Resulta
importante, mucho más de lo que a primera vista parece, el valor de esas simples o pequeñas cosas
y acciones, que tanto nos ayudan a poner una ilusionada sonrisa en el seco
erial de la confusión o el desánimo.
Una
palabra oportuna, un gesto amable, un estar cerca de quien lo necesita, son
nobles actitudes que ejercen una dinámica y positiva acción transformadora,
mucho más efectiva que otras terapéuticas farmacéuticas con las que tensamos, muchas
veces generando efectos imprevisibles, nuestra estructura orgánica.
En
general, estas simples y modestas ayudas parecen venir desde el entorno próximo.
Pero no es menos cierto que también, en no pocas ocasiones, suelen estar dentro
de nosotros mismos, en el propio corazón o en la mente, eso sí como
aletargadas, dormidas, esperando una mejor época para ejercer su preciado
efecto renovador. En otras palabras, esperamos que muchas de esos apoyos
provengan desde nuestro alrededor, sin reparar en que pueden hallarse ya en la
propia intimidad personal. Ciertamente, este exterior solidario puede despertar
o ayudar a dinamizar esos valores que atesoramos en el letargo temporal de
nuestra personalidad.
Inés. Trabaja, durante el horario de mañana, en una frecuentada
cafetería-restaurante, ubicada muy próxima a un importante centro organizador para
el trasiego y la movilidad ciudadana. Ahí confluyen miles de viajeros, cada uno
de los días, procedentes del transporte ferroviario, de las diversas línea de
autobuses, municipales y privadas, núcleo intercambiador que ahora se enriquece
con el renovador servicio ciudadano que ejerce el nuevo Metro bajo el suelo
malacitano. Desde las siete, en el amanecer, hasta las tres de la tarde, esta
activa y joven mujer se afana en prestar un servicio de calidad a las decenas
de clientes que toman su desayuno, aperitivo o almuerzo, normalmente provistos
de sus equipajes con destinos muy diversificados. Es un horario agotador por la
continuidad temporal pero que a ella le beneficia, pues le permite dedicar el
resto de las tardes para desplazarse a la Facultad universitaria, en donde se
encuentra matriculada. Estudia un grado de maestra en educación especial, ya
que desde siempre se ha sentido motivada por la formación infantil, actitud
vocacional posiblemente influida por la profesión que todavía ejerce su padre,
maestro con muchos años de servicio en las aulas.
En
ese horario matinal, hasta la entrada de la tarde, tiene como compañeros de
trabajo a un camarero y a una chica, Mayte, además de otras dos personas que
trabajan preparando los menús y desayunos en la cocina. Durante las horas de
máxima afluencia al local apenas pueden intercambiar entre ellos algunas
palabras o comentarios, por la necesidad de atender con presteza las peticiones
de la diversa clientela que puebla esa excelente ubicación del restaurante. Sin
embargo, cuando la hora del desayuno deja paso a la cerveza o a la tapa del
mediodía, el ambiente se torna más relajado y pueden comunicarse mejor entre
ellos.
Inés
es persona observadora y generosa en la atención a los demás. No se le oculta
un cambio reciente en la actitud de Mayte. Sabe
que vive con su pareja Marcel, que es de
nacionalidad francesa, y que no tienen hijos. Las dos chicas han sabido intimar
desde hace meses cuando ambas fueron contratadas por la empresa de restauración,
generándose una amistosa connivencia entre ellas ya que comparten, aparte de su
dedicación laboral, una cronológica proximidad generacional. Una y otra se
encuentran en la tercera década de sus respectivas existencias: Mayte con
veinticinco es apenas tres años mayor que Inés.
“Compa, aunque siempre vamos con el motor a toda
pastilla, me he dado cuenta de que quizás algo te ocurre. No lo tomes a mal,
pero ya sabes que siempre suelo fijarme en detalles o en el comportamiento de
las personas que están próximas a mí. Sobre todo me preocupa que no te
encuentres bien. Si me necesitas … ya sabes que mi mano está siempre abierta
para ti”.
