Son
cerca de las tres, en la tarde, cuando David
entra en el portal de su domicilio. Profesor de Filología Hispánica, trabaja
como funcionario docente en un centro público de secundaria, por la zona norte
de la ciudad. Su dedicación, hoy jueves, ha sido especialmente densa en horas y
obligaciones. Cuatro clases continuas, sólo interrumpidas por unos minutos de
recreo, la hora colectiva de acción tutorial con sus alumnos y el servicio
guardia, al final de la mañana, para sustituir a una compañera ausente por
enfermedad. De forma mecánica y cotidiana, abre el
buzón de su correo y retira algunos sobres, mezclados con abundante propaganda
comercial. Los va ojeando, mientras espera la llegada del ascensor. Casi
todos ellos, lucen el membrete de la entidad bancaria donde tiene domiciliados
sus recibos y cuenta personal. Pero, al final de la correspondencia, hay un
sobre que marca la diferencia, atendiendo a su formato, tipo de papel y color. Parece una invitación de boda, pues tiene impreso, en
uno de sus ángulos, las dos alianzas que simbolizan el grato evento. Viene
dirigido a su nombre y, por remite, sólo aparece el dato sin apellidos de una
mujer, Raquel. Repasa mentalmente y no cree
conocer, de una forma directa, a mujeres que se llamen de esta forma.
Ya
en su vivienda, observa la nota manuscrita pegada en la puerta del frigorífico.
Es de Laura. Le dice, brevemente, que hoy no
vendrá a comer, pues ha quedado con una compañera de trabajo para organizar el
traspaso de un inmueble y que, encima de la vitro, tiene algo preparado para
calentar en el microondas. Aún posee en su mano ese sobre de color crema con su
nombre y dirección manuscritas, utilizando una cuidada caligrafía. Con esa
natural curiosidad, que a todos nos afecta, mientras suena el runruneo del
microondas, abre la carta y se encuentra con una
invitación convencional de boda. Raquel y Ramón, son los contrayentes.
Por parte de ella sólo aparece su madre, mientras que en el caso del novio sí
están indicados los nombres del padre y la madre. Unas palabras amables,
comunicando el enlace matrimonial que tendría lugar, dos sábados más adelante,
en un templo de la zona universitaria.
Y, en uno de los ángulos inferiores de la tarjeta, el lugar y la hora
elegidos para celebrar el banquete, rogando confirmación de asistencia en un
número telefónico.
Por más que repasa la invitación, sigue sin reconocer a
ninguno de los nombres que en ella aparecen. Tampoco identifica, por
supuesto, el dato de quien le ha enviado y escrito sus datos personales en el
anverso de la invitación. ¿Quiénes serán estas dos personas? se pregunta. Le
mueve la curiosidad pero, dada ya la hora que es (las tres y media de la tarde)
decide ponerse a comer, aunque sigue intrigado acerca del origen de este envío,
bastante misterioso para él. ¿Se tratará de algún error? Mientras almuerza,
observa que sólo él aparece como destinatario. Por lo que no parece lógico que
sea de alguna amiga de Laura. Ciertamente, ella no le ha comentado nada acerca
de bodas, más o menos próximas, a celebrar entre los familiares, amigos o
conocidos. A pesar de que tiene dos gruesos bloques de exámenes por corregir, durante
esta tarde, está dispuesto a esclarecer los datos de este tarjeta-invitación, un
tanto ¡misteriosa para su natural curiosidad.
Tras
descansar unos minutos tumbado en el sofá, consulta en la guía telefónica el
número de Ramón (a partir de los apellidos de sus padres, indicados en la
tarjeta). No aparecen en la guía telefónica. Tampoco el de sus progenitores, ni
el de la madre de Raquel. Aún más intrigado, marca el número de teléfono (un
móvil) donde supuestamente se ha de confirmar la asistencia al banquete (era
una cena, a partir de las 9 de la noche). Una voz femenina, con estilo o hábito
administrativo, le atiende. Le pregunta por sus datos, aclarándole que,
efectivamente, se encuentra entre el listado de invitados. “¿Su asistencia se hará con algún acompañante? Tenemos
también un número de cuenta bancaria, por si desea utilizarlo para el regalo…”
La chica se ha identificado como una profesional administrativa que presta sus
servicios en una empresa de gestión para eventos y celebraciones. David le
indica que, antes de confirmar su presencia en la cena, acompañado por su
mujer, desearía contactar con esta persona, Raquel, que ha escrito su nombre en
el remite de la carta y a quien no logra identificar. “Podría, por favor,
facilitarme su nombre completo y algún número telefónico para contactar con
esta…. posible amiga o conocida?” “Lo lamento, pero no estamos autorizados a
facilitar o concretar esos datos. Lo más que puedo hacer es trasladar a la
contrayente su petición. Ya conozco el número desde el que está efectuando esta
llamada”. David agradece el gesto y le indica a esta Srta. que volverá a
llamarla, pero que antes tratará de contactar con los contrayentes a la boda.
Por
fin logra comunicar con Laura. Le cuenta brevemente lo que le ha ocurrido, leyéndole los nombres
que aparecen en la tarjeta de invitación. Su mujer le pide que repita esos datos.
