viernes, 25 de diciembre de 2020

LA GENEROSA RESPONSABILIDAD VOCACIONAL EN DAVINIA.

En numerosas ocasiones, tras finalizar alguna consulta o gestión que hemos protagonizado, se nos pide realizar o responder a una breve encuesta, a fin de que valoremos y califiquemos el grado de satisfacción o desagrado acerca del trato, resultado y consideración que nos merece la llamada telefónica o la entrevista personal que hemos mantenido. Unas personas priorizan en sus respuestas el resultado de la gestión, sobre otras consideraciones, mientras que por el contrario son muchos los que valoran sobre todo la actitud de agrado, receptividad y disponibilidad del profesional o funcionario por el que hemos sido atendidos. Nadie ha de dudar que este tipo de pequeñas encuestas pueden y deben ser de suma utilidad, a fin de valorar y mejorar el funcionamiento del servicio que las plantea. Pero la experiencia nos hace dudar de que las aportaciones que hacemos, por los errores o deficiencias que hemos detectado, sirvan realmente para corregirlos, pues volvemos a encontrarnos (no siempre sucede así, por supuesto) con los mismos problemas, cuando repetimos nuestra experiencia en la misma empresa o departamento. En todo caso bueno es intentar que el servicio prestado mejore, para las sucesivas oportunidades en que el mismo sea demandado.

Lo que desde luego parece evidente es la diferencia que encontramos en los profesionales que atesoran un grado elevado de vocación en su trabajo y aquellos otros que no se sienten, en absoluto felices con la labor que desempeñan a diario. Este es uno de los ejes nucleares de la sencilla pero significativa historia, cuya narración a continuación se desarrolla.

Davinia Coslada ejerce actualmente como enfermera, en el Hospital Clínico de Cáceres. Esta joven malagueña finalizó sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias de la Salud de la UMA hace ya tres años. Durante este periodo de tiempo intentó conseguir plaza laboral en algún centro sanitario, ya fuese de titularidad pública o privada, sin la suerte u oportunidad necesaria para ser contratada. Fueron muchos los días y las noches en las que estuvo sentada frente a la pantalla de su portátil, visitando en Internet aquellas páginas webs más factibles para trabajar en su profesión, además de acudir de manera personal a todos los centros de su localidad y a no pocos de otras provincias hermanas. Pero también la suerte hay que saber buscarla. Un feliz día recibió una respuesta satisfactoria a sus expectativas, pues en ese centro universitario extremeño habían considerado adecuado su currículo, ofreciéndole una plaza laboral de contrato anual renovable, a la que se debería incorporar a la mayor premura.

Ciertamente Extremadura no está excesivamente alejada de la región andaluza. Pero el necesario traslado suponía una separación importante de sus raíces, tanto para ella como para sus padres, Leandro y Fabiola, que entendieron la necesidad laboral de su hija única, soportando el lógico dolor de perder una compañía con la que habían convivido a diario desde su nacimiento. Por lo tanto, Davinia preparó sus “bártulos” personales básicos a fin de emprender la aventura extremeña. Lo hacía con esa ilusión y vitalidad que dan los veinticinco años de vida. Sus padres prefirieron que realizara un viaje más cómodo que el bus interurbano, utilizando por consiguiente el tren hasta Madrid y de allí continuar el desplazamiento hasta Extremadura, sobre todo por el equipaje que había de trasladar para fijar su nueva residencia, en principio, en un pequeño hostal bastante céntrico de la capital.

Pero como suele suceder en estos casos, en el mismo centro médico, donde se presentó nada más llegar a la ciudad, le comentaron que una compañera de profesión, llamada Serena, procedente de Lugo y que llevaba más de un año trabajando en el hospital universitario, tenía hueco en un apartamento que había alquilado. El problema del hospedaje para una larga estancia quedaba felizmente resuelto.

En relación a su trabajo, Davinia tenía un sentimiento ambivalente: por una parte, le embargaba una lógica preocupación por la importante responsabilidad que asumía ante los enfermos que tenía a su cargo; por otra, afrontaba ese reto con una gran ilusión, pues ahora tenía la oportunidad de aplicar todos sus conocimientos en un marco de patente realidad, que completaría las prácticas realizadas y la buena preparación que había recibido de sus profesores en las aulas universitarias. Al carecer de una experiencia profesional, cada semana desarrollaba prácticas rotatorias en las distintas secciones que le eran asignadas en el gran complejo hospitalario (traumatología, ginecología, urología, oftalmología, pediatría, cardiología, medicina interna, oncología, etc) a fin de ir tomando destreza y conocimiento de las especificidades de cada una de las área médicas. En este instructivo y laborioso recorrido fue tomando conciencia de una realidad que asumió de una forma admirable: además de cumplir con sus funciones asistenciales, para con los enfermos y con doctores que les atendían, las personas que allí estaban internadas necesitaban, de manera especial, ese calor y apoyo afectivo, fraternal, comprensivo e ilusionado, que les hacía un extraordinario bien, tanto en lo anímico como en lo somático. Esa motivación y estímulo actitudinal era, en casi todos los casos, decisivamente importante y complementaria al tratamiento farmacológico e incluso quirúrgico.

La Consejería de Salud nombró, en el mes de noviembre, un nuevo director del Hospital Clínico, quien en esta oportunidad era una doctora de gran prestigio entre sus compañeros del centro médico: doña Eufrasia Villala. Una de sus primeras y acertadas medida, a fin de reactivar al personal sanitario, fue la realización de una interesante consulta interna. Tanto los trabajadores auxiliares, como los de enfermería, podrían establecer una jerarquización entre las distintas secciones, ordenación que reflejara en cuáles de las mismas se sentían más felices y realizados con su trabajo. Además de elegir a las tres secciones de su preferencia, tendrían que dar una explicación para justificar las opciones que habían libremente elegido. Una vez procesadas y analizadas todas las respuestas, fue reasignándose a todos los miembros de enfermería y personal auxiliar, correspondiéndole a Davinia la sección que ella había priorizado y colocado en primer lugar: PEDIATRÍA

¿Cuál fue la argumentación que ella había aportado para justificar su preferencia? “Elijo esta especialidad o área de trabajo basándome, entre otros incentivos, en que soy hija única. Efectivamente, he carecido de hermanos o hermanas, privándome en mi desarrollo del enriquecimiento personal que aportan las familias con varios hijos, con los que hablar, jugar, disputar, entretener, ayudar, etc. Aunque ciertamente he recibido un enorme cariño de mis padres, el hecho de ser la única descendiente familiar me ha condicionado en no pocos aspectos de mi carácter. En este momento importantísimo, de mi primera y vital experiencia profesional, me gustaría ayudar e interactuar con los niños, ya que me siento plenamente feliz y realizada cuando les  comprendo y comparto el  juego con ellos, apoyándoles anímicamente en estos duros momentos por los que muchos atraviesan, teniendo que permanecer internados y fuera del calor de su hogar familiar. Los niños necesitan el cariño de todos y a ello me quiero entregar.” Este generoso, sincero y bello razonamiento fue mue apreciado entre los dirigentes del centro hospitalario universitario.

Era evidente que el carácter abierto, alegre, desenfadado, extremadamente positivo, lúdico e imaginativo de la joven enfermera, suponía un plus incentivador y motivador para unos pequeños, con diversos tipos de dolencias y que para colmo tenían que estar muchas de las horas del día y la noche, alejados de sus hermanos y progenitores. En consecuencia, Davinia asumía que, en no pocas ocasiones, tenía que actuar ante los pequeños, como esa mamá que no está, como esa hermana que se echa en falta, como esa amiga ausente que se necesita, como esa compañera con la que se anhela jugar ¿Y cómo desarrollaba esta gran profesional sanitaria su ejemplar labor?

