Hay hermosas y emblemáticas palabras, sublimes vocablos o conceptos que, de forma
lamentable, van quedando desvirtuados en su real significación a causa del mal
uso o manipulación que se realiza de los mismos, en el comportamiento cotidiano
y banal de las personas. Se pueden aportar numerosos ejemplos de esta malévola
desvirtuación conceptual: libertad, justicia,
sinceridad, caridad, paz… No en balde se aplican en ocasiones, con
interesada falacia, para justifican fines que no responden, en absoluto, a la
bondad nuclear del significado.
Y en la base de este relato, un nuevo concepto
aflora, como valor incuestionable, siempre que su uso sea el correcto para
enriquecer a todos aquellos que bien lo protagonizan. La importancia que para
nuestras vidas supone ese don o tesoro infinito que entendemos como la amistad. Difícilmente puede ponerse en tela de juicio
su trascendente importancia para la modestia real de nuestras vidas. Bien usada
y aplicada, la amistad sustenta nuestras existencias y abre las puertas para
expulsar a esa egoísta individualidad que tanto daño hace para empequeñecernos
y ensombrecer nuestra corta trayectoria por este confuso mundo de intereses sin
causa. ¿Y por qué los humanos fallamos tanto en ese escuchar, compartir y dar
que exige la amistad? Aquí aparecen los variados
y aguerridos “enemigos” de este enorme e insustituible valor para nuestras
vidas: los egos, las envidias, los rencores, la falta de diálogo, la
materialidad como religión, las prisas, la falta de generosidad, la “sordera”
espiritual, la rutina relacional, todas esas ventanas que se convierten en
espejos cerrados limitando drásticamente el espacio focal, el estrés como
pandemia … y nuestra propia debilidad como seres imperfectos e irrelevantes.
Son muchos los enemigos de la verdadera amistad ¡qué duda cabe! Pero en muchas,
en muchas ocasiones, esos adversarios de tan noble actitud ante la vida quedan
eclipsados y la verdadera amistad germina con fuerza en ese jardín donde todas
las flores son importantes, con su aroma, forma y color, para justificar y
sustentar la alegría en un mar de sonrisas.
Se conocieron a las aulas juveniles de un instituto
de educación secundaria, cuando ambas eran compañeras en un grupo de
Humanidades y Ciencias Sociales de 1º de bachillerato. Ya habían cumplido los
16 años de vida y, aunque residían en el mismo barrio, no habían tenido
relación alguna hasta ese vínculo administrativo y educativo de la escolaridad.
DELIA tiene un
hermano, cuatro años menor que ella, el cual cursa 1º de la ESO en el mismo
centro público que su hermana. Morena de pelo y con los ojos celestes, no posee
una elevada estatura aunque su cuerpo mantiene una agradable y ágil delgadez.
Su padre, Mario, trabaja en una importante y
conocida inmobiliaria, como perito tasador de viviendas y locales comerciales.
En la abrumada y muy competitiva época de la “burbuja del ladrillo” este
licenciado en empresariales fue cayendo, sin tomar verdadera conciencia de la
gravedad de su enfermiza dependencia, en el círculo vicioso de las sustancias
estupefacientes, hasta llegar al consumo de drogas de un elevado coste, en
función del estrés existencial en el que se veía sumido. Comenzó a realizar
pequeños hurtos en su propia sucursal, hasta sustraer importante cantidades, de
la forma más ambiciosa y descontroladamente enloquecida. Como no podía ser de
otra manera, sus fechorías, producto de sus adicciones y debilidades, fueron
descubiertas. Despedido de la empresa, paralelamente había sido denunciado a la
policía, con acusaciones que le llevaron ante un tribunal. Le “cayeron” 4 años
y dos meses de prisión, de los que, en este momento, lleva cumplidos diez
meses.
Esta muy dura realidad ha desestabilizado a un
grupo familiar que, en un corto período de tiempo, ha pasado de protagonizar
una existencia cómodamente normalizada a verse sumidos en la pobreza anímica y
material más lacerante. Obviamente los padres de Nora
(la madre de Delia) se prestaron, a pesar de sus no abundantes recursos (viven
de una pensión de jubilación, básicamente modesta) con generosidad y esfuerzo
en ayudar a la familia de su única hija y los dos nietos adolescentes. De todas
formas, había que afrontar una severa multa y las exigencias materiales propias
de una vida diaria, por lo que Nora ha retomado su antigua profesión de
camarera de hotel, precisamente el mismo establecimiento en donde hace dos
décadas conoció a Mario, como asiduo cliente. Esta aún joven mujer ha de
cumplir un amplio horario de trabajo en ese hotel que no se encuentra cercano a
su domicilio, pues lo tiene situado a unos 12 kms desde el centro de la ciudad
donde reside. Y se muestra agradecida a la actitud del actual director, Mr
Richard Perkins, quien fue muy comprensivo acerca del drama que le ha
sobrevenido a esta “pobre” familia. Realmente la antigua amistad de Nora con el
padre de este cualificado profesional del turismo (persona ya jubilada, quien
también fue director del mismo establecimiento) facilitó esta rápida y “oxigenante”
opción laboral.
