Interpretar correctamente el
comportamiento de los demás resulta,
en muchos de los casos, una compleja o inabordable tarea. Esta dificultad
deriva básicamente de los elementos puestos en juego para conseguir esa
comprensión que, por diversos motivos, nos hemos propuesto. Las personas suelen
mostrar ante los demás unos elementos explícitos que difícilmente pueden
ocultar. Pero existen otros factores y circunstancias que esas mismas personas
mantienen celosamente reservados para su lógica y legítima privacidad. Y esa
información no es posible controlarla en nuestro proceso mental a fin de
entender a las demás personas. A nadie se le oculta que nos sería necesaria, intensamente
útil, esa base conceptual, psicológica y sentimental que se nos escapa para
nuestro mejor entendimiento. Por este y otros motivos aquí comienzan esos
errores interpretativos que pueden tener una mayor o menos importancia o
trascendencia. Existe, desde luego, un tercer plano que resolvería de manera
fehaciente y exacta el objetivo interpretativo que perseguimos. Pero los
elementos de ese tercer plano difícilmente pueden llegar a nuestro intelecto. Y
no ya porque nuestro amigo, compañero, familiar, vecino o desconocido nos lo
pretenda ocultar. En realidad ni él mismo es plenamente consciente de ese
tercer plano, tan determinante y decisivo en sus actos, pero que actúa como una
nebulosa, borrosa e “irresponsable” distancia desde la órbita de lo subliminal.
En ese tercer plano pueden actuar mecanismos provenientes del modelo educativo,
de los valores sociales, de los aciertos y desaciertos políticos, de los grupos
de presión, en una larga batería que va desde lo religioso, lo económico, lo
ideológico, lo mediático. También habría que contar con ese letal aburrimiento que
tan lacerantemente actúa en nuestras espectaculares y avanzadas sociedades.
No, en modo alguno resulta
fácil hacer una interpretación correcta de lo que “vemos o percibimos” en
las personas cercanas.
La escena que da pie a esta historia podemos
considerarla sencillamente normal entre las imágenes cotidianas de nuestros
pueblos y ciudades. Dos chicas jóvenes están
sentadas en uno de los bancos situados en las calles, plazas o jardines que
urbanizan su localidad de residencia. Aunque el día primaveral ha estado
repleto de luz y templanza térmica, a esa avanzada hora del día (son ya cerca
de las 11 de la noche) las calles no están especialmente transitadas, sino todo
lo contrario. La ciudadanía en general ya se ha ido retirando a sus domicilios
y privacidades. Es viernes, fecha de la semana muy apropiada para salir a la
calle y disfrutar lo que queda del día, sin mirar en demasía las manecillas del
reloj. Las opciones que se presentan a la ciudadanía son gratamente variadas:
por ejemplo ir a cenar con los amigos o tus familiares más próximos; sacar las
entradas para el visionado de una película o una obra teatral; tomar unas copas,
suculentos helados o esas reconfortantes infusiones en las terrazas al aire
libre o también en confortables locales cubiertos; sin descartar, por supuesto,
quedarse en casa, con la familia o en una reunión de amigos.
Las dos chicas, estudiantes de 1er curso en la
facultad de Ciencias de la Comunicación, tienen por nombre MARIEVA Y DALIANA. Han
estado esa tarde visionando una película de nacionalidad francesa, en versión
original subtitulada. Posteriormente han compartido una pizza y una ensalada en
un restaurante italiano del puerto marítimo y después han dedicado un rato a caminar sin un rumbo determinado,
aprovechando la placidez térmica de la noche. Decidieron finalmente sentarse en
uno de los bancos situados en la emblemática y romántica Plaza de la Merced, a
esa hora ya un tanto vacía de paseantes, aunque bien poblada de un sublime
manto violeta de jacarandas. ¿De qué hablaban? ¿Cuáles
eran algunos de esos temas intercambiados en una conversación entre amigas? La
verdad es que el contenido de esos diálogos, entrecortados por los silencios
sin causa, se encuentra alejado de la especial trascendencia y sí centrado en
la banalidad conversacional.
Daliana explicaba a su compañera los problemas que
tenía con su reloj de pulsera, que detenía “traviesamente” su marcha en los
momentos más inoportunos. También se habló acerca del novio de Pitu, pues ha
sido visto “rondado” a la pareja de un amigo común, en actitud muy acaramelados
los dos. Y no podía faltar el tema de los complementos y el look, pues Marieva
se quejaba acerca de la discusión que había mantenido con su padre, pues la chica
quería comprarse unas nuevas Converse All Star, esas que esta temporada vienen
con una doble suela, a manera de plataforma, con la que se pueden disimular
mejor esos centímetros de estatura que la naturaleza no nos ha sido generosa en
su generación o concesión.
De manera absolutamente inesperada, un muchacho
joven que apenas llegaría a la treintena y que caminaba lentamente sobre las
lozas mojadas por la humedad del rocío nocturno, se
les acerca. Mantiene en su rostro una sonrisa jovial, desenfada y
aparenta por sus gestos iniciales querer preguntarles algo.
“Perdonadme, chicas. Ante todo, daros
las buenas noches. En modo alguno pretendo molestaros. Os comento brevemente mi
consulta, en realidad es una petición. Os he visto desde lejos comentando,
ambas muy animadas. Confieso que, personalmente, llevo un día bastante
“incomunicado”. Quiero decir que, por una serie de circunstancias, apenas he
intercambiado palabra alguna y necesitaría hablar o escuchar un poco. Sé que
parecerá un poco extraño este planteamiento, lo reconozco. Que una persona desconocida, se os acerque y
que os pida que compartáis algunos minutos de conversación… Sólo necesito la
palabra. Por simple o complejo que sea lo que estéis hablando, a buen seguro
para vosotras supondrá o encerrará una gran densidad vital. Y eso es muy
importante para mí, que llevo callado casi todo el día, como ya os he dicho.
Eso es todo, por raro que parezca. Agradezco desde luego que me hayáis
permitido explicarme. Mi nombre es Amador. A buen seguro que tenéis bonitos
nombres”.
En un principio a las chicas les hizo sorpresa, gracia,
y originalidad la espontaneidad y desenfado del joven, que efectivamente se
llamaba AMADOR. Marieva y Daliana se miraron
sonrientes y sin más dilación le abrieron hueco al joven “incomunicado” en el
banco de piedra y respaldo de madera que estaban ocupando. Precisamente el
“nuevo amigo” les pidió hablar lo menos posible de él (sólo repitió su nombre y
que “se ganaba la vida escribiendo”).
“Cualquier cosa que tengáis a bien
comentar, os aseguro que me hará mucho bien. No os importe hablar de cosas o
asuntos que os parezcan intrascendentes. Puedo aseguraros que para mí, en estos
momentos de mi vida, van a ser beneficiosos, por nimios que parezcan. Siempre
me he preguntado cómo es posible que cuando ves a una persona sola o acompañada
en algún lugar, por humilde y anónima que parezca, puede atesorar en su vida
miles de interesantes y útiles vivencias, de las cuales siempre podemos
aprender e integrar en nuestro comportamiento de cada día”.
Queriendo seguir el “juego” propuesto por el
insólito nuevo amigo, las dos jóvenes siguieron como si nada novedoso hubiese
sucedido, intercambiando anécdotas y episodios variados ante la atenta mirada
de Amador que muy mucho se cuidaba de interrumpir o intervenir en la
conversación. A este hombre se le veía feliz, ejerciendo esa función de oyente.
auditor o espectador. En un momento concreto, fue Marieva quien aportó un tema
que incrementaba en algo el interés con respecto a las cuestiones previamente
expuestas.
“En la tarde del domingo pasado estuve
viendo una pelí por la televisión, de esas que sólo duran 60 minutos. Un
telefilm dominguero del que esperas siempre un buen final paradejarte el mejor
sabor de boca con el que comenzar con fuerza la “cuesta semanal desde el
lunes”. Pero lo cierto es que el tema no era el acaramelado usual de estas películas
cortas, rodadas para la pequeña pantalla. Sino todo lo contrario: un argumento
que me hizo pensar mucho porque … de alguna forma me vi reflejada en la persona
de uno de los protagonistas. Concretamente en el hijo pequeño de un matrimonio,
que apenas superaría los cinco o seis años de edad, quien en el discurrir de
sus juegos y divertidas secuencias, percibe los diálogos entrecortados o
“secretos”, las miradas y gestos que sus padres realizan, con respecto a temas
muy diversos (sexualidad, enfados, proyectos dudosos…). La cinta planteaba el
comportamiento de esos padres que piensan que su único crio es ajeno a sus
cuitas más o menos complicadas, pero no son conscientes de que el niño lo capta
todo perfectamente, disimulando esa integración o sufrimiento e incluso el miedo
que le producen esas actitudes subliminares de sus progenitores, dañando
lamentablemente la normal evolución de su personalidad. Los padres tal vez no
se daban cuenta del penoso ejemplo que estaban dando a su retoño y del daño en
el carácter que le estaban infligiendo. La tesis de la peli era esa, que los
adultos, tal vez por egoísmo o irresponsabilidad, descuidan su proceder ante un
niño de muy pocos años. Sin embargo éste se va dando cuenta de realidades que para
él resultan incomprensibles y pueden provocarle temor, inseguridad e incluso
actitudes próximas al pánico”.
Por su parte Daliana, entre otras cosas, se quejaba
del “enganche” o padecimiento que tenían sus progenitores con la dependencia
para el consumo de tabaco. “Yo lo recuerdo desde
pequeña. En mi casa siempre se ha fumado y hemos tenido que convivir (aún lo hacemos) con una atmósfera de humos
poco saludable. Primero fue mi padre, en que encendía un cigarrillo con otro.
