INTRODUCCIÓN.
Hay
películas que te facilitan el saludable e inteligente
ejercicio de pensar. Sin embargo, en otros productos cinematográficos su
director, y la industria que lo respalda, ya lo ha hecho por ti. En este último
caso el espectador se ve empequeñecido y “obligado” a ver y asumir lo que otros
han decidido por él. Su criticismo y análisis del discurso que se le ofrece se
ve atenazado por un estado de pasivo letargo, en el que reirá o temblará, pero
como un espejo sin azogue que no reflejará la verdadera realidad que tiene
delante. De manera afortunada llegan, pacientemente a nuestras pantallas, algunos films que narran historias diferentes,
utilizando para ello intérpretes y argumentos, atrezos y puestas en escena, que
nos hacen reflexionar y comprender un tanto mejor el mundo que nos acoge y
sustenta. Son películas de un cine alejado de la macro-industria de Hollywood o
similar. Este cine, llámese independiente, alternativo, europeo o de otras
geografías, nos hace recuperar, con la ilusión del “converso” o con el ímpetu
del “partisano”, la fuerza estética, conceptual y anímica de unos personajes y unos hechos que saben y transmiten
credibilidad y verdad. No, no es fácil ni frecuente que este tipo de
cinematografía alcance un acomodado o adocenado posicionamiento en las grandes
carteleras. Sin embargo, de tarde en tarde, nos llegan cintas y materiales que nos hacen recuperar nuestra identidad con ese gran arte de
la vida, escenificada y proyectada en una pantalla de cine o en ese
televisor que, tantas veces, aburre y amodorra.
DATOS BÁSICOS DE LA PELÍCULA “IDA”.
PAWEL PAWLIKOWSKI (Varsovia, 1957) rueda este su
quinto largometraje en Polonia aunque, en la actualidad, se halla afincado
residencialmente en Gran Bretaña. No es muy extenso el tiempo de narración,
sólo 80 minutos, suficientes para contar un
complicado drama desarrollado en la Polonia de 1960,
bajo un régimen de socialización comunista dependiente del rígido control
impuesto por la URSS. En esa casi hora y media de metraje son tratadas temáticas muy controvertidas que afectan a la
religión católica, a la familia, a las consecuencias de la expansión nazi por
la Europa del Este, al sentimiento de culpa y la búsqueda de la identidad
personal, a la aventura de una road movie, tanto material como espiritual, a la
responsabilidad individual y colectiva de unos hechos que tratan de silenciarse
en la cobardía del olvido. Posiblemente, habrían sido necesarios más minutos a
fin de explicar mejor la evolución psicológica de una de las dos principales
protagonistas, Ida Lebenstein. Esta gran película ha
sido premiada en los festivales de Toronto, Gijón, Londres y Varsovia,
distinciones todas ellas recibidas en 2013 año de su realización. Rodada en una
maravillosa fotografía en escala de grises, en
una ratio desusada del 4/3 (una pantalla casi
cuadrada) que nos hace añorar el cine de otras épocas para su mayor gloria
estética. El guión ha sido escrito por el
propio director, junto a su hermana Rebeca.
¿CUÁL ES,
BÁSICAMENTE, LA TRAMA ARGUMENTAL?
La
hermana Anna (AGATA TRZEBUCHOWSKA) vive en un
convento de monjas, desde que era muy pequeña. Ahora, en 1962, con dieciocho
años de edad y antes de tomar sus votos, es enviada por la superiora de la
comunidad a casa de su único familiar, Wanda Gruz
(AGATA KULESZA (Szcrecin 1971) tía de la novicia y de la cual ésta no
tenía noticia alguna hasta este momento. Debe conocer algo de la historia que
articula su vida, antes de dar ese paso decisivo que supone dedicar el resto de
su existencia al servicio absoluto de la fe en Cristo. Wanda le explica a su
sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein.
Y que es judía, al igual que sus padres que fallecieron durante la ocupación
nazi del territorio polaco. Tía y sobrina emprenden una azaroso viaje en busca
de datos que puedan aclarar mucho de la historia de ambas mujeres y,
especialmente, el lugar donde los padres de Ida están enterrados. Acuden a su
antigua casa, ahora ocupada por otra familia formada por Feliks Skiba (ADAM SZYSKOWSKI) junto a su mujer y un
hijo pequeño. Este hombre asesinó a los padres de la novicia, en aquellos
tiempos finales de la 2ª Guerra Mundial, por su aversión antisemita y para
quedarse con esa vivienda en la que actualmente reside. Con la promesa de Ida de que mantenga esa
propiedad, accede a llevarlas al lugar donde están ocultos los cuerpos de aquel
joven matrimonio y del propio hijo de Wanda, a fin de que las dos mujeres
puedan recoger sus restos y enterrarlos convenientemente en el cementerio de
esa pequeña localidad llamada Priska. Durante el viaje en búsqueda de la
identidad de sus respectivos pasados, recogen a un joven músico saxofonista (DAVID OGRODNICK) que tiene que actuar en esa ciudad. Ida mantiene una
relación de experiencia sexual con el joven, aunque al final decide volver al
convento para profesar los votos y entregarse a la vida contemplativa.
Mientras, su tía Wanda, profundamente vacía en lo anímico y en lo social, pone
fin a su vida en medio de la desesperanza más absoluta. El largo travelling
final de la película es estética y conceptualmente estremecedor, por parte de
una joven que quiere apartarse del mundo buscando en la fe el camino de su
realización personal.
MUJERES EN LA ENCRUCIJADA.
Son
dos personajes, vinculados familiarmente, que soportan, cada una a su manera,
la angustia de la realidad que determina sus vidas. De igual forma, cada una de
estas mujeres tratan de poner fin a ese vínculo vital, al que no le tienen
apego ni credibilidad.
WANDA GRUZ. Ha vivido la angustia de la
persecución, por ser judía, durante la ocupación nazi. Ocultó esa pertenencia
sacrificando todo lo que un ser puede pagar, a fin de salvar su vida. Ve como
el antisemitismo de sus propios conciudadanos acaba con lo más entrañable de su
existencia, esa familia a la que pertenece. Para disimular aún más su raíces
judías, se convierte en una funcionaria poderosa, implacable y sin piedad de la
dictadura comunista en los años de posguerra. Le llamaban Wanda “la Roja”, por
esas sentencias a muerte contra “los enemigos del pueblo” que decretaba sin
misericordia, desde su puesto acomodado de jueza represora. Con el paso de los
años cae de lleno en la dipsomanía o alcoholismo; en el amor libre; en la
dependencia del tabaco; y en el vacío existencial más absoluto. Tras enterrar a
sus deudos, comprende que su camino en la vida carece de sentido por lo que
adopta la decisión de suicidarse arrojándose por una ventana, buscando la
expiación de los errores que claman desde su conciencia.
IDA LEBENSTEIN, la bella
novicia Anna, sobrina de la anterior, ha vivido la mayor parte de sus dieciocho
años de existencia encerrada entre las paredes blindadas e impermeables al
mundo de un convento de religiosas. Nada sabe de su pasado u origen. Quiere
entregar su alma y cuerpo al servicio de la fe religiosa que le han inculcado,
desde que fue llevada a esa comunidad a fin de salvarle la vida, por su
ascendiente judío. Antes de profesar los votos, entra e investiga el mundo
exterior existente a la mentalidad creyente de unas personas que se aíslan
voluntariamente del mundo. La relación con el ateísmo profundo de su tía, la
dura negociación con el asesino de sus padres, la experiencia carnal con el
joven saxofonista, que le ofrece un proyecto de vida inmerso en la sencillez y
la materialidad hace que, sintiendo un miedo superior, acelere su vuelta al
convento, huyendo de un mundo exterior que ni comprende ni acepta. Será como
otra muerte en vida, sólo endulzada por la fuerza de la creencia religiosa y
ese fundamento misterioso en la fe del que tantos carecen.
