jueves, 5 de mayo de 2022

EL INTERNADO DE LAS FAMILIAS AUSENTES.

Los motivos por los cuales muchos niños y adolescentes son enviados, por sus progenitores o familiares, a un colegio/internado son muy variados. En principio estos padres, poseedores de una cierta solidez económica, justifican su decisión a causa de no poder ocuparse de manera adecuada en la formación de sus hijos, por las numerosas obligaciones profesionales a las que han de atender en la vida diaria. Otra razón que aducen es que prefieren enviarlos a estudiar a una localidad alejada de su lugar de procedencia, buscando en esos cualificados y prestigiosos centros educativos una sólida formación para el futuro de sus descendientes. También pueden darse causas o razones de castigo por su mal comportamiento no sólo ante sus obligaciones de estudio, pensando que esas largas estancias en los internados, que aplican rígida disciplina ante las faltas y travesuras, pueden mejorar su rendimiento escolar y también corregir el díscolo comportamiento con su familia, amigos y vecinos.

Pero aun admitiendo que la institución escolar en donde son internados estos niños sea harto prestigiosa por su eficacia educativa y que también esté caracterizada por sus atractivos incentivos constructivos, monumentales y ambientales (parajes muy bellos y aislados en plena montaña, conviviendo con otros compañeros pertenecientes a una escala social muy selecta) lo cierto es que los niños y jóvenes, que a estos centros acuden, sufren y soportan el duro sentimiento del desarraigo familiar, pues la primera realidad que condiciona esta etapa de sus vidas es que no pueden convivir en el día a día con el calor humano que siempre aporta la sociedad familiar. Por más que se esfuerce el equipo formativo de estas instituciones, resulta muy difícil o casi imposible crear y mantener un ambiente afectivo y humano verdaderamente familiar entre todos sus integrantes.  

La vida de Adriana, llamada por los más allegados con la expresión cariñosa de Adri, tuvo una terrible inflexión cuando con 11 años quedó huérfana de padre y madre. Isaac y Azucena, sus progenitores, fallecieron en un desgraciado accidente de tráfico, en la carretera de Madrid a Toledo, ciudad a donde se dirigían para pasar un fin de semana con unos amigos íntimos. El familiar más cercano a la desconsolada niña, que se pudo hacer cargo de la imprescindible orfandad y tutoría familiar, era la hermana de Suzi, Candelaria, tía de la pequeña Adriana, que estaba casada y con tres hijos en su matrimonio, ninguno de los cuales superaba los diez años.

Pero las múltiples e importantes ocupaciones profesionales de esta ejecutiva bancaria, de carácter posesivo e hiperactivo, con amplia descendencia genética en su matrimonio con Mateo, programador informático, con el que mantiene una relación conyugal de carácter inestable, le lleva a tomar una importante determinación: buscar un colegio internado de garantía, en donde matricular a su sobrina, a fin de que pueda ser debidamente atendida, institución  educativa en donde pueda finalizar sus estudios primarios y comenzar la etapa de la secundaria obligatoria.

Localizan de inmediato un prestigioso centro de titularidad privada y muy alto coste, con excelentes referencias en diferentes buscadores informáticos. Se encuentra ubicado en la sierra de Guadarrama de la capital segoviana, a no excesivos km de distancia de Madrid, ciudad en donde reside la familia de Adri. Esta institución educativa está regida por monjas trinitarias, aunque el claustro de profesores lo integra mayoritariamente profesores no religiosos o laicos. El coste de matriculación, así como el monto de las distintas mensualidades es elevado, pero el patrimonio familiar lo puede soportar sin especial dificultad.

El cambio en la vida de Adri es trascendente e intensamente doloroso, pero la adolescente goza de un abierto y positivo carácter, esforzándose en el día a día para sobrellevar este profundo e inesperado cambio en su vida. Entiende que su tía (con la que en realidad no tenía una intensa relación) ya con tres hijos en la familia, y muy ocupada por su estresante trabajo financiero, no viera con buenos ojos sumar una sobrina de 11 años a su prole familiar. Así que aceptó con entereza esa muy nueva experiencia de tener que convivir en un internado, con las consecuencias propias para sus hábitos de comportamiento.

Los primeros días de ese curso del 82 en el centro fueron ciertamente duros para la chica, a pesar del interés que se tomó con ella la madre Carmela del Rosario, jefa de estudios. Pensaba que su madre, a buen seguro, estaba velando por ella desde el cielo, pues tuvo la suerte que le adjudicaran una habitación en la que tenía como compañera a una linda y cariñosa amiga, llamada Coral. Los padres de esta buena compañera habían roto su matrimonio y su madre había entrado en depresión. Por ello habían decidido apuntarla en el internado, a fin de que la crisis familiar no perjudicase en exceso sus estudios. Coral tenía un año más que Adri y en ese curso finalizaba sus estudios primarios. Gracias a esta compañera de cuarto, también hizo intensa amistad con otra alumna del colegio, llamada Martina, también estudiante del mismo curso de Adri, 5º de primaria. Martina era una chica de buen corazón, pero muy traviesa en su comportamiento y no especialmente estudiosa. Debido a sus muy bajas calificaciones y a las “trastadas” que hacía en casa, tras múltiples advertencias, sus padres le pusieron “como castigo” la solución de este internado, que tenía también una cierta fama de su severa disciplina para encauzar a las alumnas “díscolas”.

