Es muy probable que cada persona tengamos un mes o
período estacional objeto específico de nuestra preferencia. A veces esta temporalidad
suele coincidir con la ubicación de nuestro nacimiento, pero en otros casos no siempre
es así. Hay quienes prefieren el Otoño, tal vez por la forma de su carácter o
temperamento. Otros, por el contrario, son fervorosos del Verano, por la
templanza de sus temperaturas, junto a las previsibles y anheladas opciones
vacacionales. Sin embargo hay una estación meteorológica a quienes pocos cae
indiferente. Es aquella con la que se inicia el equinoccio de Primavera, este
año de 2017, el lunes 20 de Marzo, exactamente a las 10:29 h. UTC del
hemisferio norte de la Tierra.
Ciertamente, este cambio estacional, se nos
presenta como un período meteorológica de influencias
y matices contrastados. Ese “primer verdor” en el que las plantas
aceleran su floración, gracias a la bonanza global térmica (con respecto al
Invierno precedente) influye también, lógicamente, en los humanos, que sienten
en sus organismos unos cambios hormonales influyentes para las respuestas del
día a día, con unas consecuencias diversas según cada persona. El estado anímico
puede oscilar entre el activismo eufórico y la depresión anímica, junto a los molestos
problemas alérgicos potenciados por la polinización vegetal. Pero, en general,
la mayor intensidad y duración de la insolación en el día, junto la gratitud
escénica de las flores, en los jardines y en la naturaleza, todo ello favorece
y potencia un alegre vitalismo mimético en los rostros de la ciudadanía.
No se debe obviar, por supuesto, el sosegado y
embriagador olor representado por esa magia del azahar,
que inunda de aroma los cítricos (limoneros y naranjos) con sus pequeñas y
coquetas flores blancas y amarillas. Ese inconfundible y muy grato olor del
az-zahr (vocablo árabe), difundido preferentemente por las ciudades
mediterráneas, es un apreciado y delicado
perfume que nos avisa de que la gran fiesta primaveral ha llegado. En
nuestras tradiciones y creencias, con la Semana Santa procesional, tras el
período de Cuaresma que sigue al Carnaval. Pero, también, con el antecedente
universal del 19 de Marzo, día de S. José y su
vinculación afectiva (y, sobre todo, comercial) con la celebración del “Día del
Padre”, antesala de ese otro “Día de las Madres” que llegará semanas más tarde,
en el domingo 7 de Mayo.
En este multicolor escenario se enmarca nuestra sencilla
historia, que nos habla de sentimientos, actitudes y respuestas, siempre en el
marco sugestivo e imprevisible del comportamiento humano.
Adina es una joven mujer, madre de dos hijos adolescentes. Su marido Fermín trabaja como transportista de perecederos, generalmente
verduras, frutas, productos cárnicos e incluso pescados. Ella es hija única de Elián, un padre recientemente enviudado y que además
ha iniciado su etapa de jubilación laboral. A pesar que lleva muy mal la dureza
de su nuevo estado de soledad, desea seguir residiendo en su vivienda de toda
la vida. Siempre ha considerado que convivir con una familia, a pesar de que
sea la de su hija y nietos, conlleva más inconvenientes que ventajas. Por todo
ello, a pesar de los requerimientos de Adina, se mantiene firme en “negociar”
en armonía ese terrible vacío que ha dejado su mujer, compensándolo,
difícilmente, con la independencia que supone no tener que compartir servicios,
normas e incluso caracteres, con otras personas, aunque sean los de su misma
sangre.
Aún faltan días para el 19 de Marzo. Comentando la
próxima efemérides de San José, con una compañera en el taller de arreglos de
ropa donde trabaja, Adina piensa en buscar un buen detalle para regalar a su
padre en ese Día del Padre, que tendrá lugar en la semana próxima. Desde siempre
se ha llevado muy bien con Elián, no en balde ella ha sido el ojito derecho o
preferido de este hombre, al que el destino no quiso concederle una mayor prole
familiar. Al fin, entre varias posibilidades, decide cuál podría ser el regalo más apropiado. Conociendo que ahora, con mucho
tiempo libre disponible en su vida, Elian gusta de dar largos paseos,
disfrutando con la templanza solar junto a la brisa marítima mediterránea, ha
pensado en buscarle un buen sombrero, con que proteger la alopecia y también la
vista cansada de su progenitor.
