Es
una edad preciosa y difícil al tiempo. A ratos, apasionante. En no pocos casos,
descontrolada. Pero gozando la plenitud natural de la vitalidad.
Incluso, en la expresión popular, se le suele dar al número quince el dulce
apelativo de “la niña bonita”. Muchos jóvenes alcanzan esa edad nuclear, que
pone fin a la infancia y abre el camino de la adolescencia, con un buen
equilibrio en sus respuestas. Ante el entorno, que les vincula. Y, también,
ante la identidad de sus propias conciencias. Pero en otros casos, ciertamente
bastante repetitivos, esa frontera cronológica supone un mar tempestuoso para
la complicación. Sufren ellos y padecen quienes les acompañan. Padres,
profesores, familiares y amigos, pueden dar fe de estos contrastes que tanto
afectan al carácter de los jóvenes adolescentes. Hablamos de una edad en la que
se suele mezclar la rebeldía, ante lo
establecido, la insatisfacción, ante la
racionalidad de lo natural, la introversión o
la huida, ante las formas o los comportamientos y el desprecio
inconformista, ante un entorno que se considera falso y agresivo. Para algunos
puede suponer la denominada “edad del pavo” pero, en otros muchos casos, puede
considerarse la edad o etapa de la primera,
y especialmente emblemática, gran crisis existencial en las personas.
GRACIA
QUEREJETA MARÍN (Madrid, 1962) nos traslada, en su sexta dirección
cinematográfica, a ese mundo en el que jóvenes y familias tratan de negociar un
punto común de equilibrio, en la inestable y recíproca ventisca de la
incomprensión personal. 15 AÑOS Y UN DÍA,
estrenada comercialmente el viernes 7 de junio (dos días más tarde, su padre
Elías Querejeta Gárate (Hernani 1934 - Madrid 2013) un gran productor de cine,
nos dijo adiós, en la búsqueda de nuevas producciones, por el cielo inmenso de
las estrellas) fue premiada en el pasado Festival del
Cine Español, en Málaga. Recibió la biznaga de oro a la mejor película,
junto a la biznagas de plata al mejor guión (de la propia Gracia y Antonio Santos)
y banda sonora original.
SÍNTESIS ARGUMENTAL
JON (Arón Piper, Berlín 1997) es un chico de quince
años, huérfano de padre, desde los diez. Atraviesa una fase difícil en su
carácter: inconformismo, soluciones drásticas, profunda irresponsabilidad, agresividad
como respuesta, desprecio al fin ante un entorno que le condiciona y limita en
su percepción. No puede comprender que los demás sufran, soportando sus incómodas
acciones que llevan el signo de lo desagradable, el riesgo e, incluso, la
violencia. Vive junto a sus madre, Margarita. Pero así no es como llaman en
familia a esta mujer.
MARGOT Aguirre (Maribel Verdú, Madrid 1970) es viuda
de Nicolás, el cual puso fin a su vida tras conocer las infidelidades afectivas
que mantenía su compañera, pero dejando a ella y a su hijo en una cómoda
situación económica. Margot quiere e intenta ser actriz, pero fracasa, una y otra vez, cuando se presenta
a las pruebas de casting. Protege y disculpa todas las acciones de su hijo,
hasta que las violencias del joven le mueven (tras su expulsión del colegio) a
enviarlo, los meses del verano, para que viva junto a su abuelo Max, a fin de
que éste intente enderezar al díscolo nieto.
MAX (Tito Valverde, Ávila 1951) es un militar
retirado que intervino en la Guerra de Bosnia (Mostar, Bosnia y Herzegovina) conflicto que
le ha dejado muy marcado en su carácter. Tras cuarenta años de matrimonio, hace
tres que se ha separado de su mujer CATI (Susi
Sánchez, Valencia 1955), yéndose a vivir, junto al mar, en Alicante. El sentimiento
de rechazo y desprecio, entre ambos ex cónyuges, es manifiesto y constante. Max
intenta enderezar el comportamiento desviado de su nieto, pero los choques,
generacionales y de carácter, en dos seres con profundos problemas de
identidad, se suceden en el día a día.
Jon
hace pronto amigos, en esa bella ciudad mediterránea del levante peninsular.
Son jóvenes desarraigados, que viven en una cierta marginalidad de las buenas
costumbres. Así es el caso de NELSON, el grupo
de los ecuatorianos y, también, ELSA, una dulce
adolescente que trabaja en el cíber regentado por su padre y que por las tardes
ejerce de peluquera. Es la novia de Nelson pero, paulatinamente, se siente
atraída hacia Jon. También interviene, en la narración de la historia, un chico
gay, TONI, que cultiva la música y que por su
formación cultural es encargado por Max para
que ayude en el estudio a Jon, aunque éste rechaza ese oferta de aprendizaje.
La
última parte de la película adquiere tintes sombríos en la inmensidad de lo
dramático y lo criminal. Violencia, muerte y horas de hospital, en el mundo de
esos chicos que malgastan las oportunidades para mejorar como personas. Y, en
esta fase del metraje, adquiere protagonismo la no bien explicada figura de la inspectora ALEDO (Belén López, Sevilla 1970), separada
y rechazada por su hijo, también de quince años, que vive con su padre. Mantiene
un difícil acercamiento afectivo con Max.
ASPECTOS INTERESANTES PARA EL ANÁLISIS
a a) MAYORES Y JÓVENES.
Sería
fácil, pero alejado de lo justo, plantear un discurso simplista acerca de la
insensatez de esos adolescentes. Jóvenes que malgastan la oportunidad de su
tiempo y se enfrentan, violenta e incluso criminalmente, a un mundo que
rechazan, no entienden y desprecian.
