Los sorprendentes caprichos o designios de todos esos
dioses que pueblan los invisibles olimpos terrenales, poderosas y soberbias
divinidades percibidas, sentidas, sufridas y adoradas, aunque mágicamente
ocultas para nuestra modesta capacidad visual, pueden hacer y deshacer a su
antojo las líneas argumentales de muchas existencias, por bien consolidadas y
estables que éstas parezcan. Resulta verosímil este planteamiento, por más
literario e increíble que nuestra mente pueda aceptar. ¿Como explicarnos, si
no, esos drásticos cambios que muchas personas
experimentan en sus vidas, transformaciones que se modulan con desigual ritmo e
intensidad, si no echamos mano a la influencia decisiva de esos supuestos
dioses con minúscula que modelan, esculpen y tallan a su criterio, el devenir o
la hoja de ruta de muchas vidas, de casi todas
las vidas? A buen seguro que muchos, de aquellos lectores que estén
reflexionando sobre esas premisas, recurrirán con presteza a poderosos
argumentos a fin de refutar sus argumentos. Aparecerán, como consecuencia,
palabras henchidas de valores y dinamismos humanistas: la fuerza de la voluntad,
la constancia en el trabajo, la responsabilidad como principio, el ejemplo
generacional de padres y educadores, la ética y la moralidad como fundamento…
Verdaderamente cuesta trabajo dudar de que las vidas presididas por estos
admirables y patrimoniales “seres aúreos” no vayan a marchar con firmeza y
providencia por esas ejemplares rutas y caminos que casi todos anhelamos. Pues
bien, a pesar de todo ello, las más admirables o modestas biografías se pueden
torcer y modificar “de la noche a la mañana”
por esas fuerzas misteriosas y ocultas, sean “divinas” o de cualquier
otra identidad, que nos transforman, sin aparente lógica ni concierto, a tenor
de sus crípticos caprichos y deseos.
Evelio Lasarte se sentía algo indispuesto, con molestias
estomacales, aquella tórrida noche del 15 de junio. Había estado cenando en un
chiringuito de la playa junto a su novia Margara,
pues en ese día conmemoraban el aniversario en el que ambos se habían conocido
e intimado. El comienzo de su historia sentimental tuvo lugar en aquella otra
noche de fiesta y algarabía (dos años hacía ya) con motivo del inminente final
del curso universitario, reunidos junto a otros muchos estudiantes matriculados
en diversas facultades de la UMA. Allí nació esta consolidada amistad que fue
progresivamente avanzando en el afecto y en los cálidos sentimientos, fecha que
conmemoraban anualmente con ilusión y tierna proximidad. Ambos apetecían esa
cena junto al mar, en una noche dominada por un cálido terral que anunciaba la
inminente llegada del solsticio del verano. Dos espetos de sardinas asadas,
sirvieron de entrante para compartir una bien “poblada” ensalada mediterránea y
una apetecible fritura de “pescaito” con nombre de Málaga. No podían faltar las
gratas imágenes del intercambio de algunos pequeños presentes como regalos. El
estudiante de 4º de Derecho entregó a su querida compañera de 2º de Psicología,
un precioso peluche que representaba un bien conseguido gatito blanco con ojos azules, mascota que desde siempre adoraba.
La futura psicóloga, abrazada tiernamente a su blando peluche, le regaló a
Evelio un juego de piezas de madera y metal, con las que se podía construir una
maqueta de avión, perteneciente a una
importante línea del transporte aéreo mundial. Su complacida pareja era un gran
coleccionista de construcciones aéreas, representada básicamente por aviones
de diferentes épocas y nacionalidades.