Contándoles cuentos e interesantes historias, en los momentos más oportunos. Organizando juegos de disfraces. Promoviendo concursos de dibujos. Desarrollando talleres de divertidas manualidades. Enseñándoles sencillas y hermosas canciones. Motivándoles con fáciles labores de papiroflexia. Paseando, con aquellos que estaban autorizados, a través del jardín o los pasillos. Llevándoles a la sala de los juguetes, que ella ayudó a montar. Rezando con ellos, poco antes de iniciar la hora de dormir. Difundiendo esas sonrisas y palabras que siempre alientan en todos los instantes, pero más en aquellas horas y minutos de la ineludible necesidad.

Y llegaron las fiestas de la NAVIDAD. Entre todo el personal sanitario se organizaron unos turnos vacacionales, negociados y también sorteados, con el fin de que los profesionales se repartieran la atención laboral a los internados, en esas emblemáticas fechas de la Nochebuena y la Navidad, la despedida del Año “Viejo” y la llegada del “Nuevo” Año, con la mágica Noche de Reyes y el propio “Día de los Regalos” durante el 6 de Enero. En definitiva se trataba de que los sanitarios pudieran disfrutar, algunos de esas noches y días, con sus familias, de manera especial aquéllos que eran originarios de otras provincias y mantenían la ilusión de poder visitar a sus seres queridos en estas entrañables y sentimentales fiestas de Invierno. A Davinia le correspondió librar en el turno tercero, correspondiente a Reyes.

En esta prolongada cadena de festividades navideñas, la sección de pediatría quedaba bastante reducida, pues salvo en los casos de gravedad o urgencia, muchos padres preferían posponer la estancia o el ingreso de sus hijos más pequeños, a fin de poder tenerlos en casa y que así pudieran disfrutar con más intensidad del “calor afectivo” familiar. Aun así, entre altas anticipadas, los nuevos ingresos y aquellos casos de dolencias que exigían el permanente control, quedaron una media de quince/veinte niños y niñas, que la precaución aconsejaba no enviarlos a sus domicilios bajo pretexto alguno. Davinia, con su hiperactividad característica, se “multiplicó” y esmeró para crear un ambiente, en lo posible, de grata felicidad, entre este grupo de chavales, cuyas edades eran un tanto diversas.

Para la Nochebuena y la Navidad organizó, durante unas horas del día 24 y el 25, un sencillo pero al tiempo espectacular Belén viviente. Vistió a algunos de los niños y niñas de pastorcillos, eligiendo entre ellos un San José, una Virgen y, por supuesto a un Jesús recién nacido, escenificando la historia del Portal, sin que dejaran de sonar algunos villancicos, especialmente tradicionales. En el día de Navidad se entregaron los premios de un concurso de imaginativos collages, también por ella organizado: a los niños agraciados se les entregó un gran peluche, una caja de 24 lápices de colores y una pelota de trapo, con diversidad cromática, regalos que como en tantas de sus actividades colaboró eficazmente la dirección hospitalaria.

Y para la Noche del 31 y el Primer Día del Año ¿qué se le ocurrió? Supo encontrar una campanita y un gran reloj esférico de madera pintada de colores, para dar los toques de las doce campanadas, haciendo que los niños tomasen unas bolitas pequeñas de dulce de algodón, para simbolizar las doce uvas y la llegada del nuevo año, el 2021.

Davinia tenía ya comprados los billetes del ida y vuelta para el tren, viaje que la conduciría desde la capital extremeña hasta Málaga, con la ilusión propia de disfrutar unos días en su casa familiar junto a sus padres. Pero los niños estaban tristes, porque su “ángel” Davinia no iba a permanecer junto a ellos, en esa noche y madrugada mágica y en el amanecer maravilloso del 6 de enero. Cuando la muy cualificada enfermera fue a despedirse de “sus niños” recibió una mezcla de lágrimas, abrazos, besos y ese “no te vayas” que ennoblece a quien lo recibe y a quien lo expresa. Era evidente el fuerte sentimiento de orfandad afectiva de estos niños, habituados al dinámico y acertado trato de la positiva e híper activa profesional sanitaria. En la tarde del día cuatro, Davinia tuvo el acierto de comprar unos sencillos pero significativos regalos, conociendo las características de los niños que iban a permanecer en el Hospital durante la jornada de Reyes. Precisamente sería Serena, su amiga y compañera de hospedaje,  la encargada de entregar la alegre mercancía que SS.MM. se habían prestado a traer en sus lúdicas alforjas.

Aquella noche resultó algo incómoda para el descanso, pues en la conciencia de la vocacional enfermera se mezclaba la alegría por volver a estar con sus padres, tras un trimestre de separación laboral, con esas pinceladas de tristeza, recordando las actitudes y expresiones de esos niños internados en el pabellón de pediatría. Una vez realizado el frugal desayuno, tomó la mochila y el pesado (por los regalos) trolley que le iban a acompañar en esas cortas vacaciones, ya que se tendría que reincorporar a su puesto de trabajo el lunes 11.  Al entrar en la estación de la Renfe vio que había muchos viajeros a esa hora temprana de la mañana. Había extremado la puntualidad, pues aún restaban unos cuarenta y cinco minutos para la salida del Alvia, camino de Sevilla. Se sentó en unos bancos de madera, para distraerse unos minutos manejando aplicaciones de su teléfono móvil. En un momento concreto, levantó sus ojos de la pantalla táctil que manejaba, para fijarlos en una gran publicidad digital que iba ofreciendo anuncios y mensajes, con temáticas básicamente alusivas a las fechas navideñas y de año nuevo. Uno de los mensajes, bien diseñado en sus colores y dinámica pictóricas, decía así: “Es bueno que busques la felicidad, pero aún es más importante saber darla”. Este lúcido texto le hizo pensar de inmediato, en relativizar la valoración de muchas de las cosas que nos rodean.

No lo pensó más. Se acercó con decisión a una de las taquillas y gestionó la devolución de los billetes, que por la característica de la compra podían “suspenderse“ para ser utilizados (si hubiera plazas libres) en otras fechas. Tras dejar sus bártulos viajeros en el piso, se desplazó al centro hospitalario, exponiendo al jefe de personal su propósito de permanecer en la fiesta de Reyes junto a los niños allí internados. “No sabes lo que te agradezco este gesto, pues en estos días estamos bastante faltos de personal y tu generosidad nos viene que ni de perlas”, esa fue la grata respuesta que recibió del compañero Marcos.

Para la mañana del 6 de enero, Davinia improvisó un lindo traje de majestad oriental, simple y simpática vestimenta que también asumió Serena y otro compañero del personal auxiliar. El propio centro facilitó unos juguetes que, junto a los regalos preparados por la enfermera malagueña, hicieron las delicias de aquellos niños internados para curar sus dolencias, que mostraban una alegría desbordante, con sus tiernas sonrisas y la confianza cariñosa hacia su buena amiga Davinia, que no había querido ausentarse de su compañía en aquel mágico amanecer.

Realmente es una inmensa suerte poder encontrar a personas de esta admirable naturaleza, con un sentido vocacional tan elevado, elegante y exigente, para la dedicación laboral que libremente han asumido. Por supuesto que esta historia puede ser considerada un tanto irreal, en el seno de una humanidad en la que sobran demasiados egos y faltan ríos sublimes de generosidad. Sin embargo todos los lectores, si repasan con sosiego en los estantes indelebles de sus memorias, encontrarán a no pocas personas que, en muchos de sus rasgos y respuestas, podrían identificarse con el perfil de esta joven enfermera, que se sentía feliz y realizada haciendo felices a los demás. De manera especial, a esos seres, niños y niñas, que merecen lo mejor de nosotros mismos, a fin de que un día, a ser posible no muy lejano, puedan disfrutar de un mundo algo mejor.-

 

LA GENEROSA RESPONSABILIDAD VOCACIONAL 

EN DAVINIA

 

 


José Luis Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

25 DICIEMBRE 2020

 

Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 

 

 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario