viernes, 17 de mayo de 2019

UN EXTRAÑO PASAJERO, EN LA INSOSPECHADA VIDA DE DUNIA.


Son numerosas las personas que se ven afectadas en su equilibrio nervioso cuando se suben en un avión para viajar. Esta situación anímica ocurre no sólo durante las operaciones de despegue o aterrizaje, sino que también esa alteración nerviosa acaece de manera específica cuando el aparato se ve inmerso en una zona de turbulencias en el aire, lo que provoca incómodas vibraciones para los pasajeros. La misma prolongación temporal del viaje desestabiliza a las personas más serenas o que no alcanzan fácilmente el sueño (remedio muy eficaz para sosegar el desequilibrio orgánico).

En todas esas incómodas situaciones es de agradecer la valiosa ayuda profesional que prestan los asistentes de vuelo. Son cualificados profesionales, muy bien preparados (hombres y mujeres) que, con imaginación y delicadeza, solventan muchas situaciones incómodas que acaecen durante el tiempo de vuelo, además de cumplir eficazmente con las tareas organizativas para ubicar y atender convenientemente a un elevado número de personas, en un espacio en exceso densificado por su elevado número con relación al limitado espacio disponible. Efectivamente, los asientos de un avión son ocupados normalmente por doscientos viajeros o incluso muchos más, además del personal que compone la tripulación. Todos los pasajeros agradecen esa amable ayuda que prestan los profesionales que visten su uniforme y que exteriorizan sonrisas, disponibilidad, imaginación, buena presencia, autocontrol y hábil psicología en el trato, a fin de resolver todo lo previsible durante un viaje (que puede ser bien largo en el tiempo) junto a otros eventos inesperados que también pueden acaecer.

Una de estas asistentes de vuelo tiene por nombre DUNIA Sándalo Paz, joven azafata que lleva siete años trabajando para la Compañía española Air Europa. Está casada con FÉLIX Laserna, un operador turístico de 34 años, que presta sus servicios en una reconocida compañía de viajes. Dunia es tres años más joven que su marido. El suyo fue un noviazgo breve en el tiempo, pero fogosamente intenso en la recíproca atracción y que aún no ha tenido descendencia. A pesar de que ella anhela vivir la dulce experiencia de la maternidad, Félix mantiene una cierta testarudez en retrasar el necesario y responsable ejercicio de la paternidad. Este activo profesional, muy ocupado en sus diversificadas tareas laborales, considera que aún son bastante jóvenes para la sobrecarga que llevaría a sus vidas la llegada de bebés. Piensa que deben esperar para ese momento, a fin de disfrutar con mayor plenitud el escaso tiempo libre del que disponen, sin olvidar las importantes obligaciones económicas que han de afrontar con los gastos de una gravosa hipoteca que firmaron para la adquisición de la “acomodada” y costosa propiedad inmobiliaria en la que ambos residen.

“Entiéndelo, Dunia. Ya lo hemos discutido en numerosas ocasiones. Ni tú ni yo tenemos realmente un puesto de trabajo seguro. En cualquier momento, los vaivenes de los ciclos económicos pueden ponernos de “patitas en la calle”. Llevamos ya dos años casados. No tuvimos una larga experiencia de noviazgo (recuerda que nos unimos sólo seis meses después de conocernos, cada uno de nosotros con sus experiencias previas). Considero que debemos seguir profundizando mucho más en ese recíproco conocimiento, disfrutar bien del tiempo que tenemos  fuera de nuestras obligaciones laborales, dejando la llegada de los niños para un momento posterior. Aún no somos cuarentones. Estás en la flor de la vida. No echemos más complicaciones a la misma.”

Sin embargo Dunia mantenía serias discrepancias con respecto a los argumentos de su cónyuge, sobre esta importante cuestión, lo que provocaba intermitentemente los únicos y mayores desencuentros entre una joven pareja pasionalmente enamorada.  

Una tarde de primavera, a comienzos de Mayo, Dunia participaba en un vuelo que había partido del aeropuerto de Málaga, Pablo Ruiz Picasso a las 16 horas, con llegada prevista al aeropuerto de Fiumicino en Roma, dos horas y treinta y cinco minutos más tarde. Tras ayudar a los pasajeros para que se ubicaran en sus correspondientes asientos, y explicar las normas básicas de seguridad, el vuelo partió con toda normalidad, transportando 179 viajeros. En pocos minutos, junto a su compañera Shania, realizaron el servicio de venta a bordo ofreciendo refrigerios, así como algunos regalos especificados en el listado  correspondiente. Al pasar por la fila 17, un joven viajero que ocupaba el asiento C, junto al pasillo, se le quedó mirando con una excesiva e intensa fijeza, expresando al tiempo en su rostro una extraña sonrisa.

No le dio más importancia a la actitud del “nervioso” pasajero, pues su experiencia laboral le recordaba que muchas personas alteran su estabilidad habitual cuando se ven dentro de un avión, ya sea en el momento del despegue o cuando las turbulencias eólicas cimbrean la estabilidad normalizada del fuselaje en vuelo. Esos inestables pasajeros reaccionan de formas muy diversas a su patente e incontrolado nerviosismo. Algunos lo hacen comiendo compulsivamente frutos secos, caramelos u otras golosinas. Otros lo hacen escuchando música, entreteniéndose con su portátil o tablet, tratando de dormir, escribiendo en su bloc de notas o manoseando algún objeto en sus manos sudorosas. También es frecuente que tomen la mano  de su pareja o inicien un diálogo banal con su compañero de asiento. En este caso concreto, el viajero del 17 C lo hacía mirando con cierta impertinencia a la joven azafata, ofreciéndole esa extraña mueca en su rostro que parecía una sonrisa.

A pesar de su comprensión inicial, cada vez que Dunia recorría el pasillo central del avión y pasaba junto al asiento del aludido viajero, comenzó a molestarle que el pasajero repitiera esa indelicada actitud con respecto a su persona. Entendió la inconveniencia de corregir esa impertinente postura en quien tan ineducadamente la miraba, por lo que trató de esperar, con la corrección que su uniforme le imponía, la pronta llegada del vuelo a su destino en la capital italiana. Una vez que este hecho tuvo lugar, los viajeros fueron abandonando correctamente el aparato, recibiendo cada uno de ellos el saludo cordial de despedida por parte de algunos miembros de la tripulación, entre ellos la misma azafata.

Todos los pasajeros fueron evacuando con presteza el avión por la puerta delantera. Cuando el ocupante del asiento 17 C llegó a la puerta de salida, junto a la cual permanecían Shania y Dunia, para ofrecer los saludos de cortesía, ésta última recibió en su mano un sobre blanco que le entregaba el extraño personaje, esbozando la misma mueca o sonrisa, ya habitual durante el desarrollo del vuelo. Dunia sólo acertó a decir “… y esto qué es…” Pero no recibió respuesta alguna por parte del autor de la entrega, quien aceleró su paso desapareciendo en segundos a través de la pasarela de acceso o salida de la aeronave, conectada desde la puerta de la terminal de embarque. Ya antes le había comentado brevemente a su compañera la especial actitud con respecto a su persona de este viajero, por lo que ambas asistentes de vuelo intercambiaron una mirada de incredulidad, mientras que Dunia guardaba el sobre en uno de los bolsillos de su azulado y elegante uniforme laboral.

Aquella noche, ella y su compañera Shania la iban a pasar en un pequeño apartamento situado no lejos de la Plaza Navona, instalación que siempre utilizaban cuando les tocaba el destino de la capital romana. Muy de mañana tenían que volver al aeropuerto para realizar un nuevo y largo vuelo Roma–Moscú así que, tras quitarse sus normativos uniformes, tomaron una confortable ducha para arreglarse “deportivamente” e ir a cenar a la conocida  pizzería Il Secolo, cuyo ambiente y calidad siempre les agradaban. Ya en los postres, cuando tomaban un apetitoso helado, de esos que tan bien sirven en las heladerías italianas, Dunia se acordó de la carta recibida por el extraño joven del asiento 17 C. Extrajo el sobre de color “inmaculado” en el que ahora reparó tenía escrito con lápiz, en el anverso inferior derecho y con letra muy pequeña, sólo dos palabras: “Para Dunia”. Más que extrañada ante el hecho de que ese pasajero conociera su nombre, rasgó el sobre y extrajo de su interior una hoja escrita e impresa a ordenador, aunque firmada de forma manuscrita por un tal  Germán. Mientras leía la misiva, su semblante se iba tornando en color enrojecido, denotando una progresiva y grave preocupación, mientras que su amiga y compañera, seguía degustando “con mímica infantil” su helado de frutos del bosque y naranja, pero bien atenta a lo que Dunia le quisiera transmitir con respecto al contenido del extenso texto. Tras su lectura, tratando de recuperar el equilibrio alterado que difícilmente disimulaba, respiró profundamente y guardó el sobre en su bolso. Resumió brevemente el largo contenido del texto a Shanía, compañera y amiga con la que tenía una gran confianza. Pero… ¿qué decía exactamente el texto de la carta?

“Buenas tardes, Dunia. La verdad es que no me ha resultado fácil localizarte. Fundamentalmente porque la persona que más datos podía facilitarme sobre ti (mi propio hermano) en modo alguno ha querido (o podido) ayudarme en ese objetivo. Pero gracias a mi profesión de investigador privado, he ido atando muchos cabos para llegar hasta tu contacto. Debo presentarme. Mi nombre es Germán y soy el único hermano de Dato (Adeodato). Este último nombre traerá a tus recuerdos una fase, breve pero alocadamente intensa, en tu vida. Mi hermano se encariñó “enfermizamente” contigo. Patológicamente, diría yo. Parece ser que tú le correspondías con la fogosidad de una joven “visceralmente” enamorada. Según he podido averiguar y contrastar, fueron cinco meses de un amor “sin fronteras” entre ambos. Lograste incluso que Dato rompiera (de la peor manera) con su novia de toda la vida, pues se conocían desde niños. Cuando más ilusionado y entregado estaba hacia tu persona, cuando más te amaba, cuando estaba dispuesto a echarlo todo por la borda por la atracción irrefrenable que le embargaba, de la noche a la mañana lo dejaste “tirado” en el “barro” de la calle. De la forma más ruin, soberbia e inhumana.

Parece ser que Dato te suplicó una y otra vez, pero para ti “el juego” ya había concluido. Te habías cansado o saciado y querías iniciar otra divertida partida con nuevos protagonistas. No le concediste la menor oportunidad. Y esta situación lo hundió, lo arrasó psíquicamente. Confieso también que nunca he logrado entender por qué mi hermano llevó esa fogosa y desequilibrada relación contigo en el más absoluto de los secretos para toda su familia. Para nosotros era imposible entender qué le había ocurrido, cuando lo veíamos hecho un guiñapo como persona. Médicos, psicólogos, curanderos, internamiento, terapias muy agresivas y humillantes… De esto hace ya … casi cuatro años.

Pero nunca es tarde para nuestro afán, porque hace meses descubrí un diario escrito por mi hermano y oculto en el más celoso y recóndito secreto. Tuve que ir “tejiendo y reconstruyendo” pero ya sabes, mi profesión me ha ayudado hasta poder entregarte esta larga carta. Incluso conozco acerca de tu matrimonio y la profesión que desempeñas No descarto que seas muy feliz. Pero quiero que tu conciencia te refresque unos hechos y lo que hiciste con un amante que aún necesita (no sabemos hasta cuándo) la atención médica especializada.  Y ya concluyo.

Te preguntarás si te estoy pidiendo algo. No te equivocas, en esa posible suposición. Tras consultar con los doctores que le van atendiendo, sugieren estos especialistas que la persona que provocó ese grave choque psicológico, podría “ayudarle” si no a curar totalmente, sí al menos a estabilizar un tanto su convulsa y degradada mente. Lo dejo en tus manos, por si “te animas” a ayudar, a salvar a esa persona con la que intensamente conviviste, hoy gravemente enferma del alma. Al final te adjunto unos datos, para cuando quieras localizarme. Germán”.

“Reconozco Shania que hace unos años yo era una joven de carácter muy diferente a como hoy me conoces. En absoluto era la compañera y amiga que ahora tienes delante. Vivía mi existencia de forma acelerada y desordenada, sin reparar en nada ni en nadie. Dato tuvo la mala fortuna de cruzarse en mi camino. Podía haber sido otro, desde luego. Pero le tocó a él, una persona profundamente débil en su inseguridad anímica y muy falta de cariño, además de otras limitaciones y carencias. He de confesarte que tras él vinieron otros seres a mi vida, aunque fueron entretenimientos alocados … que a ninguno comprometió. Pero al final me topé con Félix, quien a pesar de la poquita cosa que parece, tiene un fuerte carácter interior para entenderme, cambiarme y meterme en la vereda de la normalidad. Incluso logró llevarme al juzgado o al Registro Civil a fin de formalizar nuestra unión. Cuando tú me conociste, ya se había producido en mí ese cambio hacia la racionalidad, estado que antes me era penosamente ausente, superfluo y banal. Por lo visto, en mi irresponsabilidad pasada destruí el equilibrio de un ser algo enfermo al que sin duda pude hacerle demasiado daño. Tengo que pensar muy despacio qué sería lo más sensato para hacer en estas complicadas circunstancias. Porque lo cierto es que el hermano de Dato me está pidiendo ayuda. Veremos qué puedo conceder a quien tanto me está demandando. Por cierto, que este “número” en el avión, con la entrega del sobre a la salida, lo veo muy cinematográfico. Estos investigadores profesionales tienen unos métodos muy “sui géneris” que ellos bien sabrán el por qué lo aplican”

Han pasado ya unos meses desde estos hechos tan extraños y convulsos. Dunia se puso en contacto con German, a las dos semanas del episodio del avión. Tuvieron un par de encuentros, en los que hablaron largo y tendido acerca de la mejor forma de ayudar a Dato, en esos momento internado en una lujosa residencia neuropsicológica, ubicada en la provincia de Gerona. El equipo médico que lo atiende contactó con Dunia, mediante videoconferencia, para sentar unas bases de actuación en el camino de un choque emocional que podía (bajo un estricto control) resultar positivo. Al fin hubo un reencuentro entre Dato y Dunia, aunque no estuvieron solos, pues en la “súper estudiada” reunión también estuvieron presentes su hermano Germán y Shania, la íntima amiga y compañera de Dunia. Su marido Félix (conocedor también del complicado caso) se ha aprestado a colaborar con su mujer a fin de ayuda a una persona que puede recuperar un equilibrio anímico, grave y patológicamente deteriorado.

Resultan increíbles las casualidades y experiencias que el destino nos tiene preparadas. Hoy en día, Dunia está a la espera de la llegada de su primer bebé. Pero el papá del mismo no es Félix, sino un apuesto y sexual sobrecargo de la compañía en la que ambos trabajan. Félix ha sido nombrado delegado ejecutivo de una filial de su agencia de viajes, ubicada en Barcelona. Allí convive con otra azafata de vuelo de origen suizo llamada Margot. En cuanto a Dato y Shanía … cada día están más unidos en una sorprendente, fraternal y sensual amistad.

No nos podemos engañar: los protagonistas de la existencia cotidiana somos unos “anónimos” actores artesanos quienes, a pesar de nuestra capacidad escénica, la mayoría no hemos pasado por una escuela de interpretación. Pero es que no hay mejor escuela escénica que la propia realidad convivencial, interpretada en el hoy, ayer y mañana. -


UN EXTRAÑO PASAJERO, EN LA INSOSPECHADA
VIDA DE DUNIA


José L. Casado Toro  (viernes, 17 MAYO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


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