Mayte
respondió a su buena amiga con una leve sonrisa, mientras ordenaba vasos y
tazas en un lavavajillas industrial para restauración. Tras unos minutos en
silencio, respondió a su compañera Inés que estaba colocando unas medias noches
sobre una bandeja expositora.
“Ya sé que eres una gran amiga y que no te iba a pasar
desapercibido algunos detalles de mi comportamiento o expresión. Pensaba
comentarte algunas cosas pero, la verdad, es que tampoco quería liarte mucho
con cuestiones que son un tanto complicadas ¿Tienes algún huequecito esta tarde o en los próximos días?
Ya sabes que esta semana termino de trabajar a las seis de la tarde….”
Inés,
siempre interesada en prestar ayuda a las personas cercanas, con ese afán
solidario que le caracteriza, acordó con su amiga y compañera que se verían hoy
mismo, a partir de las 8, pues la clase que tenía a partir de esa hora estaría
dedicada a consultas pendientes para los alumnos que no pueden asistir con
regularidad a la facultad. Eligieron para su cita una tranquila cafetería,
ubicada en los bajos de un macro centro comercial. Querían dialogar y ese
lugar, conocido por Mayte, era adecuado para intercambiar palabras en un
ambiente relajado para la mejor comunicación. Ambas fueron puntuales en el
encuentro.
“… Tu conoces mi convivencia con Marcel. Ya va para tres
años y pico. Nuestra relación es normal, aunque en realidad cada uno de
nosotros hacemos nuestra vida sin preguntarnos en demasía por esos detalles que
intiman más a las personas. Tal y como están hoy día las parejas, es un sistema
que tácitamente hemos elegido y, hasta el momento, nos marcha bastante bien, si
nos comparamos con otras parejas que pasan por la vicaría y a los pocos meses
ya andan en papeleos para la separación. El hecho de que hayamos decidido
postergar la descendencia, hace que nos sintamos más libres de ataduras,
vínculos que siempre condicionan y determinan la relación.
¿Qué ha ocurrido? Bueno, hice una tontería. Hace como una
semana, Marcel dejó olvidado en casa su iPhone. Ya sabes que él trabaja en un
gimnasio como fisioterapeuta, desarrollando programas de fitness y cosas así.
Ese día yo entraba a las dos en el trabajo, por lo que almorcé bastante pronto,
como en un horario extranjero y haciendo tiempo hasta ir la estación del metro,
me puse a jugar con su móvil. Como conozco sus claves, fui navegando por las
aplicaciones y llegué al whatsapp. Pues nada, que entré en él y comprobé una
acumulación de mensajes de una tal Selena. No te quiero decir lo que sentí cuando fui recorriendo
y conociendo el contenido de las conversación de mi pareja con esa mujer…… Lo que
se decían el uno al otro era de lo más ardiente, con un alto grado de
sensualidad. Con toda evidencia, mi compañero de cama estaba practicando una
doble vida con alguna pelagarza de turno”.
Aparentemente,
Mayte ofrecía un semblante extrañamente tranquilo, para una persona que esta
confiando a una amiga el sentimiento terrible de sentirse engañada por su
pareja. Terminó de apurar el té con canela que había pedido y, en ese momento,
su actitud se transformó con un rictus de intensa seriedad, en función de algo
más importante que se disponía a revelar como gran confidencia.
“Si, la situación era grave para mis sentimientos. Marcel
tiene una forma de ser muy ….. no sé
como decirte. Muy liberal para las relaciones y los contactos. Igual se había
encariñado con alguna jovencita de las que acuden a estos centros para el
cuidado corporal. He de confesarte que también yo he tenido alguna que otra
aventurilla, por lo que tampoco iba a hacer un drama de lo que la evidencia me
revelaba en mi pareja. Pero lo más grave vino a continuación.
