En nuestra vida relacional solemos encontrarnos,
para nuestra suerte, con magníficos profesionales que desarrollan su actividad
en los distintos sectores que articulan la estructura económica y social. Hay
ocasiones en las que podemos dialogar más íntimamente con estas personas, lo
que nos permite conocer un poco más acerca de sus vidas, humanizando con ello
el ejercicio de su actividad. En estas charlas ocasionales puede surgir (cada
vez sucede con más frecuencia esta situación) un aspecto que nos resulta
sorpresivo y que en modo alguno sospechábamos antes de iniciar esa proximidad
social ¿Y cuál es ese “secreto” que se nos aparece como inesperado, para
lo que en principio creíamos suponer?
Un buen camarero de bar, ese diligente
administrativo de una entidad bancaria, aquel diestro guitarrista o ese otro
policía que vela, día tras día, por nuestra seguridad, acaban sincerándose en
la conversación y nos confiesan, para nuestra sorpresa, que aquella vocación
inicial, los estudios que han cursado durante años e incluso la titulación que atesoran en su currículum
personal, no tiene nada que ver con la profesión que, en la actualidad (o desde
hace años) están desempeñando con reconocida e indudable eficacia. Nuestros
interlocutores reconocen que los azares o las circunstancias en sus vidas provocaron
que en un momento concreto cambiaran “drástica” o
coherentemente de profesión. En general manifiestan que la nueva senda
laboral que, con más o menos libertad, escogieron, supuso un cambio positivo en
sus existencias, aunque también hay casos en que estos profesionales recuerdan
con añoranza esa primera línea vocacional cuyo destino decidieron un día
modificar, a causa de esos vaivenes que nos provoca la suerte, la oportunidad o
la necesidad personal en la trayectoria vital que cada uno de los días tenemos
que construir.
Laria (Candelaria) Lilla Moral, al igual que su hermano mayor Eladio, gozaron del privilegio de recibir una
esmerada formación educativa, durante los años escolares de la infancia y la
adolescencia. Eran los hijos de un responsable y esforzado profesional de la
enfermería, Irineo, persona de modesto origen,
que pudo culminar sus estudio de A.T.S. y montar, antes de su matrimonio con Gertrudis, una pequeña pero muy bien valorada
clínica, en un pueblo serrano situado a no muchos kilómetros de la capital
cordobesa. Y es que este muy apreciado por sus convecinos buen “practicante”
ejercía con eficacia esas curas de mayor o menor urgencia que cada día surgían
entre la ciudadanía de esa tranquila localidad: poniendo los inyectables que
los médicos recetaban, vacunando a niños y mayores para proteger la salud con
la prevención sanitaria, curando las heridas, enyesando fracturas óseas o
realizando pequeñas intervenciones bucales o de otro orden, debido a su
habilidad y cualificada destreza en el oficio sanitario.
Tras pagar con esfuerzo responsable instituciones
educativas de reconocido prestigio para la escolaridad de sus hijos en la
capital de los califas, albergaba la profunda ilusión de que aquéllos
continuaran su formación en los claustros universitarios, pues no deseaba otro
destino para ambos de que alcanzaran la categoría profesional de buenos
especialistas en el ejercicio de la medicina, objetivo que él sólo pudo llegar
a desarrollar desde la plataforma complementaria de Ayudante
Técnico Sanitario. Con respecto a su hijo Eladio solo tuvo
satisfacciones personales, ante el espléndido rendimiento que el chico obtenía
en sus estudios. Resultó éste ser un vocacional de la práctica médica y hoy día
es un prestigioso urólogo, que presta sus servicios tanto en la sanidad
pública, como en la medicina privada, pues es copropietario de una clínica
montada con otros compañeros de especialidad, que atiende a pacientes asegurados
en diversas compañías o que acuden a consulta libre para tratar sus dolencias.
Pero con relación a Laria, la respuesta de la joven era bien diferente a la que
ofrecía su hermano de sangre.
No es que esta chica fuera una estudiante sin
voluntad o capacidad para el esfuerzo. El gran problema que Irineo encontró en
su hija fue que ésta nunca tuvo clara su proyección profesional. A Laria le
gustaba mucho el arte, su capacidad para el dibujo era también notable, pero se
veía condicionada por un padre que priorizaba su
egoísmo personal sobre la voluntad de sus hijos.