Tras una cena muy agradable, caminaron hacia una
bien poblada heladería, muy próxima al emblemático testimonio industrial de la
“Torre Mónica”. Allí gozaron con sendos
cucuruchos de tutti fruti y chocolate negro belga respectivamente. La jovial y
cariñosa velada finalizó no lejos de la una de la madrugada, cuando Evelio
acompañó a Margui (así también la llamaba) a su domicilio, despidiéndose bien
“acaramelados” la amorosa pareja. En pocos minutos, Evelio tomó el bus municipal
de línea nocturna, que lo trasladó al moderno barrio de Teatinos donde reside
en un piso de alquiler, vivienda compartida junto a su amigo y compañero de
facultad Blas. El domicilio familiar de sus padres está ubicado en la localidad
de Villanueva del Trabuco, encantador pueblo del interior en donde él nació. Es
hijo único de padre agricultor y madre que dirige un pequeño pero muy apreciado
obrador de confitería y panadería entre sus convecinos.
Serían sobre las tres de
la madrugada, cuando Evelio se despertó con molestias evidentes en su
digestivo. Sin duda algo de lo que había cenado no le estaba sentando bien: tenía
una gran pesadez estomacal y cierta ansiedad con ganas de “devolver”. En la
cocina se preparó una infusión de manzanilla, con la cual se desplazó a la
terraza de su vivienda para tomarla lentamente, una vez que se hubiera enfriado
un poco. El piso estaba bastante recalentado, dada la intensa templanza térmica
del día y el viento cálido de terral que continuaba soplando tórridamente,
incluso a esas elevadas horas de la madrugada. Apenas había circulación de
vehículos por la calzada y ningún peatón caminaba por las aceras, teniendo en
cuenta la hora nocturna que marcaban los relojes, a pesar de ser sábado, día de la semana en la que muchos jóvenes
vuelven a sus domicilios tras unas horas de fiesta. Sentado en su silla
preferida de playa, se sentía sólo acompañado por las luces “somnolientas” de
las farolas urbanas, encendidas en ese rincón o trocito de una Málaga nueva.
Mientras sorbía con paciencia la infusión sin
azúcar que había preparado, se distraía repasando las ventanas y la decoración
de las terrazas en los bloques próximos al suyo. Las luces de esas viviendas
vecinas permanecían lógicamente apagadas, estando muchas de las ventanas de los
dormitorios abiertas, dado el calor que reinaba todavía en la atmósfera y que
hacía incómodo el descanso. Observaba también muchos dormitorios con los
cristales cerrados. Probablemente los compresores de los climatizadores
ayudarían a mantener una temperatura interior mucho más soportable. En esa
situación se encontraba cuando inesperadamente observa que en una terraza
cercana, opuesta a la suya pero dos plantas más bajas, aparece
una mujer joven que se sienta en una silla con reposabrazos de resina
blanca. Probablemente la joven tendría, al igual que él, problemas de sueño y
calor, pero había una curiosa diferencia: la chica mostraba su frágil y delgada
anatomía prácticamente desnuda. Sólo cubría su aparente fina piel un muy
pequeño bikini celeste, con trazados ornamentales pintados a modo de crustáceos
marinos.
La joven permaneció allí en su asiento playero, sin
hacer nada en especial. Durante el tiempo que permaneció en su terraza, no
consumió alimento sólido o líquido alguno. La verdad es que Evelio no conocía
bien a los residentes de ese bloque de viviendas. Sabía, eso sí, que en dicho
edificio había algunos pisos alquilados, como el que él ocupaba, básicamente
para estudiantes universitarios o personas que deseaban estar solas o no tenían
otra compañía con quien compartir. Para su mayor asombro, en un momento
concreto la chica se puso de pie y comenzó a realizar una serie de movimientos
con los brazos, las piernas y el torso superior del cuerpo. Parecía como si
desarrollara una especie de baile o danza,
acompañada por esas notas musicales que suelen gravitar sobre nuestra
mente. La plástica de esta escena llamó
poderosamente su atención: ¿qué hacía esta joven bailando en silencio, sin
acompañamiento personal o acústico, a las tres y pico de la madrugada? Desde
luego que los movimientos desarrollados poseían unas cierta fortaleza poética,
por su ritmo, cadencia y suavidad en la ejecución. Tras esa simpática escena, de
la que había sido involuntario espectador, volvió a la cama, en donde intentó y
pudo al fin conciliar el sueño, superando sin más las molestias estomacales.
Evitó dar más importancia a esa curiosa escena, protagonizada por la esbelta y
desenfadada vecina.