Aprovecha la mañana del sábado (media jornada que
tiene libre en el taller) para dirigirse a una buena
sombrerería, entre los escasos comercios que hoy se siguen
especializando en la venta de este complemento para vestir, dedicado
básicamente a los caballeros. Recuerda
desde su infancia un establecimiento tradicional dedicado a la venta de
este tipo de artículos, ubicado en pleno centro antiguo de la ciudad. Para su satisfacción, a pesar de los grandes
cambios que experimenta un centro urbano, transformado de una forma excesiva
para atender preferentemente a la demanda turística (restaurantes, bares,
cafeterías, establecimientos de comida rápida, etc) permanecen “islotes” de
tiendas tradicionales, entre las que se hallan dos de estas sombrererías. Acude
a la de mayor prestigio (actualmente dirigida por herederos de una cuarta
generación del empresario fundador) y contempla en su escaparate una amplia
muestra de los artículos ofertados para su venta: sombreros tradicionales, para
el uso diario o en acontecimientos de relevancia social, gorras de tela,
chisteras altas y bajas, monteras para los profesionales del toreo, las
clásicas boinas, todo ello en diversas
calidades, tipos de tejidos, colores y precios. Y, por supuesto, la prenda que
ella está buscando: un sombrero panamá de paja trenzada a mano, color beige muy
claro con una cinta de color verde oscuro. Su especializada fabricación en
Centroamérica y el material de alta calidad utilizado eleva su precio a 90 €.
A media mañana del domingo 19, Adina se desplaza al
domicilio de su padre, acompañada por su
marido e hijos. Previamente han
felicitado a Fermín, entregándole una moderna caña de pescar, deporte al que es
muy aficionado. Al entrar en ese piso que ella bien conoce (en él transcurrieron aquellos inolvidables
años de su infancia y juventud) percibe en Elián una extraña sonrisa y
expresión, entre nerviosa y pícara. Se encuentra hoy a una persona inusualmente
alegre ya que, desde la viudez, ha sido más que frecuente apreciar la mirada
taciturna de su padre, los largos silencios expresivos y esa tristeza interna
que el rostro apenas puede disimular.
“Hola Papá. Te hemos traído una
sorpresa, por ser hoy el día del “mejor” de los padres. A buen seguro que te va a gustar este regalo.
Ábrelo con parsimonia y emoción, pues te aseguro que no nos ha sido fácil
encontrarlo. Además de bonito y de gran calidad, te va a resultar muy útil para
todos estos largos paseos con que distraes las mañanas y también muchas de las
tardes. Especialmente ahora que viene el buen tiempo y el sol aprieta con todas
sus ganas”.
Elián agradeció con muestras de alegría el presente
que le ofrecían sus hijos y nietos. Con el panamá en su cabeza, este hombre parecía
mucho más esbelto y atractivo. Prometió usarlo, de manera especial, para estas
estaciones calurosas, donde el sol calienta y broncea en demasía e incluso
deslumbra en exceso, sobre todo para aquellos ojos un tanto gastados por el fluir
de tantas hojas del calendario. Dada la efemérides del día y como compensación
al grato detalle recibido, invitó a su pequeña familia a comer en algún buen
restaurante o chiringuito del paseo marítimo del oeste. “Por esa zona es más fácil encontrar aparcamiento. Además también
quiero daros una sorpresa pero, ese también mi regalo, no lo haré hasta los
momentos del postre, cuando brindemos por la celebración de muchos “días del
padre”. Estas curiosas palabras dejó en todos los presentes un cierto
poso de extrañeza. Se preguntaban qué podría haber detrás de sus sonrisas y el
misterio con que deseaba envolver aquello que les iba a transmitir.
Un día radiante de sol acompañaba a ese grato y
suculento almuerzo “marinero” celebrado junto a la agradable brisa,
procedente de un mar en plácida calma. Jugosos comentarios, divertidos
chascarrillos, buena mesa y estimulante bebida, hacía que el día transcurriera
perfecto. Elián, tocado con su nuevo sombrero panamá, parecía rejuvenecido, con
ese vaquero y chaqueta fina de sport que, según confesó, hacía una semana se
había comprado.