Aun así la joven se matriculó en la Facultad de Medicina, claramente
influenciada por don Irineo quien “necesitaba” compensar su frustración o ambición profesional a través de sus hijos. Craso
error el que cometía el “modélico” y admirado practicante, pues unos hijos
obedientes y cariñosos suelen valorar más la sonrisa feliz de un padre, que
verlo triste o enfadado por llevar la contraria a un progenitor que lo ha dado
todo por ellos.
A partir de 2º de facultad, el rendimiento académico
de Laria sufrió un retroceso preocupante. Comenzó a dejar materias para
septiembre, las prácticas de anatomía suponían para ella un verdadero
“tormento” porque difícilmente se habituaba a la necesidad ineludible de
trabajar sobre un cuerpo humano. Atravesó momentos de crisis ante el camino formativo
que estaba recorriendo sopesando, día y noche, en romper con una línea
profesional que no solo le insatisfacía, sino que
además le producía una profunda depresión íntima que iba hacia un visceral
rechazo. Su madre, doña Gertrudis le escuchaba y comprendía, pero le pedía que
tuviese paciencia, pues con el tiempo apreciaría y valoraría mejor esa
importante dedicación social que cuida y sana a las personas frente al drama y
realidad de la enfermedad y el deterioro físico.
Con veintiún años cumplidos, la situación de Laria
llegó a un punto de bloqueo y grave crisis psicológica.
Comenzó a ser preocupante su rechazo a la ingestión del necesario alimento,
pues se veía desfavorecida ante el espejo cuando creía apreciar un físico con
demasiados gramos de más. Mientras menos comía más inapetencia ofrecía ante los
platos que con dedicación le elaboraba su madre para su nutrición, incrementándose
un grave adelgazamiento en su cuerpo al paso de los días. El inquietante
problema en el comportamiento anoréxico del miembro más joven de la familia
estaba presente en el corazón de unos padres y hermano que tuvieron que actuar
con presteza, a fin de evitar la llegada a una situación de no retorno. Sus
padres la llevaron a más de un especialista en psicología, tratamientos prescritos
que, aun con lentitud, lograron hacerle mejorar. Por supuesto que sus ruptura
con los estudios de medicina era, desde hacía tiempo, total y absoluta.
Laria buscaba el disfrute y el sosiego recorriendo
las calles, plazas y rincones de su localidad. Se detenía especialmente delante
de los comercios, en cuyos escaparates algo interior le decía que no estaban
bien organizados o diseñados a fin de motivar la venta de los numerosos
artículos expuestos. Era como una “traviesa” manía que le impulsaba a llevar
consigo su libreta de los dibujos, en cuyas hojas tomaba apuntes o notas de
esos expositores con los que, después en casa, dibujaba
unos diseños innovadores. Estas prácticas de dibujo y composición le
distraían y le animaban a seguir mejorando en sus traumas psicológicos.
Sin embargo, la obsesiva
mente de don Irineo era bien tozuda. Su cabezonería era manifiesta. Continuaba
en sus “trece”, insistiendo en que su hija no debía apartarse de los estudios o
prácticas médicas. Aún con el tratamiento sin finalizar, la joven se vio
“obligada” a desplazarse cada día a la clínica de su padre, a fin de ayudar a
éste en sus prácticas curativas. Pero tras unos tres o cuatro intentos,
desistió de volver a hacerlo, provocando un profundo enfado en el carácter de
don Irineo el cual, con evidente disgusto,
tuvo que ceder ante las “amenazas” de su hija de volver a sus
comportamientos anoréxicos. Con profundo e irracional dolor se vio obligado a
dejarla “por imposible”, centrando sus satisfacciones en la persona de su hijo
Eladio. Sin embargo Gertrudis, aplicando mayor sentido común que su testarudo
esposo, tuvo el buen gesto de pagarle a su hija la matrícula en un curso on line,
para avanzar en la destreza del diseño digital. A pesar de la ilusión por el
nuevo aprendizaje, persistía en la chica el gusto de ir por los escaparates y
tiendas de la localidad, a fin de tomar esos apuntes con los que después
elaboraba inteligentes y creativos diseños que, según su opinión, mejoraría la
motivación de los clientes a la hora de decirse a realizar sus compras en los
diferentes establecimientos.
Pasaron los meses y la situación familiar parecía
más calmada. La principal novedad en el grupo familiar fue que Eladio se había independizado y con su novia Licia hacían planes para un futuro matrimonio. No
mucho tiempo después se produjo el enlace matrimonial entre la ilusionada
pareja, a cuyo hogar pronto llegaría un robusto retoño que alegró sobremanera
la rutina diaria de sus padres y abuelos. En el caso de Laria la joven seguía
en el domicilio familiar, aunque su intención era seguir la senda que su
hermano había emprendido para ir construyendo su propia existencia sin los
inevitables condicionantes de sus progenitores. Cierto día se desplazó a la
capital de la Mezquita, para ver a unas amigas y hacer algunas compras. Se acercaba la primavera y quería ir mirando
alguna ropa para renovar su ropero. Era obligado pasar por esos grandes
almacenes en donde la nueva estación siempre suele “adelantarse” con respecto
al calendario marcado por los diplomados en meteorología. La Primavera “ya
había llegado” al Corte Inglés, aunque el almanaque marcaba los primeros días
de marzo.
Siempre con su pequeña carpeta debajo del brazo, estuvo observando los numerosos expositores de
productos en las distintas secciones del gran almacén. También lo hizo en los
escaparates externos, aquéllos que miran hacia la calle por donde circulan
numerosos transeúntes. Con su personal sentido del diseño, discrepaba con
frecuencia de la ubicación y motivación de los más variados artículos,
dibujando unos croquis y anotaciones en su bien utilizada libreta, fuera con respecto
a la ropa joven o con el atuendo de las señoras de más edad, en la zona de
perfumería y joyería, aunque de manera especial también se entretuvo un buen
rato en la sección de ropa infantil y en la zona dedicada para juguetes y
artículos deportivos. Tras compartir el almuerzo con dos de sus mejores y
antiguas amigas del colegio, tomó el bus de las 18:30, línea que jocosamente
era conocido entre los usuarios como el “bus correo” pues, partiendo de la
estación central cordobesa, el vehículo iba recorriendo y parando en todos pueblos,
grandes y pequeños, que jalonaban la provincia califal.
Aquella misma noche se fue a la cama a altas horas
de la madrugada, pues estuvo trabajando con estos diseños una y otra vez sin
temor al cansancio. Al día siguiente, por la tarde, estaba citada con Nesio Palanca (Nemesio) a las seis, para dar juntos
una vuelta por los lugares más céntricos. Este joven policía local llevaba
saliendo con la hija de Irineo desde hacía medio año, amistad afectiva que le
hacía mucho bien a la inestable joven, por lo que este noviazgo era bien visto
y aplaudido por los padres de Laria. Tras la merienda de cafés y hojaldres que
saborearon, el apuesto y barbudo joven recibió de su amada una carpeta llena de
diseños que le dejaron maravillado.
“Yo no entiendo mucho de diseños,
Lari, pero me parece que haces unos esquemas magníficos. Eres una artista como
dibujante y sabes combinar muy bien los colores. Te aseguro “mi niña” que si yo
pasara por un comercio y viera estas presentaciones, sería muy difícil que no
entrase a comprar algo de lo que allí estuviera expuesto. Déjamelos un par de
días, que se los quiero mostrar a mi madre. Ella de joven dibujaba muy bien.
Seguro que le van a gustar. Así valorará mucho más todas esas virtudes que yo
veo en ti. Mañana tengo guardia el día completo, pero el sábado libro. Podemos
salir un poco al campo, que la naturaleza y el contacto con los árboles y las
plantas te hace mucho bien”.
En realidad Nesio tenía previsto desarrollar una
idea que le bullía en la mente desde hacía algunas semanas. Al día siguiente,
con la carpeta de Laria bajo el brazo, se presentó en las oficinas del centro
comercial en donde su novia había tomado los apuntes. En el departamento de
publicidad le atendieron con especial amabilidad y quedaron interesados en estudiar
los dibujos, a fin de darle una respuesta en el más corto tiempo posible. Así
ocurrió, porque en la semana siguiente se recibió una llamada en el domicilio
de Laria, indicando a la joven la hora en que quedaba citada para mantener una
entrevista laboral. En ese momento ella era ya consciente del paso que había
dado su pareja, visitando ese famoso gran almacén de la ciudad, para mostrar el
material elaborado. En dicha entrevista. Tras plantear a la chica un completo
“interrogatorio” le ofrecieron una colaboración con el
departamento de publicidad, con un contrato eventual de trabajo de seis
meses de duración que podría ser renovado. El departamento técnico
correspondiente había quedado gratamente asombrado con las ideas y diseños
innovadores que, con proverbial maestría, había elaborado una joven aficionada
al diseño escaparatista. Valoraban de manera especial esa espontaneidad
creativa que sin duda tenía en su capacidad mental y estética.