Lo de Selena se quedaba en peccata minuta cuando
compruebo que en los whasapp aparecía muy repetido el nombre de un tal Delio, con chateos
continuos desde hacía meses. Traté de conocer quien era este individuo y ahí ya
la cosa pasó a mayores. Al margen de las confidencias escritas que había entre
ellos, extrañamente afectivas, no me explicaba quien era ese joven con figura
angelical, sin duda era la foto del tal Delio, en muchas fotos en las que ambos
parecían sentirse felizmente unidos en lugares de copas e incluso mirándose con
ternura al borde de una piscina. Todo esto es muy complicado. Así llevo casi
una semana y no me atrevo a sacar mi descubrimiento a la luz. Su reacción puede
ser imprevisible. Creo que nuestra relación se iría a pique”.
Mayte
bajo los ojos y guardó silencio. Se la veía profundamente confusa y presta a
estallar en su desequilibrio anímico. Inés, viendo con más objetividad o
frialdad la situación que estaba atravesando su compañera de trabajo, trató de
ofrecerle una salida al estado de bloqueo en que chica se veía sumida.
“No has tenido fuerza para hablar claramente con Marcel,
pues temes que sacando toda la verdad a la luz puede llegar el final de vuestra
relación. Se nota claramente el afecto y la necesidad que tienes con respecto a
su persona. Pero, en función de lo que me has contado, yo veo y analizo la
situación desde otra perspectiva menos emocional. Repito, tal y como me lo has
confiado, este hombre está manteniendo una triple relación. Por extraño que nos
parezca, la naturaleza de los seres humanos es complicada. Y pueden darse casos
de esta ambivalencia que los protagonistas asumen sin la mayor dificultad. Tal
vez la aventura con esa chica sea una aventura, esas experiencias a las que
todos estamos expuestos. Pero compartir a tres personas, de diferente sexo, es
claramente un caso que necesitaría un tratamiento u opinión especializada.
En cualquier caso, tu salida es única y has de ser
valiente. Tienes que poner las cartas encima de la mesa. Puedes perder, será lo
más probable, a una persona a la que quieres y veo que necesitas. Pero si no lo
haces, tu papel en esta triple historia será, creo que ya lo es, verdaderamente
terrible, patética. A ti Marcel solo te puede acusar de haber violado su
privacidad. Pero tu a él le puedes plantear su falta de confianza y de verdad
en ti. No es un engaño, es un doble engaño, que exigiría ponerse en manos de un
psicólogo o psiquiatra. Tienes que dar ese paso. Tienes que pensar en tu vida.
Así no puedes continuar.”
Cuando
Mayte volvió al trabajo, tras unos días de permiso que había solicitado, a
cuenta de sus vacaciones anuales, se acercó a Inés y le comentó en voz bajo que
necesitaba comentarle una serie de datos. Quedaron en verse esa noche para
cenar juntas.
“Ya me encuentro un poco mejor, aunque tengo que tomarme
unos fármacos para ir recuperando la normalidad, tras la tormenta por la que he
pasado. Cuando afronté la situación con Marcel, su reacción fue en extremo
violenta. De palabra, pero también en lo físico. Casi tuve que salir con lo
puesto a toda prisa, a buscar cobijo en casa de mis padres. Allí sigo con
ellos. Mi padre, acompañado de un amigo abogado, fue a la casa que Marcel y yo
teníamos alquilada a por mis cosas. Como no había papel alguno entre nosotros
para nuestra unión, tampoco había problema judicial que resolver. Eso sí,
consultamos previamente lo que íbamos a hacer en la comisaria. En caso de que
él actuara de alguna forma contra mi persona, la policía intervendría al
efecto. Sé que puedo contar contigo para esta nueva fase de mi vida. Necesito
tu amistad. En el aspecto material y afectivo, tengo la garantía de mis padres.
Pero el apoyo de una buena amiga, es fundamental para éste y otros momentos”.
Inés
supo estar al lado de su compañera y amiga Mayte, a fin de ayudarla a salir del
duro trance emocional que ésta había tenido que protagonizar. Hoy, al paso de los
meses, y de manera inesperadamente afortunada, ambas comparten en feliz pareja
el discurrir de los días. La proximidad afectiva entre estas dos mujeres continúa
firme y solidaria. Es un hermoso ejemplo acerca de cómo debemos apreciar y
dinamizar el inmenso valor de la amistad.-
José
L. Casado Toro (viernes, 9 Octubre 2015)
Antiguo
profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
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