ESA REALIDAD, QUE NOS DOMINA Y SUBYUGA.
Vas
por las calles, plazas y jardines, cruzándote con otros muchos viandantes.
Caminando despacio, o tal vez con esa celeridad dispuesta para la nada,
observas que muchas de estas personas escuchan y responden, ríen y se enojan,
gritan y susurran, en medio de una soledad que tanto incomoda. En su diálogo, a
dos o tres bandas, no ves a sus interlocutores. No están presentes. Pero ellos
continúan comunicando, e incluso gesticulando, con esas otras personas que
habitan en la distancia. Igual suben al autobús o entran en aquella tienda u
oficina…. y la conversación no se detiene.
Ha
terminado la clase y te extraña el silencio que domina en el aula. Una mayoría
de los presentes está muy atenta a la pantalla de su móvil, tecleando y
comprobando palabras para la comunicación. El Whatsapp es el deseado punto de encuentro,
para el intercambio de frases o palabras que vinculan el conocimiento. Parece
que nadie habla, pero casi todos escriben.
Igual
ocurre durante la proyección de una película o en la celebración de un
concierto para la sensibilidad musical. Entre las butacas, observas que hay
luces que brillan, a modo de estrellas, en medio de la penumbra que nos cobija.
Y es que esa pequeña pantalla digital urge la consulta, el diálogo o la
presteza para el decir. Incluso cuando compartes la cena en familia, o en las
necesidades para lo social, junto al alimento que reposa en el plato o esa
bebida para el placer, hay un pequeño artilugio de última generación que
también está invitado al convite. Lo hace como inexcusable protagonista de esa
mesa para la hermandad, tanto en lo familiar como en lo social. Nos hallamos en una era en que domina, sobre cualquier otra
dimensi ón,
la comunicación digital.
LA PELÍCULA. HER.
Llega
en este febrero a nuestras pantallas el último regalo cinematográfico de SPIKE JONZE (Maryland, EE UU. 1969) titulado HER (traducido como Ella aunque, en la concreción del
idioma, sería “de ella” o “a ella”) 2013, U.S.A. con 126 minutos de metraje. Es
una comedia dramática perteneciente al género de la ciencia ficción. En
realidad no es tan ficcional su trama argumental. Su contenido temático no se
halla tan lejos de nosotros, como pudiera pensarse al utilizar ese apelativo
genérico. Sabemos que la aplicación Siri, en
nuestros móviles y ordenadores, está en la l ínea de
lo que vemos y se nos cuenta en esta historia. La cinta está nominada, en cinco
categorías, para las próximos Premios Óscar, de
la Academia de Hollywood (película, guión original, banda sonora, canción
original y diseño de producción). Entre otras distinciones, ya le ha sido
concedido el Globo de Oro al mejor guión, en
esos prestigiosos premios de la cinematografía americana. Probablemente, nos hallamos
ante una de las mejores películas del año.
UNA HISTORIA DE SOLEDADES COMPARTIDAS.
El
principal protagonista de esta historia, Theodore
Twombly (Joaquín FOENIX, San Juan de
Puerto Rico, 1974) vive en la ciudad de los Ángeles, en tiempo de lo que será
un futuro muy cercano. Este escritor, hábil y cuidadoso con las palabras y el
teclado, trabaja en una empresa que se ocupa en redactar cartas afectivas por
encargo de los clientes. Recientemente, su prolongada estabilidad matrimonial
con Catherine (Patricia ROONEY MARA, Nueva York, 1985) se ha roto, hecho que le sume en
un estado de angustiosa, silenciosa e insoportable soledad.
Visitando
una feria informática, Theo tiene la oportunidad de comprar una avanzada
aplicación para su ordenador, en el ámbito o prestación de la Inteligencia Artificial. Este sofisticado software le
permitirá elegir a una voz femenina con la que poder compartir el diálogo, el
consejo, la angustia de la soledad, los proyectos y, también, el amor. Ese S.O. (sistema operativo) adaptado a las necesidades
del comprador, en el marco sofisticado de lo virtual, le concederá tener la
proximidad absoluta de Samantha (sólo es una
voz en off, articulada por Scarlett JOHANSSON,
N. York, U.S.A. 1985), en todos los momentos del día, a través del auricular,
el móvil o la pantalla fija de su ordenador.
