viernes, 20 de mayo de 2022

EL ÚLTIMO VIAJE DE UN CONDUCTOR DE BUS MUNICIPAL.

Las sociedades están pobladas de miles de “héroes” anónimos, que comparten sus vivencias en el quehacer de cada día. Pero estos personajes, de nombres desconocidos o sólo popularizados entre sus familiares, amigos y vecinos, no suelen aparecer en los titulares de los periódicos, ni en las plaquetas de los programas televisivos o radiofónicos. Sus fotografías tampoco ilustran las portadas o las páginas interiores de las revistas de periodicidad semanal, llamadas del “corazón”. Estos ciudadanos casi nunca “merecen” ser elegidos para esas medallas de relumbre social concedidas a los personajes ilustres, en las conmemoraciones, fiestas y otros homenajes.

No. La masa social no los conoce. Sólo ese pequeño cinturón familiar, laboral y vecinal sabe sus nombres.  Son, simplemente, ciudadanos anónimos, que pagan sus impuestos y que después de trabajar durante 35/40 o más años, reciben una limitada pensión de jubilación, cuya cuantía les permite vivir en la modestia de sus no muy ambiciosas necesidades. Tal vez la lotería, la primitiva, la ONCE, sea la etérea esperanza que les queda a estas personas, si quieren superar sus modestos recursos en esas postreras décadas de sus vidas.

Uno de estos honrados ciudadanos tenía por nombre Efrén Rial. Desde su vuelta del Servicio Militar, etapa en la que aprendió la conducción de camiones, autobuses y vehículos de gran tonelaje, ha prestado sus servicios como conductor de los autobuses municipales malacitanos. Entró muy joven en esta importante empresa pública, cuando apenas había cumplido los 23 años. Ha conducido por todos los trayectos viarios del callejero malagueño, realizando miles y miles de viajes, repartidos entre los de ida y la vuelta. A pesar de este rodaje por los distintos barrios de la localidad, en la última década ha estado asignado a una misma línea: la que une el centro de la ciudad con una popular barriada obrera, cuyos vecinos sufren con mayor intensidad la lacra del paro obrero, con un nivel socioeconómico bajo, siendo sus espacios callejeros especialmente señalados para que los jóvenes acaben abandonándolo, en la búsqueda de una mejor esperanza laboral por otras regiones del territorio nacional o incluso internacional. Por consiguiente, la edad media de esa barriada, denominada Los Jazmines, es notablemente más elevada con respecto a otros sectores demográficos de que consta la ciudad.

Efrén ha sido un buen conductor. Por fortuna y pericia, no se ha visto implicado en graves accidentes con el volante, sólo algunos roces en el fuselaje de los camiones o las puntuales disputas con aquellos conductores intrépidos e irresponsables, además de pequeñas colisiones, desde luego sin daños personales. En cuanto a su absentismo laboral ha sido mínimo, durante más de cuatro décadas de trabajo. Sólo en una ocasión resbaló caminando por la acera en un día de intensa lluvia, lesionándose el hombro, por lo que tuvo que estar un par de semanas de baja. Se incorporó a su puesto de trabajo, por propia voluntad, antes de que finalizara el período de baja médica, compaginando rehabilitación con el manejo del volante.  Es persona muy bien valorada entre sus compañeros del servicio, a causa de su seriedad, responsabilidad, generosidad y ese proverbial equilibrio para afrontar los problemas y dificultades de la vida diaria, muy útil para superar las grandes y pequeñas adversidades. Su carácter es tranquilo, paciente, desarrollando una conducción lenta (al paso de los años) pero muy regular.  

Sus grandes aficiones, en la vida particular, son el seguimiento televisivo y radiofónico del fútbol, además de disfrutar con los concursos que emiten las diferentes cadenas mediáticas. También le agrada salir a pasear, algunas de las tardes y también los domingos en los que no ha de conducir, junto a su mujer Aurori. Precisamente, los domingos en que pueden hacerlo, van a almorzar a una venta en los montes de Málaga, en la zona de los Alazores, denominada los Jarales, disfrutando del apetitoso y calórico platos de los montes, regado con una buena botella de tinto o vino moscatel y esas estupendas natillas caseras con canela. que le sirve su buen amigo Roberto “el Cochino” propietario del popular establecimiento. El matrimonio tiene sólo una hija, Mayca, ya casada, que les ha dado cuatro nietos, residentes en la ciudad hermana de Cádiz, ya que su yerno es oficial de un barco de pesca perteneciente a una importante conservera, especializadas en atunes y salazones.

