viernes, 28 de enero de 2022

EL BUZÓN DE LOS SENTIMIENTOS AUSENTES.

 

Son muchas las ocasiones en las que se nos dice, con rutinaria incredulidad, que determinadas historias sólo pueden ocurrir en las páginas escritas de los libros o en las pantallas compartidas de la proyección cinematográfica. Sin embargo y paralelamente a estas creencias, todos sabemos que en el género humano anidan y florecen respuestas y acciones que, a pesar de lo insólitas o sorprendentes que nos parezcan, resultan admirables por el voluntarismo imaginativo que conllevan en su curiosa e infrecuente realización. Parecen en principio increíbles, pero el comportamiento de las personas es decididamente imprevisible, tanto en lo más grandioso y digno de alabanza, como en aquellas infortunadas acciones que ensombrecen la expresión de las sonrisas. Acerquémonos, con cautela y discreción, no exento de interés, a una bella historia que va a sustentar lúcidas reflexiones en la intimidad de nuestro pensamiento.

La protagonista de este relato, de nombre MARÍA, es una mujer joven (apenas ha comenzado su cuarta década vital) que vive ahora sola, en el antiguo piso que siempre ha compartido con su madre, una señora viuda recientemente fallecida. Tiene una única hermana menor, Clara, a la que ve de tarde en tarde, pues ésta se unió afectivamente a un ciudadano francés y a ese hermano país se fueron a vivir, formando una familia con dos niños de corta edad. María estudió en la Escuela Oficial de Magisterio, pero nunca se decidió a ejercer directamente la docencia reglada, pues al finalizar su carrera tuvo la grata oportunidad de encontrar un trabajo, no lejos de su domicilio, en el que continúa desempeñando una responsable función como cuidadora/educadora de niños pequeños, en una muy bien organizada guardería. Se siente feliz con el trabajo que desempeña con esos críos, que siempre muestran tan exuberante y alegre vitalidad. Sin ser hijos propios, aplica con ellos toda la paciencia, sabiduría y cariño que su gran corazón sabe generar. En sus relaciones sociales, conserva una amiga íntima de sus años de estudio, Raquel, con la que se reúne en no muy frecuentes ocasiones, pues esta compañera está casada y tiene dos niños de corta edad, con las obligaciones propias de una familia a la que atender.

María no ha tenido suerte con el amor hasta la fecha. Dos aventuras, mantenidas con chicos de su edad en diferentes etapas de su vida, no tuvieron un buen final, pues uno y otro (un dependiente de ferretería y un electricista autónomo) acabaron uniéndose afectivamente a otras personas en las que hallaron más incentivos o fundamentos para la vinculación sentimental. Esta situación le hace sufrir los ingratos condicionantes de la soledad, especialmente durante los fines de la semana y en aquellas horas en que no tiene que acudir a su centro de trabajo. Esos duros momentos, para la “incomunicación” los suele combatir desarrollando algunas de sus aficiones favoritas, siendo una fiel asistente a la magia lúdica de las salas cinematográficas. Le agrada también practicar la lectura y, de manera especial, realizar esas labores de punto y ganchillo, habilidad que ha de agradecer al ejemplo y enseñanza que recibió de su añorada abuela paterna. Sin embargo, un ejemplo o argumento reciente que visionó en una película decidió modificarlo y adaptarlo a su propia vida, a fin de intentar superar esos momentos amargos en que se siente un tanto huérfana de afecto y falta de comunicación con los demás. Descubramos este curioso, sutil y sorprendente proceder. 

Se trata de una curiosa, “traviesa” y simpática distracción, que lleva practicando durante las últimas semanas. Cada “finde”, especialmente en los sábados, se sienta ante su ordenador personal, dedicando un generoso tiempo a redactar una larga carta dirigida a una persona imaginaria a quien, obviamente, no conoce. En su largo y confiado contenido, va narrando cómo le ha ido durante su periplo semanal. Comenta las mejores anécdotas derivadas de su trabajo o experiencias recibidas, ya sea en la guardería con los pequeños, en el súper o en otras vivencias diarias. La mayoría de los contenidos aportados suelen ser reales, aunque también hay otros que lindan con la artificiosa ficción imaginativa. Tras su corrección, con un par de nuevas lecturas, imprime el texto y lo introduce en un sobre franqueado, en cuyo anverso sólo escribe un nombre masculino y una dirección viaria y provincial, supuesta o inventada. En el reverso del sobre, anota el correspondiente remite: María, a la que añade dos palabras, “del Amor” (ese amor personal, que tanto echa en falta) y su concreta dirección postal.

La divertida, muy entretenida, sentimental y atrevida práctica, le ocupa un buen tiempo, en esos sábados que se le hacen tan largos para sobrellevar la acre soledad en la que siente sumida. Durante la mañana del domingo suele dar un largo paseo, caminando pausadamente por la ciudad, recorrido que aprovecha para introducir la carta en un buzón de la central de correos. Aunque hay momentos en los que duda si este peculiar hábito debería consultarlo con un especialista en psicología, una semana tras otra vuelve a ponerlo en práctica pues siente que es una oportuna “terapia” para compensar las carencias afectivas que soporta en su suerte. Y es que cuando va redactando los párrafos de su “amistoso” y confiado escrito, dibuja al tiempo en su imaginación como será física y humanamente ese hombre “anónimo” que recibe esos contenidos que transmite y comparte.

La triste realidad es que las cartas semanales, enviadas a ese receptor generado en su imaginación, al paso de los días les son devueltas, con el sello impreso por la central de correos, en el que se lee una breve anotación, carente de cualquier afecto o familiaridad: DESTINATARIO DESCONOCIDO. DEVOLUCIÓN AL REMITE. Precisamente, cuando cada tarde abre el buzón de su domicilio y se encuentra algunas de sus misivas, que han realizado el viaje de vuelta, esboza una mueca desilusionada que pronto se transforma en una nueva ilusionada esperanza para volverlo a intentar. Con admirable espíritu infantil se repite esas palabras para el consuelo de “alguna carta ha de saber llegar a la puerta adecuada para mi deseo”.

Podría ocurrir y ocurrió, en ese misterioso azar o decisión impuesta por el caprichoso y críptico destino. El hecho tuvo lugar en un frío lunes de enero, cuando comprobó pensativa que no le devolvían la carta enviada en un domingo anterior, como veía sucediendo de manera regular. Para su sorpresa, unos días después extrajo de su buzón un sobre dirigido a su nombre. Procedía de la ciudad castellana de León. El nombre del remitente era el mismo que ella había escrito unos diez días antes: TEO. El nombre de la vía provincial también era el mismo, C/ Arlanza, aunque el número de la vivienda cambiaba con respecto al que ella había anotado. La casualidad comenzaba a tomar cuerpo en la vida de dos personas. Nerviosamente emocionada por la situación, subió con avidez los escalones hasta su vivienda. Sin quitarse la ropa de calle, se sentó en su sillón favorito ubicado junto a la mesa camilla, encendiendo el brasero eléctrico, a fin de tonificar el cuerpo que se le había quedado algo gélido por la intensa frialdad de la tarde. Miraba, una y otra vez, la “ruda” caligrafía del remitente, también desarrollada en las cuartillas manuscritas de su contenido. ¿Cuántas veces leyó y disfrutó ese muy extenso contenido, ciertamente inesperado y sorprendente, redactado por una persona que ella había “creado” unos días antes, en el mágico taller escultórico de su poderosa imaginación? Es fácil y comprensible deducirlo.

“Buenas noches, apreciada María. Tienes un nombre precioso, María del Amor. Creo de verdad que he sido privilegiado por el inexplicable azar, para recibir ese tesoro de carta, tan hermosa y sentimental, que cada semana redactas, en busca de un afortunado lector, cuyos rasgos y carácter sólo tu conoces en el misterio pasional de tan noble corazón. Te confieso que me parece una feliz, ingeniosa y maravillosa idea, lo que haces cada siete día, como ingenua y maravillosamente explicas en su contenido. Tu sublime gesto es parecido a echar en las aguas del mar o de un río un sincero y ansiado escrito, guardado en esa “botella” que las olas o las aguas del rio trasladarán, hacia la afortunada persona que el destino haya bien decidido.