La
relación entre ambos se mantiene no sólo en el trabajo, en el restaurante o en
el trayecto del metro, sino también en esa oscuridad de la noche, hallando el
espacio propicio para la compañía, la palabra, el sentimiento y, por supuesto,
el amor. Esta peculiar relación, entre una persona
física y otra simplemente virtual y sin imagen física, se torna ansiosamente
obsesiva. Pero esa reciprocidad afectiva y sexual se irá complicando
pues Samantha, además de hablar con Theo, lo hace al tiempo con hasta 8.316
personas más. Incluso esa sincronía sentimental hace que esté (en un momento
concreto) enamorada de hasta 641 personas a la vez.
Theo,
que la siente alejarse, cuando más la necesita, llega a sufrir la inseguridad
de los celos. Habrá de recurrir a su amiga y confidente Amy (Amy ADAMS, Aviano, U.S.A. 1974) también separada, en
fecha reciente, de su pareja Charles (Matt LETCHER, Michigan, U.S.A. 1970) en busca del
necesario consuelo. Desde la terraza del rascacielos, donde el escritor posee
un lujoso apartamento, Theo y Amy observan, hermanados en la soledad, el jugoso
espectáculo de luces y sombras que refleja una ciudad densificada en la más
atrayente modernidad. Pero ese gigantesco espacio urbano se ve, cada vez más,
invadido por la deshumanización afectiva, generada por una sociedad tecnológicamente
absorbente y al margen de algunos parámetros inexcusables para la racionalidad.
¿Y CÓMO ES THEODORE?
Sin
duda, el protagonista central de esta historia, junto a Samantha. Es una
persona inteligente, muy preparada para estar al día en la vanguardias sugerentes
de la tecnología, con un carácter donde fluye la ternura, la sensibilidad y la
melancolía. Él, que sabe poner las más bellas palabras de amor en los escritos
que compone para los demás, sufre intensamente (a pesar de su apacible
serenidad) la ruptura de quien ha sido el gran amor de su vida, la bella
Catherine. Trata de superar esa profunda carencia afectiva apoyándose en el marco que hace
posible el incontenible y asombroso avance informático de la Inteligencia Artificial. Pero, casi sin poder
controlarlo y de una manera progresiva,
va quedando atrapado en las redes poliédricas de una voz femenina que casi todo
lo puede y que, en su soledad sociológica, cada vez más necesita y desea, hasta
hacer fluir y recuperar el amor perdido. Es ese fall in love verdadero que con
tanta frecuencia ha sabido componer para las cartas de encargo que otros le
reclamaban, en el ejercicio literario de su profesión.
¿Y CÓMO ES SAMANTHA?
No
le podemos poner rostro a la aterciopelada y dulce voz de esta joven, que no
aparecerá físicamente en pantalla. Ella le llama, le responde, le recuerda sus
obligaciones laborales, le aconseja, le anima e incluso gestiona el
funcionamiento del disco duro de su ordenador. Le acompaña a la lavandería o a
la playa, al cine o al teatro, le ayuda en sus compras y sabe aconsejarle en
estos momentos para la dificultad, en que se encuentra sumido su amigo. Es esa
amiga, compañera, amante y confidente que un ser vacío, en medio de la selva urbana,
ansía tener a su lado con el fin de recuperar unas pautas de conducta que
justifiquen cada amanecer, cada anochecer. Supone, en la modernidad de los
tiempos, la tecnología más impensable y polivalente puesta al servicio de la
más cruda orfandad afectiva.
Sí,
tenemos la atrayente imagen juvenil de Scarlett Johansson grabada en nuestra
memoria pero, en la película, sólo es una voz que, posible y lamentablemente,
en un gran número de las copias exhibidas, será artificialmente doblada.
¿RESULTAN CREÍBLES LOS PERSONAJES DE SHAMANTA Y THEO?
Obviamente
son los dos grandes protagonistas de la cinta. J.
Foenix realiza un rol interpretativo muy diferente al que nos tiene
habituados. Su serenidad, su constancia, su equilibrada metodología laboral, es
contrapuesta a esa angustia vital que le produce el desagradable vacío
afectivo, especialmente en las horas nocturnas. El tiempo aplicado, ante la
pantalla de su ordenador o su móvil, le permitirá disfrutar de ese diálogo y
proximidad que banalmente se esfuerza en hallar o percibir a través de la
visión que le ofrece la ciudad en que vive. Una gran urbe, cada vez más
avanzada en lo tecnológico pero, también, temerariamente vacía en el calor de
lo humano. Cuando mira a través de la gran cristalera de su lujoso apartamento
en los Ángeles, sólo ve un mar de luces en medio de la noche, pero quiere
encontrar ese proximidad afectiva que ahora la ciencia electrónica pretende
suplir. Gran interpretación de Foenix.
Pero
muchos de los que han podido ver la película, especialmente si han gozado de la
versión original, señalarán la voz de
una magnífica actriz cuya imagen no aparece ni un solo segundo en pantalla. La
voz de Scarlette Johansson recrea un estupendo
y necesario personaje en lo virtual. Las palabras y el sonido pueden generar
una gran interpretación que necesita de nuestro esfuerzo imaginativo. Sólo el
cine y la radio son medios comunicativos que pueden conseguir este milagro para
la convicción. Por cierto, la música del grupo Arcade fire enriquece, acústica
y sentimentalmente, las vivencias compartidas de unos seres que parecen tener
mucho en lo material pero que, en realidad, navegan como autómatas en el diabólico
laberinto del desamor.
TAMBIÉN PUDO FINALIZAR ASÍ, ESTA BELLA HISTORIA.
Theodore
comprende que las múltiples obligaciones comunicativas, que Shamanta ha de
atender, le alejan cada vez más de una dimensión gratamente placentera pero, en
esencia, irreal. Difícilmente podrá competir con todas esas personas que
comparten el amor de un S.O (sistema operativo) eficazmente versátil para
tantas carencias y nublados que anidan entre nosotros. Ella y él lo entienden y
aceptan.
Theo buscará, y encontrará ahora, esa templanza afectiva en la
proximidad terrenal de lo humano. Su buena amiga Amy, sabrá abrirle las
puertas de un cariño cada vez más ansiado en la selva social en la que se ve,
junto a otros, inmerso. Juntos sabrán hallar y afrontar el camino de un destino
contrastado entre la sabiduría de la ciencia y la sencillez de lo próximo.
Y resultó
especialmente significativo lo que sucedió unos meses después. Theo se despertó
sobresaltado una noche, mientras Amy parecía dormir plácidamente. Creía haber
apagado su ordenador, pero estaba sonando una señal de aviso desde la
habitación donde solía trabajar. Acudió con presteza al interior de la misma y,
efectivamente, el ya conocido aviso del S.O. reclamaba con insistencia su
atención. Ciertamente lo había desactivado, hacía ya muchas semanas, pero allí
estaba de nuevo. Era Ella. Her deseaba comunicar. Había recompuesto el sistema y
ahora reiniciaba el contacto. En esa mezcla de debilidad y curiosidad, tras
dudar unos segundos, su mano se dirigió hacia la tecla del enter. Pero otra
mano más rápida, femenina y humana, se le adelantó pulsando con firmeza la
tecla del apagado. Era Amy quien, con una sonrisa, le miró a los ojos diciéndole
con integridad afectiva. “Ya no es necesario, amor. Me tienes a mi. Mañana hay que
madrugar”. Desde el espacio o tal vez desde cualquier parte de la
inmensidad, lágrimas virtuales inundaron de bytes crepusculares el sutil y
silencioso espacio de lo infinito.-
José L. Casado Toro (viernes, 21 febrero, 2014)
Profesor
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