Un par de noches después, a una hora similar a la de
aquella singular experiencia, el intenso
calor reinante de nuevo interrumpió el descanso del aturdido estudiante. En
este ocasión se preparó una infusión fría, sentándose con la misma unos minutos
en su terraza. Para su sorpresa, divisó en la terraza vecina a la misma joven
que, en esta ocasión, mostraba su cuerpo “completamente” desprovisto de ropa. Estaba reposando tendida sobre
una pequeña hamaca de playa. En esta oportunidad las dos miradas se cruzaron,
haciéndole la chica un saludo con la mano y mostrando una enigmática o traviesa
sonrisa. Evelio le devolvió el amable gesto y ahí quedó todo, pues él volvió
pronto al lecho del dormitorio a fin de tratar de recuperar el sueño alterado.
Al ser época de exámenes, la tensión nerviosa le provocaba estos vaivenes
orgánicos y psicológicos.
En la mañana del domingo
siguiente y antes de desayunar, Evelio pensó que bueno sería realizar
unos minutos de marcha o footing por los jardines cercanos a fin de relajar el
cuerpo y tomarse después una buena y reconfortante ducha. Muchas otras personas
de la zona solían llevar a la práctica el mismo propósito, ahora que el tiempo
invitaba a desarrollar tan saludable ejercicio. Vio correr a una deportista que
se desplazaba en una dirección contraria a la suya y “de asombro en asombro”
comprobó que esa mujer era precisamente su compañera de desvelos nocturnos en
la terraza vecina. Al estar prácticamente frente a frente, ambos jóvenes
detuvieron su marcha pues obviamente se reconocieron al instante ¿Qué tal marchan tus baños de luna? Le dijo con
simpatía Evelio a Yara, que así se llamaba la
atractiva chica. Intercambiaron algunas frases amables e insustanciales,
recordando su encuentro en la distancia en las noches pasadas. “No he desayunado ¿Te apetece tomar algo para después del
ejercicio, pues buena marcha te debes haber pegado ya que te observo muy
sudorosa…” Minutos después estaban los dos vecinos sentado en torno a
una mesa de la cafetería “La brújula” ya muy
concurrida a esa hora de la mañana.
Entre sendos cafés y tostadas con aceite, Yara al fin desveló alguno de
sus “secretos”.
“He de confesarte que, entre tan
numerosa vecindad como la que tenemos en un barrio que se ha hecho muy populoso,
me había fijado en ti desde hace ya un par de semanas. Te
explico: tengo estudios de arte dramático. Me preparo para participar en los
diversos castings que se van convocando para algunas obras que se representan
en los teatros de aquí y de allá. Mi ilusión también sería hacer cine, objetivo
que algún día conseguiré. Pertenezco a un grupo de teatro experimental, “El Almirez” que colabora con la Consejería de
cultura y educación de la Junta andaluza. Estamos preparando una obra, cuyo
título provisional es “Desvelos
bajo la luz de la luna”
(te hará gracia el título ¿verdad?) y hago algunas prácticas en casa a esas
horas en las que todos duermen, menos tu y yo por lo visto. Uno de los
integrantes del elenco se nos va, por motivos familiares y profesionales. Te
vengo observando, sin que apenas te des cuenta, no sólo desde la terraza
(muchas noches te he visto estudiar con tus libros y apuntes) sino también en
el súper, en las carreras mañaneras, en las carreras que haces algunas mañanas…
y tu perfil se acomoda bastante bien con este personaje que ahora se nos va a quedar
libre. Pensaba abordarte de manera inmediata, pero me daba un poco de reparo
pues no sabía cuál podría ser tu reacción. Nuestro encuentros de madrugada,
desde las terrazas, me ha ido abriendo el camino, para hacerlo. No te miento si
te explico que esta coincidencia en la práctica del footing también ha sido un
poco preparada. Es que yo soy así, un tanto rarilla y misteriosa”.