En la actualidad, Laria Lilla es una experta diseñadora de escaparates y expositores interiores.
Está felizmente unida en pareja con Nesio Palanca y aunque aún no tienen hijos
no descartan esta importante proyección vital para sus respectivas existencias.
Su madre Gertrudis es feliz viendo el equilibrio psicosomático que al fin su
hija ha conseguido. En cuanto a Irineo, el buen practicante y obsesivo padre
está ya jubilado. Entre otras aficiones se dedica a la práctica del senderismo
(se encuentra firmemente integrado en un famoso grupo montañero). Además
atiende, durante dos días a la semana, a varias organizaciones caritativas con
curas de primeras urgencias, protagonizando también interesantes cursos de
primeros auxilios a muchas personas interesadas.
Laria ahora es feliz.
Gozando de un contrato laboral, ya indefinido, es valorada en el grupo
comercial donde trabaja, debido a la responsabilidad y calidad que imprime a su
trabajo cotidiano. Incluso recibió desde la dirección general una mención “bien
gratificada” por uno de sus últimos logros comerciales. ¿En que consistió esa
intervención comercial? El departamento central de compras había adquirido una partida numerosa de GPS para automóviles,
elaborados en Singapur y a un excelente precio. Fueron repartidos entre todos
los centros comerciales de la empresa, repartidos por la geografía nacional,
así como también ofertados on line en la página web oficial del grupo. Pero los
GPS no tenían una salida fácil en la aceptación de la potencial clientela. Ante
la escasa venta del producto y dado el gran volumen de la partida que se había
comprado, recurrieron a Laria.
La cualificada técnico publicitaria recurrió a una
doble vía para implementar el producto. Por una parte contrató, con las dos
cadenas radiofónicas que alcanzaban la mayor audiencia, unas cuñas
escenificadas en las que hablaban conductores preocupados/angustiados por haber
perdido el itinerario correcto en el desplazamiento (la publicidad radiofónica
es más económica que la televisiva). A continuación se modificó la oferta económica del producto con un precio muy
cercano al dumping en relación con la competencia. La otra vía fue dedicar un
escaparate y un gran expositor interior, en cada uno de las filiales del grupo
ubicados en las distintas localidades, con unos monitores de leds donde se
visionaba la escenificación radiofónica realizada por actores jóvenes y
veteranos. La publicidad ofertada se incrementaba vinculando la compra del GPS
con un regalo atrayente, entre tres productos ofertados a elegir: unas bien
diseñadas jarapas para los asientos, unos embellecedores (de plástico) para las
ruedas o una útil bolsa de lona para colgar en el maletero, con numerosos
habitáculos de distintos tamaños. La partida de GPS se agotó en una semana y
media. Tal fue el impacto de la venta que el departamento de compra encargó un
segundo envío al grupo asiático fabricante.
Esta historia nos ayuda a tomar conciencia acerca
de los errores que, aun con la mejor voluntad, cometen numerosos progenitores,
condicionando de forma extrema y perjudicial la libertad de sus hijos para elegir
el futuro profesional que algún día habrán de desempeñar. Especialmente es
grave esta situación cuando en la mayoría de las ocasiones ese insistente
condicionamiento obedece a determinadas frustraciones y fracasos que los padres
no han superado en su desarrollo profesional, tratando con manifiesto egoísmo
de verlos compensados en las personas de sus descendientes. Don Irineo no pudo
ejercer como doctor en medicina, aunque fue un excelente profesional como
Ayudante Técnico Sanitario. Su hijo Eladio fue un cualificado médico
especialista en urología. Finalmente, la buena de Laria supo “resistir” la
influencia paternal, para llegar a ser feliz trabajando en lo que
vocacionalmente le gustaba. Ella y Nesio tienen la firme convicción de que
aquellos hijos que “puedan venir” tendrán el mejor consejo y comprensión de sus
padres, a fin de puedan elegir el personal y mejor camino que, con absoluta
libertad, deseen emprender.-
LARIA Y EL MEJOR CAMINO PARA SU REALIZACIÓN Y SATISFACCIÓN
PERSONAL
José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la
Victoria. Málaga
13 Diciembre
2019
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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