Siguiendo
el tradicional calendario escolar, el contenido del primer articulo, en este
nuevo ciclo (ya será el quinto, consecutivo) iniciado en la primera semana de
Septiembre, resulta habitual que esté dedicado a temas relacionados con el trascendente
ámbito de la educación. El motivo de este proceder resulta perfectamente
comprensible, dada la profesión que gozosamente he ejercido durante el periplo
completo de mi vida laboral. El significado de este noveno mes, en la anualidad,
siempre estará identificado con ese sabor a renovación, a cambio, a esperanza,
a pesar de las muy duras y desesperanzadas expectativas que la Administración
gubernamental nos anuncia e impone, para este último trimestre del año. Sin
embargo, la vida en los colegios, institutos y
universidades, comienza a bullir, con latidos para la cultura, los
valores, el estudio, la formación, el aprendizaje y, por supuesto, la amistad. Baberos y uniformes, lápices y gomas, libros y calculadoras,
mochilas y archivadores, tizas y ordenadores, atlas y diccionarios, normativas
y horarios, conceptos y experiencias, clases y recreos, letras y números,
palabras y, naturalmente, ilusiones.
Sí,
todo ello, que tan bien nos seduce, habla de que ha llegado este romántico mes,
Septiembre, a caballo entre un verano que
languidece y un otoño que nos acoge con una nueva indumentaria, sugiriendo cambios
importantes en el estado del tiempo para el frescor y el vital maná de la
pluviometría. Y como ayer, hoy y, siempre también, mañana, la dulce, alegre y
apasionada socialización de unas aulas repletas de alumnos, organizadas con la
generosidad profesional, técnica y vocacional de todos aquellos que sienten la necesidad
solidaria de enseñar y aprender, al tiempo,
durante esos días que conforman la estructura, temporal y conceptual, de cada
semana.
Son
numerosos, en cantidad y variedad, los recursos
educativos de que disponen Maestros y Profesores,
para esa admirable y trascendente dedicación de enseñar, de aprender, de
motivar. Todos, todos esos recursos, son importantes, útiles y necesarios.
Ninguno ha de sobrar. Pero habrá que elegir bien su momento y su dinamizadora
oportunidad. Recordemos algunos, de los más conocidos, para la mejor eficiencia
didáctica. El uso de la pizarra, o encerado, con
el novedoso libro electrónico. Los tradicionales
apuntes y la practicidad de las experiencias y destrezas. La exposición
“magistral” con el complementario aprendizaje
autónomo. La versatilidad de la prensa y
el cine. Los “tesoros” descubiertos en los archivos y las bibliotecas.
Los intuitivos y mediáticos power-points y la mágica
tecnología de los cañones de vídeo. El rentable análisis del entorno y la solidaridad imprescindible del trabajo en equipo. Las lúdicas visitas educativas y de estudio y la iniciación
investigadora en los laboratorios. Los eficaces
talleres instrumentales y la enriquecedora simulación empática. La lectura
y la práctica teatral y los juegos
espectaculares para el descubrimiento. Y un
largo etc, sólo determinado por los límites aplicados en la imaginación, la
ilusión y la responsabilidad profesional, a pesar de los frecuentes desaciertos
normativos por parte de la Administración y sus gestores.
Y
entre todos estos recursos, que el Profesor aplica en su trabajo, sigue
brillando con luz propia la fuerza intemporal de la
palabra. A través de la misma, nos comunicamos con nuestros alumnos,
durante esas fases explicativas tan necesarias e imprescindibles para ese
proceso de enseñanza y aprendizaje, dentro y fuera del aula. Obviamente, el docente ha de cuidar sus órganos fónicos. Ante un mal uso de los mismos, su
deterioro se va a ir acrecentando con el paso de los años. Las visitas a los
especialistas en otorrinolanringología son más que probables entre las personas
que se dedican a la enseñanza. Las recomendaciones
de estos doctores en medicina, básicamente, suelen ser las siguientes:
a) Hidratar bien las cuerdas vocales. Llevar y utilizar el
contenido de una pequeña botella de agua a clase puede ser muy conveniente.
b) Evitar, en lo posible, los
gritos y el alza en la voz. Aparte del
daño que pueden producir en nuestra garganta, nos desestabiliza y, también,
desestabilizamos en lo psicológico. Existen otros medios para controlar mejor
situaciones de desatención o desorden más que elevando el tono de la voz. De
igual forma, los alumnos se habituarán a esa acústica elevada y rechazarán o
desatenderán cualquier otra modalidad que no posea esos niveles de
sobreesfuerzo. El docente tendrás que elevar, cada vez más, más la voz para
hacerse atender por parte de sus interlocutores. Esos gritos traicionan la
credibilidad que los demás prestan a tu capacidad y nivel de autoridad.
c) Los centros educativos deben estar dotados de un sistema adecuado
de megafonía en las aulas, que será utilizada en aquellas oportunidades
que así lo aconsejen. Especialmente, en estos tiempos en que se trata de
incrementar el número de alumnos que integran cada uno de los grupos en las
clases. Para los centros de titularidad pública, la Administración facilita
altavoces individuales a los Profesores que así lo necesiten, previa
prescripción facultativa. Pero en tiempos de ahorro, es más que probable que
aquéllos tengan que adquirir el preciado instrumental con sus propios fondos
económicos. Parece injusto pero, lamentablemente, esto es lo que, la mayoría de
las veces, sucede.
Tanto
en el uso de la botella de agua, como el ayudarme del altavoz en las
explicaciones, fueron hábitos que tuve que adoptar en una fase importante de mi
trabajo educativo. Los propios alumnos también mimetizaron el hábito de tener
su propia botella de agua en la mesa, con la autorización previa que recibieron
de sus Profesores. En cuanto al uso del altavoz, recuerdo algunas bromas en los
primeros días de su aplicación pero, con el
paso del tiempo, los propios escolares valoraban en positivo la eficacia
de esta simple, pero tan eficaz, tecnología.
d)
Una importante cuestión, cuando estamos explicando alguna temática, es el ritmo que debemos imprimir a nuestras palabras.
Parece lógico que el alumno se debe
enterar de lo que estamos diciendo. Y determinadas “velocidades” no facilitan
este objetivo. Podemos llevar prisa por acabar un determinado capítulo o
temática. Pero el hablar rápido puede conllevar que tengamos que volver al
principio, pues habrá un porcentaje de oyentes que no nos sigan por esa
aceleración que hemos aplicado. No es que tratemos de “dormir” al auditorio,
pero el hablar despacio, modulando las sílabas y el final de las palabras,
facilita la comprensión del mensaje. Sugerencia, es evidente, para todas las
disciplinas y áreas temáticas. Pero, de manera especial, en los Profesores de
idiomas. Éstos deben comprender que las velocidades expresivas son
desaconsejables, especialmente en los primeros meses, si pretenden que sus
alumnos, todos, se enteren y les sigan.
e) Nadie
discute que la rica y versátil lengua castellana es pronunciada de forma diferente,
según el ámbito espacial desde donde se aplique. La
pronunciación se va a ver “lastrada o potenciada” por el uso realizado
de esta lengua en las diferentes Comunidades Autónomas. Y dentro de esos
espacios regionales, también habrá diferencias en la peculiar forma de hablar.
Es decir, entre Castilla y León y Andalucía notaremos importantes diferencias,
que serán igualmente matizadas por el habla usual de un sevillano, un granadino
o un malagueño. Pretender que una persona que siempre ha vivido en Málaga aplique
la pronunciación de un vallisoletano es un planteamiento absurdo y sin sentido.
Sobre todo cuando desde Córdoba o Jaén se intenta, ridículamente, imitar la forma de hablar de un ciudadano de
Castilla-la Mancha. En todo caso, desde Andalucía tendremos que hacer un sobreesfuerzo
a fin de terminar bien las sílabas que componen la estructura de las palabras. De
igual modo, habremos de cuidar el uso de frecuentes modismos en la exposición
de nuestras ideas que no favorecen la comprensión básica del mensaje que
tratamos de transmitir.
Es
muy probable que, en más de una ocasión, hayamos escuchado y pronunciado frases
como las que, a continuación, se transcriben.
“Me sentí cautivado …….. por la belleza que reflejaban sus ojos ….. por la bondad de su carácter……
por su respetuoso saber escuchar ……. por la alegría que sabía transmitir …..
por la suavidad y tonalidad de su piel …… por esa inocencia que traslucía en
sus gestos y respuestas …… por esa sonrisa que florecía permanentemente en su
rostro ….. por su admirable capacidad para generar serenidad ….. por la
delgadez y fragilidad de su cuerpo ….. por la forma sugerente de vestir y calzar
….. por la capacidad espontánea e imaginativa de sus proyectos ....... por la mágica
atracción que poseía en sus manos (o en otro órgano corporal) ….. por la
firmeza y virilidad de su carácter….. por su inteligente y permanente
simplificación de los problemas …. por el manantial incalculable de su
cultura….. desde que conocí cuál era su
nombre…... y un largo y fructífero etc. Pero también, y éste es el caso, por la tonalidad y dulzura de sus palabras.
La voz de una persona puede provocar, por sí sola, atracción o rechazo. Esa tonalidad, esa dicción,
puede transmitir veracidad o falsedad, intuición o
confusión, ilusión o pereza. Por ello es tan importante cuidar, modular
y dulcificar/vigorizar nuestra voz. Para un actor, para un locutor, para un
narrador, esa capacidad fónica será un instrumental de valor incalculable para
el ejercicio de su actividad. Y, nadie debe dudarlo, también para el Profesor,
el Maestro, el docente y el educador.
Entre
todo el conjunto de recursos didácticos, que el profesional de la educación
tiene a su disposición, el uso de la palabra debe
ser ese medio insustituible que ayude o provoque la motivación y el interés,
facilitando, la atención y el dinamismo discente en el proceso dual de la
enseñanza y el aprendizaje. Junto a la imaginación y la responsabilidad
autoformativa, poseemos el gran valor, la fuerza dinamizadora, verdaderamente
incuestionable, de la palabra. El buen Profesor tiene conciencia de ello. Sus
alumnos….. también. Sepamos, técnica, instrumental y psicológicamente,
aprovecharla.-
José L. Casado Toro (viernes 7 septiembre, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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