Pero ni aún así reconoce a esas
personas. “No te precipites. Esta noche hablamos. Llegaré para la hora de
cenar. Llevo una tarde de “locura” con todo estos papeleos”. David, trata de
olvidar por un rato todo este asunto de la boda, que tanta extrañeza y
confusión le está produciendo. Se prepara un buen té y elige, con profesional resignación,
uno de los dos bloques de exámenes que esperan para su corrección.
Iba
por el tercer ejercicio, cuando le viene a la mente otra idea, para aclarar la curiosa
historia en la que se ha visto inmerso. Primero, telefonea a la iglesia donde se ha de celebrar la ceremonia
religiosa. Pero, tras efectuar varias llamadas, al número que localiza en
internet, nadie levanta el auricular. Continúa con su estrategia investigadora
y ahora es el restaurante, citado en la tarjeta,
quien recibe su llamada. Le atiende el que parece ser un cocinero. Le ruega que
vuelva a telefonear, a partir de las ocho, cuando haya llegado el encargado.
Son las seis y cuarto. Así que tendrá que esperar todavía un poco. Vuelta a los
ejercicios, pues razona que no debe perder toda la tarde ejerciendo de
detective.
Ya
cerca, de las nueve, marca de nuevo el número del restaurante citado en la
tarjeta. Le pasan con el encargado del negocio quien, tras escuchar sus explicaciones,
le comenta que, efectivamente, para esa fecha y hora, hay encargada una cena
familiar, para doce miembros, a nombre del supuesto contrayente. Le indicaron
que era para celebrar un aniversario y que la persona que hizo la reserva abonó
la correspondiente señal como garantía. Se trata de un establecimiento, en la
costa de Benalmádena, con una excelente imagen en el ámbito de la restauración.
Los precios de sus servicios deben ser, sin duda, algo elevados.
David
continúa con sus dudas. Ha comenzado a corregir el segundo bloque de los
exámenes, cuando se abre la puerta de su casa. Es Laura, que se muestra un
tanto cansada. Mientras se cambia de ropa, David le cuenta todos los detalles de
la invitación que ha recibido. Se la enseña, con el objetivo de que pueda
reconocer algunos de los nombres que en ella aparecen. “Yo no identifico o conozco
a ninguna de estas personas. Me parece que todo esto ha debido ser un error. No
le des más importancia”. “Sí, pero sabían mi nombre y
dirección… “ “Bueno, hay por ahí listado de direcciones que van de un
lugar para otro. Vete tú a saber cómo funciona el mundo de la publicidad”.
Ambos deciden dejar este asunto aparcado en el olvido.
Tres
días más tarde, mientras sesteaba tras el almuerzo, David recibe una llamada,
en el teléfono de casa. La persona que está al otro
lado de la línea, es una mujer que se identifica con el nombre de Raquel.
Tiene una voz muy agradable y convincente. Le confiesa que es una antigua compañera de
Instituto y que en el juego de las pandillas juveniles, ella siempre estuvo por
él, pero que no recibió su reciprocidad pues Laura, otra de las integrantes del
grupo, era casi siempre la elegida para las oportunidades afectivas de David.
Ahora, que está próximo su enlace, se le ocurrió buscar en la guía aquel nombre
de adolescencia y le envió la invitación. Añade que se sentiría feliz si ambos
estuvieran presentes en el enlace. “Raquel, han pasado ya bastantes años de
nuestros tiempos de Instituto. No dudo de lo que me cuentas pero, la verdad, continúo
sin identificarte. No tengo, es la verdad, una buena memoria personal. Además
¡había tantos alumnos en aquellos tiempos de la secundaria…” Durante unos
segundos, ninguno de los dos dice nada. “También quiero añadirte que, tratando
de encontrar un poco de luz en todo este tema, llamé al restaurante. Me hablan
de que hay una reserva para una cena familiar, con una docena de cubiertos….” Con una firme convicción, es interrumpido por
su interlocutora. “Sin duda se han debido confundir, David. Ramón, mi novio,
encargó una cena de boda para, en principio, sesenta invitados. Con la
posibilidad de incrementar ese número. En todo caso, si os apetece sólo venir a
la Iglesia, me haría una gran ilusión poder saludaros. Seguro que cuando me
veas, con el traje de novia, ya me reconocerás”. Se despiden, con palabras muy
cordiales. David le confirma su intención de acudir, al menos, a la ceremonia
religiosa. Pero que debe coordinar, lógicamente, con las obligaciones de su
mujer.
“Buenas
tardes, Srta. Mi nombre es David Recalde Benítez. Mi mujer y yo pensamos
asistir a la cena para celebrar la boda de Raquel y Ramón, el próximo sábado
28. ¿Sería tan amable de facilitarme ese número de
cuenta, del que me habló, a fin de hacer un ingreso como regalo para los contrayentes?
El subinspector Pita Fernández recibe esos veinte dígitos bancarios, que David
ha anotado, cuidadosamente, durante la breve conversación telefónica. Él y Laura
se hallan sentados en un vetusto, pero ordenado, despacho de la Comisaría
Central de Policía, a donde han acudido para consultar el hecho que les afecta.
“Ahora, olvídense de toda esta historia, llena de
intriga, Nosotros actuaremos con la mayor diligencia. Creo que estamos ante
nueva y hábil modalidad de fraude, del que ya teníamos alguna noticia. Les
agradezco mucho su colaboración. Y ante cualquier otra llamada, procedente de
estas personas, no duden en ponerse en contacto con mi número de teléfono móvil”.-
José
L. Casado Toro (viernes 27 de Julio, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario