viernes, 20 de octubre de 2023

INCREIBLES Y EXTRAÑOS PODERES.

Nos genera asombro conocer la existencia de personas que poseen capacidades o recursos de naturaleza extrasensorial o extra natural. A pesar de que esos poderes pueden ser más o menos evidentes, aunque resulte difíciles de entender, permanece casi siempre en nosotros una sensación de duda o esa patente incredulidad acerca de si se nos estará engañando o confundiendo, como si fuese un simple juego de magia. Incluso llega a motivar nuestro asombro escuchar, en boca de estos seres “diferentes”, “privilegiados” o extraños, con el común de los mortales, que dichas capacidades o habilidades extrañas les suponen una molestia, un cierto pesar e incluso elevan estos determinantes en sus cuerpos a considerarlos como una más o menos llevadera “desgracia”. Sin embargo, en la percepción popular, estos seres extra dotados son considerados personas especiales, fantásticas, lo que provoca la admiración, la aureola e incluso la envidia ¡Cuánto daría yo por tener o poseer algo de esos poderes, en la rutina de mi vida modesta o vulgar! En este, sin duda misterioso contexto, se inserta nuestra “extraña” historia de esta semana.

ADRIÁN Palanca, 43 años, es un profesional titulado con el grado de Ciencias de la Información por la Universidad de Málaga, ciudad en la que nació y reside. Ejerce, entre otras actividades (es también un cualificado fotógrafo y escritor) como corresponsal de una importante agencia de noticias de ámbito mundial. Desde hace ocho años vive unido en pareja con BLANCA Areces (39) titulada en solfeo y composición musical, por el conservatorio superior de la capital malagueña. Esta dinámica mujer forma parte, como violinista titular, de la O.F.M, plaza conseguida hace unos años por rigurosa y competitiva oposición. La pareja, por mutua convicción, no tiene aún descendencia. Aunque ambos son algo mayores para iniciar la paternidad, tanto en broma como en serio suelen comentar que siempre tendrían la posibilidad de una adopción “pero ahora vamos bien y no queremos otras preocupaciones”. En realidad, Adri, entre sus muy numerosas premoniciones, tiene la certeza de que nunca llegará a ser padre.

Desde su ya lejana adolescencia, este sagaz periodista fue considerado por sus familiares y amigos como una persona un tanto “rara”. Pero unos y otros lo aceptaban tal y como era, pues a sus comportamientos extraños unía destacadas y positivas cualidades: en su carácter destacaba la simpatía, las ocurrencias, resultando ser persona muy observadora, divertida y responsable en sus obligaciones. Pero esas rarezas hacían de él “un tipo” un tanto diferente a la generalidad social. Entre sus abundantes “manías” trataba de evitaba pasar por determinadas calles, dando los rodeos subsiguientes. Y cuando no tenía más remedio, aplicaba con cierto disgusto esa fuerza de voluntad que su profesión le obligaba. También había comidas que sistemáticamente se negaba a probarlas, aunque reconocía que no sabía bien el porqué de ese rechazo. Decía que era algo que le salía de dentro, pero sin poder concretar el origen de ese rechazo. Cuando tenía que viajar a lugares más o menos distantes, generalmente por motivos de su profesión, daba muestra de conocer detalles y lugares de esas localidades por las que, afirmaba, nunca había pasado, con algunos datos insólitos y de no fácil explicación. Yo he estado aquí antes y no sé cuándo ha sido ni por qué. Reconozco estos lugares, como si los hubiera vivido en sueños”.  Había momentos en los que de improviso dejaba a sus acompañantes bien pensativos (aunque bien lo conocían) cuando afirmaba con firmeza, sin que nadie le preguntara: “aquí, en este bar de copas, había hace muchos años una funeraria”. Los nativos de lugar confirmaban ese dato, pero sin explicarse como podía saberlo este viajero que procedía del sur peninsular, sin tener vínculo alguno con la localidad, para hacer alguna gestión informativa de corresponsalía. Y ello ocurría tanto en ciudades hispanas como extranjeras. 

En esas salidas o respuestas difíciles de explicar y no exentas de misterio, también ofrecía otras modalidades cualitativas que mucho valoraban y reconocían las personas con las que se relacionaba: no era capaz de explicarlo, pero sabía y podía concretar la hora más o menos exacta del día o la noche, sin mirar su reloj de pulsera. No es que siempre puntualizara o acertara con los minutos exactos, pero su proximidad a la hora real era asombrosa en su concreción. Parecía tener un reloj en el cerebro. Algunos lo veían como un “reloj andante”, que ayudaba y sorprendía en los momentos más inesperados. Esa, para algunos, divertida cualidad, a otros les “extrañaba”. Pero como se trataba de Adri, en él casi todo era posible. Esos familiares y amigos repetían una vez más “en Adri todo es complicado o insólito. No le busquemos más explicación”.

En la intimidad de su privacidad, el propio Adri reflexionaba, mezclando la confusión, los interrogantes y un poco de amargura. “A mis amigos estas capacidades, en las más de las ocasiones les divierten. Pero supongo que también pueden llegar a preocuparles. ¿Por qué soy así? La verdad es que no lo sé. Estos comportamientos y “cualidades” ¿quién me las ha dado? ¿de dónde provienen” En esos momentos de reflexión llegaba incluso a sentir algo de miedo, ante lo desconocido.

Otra de las cualidades extrasensoriales que le afectaba de una manera aleatoria e inesperada era la siguiente: percibía por un “sexto sentido” cuando alguien fijaba la mirada en su persona, estando de espaldas a esa persona. Se daba cuenta, sin verlo, que era objeto de fijación por parte de alguien. Entonces se volvía y efectivamente encontraba a ese alguien que por alguna razón lo estaba mirando con puntual fijeza. Por supuesto que en modo alguno lo conocía. Razonaba esta situación pensando que tal vez algún detalle de su vestimenta o comportamiento había provocado esta fijación. Pero él era capaz de captarla, sin ver al autor de esta firme mirada. En este contexto, no eran infrecuentes las ocasiones en que algún desconocido se le acercaba para saludarle. Pronto ese viandante rectificaba, disculpándose por haberse equivocado. Adri bromeada diciendo: sin duda, debo de tener muchos “dobles” o “hermanos” por esos mundos de dios”.

Destacaba también su agudeza para prever los cambios en el estado del tiempo. De una forma espontánea e inesperada, exponía su certera previsión meteorológica: “De aquí a dos horas, nos va a caer un fuerte aguacero”, presentimiento que comentaba con Blanca o con los compañeros de redacción. Lo hacía precisamente cuando el sol lucía con toda su fuerza y nada hacía presagiar ese cambio drástico en el estado atmosférico. Muchos lo entendían paralelamente a como hacen algunos campesinos que suelen emitir su opinión por simple percepción de la temperatura, el viento o ese dolor o molestia en la articulación, que antecede a una potente tormenta. Normalmente Adrián acertaba, para regocijo y curiosidad de quien lo escuchaba. Las nubes dejaban caer una buena tromba de agua.

A nivel profesional, estas cualidades extrasensoriales le han venido siendo útiles en su tarea de corresponsalía, para la agencia de noticias que lo tiene contratado. Como él suele comentar, no es que sepa exactamente la noticia informativa que va a ocurrir, sino que presiente que en determinada parte o núcleo de la geografía mundial va a surgir un hecho informativo de especial trascendencia. Este “presentimiento” o disposición le hace estar preparado para rentabilizar y preparar esa información que posteriormente va a transmitir a los lectores de los periódicos vinculados a la agencia.

Todos estos “poderes” que Adrián tiene asumidos, en general trata de asimilarlos de una manera positiva. La mayoría de la ciudadanía carece de estas facultades curiosas o extrañas, Siente que ha nacido así y ha de asumirlo, con el mejor talante. Pero en el fondo de su conciencia, entiende que no todo es tan agradable o cómodo para irlo sobrellevando en su recorrido existencial. Porque, efectivamente, esas premoniciones no son en absoluto agradables o gratuitas. Todo lo contrario. Le dejaban profundamente preocupado y afectado, llegando incluso a maldecir su propia naturaleza. Esta situación la ha vivido con familiares, amigos, vecinos y compañeros, sobre algo desgraciado, accidente, enfermedad, que presentía antes de que ocurriera. Pero ¿Cómo le iba a decir a estas cercanas personas, “te va a ocurrir un hecho grave o desagradable en fecha próxima”? Careciendo de datos concretos, sólo con vagas o difusas percepciones, tenía que “guardarlas” en su privacidad, siendo terrible ser depositario de esa información difusa, lesiva para estas personas. “La verdad es que no se lo deseo a nadie” le comentaba a su mujer en esos momentos de sinceridad y proximidad afectiva.

Estas percepciones no las tiene de continuo, obviamente. Son momentos puntuales, o etapas vivenciales, en que las mismas se agudizan. Surgen de improviso, sin saber exactamente el por qué. Pero que cuando llegan, en la mayoría de los casos u ocasiones, resultan inquietantes, desagradables e incluso “patéticas”. Blanca, en alguno de esas experiencias de crisis, le aconsejó consultar a médicos especialistas en la materia. Siguiendo su consejo,  Adrián se animaba a visitar a psiquiatras, psicólogos, neurólogos, “videntes” afamados e incluso a “echadoras” de cartas. En general, aparte de los calmantes de rigor, estos profesionales, de manera especial los últimos citados, lo han estado entreteniendo para “sacarle los cuartos”. Le han aplicado sesiones de psicoanálisis, pero sin especiales resultados, porque como le explican algunos especialistas, esas cualidades extrasensoriales no tienen un claro o definido origen.