Pero cuando mi madre se animó a esa mala práctica, quedó tan sometida y
necesitada que hoy día fuma mucho más que mi propio padre. Al principio de mis
años lo veía como una cosa natural, propiciada para los adultos. Pero a medida de
que fui creciendo, se me iba haciendo cada vez más insoportable. Aparte de la
porquería que tengo que respirar, mi ropa huele mal y varios chicos me lo han
tenido que reprochar. Pero ¿qué puedo hacer? Porque cuando se lo digo a mis
padres, todo son muy buenas palabras e intenciones en sus respuestas, pero, a
las primeras de cambio, ya están de nuevo sintiendo la necesidad y aprovechan
cualquier subterfugio para encender un nuevo cigarrillo. Es un problema al que
no le veo una fácil solución. Os vais a reír, pero la ventana de mi cuarto casi
siempre la tengo abierta. Incluso en el invierno dejo una pequeña apertura para
que entre un poco de oxígeno y el supuesto aire limpio desde la calle. Claro,
en los meses del frío me tengo que abrigar si no quiero “pillar” un resfriado.
No sé si hay alguna ley que impida este “tormento” en tu propia casa, como
ocurre con los locales públicos”.
Amador seguía, especialmente atento, los
comentarios que se iban intercalando las dos íntimas amigas, en la evolución de
los minutos que sin detención avanzaban. Él también trataba de aportar alguna
reflexión o punto de vista, aunque desde luego priorizaba
el escuchar sobre el exponer. Como el tiempo iba pasando sin que la
amenidad de la charla lo hiciera pesaroso, se ofreció a invitar a las dos
amigas a tomar alguna infusión o algo más fresco en alguna de las cafeterías y
heladería que aún permanecían abiertas a pesar de la hora, a causa de ser
viernes. Marieva aludió a que ya se estaba haciendo algo tarde, por lo que su
amiga también justificó que ya era hora de irse para la cama, pues en la mañana
del sábado tenía una excursión a toda la zona fluvial de la desembocadura del
Guadalhorce. Se despidieron amablemente de su nuevo amigo Amador, quien les
entregó su correo electrónico por si otro día les apetecían o querían dar una
vuelta o plantear cualquier otra necesidad.
Camino de casa, las dos amigas comentaban lo
apuesto que parecía el chico y el carácter agradable que mostraba, aunque
pronto cayeron en la cuenta que apenas sabían o conocían nada de él. “El pobre estará pasando una mala racha, y simplemente
necesita algo de compañía. Lo que sí me ha llamado la atención ha sido lo
concentrado y atento que parecía a poco que nosotros comentábamos alguna cosa
por nimia que pareciera. Un día lo voy a llamar para invitarlo a que salga al
campo con mi pandilla senderista. Le
vendrá muy bien, a ver si recupera su alegría ante la vida.
Sábado por la tarde, en un pequeño estudio ubicado
en el ático de un veterano bloque de viviendas en la zona de Gibralfaro-Camino
Nuevo. En la mesa de trabajo, un sin fin de carpetas, una lata de Cerveza Guinnes
reconvertida en soporte de lapiceros y
bolígrafos, una taza de cerámica con restos de té, que aguarda
pacientemente su turno para la limpieza y un gran póster en el que aparecen los
meses (“sembrados” con alguna originalidad) en que se divide la anualidad. Como
elemento central del abigarrado espacio no falta el ordenador portátil que, una
vez más, su dueño no ha reparado en apagarlo la noche anterior, cuando ya de
madrugada volvió a su domicilio. Aquí vive Amador, periodista en ejercicio,
colaborador autónomo en diversos medios de comunicación.
Esa tarde lleva escrito de su nuevo artículo tan sólo
un posible primer título: CHICAS UNIVERSITARIAS
DIALOGAN, BAJO LA TEMPLADA HUMEDAD DE LA NOCHE. Se trata de un relato de
base sociológica, que forma parte de una serie semanal en la que se plantea la
reacciones de distintos tipos de personas, ante la llegada de un desconocido
que expone de forma educada su necesidad de escuchar, aprender y en lo posible
tal vez hablar. Ese desconocido siempre justificará su atrevimiento dialogante
a fin de sanear sus graves problemas de comunicación, en una sociedad cada vez
más selvática y “falsamente” comunicada, en donde reina el culto profundo y
devoto hacia la egolatría y el personalismo más intenso. Obviamente Amador
cambiará los nombres de las dos amigas que conoció durante la que fue una simpática,
grata y peculiar pasada noche. El bagaje de material obtenido, durante la hora
y tres cuartos en que estuvo reunido con Marieva y Daliana, ha resultado en su
opinión bastante útil para componer un artículo o material atractivo y
relevante. Precisamente el artículo que mañana domingo saldrá publicado con su
firma en el diario local lleva por título: MENDIGOS HAMBRIENTOS
Y SOMNOLIENTOS, EN LA SILENCIOSA SOLEDAD DE LA NOCHE. -
AQUEL JOVEN QUE SÓLO PRETENDÍA ESCUCHAR
José L. Casado Toro (viernes, 24 MAYO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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