Nos ha
correspondido caminar por una sociedad cada vez más entregada y sometida, en cuerpo
y alma, a la soberanía intransigente del tiempo.
También, de la materialidad. Desacertadamente, se exagera e híper valora
esa dimensión temporal que parte de los segundos y los minutos. Esta errónea
dinámica nos somete a la servidumbre del estrés, el nerviosismo, las prisas y
los acelerones, a todas esas respuestas carentes de sosiego y reflexión, que
tan penosos resultados ejercen en nuestro carácter, en nuestro estado anímico
y, por supuesto, en el buen funcionamiento de nuestra “vapuleada” estructura
corporal. Tendríamos mucho que aprender aceptando miméticamente el ejemplo que
nos ofrece ese tranquilo ser de la naturaleza al que llamamos tortuga. Además de tener que desplazarse portando
sobre sus hombros la pesada y difícil carga de una concha o casa en donde
guarecerse, hacen el camino sin importarle el tiempo o el espacio que con
infinita paciencia y sosiego recorren hasta alcanzar su destino. La historia
que narramos a continuación nos ejemplifica algunas de las ideas y reflexiones,
esbozadas en estas líneas introductorias.
Nos acercamos
a la historia de una familia de economía acomodada, cuyos cuatro componentes se
afanan en todo momento por optimizar el tiempo disponible, en busca de ese
protagonismo social en el que se sienten gozosa y felizmente instalados. Quintín Labianca
trabaja como miembro ejecutivo de una importante empresa inmobiliaria y
constructora. Su mujer, Isolda,
diplomada en diseño artístico, forma parte de un estudio profesional para el
diseño de ropa y complementos, equipo que recibe encargos de elevada
remuneración, procedentes de importantes centros de fabricación textil y.
elementos complementarios para el atuendo personal. Ambos cónyuges mantienen
una intensa vida social, vinculada al peso
clientelar que, en el ámbito de sus respectivas parcelas laborales, se
esfuerzan en mantener y potenciar.
Durante la
semana, son mayoría los días en que almuerzan fuera de casa, con los miembros
de sus respectivos equipos o con aquellos clientes a través de los cuales
pueden firmar importantes y muy rentables contratos, que incrementan su prestigio
y los niveles (espectaculares) de sus cuentas o saldos bancarios. Esas “comidas
de trabajo” también se reproducen durante algunas de las noches, siempre por la
necesidad de atender al servicio de las firmas que tan notoriamente
representan. Pero al menos las cenas tienen un mayor protagonismo para hacerlas
en casa, momento del día en que los esposos pueden estar unas horas juntos,
mirarse a los ojos y dialogar acerca de “la apretada y densa agenda que he de
atender para el día siguiente”. Tienen
dos hijos, en plena etapa de su vital juventud: Braulio
18 y Licia, 16, ambos acercándose a esa edad
o frontera nuclear de la mayoría de edad. Cursan sus estudios de bachillerato
en centros educativos de titularidad privada, vinculados a una intensa confesionalidad
religiosa. Aun siendo tan jóvenes, presumen de sus respectivas parejas y pueden
disponer (cuenta corriente de papá y mamá) de una notable liquidez económica en
sus carteras y monederos, a fin de mantener el muy intenso ritmo vital que
aplican a sus jóvenes y vitalistas existencias.
La consigna
de esta familia es hacer todo aquello que mantenga su elevado estatus social,
que han labrado con una mezcla de esfuerzo, contacto con esas amistades que, en
los momentos de oportunidad, pueden ayudar a subir ese escalón necesario para
otear el horizonte desde una atalaya más privilegiada y también, por supuesto,
esa pizca de suerte, que siempre resulta necesaria para fortalecer la fórmula
mágica del deseo y la noble (aunque a veces, desbordada o descontrolada)
ambición. En realidad, sus respectivos orígenes
no están vinculados con esa “nobleza” por la que pagarían lo indecible, a fin
de poder lograr su soñada o ansiada vinculación. Quintín es el quinto hijo de
un comerciante de vinagres, que hizo algo de fortuna cuando la familia cambió
su residencia, desde su Almendralejo natal, hasta una casa reformada en uno de
los barrios de Jerez. En cuanto a Isolda, sus raíces genéticas se hallan en la
nobleza inmaculada de la harina y el azúcar, pues sus padres tenían una modesta
panadería /confitería, en la localidad rondeña de Arriate. Pero eso es Historia
en sus memorias, pues los progenitores de ambos actuales esposos apoyaron
económicamente los estudios de sus hijos, a fin de que pudieran labrarse un
porvenir que les hiciera avanzar en las plataformas solemnes de la jerarquía social.
