viernes, 23 de abril de 2021

POLIVALENTES SERVICIOS CONTRA LA SOLEDAD.


Hay tardes en las que pasamos un buen rato recorriendo las incentivadas ofertas que realiza algún gran centro comercial. También dedicamos muchas horas de la semana a ponernos delante del ordenador, visitando y consultando numerosas páginas web, siempre contando con la valiosa ayuda del buscador Google. Los medios de comunicación también reclaman nuestra atención diaria, ya sea la radio, la televisión o la prensa escrita. Obviamente, las ofertas culturales motivan y enriquecen nuestra necesidad, animándonos a acudir a los cines, a los teatros, a los museos y a los auditorios musicales. Cuando entramos en cualquier comercio, observamos con atención y curiosidad todo aquello que ofrecen en sus escaparates y expositores. En todas éstas y más oportunidades, hay casi siempre un elemento común que trabaja con hábil psicología nuestra expectativas y deseos: la dinamización publicitaria. A través de la plétora de anuncios que inundan o “bombardean” nuestra existencia y de la propia experiencia que vamos acumulando, a estas alturas de la Historia tenemos que reconocer que todo, o casi todo parece está ya inventado. La imaginación e iniciativa empresarial facilita que la menor necesidad, ilusión o servicio que anide en nuestra mente se pueda comprar, siempre y cuando se posean medios económicos para hacerlo y la propia ciencia investigativa lo haya hecho posible. Pero ¿de verdad está ya todo inventado? se preguntaban una tarde Herma y Darío. Veamos un poco más detenidamente este muy común interrogante.

Herminia Rogado y Darío Villareda eran dos jóvenes postgraduados que trataban de abrirse paso en la vida, ejerciendo aquello para lo que habían sido formados, aplicando a este fin un continuado sacrificio y tesón. Pero la suerte o la oportunidad les estaba siendo esquiva, en tiempos castigados por la contracción económica.

Se conocieron e intimaron desde el primer año universitario en Psicología, facultad en la que ambos estudiaban. Decidieron, de mutuo acuerdo y apoyándose en sus modestas familias, afrontar la experiencia de ponerse a convivir en pareja, ya desde el tercer curso de carrera. Durante esa etapa final de la universidad y en los primeros años posteriores a su graduación, intentaron trabajar en este ámbito de la psicología, visitando y enviando por doquier sus bien conformados currículos académicos. Fueron múltiples las puertas a las llamaron con entusiasmo y convicción, pero sin encontrar receptividad en los destinos elegidos. La ayuda de sus respectivas familias no era suficiente para sostener sus necesidades básicas, por lo que tuvieron que aceptar trabajos, todos eventuales o temporales, en las más diversas e ingeniosas actividades. El objetivo era seguir subsistiendo, hasta hallar una actividad, más o menos estable, que estuviera vinculada a su preparación académica.

Tanto por su tesón, como por los designios de la suerte y la oportunidad, fueron encontrando algunos “balones de oxígeno” que les proporcionaban esos euros tan necesarios para su mantenimiento en el día a día. Afrontaron sin escrúpulos trabajos de “canguros” ocasionales, jornadas de sustitución sirviendo pizzas en las mesas o llevando pedidos a los correspondientes y “hambrientos” domicilios, también reponiendo mercancías en las estanterías y expositores de los supermercados o repartiendo publicidad variada, por esos buzones “aburridos” que no abandonan la esperanza de recibir, alguna vez, una carta amable y afectiva.

Pero ambos jóvenes se sentían cansados y un tanto desanimados por ir “mendigando“ unas horas de trabajo que carecían no sólo de la necesaria continuidad, sino que además no les compensaban para desarrollar esa creatividad profesional que el objetivo de sus voluntades y preparación demandaba. Una tarde, en la que ninguno de ellos tenía trabajo alguno programado, decidieron dar un constructivo paseo. En su transcurso, tomaron asiento en unos jardines, no lejos del puerto malacitano y, tras unos minutos de silencio, entrecruzaron sus miradas, prometiéndose “estrujar” la imaginación para organizar y ofrecer algún un servicio a la ciudadanía que tuviera el motivador plus de la novedad y que de camino ofreciera cierta continuidad a su esfuerzo laboral.  Hablaron largamente sobre varias posibilidades. Tras ir repasando las distintas opciones, se detuvieron en una realidad social y personal que habían detectado con sus innatos hábitos observadores

“Hay personas a quienes no les agrada tener de comer en la soledad de una mesa. Esta necesidad se agudiza en aquellos que han de realizar continuos viajes de negocios, como son los representantes de productos o los ejecutivos empresariales. No olvidemos tampoco a todas aquellas personas que están atravesando un momento difícil en sus vidas, debido a múltiples factores. Tampoco podemos pasar por alto a los hombres y mujeres que no han podido formar una familia estándar ¡Como olvidar a todos aquellos que necesitan hablar y no tienen con quién hacerlo!”

A partir de esta idea nuclear, durante las siguientes horas y días fueron organizando el esquema de un interesante y atractivo servicio, especialmente sugestivo e imaginativo y con un plus de novedad, que podía ser muy bien recogido por aquella parte de la sociedad que soportaba momentos puntuales o prolongados de sufrimiento con el trauma de la soledad. A ese servicio, que en su momento ofertarían a través de las páginas de Internet o en publicidad callejera, lo titularon en principio con la siguiente y motivadora frase:

 

PODEMOS FÁCILMENTE AYUDARLE, PARA QUE NO SE SIENTA SOLO. 

Le acompañamos. Le hablamos. Le escuchamos

Y a continuación explicaban someramente la potencialidad de su innovador y dinámico servicio. Estarían junto a la persona que contratara la prestación, en las más variadas actividades o circunstancias: realizando un viaje; asistiendo a una sesión de cine, teatro o concierto; visitando a un familiar; paseando por la ciudad o llevando a cabo una caminata senderista por el campo; comprando en cualquier establecimiento; asistiendo a una consulta médica; realizando el almuerzo o la cena, tanto en casa como en un establecimiento de restauración elegido al efecto; tomando una copa o similar en un bar o terraza pública; asistiendo a onomásticas, cumpleaños, fiestas de Nochebuena, Navidad, Fin de Año u otros eventos diversos. Y así, ofrecían un largo listado de disponibilidades.

La cuota por la prestación del servicio estaría en función de los minutos aportados por la compañía, con unas escalas variables en los precios. Se partiría de un mínimo fijo de 1 hora, por valor de 7 €. Las dos horas de compañía supondrían 11 € de coste. Las 3 horas alcanzarían los 14 €. No eran precios elevados, pues el acompañante ayudaría en lo posible al cliente, hablándole, animándole, escuchando sus objetivo o propósitos, sus problemas, sus necesidades, sus ilusiones. Las compañías superiores a las tres horas, por deseo o imprevistos ocasionales, ya serían negociadas en cada uno de los casos.

En principio, el cliente solo se comprometía a invitar a la persona que le acompañaba a una consumición de café, té o bebida refrescante, aunque el desarrollo de la actividad ofreció ejemplos muy diversos, desde aquellos que deseaban compartir el almuerzo o la cena, hasta aquellos clientes que pagaban los billetes de avión o tren y por supuesto las entradas en los espectáculos a los que asistían.

Para la difusión de estos servicios, crearon una página web en Internet que pronto fue muy visitada y enriquecida con numerosas preguntas, supuestos y las necesarias aclaraciones. No se limitaron a publicitarse por la gran Red de Redes, sino que también repartieron una buena cantidad de hojas informativas, por los tablones de anuncios de las facultades universitarias, centros comerciales y organismos públicos y privados que autorizasen su difusión gratuita. Obviamente, en todas estas hojas informativas y en la página oficial del servicio se anotaban dos números telefónicos, una dirección de whatsapp y un correo electrónico, en donde poder contactar para aclarar o ampliar la información y, en los casos afirmativos realizar la contratación del servicio, fijando las horas y los lugares correspondientes para los encuentros.

El eco de su cuidada difusión comenzó a generar positivos resultados. Desde las primeras experiencias, fueron tomando conciencia de lo útil que les iban a resultar sus académicos conocimientos en psicología, para saber tratar, de la mejor forma, a estas personas que sufrían, en diversos grados y matices, el ingrato trauma de la soledad. En alguna ocasión, hubo clientes que solicitaban que fuera la pareja de Herma y Darío, pues se sentían mejor con un diálogo a tres sobre dos. También se encontraron con clientes que se mostraron especialmente generosos, no sólo en el plano económico, sino también en el afecto y la amistad que deseaban y necesitaban cultivar. En correspondencia a este innovador servicio, la pareja de psicólogos pronto acumuló unos interesantes ahorros que “oxigenaban” con esperanza y futuro su más que precaria economía.

En un relato de esta naturaleza sería narrativamente imposible abordar el listado de los encargos que fueron recibiendo. Sin embargo, nos vamos a detener en dos casos, seleccionados entre los más significativos y que más impacto y experiencia les produjeron.

Una de sus primeras experiencias fue con Adeodato, un modesto ciudadano que trabajaba como auxiliar administrativo en una empresa consignataria para el transporte naval y agencia de aduanas, ubicada en el puerto malacitano. Cierto aciago día, cuando volvía de celebrar una cena colectiva en honor de un compañero que se jubilaba, conduciendo con algunas, bastantes copas de más, fue protagonista de un desafortunado accidente de tráfico, con resultado fatal para la persona a la atropelló en un paso de cebra. Para colmo, este ciudadano había tenido algunos problemas previos con infracciones de tráfico, lo que conllevó la generación de un procesamiento penal, acusado de un delito de imprudencia temeraria, conducción con un grado elevado de alcohol en el cuerpo, todo ello con resultado de fallecimiento.  

La sentencia de culpabilidad manifiesta conllevó la pena de cuatro años y un día de prisión, además de una fuerte indemnización de la que se tuvo que encargar para el abono penal el seguro de coches que, necesariamente, tenía contratado. Los tres años que hubo de permanecer en prisión no sólo afectó a la pérdida de su puesto de trabajo, sino que a nivel familiar su propia mujer no supo o quiso esperarle, rompiendo el vínculo matrimonial que habían mantenido durante diecisiete años, rehaciendo su vida con otra persona. La única hija que tenía en su matrimonio, tratando de superar el trauma que había afectado a la familia, se trasladó para trabajar a Inglaterra, en donde también formó su propia familia, sin preocuparse en modo alguno de la situación penal y afectiva que tenía que afrontar su progenitor.

Ya en libertad, Adeodato, que en ese momento sumaba los 45 años de vida, tras grandes esfuerzos pudo encontrar hueco como vigilante nocturno en una de las naves filiales de su antigua empresa, degradación profesional que se avino a aceptar, con el fin de disponer de un puesto de trabajo que le permitiera vivir dignamente con lo imprescindible. Su degradado ánimo se vio muy afectado por la soledad, debilidad psicológica que no sabía bien como reconducir y superar.

Fue uno de los primeros clientes que tuvo Herma, para acompañarle en la comida dominical del medio día, que realizaba en un popular y barato restaurante de la zona del Barrio de la Luz, no lejos de la vivienda/apartamento que tenía alquilado por la zona. La dinámica psicóloga supo actuar con diestra profesionalidad y generosidad, en los domingos sucesivos en que acompañó a Adeodato durante su almuerzo del mediodía. El ahora vigilante de muelles aprendió, con esas gratas y profesionales horas de compañía, a recuperar sus fugadas y añoradas sonrisas.

Otro de los servicios más extraños y difíciles, que guarda en su memoria Dario, fue el de Elisardo, un jesuita secularizado, quien a sus cincuenta y dos años se había enamorado. El objetivo de su febril y apasionada atracción era una bella y frágil jovencita de pueblo, llamada Laria.  La conoció tras unos días de acción misional, desarrollada en la localidad donde la chica residía, trabajando como expendedora en una confitería – panadería del lugar. Después del “flechazo” que parece había sido recíproco, la relación sexual entre ambos la mantuvieron en celoso secreto, utilizando todo tipo de hábiles artilugios para el social disimulo. En poco más de unas semanas de afectivos contactos, el jesuita ya tenía decida, con la mayor convicción y firmeza, que abandonaba la nave clerical.

Aunque el superior de la Compañía, conociendo los hechos, intentó enviarlo durante algún tiempo a tierras de Sudamérica, a fin de que recuperara la sensatez, el padre Elisardo se mantuvo en sus trece y aplicó acción acelerada al proceso administrativo de su desvinculación clerical o secularización. Concedida en capítulo urgente la licencia correspondiente, a fin de evitar el escándalo social, el ya antiguo religioso se propuso normalizar la situación, entablando contacto con la familia de la chica, personas de extrema mentalidad conservadora, que sin duda iban a reaccionar de manera visceral cuando tuvieran conocimiento de que su Laria, hija única de 26 años, estaba siendo pretendida por un señor “mayor” para desposarla. Los dos enamorados habían decidido ocultar, por todos los medios, el origen “profesional” de Elisardo, explicando que se ganaba la vida como profesor de latín, impartiendo clase en diversos centros privados. Lo cierto es que el ex - jesuita sólo tenía parientes lejanos, que residían en el norte peninsular. Por ello, cuando habló con Dario y le narró detalladamente la situación, le pidió que le acompañara en el delicado momento de presentarse ante Palmiro y Catalina, los padres de su amada, conocidos cabreros del municipio rural. Tras difícil negociación, al fin Darío aceptó acompañarle en ese difícil e incierto trance. El asunto era que sería presentado como un hijo adoptado de don Elisardo, ante de “enviudar” de su primera mujer y que había venido de tierras argentinas, donde trabajaba vinculado a una ONG, para estar presente en la aludida y complicada “ceremonia” de presentación. Tras la cómica, pero sofocante, escenificación, Dario se prometió que no volvería a ceder en estos ingeniosos artilugios, que fueron bien retribuidos por el “nuevo” profesor de cultura clásica.

La empresa de Herma y Dario continúa funcionando en la actualidad bastante bien, generando constantes ingresos que prudentemente guardan o ahorran la pareja. Entre sus proyectos, a medio plazo, quieren organizar una empresa de asesoramiento y consultas de psicología, aunque por el momento no piensan abandonar sus obligaciones en PODEMOS FÁCILMENTE AYUDARLE, PARA QUE NO SE SIENTA SOLO”.

Lo cierto de esta curiosa historia es que, efectivamente, no todo “está ya inventado”. Siempre quedan resquicios, en el amplio mundo de los servicios, que permiten abrir caminos a las mentes y voluntades emprendedoras, en esta difícil época para la normalidad laboral.

Parece también una evidencia que, hoy en día, hay que pagar por casi todo. Cualquier servicio bancario lo confirma. Hasta por tener una cuenta bancaria te cobran los gastos de mantenimiento. En el ámbito de la medicina privada, el copago está ya bien establecido y asumido. En la información mediática por Internet, la mayoría de las cadenas periodística te exigen la cuota anual o mensual, para que puedas leer, además de los titulares, el desarrollo narrativo de los artículos y noticias que publican. La lista de los tributos y pagos, por los más insospechados servicios, sería para empezar y no acabar. Y el ciudadano va cediendo y asumiendo esas imposiciones, que llenan las arcas de los más poderosos e ingeniosos. Pero resulta significativo y motivo de honda reflexión, que el estar acompañado tenga la contraprestación de unas cuotas, vinculadas a las horas y minutos de nuestras vidas. La pareja formada por Herma y Darío tuvo la imaginación y clarividencia necesaria, para utilizar uno de esos escasos resquicios que todavía van quedando, en el densificado y polivalente mundo de los servicios terciarios, aquéllos que bien dinamizan la estructura económica que articula el funcionamiento de nuestra sociedad. -

 


POLIVALENTES SERVICIOS CONTRA LA SOLEDAD

 

José Luis Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

23 ABRIL 2021

Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 



 

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