Dos amigos de muchos años, ya retirados (algunos
matizarían, “liberados”) de la vorágine que ha presidido sus respectivas vidas
profesionales, suelen reunirse un par de tardes a la
semana, a fin de cubrir esas dos o tres horas que contemplan el plácido atardecer.
Fran y Gabi se conocen desde los años lejanos en la Primaria colegial. Ha
habido entre ellos momentos de mayor o menor acercamiento en su relación,
aunque siempre se han esforzado en mantener ese contacto que, los menos
exigentes, suelen denominar amistad. Fran ha
trabajado, fundamentalmente, con niños. También, como es lógico, con sus padres
y madres. Su actividad como médico pediatra la ha ejercido en el ámbito
público, aunque ha dedicado también cuatro tardes a la semana, durante lustros,
a fin de atender esa afamada consulta de la Plaza de la Merced, apreciada entre
tantas generaciones de familias malagueñas. Su antiguo compañero de banca en el
cole, Gabi, continuó la senda paterna
atendiendo el antiguo negocio familiar de una ferretería, ubicada muy cerca del
Guadalmedina, junto a una de las antiguas puertas medievales de la ciudad. Al
llegar el momento de su jubilación, hace ya cuatro años, ninguno de sus dos
hijos estaban por la labor de continuar esa labor comercial, por lo que cerró
el negocio y alquiló el espacioso local a una conocida cadena de comida a la
turca.
Esta
tarde, como en tantas otras de cualquier estación meteorológica, la
conversación fluye lentamente entre ellos, sentados cómodamente ante sendas
tazas de un café bien caliente. También en la mesa (ambos son golosos del
azúcar) aparecen unos hojaldres, especialidad de esa concurrida cafetería, situada
en los aledaños de la estación ferroviaria. Llevan ya un rato con pocas
palabras, pues distraen sus miradas en el trajinar de una tarde algo fría y con
amenaza de lluvia. Hay mucha clientela en esta hora de las meriendas, viéndose a personas de todas las edades. Algunos
incluso llevan consigo sus maletas y trolleys, para ese ir y venir en el
trajinar de los viajes.
“¿Te has fijado, compa, la cantidad de fiestas,
celebraciones, conmemoraciones, aniversarios, ceremonias, homenajes y
dedicaciones mil….. que tenemos a lo largo del año? Cada vez son menos las
fechas en que los almanaques, el Internet, la prensa o la tele, no nos
recuerden que hoy es el día de fulano o mengano o de tal o cual evento.
Prácticamente, hay un número del calendario dedicado para cada cosa, Sea más o
menos importante o sólo conocida en el círculo propio de tu propia familia.
Pues, fíjate, a pesar de toda esta “ensaladilla” de recuerdos y festividades,
hay una a la que todavía no se le ha dedicado un justo homenaje a la
importancia que representa. Desde luego, yo creo que la causa de este “olvido”
es debida a la falta de costumbre o al poco uso en el ejercicio de la misma.
Aunque te parezca mentira, aún no han encontrado acomodo para ella en el listado
en el múltiple calendario de lo festivo. ¿Cuál te imagina que es? Venga Gabi,
piensa, agudiza el cerebro, que si no se te acorcha y se vuelve un trasto
inútil”.
“Ahora te han
salido las ganas de hablar….. Y el café, tan cargado, te está poniendo a tono.
Pues, la verdad, no sé a lo que te refieres. Me estas diciendo…. sobre algo que
se le debería dedicar un día para festejarlo, porque es muy importante. Debe
ser una nueva de tus frecuentes ocurrencias, amigo Fran”.
“Todo es bastante fácil. Te lo explico. Ya que en estos
tiempos dedicamos muchos días del año para celebrar cosas que son relativa o
discutiblemente importantes, ¿por qué no buscar una fecha para celebrar un día
de la verdad. En esa fecha, mejor que sea en Primavera o Verano, por aquello
del calor y la alegría, todos nos comprometeríamos a decir sólo la verdad de lo
que pensamos, durante esas veinticuatro horas. Sería una verdadero homenaje a
esa palabra tan bonita, a ese valor tan importante (e infrecuente), como es la
verdad. Así, rechazaríamos, al tiempo, tanta mentira, tanta falsedad, tanta
hipocresía, como tenemos en nuestras vidas, en el comportamiento cotidiano y en
nuestras relaciones, con los familiares, con los amigos y vecinos, con todos
aquellos que están vinculados a nuestras vidas…. Por supuesto, que me estoy refiriendo no sólo
a la expresión oral, sino también a la palabra escrita ¿Qué te parece mi propuesta?”
Los
dos amigos guardaron silencio durante un par de minutos. Ambos aprovecharon
este breve tiempo, sin palabras en el aire, para recomponer mentalmente la idea
puesta “encima del tapete”. Gabi trataba de entender y acotar los límites y
posibilidades de lo que había escuchado. No estaba demasiado asombrado por la propuesta, pues conocía
muchas otras ideas que Fran tenía por costumbre plantear. Medio en broma, medio
en serio, el “doctor” solía darle estas sorpresas, costumbre que había tenido
que soportar desde los ya lejanos tiempos del compañerismo en las aulas.
“Hombre, la
propuesta que me haces es muy bonita, la mar de idealista, pero yo la veo
francamente irrealizable. Utópica, como dirían algunos. Me imagino a los
políticos y, entre ellos, a todo un Sr. Presidente del Gobierno, diciendo,
aunque sólo fuera por un día, la verdad de lo que realmente piensan. Tendrían
tal conflicto, entre sus conciencias y sus intereses, que acabarían “enfermos”,
en las consultas de los psiquiatras o en sus atestados hospitales. En primer
lugar, por una absoluta falta de práctica en la materia. Diciendo la verdad,
tendrían que acudir presurosos al espejo a fin de poder reconocerse e
identificarse en sus respectivas imágenes, a ver si eran otros los que
aplicaban tan noble práctica por sus bocas. Mientras, el pueblo soberano,
quedaría absorto, “fliparía” escuchando a esos “actores de la política” en unas
manifestaciones que asombrarían precisamente por llevar el contenido de la
verdad. Pero, el verdadero segundo problema, se les presentaría, a esos
políticos, en el día siguiente al de tan honesta celebración. Por poco que
hablaran, en la jornada del homenaje, al siguiente día tendrían que realizar
ímprobos esfuerzos para desdecirse de tan extraña práctica de sinceridad. Para
ellos, este valor es el gran desconocido en el seno de sus existencias
interesadas. No Fran, esto sería la locura. A pesar de todas las
carcajadas que tendríamos que tener preparadas al escucharles”.
“Te centras, Gabi, en la clase política para la gran
“filípica” que acabas de soltarme. Pero en la sociedad no sólo hay políticos. Y
estoy hablando o proponiendo un día de celebración universal. Vamos…. declarado
por la O.N.U. ¿Qué me dices de otros colectivos o personalidades?”
“Me reitero en
lo ya expuesto. Más o menos, que el mundo se vería al revés, en ese día para la
práctica de la verdad. Todos, todos deberían dar ejemplo y participar en la
conmemoración. Desde el Papa y todas las jerarquías católicas al resto de las
demás religiones, las monarquías, las presidencias de toda naturaleza, los
sindicatos, la clase científica, los colectivos profesionales, las unidades
familiares….. ¡Qué conflicto, qué hecatombe, provocaría esa endemia universal
en el decir lo que cada uno tenemos realmente en nuestras conciencias! Sería
tal la revolución provocada que, inevitablemente, tendríamos que reinventar de
nuevo el mundo y la propia sociedad que lo sustenta. ¿Y entre los matrimonios…..?
¡Qué locura, santo dios!
“Bueno ¿y por qué no lo intentamos tú y yo? Te propongo
que pasado mañana, miércoles, cuando nos reunamos para echar un ratito para la
merienda, sólo digamos la verdad de lo que pensamos, durante ese par de horas
en que estamos juntos. Puede ser divertido y, además, así tomaremos conciencia
de lo que supone olvidarse de la mentira, esa realidad sobre la que está
montado el mundo y todas sus estructuras. ¿Te atreves, te animas a esta
dificilísima experiencia, aunque sólo sea entre nosotros dos?
Hoy,
la ronda tocó pagarla a Fran. Ya, con las tazas vacías y los cuatro hojaldres
en el placer del paladar, se despidieron hasta el siguiente encuentro o
tertulia. Ambos estaban de acuerdo en intentar, para ese próximo miércoles, el
“sacrificado” ejercicio de la verdad. Pero ¿qué tal lo llevarían? Uno y otro
pasaron el día intermedio buscando o elaborando esa u otras preguntas que
siempre habían tenido en mente, con respecto al que consideraban el mejor de
entre todos sus amigos y conocidos. Y por fin llegó, para ellos, ese DÍA DE LA VERDAD, que iba a regar, con generosidad
primaveral, luces, aromas y sentimientos, en dos corazones para la sinceridad. ¿Qué
fue lo acontecido, en esa tarde dedicada para realizar la tan difícil práctica?
Ambos
amigos venían al encuentro con las pilas bien cargadas de interrogantes. Tanto
años de relación, desde la infancia, había dejado en ellos no pocas páginas sin
cerrar y algunas dudas que reclamaban respuestas, aunque sólo fuera por el ese
sentido tan humano de la curiosidad. Tras el ritual saludo de los afectos
pidieron, a la joven camarera que esta tarde les servía, los dos cafés bien
cargados y las parejitas de hojaldres rellenos con “cabello de ángel”. Apostaron
por hacerse una primera pregunta, posiblemente la más conflictiva de la
experiencia para después, según evolucionaran los acontecimientos, ir
desgranando el listado que cada uno tenía anotado en unas hojitas guardadas en
la cartera. Las dos primeras fueron de
tal significado que la tarde quedó inmovilizada bajo el clímax de las
sorpresas.
“Vamos, Fran, me
puedes asegurar que Carmen y tu nunca habéis tenido algún “asuntillo” afectivo
a mis espaldas? No olvides que estamos en el Día de la Verdad……
“Dime, Gabi, aquella vez que me denegaron un préstamo que
ya tenía prácticamente concedido, para reformar la consulta y comprar el chalet
en la sierra, tuviste algo que ver a través de tu hijo, principal interventor
en el banco…..?
Profundo
silencio en las palabras que no se pronuncian, frío en las tazas que no se
consumen y cuatro pasteles que allí quedan abandonados en el plato. La tarde
había sido muy corta, en el tiempo, pero muy larga, para la sinceridad
imposible. Cada uno de ellos pagó su parte correspondiente en la cuenta y se
retiraron camino de los árboles de la Alameda con un gélido “buenas tardes”.
Tardaron unas cuantas semanas en recomponer, de alguna manera, su inesperada maltrecha
relación. Pero ya nada sería igual, tras ese miércoles
en que dos personas quisieron jugar al críptico “día de la verdad”.-
José L. Casado Toro (viernes, 26 abril, 2013)
Profesor