EL ANTISEMITISMO INSTITUCIONAL Y
POPULAR.
El
director Pawlikowski denuncia en esta dura y, al tiempo, sensible historia, la
actitud de sus compatriotas contra los judíos polacos, en tiempos de la segunda
Guerra Mundial. Como en otros países, las semillas de la intolerancia, la falta
de respeto a las creencias ajenas y la búsqueda del chivo expiatorio para las
maldades humanas anidaban en esta sociedad, a mediados de la centuria anterior.
Precisamente, en un pueblo donde la tradición práctica del catolicismo caracteriza
a una colectividad que defiende ese argumento por encima de ideologías que
rechazan la fuerza de la creencia sobre la materialidad. Ese odio, o también el
temor interesado, en aquellos luctuosos años de la ocupación ejercida por el
imperialismo nazi, es una mácula que tantos llevarán por generaciones, en clara
contradicción con el cristianismo misericordioso del que se jactan y dicen
practicar. Pero esa hipocresía, tanto en las conciencias como en la práctica
doctrinaria, no es novedosa. Ni antes, ni ahora. Ni allá, ni acá. Eso sí que es
un profundo problema para la credibilidad confesional.
Y TAMBIÉN….. PUDO SUCEDER ASÍ.
Es
frecuente que el espectador (también el lector, por supuesto) se muestre reacio
en aceptar la historia que le ofrece el director, el arquitecto, el escultor o
el pintor (en sentido metafórico o real) que ha modelado la historia. En este
posicionamiento crítico, travieso y valiente en lo imaginativo vemos que, tras
el suicidio de Wanda, Ida afronta con otra perspectiva el sentido que desea dar
a su existencia. Proyecto de vida que se halla en los primeros capítulos de su
anónima biografía. Afronta esa disyuntiva de huir o
vivir en la vida. De priorizar la luz de cada uno de los días, sobre esa
gozosa creencia futura tras el tránsito cruel de la muerte. A un lado, la
familia conventual. En el otro, esa otra comunidad más reducida y directa, de
un vínculo matrimonial, con unos hijos que sustenten la convivencia familiar,
en un contexto valiente de alegrías y nublados, de realidades y ensueños, de
humedad y sequía. Han pasado los años. La antigua
novicia es hoy madre de dos hijas adolescentes, Maquia y Razzia, que
labran su porvenir formándose en un centro público de secundaria. Hace unos
años que David quiso seguir la senda de otra compañera que le ofrecía su
apetitosa novedad, material y psicológica, en ese camino sin destino o lugar
para las creencias del más allá. Ida trabaja en una fábrica de componentes
electrónicos, en largas jornadas compensadas con una básica retribución para la
subsistencia. Algunos domingos, cuando la temperatura ausenta su gesto de
hostilidad, pasea con sus hijas por los aledaños de un valle cercano. En esta
naturaleza se encastra una gran masa pétrea conventual, presidido por una
imagen del Sagrado Corazón, en el centro del gran patio frontal. En su
interior, la comunidad religiosa pasa sus horas ocupadas en el rezo, el
trabajo, la meditación y en el canto de sus creencias. Ida contempla esas dos
vidas que marchan paralelas, con esos destinos inescrutables que otros, tal
vez, escribirán.-
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Puede
ser un excelente ejercicio, intelectual y estético, asistir a la proyección de
esta película, reflexionando y gozando con los elementos formales y
conceptuales que la historia nos ofrece y que plantean otra forma (sin duda
acertada) de hacer buen cine.-
José L. Casado Toro (viernes, 18 abril,
2014)
Profesor
jlcasadot@yahoo.es
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