Las personas individuales y la colectividad de la
sociedad a la que pertenecemos nos vemos obligados a soportar, en muy distintos
momentos de nuestras vidas, situaciones incómodas, desagradables, injustas y en
ocasiones de muy difícil explicación o racionalidad para su necesaria
interpretación. La dificultad para conocer, asumir y superar estas más o menos
duras o insufribles experiencias es del todo punto evidente. No siempre tenemos
a mano los recursos, materiales y anímicos, para sobrellevar su anómalo,
temporal o permanente, perjuicio. En este sentido, se suelen en muchas
ocasiones sobrevalorar los medios materiales para ese inexcusable fin que es la
superación del problema. Sin embargo, más pronto o tarde, nos veremos obligados
a fortalecer, redimensionar y “reprogramar” la estructura psicológica que nos
sustenta, a fin de reaccionar anímicamente contra esas carencias y sufrimientos
que enturbian, con opacos nubarrones, la vitalizante y alegre cobertura que nos
proporciona la luz solar. Valga esta simple metáfora para explicar los
fundamentos últimos de nuestra humana y necesaria reacción.
El poder y la fuerza de la mente resulta fundamental, en esos momentos carenciales
que tanto nos hacen sufrir y agobiar nuestra frágil existencia. La acción de
nuestra inteligencia puede ayudarnos a relativizar esos problemas que nos
abruman banal o exageradamente, magnificando situaciones que en realidad no son
tan complicadas, aliviando angustias, desánimos, bloqueos y desesperanzas. Todo
ello con ese fácil proceso de acotar
racionalmente el problema, asumirlo, integrarlo, tratar de relativizarlo y, en
la medida de lo posible, solucionarlo.
¿Y cuáles serían las situaciones en
que mejor habría que aplicar ese efecto colaborador y salvador de nuestra
mente? Preguntó en voz alta, uno de
los cinco asistentes (Azarías Bianco) a una
sesión de terapia grupal, desarrollada en la sala de reuniones de la concejalía
de Acción Social en el Ayuntamiento de Málaga. En ese preciso instante la joven
pero experta coordinadora de la acción grupal, Luz
María, amplió su breve introducción previa.
“Recordad que en determinados momentos tenemos que
protagonizar vivencias que nos resultan un tanto o un mucho desagradables. Y no
tenemos más remedio que asumirlas y aplicar paciencia hasta que podamos
ponerles fin, con mayor o menor éxito. Por ejemplo, pensar en cuando os tienen
que hacer una resonancia magnética, y tenéis que estar durante muchos minutos
encerrados en un incómodo cilindro metálico, escuchando un ruido continuo,
ciertamente incómodo y ensordecedor. O cuando estáis tendidos en la cama de un
hospital, horas y días, “atados” a ese gotero por el que se os aplica la
medicina. En otras ocasiones nos encontramos en algún espacio completamente
rodeados de muchas personas. Sentimos un cierto agobio, porque apenas podemos
movernos con tanta muchedumbre a nuestro alrededor. Nos invade una cierta
“claustrofobia” pero no podemos “huir “ de ese desagradable espacio en el que
nos hallamos. Tenemos que aplicar paciencia y esperar para “escapar” de ese muy
densificado lugar. También cuando hay días en que todo parece que nos ha salido
mal. Se nos han acumulado situaciones y hechos desagradables, fracasos,
frustraciones, errores, etc. por lo que llegas a sentirte el ser “más
desafortunado del mundo” preguntándote ese interrogante de ¿y por qué a mí? sin
hallar o encontrar una racional respuesta. Recordad esos momentos de alta tensión
en un examen o, por ejemplo, imaginaros esos países que se ven azotados por oleadas
víricas epidemiológicas y, aparte de los enfermos en los hospitales, al resto de la ciudadanía se les obliga a
permanecer recluidos en sus casas, semanas y semanas sin poder pisar la calle,
salvo por motivos muy específicos (como el comprar alimentos o el ir a la
farmacia o a la asistencia médica), todo ello con el objetivo superior e
insoslayable de evitar o paliar los contagios.
En todos estos y otros muchos casos, recurrir a esa
importantísima facultad de nuestro organismo, como es la
mente, puede ayudarnos a paliar, a mejorar o salir de ese bloqueo,
desánimo o incluso pánico, por el que nos sentimos profundamente mal,
fundamentalmente porque no hallamos o aplicamos las adecuadas respuestas para
superar el “atolladero” en el que nos sentimos inmersos. Además de la “empatía”
que puedes tener con los protagonistas de una historia, si te entregas a la
lectura de un libro o al visionado de una película, la practica de un paseo o
un ejercicio deportivo, el ameno diálogo con una persona de tu confianza, todo
ello son buenos recursos para salir del incómodo marasmo en el que te
encuentras. Pero también, a través de tu mente, puedes recrear o imaginar
situaciones agradables, relajantes, confortantes, en las que te veas
protagonizándolas o con la intención de hacerlo a la mayor premura. Esa
mentalización puede ayudarte a soportar mejor esos bloqueos o incluso te van a
insuflar fuerza anímica, a fin de tener más recursos y capacidades para
soportar el mal momento que atraviesas o a sentirte más esperanzado de un
cambio en el futuro, a fin de compensar la dura o desagradable experiencia que
te aturde y te hace sufrir.
¿Algunos ejemplos
concretos de esta mentalización? Pensad en que
estáis paseando tranquilamente por la orilla del mar, tal vez descalzos,
sintiendo el masaje de la arena sobre vuestra epidermis y el jugueteo agradable
que hacéis con ese oleaje que llega hasta vuestros pies. O por ejemplo en que
vas a desarrollar ese saludable caminar por los bellos, variados y múltiples
senderos que gratuitamente la naturaleza comparte y pone a nuestra libre
disposición. Estas vivencias las podréis llevar efectivamente a cabo en muy
corto plazo de tiempo, pero al menos lo importante ahora es sentirlas como propias.
Con la convicción y “obligación” de protagonizarlas, no sólo mentalmente en
vuestra imaginación, sino en la propia y específica realidad.
Resulta de suma importancia que os sintáis también
protagonistas literarios, acompañando a esos interesantes personajes que
aparecen en las páginas de los relatos y las novelas. Y también ¿por qué no?
“actores” en esas películas que tanto os apasionan, compartiendo la acción y la
trama escenificada, durante esos otros trocitos de vida que se nos ofrece
durante 90 o más minutos en cada proyección fílmica. ¿Por qué no hacerlo,
aplicando ese poderoso recurso de nuestra imaginación?
En todo caso, hay que repetirlo, lo importante es
que sintáis la ayuda y la fuerza de vuestra mente, a fin de (repitiendo el
esquema) acotar el problema, ordenar las dificultades y carencias, asumirlas
con valentía, para comenzar a buscar, lo antes posible, pequeñas soluciones que
pronto se harán grandes, por la satisfacción de haber ido resolviendo la
ingratitud de la suerte, los caprichos del azar o la “desafortunada hora” en
que no supimos evitar nuestros propios e irresponsables errores.
Ahora os dejo la libertad de la palabra, para que
tengáis la gratitud y valentía de compartir algo de vuestros pesares y
problemas. No dudéis que este va a ser vuestro primer paso para avanzar en ese
camino hacia la meta que todos anheláis: sentiros un poco mejor.”
Después de unos nerviosos segundos, en los que
nadie levantaba la mano para intervenir, fue Ana,
una mujer de mediana edad, probablemente tendría los cuarenta años avanzados,
la primera en hacer una señal con valentía a fin de exponer o ampliar el caso
que soportaba y que la había llevado a repetir su asistencia a esta terapia de acción
grupal.
“Hola, amigos. Ya os comenté la semana pasada algún
datos acerca de mi persona. Pero como en el día de hoy han venido tres personas
nuevas, los voy a resumir. Actualmente trabajo en una modesta empresa de
limpieza, que lleva algunas subcontratas para el aseo diario de algunos bloques
de pisos repartidos por toda la ciudad. Tengo una hermana, con la que no me llevaba
bien y que hace años se marchó a trabajar al norte y no he vuelto a saber nada
de ella. Mi padre, que ya no vive, ejerció de panadero durante muchos años. En
cuanto a mi madre, estaba dedicada a la casa, aunque sacaba horas por las
mañanas para limpiar algunas casas particulares, en el barrio noble del
Miramar/Limonar. Esa madre era quien se encargaba de educar a sus dos hijas,
aplicando mano muy dura, lo que a mí, menos a mi hermana, me ha dejado
secuelas. Uno de sus “castigos” era encerrarnos en una cuartucho oscuro, que
ella llamaba “el de los ratones”, cuando interpretaba que nos habíamos portado
mal. El estar allí encerrada durante horas me producía un pánico que ni aún en
la madurez he logrado superar . La falta de luz me produce, aún hoy, escalofríos
y sensación de pánico. Mi única familia soy yo, pues aunque tuve algún
pretendiente en mis “años mozos”, todos ellos iban a “lo que querían y
necesitaban”. Una vez satisfechos, “ahí te quedas” y adiós. Ese terror a la
oscuridad hace que incluso de madrugada tengo que dormir con la luz encendida, pues
creo ver sombras por aquí o por allá. Me encuentro sola, desamparada, con un
sueldo que apenas me da para vivir. No estudié porque mi padre decía que tenía
que estar en casa, haciendo las tareas, mientras que mi madre iba a limpiar a
las casas de los señores “bien”. He venido hasta aquí buscando un poquito de
ayuda, pero también un mucho de amistad.”
Unos y otros presentes alababan (con gestos mímicos
o con palabras) la franqueza y valentía de la compañera Ana, aportándole algunas
ideas y sugerencias que, en los últimos minutos de la sesión, Luz Mª, la psicóloga, se encargaría de resumir
para la concreción.
A continuación levantó la mano un chico joven. Aparentaba
“veintipocos” años de edad, aunque después de su intervención muchos
entendieron que su “edad intelectual” no coordinaba con el físico que ofrecía.
“Mi nombre es Borja.
Es mis tiempos de estudiante durante la secundaria tenía un buen rendimiento y
cuando superé la Selectividad me matriculé en la facultad universitaria de
derecho. Pero no sé bien qué me pudo ocurrir, tal vez algunas compañías y
amistades, porque comencé a entrar en una dinámica de gastos, que mis padres se
vieron obligados a cortar. Me convertí en un comprador compulsivo, no sólo de
productos informáticos y electrónicos, sino también de ropa cara, de marca. Y
empecé a entrar en el mundo “embriagador” de la motorización. Seguro que lo
estáis pensando: ¿de donde sacaba yo “la pasta”? Pues, cuando el grifo paterno
se cerró, totalmente, comencé con otra dinámica alocada y no menos enfermiza:
apropiarme de lo ajeno. Me sentía con gran habilidad y autosuficiencia para
ello, obteniendo buenos “réditos” para mis ostentosos gastos. Pero lo que tenía
que pasar, ocurrió. Una vez me pillaron y, a pesar de todos los esfuerzos de mi
padre, inspector o perito de seguros, con gran disgusto tuvo el hombre que
soportar que me “cayeran” dos años. Por buena conducta, sólo cumplí doce meses.
Las puertas de mi casa se cerraron para este hijo que sólo sabía avergonzar y
hacer sufrir a sus progenitores. Pero el “gusanillo” de las buenas compras,
compulsivas por supuesto, no había muerto en mí. Así que entré en la última y
más degradante etapa, a fin de conseguir dinero fácil. Es muy duro decirlo,
pero me convertí en el “compañero o amante” joven y guapo de gente depravada,
con muchos años y más dinero, para hacer… y tomar “de todo”. Durante dos años y
medio he estado inmerso en la ciénaga de lo más repelente. A mis veintinueve
tacos, no sé si mi vida tendrá ya aún arreglo. Mi santa madre, Eugenia, me
localizó hace unas semanas y me facilitó esta posibilidad, que en un principio
rechacé. Pero ver a una madre llorando y sufriendo por tu forma de ser y
actuar, es algo que te vence. Por eso estoy hoy aquí. Sólo por ella, pues yo no
creo tener muchas soluciones para mi desordenada vida”.
Tras el impacto anímico de esta muy cruda y sincera
confesión, Luz María entendió que las dos intervenciones eran lo
suficientemente importantes y complicadas, para seguir avanzando con otras
exposiciones. Los tres intervinientes que restaban lo comprendieron
perfectamente y pospusieron para la semana siguiente la profundización en sus
respectivos problemas.
Tanto la psicóloga directora del programa de ayuda,
como el resto de los presentes a la reunión, comenzaron de inmediato, aplicando
el mayor desenfado y amistad, a realizar una serie de comentarios, sugerencias
y pequeñas aportaciones de indudable interés para ayudar a dos compañeros que
lo estaban pasando realmente mal. Azarias le dijo a Borja que en el centro
distribuidor de mercancías, donde él trabajaba, estaban haciendo contratos
temporales de una semana, que normalmente iban renovando sin problema alguno.
El ponerse a trabajar duro era un primer paso para ir “limpiando” una
trayectoria que no era elogiosa en su vida, sino todo lo contrario. Alba, otra de las presentes, le sugirió al atribulado
joven que buscase sin descanso a una buena compañera con la que encontrar el
apoyo necesario para encauzar su desordenada vida por el camino siempre
necesario de la normalidad. Ella había tenido la suerte y la oportunidad de “conectar”
con una buena y equilibrada persona, con la que actualmente estaba conviviendo,
que le daba cada uno de los días la fuerza imprescindible para luchar y
abandonar esas tendencias depresivas y suicidas, que durante tanto tiempo le
habían atormentado. La fortaleza física de Modesto,
que hasta la presente había permanecido muy callado, intervino a continuación
con un planteamiento práctico, para el agobio y el pánico que le provocaba la
oscuridad a la limpiadora Ana.
“No sé si conoces que me gano la vida con el
multiservicios. Para que lo entiendas, sé hacer un poco de todo, electricidad, albañilería,
fontanería y todo eso que es necesario para reparar nuestras viviendas. En este
fin de semana me indicas donde vives y me paso por tu domicilio para mejorar el
sistema de iluminación… en lo que se pueda. Te instalo unas bombillas de luces
led que se te van a encender y apagar cuando entres o salgas de una u otra
habitación. En cuanto a tu dormitorio puedo instalar unes luces de seguridad,
que tienen un mínimo consumo, y que van a mantener una luz cálida durante toda
la noche. Y podremos dar un repaso a las ventanas, para hacer unas reparaciones
que te ayuden a enriquecer la luz natural, la mayor parte del día. Además , con
un curioso sistema de espejos, podemos aprovechar mejor la luz que te llega de
las farolas callejeras”.
Tras la práctica intervención de este trabajador
del multiservicios, que se encontraba en una fase inicial en su lucha contra el
alcohol, la coordinadora Luz María volvió a reincidir en su planteamiento
inicial: la fuerza potencial de nuestra mente para enfrentarnos a esos problemas
que tanto nos agobian y condicionan, con un arma que resulta del todo eficaz,
como principio. De nuevo repitió el esquema que todos deberíamos seguir: el asumir el problema como tal, en primer lugar. De
inmediato, acotarlo, en sus justos términos. Después,
relativizarlo en lo posible, fase muy
importante porque en la mayoría de los casos la mayoría de las personas suelen
magnificar en exceso la trascendencia o incidencia del mismo, cuando no existe
un fundamento racional para ello. Por último, comenzar a buscar soluciones, que pueden ser pequeñas e
indirectas en esa fase inicial, pero que con la consecución de algún pequeño
avance o mejoría puede facilitarnos un rédito esperanzador que nos hará mucho
bien y sustentará nuestra posterior acción sobre el conflicto. Y sobre todo,
como plataforma inteligente de acción, tratar por todos los medios de no luchar
en aislamiento, sino con la ayuda de otras personas
quienes muy probablemente no dan ese paso solidario porque desconocen la
realidad básica de nuestro problema, aquello que tanto nos aturde y nos hace
sufrir.
En esa tarde de miércoles, Luz tenía concertada una
cita médica a la que llevar a su hija pequeña que se encontraba acatarrada.
Pero los otros cinco asistentes a la terapia grupal acordaron, a su finalización,
desplazarse a una cervecería cercana, a fin de compartir juntos unos minutos de
relajada conversación para el mutuo conocimiento y la cálida proximidad en la
amistad.-
EL SALUDABLE PODER
DE LA MENTALIZACIÓN
PARA LOS ESTADOS CARENCIALES
José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la
Victoria. Málaga
27 Marzo 2020