Adrián tiene una sospecha, que él entiende pudiera haber influido, de alguna forma inconcreta, en la estructura “misteriosa” de su persona. Su madre le ha referido que cuando llegó el momento de su nacimiento ocurrió un hecho especial que estuvo a punto de dar al traste con las vidas de cuatro personas. Años 80, noche tormentosa en el mes de noviembre, con un intenso aguacero y abundante aparato eléctrico. A eso de las dos de la madrugada, su madre Mariana se puso de parto. Cuando era trasladada al Hospital Materno, una chispa eléctrica hizo impacto en el vehículo que conducía el tío Simón, llevando como acompañantes a su hermana, en estado de parto y a su cuñado Tomás.  La descarga fue harto violenta, pero por fortuna pudieron llegar a la institución sanitaria, en donde Adrián nació a las 4:35 del nuevo día. ¿Esa chispa eléctrica pudo influir de alguna forma en las capacidades extraordinarias del recién nacido? Adrián no lo sabe, pero es un interesante dato que ha sopesado en numerosas ocasiones.

De todas estas manifestaciones que su mente y cuerpo detectan y manifiestan, la que más le intriga es esa inconcreta sensación de reconocer y sentir detalles, en sitios donde nunca cree haber estado. Cierto día caminaba por el actualmente muy degradado barrio de Lagunillas malacitano. Se dirigía hacia el Ejido, a fin de hacer un reportaje fotográfico y literario sobre el cincuentenario de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, allí ubicada. Caminaba despacio, observando las viviendas, y solares abandonados, algunos tapiados, que en la zona destacaban, muchos de ellos grafitados por expertas manos dibujantes. Al pasar por delante de una de estas casas, abandonadas, semidestruidas y ruinosas, sintió esa incontenible sensación de que allí algo inconcreto reclamaba su atención. Suponía que aquellas viviendas fueron construidas en los años iniciales del siglo XX (dato que posteriormente corroboró). Se detuvo delante de esa vivienda, mientras esa sensación extraña que ya conocía lo embargaba. Obviamente, allí no había nadie. Empujó la puerta de esa casa unifamiliar comprobando que los pestillos y cerraduras están rotos y nada se oponía a su entrada. Penetró en aquel espacio ruinoso, con numerosos desconchones en las paredes y comenzó a buscar, entre cascotes de obra caídos del techo y de las paredes, cartones ennegrecidos, suciedad y residuos mobiliarios, algo que no sabía lo que era, pero que sentía allí se encontraba. Descubrió entre tanta ruindad residual, un viejo arcón, de tamaño medio, con las cerraduras destruidas por el óxido. Abrió la pesada tapa de madera y allí estaba un muy gastado balón de badana, prácticamente desinflado, que a pesar de ese desgaste podía haber sido de color anaranjado. Lo tomó en sus manos y le resultaba familiar. Tenía la sensación de haber jugado con él. Lo estuvo observando y en un punto de su superficie creyó distinguir una C grabada manualmente. Pudo ser la inicial de un nombre. ¿Carlos, Clemente, Claudio, Cecilio, Carmelo, Cosme, Casimiro, Cristian …? Y le vino a su mente esa idea recurrente, que periódicamente le aturdía, de haber tenido otro nombre en una vida anterior: el espinoso y complicado tema de la reencarnación existencial

 

UNOS AÑOS DESPUÉS.

Adrián organiza su vida en soledad, pues Blanca ha unido su vida con un joven y muy prometedor director de orquesta, con el que hacía un racimo de meses mantenía un ardiente idilio. Su compañero sabía, percibía, que era engañado, pero carecía de pruebas fehacientes, además de que, a pesar de esa sensación indefinible, se resistía a aceptarlo. Una noche después de la cena, Blanca se levantó de su asiento y apagó el monitor de televisión. Habló con valentía y franqueza del nuevo giro que deseaba dar a su vida. “Seguro que con tus dotes sensoriales ya lo sabias …” “No te equivocar, amor. Pero no voy a dificultar tu camino. Ya has tenido una enorme paciencia con mi peculiar y extraña forma de ser. Soy la consecuencia de un proceso que no puedo definir, pero que me hace ser diferente a la mayoría de las personas. He de aceptar mi destino. Igual el tiempo me da una nueva oportunidad para ponerle nombre y apellidos a una nueva figura que, confío, no esté tan condicionada como la que ahora me ha correspondido protagonizar”.

Cuando la ruptura se sustanció, bajo unos moldes exquisitamente civilizados, el diestro periodista, esa persona tan controvertida y sorprendente en su comportamiento, solicitó en la central de noticias el traslado a Madrid, desde donde ejerce como reportero volante en los núcleos bélicos que pululan por este mundo “manchado” y oscurecido de guerras, ambiciones y violencias que, difícilmente podrán cercenar las esperanzas de aquellas personas de bien. Sabe que no llegará a octogenario. Ni a sexagenario. Pero considera ciertamente “glorioso” poner fin al camino, en el seno de sociedades enfrentadas bélicamente, con la generosa ilusión de que, hasta que no llegue su hora, poder llevar una información fidedigna con imágenes y datos de primera mano, a un mundo embriagado de materialidad, violencia y olvido. “Seré uno de los caídos en batalla, en el recio y castrense ejército de la información. Ésta, mi actual reencarnación, tiene una fecha límite. Sé que no estará lejana. Confío en que la próxima oportunidad que el destino me depare, sea más sosegada y fraternal, para la esperanza siempre inalienable de la Humanidad”. –

 

 

INCREIBLES Y EXTRAÑOS

PODERES

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 20 OCTUBRE 2023

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