En algún momento de la comida, el homenajeado padre
había estado manejando su móvil “en traviesa “negociación” con esos sonidos
característicos de los mensajes del whatsapp. Ya en los postres, una mujer aún
joven (posiblemente, con los cuarenta iniciados) se acercó a la mesa que
ocupaban los miembros de la familia Torreserena. Con una tierna sonrisa se puso
junto a Elián, mientras este abrazaba con su mano la cintura de la inesperada
invitada. A los pocos segundos, el “patriarca” familiar se puso de pie junto a
ella y con una voz un tanto nerviosa, pero con amorosa intensidad afectiva,
pronunció las siguientes palabras:
“Yo también tenía un regalo que
ofreceros. Quiero presentaros a Celeste, la
mejor y linda persona que ha logrado que recupere la ilusión y las ganas de
vivir. Llevamos ya un par de semanas, en nuestra maravillosa relación, por lo
que hoy, en un día un tanto especial, quiero transmitiros nuestro deseo de
emprender para siempre un camino juntos. Hay una simple y gran realidad: nos
queremos, nos necesitamos y nos amamos. Tal vez podáis considerar que la
diferencia en edad sea un obstáculo, pero nosotros no los estimamos así. La
madurez y la juventud se complementan en armonía y cada uno aporta al otro todo
aquello que, generosa y sabiamente, puede enriquecerle. Celeste y yo buscamos,
con ansiedad, ese muy cercano día en el que podamos pasar por la vicaría. Ella
va a ser vuestra nueva madre, con todo ese cariño y sabiduría que tan bien sabe
compartir”.
Adina estaba en “profundo estado de shock”. Fermín
se bebió, en no más de dos segundos, la copa llena de Rioja que asía en su
mano. Los niños sonreían con naturalidad, ante la divertida escena que estaban
presenciando. El murmullo elevado de los demás comensales en el merendero
compensaba el silencio glacial que dominaba la mesa de los Torreserena.
Ya de vuelta a casa, tras un almuerzo en el que
todos se vieron obligados a interpretar su obligado papel escénico, mejor o
peor improvisado, Fermín expresaba con palabras sensatas su punto de vista ante
la nueva situación que llegaba, con la mayor sorpresa, a sus vidas.
“Mujer, no te lo tomes así. Tu padre
ha encontrado la mejor medicina para la soledad que ha tenido que afrontar,
durante todos estos meses, desde el fallecimiento de tu madre. Eso que dices
que viene a llevarse los ahorros de Elián yo no lo veo así. Parece ser una
buena mujer que busca en él su madurez. Por el contrario, él necesita de esa
juventud y vitalidad que ella puede ofrecerle. ¿Para qué pensar en herencias y
sandeces!. Nosotros vimos honestamente de nuestro trabajo y los críos han de
labrarse su propia hoja de ruta en la vida. Te confieso que no me ha gustado tu
actitud con esta chica. Debes reflexionar y darles esa oportunidad que todas
las personas merecen. Tu madre hace ya once meses que nos dejó. La vida ha de
seguir, nuestro tiempo ha de continuar”.
De manera afortunada, ese
buen espíritu primaveral, que sabiamente nos vitaliza, comenzó a movilizar
voluntades y a provocar la proximidad de dos personas, prácticamente de la
misma generación. Adina y Celeste supìeron, con paciencia y generosidad, ir
asumiendo el nuevo rol familiar que el destino había querido generar en sus
vidas. Esa hermana que Adina siempre echó en falta podía ser (por la cronología
y temperamento) la nueva esperanza rejuvenecedora que Elían había encontrado en
la rutina solitaria de su avanzada etapa de madurez. Por su parte Celeste,
ciertamente con unos antecedentes convulsos en su trayectoria vital, tuvo la
suerte de hallar a un hombre que sabría poner orden, estabilidad y experiencia,
en su persona.
La Primavera, con toda esa magia de contrastes y
respuestas que genera, puede colaborar
en ese “renacer” que, sin duda, unos y otros necesitamos. Pero es siempre la
voluntad individual el elemento o fármaco decisivo que nos facilita la fuerza
renovadora para avanzar, con ilusión y confianza, en la construcción, día tras
día, esfuerzo tras esfuerzo, de nuestro protagonismo en esta relativamente
breve representación escénica que supone la existencia.-
José L. Casado Toro (viernes, 17 de Marzo 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario