Son numerosas las personas que se ven afectadas en
su equilibrio nervioso cuando se suben en un avión para viajar. Esta situación
anímica ocurre no sólo durante las operaciones de despegue o aterrizaje, sino
que también esa alteración nerviosa acaece de manera específica cuando el
aparato se ve inmerso en una zona de turbulencias en el aire, lo que provoca
incómodas vibraciones para los pasajeros. La misma prolongación temporal del
viaje desestabiliza a las personas más serenas o que no alcanzan fácilmente el
sueño (remedio muy eficaz para sosegar el desequilibrio orgánico).
En todas esas incómodas situaciones es de agradecer
la valiosa ayuda profesional que prestan los asistentes
de vuelo. Son cualificados profesionales, muy bien preparados (hombres y
mujeres) que, con imaginación y delicadeza, solventan muchas situaciones
incómodas que acaecen durante el tiempo de vuelo, además de cumplir eficazmente
con las tareas organizativas para ubicar y atender convenientemente a un
elevado número de personas, en un espacio en exceso densificado por su elevado
número con relación al limitado espacio disponible. Efectivamente, los asientos
de un avión son ocupados normalmente por doscientos viajeros o incluso muchos
más, además del personal que compone la tripulación. Todos los pasajeros
agradecen esa amable ayuda que prestan los profesionales que visten su uniforme
y que exteriorizan sonrisas, disponibilidad, imaginación, buena presencia, autocontrol
y hábil psicología en el trato, a fin de resolver todo lo previsible durante un
viaje (que puede ser bien largo en el tiempo) junto a otros eventos inesperados
que también pueden acaecer.
Una de estas asistentes de vuelo tiene por nombre DUNIA Sándalo Paz, joven azafata que lleva siete años
trabajando para la Compañía española Air Europa. Está casada con FÉLIX Laserna, un operador turístico de 34 años, que
presta sus servicios en una reconocida compañía de viajes. Dunia es tres años
más joven que su marido. El suyo fue un noviazgo breve en el tiempo, pero
fogosamente intenso en la recíproca atracción y que aún no ha tenido
descendencia. A pesar de que ella anhela vivir la dulce experiencia de la maternidad, Félix mantiene una cierta testarudez en
retrasar el necesario y responsable ejercicio de la paternidad.
Este activo profesional, muy ocupado en sus diversificadas tareas laborales,
considera que aún son bastante jóvenes para la sobrecarga que llevaría a sus
vidas la llegada de bebés. Piensa que deben esperar para ese momento, a fin de
disfrutar con mayor plenitud el escaso tiempo libre del que disponen, sin
olvidar las importantes obligaciones económicas que han de afrontar con los
gastos de una gravosa hipoteca que firmaron para la adquisición de la “acomodada”
y costosa propiedad inmobiliaria en la que ambos residen.
“Entiéndelo, Dunia. Ya lo hemos
discutido en numerosas ocasiones. Ni tú ni yo tenemos realmente un puesto de
trabajo seguro. En cualquier momento, los vaivenes de los ciclos económicos
pueden ponernos de “patitas en la calle”. Llevamos ya dos años casados. No
tuvimos una larga experiencia de noviazgo (recuerda que nos unimos sólo seis
meses después de conocernos, cada uno de nosotros con sus experiencias previas).
Considero que debemos seguir profundizando mucho más en ese recíproco conocimiento,
disfrutar bien del tiempo que tenemos
fuera de nuestras obligaciones laborales, dejando la llegada de los
niños para un momento posterior. Aún no somos cuarentones. Estás en la flor de
la vida. No echemos más complicaciones a la misma.”
Sin embargo Dunia mantenía serias discrepancias con
respecto a los argumentos de su cónyuge, sobre esta importante cuestión, lo que
provocaba intermitentemente los únicos y mayores desencuentros entre una joven
pareja pasionalmente enamorada.
Una tarde de primavera, a comienzos de Mayo, Dunia
participaba en un vuelo que había partido del aeropuerto de Málaga, Pablo Ruiz Picasso a las 16 horas, con llegada
prevista al aeropuerto de Fiumicino en Roma, dos
horas y treinta y cinco minutos más tarde. Tras ayudar a los pasajeros para que
se ubicaran en sus correspondientes asientos, y explicar las normas básicas de
seguridad, el vuelo partió con toda normalidad, transportando 179 viajeros. En
pocos minutos, junto a su compañera Shania,
realizaron el servicio de venta a bordo ofreciendo refrigerios, así como
algunos regalos especificados en el listado
correspondiente. Al pasar por la fila 17,
un joven viajero que ocupaba el asiento C, junto al pasillo, se le quedó
mirando con una excesiva e intensa fijeza, expresando al tiempo en su rostro
una extraña sonrisa.
No le dio más importancia a la actitud del
“nervioso” pasajero, pues su experiencia laboral le recordaba que muchas
personas alteran su estabilidad habitual cuando se ven dentro de un avión, ya
sea en el momento del despegue o cuando las turbulencias eólicas cimbrean la
estabilidad normalizada del fuselaje en vuelo. Esos inestables pasajeros
reaccionan de formas muy diversas a su patente e incontrolado nerviosismo.
Algunos lo hacen comiendo compulsivamente frutos secos, caramelos u otras
golosinas. Otros lo hacen escuchando música, entreteniéndose con su portátil o
tablet, tratando de dormir, escribiendo en su bloc de notas o manoseando algún
objeto en sus manos sudorosas. También es frecuente que tomen la mano de su pareja o inicien un diálogo banal con su
compañero de asiento. En este caso concreto, el viajero del 17 C lo hacía
mirando con cierta impertinencia a la joven azafata, ofreciéndole esa extraña
mueca en su rostro que parecía una sonrisa.
A pesar de su comprensión inicial, cada vez que
Dunia recorría el pasillo central del avión y pasaba junto al asiento del
aludido viajero, comenzó a molestarle que el pasajero repitiera esa indelicada
actitud con respecto a su persona. Entendió la inconveniencia de corregir esa
impertinente postura en quien tan ineducadamente la miraba, por lo que trató de
esperar, con la corrección que su uniforme le imponía, la pronta llegada del
vuelo a su destino en la capital italiana. Una vez que este hecho tuvo lugar,
los viajeros fueron abandonando correctamente el aparato, recibiendo cada uno
de ellos el saludo cordial de despedida por parte de algunos miembros de la
tripulación, entre ellos la misma azafata.
Todos los pasajeros fueron evacuando con presteza
el avión por la puerta delantera. Cuando el ocupante del asiento 17 C llegó a
la puerta de salida, junto a la cual permanecían Shania y Dunia, para ofrecer
los saludos de cortesía, ésta última recibió en su mano un sobre blanco que le entregaba el extraño personaje, esbozando
la misma mueca o sonrisa, ya habitual durante el desarrollo del vuelo. Dunia
sólo acertó a decir “… y esto qué es…” Pero no
recibió respuesta alguna por parte del autor de la entrega, quien aceleró su
paso desapareciendo en segundos a través de la pasarela de acceso o salida de
la aeronave, conectada desde la puerta de la terminal de embarque. Ya antes le
había comentado brevemente a su compañera la especial actitud con respecto a su
persona de este viajero, por lo que ambas asistentes de vuelo intercambiaron
una mirada de incredulidad, mientras que Dunia guardaba el sobre en uno de los
bolsillos de su azulado y elegante uniforme laboral.
Aquella noche, ella y su compañera Shania la iban a
pasar en un pequeño apartamento situado no lejos de la Plaza Navona,
instalación que siempre utilizaban cuando les tocaba el destino de la capital
romana. Muy de mañana tenían que volver al aeropuerto para realizar un nuevo y
largo vuelo Roma–Moscú así que, tras quitarse sus normativos uniformes, tomaron
una confortable ducha para arreglarse “deportivamente” e ir a cenar a la
conocida pizzería Il Secolo, cuyo
ambiente y calidad siempre les agradaban. Ya en los postres, cuando tomaban un apetitoso
helado, de esos que tan bien sirven en las heladerías italianas, Dunia se
acordó de la carta recibida por el extraño joven del asiento 17 C. Extrajo el
sobre de color “inmaculado” en el que ahora reparó tenía escrito con lápiz, en
el anverso inferior derecho y con letra muy pequeña, sólo dos palabras: “Para Dunia”. Más que extrañada ante el hecho de que
ese pasajero conociera su nombre, rasgó el sobre y extrajo de su interior una
hoja escrita e impresa a ordenador, aunque firmada de forma manuscrita por un
tal Germán.
Mientras leía la misiva, su semblante se iba tornando en color enrojecido,
denotando una progresiva y grave preocupación, mientras que su amiga y
compañera, seguía degustando “con mímica infantil” su helado de frutos del
bosque y naranja, pero bien atenta a lo que Dunia le quisiera transmitir con
respecto al contenido del extenso texto. Tras su lectura, tratando de recuperar
el equilibrio alterado que difícilmente disimulaba, respiró profundamente y
guardó el sobre en su bolso. Resumió brevemente el largo contenido del texto a
Shanía, compañera y amiga con la que tenía una gran confianza. Pero… ¿qué decía exactamente el texto de la carta?
“Buenas tardes, Dunia. La verdad es que no me ha resultado
fácil localizarte. Fundamentalmente porque la persona que más datos podía
facilitarme sobre ti (mi propio hermano) en modo alguno ha querido (o podido)
ayudarme en ese objetivo. Pero gracias a mi profesión de investigador privado, he
ido atando muchos cabos para llegar hasta tu contacto. Debo presentarme. Mi
nombre es Germán y soy el único hermano de Dato
(Adeodato). Este último nombre traerá a tus recuerdos una fase, breve pero alocadamente
intensa, en tu vida. Mi hermano se encariñó “enfermizamente” contigo. Patológicamente,
diría yo. Parece ser que tú le correspondías con la fogosidad de una joven “visceralmente”
enamorada. Según he podido averiguar y contrastar, fueron cinco meses de un
amor “sin fronteras” entre ambos. Lograste incluso que Dato rompiera (de la
peor manera) con su novia de toda la vida, pues se conocían desde niños. Cuando
más ilusionado y entregado estaba hacia tu persona, cuando más te amaba, cuando
estaba dispuesto a echarlo todo por la borda por la atracción irrefrenable que
le embargaba, de la noche a la mañana lo dejaste “tirado” en el “barro” de la
calle. De la forma más ruin, soberbia e inhumana.
Parece ser que Dato te suplicó una y otra vez, pero
para ti “el juego” ya había concluido. Te habías cansado o saciado y querías
iniciar otra divertida partida con nuevos protagonistas. No le concediste la
menor oportunidad. Y esta situación lo hundió, lo arrasó psíquicamente. Confieso
también que nunca he logrado entender por qué mi hermano llevó esa fogosa y
desequilibrada relación contigo en el más absoluto de los secretos para toda su
familia. Para nosotros era imposible entender qué le había ocurrido, cuando lo
veíamos hecho un guiñapo como persona. Médicos, psicólogos, curanderos,
internamiento, terapias muy agresivas y humillantes… De esto hace ya … casi
cuatro años.
Pero nunca es tarde para nuestro afán, porque hace
meses descubrí un diario escrito por mi hermano y oculto en el más celoso y
recóndito secreto. Tuve que ir “tejiendo y reconstruyendo” pero ya sabes, mi
profesión me ha ayudado hasta poder entregarte esta larga carta. Incluso
conozco acerca de tu matrimonio y la profesión que desempeñas No descarto que
seas muy feliz. Pero quiero que tu conciencia te refresque unos hechos y lo que
hiciste con un amante que aún necesita (no sabemos hasta cuándo) la atención
médica especializada. Y ya concluyo.
Te preguntarás si te estoy pidiendo algo. No te
equivocas, en esa posible suposición. Tras consultar con los doctores que le
van atendiendo, sugieren estos especialistas que la persona que provocó ese grave
choque psicológico, podría “ayudarle” si no a curar totalmente, sí al menos a
estabilizar un tanto su convulsa y degradada mente. Lo dejo en tus manos, por
si “te animas” a ayudar, a salvar a esa persona con la que intensamente conviviste,
hoy gravemente enferma del alma. Al final te adjunto unos datos, para cuando
quieras localizarme. Germán”.
