El
buen aficionado al cine disfruta visionando, siempre que encuentra una buena oportunidad,
películas pertenecientes al denominado género clásico. Se trata de aquellos
films que hoy acumulan muchas, muchas décadas en su cronología, desde aquella
fecha lejana en que fueron primorosamente rodados. Hay
ciudades que tienen la suerte de poseer una filmoteca, a fin de que los
amantes del “7º Arte” pueda acceder a determinados títulos, hoy difíciles de
encontrar en los muy escasos videoclubs
que aún permanecen abiertos. Estos centros culturales para el fomento y estudio
del cine organizan, de manera periódica, ciclos específicos, tanto temáticos
como de actores, con aquellos films más emblemáticos y representativos, películas
que son proyectadas por un módico precio para el espectador. Poseen bibliotecas
especializadas para el estudio y la investigación, salones para conferencias y
debates, organizan exposiciones, y
tienen a disposición de los interesados archivos de cintas en celuloide y en
soporte digitalizado, etc. Aquí, en Málaga, no existe, lo que es de lamentar,
una filmoteca como tal. Sin embargo podemos acceder a ciclos de un cine
clásico, cualitativamente muy interesante, mediante algunas películas de éste
género que oferta el Cine Albéniz, con una
proyección a la semana y a precio reducido. También el Ámbito
Cultural del Corte Inglés organiza ciclos dedicados a determinadas
estrellas del séptimo arte, con un coste totalmente gratuito para el
espectador. El Centro del Arte Contemporáneo
oferta, de manera periódica, ciclos de cinematografías extranjeras, todas ellas
en versión original subtitulada y, también, de forma gratuita. El Ateneo de Málaga tiene una sección de cine fórum que
lleva a cabo en determinados momentos, proyectándose films seleccionados por su
calidad plástica y conceptual, en la valoración crítica de los expertos. El Centro Cultural Provincial de calle Ollerías ha
organizado, igualmente, ciclos de cine, en una pequeña sala acondicionada al
efecto. También el departamento de cultura de Cajamar
está apostando por el cine. Pero, a pesar de estas oportunidades para ver,
estudiar y gozar determinadas obras fílmicas, en Málaga no existe una filmoteca
al uso, a pesar de haber sido anunciada en diversas oportunidades desde los
órganos culturales de la Administración andaluza.
Por
todo ello, dada la carencia de videoclubs comerciales y el coste que supone
acceder a la compra de algunas películas antiguas (en situación disponible de
catalogación) no pocos aficionados a este género cinematográfico han de acudir
al maná solidario de las descargas de Internet. Este procedimiento, cada vez
más restrictivo en la red, permite traer a tu ordenador, sin ánimo de lucro
mercantil, películas que, de otra forma, sería prácticamente imposible acceder
a su visionado. Estas downloads (descargas, en
inglés) suelen tener algunos condicionantes para un visionado técnicamente
cualitativo. Especialmente su sonido, que suele venir como “enlatado” o con
unos ecos que dificultan su escucha. También, la imagen. No sólo cuando se
trata de películas grabadas directamente desde la pantalla donde son
proyectadas, sino también cuando la densidad de píxels en estos archivos
digitales no es lo suficientemente amplia como para posibilitar su necesaria riqueza
cromática, junto a la claridad o nitidez
visual de la imagen.
Aunque,
hoy día, el uso de la video-proyección permite disfrutar de amplias pantallas
en los domicilios o salones preparados al efecto (existen ya en el mercado
televisores, con 80 pulgadas de dimensión en sus pantallas LCD –una pulgada
equivale a 2,54 centímetros, por lo que serán monitores con 203,2 cms, poco más
de dos metros en su diagonal-) nunca llegarán a igualar las superficies donde
se proyecta en los cines comerciales, con dimensiones que pueden alcanzar los
22 metros de largo o los 260 metros cuadrados. A pesar
de este condicionante, el acceso a determinadas películas induce a los buenos
aficionados a “navegar” por la red, a fin de encontrar ese determinado titulo
que nos interesa visionar y disfrutar. Siempre, por supuesto, que esté
disponible en ese mercado gratuito del intercambio solidario, a pesar de las
prohibiciones administrativas al efecto.
En
no pocas ocasiones, muchos de los se han “bajado” o “descargado” una película,
comprueban que el título que preside la misma no tiene
relación alguna con el contenido del archivo que aparece en el monitor
de su ordenador. Así que no es difícil
que, cuando te dispones a gozar de las cualidades interpretativas de John Wayne
o Grace Kelly, compruebas con asombro que el material que tienes realmente a tu
disposición está vinculado a la erótica más profunda e impactante. Imágenes que
pueden ser muy incitantes y atrayentes, según las circunstancias personales del
receptor, pero que no es la interesante película clásica que tú ansiabas
contemplar y disfrutar. Y, así, otros muchos materiales que, con distintas
motivaciones, van sobrevolando en la red, aprovechan el marketing apetecible de
títulos emblemáticos para la historia del cine. Pero….. ¿pero qué fue
lo que pudo suceder en aquella ocasión? Narrativa, ficción o espejo de
la realidad……
Hablo
de aquel amigo que quiso bajar un films mítico para la historia del cine. Citizen Kane (Ciudadano Kane), 1941. Dirigida por
Orson Welles (Wisconsin 1915-Los Ángeles 1985) e interpretada magistralmente
por él mismo, junto a Joseph Cotten, Aland Ladd y otros buenos actores. La
había visionado hacía ya años en televisión pero, en esta ocasión, deseaba
analizar detenidamente los comportamientos y reacciones de los dos principales
personajes, en función de un estudio que estaba realizando, dada su profesión
de psicólogo. Este drama, vinculado al mundo de la prensa y las finanzas, tuvo,
en el año de su producción, nueve nominaciones a los premios Óscar, siéndole
concedido el correspondiente al mejor guión original. Este amigo utilizó, para
la download, uno de los servidores más afamados que posibilita Internet.
Una
vez efectuada la descarga, hecho que realizó en unos cuarenta minutos, procedió
a comprobar su contenido. Abrió el archivo y a los
pocos segundos fue consciente de que no estaba ante esa mítica película para la
gloria del “séptimo arte”. Por el contrario observa que las primeras
escenas, en lo que parece ser un documental “casero” grabado con una cámara de aficionado
al vídeo, le ofrecen imágenes de una localidad rural, sin duda situada en algún
estado de la Unión norteamericana. Pronto la cámara, sin estabilizador óptico o
en unas manos algo temblorosas, se centra en un hombre, que vive su cincuentena
cronológica. Debe tener un importante cargo en la política de esa ciudad USA. Hay
unas primeras escenas en las que se le ve haciendo vida familiar, con su esposa
y sus tres hijos, dos jóvenes varones y una niña preciosa, en la edad de los
estudios de secundaria. También, aparece este importante personaje en su
oficina local, despachando con el que
debe ser su secretario y dando un discurso, rodeado de banderas estadounidenses
y entre los vítores del público que asiste al evento. El sonido de este archivo
dejaba algo que desear. Sonaba algo enlatado, pero la imagen era lo
suficientemente nítida, aunque con algunos vibraciones por ser una grabación no
profesional. El lenguaje utilizado es inequívocamente inglés americano.
La
parte más turbia de esta grabación, que dura en total unos doce minutos, venía
a continuación de lo ya visionado. Tras aparecer de nuevo con la que debía ser
su esposa y sus tres hijos, se ve al
prestigioso y vitoreado político local aparcando delante de una casa
unifamiliar y penetrando en la misma. De inmediato, sale de esta vivienda,
junto a una linda joven, a la que besa y abraza, antes de que ambos entren en
su coche. La chica lleva de la mano una niña de pocos años de edad. Aquí se
acaba esta grabación, cuyo contenido se repite hasta en seis ocasiones, dentro
del archivo objeto de descarga.
Probablemente, una esposa engañada
grabó (o encargó a otra persona) esta última parte de la cinta. O, en las luchas políticas internas, alguien utilizó estas
imágenes para desvelar y contrastar la benefactora y honesta imagen pública del
político, con aspectos oscuros de su vida privada que desautorizaban socialmente
su imagen. Se montaron esas escenas que después fueron colgadas en la red, bajo
la carátula de una prestigiosa película en la historia del cine. Ciudadano
Kane. Para muchos, una de los diez mejores films de todos los tiempos.
Obviamente, el contenido de este archivo estuvo a disposición de todo el que
quisiera “bajarlo” a su ordenador, no sólo en esa localidad norteamericana,
sino perfectamente abierto a la difusión
mundial.
Historias
como la que acaba de resumirse deben ser más que frecuentes en una sociedad
mundial caracterizada, tecnológica y mediáticamente, por los efectos de la
globalización. No sabemos cómo acabó este episodio que contrasta la imagen
hipócrita del político público y el ciudadano privado. Pero desde luego nos
hace reflexionar acerca de los riesgos y peligros que tiene esa maravillosa y
versátil telaraña infinita de las interconexiones mediáticas. Especialmente,
cuando acceden a esas autopistas o carreteras vecinales personas que, por su
edad, formación o carácter, pueden hacer un uso inadecuado de los contenidos
que por ellas circulan. De ahí la responsabilidad que contrae la autoridad familiar para los más jóvenes y, por
supuesto, la eficacia de la Administración
educativa sobre estos seres, en las edades básicas de su formación.
Pero,
por encima de padres y educadores, está la propia
sociedad, que cada vez más potencia la importancia banal de la
materialidad sobre los valores, éticos y morales, del espíritu y la conciencia.-
José L. Casado Toro (viernes 28 septiembre, 2012)
Profesor
jlcasadot@yahoo.es