viernes, 21 de febrero de 2020

EL COLOR Y EL AROMA INOLVIDABLE DE LAS FLORES.

Todos los sentidos y capacidades de la naturaleza humana son importantes y necesarios, para desarrollar una mejor calidad de vida. El sentido conceptual de esta frase supone una obviedad, sin embargo es necesario repetirla y aplicarla para no “olvidarla”. Y esta última palabra nos trae a la mente la imprescindible, por decisiva, facultad que nos proporciona la memoria. La persona que perdiera totalmente esta insustituible capacidad quedaría penosa y peligrosamente “huérfana”, desorientada y sin fundamentos, a fin de poder moverse y subsistir en este abigarrado mar social en el que nos hallamos insertos. En más de alguna ocasión el profesor explicaba a sus alumnos el siguiente aserto: una persona que careciera del menor dato o conocimiento histórico sería como un ser amnésico, sin ese recurso innegociable para la existencia como es la memoria.

La capacidad de recordar es una cualidad o facultad, hay que repetirlo, absolutamente imprescindible para la vida. Cierto es que no todos poseemos los mismos niveles de memoria. Ese mismo profesor del que hablamos reflexionaba acerca de ese o esos alumnos que tiene en el aula y que no trabajan lo suficiente, realidad que observaba en el trato diario de las clases, confirmada por la manifestación que hacían los padres acerca del tiempo que su hijo dedicaba al estudio en casa. Pero, por extraño que parezca, esos escolares escasamente trabajadores aprobaban bien sus ejercicios y exámenes. Incluso lo hacían con buenas calificaciones. A pesar de estar contratado el escaso tiempo que aplicaban a los libros y a los apuntes. Y ¿cuál era y es la causa de esta curiosa paradoja? En la mayoría de los casos (aunque no siempre) la explicación del éxito en estos escolares “vagos” hay que encontrarlo en esa potencialidad para la memoria (y el ejercicio de la misma) con que la naturaleza les ha dotado.

Como ocurre con cualquier otro componente de nuestro organismo, físico o mental, también nuestra memoria necesita el adiestramiento y el ejercicio continuo para su imprescindible vitalización. En caso contrario, va perdiendo eficacia y capacidad de respuesta para nuestro servicio. Una persona que apenas camina, va reduciendo progresivamente la masa muscular en sus piernas. Si no hacemos esfuerzos de potencia y peso, la correspondiente masa muscular de nuestros brazos va perdiéndose, limitándose progresivamente aquella fuerza que en algún momento necesitamos aplicar. Si nunca subimos escaleras o avanzamos por las laderas de una montaña o colina, nos “ahogaremos” con una manifiesta falta de oxígeno, cuando algún día tengamos que subir los peldaños o tramos de alguna escalera. Pues igual ocurre con nuestra mente. Si no la ejercitamos, se adocenará, día tras día, hasta quedar “bastante plana” como para resolver cuestiones de mínima o mayor envergadura. Si no entrenamos la memoria, esta facultad perderá vitalidad y eficacia para la respuesta. Con la inquietante realidad de que podemos llegar a perderla, de manera penosamente irremediable.

Hace ocho años ya, desde que unos infortunados acontecimientos produjeron un profundo cambio en la estable vida de Akia. Hasta entonces (tenía 47 años) organizaba su tiempo de una manera muy aburguesada y ociosa. En aquel momento sumaba exactamente dos décadas de un normalizado matrimonio con Nerio, unión que sin embargo no había tenido el regalo de “la cigüeña” pues, aunque visitaron diversas clínicas especializadas a lo largo de este tiempo, su infertilidad genética carecía de una factible solución médica. Aunque había estudiado la licenciatura de Biología, nunca llegó a ejercerla, tanto en la investigación como en la docencia. Su marido era un importante ejecutivo, muy buen retribuido, vinculado a una poderosa institución financiera multinacional, por lo que no tenían necesidad alguna de una entrada supletoria de capital en la familia. La vocación docente no era lo suyo y para la actividad investigativa nunca se sintió realmente animada y cualificada. Por todo ello se entregó al cuidado y organización de su hogar, al trato con las amigas, especialmente en la profundidad social de las tardes, completando el tiempo de la distracción con la práctica de la lectura y las visitas al cine, evitando perderse alguno de los principales estrenos en la multipantallas de su cosmopolita ciudad. En ocasiones acompañaba a Nerio en sus frecuentes viajes de negocios, tanto en el marco territorial nacional, como también por diversos países extranjeros.

Pero aquella noche de otoño, todo cambió para ella, de la manera más inesperada y cruel en su normalizado y supuesto equilibrio. Su marido, con la frialdad del hielo y la fuerza de la sinceridad, le confesó después de la cena que iba a ser padre. Su secretaria personal, Carol, una diplomada experta en marketing empresarial y con la que mantenía una secreta relación sentimental desde hacía casi dos años, iba a tener una niña, paternidad que ib﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ernidad que e aria personal Carol al nacional como tambiél nunca negó. Aunque superaba a la chica en veintitrés años, se sentía feliz con la ilícita relación que ambos mantenían y estaba completamente decidido a emprender una nueva vida al lado de la futura madre.

Pero con la muy importante compensación o indemnización económica que recibió de su ex marido, tras la negociación llevada a cabo por expertos abogados matrimonialistas, además del lujoso piso que hasta el momento ambos habían cohabitado, se dispuso también ella a reiniciar una existencia lastrada por el fracaso afectivo, superando con gran entereza y equilibrio la drástica infidelidad conyugal de la que había sido objeto. Su amiga de siempre, Maica fue la primera que le puso voz y proyecto a una antigua ilusión que Akia siempre había mantenido, como divertida experiencia para su nueva vida. ¿Y por qué no te embarcas, ahora que tienes todo el tiempo del mundo, en ese constante proyecto del que, en los momentos de mayor sinceridad y deseo, me confiabas? Es una aventura desde luego, pero siempre me pareció un precioso reto el intentar montar una elegante y al tiempo espectacular tienda de flores. No hay comercio más noble, virtuoso y vinculado con ese entorno natural que tanto amas, como el emplear tu tiempo en satisfacer la demanda de muchas almas sensibles y especiales, que valoran más comprar, tener o regalar una flor, sobre cualquier otro producto, por lujoso u ostentoso que éste sea o parezca”.

En apenas cuatro meses esa bien montada floristería, denominada JARDINIA, abría gozosamente sus puertas al público. Ocupaba un céntrico local, a no mucha distancia del gran monumento catedralicio de la ciudad, espacio cuyos 60 metros cuadrados de superficie útil se veía acompañado e inteligentemente ampliado por un coqueto patio interior. Desde ese lugar dotado de luz natural, el sol entraba en la zona comercial del negocio durante algunas horas del día. Además en ese patio habían instalado una pequeña fuente, que transmitía el chapoteo acústico del agua y daba frescor a los numerosos recipientes que contenían los racimos de flores, precioso material que posteriormente iba a ser expuesto en las bancadas comerciales del elegante y vegetal establecimiento.

Akia quiso desde el primer momento que Maica le acompañara en esta delicada, pero siempre ilusionada, aventura comercial, firmándole administrativamente  un contrato laboral para que entre ambas llevaran el negocio de la venta de flores. Su amiga no lo dudó un instante, abandonando el trabajo de representación que en ese tiempo desarrollaba y que no era otro que la venta domiciliaria de productos cosméticos. 

Poco a poco, pero con la tensión voluntariosa que para su sorpresa iba descubriendo en sí misma, Akia fue recuperando la estabilidad y la alegría de vivir una nueva modalidad de existencia. El negocio floral iba bastante bien (con ventas “oxigenantes” en fechas de onomásticas generalizadas, así como en Navidad, San Valentín, fiestas de final de curso y veraniegas, natalicios, bautizos, bodas, cumpleaños, también sepelios, romerías, Semana Santa, etc). Para su suerte Maica era una excelente colaboradora y amiga, pues sabía aplicar su natural “don de gentes” a la cuidada pero al tiempo variada clientela que sostenía un negocio que hacía homenaje a la sensibilidad humana. Incluso la relación con Nerio, su ex, se adornaba con el más civilizado trato relacional de dos personas que habían convivido durante más de cuatro lustros juntas. Pero el destino tiene sus leyes caprichosas, cuya comprensión y lógica escapa, en la mayoría de las ocasiones, a toda racionalidad o previsión. Y esas nubes de color gris que opacan la claridad solar no actuaban sólo en la continuada convivencia de Nerio y Carol, cuya notable diferencia de edades iba produciendo “desajustes” en el comportamiento conyugal, una vez desaparecidos los incentivos de los encuentros furtivos y traviesos que habían mantenido durante su ilícita relación afectiva. La preocupación había llegado también a la vida de Akia.

La propietaria de la floristería era aún una mujer relativamente joven, pues sus 56 años eran muy bien llevados, por un organismo corporal sin mayores problemas de funcionamiento. Con fortuna no estaba sometida a la debilidad del tabaco. Sus ingestas diarias reflejaban una alimentación normalizada (tal vez, con alguna simpática debilidad en los postres) y, aunque no practicaba el deporte de manera constante, algunos fines de semana solía caminar por entornos naturales, acompañada tanto por Maica como también por otras antiguas amigas, compañeras del colegio religioso en donde habían estudiado durante su niñez y adolescencia. ¿Cuál era entonces la naturaleza de esos problemas que comenzaron a enturbiar la serena vida de esta buena mujer?

Todo comenzó con los típicos olvidos que afectan a casi todas las personas, a medida que se van cayendo las hojas temporales del calendario. “¿Dónde he puesto las llaves, el reloj, las gafas o la tarjeta de crédito?” Más tarde, llegaron problemas con la memorización de los números de teléfonos y con el propio carnet de identidad. Dificultad para concretar las palabras con las que nombran a los alimentos usuales. Ese “lo tengo en la punta de la lengua, pero no me sale” se le hacía “demasiado” habitual. También se “borraban” en su mente los nombres de personas con las que había tratado, los títulos de las películas famosas, las fechas y las horas de las citas médicas, los cumpleaños y las onomásticas de sus familiares y amigos cercanos. Se mezclaban en ella recuerdos clarividentes de la infancia y olvidos totales de acontecimientos o hechos importantes insertos en su biografía. Cuando al fin aceptó que Makia la llevara al neurólogo, los primeros análisis reflejaron importantes “vacíos” en señalar, por ejemplo, la comida que había tomado “ayer noche” o en concretar/equivocar el día de la semana que señalaba en ese momento el almanaque. Los fallos en la orientación comenzaron también a surgir: el ubicar con acierto los barrios de la periferia o no reconocer con exactitud dónde se encontraba, de manera especial durante las horas nocturnas. Ya fue más doloroso cuando confundía a determinados familiares, aunque tuviese con ellos un trato no habitual o espaciado.

El especialista médico, tras las entrevistas y la comprobación de las diversas pruebas aportadas, como resonancias magnéticas y ecografías craneales, le prescribió un progresivo tratamiento farmacológico, a fin de  “alimentar” esa la circulación intracraneal que favoreciera la permanencia, en lo posible, de la memoria próxima. Informado de estos hechos por Maica, Nerio se prestó sin dudarlo para acompañar a su antigua compañera en las visitas médicas, consultas a las que Akia era un tanto reticente, pues no aceptaba esa situación orgánica que, aún con lentitud, le iba afectando.

Akia, junto a su amiga y colaboradora, continuaba atendiendo a su tienda de flores. Sin embargo había momentos del día en que la asistencia de clientes era muy reducida o prácticamente nula, tiempos en los que Maica sacaba de un armario algún material preparado para ayudar a la activación de la memoria. Eran ejercicios mentales que su íntima amiga aceptaba realizar como entretenimiento y saludable terapia. Entre esos ejercicios, los había simples y otros más complicados, pero todos ellos facilitaban ese ejercicio neural que si no se practica puede desvitalizar nuestro cerebro, al igual que ocurre con la masa muscular de nuestro organismo cuando no se practica ejercicio físico alguno. ¿Y cuáles eran algunos de esos ejercicios?

Por ejemplo, la lectura de textos y frases al revés (al igual cuando vemos el reverso de un cristal, en cuyo anverso está escrita una frase más o menos larga). Ejercicios simples (o más avanzados en la dificultad) de cálculo aritmético. Los bien conocidos sudokus, sopas de letras y crucigramas. La conformación correcta de las diversas piezas que contienen los puzles, con diversos grados de complejidad. El resumen de textos escritos o argumentos de películas visionadas, con los nombres de ficción de los más significados intérpretes. La expresión de recorridos callejeros, con los nombres de las vías, ayudándose de simples planos urbanos. La narración de pequeñas historias, aplicando el sugerente ejercicio de la escritura. La ordenación del contenido de las cajoneras, en los armarios de los dormitorios, en los muebles de cocina y en los aparadores de la sala de estar u oficina. La visita a museos de los más variados estilos artísticos, leyendo los textos explicativos de muchas de las obras expuestas y haciendo interpretaciones personales de algunos cuadros o composiciones escultóricas, sin estar mirando las obras en ese momento. Y así, un largo etc.

El tiempo cronológico continuaba impasible su progresivo caminar en el calendario. Y en ese recorrido iba jalonando de cambios, novedades y experiencias, la vida de todos nuestros protagonistas. Nerio se encuentra actualmente prejubilado, con una cuantiosa indemnización o compensación recibida, tras la integración de su entidad bancaria en una corporación financiera de ámbito mundial, con centro en la asiática Tokio. Preside la Asociación de antiguos miembros del banco en el que estuvo trabajando durante casi cuatro décadas. Viaja mucho, siempre acompañado por nuevas conquistas afectivas, que bien recrean su activo equilibrio lastrado por la edad. Por su parte Carol, siempre abierta al trato con personas maduras (actitud derivada de su constante y no resuelta inmadurez) mantiene una ardiente relación sentimental con un magnate del petróleo, Iraquí de nacionalidad, con mucho dinero en sus bolsillos y más años a sus espaldas. Maica ya no trabaja en Jardinia. El frustrado proceso de su atracción por Akia, en ningún momento correspondido por su amiga y dueña del establecimiento, le aconsejó experimentar nuevos aires en el quehacer diario. En la actualidad es directora de casting en una compañía que rueda spots cinematográficos para empresas de publicidad.

Jardinia sigue atendiendo las demandas florales de una muy contrastada clientela. Su directa gestión diaria es llevada por una joven gerente, llamada Abigail, cualificada persona que la aún propietaria del establecimiento conoció en una sesión de rehabilitación, cuando la vital chica acompañaba a su madre. En cuanto a Akia … tiene sus días mejores u otros más nublados, aunque su deterioro mental se ha ralentizado de manera muy esperanzadora. Su dinámico neurólogo ha encontrado un poderoso e inesperado  aliado para el tratamiento de la memoria. Los colores de la naturaleza y las fragancias en el aroma de las flores, ejercen sorprendentes y positivos resultados, para enriquecer y mantener el acerbo relacional de su paciente, plenamente ilusionada con el cuidado de las flores, ese don maravilloso a modo de maná bíblico, que la naturaleza no regala en cada uno de los días.-  


EL COLOR Y EL AROMA INOLVIDABLE 
DE LAS FLORES



José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
21 Febrero 2020
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

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