viernes, 5 de julio de 2019

DOS AMIGAS, UNIDAS EN EL SUBLIME ARGUMENTO DE LA SINCERIDAD.


Hay hermosas y emblemáticas palabras, sublimes vocablos o conceptos que, de forma lamentable, van quedando desvirtuados en su real significación a causa del mal uso o manipulación que se realiza de los mismos, en el comportamiento cotidiano y banal de las personas. Se pueden aportar numerosos ejemplos de esta malévola desvirtuación conceptual: libertad, justicia, sinceridad, caridad, paz… No en balde se aplican en ocasiones, con interesada falacia, para justifican fines que no responden, en absoluto, a la bondad nuclear del significado.

Y en la base de este relato, un nuevo concepto aflora, como valor incuestionable, siempre que su uso sea el correcto para enriquecer a todos aquellos que bien lo protagonizan. La importancia que para nuestras vidas supone ese don o tesoro infinito que entendemos como la amistad. Difícilmente puede ponerse en tela de juicio su trascendente importancia para la modestia real de nuestras vidas. Bien usada y aplicada, la amistad sustenta nuestras existencias y abre las puertas para expulsar a esa egoísta individualidad que tanto daño hace para empequeñecernos y ensombrecer nuestra corta trayectoria por este confuso mundo de intereses sin causa. ¿Y por qué los humanos fallamos tanto en ese escuchar, compartir y dar que exige la amistad?  Aquí aparecen los variados y aguerridos “enemigos” de este enorme e insustituible valor para nuestras vidas: los egos, las envidias, los rencores, la falta de diálogo, la materialidad como religión, las prisas, la falta de generosidad, la “sordera” espiritual, la rutina relacional, todas esas ventanas que se convierten en espejos cerrados limitando drásticamente el espacio focal, el estrés como pandemia … y nuestra propia debilidad como seres imperfectos e irrelevantes. Son muchos los enemigos de la verdadera amistad ¡qué duda cabe! Pero en muchas, en muchas ocasiones, esos adversarios de tan noble actitud ante la vida quedan eclipsados y la verdadera amistad germina con fuerza en ese jardín donde todas las flores son importantes, con su aroma, forma y color, para justificar y sustentar la alegría en un mar de sonrisas.

Se conocieron a las aulas juveniles de un instituto de educación secundaria, cuando ambas eran compañeras en un grupo de Humanidades y Ciencias Sociales de 1º de bachillerato. Ya habían cumplido los 16 años de vida y, aunque residían en el mismo barrio, no habían tenido relación alguna hasta ese vínculo administrativo y educativo de la escolaridad.

DELIA tiene un hermano, cuatro años menor que ella, el cual cursa 1º de la ESO en el mismo centro público que su hermana. Morena de pelo y con los ojos celestes, no posee una elevada estatura aunque su cuerpo mantiene una agradable y ágil delgadez. Su padre, Mario, trabaja en una importante y conocida inmobiliaria, como perito tasador de viviendas y locales comerciales. En la abrumada y muy competitiva época de la “burbuja del ladrillo” este licenciado en empresariales fue cayendo, sin tomar verdadera conciencia de la gravedad de su enfermiza dependencia, en el círculo vicioso de las sustancias estupefacientes, hasta llegar al consumo de drogas de un elevado coste, en función del estrés existencial en el que se veía sumido. Comenzó a realizar pequeños hurtos en su propia sucursal, hasta sustraer importante cantidades, de la forma más ambiciosa y descontroladamente enloquecida. Como no podía ser de otra manera, sus fechorías, producto de sus adicciones y debilidades, fueron descubiertas. Despedido de la empresa, paralelamente había sido denunciado a la policía, con acusaciones que le llevaron ante un tribunal. Le “cayeron” 4 años y dos meses de prisión, de los que, en este momento, lleva cumplidos diez meses. 

Esta muy dura realidad ha desestabilizado a un grupo familiar que, en un corto período de tiempo, ha pasado de protagonizar una existencia cómodamente normalizada a verse sumidos en la pobreza anímica y material más lacerante. Obviamente los padres de Nora (la madre de Delia) se prestaron, a pesar de sus no abundantes recursos (viven de una pensión de jubilación, básicamente modesta) con generosidad y esfuerzo en ayudar a la familia de su única hija y los dos nietos adolescentes. De todas formas, había que afrontar una severa multa y las exigencias materiales propias de una vida diaria, por lo que Nora ha retomado su antigua profesión de camarera de hotel, precisamente el mismo establecimiento en donde hace dos décadas conoció a Mario, como asiduo cliente. Esta aún joven mujer ha de cumplir un amplio horario de trabajo en ese hotel que no se encuentra cercano a su domicilio, pues lo tiene situado a unos 12 kms desde el centro de la ciudad donde reside. Y se muestra agradecida a la actitud del actual director, Mr Richard Perkins, quien fue muy comprensivo acerca del drama que le ha sobrevenido a esta “pobre” familia. Realmente la antigua amistad de Nora con el padre de este cualificado profesional del turismo (persona ya jubilada, quien también fue director del mismo establecimiento) facilitó esta rápida y “oxigenante” opción laboral.

Para la joven Delia, el pasar de tener un padre ciertamente “idolatrado” a verle tan degradado social y familiarmente, fue también un golpe durísimo que hizo bastante mella en su autoestima y equilibrio personal. Son numerosos los momentos en que se encierra en sí misma, quedándose al margen de un entorno difícil para el entendimiento de los errores humanos, para llorar amargamente por una suerte que en estos tiempos la percibe y sufre tan adversa.

CELESTE es la mejor amiga de Delia. Ambas tienen la misma edad, sin embargo el carácter de Celeste siempre ha sido (y más en estas complicadas circunstancias) más alegre y desenfadado que el de su amiga íntima y de curso. Es hija única de un importante empresario de la construcción, mientras que su madre, graduada en la Facultad de Ciencias de la Salud, trabaja en un centro de rehabilitación y fisioterapia. Las dos adolescentes intimaron con mayor proximidad a consecuencia de un trabajo grupal que tenían que realizar vinculado a la materia de Lengua y Literatura Hispánica. Se trataba de un ejercicio recopilatorio y reflexivo acerca del tratamiento dado por la industria cinematográfica a la figura de Don Quijote de la Mancha, “dibujada” por el “inmortal” creador literario, D. Miguel de Cervantes, hace ya más de cuatro siglos. Juntas visionaron bastantes películas sobre esta divertida, reflexiva e instructiva temática, recopilando a través de las redes informáticas, sin descuidar esas obras bibliográficas especializadas, una abundante información que posteriormente tuvieron que sintetizar y organizar a fin de poner en común sus aportaciones, en lo que fue un buen calificado trabajo de clase.

Una de esas tardes de estudio, en el domicilio de Celeste, su amiga Delia se derrumbó emocionalmente, condicionada por la tensión que soportaba en su hogar. El dinámico carácter, infantilmente inquisitivo, de su compañera logró ir sacando una sincera y convincente información acercas de los motivos que originaban las lágrimas de su íntima amiga.

“Mi familia funcionaba bastante bien. El ambiente en mi casa era el de una familia normal. Sobresalía la figura de mi padre, siempre demasiado ocupado con su trabajo pero con éxitos evidentes, pues nada necesario nos faltaba. Mi madre se entretenía en muchas de las tardes con sus antiguas amigas de colegio, además de ocuparse de todo lo relativo a la casa. A mi padre yo lo tenía algo idolatrado, en un pedestal de los valores a los que algún día te apetecería llegar. Y sin saber como, todo se me ha venido al suelo, cuando descubres la verdadera realidad en que estaba asentada una “modélica” familia. Aparece esa pesadilla que te deja caer en el vacío, sin haberla previsto y sin explicarte como los ídolos pueden ser también de barro, expuestos a la fuerza destructora del tiempo que en pocos minutos los convierten en esa arena que no has sabido ver. Todo ha sido, aún lo es, una horrible pesadilla. Trabajo, competitividad, excitación, drogas, dependencia, gastos, hurtos, descubrimiento, denuncias, despido, juicio reconocimiento de culpa, condena y esa humillación social que con mayor o menor intensidad percibes, sintiéndote señalada por una sociedad que tiene mucho de hipócrita y cínica, con esas miradas y sonrisas que te dejan “aplanada” y tantas veces sin fuerzas. 

Todo ha sido muy duro. Muchas de mis antiguas amigas se han ido retirando, con más o menos brusquedad, de mi persona, a medida que se conocían los escandalosos hechos por la prensa y el “boca a boca”. Parece que muchos padres no veían con buenos ojos que sus hijos e hijas se relacionaran con la hija de un hombre preso, convicto de robo y dependiente de sustancias narcóticas. Dejaron de invitarme a sus fiestas de cumples y santos, porque en las familias “bien” cuidan mucho sus formas. Es como si mi presencia les molestara. Ha sido todo muy doloroso. ¡Que culpa tenía yo de los errores humanos que hubiera cometido el hombre que me trajo al mundo. Pero así funciona esto y poco puedes hacer para evitarlo. Es esa suerte que, con crueldad, se nos torna adversa. Un día aguantas y disimulas. Otro, también lo intentas. Pero hay momentos en que te fallan y faltan las fuerzas. De todas las formas, agradezco en el alma la actitud que estás teniendo conmigo. Eres para mi como un regalo del cielo. Un ángel, sin duda.

Fue muy emocionante y triste la primera vez que mi madre, mi hermano y yo fuimos a visitarlo a la prisión, tras llevar en la misma un mes y medio privado de libertad. También él, aunque intentó ser fuerte, se derrumbó emocionalmente. Pero nos hizo prometer que había que sacar “el barco familiar” adelante. Evitar que se fuera definitivamente a pique. Todos teníamos que esforzarnos en colaborar a fin de “seguir navegando” por la vida, por injusto que fuera el trato que se nos estaba deparando.” 

Tras esta larga y transparente declaración, Celeste piensa que también ella debe aportar, a esa franca conversación que ambas mantienen, el valor de su sinceridad. Y, de manera inesperada, relata a su compañera la verdadera realidad de su propia familia.

“Delia, no debes sentirte tan humillada y señalada, por grave que sean estos motivos que me has confiado. Te aseguro que en todas las familias hay y quedan “habitaciones por barrer”. No tienes por qué avergonzarte por unos hechos, desde luego muy dolorosos, de los que no eres en absoluto culpable. Por muy cercano que esté de ti (lo entiendo, es tu padre) son cosas feas o malas en las que él, sólo él es el responsablen ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽yan sucedido. Te voy a contaras feas o malas en las que ue no eres en absoluto culpable. Son cosas feas o malas que otél  de que hayan sucedido. Yo también te voy a confiar algunas intimidades, para que veas que las cosas no son tal y como las vemos. En modo alguno debemos juzgar a nadie, sin analizarnos a nosotros mismos. Te voy a contar algo de mi familia, tan maravillosa como tu la puedes ver y envidiar desde afuera. La realidad es un poco o un mucho diferente de cómo se nos presenta ante los ojos de los demás.

Mi madre, esa señora tan perfecta y equilibrada como tu la ves, yo sé que tiene “un lío” con unos de los socios de la constructora de mi padre. Ella piensa que yo no me doy cuenta de muchos detalles, pero escucho conversaciones, hago como que no me doy cuenta de no pocas riñas entre ellos, veo mensajes en el móvil… todo ello me hace ir atando cabos que demuestran claramente lo que te estoy confiando.

En cuanto a mi padre ¡el colmo de la perfección! son muchas las noches que no duerme en casa. Y no es porque esté de viaje, resolviendo asuntos importantísimos. Hay día (no tengo un sueño excesivamente pesado) en que vuelve de madrugada. A juzgar por sus movimientos, probablemente bebido. Estoy segura, por esas frases en las discusiones que mantienen y por haber escuchado a mi madre hablar por teléfono, de que mi señor padre también tiene sus asuntos y aventuras por esos mundos de Dios. Así que ya ves, en todas partes “cuecen habas” dicho célebre que un día nos explicó nuestra "profe" de literatura”.

Así continuó la amistad entre estas dos jóvenes, muy próximas en el afecto y en la confianza mutua.

Precisamente el mismo día de abril, el 6, coincidían las dos celebraciones que tanto anhelaba Celeste. No sólo era la fecha de su santoral, sino que también cumplía los 18 años, con la mayoría de edad correspondiente. Sus padres, Elisardo y Blanca, prepararon para la tan significada efemérides una gran fiesta, en la que habían sido invitados los familiares, amigos, allegados y compañeros de su única hija. Aunque socialmente se les podía considerar como “nuevos ricos” el dinero que con la habilidad que le caracterizaba ganaba en emprendedor constructor, hizo que muchas familias “bien” se sientiesen halagadas al haber sido invitadas para el acto (almuerzo, regalos y bailes) que se celebraría en un conocido cortijo del Puerto de la Torre, denominado “El Cencerro”. Después de enumerar a su hija las muy acomodadas familias que habían confirmado su presencia, le comentó con sumo cuidado y razonamiento una advertencia que no fue bien recibida por Celeste.

“Por si tienes previsto invitarla, no me parece bien que aparezca tu amiga Delia por la fiesta. El escándalo que protagonizó su padre ha sido muy conocido. Nunca he entendido como te vas paseando por ahí con la hija de un hombre preso y además cocainómano. Ha robado a manos llenas a los clientes que entregaban su dinero para formar una cooperativa, quedándose con esos capitales para pagar sus vicios y debilidades.”

Ese esperado día llegó a las vidas de de la familia Coronilla del Pulgar. El restaurante mesón El Cencerro estaba literalmente atestado de decenas y más decenas de personas, que lucían sus mejores galas para el entrañable y suntuoso evento. Siguiendo las puntuales indicaciones que le había hecho su madre, Celeste no pudo invitar a Delia. Cumplió dócilmento su papel social atendiendo a los invitados que iban llegando para el almuerzo, haciéndose la foto con cada uno de esos casi 140 invitados, recibiendo los correspondientes regalos aunque algunos prefirieron entregárselos antes de que se iniciara el gran baile. La celebración fue siguiendo todo el programado protocolo, organizado por una empresa especializada en estos actos festivos. Una vez que la gran tarta fue repartida entre todas las mesas instaladas bajo tres gigantescas carpas y cuando los músicos estaban dispuestos ya para iniciar el gran baile (otro de los incentivos era un delicioso baño, en una gran piscina climatizada que el complejo poseía) Celeste, gran aficionada a los dulces, comentó a sus padres que iba a los lavabos, pues temía haberse atiborrado con las porciones consumidas del gran dulce pastel.

Pasaron los minutos y la joven celebrante no volvía a la mesa presidencial de la fiesta. Blanca, algo extrañada fue a buscarla, temiendo que le hubiese dado algún tipo de indisgestión. En ese momento el gerente del restaurante se le acercó comentándole “Sra. Su hija Celeste ha entregado este sobre al jefe de los camareros, indicándole que en unos minutos volvería. Que tenía que atender una cuestión urgente e inesperada”. Con una mezcla de extrañeza y nerviosismo, la bien enjoyada señora rasgó el sobre, extrayendo del mismo una hoja blanca manuscrita, que leyó con suma e indignada rapidez.  

“Papá y mamá. Os agradezco sinceramente la gran fiesta que habéis organizado para celebrar mis 18 abriles, nunca mejor dicho. Ya soy mayor de edad y debo ir tomando mis propias decisiones. Y la primera que voy a adoptar es continuar la 2ª parte de la fiesta junto a mi mejor amiga, Delia. Ella no tiene en modo alguno culpa de las amargas y dolorosas circunstancias en las que se ve implicado su padre, persona que está pagando a la sociedad el castigo impuesto por el tribunal de justicia que le ha juzgado. He cumplido con mi rol o papel social en la primera parte de la celebración, pero ahora quiero compartir el resto de la tarde con una excelente amiga, a quien no se me ha autorizado invitar, una gran y encantadora persona que cree y confía plenamente en mí. Con el deseo de que disfrutéis con plenitud del resto de la fiesta, dos besos. Celeste”.

Habían quedado citadas para pasar juntas el resto del día, junto a ese roquedo que se abriga de mar. El lugar elegido era un romántico entorno, en donde la naturaleza se muestra servilmente hospitalaria para todos aquellos que la quieren visitar y cuidar. Y a lo largo de aquella tarde, que pronto se vistió con la magia nocturna bajo el azul estrellado sobre la placidez mediterránea, los ojos y los sentimientos de ambas amigas se refugiaron y miraron con ese cálido cariño que sustenta la irresistible atracción. Fue Celeste quien rompió el acústico silencio tañido por las aguas del mar, pronunciando una frase que Delia nunca olvidará. Con las palabras de su mirada, exponía los sentimientos afectivos que la embargaban y vitalizaban. Delia respondió a tan inmenso regalo con una tierna sonrisa, mientras que por su rostro surcaba un río inmaculado de lágrimas y sentimientos recíprocos. Aquella fue la primera de las noches, de entre todas las noches, en las vidas de dos jóvenes mujeres unidas en el verdadero cariño. El destino, junto esa naturaleza que nos determina y reconduce, ha querido dibujar, en el lienzo siempre inacabado de dos vidas, la irrenunciable comprensión, necesidad y amor que las vinculará y unirá de por siempre. En los días y en las horas, de sus vidas ilusionadas.-



DOS AMIGAS, UNIDAS
EN EL SUBLIME ARGUMENTO
DE LA SINCERIDAD



José L. Casado Toro  (viernes, 05 JULIO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga




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