Evelio, continuando con
su progresión en el asombro y la sorpresa, comprendía que estaba ante una joven
actriz de carácter un tanto especial. Tras interesarse por estas prácticas
escénicas, que su “teatral” vecina le proponía, aceptó pasarse en la tarde del
lunes por el local donde el grupo practicaba la preparación de su próxima obra,
a fin de mantener un cambio de impresiones con el resto de sus componentes y
realizar alguna prueba al respecto. La verdad es que le hacía ilusión conocer
con mayor profundidad este apasionante mundo de la interpretación escénica. No
en balde, ya en el colegio donde realizó sus estudios de primaria había
participado en algunas de esas obras que se montan para la fiesta del final de
curso. Y estando en el instituto, tuvo una dinámica profe de Lengua y
Literatura española, Estrella, que llevaba con acierto un taller de mímica y roles interpretativos, en el que
estuvo integrado, obteniendo grandes satisfacciones por estas escolares
colaboraciones. Así que se dijo ¿Por qué no retomar
un poco esas destrezas escénicas, que me podrían hacer mucho bien en mi
equilibrio anímico? Con ello podría compensar la tensión nerviosa generada por
todos los esfuerzos ante el estudio que he de realizar, especialmente durante
las épocas de exámenes?
Yara
supo introducirlo con suma habilidad y camaradería en el grupo de teatro
experimental al que pertenecía. Tras las pruebas pertinentes, esos nuevos
amigos comprobaron que Evelio poseía dotes innatas para defenderse “con buenas
calificaciones” en el complejo arte de la interpretación. Y asumiendo el
personaje de Marcos, en la obra “Desvelos bajo la luz de la luna” en la que
hacía de pareja afectiva con la seductora Nadia (papel que representaba su cada
vez más íntima amiga Yara) se sentía feliz y
cada día más realizado, entregándose a una actividad que le reportaba múltiples
compensaciones. Tal fue la entrega y la dedicación que llevó a cabo en el
colectivo El Almirez que descuidó lamentablemente ese
final de curso. Sólo superó una de las materias de las cuatro que se presentó, en los exámenes de
julio/julio. Esta nueva situación en la vida de Evelio, con ese cambio tan
drástico y rápido en la hoja de ruta vital que antes seguía, fue abriendo grietas insalvables en las relaciones que mantenía
con su pareja de siempre Margara, exasperada y crispada porque no comprendía ni
aceptaba que la persona a quien había entregado sus afectos y confianza se
comportara ahora, en el curso de varias semanas, con tan inexplicable
irresponsabilidad y capricho con respecto a su vida anterior.
Ha llegado una nueva primavera, tanto en lo
meteorológico como en lo vivencial, para la vida de Evelio. Ahora se siente más
contento y realizado. El proyecto jurídico se
ha transformado en el plástico e interpretativo objetivo
escénico. Por de pronto, aquellos gruesos manuales repletos de leyes y
normas procesales han quedado postergados ante otros libretos en los que laten
personajes, situaciones y novedosas e imaginativas tramas arguméntales, que
gravitan entre la dramático, la comedia, la sátira y el esperpento. La entrega
a este nuevo reto, tal vez despertado por la acción caprichosa o voluntarista
de los dioses, ha renovado en el cambio la cansina existencia de un joven
acomodado en la norma y ahora ocurrente
y rebelde ante la pasividad y el sometimiento hacia esa ideología que adormece
y manipula tantas voluntades. La realidad personal que suponía Margara ha sido
sustituida por otra en la que hay una nueva mujer y otros parámetros para la
vida en pareja. El plan marcado por aquella joven, que gustaba dialogar con su
cuerpo ante la mirada complacida de los astros durante la noche, se va
cumpliendo como esas pautas escritas o dibujadas que, en los guiones teatrales y
cinematográficos, el autor manda cumplir para transmitir y divulgar su mensaje.
Evelio camina con su nuevo rol escénico entregado a Yara, mientras que ésta
sonríe y se muestra gratificada ante la benevolencia cómplice de los divinos
residentes en el mágico Olimpo terrenal.-
CAMBIOS INESPERADOS,
EN NUESTRA HOJA DE RUTA
José L. Casado Toro (viernes, 07 JUNIO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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