Las tres amigas formaron un estupendo núcleo o equipo, muy bien avenido, en el que los distintos caracteres de unas y otras se complementaban para la mejor suerte de las tres alumnas alejadas de sus familias. Los sábados y los domingos las niñas internas eran llevadas a la capital segoviana, a fin de que pasearan en grupos por sus jardines, calles y plazas, a cargo de alguna monja más joven que pudiera mejor controlar los movimientos de las pequeñas y adolescentes. Las tres amigas se las arreglaron para estar integradas en un grupo de quince niñas controlado por la madre María Jesús, una joven religiosa que para estos paseos con las alumnas se vestía con un traje seglar, despojándose de los hábitos, previa autorización del obispado segoviano.

Algunos fines de semana, también había padres que venían a recoger a sus hijas, para estar con ellas esas horas familiares que tanto bien hacían a mayores y pequeñas. Los tíos de Adri le hacían algunas llamadas telefónicas, aunque siempre aducían que estaban muy ocupados para desplazarse a las instalaciones colegiales. Por fortuna, siempre quedaban en el centro muchas otras niñas, con las que el buen carácter de Adri siempre hacía “buenas migas” para jugar, pasear o ver esos ratos de televisión que la madre superiora autorizaba.

Llegó el fin de curso y las vacaciones veraniegas. Las notas de Adri habían sido buenas, como las de Coral. Martina, por el contrario, había “dejado” algunas materias para superar en septiembre, a causa de los suspensos obtenidos. Sus dos mejores amigas abandonaban el internado hasta el curso próximo. La despedida entre las tres niñas fue muy cariñosa y sentimental. Besos y promesas de que se escribirían durante el verano, para contarse sus aventuras en las que estuvieran inmersas. Adri pensaba que sus tíos vendrían al fin a buscarla, para pasar al menos algunas semanas con ellos y los tres primos. Sin embargo y para su sorpresa transcurrían los días y las horas y veía que no la llamaban para avisar de su llegada. No era normal, porque el colegio se quedaba prácticamente vacío de niñas. Se preguntaba, una y otra vez, el porqué de este silencio familiar. En realidad, durante el curso la comunicación había sido muy escasa. Pero al menos pudo pasar unos pocos días de la Navidad con ellos, hecho que no sucedió durante la Semana Santa.

Cuando ya estaba el colegio prácticamente vacío de niñas internas, la madre Carmela indicó a Adri que le acompañara al despacho de la madre Benita, directora del centro, pues la superiora quería hablar con ella. Extrañada, aunque confiada de que le comunicara algo acerca de cuando vendrían sus tíos a recogerla, pidió permiso para entrar en el suntuoso despacho de la religiosa. Allí se encontraba, junto a la directora, la madre María Jesús, siempre muy cercana y cariñosa con Adri. Con sumo tacto y afecto, habló la madre superiora:

“Adriana, ante todo tengo que felicitarte por lo buena alumna que has sido durante este tu primer curso en el centro. Todos tus profesores están de acuerdo con lo mucho que te has esforzado en los estudios y en un buen comportamiento siguiendo las normas. Por otra parte, no has tenido castigos de especial importancia, alguna llegada tarde a los rezos y esa travesura de las tres amigas (seguro que instigada por Martina) de esconderos para la clase de canto con la madre Virtudes, que se llevó un buen disgusto porque no os encontraba. Pero los palmetazos que recibisteis como castigo fueron suficientes y nunca más faltasteis a la clase de música.

Dicho todo esto, he de darte una información que pienso no ha de agradarte pero que te he de explicar. He estado hablando con tus tíos y me han aclarado que aun lamentándolo no pueden venir por ahora a recogerte. Tienen que realizar un viaje de negocios, que les va a llevar bastantes días, incluso semanas. Tus primitos irán durante su ausencia a unas colonias infantiles y el resto del verano lo pasarán con unos parientes de su padre, que residen en Galicia.

En consecuencia, te vas a quedar aquí con nosotras. Le madre María Jesús, con la que te llevas muy bien, se ocupará personalmente de ti. También sé que aprecias mucho a la madre Paula, encargada de la cocina. Ella te va a enseñar a preparar muchos platos de comida y a elaborar esos pasteles que cocinamos en nuestro horno y que se venden en las provincias cercanas. Tres veces en semana, durante las mañanas, irás a clase de natación. Es un establecimiento deportivo cercano con el que ya hemos concertado tu inclusión. Para dentro de dos semanas, estamos tramitando tu inclusión en una colonia infantil de niñas, que nuestra orden está organizando para la segunda quincena de julio en nuestro centro educativo de Soria. Y ya para agosto, te buscaremos nuevas actividades que harán mucho bien a la vitalidad de tu joven cuerpo”.

La pobre Adri no pudo reprimir unas pequeñas lágrimas, aunque la madre Mª Jesús le tomó de la mano y le sonrió, dándole a entender que ella se iba a encargar de que no sufriera el sentimiento de la soledad. A continuación, le dijo “vamos a ir descubriendo poco a poco los secretos que nos ofrece la naturaleza. Y muchos de esos secretos y tesoros los vamos a ir guardando a través de la técnica fotográfica, práctica a la que soy muy aficionada y que te voy a enseñar para que disfrutes conservando esas preciosas imágenes que el medio natural nos regala desde sus bellos amaneceres.

Efectivamente, esta religiosa despertó en esta niña, que acababa de cumplir los doce años, la afición por la fotografía. Cuando la religiosa y esa única alumna que quedaba en el internado salían cada mañana para caminar por la naturaleza, iban tomando fotos de plantas, animales y paisajes, artísticas y bellas imágenes que después se encargaban de revelar en un pequeño laboratorio que la monja había organizado en un pequeño cuarto, anejo a la gran cocina del monumental centro educativo.  Y así comenzó ese verano del 82, en el que Adriana tuvo que habituar su vida vacacional en un internado, en el que tendría que esperar la llegada del otoño para tener compañeras de su edad con quienes jugar.

Sin embargo, unas semanas después de la entrevista con la madre Benita, de nuevo fue llamada por la directora. Cuando entró en el despacho de la religiosa, se llevó una inmensa alegría. Allí estaba presente su querida amiga Coral, acompañada de su madre. Las dos niñas se abrazaron, intensamente emocionadas por el reencuentro. La señora que observaba sonriente la alegría que mostraban ambas compañeras, explicó con gran dulzura el motivo de su presencia en el internado.

“Me alegra mucho conocerte, querida Adriana. Mi nombre es Jimena y soy la mamá de Coral. Aunque es la primera vez que nos encontramos, sé mucho de ti, porque Coral siempre me está contando cosas buenas de su mejor amiga. La verdad es que eres como una hermana para mi hija. Nos gustaría que vinieras a pasar unos días con nosotros, en una casita de campo que tenemos en Arévalo, un pueblo con mucha naturaleza y encanto en la provincia de Ávila. Coral se sentiría feliz de tenerte allí en casa y yo también, contenta de veros a las dos grandes amigas tan felices. Estamos a mediados de julio, así que, si te hace ilusión lo que te proponemos, puedes quedarte con nosotras una semana, quince días o el resto del verano. De esta forma volveríais al colegio a comienzos de septiembre, ya las dos juntas. Pero tú lo decides. Te aclaro que la madre Benita ha contactado telefónicamente con tus tíos, los cuales no han puesto objeción alguna a que vengas a pasar el resto del verano a nuestra casa. Adri, nos haría muy felices si dijeras que sí.”

En aquel preciso momento Adriana rompió a llorar, estaba profundamente emocionada del bello y generoso regalo que le estaban ofreciendo. Ya nunca olvidaría ese verano de sus 12 años, que tan importante fue para su futuro personal.

Han pasado los años, por la vida de todas estas personas. Adriana se ha convertido en una muy apreciada y cariñosa profesora de educación infantil. Está casada con un buen hombre, llamado Fidel, que es fotógrafo profesional, trabajando para diversas empresas publicitarias y mediáticas. ¿Cómo conoció al que hoy es su marido? Habría que remontarse a las enseñanzas y motivación que Adri recibió en aquel verano del 82, cuando la madre María Jesús despertó en ella la afición por el mundo de la fotografía. En una exposición de tomas fotográficas, en la que un tiempo después la joven Adriana participó, conoció al que hoy es su marido y padre de una preciosa niña que tiene en la actualidad seis años. Pero ¿cómo se llama su hija? No es difícil averiguarlo. Fidel estuvo desde el primer momento de acuerdo con el deseo de su querida Adriana: la niña fue bautizada con el nombre de Coral. ¿Y quién fue la madrina en la ceremonia? Su íntima compañera del internado, Coral, que siguen siendo como hermanas, en sus vidas.

Como curiosidad es interesante añadir que, aunque durante algunos años han residido en Madrid, Adriana pidió a Fidel afincarse en la provincia de Segovia, en cuya capital tienen hoy su domicilio. De tarde en tarde, Adri visita con su hija el internado donde pasó unos años muy trascendentes para su existencia. De las religiosas con las que convivió en su etapa infantil, sólo permanece en el centro educativo la madre María Jesús quien, a pesar de sus años aún, continúa con su labor docente y sacando fotos de los entornos naturales que rodean los bellos parajes castellanos. Ahora lo hace con una máquina compacta digital que recibió un día como regalo de una antigua alumna, a la que quiere y considera como una verdadera hija.-

  

EL INTERNADO DE

LAS FAMILIAS AUSENTES

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

06 mayo 2022

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