Pero ¿y los adultos? ¿Qué ejemplo, que
tipo de valores les están aportando? Si focalizamos este planteamiento en Jon
¿qué es lo que ha estado “libando” metafóricamente hablando, en sus quince años
de vida? Una madre que le da la razón cuando, en la mayoría de ocasiones, no la
tiene. Y eso es maleducar. Esa misma madre, acomodada en lo económico, engaña a
su marido (persona obsesionada por los automóviles) quien sintiéndose frustrado
y relegado, pone fin a su vida. Se aleja de la crueldad de su mundo, pero deja
huérfano a un hijo, con diez años, que necesita del amor, la responsabilidad y
autoridad, de un padre, para siempre ya, ausente. Jon tiene unos abuelos que,
tras décadas de convivencia, caen en la cuenta que entre ellos ya no existe
nada, sólo el rechazo recíproco e incluso el odio. Para el chico, el mundo de
los mayores es falso y sin el sentido lógico que percibe su necesidad. ¡Cuántos
dramas hay en muchos jóvenes cuyo origen se halla en la incapacidad, en el
egoísmo y en la pobreza en valores de unos familiares escasamente ejemplares,
para la óptica de unos pre - adolescentes, en plena fase de evolución orgánica
y temperamental!
b) ¿CREDIBILIDAD
INTERPRETATIVA?
Para aquellos espectadores que sean
especialmente observadores de esta cualidad o capacidad artística, el oficio de
estos personajes no llega a convencer en plenitud. Ni a pesar de sus
desplantes, travesuras y fechorías, el joven Jon
da la imagen de un adolescente visceral, violento o pre-criminal. Sólo con
mirarle a la cara nos damos cuenta que está lejos, muy lejos, del Antoine
Doinel, en Les 400 coups (Los 400
golpes) François Truffaut, 1959. Max hace
footing, da órdenes a su nieto, habla de
la guerra de Bosnia, pero difícilmente da la talla de un soldado amargado, con
el necesario carisma castrense. Cati, la abuela
materna, intenta mostrar su rencor de mujer frustrada, en el ocaso de su vida
pero, plano tras plano, no lo consigue. Si no hubiera aparecido en pantalla, no
habría sido echada de menos. Ese amor de última oportunidad, entre Max y la inspectora Aledo, resulta falso, sin garra, falto de
explicación, a pesar de la cita “para el aliño” del penúltimo plano fílmico.
Posiblemente esos pies que corren por el agua de la playa, antes de los títulos
de crédito, sean los de esta mujer que nos quiere convencer que ejerce de policía.
Al chico gay, Tony, que practica el solfeo y hace
de profesor para Jon, le hacen llevar a cabo una interpretación que resulta
francamente ridícula. Un buen director debe modelar la expresión de los
personajes, como primer objetivo escénico. Y esa expresión, en este chico, es
sencillamente patética. Sin duda, él no tiene la culpa. Sólo Maribel Verdú, Margot, con su buen oficio, aporta algo de esa
credibilidad que echamos en falta a lo largo de una gran parte de esos 96
minutos de vidas infelices.
c c) ¿RESULTA
DE UTILIDAD, SU VISIONADO?
Sin
duda. Una persona que ama el cine siempre encontrará, en la proyección de una
historia, valores y aspectos interesantes para su inteligente y pragmática aplicación
a la vida. Todo film, desvaído o valioso en su realización, genera un
enriquecimiento didáctico para nuestra constante e insaciable necesidad de
aprender. El problema con esta película consiste en que la crisis de la
adolescencia es un tema recurrente, en el cine de todas las épocas. Y este loable
esfuerzo, de la directora Querejeta, lo sentimos como muy light, sin la garra o
intensidad suficiente a fin de que nos impacte su historia, la interpretación o
el mensaje. No convence. Y ese es el problema. Sería innecesario visionar esta
cinta para afirmar que la crisis de un adolescente
es la crisis previa de una familia, de un entorno social y de un mundo donde
los valores han dejado de sustentar a no pocas, sino muchas, de las respuestas.
¿Y QUÉ PUDO SUCEDER DESPUÉS?
A
pesar del atractivo físico y social que posee Nerea,
su novia o pareja madrileña, Jon no olvida la humildad, sencillez y cariño que
irradia Elsa. Esos tres meses en Alicante han
calado mucho en su vida por lo que, tras comenzar el nuevo curso, con nuevas
crisis y fracasos escolares, pide a su madre que le permita volver a vivir con
su abuelo. Aunque Margot rechaza, en principio esta posibilidad, su relación
(fogosa y sexualmente descontrolada) con un productor de televisión, once años
menor que ella, prioriza sus intereses sobre la racionalidad responsable. Jon
se encontrará mejor con esas nuevas
señas afectivas que ha encontrado en el levante mediterráneo. La relación de Aledo con Max se va
consolidando, pues son dos almas solitarias que buscan desesperadamente esa luz
que les permita gozar de amaneceres y atardeceres que justifiquen la
existencia.
La
joven Elsa, la chica que no quiso estudiar “porque carecía de memoria”, está
peinando a una señora obesa que ojea, somnolienta, una revista del “corazón”. Sigue
castigando sus manos con ese shampoo de cada día cuando ve, con ilusionada
sorpresa, a una querida persona, por el cristal empañado en la humedad del
otoño. Hay luz, tras una ventana que conforta, susurra y habla. Ambos gozan de
la sonrisa, mientras un diligente zoom nos va alejando, de manera progresiva y
romántica, del interior y exterior de ese modesto, pero verdadero, espacio que sustenta
cariño y necesidad. La sobreimpresión de los títulos de crédito se ve
acompañada con una suave y dulce acústica para la esperanza.-
José L. Casado Toro (viernes, 14 junio, 2013)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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