, dinamizara en algún
sentido la vida aletargada que se respiraba entre tantas piezas inertes. Tal
vez, incluso, podría dinamizar la afluencia de visitantes que cada día que
pasaba era más reducida. Había jornadas en que apenas pasaban por la taquilla
del Museo un par de personas. En uno de los almacenes, sitos en el sótano del
edificio, fue acumulando una serie de objetos, con los que pensaba hacer alguna
obra de impacto que expondría, aprovechando la ausencia próxima del director. Celso del Haro tenía previsto viajar a París y
Londres, con motivo de un Congreso Internacional de centros del arte
contemporáneo y otras gestiones relativas a su cargo. Estaría fuera de España
durante una semana y media.
Una tarde, lunes de octubre, tras
echar el cierre del Museo a las siete, se dispuso a llevar
a la práctica la creatividad de su poderosa imaginación. Habilitó un
espacio, en la sala tres, sobre el que puso un gran palé de madera, que había
encontrado junto a unos contenedores de un supermercado. Sobre el mismo fue
entremezclando una serie de adoquines de hormigón, que había cogido en unas
obras cercana, con diversas prendas femeninas compradas al efecto en un Centro
Comercial. Una blusa celeste, unos short beiges, dos medias finas, sandalias,
un bolsito de colgar abierto, en el que se veía preferentemente una barra de
labios junto a un botellón de agua mineral a medio consumir. También, un móvil
de los antiguos y un llavero, perteneciente a una afamada marca de coches. Y,
como colofón, en un agresivo primer plano, unas bragas blancas muy sensuales
por su transparencia. Sobre ese conjunto de prendas, que reposan sobre las dos
hileras de adoquines, dejó caer pausadamente el contenido de un bote de pintura
roja, con salpicaduras y goterones a discreción, representando la sinrazón del
dolor. Unas hojas secas esparcidas simbolizaban la estación otoñal. La
cartulina informativa titulaba a esta nueva composición: Violencia y cobardía. La autoría de la obra estaba
firmada por un nombre imaginario en la plástica rusa: Dimitri
Khunasov. Cuando abandonó el recinto museístico, las manecillas del
reloj marcaban ya las 12.35 de la madrugada. A esa hora de las estrellas y
luceros, no había cenado aún y sólo se había permitido un par de sorbos de
agua.
Pasaron las horas y los días y,
fuese por la casualidad, el propio interés o la publicidad del boca a boca, la
presencia de visitantes en el Museo se fue incrementando. Primero, de una forma
moderada pero, ya en el fin de semana, había un mayor número de personas,
especialmente mujeres, que llegaban preguntando precisamente por esa nueva obra
que había sido expuesta como símbolo conceptual contra la violencia de género.
Germán, en connivencia divertida consigo mismo, sonreía y se sentía halagado
con la respuesta social que su osada “travesura” estaba provocando.
Ya en el miércoles de la
siguiente semana, el diplomado en Artes Plásticas y director del Museo, Celso del Haro, llamó a Germán, el vigilante,
para preguntarle su opinión acerca de los motivos para ese positivo cambio que
se estaba produciendo, en la adquisición de los tickets de entrada al recinto.
“Germán,
aunque estés desempeñando la función de vigilante, sé que tu preparación está
suficiente cualificada para más altas responsabilidades. Te comento que en lo
que va de mañana, me han llamado ya desde dos periódicos. En ambos casos, se
trataba de los responsables de las páginas para la cultura. Me preguntan quién
es este artista ruso llamado Dimitri Khunasov. Tras darle una respuesta plena
de inconcreción, he acudido en Internet a su buscador Google. Lo más curioso
del caso es que la única entrada que hay para ese nombre se refiere a un
mariscal ruso, de la época napoleónica, que parece ser participó activamente
contra el emperador francés, en varias batallas. Estuvo presente incluso en
Waterloo, pero no hay nada que hable de sus realizaciones o habilidades
artísticas …… Estoy hecho un verdadero lío, porque tampoco tengo referencia
alguna, acerca de cómo esta afamada obra “Violencia y cobardía” ha llegado a
los fondos de nuestro Museo, para su exposición….. ¿Qué opinión te merece el
impacto que está produciendo en el interés y aceptación popular? ¿Conoces cuál
ha sido el canal de procedencia de esta obra, ahora en nuestro Museo?”
Por la cabeza del vigilante y
licenciado de Hª del Arte, Dobaños, circulaban, en ese momento, varias
reflexiones. La más importante de todas: ¿cómo era posible que todo un director
de Museo no estuviese al tanto del inventario de obras que entraban y salían,
dentro de la institución que precisamente él comandaba? ¿Debía o no confesar su
alocada y traviesa acción, al atribulado Celso? En caso de hacerlo ¿podría
seguir conservando su puesto de trabajo, o sería despedido sin mayores contemplaciones?
En este momento de controversia
mental, ante los interrogantes planteados por su director, se acercó a la
pareja la secretaria Elena, comentando que desde la televisión autonómica
solicitaban permiso para hacer un reportaje sobre las repercusión que la susodicha
composición estaba provocando en esa parte
de la ciudadanía interesada por los temas del arte. Viendo Germán que la
situación se había desbordado, pidió a Celso que ambos se reuniesen en el
despacho de éste, a fin de explicarle todo el trasfondo de esta curiosa
historia.
“Director, el responsable de todo
este desaguisado he sido yo. Tomé la decisión de construir esa composición
simbólica, a fin de demostrar varias cosas. Quería denunciar la cantidad de
majaderías que se exponen en estos centros del arte vanguardista y que, sin
embargo, provocan ese inesperado impacto mediático y social. Probablemente
muchos artistas realizan composiciones cuyo significado ni ellos mismos
conocen. Y lo más jocoso de su acción es comprobar la reacción de los
analistas, críticos y entendidos en la materia artística, que rellenan páginas y páginas, con sus elucubraciones,
verdaderamente crípticas, que harían reír a los propios autores de esas
avanzadas muestras del arte contemporáneo o actual. El público, en general poco
entendido en estas claves de la interpretación artística, se pregunta acerca de
los objetos que tienen delante y los curiosos títulos elegidos por los autores
de estas obras. Más de uno pensará que le están “tomando el pelo”. Yo mismo,
juntando varios adoquines, diversas piezas de ropa y una lata de pintura, he
conseguido despertar del letargo a este museo, cada vez menos visitado por el
gran público”.
Celso del Haro, actuando con
habilidad manifiesta en la optimización de recursos, decidió mantener en el
puesto de trabajo a su subordinado Germán Dobaños. La referida composición
artística continuó en exposición, pero ahora en la sección dedicada a los
nuevos creadores. El nombre de Dimitri fue cambiado por el del verdadero autor
de esa simbólica obra vanguardista. Ahora, cada miércoles y jueves por la
tarde, los visitantes al Museo pueden recibir una sucinta explicación acerca
las obras expuestas más significativas. Esta divulgación
explicativa es impartida por Germán quien, desde ahora, además de
vigilante, suma a su función la de monitor didáctico.-
José
L. Casado Toro (viernes, 2 Octubre 2015)
Antiguo
profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
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