En su diario
quehacer no descuidan el “estar presentes” en
aquellos acontecimientos o actividades sociales que mejor pueden convenirles
para conocer a “gente bien”, con más o menos poderío económico, pero cuyos
nombres signifiquen importancia y protagonismo en la estructura social. Aunque
la circunferencia perimetral de la cintura de Quintín “supera” en mucho los
centímetros aconsejables, él se ufana en proclamar que dedica una tarde a la
semana para asistir a un club deportivo, cuya sola matrícula le costó un buen
desembolso y las recomendaciones de algunos destacados asociados, a fin de que
su inscripción fuese finalmente aceptada. En ese club deportivo, se le ve más
recorriendo la zona del bar y los salones de reunión que, en las recias pistas
de pádel, tenis o en la muy bien cuidada piscina, con dimensiones olímpicas. Se
compró un costoso equipo de golfista y después de dos visitas a los verdes
campos deportivos del municipio mijeño, tomó la decisión de guardar los palos y
el resto del instrumental, pues acabó con unas muy molestas contracturas
derivadas de la falta habitual de ejercicio físico en su complicada y densa
agenda. Por su parte la señora Isolda, acude dos veces en la semana a un centro
de fitness, en el que va mezclando su participación para los ejercicios del
pilates, la gimnasia rítmica con acompañamiento musical e incluso la zumba
(para adultos). A este centro deportivo, situado por la zona del Candado
malagueño, le llevó su amistad con una dicharachera amiga, con la que ha hecho
buenas migas, amistad que le puede abrir y proporcionar buenos contactos. Es la
muy bien relacionada familia de los Puente del Amo.
Con vistas al
inminente verano, ya han conseguido plaza en un curso de 30 días para Licia, a
desarrollar en el prestigioso Trinity College de Dublín. Consideran, no sin
razón, que el inglés de su hija es penoso y no puede esperar, pensando en sus
expectativas de integración social. Aparte viaje y estancia, sólo la
inscripción les ha supuesto un coste de 2.200 euros, pues la institución
garantiza una enseñanza de calidad para “soltarse” definitivamente en el idioma
británico. Para su hermano Braulio este verano estará marcado por la aventura.
Quiere protagonizar, junto a otros amigos, la aventura por los fiordos noruegos,
estableciendo su campamento de referencia en la ciudad de Oslo. Por supuesto no
se ha planteado costearse la arriesgada experiencia, compaginando los inauditos
y espectaculares recorridos con algún trabajo remunerado, que ayude a financiar
el gravoso mes y medio de estancia. Para eso cuenta con la tarjeta de la cuenta
bancaria de “papá”, quien en modo alguno va a desairar a su primogénito,
ufanándose con ello ante sus amigos, en esas “actividades coperas” con
exquisitos y costosos licores de marca, que desarrolla en los salones para la
“alternancia” o en los reservados del bar, en el elitista club social al que
permanece vinculado.
El grave
problema de esta acomodada familia se encuentra en el continuo y endiablado estrés vivencial que sustenta el desarrollo de sus
días. Las prisas, los contactos, los horarios, las agendas, los compromisos,
los retrasos, las actividades coincidentes, el uso continuo de los dos
automóviles que poseen, la ansiedad, el nerviosismo, el reloj y el móvil (indispensables
compañeros de almohada) el tabaquismo, el alcohol, el “qué van a decir”, el “qué
van a pensar”, el objetivo imposible de la ubicuidad, atributo divino que ellos
simulan banal y neciamente poseer, el afán por aparentar … Pero en este marasmo
de protagonismo social, en la intimidad de sus vidas ¿se
sienten realmente felices, cuando acuden al descanso nocturno y repasan
mentalmente cómo les ha ido a lo largo de ese día que finaliza, cuando apenas
comienza la nueva madrugada? Tratan de aparentar o simular esa felicidad
ansiada, pero de inmediato aparece la traicionera insatisfacción por esas metas
continuas, cada vez más ambiciosas, que se van proponiendo, porque en realidad
nunca van a tener suficiente con lo que ya poseen, nunca se van a conformar con
el patrimonio conseguido, ya que otros tienen y acumulan más, tanto en lo
material como en el protagonismo o imagen social. La exacerbada ambición y el
ego personal, nubla penosamente en sus personas el confortable sosiego humilde
de la sencillez y la aceptación de la realidad personal. No se conforman, tampoco
saben gozar con lo que ya poseen: sufren, por el contrario, la carencia de
aquello que podrían y necesitarían alcanzar, para volver otra vez a empezar, en
esa enloquecida ruta cíclica de que nunca van a saber liberarse.