En esta primavera del calendario, durante el mes en curso, a Efrén llega la añorada y temida al tiempo fecha de la jubilación, al cumplir los 65 años. Ve que alcanza el final de su vida laboral, considerando esta larga fase de su existencia como buena, aunque bastante monótona por tener que repetir esos diarios y pendulares trayectos de conducción, día tras día, hora tras hora. Pensando en su imagen, se ve como una persona anónima, que ha trabajado esforzada y responsablemente, pero que nunca ha destacado en la fama ni en los eventos sociales. Su oscuro protagonismo ha sido llevar, volante en mano, a miles y miles de pasajeros de un lugar a otro, recorriendo la misma trayectoria 9 o más veces al día.  Así durante semanas, meses y años.

Aunque Efrén no es un hombre muy dado a las sorpresas, llevaba “maquinando” algo en su mente, desde hacía tiempo. Se repetía una misma idea, con un aire un tanto obsesivo. “Llevo 42 años de mi vida, haciendo prácticamente lo mismo: trasladar pasajeros de uno lugar a otro. Pero no tengo en mi haber la realización de acciones importantes o lustrosas, que me hayan permitido salir, al menos por un día, en las páginas de los periódicos o en las entrevistas radiofónicas. Y menos, por las cadenas de televisión. He sido una persona “gris” en la vida, sin protagonismo ni fama”. Era una “calenturienta” idea, algo infantil pero comprensible, en un hombre que había dedicado gran parte de su vida a una monótona y repetitiva labor, que no le permitía o facultaba para alcanzar el lustre social o mediático. 

Así que llegó ese esperado y temido viernes de mayo, día de su cumpleaños, y que sería su última jornada de servicio en la empresa de transporte municipal. Le correspondía cumplir el turno de 7 a 13 horas, para conducir un bus de la línea 26, entre el centro de la ciudad hasta la barriada de los Jazmines. El día anterior Salva Perea, el jefe del personal, conociendo lógicamente el caso de Efrén, le comentó abiertamente que le “perdonaba” ese día, pidiéndole sólo que acudiera a las oficinas durante un rato, para compartir una copa de despedida con los compañeros presentes en la instalación. El veterano conductor agradeció el gesto, pero le respondió que precisamente por ser el último día de volante, tras 42 años de servicio, deseaba cumplir su horario de trabajo hasta el minuto final. Era como una testaruda ilusión que pensaba llevar a cabo. Y así lo hizo.

Para ese día tan especial, Aurora comenzó a preparar una comida espacial, que estaría lista a la vuelta de su marido. Tenía que ser un almuerzo emotivo y diferente. Berza con legumbres, un plato preferido por Efrén. Lomo de cerdo mechado y al horno. Tarta helada de frutas y baño intenso de chocolate. Encima de la tarta, una simpática elaboración pastelera caramelizada: PARA EL MEJOR CONDUCTOR. Por supuesto Mayca y Adelio estaban invitados, con los cuatro nietos (tres niñas y un niño primogénito). Seguro que iban a traer algún regalo sugerente para la efeméride.

Pero en la mente del operario municipal seguía la maquinación de algo a lo que no era ajena su mujer que, sin embargo, en momento alguno quiso hacerle preguntas al respecto, respetando esos 42 años de llevar el bus de un punto a otro de la ciudad. Ciertamente, en los días previos a su jubilación lo veía muy pensativo, raro y como viviendo otra realidad.

Ese singular viernes de mayo, Efrén estuvo haciendo los recorridos habituales, entre la barriada y el centro de la capital provincial. A las 12:30 cuando iba a emprender su último viaje, partiendo desde la Alameda Centro, conduciendo un autobús articulado de 18 metros de longitud (algunos ciudadanos llaman a estos vehículos con el apelativo de “gusanos” por los movimientos sinuosos que el fuelle intermedio les permite realizar) dada la hora del día, había en la parada correspondiente un elevado número de viajeros, que habían echado la mañana en el centro de la ciudad, para realizar sus compras. Cuando el conductor abrió la puerta delantera del bus para que los pasajeros fueran pasando al interior, antes de que picaran su bono bus en la máquina o pagaran el billete disuasorio, Efrén les iba diciendo “este viaje es gratis, lo pago yo de mi bolsillo, por ser mi último servicio en la empresa”. Los viajeros, sonrientes, entre los que había algunos jóvenes, muchas señoras amas de casa y no pocos ancianos, le daban los naturales parabienes y toques cariñosos en la espalda. Entraron en el largo vehículo 53 personas. Antes de poner en movimiento el autobús, el veterano conductor se levantó de su asiento ante el volante y a viva voz explicó la situación que le afectaba, sintiéndose profundamente emocionado.

“Muchos de vosotros me conocéis desde hace años. Somos casi como de la familia. Hemos viajado juntos años y años. Hoy cumplo 65 años. Por este motivo, este mi último servicio como conductor y quiero celebrarlo de una manera muy especial. Este va a ser un viaje cuyo destino no es la barriada Los Jazmines, sino que nos vamos a dirigir a los Montes de Málaga, a una venta denominada Los Jarales, con cuyo propietario ya he hablado. Allí nos vamos a tomar unos platos de lomo y morcilla frita con patatas, acompañados de vino dulce de Málaga o tinto, según los gustos, Y de postre unas deliciosas natillas de la casa. Al viajero que no desee o pueda acompañarme, le pido desde este momento perdón por este cambio en el destino del autobús. Tiene la puerta abierta para bajarse y todos tan amigos. Después de 42 años trabajando, sin falta prácticamente ningún día a mi puesto ante el volante, creo que este capricho me lo he ganado con justicia”.

La mayoría de los viajeros prorrumpió en vítores y aplausos, comprendiendo el sentido de ese día para un conductor que llevaba décadas llevándolos desde la barriada al centro de la ciudad. ¡Efrén, estamos contigo! Hubo seis usuarios que por diversos motivos decidieron esperar al próximo autobús, abandonando el articulado de Efrén. Así que los 47 restantes decidieron continuar la peculiar aventura. Se decían unos a otros “un día es un día”. De inmediato el bus se puso en marcha, camino de la venta ubicada en la zona del Colmenar. Técnicamente se estaba produciendo un “especial y consensuado secuestro”, de un autobús de la línea 26, Alameda-Los Jazmines.

Cuando en el centro de control de la Empresa Municipal de Transporte detectaron que un autobús de esa línea no seguía el itinerario previsto o normalizado, se quedaron asombrados, sin saber qué decir. ¿Qué estaba ocurriendo? Se preguntaban unos y otros técnicos, absortos ante la gran pantalla digital que mostraba los trayectos y estados de todas las líneas. De inmediato Salva Perea, junto a Froilán Galíndez (director de logística y control) profundamente abrumados acudieron a la radio de la empresa, para intercomunicar con el vehículo y preguntarle a su conductor ¿qué estaba pasando? Una y otra vez pulsaban el intercomunicador sin suerte, pues Efrén había cerrado el instalado junto al conductor. Previsoramente, también había apagado su móvil, pues no dudaba que lo iban a intentar por el teléfono. Por el panel electrónico de la sala de control se veía una lucecita roja (trayecto equivocado) que no se dirigía a la barriada correspondiente, sino que enfilaba el camino de la carreta de los Montes, estando ya situado en el final de la calle Cristo de la Epidemia, camino de la complicada carretera de El Colmenar.

Ambos jefes lo pensaron sólo unos minutos, decidiendo de inmediato poner el conocimiento de la policía nacional el muy extraño e insólito suceso.

“Entendemos, agente, que algún grupo armado de la delincuencia ha debido secuestrar un autobús municipal de viajeros, correspondiente a la línea 26, dirigiéndose en este momento hacia la carretera de los Montes. En este momento ha puesto su dirección, con claridad hacia la localidad del Colmenar. Este es el motivo de nuestra denuncia”.

Alguien el centro de control tomó su móvil y contactó con las emisoras de radio y los periódicos locales, comunicando el muy preocupante suceso. De esta manera, Málaga entera comenzó a movilizarse. El hábil plan diseñado por este ciudadano anónimo, conductor de autobuses, estaba siguiendo el proceso buscado. Ese protagonismo y gloria de un día para la fama se acercaba, a pasos agigantados, para los intereses sentimentales del buen Efrén. Los coches patrulla de la policía nacional y local recibieron la orden de dirigirse a ese punto de conflicto. Pronto se unió a ellos, los vehículos de la Protección Civil, varias unidades móviles del 061, dos helicópteros de la policía y numerosas unidades móviles de la prensa, radio y televisión de la capital, con sus cámaras bien dispuestas para seguir los acontecimientos. Como todos pusieron destino hacia la carretera de los Montes, pronto se produjo un espectacular colapso de tráfico, mezclado con los sonidos de las sirenas y el resplandor de las luces anaranjadas y azules de los vehículos policiales y sanitarios. Toda la zona de Fuente Olletas, Cristo de la Epidemia, Monte Dorado estaba bloqueada para el tráfico.

Esta circunstancia hizo posible que Efrén y los 47 pasajeros del bus pudieran llegar cómodamente (a pesar de las numerosas curvas en la carretera, bien sorteadas por la destreza de un conductor experto) a la Venta Los jarales, en cuyo portón de entrada estaba esperando sonriente su propietario, Roberto Requejo, bien fornido y mostrando su abundante obesidad corporal. Tenía una clientela concertada que se acercaba a los cincuenta comensales. Tras abrazar a Efrén, dio paso a que todos los viajeros entraran en el gran salón, en donde estaban los camareros con las bandejas preparadas portando las copas del vino de bienvenida. La música del pasodoble El Beso, inició la acústica alegre de la celebración.  Dos de los comensales habían sacado unas bolsas de plástico, en las que casi todos los viajeros echaron sus monedas y billetes, para ayudar a sufragar el coste de los 48 menús, en régimen de “hermandad”. Roberto, el Cochino, había concertado con Efrén un precio muy especial para este fraternal almuerzo.

Cuando ya estaban todos sentados, disfrutando de los platos de entremeses, comenzaron a escuchar el sonido de las sirenas de los vehículos de la seguridad policial, a la que se había unido un furgón blindado con la unidad de élite policial de los GEO (Grupo especial de operaciones) con abundante material de “combate”. Había que hacer frente a los “secuestradores” de manera expeditiva y contundente. Junto a las cadenas mediáticas, para sustentar los reportajes y la información del suceso, que iba a ocupar los horarios prime y portadas de la prensa local y nacional, también se contactó con una unidad de inteligencia psicológica, integrada por psicólogos y negociadores, especializados para el tratamiento mental de los secuestros.

Cuando el comandante Pitán de la Policía Nacional, que había tomado el mando de la compleja operación dispuso a todas las unidades en los puntos estratégicos correspondientes al complejo restaurador, altavoz en mano, ordenó a los secuestradores o delincuentes que se entregaran de inmediato y que salieran de 1 en 1, con los brazos en alto, después de haber depuesto las armas utilizadas para perpetrar su fechoría.

Pero el único que apareció por la puerta del ventorrillo fue el propio Roberto Requejo, gordinflón, rubio cano en sus escasos cabellos, vistiendo una camiseta de color celeste, con el logotipo de Aupa Málaga, unas bermudas azules, que dejaban ver sus bien fornidas pantorrillas, calzando unas deportivas Converse, de color rojo sin calcetines. Con cara de guasa, le “espetó” al comandante Pitán la siguiente parrafada:

“Pero mi comandante, si parece que vamos a rodar una serie de los Hombres de “Jarreson” para la televisión. Habrá que estar atentos a ver la hora en que la emiten. Pase Vd. al comedor, con sus compañeros de uniforme, y comparta unos vinos con un buen paisano que hoy se jubila, un estupendo conductor de autobuses, que ha querido celebrar el evento con los viajeros que siempre ha llevado de acá para allá, durante una “pila” de años”.