“Reconozco Shania que hace unos años
yo era una joven de carácter muy diferente a como hoy me conoces. En absoluto
era la compañera y amiga que ahora tienes delante. Vivía mi existencia de forma
acelerada y desordenada, sin reparar en nada ni en nadie. Dato tuvo la mala fortuna
de cruzarse en mi camino. Podía haber sido otro, desde luego. Pero le tocó a
él, una persona profundamente débil en su inseguridad anímica y muy falta de
cariño, además de otras limitaciones y carencias. He de confesarte que tras él
vinieron otros seres a mi vida, aunque fueron entretenimientos alocados … que a
ninguno comprometió. Pero al final me topé con Félix, quien a pesar de la
poquita cosa que parece, tiene un fuerte carácter interior para entenderme,
cambiarme y meterme en la vereda de la normalidad. Incluso logró llevarme al
juzgado o al Registro Civil a fin de formalizar nuestra unión. Cuando tú me
conociste, ya se había producido en mí ese cambio hacia la racionalidad, estado
que antes me era penosamente ausente, superfluo y banal. Por lo visto, en mi
irresponsabilidad pasada destruí el equilibrio de un ser algo enfermo al que
sin duda pude hacerle demasiado daño. Tengo que pensar muy despacio qué sería
lo más sensato para hacer en estas complicadas circunstancias. Porque lo cierto
es que el hermano de Dato me está pidiendo ayuda. Veremos qué puedo conceder a
quien tanto me está demandando. Por cierto, que este “número” en el avión, con
la entrega del sobre a la salida, lo veo muy cinematográfico. Estos
investigadores profesionales tienen unos métodos muy “sui géneris” que ellos
bien sabrán el por qué lo aplican”
Han pasado ya unos meses desde estos hechos tan
extraños y convulsos. Dunia se puso en contacto con German, a las dos semanas
del episodio del avión. Tuvieron un par de encuentros, en los que hablaron
largo y tendido acerca de la mejor forma de ayudar a Dato, en esos momento
internado en una lujosa residencia neuropsicológica, ubicada en la provincia de
Gerona. El equipo médico que lo atiende contactó con Dunia, mediante
videoconferencia, para sentar unas bases de actuación en el camino de un choque
emocional que podía (bajo un estricto control) resultar positivo. Al fin hubo
un reencuentro entre Dato y Dunia, aunque no estuvieron solos, pues en la
“súper estudiada” reunión también estuvieron presentes su hermano Germán y
Shania, la íntima amiga y compañera de Dunia. Su marido Félix (conocedor
también del complicado caso) se ha aprestado a colaborar con su mujer a fin de
ayuda a una persona que puede recuperar un equilibrio anímico, grave y patológicamente
deteriorado.
Resultan increíbles las casualidades y experiencias
que el destino nos tiene preparadas. Hoy en día, Dunia está a la espera de la
llegada de su primer bebé. Pero el papá del mismo no es Félix, sino un apuesto
y sexual sobrecargo de la compañía en la que ambos trabajan. Félix ha sido
nombrado delegado ejecutivo de una filial de su agencia de viajes, ubicada en
Barcelona. Allí convive con otra azafata de vuelo de origen suizo llamada Margot.
En cuanto a Dato y Shanía … cada día están más unidos en una sorprendente, fraternal
y sensual amistad.
No nos podemos engañar: los protagonistas de la
existencia cotidiana somos unos “anónimos” actores artesanos quienes, a pesar
de nuestra capacidad escénica, la mayoría no hemos pasado por una escuela de
interpretación. Pero es que no hay mejor escuela escénica que la propia
realidad convivencial, interpretada en el hoy, ayer y mañana. -
UN EXTRAÑO PASAJERO, EN
LA INSOSPECHADA
VIDA DE DUNIA
José L. Casado Toro (viernes, 17 MAYO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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