Para la joven Delia, el pasar de tener un padre
ciertamente “idolatrado” a verle tan degradado social y familiarmente, fue
también un golpe durísimo que hizo bastante mella en su autoestima y equilibrio
personal. Son numerosos los momentos en que se encierra en sí misma, quedándose
al margen de un entorno difícil para el entendimiento de los errores humanos,
para llorar amargamente por una suerte que en estos tiempos la percibe y sufre
tan adversa.
CELESTE es la mejor amiga
de Delia. Ambas tienen la misma edad, sin embargo el carácter de Celeste
siempre ha sido (y más en estas complicadas circunstancias) más alegre y
desenfadado que el de su amiga íntima y de curso. Es hija única de un importante
empresario de la construcción, mientras que su madre, graduada en la Facultad
de Ciencias de la Salud, trabaja en un centro de rehabilitación y fisioterapia.
Las dos adolescentes intimaron con mayor proximidad a consecuencia de un
trabajo grupal que tenían que realizar vinculado a la materia de Lengua y
Literatura Hispánica. Se trataba de un ejercicio recopilatorio y reflexivo
acerca del tratamiento dado por la industria cinematográfica a la figura de Don
Quijote de la Mancha, “dibujada” por el “inmortal” creador literario, D. Miguel
de Cervantes, hace ya más de cuatro siglos. Juntas visionaron bastantes
películas sobre esta divertida, reflexiva e instructiva temática, recopilando a
través de las redes informáticas, sin descuidar esas obras bibliográficas
especializadas, una abundante información que posteriormente tuvieron que
sintetizar y organizar a fin de poner en común sus aportaciones, en lo que fue
un buen calificado trabajo de clase.
Una de esas tardes de estudio, en el domicilio de
Celeste, su amiga Delia se derrumbó emocionalmente, condicionada por la tensión
que soportaba en su hogar. El dinámico carácter, infantilmente inquisitivo, de
su compañera logró ir sacando una sincera y convincente información acercas de
los motivos que originaban las lágrimas de su íntima amiga.
“Mi familia funcionaba bastante bien.
El ambiente en mi casa era el de una familia normal. Sobresalía la figura de mi
padre, siempre demasiado ocupado con su trabajo pero con éxitos evidentes, pues
nada necesario nos faltaba. Mi madre se entretenía en muchas de las tardes con
sus antiguas amigas de colegio, además de ocuparse de todo lo relativo a la
casa. A mi padre yo lo tenía algo idolatrado, en un pedestal de los valores a
los que algún día te apetecería llegar. Y sin saber como, todo se me ha venido
al suelo, cuando descubres la verdadera realidad en que estaba asentada una
“modélica” familia. Aparece esa pesadilla que te deja caer en el vacío, sin
haberla previsto y sin explicarte como los ídolos pueden ser también de barro,
expuestos a la fuerza destructora del tiempo que en pocos minutos los
convierten en esa arena que no has sabido ver. Todo ha sido, aún lo es, una
horrible pesadilla. Trabajo, competitividad, excitación, drogas, dependencia,
gastos, hurtos, descubrimiento, denuncias, despido, juicio reconocimiento de
culpa, condena y esa humillación social que con mayor o menor intensidad
percibes, sintiéndote señalada por una sociedad que tiene mucho de hipócrita y
cínica, con esas miradas y sonrisas que te dejan “aplanada” y tantas veces sin
fuerzas.