“Tenemos que
asistir a la boda de la hija menor de los Gonzaga Cantalapiedra. Habrá que
elegir un buen regalo en la costosa y selecta lista que han abierto en el Corte
Inglés, pues tenemos que quedar bien con esa familia, que tienen mucha
influencia en las nuevas promociones de residencias de lujo que van a levantar
en la ampliación de la milla de oro”. “Ya lo tengo decidido. De mañana no ha de
pasar. Tengo que aprender a bailar sevillanas, pues ya se nos echa encima el
verano y para los festejos de agosto no quiero desentonar, cuando nos inviten a
la Caseta de Oficial, a donde acude lo más florido y poderoso de los nombres de
esta ciudad”. “Me han hablado de un club de caza, elitista, por supuesto, al
que no es fácil que te permitan la entrada y participación en las actividades
propias de las “escénicas” salidas al campo. Pero tengo un Narcea del Manzano,
en mi cartera de clientes, que me podría “engrasar” el paso o integración en
ese grupo que, según me han informado, tiene “dinero a espuertas”. “Pues los
Pontealmendilla se han comprado uno de los primeros Mercedes eléctricos, que ha
sacado la marca y que les ha debido de salir por un “ojo de la cara”. Nuestro
Volkswagen ya se va quedando obsoleto y no da buena pinta cuando llegamos a los
eventos sociales. Hay que subir el nivel, si no queremos quedarnos en la cola
de los que quieren y no pueden”. “Isolda, tenemos que introducirnos y trabajar
el mundo cofrade, pues esta opción (hay 42 cofradías y hermandades en Málaga)
da, en Andalucía y por supuesto en nuestra ciudad, mucho lustre, nombre y
presencia a los que en él se introducen. Puedes hacer en su “perímetro social”
(que es muy amplio) interesantes contactos, negocios y relaciones, que siempre
suelen dar estupendos resultados. Si te fijas, los estamentos políticos,
económicos y sociales, tratan con mimo esta perla del protagonismo ciudadano”.
“Isolda, tienes que saber evolucionar en la política y adaptarte, según la
dirección de los vientos. Una noche te acuestas siendo de centro derecha. Y por
la mañana, cuando te levantas, te has trasformado en un centro izquierda “de
los de toda la vida”. Hay que estar a bien con los dirigentes del grupo
político que gobierna. Si mañana llegan los otros, pues a cambiar y a ponerte
la corbata roja, verde o azul”.
Pero los idus del destino son variables, caprichosos y
con difícil o críptica explicación. La muy prestigiosa y afamada empresa
constructora e inmobiliaria CEMENSUR echó toda su fuerza económica en la compra
de unos amplios terrenos, abandonados para lo agrario, en las estribaciones del
cauce final del Guadalhorce. Un gran proyecto inmobiliario de más de dos mil
viviendas, de nivel medio/alto, con zonas deportivas, parques y jardines, un
gran centro comercial y un macro edificio investigador bioacuático, para
estudios de la flora y biología marina mediterránea. La cuantiosa operación
financiera fue estudiada y decidida en el departamento de grandes proyectos que
dirigía precisamente Quintín Labianca. La rentabilidad de la gran inversión se
calculaba en un cuatrocientos/quinientos por cien. Todos los miembros de la
poderosa empresa se lo prometían con perspectivas de “suculenta” felicidad
económica, cuando comenzaron las operaciones de construcción, tras unos meses
preparando la infraestructura del terreno. Prácticamente estaba todo vendido,
tanto a grandes grupos de inversores, como a compradores particulares de muy
diversa o contrastada significación económica.
Pero cuando
los “esqueletos arquitectónicos” comenzaron a tomar altura y el funcionamiento
de las grúas y hormigoneras “rugían” a toda velocidad, dada la necesidad
contractual de cumplir los plazos establecidos para la entrega de los primeros
módulos y manzanas construidas, una gravísima “infección” de grietas y
hundimientos geológicos sembraron el pavor entre los directivos empresariales.
Algún eslabón había fallado en los estudios geotécnicos para las cimentaciones
efectuadas, tal vez en los pilonos vertebrales hincados en la zona o incluso en
la calidad de los propios materiales utilizados. El brillante y costoso
proyecto se hundía. Física y financieramente. Sencillamente se estaba
construyendo en un terreno generado por los aluviones fluviales, a lo largo de
cientos de años y ese riesgo no se había evaluado correctamente. El gran
escándalo fue desvelado y potenciado por la prensa local, nacional e
internacional (los inversores y compradores procedían de una diversificada
geografía planetaria). Todos perdían, pero sobre todo la propia empresa, con
sus trabajadores y dirigentes. Centenares de empleos, directos e indirectos,
desaparecían. Las denuncias en los juzgados de acumulaban. Los impagos y
quiebra financiera de Cemensur era inevitable.
Quintín se
encontraba, de la noche a la mañana, penosamente “en la calle” y con problemas
judiciales, debido a su puesto ejecutivo en la organización inmobiliaria.
Isolda trató de mantener un ingreso mínimo, vital, con su trabajo en el
gabinete de diseño, pero el montaje de gastos y el tren de vida de esta familia
se había disparado hasta la exageración. Los problemas psicológicos que le afectaban
hicieron que su trabajo en ese estudio perdiera eficacia y calidad, por lo que
también ella fue despedida, con la indemnización laboral correspondiente. El
exagerado y acelerado tren de vida de esta familia tuvo que echar un brusco y
muy doloroso freno. Se vieron obligados a bajarse en “la estación de la
realidad y la estrechez”. Los delirios y horizontes de grandeza social había
que abandonarlos, de forma irremediable. Lo urgente e inaplazable en ese
terrible momento por el que atravesaban era conseguir el mínimo sustento vital
para la subsistencia de cada día, lo que era bastante complicado, considerando
el desenfrenado estilo de vida al que estaban habituados. El “artificioso”
castillo de naipes se había derrumbado y las cartas yacían desordenadas en el
frio y áspero suelo de la realidad.
La vida cambió de manera drástica en la familia
Labianca. En la actualidad, Quintín, cuyo
perímetro ventral ha disminuido notablemente, con respecto a los centímetros de
antaño, trabaja como empleado en una modesta empresa de albañilería, que un
primo compresivo y generoso (olvidándose de los desdenes sufridos por este
familiar en sus tiempos de “gloria social”) mantiene en la zona de la Axarquía.
En realidad, la albañilería era la profesión que desempeñaba el antiguo y hoy
encausado judicialmente alto ejecutivo de Cemensur cuando comenzó la escalada
acelerada en el mundo de los negocios, gloria efímera para su desmedida
ambición. Isolda ha tenido que aprender
rápido el manejo del hilo y el dedal, para conseguir un hueco en una franquicia
de arreglos de ropa, instalada en uno de los centros comerciales de la capital.
Mezcla el sonido de la máquina de coser con aquellos recuerdos anclados en la
añoranza, cuando no se conformaba con lo que el destino le facilitaba,
necesitando siempre más y más para su ego estresado en el protagonismo social. ¿Y las selectas amistades? Por supuesto, los
Gonzaga Cantalapiedra, los Puente del Amo, los Narcea, los Cercedilla y tantas
otras “familias bien” los borraron fulminantemente de su agenda de contactos,
evitando en todo momento ponerse al teléfono, aunque fuera para responder por
educación a una simple felicitación navideña. Cuando se han cruzado con ellos,
en el azar de la vía pública, estos estirados próceres ciudadanos han recurrido
siempre al cómico y pobre recurso de fijar sus ojos y sus gestos en algún punto
inconcreto, evitando el incómodo trance de tener que cruzar las miradas con el
antiguo o íntimo amigo, ahora caído en desgracia. Es la árida respuesta de este
cualificado estamento social, hacia los desclasados por el azar de la suerte y
el oscuro desacierto de una voluntad enfebrecida. De todas formas, en su fueron
interno, ahora se sienten más tranquilos, utilizando, en el día a día,
“marchas” más lentas y aceptando que, tras las lágrimas y desconsuelos, hay
valores en “la naturaleza” a los hay que atender y aprender.
Volviendo al inicio del relato, una vez más, la naturaleza ejemplifica y ofrece sabios consejos a la arrogancia banal y estúpida de los humanos. Seguro que hay animales en ese entorno, cualificados por su agilidad, rapidez, astucia y destreza que, en un mal día y a pesar de su fuerza, son abatidos por la ley del más fuerte. En ese trágico momento de su existencia, a buen seguro recuerdan y envidian a esa feliz tortuga que, con su paso lento, sosegado y majestuoso, sabe llegar al destino preciso y cabal, aceptando con infinita paciencia, su prudente lugar en el escenario volátil y cambiante de esta frágil existencia que, aleatoriamente, nos ha sido confiada. –
EL SOSEGADO DESPLAZAMIENTO
DE LA TORTUGA
José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
04 junio
2021
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Blog
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