A través de las páginas de la literatura o en los
tiempos oníricos para el sueño o la imaginación, nos hemos preguntado en repetidas
ocasiones acerca del tipo o clase de vida que tienen aquellos seres de la
naturaleza que no poseen el don de la humanidad. Los
árboles o los animales ¿pueden hablar entre sí o establecen algún tipo de comunicación, por citar dos importantes
ejemplos de esos elementos de la naturaleza que comparten nuestras vidas? Muchos
piensan que, efectivamente, cuando ladran los perros, maúllan los gatos,
rebuznan los burros, relinchan los caballos, pían o trinan los pájaros, croan
las ranas, gruñen los cerdos, aúllan los lobos, silban las serpientes, balan
las ovejas, mugen los toros y vacas, cantan los gallos y gallinas, rugen los
leones y panteras y así otros muchos ejemplos, están comunicando con otros
seres del entorno o manifestando su estado de alegría, tristeza, petición o
necesidad. Igual podría ocurrir con las ramas y las hojas de los árboles, con
los arbustos del campo o con las flores, aquéllas que espontáneamente nacen en
la tierra o son plantadas por los humanos, ya sea en los jardines urbanos o en
las terrazas de nuestras viviendas.
En el caso de los árboles, observamos el lento
crecimiento de sus ramas, el acercamiento o separación de las mismas, el balanceo
de ramas y hojas cuando a veces el fluir del viento o la brisa es
imperceptible, su fortaleza o declive vegetativo, su generosidad o precariedad
en el fruto o incluso esas “lagrimas” que nos muestran en sus epidermis a modo
de savia o sangre que vitaliza todo el conjunto arbóreo. ¿Hablarán entre ellos?
¿Nos transmitirán algunos mensajes? ¿Sentirán la sed, la falta de alimento o
esos sentimientos tan normales en los seres humanos, como el dolor, la alegría,
la impaciencia, el rubor o la placidez
de la templanza?
Y podemos plantearnos variadas y curiosas preguntas. ¿Qué pensarán los árboles con respecto a
esos enamorados que se besan junto a ellos, sentados en la base del fuste
arbóreo o en algún banco jardinero próximo? ¿O de esos mendigos que se
resguardan por las noches bajo su espejo ramaje para recuperar su necesario
descanso?¿O de ese ser que se les acerca sigilosamente para arrebatarles el
fruto que tan esforzada y pacientemente han ido criando? ¿O de esos niños
traviesos que se agarran a las ramas bajas para cortarlas, como instrumental de
juegos y pasatiempos? ¿O de esos operarios que van a realizarles drásticos
trabajos de “peluquería” o “cirugía” provocando unas podas “salvajes” que los
dejan tan esqueléticos? ¿O de esos fanáticos del fuego que gozan en su maldad
viéndolos arder, llamas que probablemente acabarán con la placidez y realidad
de su existencia? ¿O de esos otros compañeros gigantes y egoístas, que no les
importa en su ambición arrebatarles ese trocito de sol y luz que necesitan,
para generar el alimento y savia que circula vitalizando ramas, hojas y frutos?
¿O de aquellos jóvenes enamorados que “hieren” su epidermis y cortezas,
grabando en las mismas nombres, fechas, palabras y corazones, grietas que
difícilmente pueden sanar, huellas que permanecerán allí, aunque su autores ya
no se quieran o amen? ¿O de esos bichos e insectos que parasitan sin pedir
permiso entre sus hojas y frutos, infectándoles y provocándoles enfermedades
que pueden resultar fatales para su permanencia en el medio natural? ¿O de esas
máquinas manejadas por los humanos, que los arrancan de cuajo separándolos del
suelo, en cuya tierra encuentran el alimento, imprescindible para continuar su
existencia? ¿O de esos obreros que necesitan de sus cuerpos , fustes y ramas
engrosados durante años y que se convertirán en sillas, mesas, puertas, baldas
y ventanas, para el servicio de los humanos? Etc. Hay que repetirlo ¿sentirán
el dolor, el goce o placer de la utilidad, el incivismo de la incultura o
maldad, la necesidad vital de la comunicación?