Todo ha sido muy duro. Muchas de mis
antiguas amigas se han ido retirando, con más o menos brusquedad, de mi persona,
a medida que se conocían los escandalosos hechos por la prensa y el “boca a
boca”. Parece que muchos padres no veían con buenos ojos que sus hijos e hijas
se relacionaran con la hija de un hombre preso, convicto de robo y dependiente
de sustancias narcóticas. Dejaron de invitarme a sus fiestas de cumples y santos,
porque en las familias “bien” cuidan mucho sus formas. Es como si mi presencia
les molestara. Ha sido todo muy doloroso. ¡Que culpa tenía yo de los errores
humanos que hubiera cometido el hombre que me trajo al mundo. Pero así funciona
esto y poco puedes hacer para evitarlo. Es esa suerte que, con crueldad, se nos
torna adversa. Un día aguantas y disimulas. Otro, también lo intentas. Pero hay
momentos en que te fallan y faltan las fuerzas. De todas las formas, agradezco
en el alma la actitud que estás teniendo conmigo. Eres para mi como un regalo
del cielo. Un ángel, sin duda.
Fue muy emocionante y triste la
primera vez que mi madre, mi hermano y yo fuimos a visitarlo a la prisión, tras
llevar en la misma un mes y medio privado de libertad. También él, aunque
intentó ser fuerte, se derrumbó emocionalmente. Pero nos hizo prometer que había
que sacar “el barco familiar” adelante. Evitar que se fuera definitivamente a
pique. Todos teníamos que esforzarnos en colaborar a fin de “seguir navegando”
por la vida, por injusto que fuera el trato que se nos estaba deparando.”
Tras esta larga y transparente declaración, Celeste
piensa que también ella debe aportar, a esa franca conversación que ambas
mantienen, el valor de su sinceridad. Y, de manera inesperada, relata a su
compañera la verdadera realidad de su propia familia.
“Delia, no debes sentirte tan
humillada y señalada, por grave que sean estos motivos que me has confiado. Te
aseguro que en todas las familias hay y quedan “habitaciones por barrer”. No
tienes por qué avergonzarte por unos hechos, desde luego muy dolorosos, de los
que no eres en absoluto culpable. Por muy cercano que esté de ti (lo entiendo,
es tu padre) son cosas feas o malas en las que él, sólo él es el responsable de que hayan sucedido.
Yo también te voy a confiar algunas intimidades, para que veas que las cosas no
son tal y como las vemos. En modo alguno debemos juzgar a nadie, sin analizarnos
a nosotros mismos. Te voy a contar algo de mi familia, tan maravillosa como tu
la puedes ver y envidiar desde afuera. La realidad es un poco o un mucho
diferente de cómo se nos presenta ante los ojos de los demás.
Mi madre, esa señora tan perfecta y
equilibrada como tu la ves, yo sé que tiene “un lío” con unos de los socios de
la constructora de mi padre. Ella piensa que yo no me doy cuenta de muchos
detalles, pero escucho conversaciones, hago como que no me doy cuenta de no
pocas riñas entre ellos, veo mensajes en el móvil… todo ello me hace ir atando
cabos que demuestran claramente lo que te estoy confiando.
En cuanto a mi padre ¡el colmo de la
perfección! son muchas las noches que no duerme en casa. Y no es porque esté de
viaje, resolviendo asuntos importantísimos. Hay día (no tengo un sueño
excesivamente pesado) en que vuelve de madrugada. A juzgar por sus movimientos,
probablemente bebido. Estoy segura, por esas frases en las discusiones que
mantienen y por haber escuchado a mi madre hablar por teléfono, de que mi señor
padre también tiene sus asuntos y aventuras por esos mundos de Dios. Así que ya
ves, en todas partes “cuecen habas” dicho célebre que un día nos explicó
nuestra "profe" de literatura”.
Así continuó la amistad entre estas dos jóvenes,
muy próximas en el afecto y en la confianza mutua.
Precisamente el mismo día de abril, el 6,
coincidían las dos celebraciones que tanto anhelaba Celeste. No sólo era la
fecha de su santoral, sino que también cumplía los 18 años, con la mayoría de
edad correspondiente. Sus padres, Elisardo y Blanca, prepararon para la tan significada efemérides
una gran fiesta, en la que habían sido
invitados los familiares, amigos, allegados y compañeros de su única hija.
Aunque socialmente se les podía considerar como “nuevos ricos” el dinero que
con la habilidad que le caracterizaba ganaba en emprendedor constructor, hizo
que muchas familias “bien” se sientiesen halagadas al haber sido invitadas para
el acto (almuerzo, regalos y bailes) que se celebraría en un conocido cortijo
del Puerto de la Torre, denominado “El Cencerro”.
Después de enumerar a su hija las muy acomodadas familias que habían confirmado
su presencia, le comentó con sumo cuidado y razonamiento una advertencia que no
fue bien recibida por Celeste.
“Por si tienes previsto invitarla, no
me parece bien que aparezca tu amiga Delia por la fiesta. El escándalo que
protagonizó su padre ha sido muy conocido. Nunca he entendido como te vas
paseando por ahí con la hija de un hombre preso y además cocainómano. Ha robado
a manos llenas a los clientes que entregaban su dinero para formar una
cooperativa, quedándose con esos capitales para pagar sus vicios y
debilidades.”
Ese esperado día llegó a las vidas de de la familia
Coronilla del Pulgar. El restaurante mesón El Cencerro estaba literalmente
atestado de decenas y más decenas de personas, que lucían sus mejores galas
para el entrañable y suntuoso evento. Siguiendo las puntuales indicaciones que
le había hecho su madre, Celeste no pudo invitar a Delia. Cumplió dócilmento su
papel social atendiendo a los invitados que iban llegando para el almuerzo,
haciéndose la foto con cada uno de esos casi 140 invitados, recibiendo los
correspondientes regalos aunque algunos prefirieron entregárselos antes de que se
iniciara el gran baile. La celebración fue siguiendo todo el programado
protocolo, organizado por una empresa especializada en estos actos festivos.
Una vez que la gran tarta fue repartida entre todas las mesas instaladas bajo
tres gigantescas carpas y cuando los músicos estaban dispuestos ya para iniciar
el gran baile (otro de los incentivos era un delicioso baño, en una gran
piscina climatizada que el complejo poseía) Celeste, gran aficionada a los
dulces, comentó a sus padres que iba a los lavabos, pues temía haberse
atiborrado con las porciones consumidas del gran dulce pastel.
Pasaron los minutos y la joven celebrante no volvía
a la mesa presidencial de la fiesta. Blanca, algo extrañada fue a buscarla, temiendo
que le hubiese dado algún tipo de indisgestión. En ese momento el gerente del
restaurante se le acercó comentándole “Sra. Su hija Celeste ha entregado este
sobre al jefe de los camareros, indicándole que en unos minutos volvería. Que
tenía que atender una cuestión urgente e inesperada”. Con una mezcla de
extrañeza y nerviosismo, la bien enjoyada señora rasgó el sobre, extrayendo del
mismo una hoja blanca manuscrita, que leyó con suma e indignada rapidez.
“Papá y mamá. Os agradezco
sinceramente la gran fiesta que habéis organizado para celebrar mis 18 abriles,
nunca mejor dicho. Ya soy mayor de edad y debo ir tomando mis propias
decisiones. Y la primera que voy a adoptar es continuar la 2ª parte de la
fiesta junto a mi mejor amiga, Delia. Ella no tiene en modo alguno culpa de las
amargas y dolorosas circunstancias en las que se ve implicado su padre, persona
que está pagando a la sociedad el castigo impuesto por el tribunal de justicia
que le ha juzgado. He cumplido con mi rol o papel social en la primera parte de
la celebración, pero ahora quiero compartir el resto de la tarde con una
excelente amiga, a quien no se me ha autorizado invitar, una gran y encantadora
persona que cree y confía plenamente en mí. Con el deseo de que disfrutéis con
plenitud del resto de la fiesta, dos besos. Celeste”.
Habían quedado citadas para pasar juntas el resto
del día, junto a ese roquedo que se abriga de mar. El lugar elegido era un
romántico entorno, en donde la naturaleza se muestra servilmente hospitalaria
para todos aquellos que la quieren visitar y cuidar. Y a lo largo de aquella
tarde, que pronto se vistió con la magia nocturna bajo el azul estrellado sobre
la placidez mediterránea, los ojos y los sentimientos de ambas amigas se
refugiaron y miraron con ese cálido cariño que sustenta la irresistible
atracción. Fue Celeste quien rompió el acústico silencio tañido por las aguas
del mar, pronunciando una frase que Delia nunca
olvidará. Con las palabras de su mirada, exponía los sentimientos afectivos que
la embargaban y vitalizaban. Delia respondió a tan inmenso regalo con una tierna sonrisa, mientras que por su rostro
surcaba un río inmaculado de lágrimas y sentimientos recíprocos. Aquella fue la
primera de las noches, de entre todas las noches, en las vidas de dos jóvenes mujeres
unidas en el verdadero cariño. El destino, junto esa naturaleza que nos
determina y reconduce, ha querido dibujar, en el lienzo siempre inacabado de dos
vidas, la irrenunciable comprensión, necesidad y amor que las vinculará y unirá
de por siempre. En los días y en las horas, de sus vidas ilusionadas.-
DOS AMIGAS, UNIDAS
EN EL SUBLIME ARGUMENTO
DE LA SINCERIDAD
José L. Casado Toro (viernes, 05 JULIO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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