El comandante, que había sustituido el altavoz por su arma de fuego reglamentaria, no daba crédito a lo que veían sus asombrados ojos. Unas mesas llenas de humildes comensales, que estaban dando buena cuenta de platos con el lomo en manteca, la morcilla frita y las papas a lo pobre, “regando” el apetitoso condumio con el aromático y sabroso vino dulce moscatel de Málaga. Y a toda “pastilla, los altavoces seguían emitiendo pasodobles, a los que pronto de unió la inmortal Macarena, para alegrar los espíritus de la ciudadanía congregada en el fraternal ágape.

En la mesa central, Efrén reía y dialogaba con el grupo de viajeros que se habían sentado junto a él. Todos miraban extrañados como las fuerzas GEO iban entrando en el salón, con sus armas preparadas para intervenir, si ello fuese necesario. El comandante Pitán, con acertado criterio y con los colores subidos al rostro, tomó la decisión de permitir que la comida finalizara, mientras los medios de prensa “hacía su agosto” tomando decenas de fotos, haciendo grabaciones y entrevistando a “todo el que se ponía por delante”. Lógicamente, el comensal que tenía cola para responder a las preguntas era el conductor protagonista de los hechos. Bien sabía, el marido de Aurori, que al día siguiente su foto estaría en la primera página de los periódicos del día, así como en los informativos locales y nacionales. Tras los postres y el brindis final, Efrén Rial fue detenido como “supuesto” responsable del secuestro de un autobús de la empresa municipal de transporte, con 47 viajeros en su interior.

Esa noche durmió en los calabozos de la comisaría central de policía, en régimen de prevención, hasta la hora en la que tuviera que prestar declaración ante el juez de guardia. Aurora, hecha un mar de lágrimas, acudió a comisaria, junto a su hija Mayca y Adelio, para llevar a su marido unos bocadillos y un termo lleno de café con leche. Y, efectivamente, en la mañana del sábado, la fotografía de Efrén, el “ejemplar conductor de autobuses” copaba las primeras páginas de los diarios locales y nacionales, con las plaquetas informativas de “el conductor de bus que secuestra voluntariamente a 47 pasajeros, en el día que accedía a su jubilación” y abundantes artículos de opinión y declaraciones de todos los implicados, entre ellos el de  Ricardo Requejo, “el cochino”, propietario de Los Jarales, que declaraba las buenas intenciones y bondad personal que siempre había mostrado su amigo Efrén.

El “travieso conductor” del “secuestro” compareció ante la autoridad judicial a las 48 horas de su detención, en un fácil interrogatorio en el que Efrén aceptó todas las consecuencias de su extraño comportamiento, reconociendo con humildad y sencillez las faltas y comportamientos delictivos que había cometido. La propia empresa municipal de transportes presentó ante el juez un informe de su vida laboral, en la que se reflejaba que durante 42 años este operario municipal había tenido un comportamiento verdaderamente ejemplar, sin faltas o mácula alguna, hasta ese infausto viernes de mayo, día de su cumpleaños y último servicio en la conducción de autobuses. Los 47 viajeros también fueron interrogados, manifestando que permanecieron en el bus de manera absolutamente voluntaria. La presión mediática también actuó al efecto. Los editoriales y comentarios planteaban que todo había sido una acción, desde luego que desacertada, de una persona humilde y anónima, que había querido ser protagonista, por una vez en su vida y en el día de su jubilación, en la portada de los medios de comunicación. Un día de fama, después de toda una vida sin la menor relevancia en el anonimato de la masa social.

Al carecer de antecedentes penales, le fue impuesta una multa de 1.800 euros, que una cuestación popular prácticamente sufragó a las pocas horas. Además de la sanción económica se le impuso la obligación controlada de prestar servicios sociales de compañía y ayuda, durante un año, en residencias para la tercera edad dependientes de la Administración andaluza. Efrén cumple, sin faltar día alguno entre lunes y viernes, sus horas de acompañamiento, diálogo y paseo, a los centros residenciales que se le asignan. Debido a la bondad y sencillez de su carácter, es llamado por muchos de los internos “el ángel del volante”. -  

 

 

EL ÚLTIMO VIAJE DE UN CONDUCTOR

DE BUS MUNICIPAL

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

20 mayo 2022

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