Pensemos, de una forma “imaginativa”, que sería
mucho lo que tendrían que decir y comentar estos elementos o seres de la
naturaleza terrenal. Desde luego, otros seres que pueblan el planeta, pero de
naturaleza humana, tienen mucho que agradecer a los árboles porque, si
analizamos su significación y utilidad, sólo nos
reportan beneficios, exigiendo únicamente un poco de agua para subsistir
y un suelo térreo en donde poder encontrar el necesario alimento. Por supuesto,
respetando su crecimiento, desarrollo y modesto mantenimiento. Resumiendo ese
cúmulo de beneficios que nos ofrecen, estableceremos una relación de los mismos
sin orden de prioridad o primacía:
·
Oxigenan
nuestras contaminadas ciudades o áreas más urbanizadas.
·
Alimentan
naturalmente nuestras necesidades de sustento o ingesta.
·
Facilitan esa
madera que es necesaria para nuestros muebles, construcción y equipamientos.
·
La navegación,
hasta descubrir otros materiales, usaba la madera para las vascas y navíos.
·
Para esos
materiales de uso ciudadano, no olvidemos los juguetes para los niños.
·
Ofrecen esa
sombra y cobijo tan necesario en las horas de sol o nocturnas.
·
Alegran y
embellecen la percepción visual de nuestros campos y ciudades.
·
Inspiran la
imaginación y sensibilidad literaria de los escritores.
·
Protegen
contra la erosión de las escorrentías y tempestades hídricas.
·
Su follaje y
ramaje permite cobijar a las aves que pueblan la naturaleza.
·
De su savia
puede obtenerse esa goma tan necesaria para objetos de uso cotidiano.
·
El corcho de
su epidermis es un importante material de uso diversificado.
Siempre hay historias interesantes que narrar,
relacionadas con la naturaleza y, de manera específica, con ese importante don
que ésta nos ofrece en forma de árboles.
Eran dos parejas que vivían unidas, respectivamente,
en el trauma del desamor. Situemos básicamente la situación de una y otra,
además de la forma en que resultaron vinculadas. Harmonio
Reales, treinta y cinco años de edad, ejercía la profesión de carpintero.
No había destacado en sus estudios, infantiles y juveniles, pero si demostró
por el contrario, ya en plena adolescencia, su patente capacidad y entrega para
ser un excelente profesional en el trabajo y artesanía de la madera. Hace unos
cinco años, asistió a la boda con posterior celebración de un compañero de
trabajo, experiencia que le permitió entablar conocimiento y amistad con otros
muchos participantes en el festivo evento. Aquellos esponsales, que finalizaron
bien avanzada la madrugada de un sábado/domingo de Agosto, posibilitaron el
consumo de mucha comida y, sobre todo, muy abundante bebida. La fiesta no acabó
precisamente en ese afamado Cortijo “Los lebreros”
especializado en este tipo de eventos, sino que a la finalización del convite
se formaron parejas y grupos de conocidos y recién conocidos, a fin de
continuar la celebración en una noche intensamente alocada, desmadrada y
orgiástica. Harmonio, como otros y otras, se vieron sumidos en esa emoción
desenfrenada del sexo y el alcohol que puso a prueba muchas resistencias y
voluntades.
Unas cuantas semanas más tarde, Cuando Harmonio
salía de su trabajo, una empresa o nave de carpintería denominada Maderomar y ubicada
en un polígono industrial de la capital malacitana, le estaba esperando en la
puerta la joven Eulalia, veintiocho años de
edad y auxiliar administrativa de profesión en una gestoría. Era precisamente
la compañera que tuvo aquella noche de juerga y desenfreno colectivo, en la
fiesta de los esponsales a la que tantos asistieron. La chica, visiblemente
nerviosa y con los ojos enrojecidos, quería hablar con él, a fin de exponerle
la grave situación en la que se encontraba. Un embarazo no deseado del que señalaba,
con documentos acreditativos y fotos “intencionadas” (le habían asesorado
convenientemente) como coautor al interlocutor que tenía ante ella, con un
rostro de evidente pesar y desconcierto.
Aquella inesperada situación, con muchas idas y
venidas para la negociación (intervino una empresa de detectives, contratada
por la familia de la joven) llevó a la infortunada pareja a una boda ante el
Registro Civil, a la que asistieron muy escasos invitados. Cuatro meses
después, a consecuencia de esa gestación, vino al mundo una niña a la que sus
padres decidieron registrar con el nombre de Malenia.
Lo forzado del enlace matrimonial hacía prever que
los vínculos afectivos, bien artificiosos, entre ambos contrayentes, carecían
de un sólido fundamente para una gozosa y feliz convivencia. Y así penosamente resultó.
Mientras que el carpintero era una persona normalmente apacible, sosegada y
entregada a su creativo trabajo, Eulalia era una joven un tanto inmadura,
excesivamente caprichosa, pues la educación que había recibido hasta el
momento, en una familia profundamente desestructurada, no era la más adecuada
para esa madurez siempre necesaria en el quehacer diario. Habituada a
participar en las fiestas y a cultivar el trato frecuente con las amigas, su
labor como madre y esposa provocaba la preocupación en su marido, quien
mezclaba la paciencia con momentos de enfado y discusiones no especialmente
agradables.
Por encargo de Omar,
un argelino con muchos años y dinero, propietario de la empresa de carpintería
en la que Harmonio trabajaba, tuvo que desplazarse una mañana al domicilio de
su jefe, a fin de hacer unas reparaciones en las puertas de los dormitorios y
renovar la instalación de nuevos muebles de la cocina, adecuando además una biblioteca en un ángulo
del salón. Allí conoció a Rania la joven y
dulce esposa de un jefe de carácter
autoritario, gritón e ineducado tanto en sus expresiones como en el trato
diario. Se trataba de una mujer de suma belleza, con una voz melodiosa y unos
ojos de color azabache, que hermanaban con la longitud y color de su cabello
(en casa no lo llevaba recogido bajo el típico pañuelo largo). Pudo confirmar
la dulzura y amabilidad que recibía por parte de esa afanosa ama de casa, ya
que tuvo que repetir las visitas a la casa del jefe, para completar las
numerosas reparaciones a efectuar en los muebles. Rania mostraba ser una
persona bien educada, cariñosa y complaciente, compensando con generosidad un
defecto que sufría en una pierna en la que mostraba una evidente cojera (según
pudo conocer más adelante, dicho defecto derivaba de un accidente que la chica
tuvo en su Marruecos natal, dejándole esa molesta secuela en su aparato
locomotor). Cada tarde, cuando llegaba el trabajador enviado por su marido,
tenía preparada esa taza de té con dulces morunos que tanto le agradaban,
teniendo ambos el tiempo necesario para intercambiar las palabras y expresar
algunos de sus sentimientos. El misterio de la atracción física y anímica entre
Rania y Harmonio comenzó a generarse, incrementándose a lo largo de las
repetidas visitas que éste tuvo que realizar al chalet del patrón.
Parecía que el destino había querido unir a dos
seres profundamente infelices con sus respectivas parejas conyugales. Rania se
sinceró, expresándole su profundo dolor acerca del trato que recibía
del que oficialmente era su marido, con un comportamiento de violencia,
mental y física, muy frecuente en el fornido y caprichoso Omar. Más que una
pareja conyugal era la relación de amo y esclava. También Harmonio le narró su
trauma: dos seres que habían llegado al matrimonio casi sin conocerse y por
supuesto sin amarse. Trabajador y ama de casa decidieron compartir, con
sinceridad y necesidad sus respectivas realidades.