En esta ocasión has tenido una gran suerte. Te explico. Colás, el veterano y querido cartero del barrio en el que resido, ha tenido la inteligente decisión de traerme este sobre maravilloso. Entendía que era yo, Teodoro, el destinatario adecuado, aunque el número de mi domicilio no es exactamente el que señalas en el anverso del sobre. Con una paternal sonrisa me aclaraba, este buen funcionario público, que “María, la remitente, se ha debido equivocar en la numeración”.

Me narras diversas y divertidas anécdotas protagonizadas por los niños de la guardería donde trabajas. No creo equivocarme al pensar que esos críos pequeños te verán como una segunda mamá para sus tiernas vidas infantiles. Deben estar plenamente felices, al ser atendido por una persona de tan buen corazón, sensible, cariñosa y plena de admirable vitalidad. Una bella (aunque no sepa nada de tu físico) persona, que es injusto sufra ese mal trauma de la soledad sentimental.

Ya que demuestras ser tan expresiva y comunicativa, me siento en la obligación (te aseguro que lo hago con gusto) de contarte algo de mi. Es de justicia corresponder a tu franca sinceridad. Soy agricultor. Desde que era apenas un chaval … Trabajo, en la sucesión de los días, haga frío o calor, la fértil tierra de unas parcelas agrícolas, recibidas en herencia cuando mi padre se fue a ese cielo al que muchos nombran. También he de confiarte que a mi madre, Valeria, apenas la conocí. También emprendió ese último viaje, cuando apenas yo tenía cinco años de vida. Pero mi padre, Saúl, supo hacerme crecer, cuidar y educar. Nunca quiso tener otra mujer, sólo aquélla que eligió para formar una modesta pero unida familia.

Trabajo la generosidad y dureza al tiempo de la tierra, viviendo sencillamente el paso de los días y las horas. Labrando, sembrando, regando, podando, recolectando… con la ayuda siempre necesaria de algunos animales a los que también hay que cuidar. No me concretas tu edad, pero a buen seguro que yo te adelanto algunos años en la existencia. Sumo 52 y he de confiarte que, como expresas en tus lindos párrafos, tampoco tuve suerte con el amor. La verdad es que siempre me dije que la mujer que deseara compartir conmigo su vida, el destino misterioso la tendría bien reservada y sólo me permitiría conocerla cuando él así lo decidiera. ¿Y por qué no has de ser tú, querida María? Pienso y quiero que seas tú la elegida, por ese azar indescifrable, para darte toda esa amistad, compañía, cariño y cuidado que, sin duda, mereces. Mucho amor, no lo dudes.

Te pido disculpas, si encuentras en estas cuartillas palabras inapropiadas o esas faltas de ortografía que las personas con estudios tanto señalan. Mi padre Saúl me puso a trabajar con él desde muy temprano, casi en la infancia, enseñándome la forma de ganarme honradamente la vida. Apenas había cumplido los doce años, por lo que no eché demasiadas raíces en la escuela. Mi vida se resume es el esforzado trabajo, desde al alba en el amanecer, hasta ese ocaso del sol, cuando el atardecer abre el paso a las estrellas de la noche. Ya te lo he dicho. Arar y preparar la tierra. Abonarla y sembrarla, en las épocas adecuadas. Regala y cuidarla, para que sea generosa, dando fruto y simiente. Eliminar las ramas sobrantes de los árboles. Quitar del suelo las hierbas innecesarias que desvitalizan aquellas otras que han de dar el alimento necesario para la vida. Recolectar el premio que esa tierra nos concede, aliada con el tiempo y nuestro esfuerzo diario. Y para el descanso, tengo esa vieja radio que tanto me acompaña. O esa televisión que no pocas veces me aturde y aburre. En ocasiones acudo al cine o a compartir alguna cerveza con amigos en el bar. A pesar de que la naturaleza, con su grandeza infinita, siempre ha estado cerca de mi, reconozco que día tras día he echado en falta esa buena compañera, mujer a quien amar, respetar y cuidar.

Tengo la firma ilusión de que respondas a este muy largo escrito y que de ahora en adelante todas las cartas que eches en el buzón tengan esta única dirección, con los datos del destino ya sin equívocos. Querida María del Amor, tu noble y gran corazón me ha hecho inmensamente feliz. Espero ansioso tu limpia y esperanzadora respuesta. Teo Alaba”.  

Tras repetidas lecturas y profundamente nerviosa y emocionada, María guardó esta carta como un tesoro primoroso que el destino, la suerte o el simple azar había tenido a bien concederle. Llamó esa tarde a Raquel, su amiga de siempre, pidiéndole si tenía algún hueco ese fin de semana para ir a merendar juntas. Necesitaba ponerle al corriente de toda esta “dulce” trama que la embargaba y al paso pedirle consejo, ya que una persona ajena al asunto siempre posee ese punto de mayor objetividad y prudencia, acerca del más sensato camino a seguir.

Eligieron una popular cafetería situada en el atractivo y remodelado puerto malacitano, en donde quedaron citadas ese mismo viernes para las cinco de la tarde. Ese establecimiento tiene el acierto de dedicar un reducido, pero bien organizado, espacio a zona infantil, a fin de que los adultos puedan consumir y dialogar con un mayor sosiego, mientras los críos se distraen con algunos juegos y lecturas apropiadas a su edad. Llegado el encuentro, también Raquel se emocionó al conocer la curiosa y “cinematográfica” aventura emprendida por su amiga y, en concreto, esa larga respuesta que había recibido desde las nobles y recias tierras castellanas.

“Estoy verdaderamente hecha un ´flan´ mi querida Mari. Lo que me estás narrando es como un precioso cuento de hadas, parecido al que sale en las páginas de los libros o en las pantallas del cine. Pero, en este caso, tan real como la vida misma. No desaproveches esta maravillosa oportunidad que la vida te ha concedido. Parece un buen hombre. Debes darle, darte a ti misma, esa sutil y rica experiencia que os puede hacer mucho bien, para compensar los ingratos momentos de soledad que tanto desaniman y entristecen. De todas formas, hay que actuar con valentía, no exenta de la necesaria prudencia. Ahora toca el feliz tiempo de conoceros mejor, poco a poco, pero sin pausa. Teo apenas sabe de ti, ni tu de él. Tendréis que intercambiar alguna fotografía y continuar con las comunicaciones del correo. Pregúntale si sabe trabajar la informática. En caso contrario, siempre os quedará el correo ordinario, para la tan necesaria comunicación. Y por supuesto, el teléfono. Más adelante, cuando llegue el verano, le puedes proponer que se dé un paseo vacacional por esta ciudad, aunque también tú puedes hacer un romántico viaje turístico a tierras leonesas. Y no dudes que pase lo que pase, yo estaré siempre aquí para ayudarte. Vigilaré, y lo digo con cariño, que no te ocurra nada malo. Soy tu amiga de siempre. En realidad, eres como esa valiosa y querida hermana que siempre deseé tener”.  

María dedicó parte del domingo a escribir una hermosa y agradecida respuesta, dirigida a una persona real y no ya conformada con los retazos imaginativos de su huérfano corazón. En ella ampliaba la realidad vivencial de la semana, sugiriendo a Teo la rica experiencia de seguir comunicando, a fin de conocerse ambos mejor y pensando en una recíproca y esperanzada amistad, a la que evitaba poner límites. Firmaba el bien cuidado escrito manteniendo ese nombre que ella había elegido y que representaba la necesidad básica de su existencia: María del Amor. Después del almuerzo y gracias al tiempo soleado que reinaba sobre la ciudad, decidió darse un buen paseo hasta ese buzón amigo que ya no sería el de los sentimientos ausentes, sino el solícito transmisor viajero para dos personas que habían puesto luz y color en la soledad de sus vidas. Tanto el azar del destino que esta vez sonríe, como la firme voluntad de un imaginativo corazón, habían obrado un sorprendente y emocionante milagro para dos seres necesitados en la distancia. –

 

EL BUZÓN DE LOS

SENTIMIENTOS AUSENTES

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

28 enero 2022

                           Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 

 




No hay comentarios:

Publicar un comentario