Cuando ya los trabajos
carpinteros habían llegado a su final, los dos nuevos enamorados acordaron un
arriesgado pero inteligente plan para continuar viéndose. La urbanización en
donde estaba el gran chalet de Omar estaba construida en una zona del Puerto de
la Torre, en la Málaga norte, rodeada de una gran masa vegetal en la que no
faltaba un denso arbolado. En pleno núcleo forestal había un par de grandes encinas que acumulaban muchos años
en el grosor de su fuste arbóreo. Aprovechando las idas y venidas empresariales
de Omar, Rania y Harmonio se veían, bajo el cobijo privativo de su ramaje, e
incluso se dejaban mensajes escritos en una gran hendidura que uno de los
árboles tenía en su tronco.
Aunque uno y otro amante tenían en mente la
posibilidad de huir juntos a fin de poner
distancia a sus respectivas y desgraciadas vivenciales conyugales, los
acontecimientos se precipitaron cuando una nueva acción violenta de Omar dejó a
Rania en un mar de lágrimas y llena de moratones. Aprovechando un
desplazamiento que el empresario tenía que realizar a la ciudad de Murcia, Harmonio
y Rania, acordaron, dejando sus respectivos mensajes en la hendidura del viejo
nogal, iniciar juntos la huida hacia Algeciras,
en donde tomarían uno de los ferrys que les llevarían hasta Ceuta y desde allí cruzarían la frontera marroquí,
viajando después hasta Nouaceur, provincia
vinculada a la Gran Casablanca, en donde residían
los familiares de Rania. Allí estarían a salvo de las acciones persecutorias
que pudiera perpetrar el violento Omar.
Un año después de estos acontecimientos, la situación ha
evolucionado de la siguiente forma: Rania y Harmonio siguen conviviendo en
pareja, esperando la situación administrativa de divorcio con respecto a
Eulalia que Harmonio ha encargado a un prestigioso bufete de abogados. La
familia de Rania se ha movido con fraternal eficacia, estableciendo un gran
taller de carpintería en una zona industrial de Casablanca, establecimiento
dirigido por Harmonio. Eulalia sigue residiendo en el piso que le ha cedido con
todos sus derechos su ex, criando a la pequeña Malenia que ya tiene cuatro
años. Tiene una nueva convivencia marital con un compañero de trabajo,
recibiendo una pensión mensual de su ex marido para el cuidado y necesidades de
la pequeña. En cuanto a Omar, a pesar de sentirse burlado por su “esposa” y
subordinado, poco a podido hacer pues entre él y Rania sólo existía una mera
convivencia. Ni estaban casados ni existían documentos que ataran a la chica
con su persona. Ha jurado vengarse de Harmonio pero sabe que si pasa por
Casablanca, los familiares de Rania no se van a quedar con los brazos cruzados.
¿Nos hemos olvidado de los
dos nogales? En absoluto. Por supuesto que valoramos su protagonismo en
la intensidad de esta romántica historia. Imaginemos que siguen hablando y
comentando entre ellos acerca de esa simpática y, al tiempo dramática aventura
de dos seres que se amaban y necesitaban, a fin de superar la infelicidad que
hallaban en sus respectivas e inadecuadas parejas. Les enorgullece haber sido
rígidos protectores, sagaces y comprensivos observadores, fieles guardianes de
los mensajes escritos e intercambiados y comprensivos espectadores de las
caricias, besos y palabras hermosas que los dos enamorados se regalaban. Todo
ello bajo el acústico silencio de unas hojas y ramas que percutían y vibraban, formando parte de esa sublime orquesta mágica que
cada día actúa en la naturaleza.-
EL PROTAGONISMO MÁGICO DE
LOS ÁRBOLES
José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la
Victoria. Málaga
17 Julio 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario