Anoche,
como en cada una de las noches, tuve la acertada decisión de ir al cine. Y hablo de ese horario en el que las
estrellas, y las siluetas de la Luna, se dejan ver por el cielo. Porque fue una
sesión iniciada sobre las once horas, cuando junio se nos despedía con su calor
de aventura y letargo. ¿Recuerdan aquellas terrazas o
cines de verano que funcionaban en Málaga, hace apenas unas décadas?
Eran programas dobles, en esas salas al aire libre, de los que se cambiaba una
película a diario. Y bajo la grata brisa del viento de levante o el calor de un
terral, que hacía insufrible todo tipo de vestimenta. Aquellas proyecciones,
iniciadas cuando la luminosidad celestial se apagaba, solían comenzar a las
nueve, para finalizar ya en los primeros compases de un nuevo día. Con el
embriagador olor de los rosales, los jazmines o las “damas de la noche”, junto
a tu familia, los bocatas y esos refrescos y cervezas, tan refrescantes para la
ilusión. Ah, no me olvido de las bolsitas de pipas de girasol, con y sin sal,
cuyo sonido, una a una, en el crepitar monocorde de la dentadura, acompasaba la
trama argumental desarrollada en pantalla. También se aprovechaba esa romántica
y limpia oportunidad de estar con tu “media naranja”, gozando de los sentidos y
de los afectos. En no pocas ocasiones, la película era sólo un pretexto. Frente
a una bella historia o narrativa escenificada en la oscuridad de la noche,
florecía esa otra gran pasión de tu amor hacia ella. Y de ella ….. hacia
ti. Todo, bajo un cielo sembrado de
luces y regado por el manto luminoso de una luna placentera, “señora” que no
cesaba de sonreír.
Hoy,
con la fuerza comercial de las multisalas, han desaparecido aquellos
cinematógrafos de verano que, muy baratos en taquilla, hacían nuestro deleite
con la llegada del estío. Aquí, en Málaga capital, había una amplia oferta
donde elegir, buscando en la próxima comodidad de tu domicilio. Recuerdo sus
nombres, aunque alguno que otro se me escapará por las travesuras inevitables
de la memoria. Royal (Armengual de la Mota), Cayri (Mármoles/Martínez Maldonado), Terraza Capitol (Mármoles/Armengual de la Mota), Terraza Duque (Duque de Rivas, barrio del Molinillo),
Universal (Martínez de la Rosa), Las Palmeras (Capuchinos), Terraza
La Fuente (Fuente Olletas), Las Acacias
(Pedregalejo, etc. Nos hemos trasladado, con la magia del almanaque, a la década de los cincuenta. O los sesenta.
Incluso los setenta y más, allá por la centuria anterior. Y, tras el anochecer,
nuevas vivencias en el oeste y el misterio, la comedia y el drama, el cante y
la ciencia ficción, el amor y las aventuras…. Todo un amplio muestrario de
géneros, en vibrante technicolor o en blanco y negro, para disfrutar, en la
imaginación y la cultura, bajo un cielo
cuya noche pronto iba a vestir y lucir, presumida, los galones de un nuevo día.
Todos estos cines de verano,
desafortunadamente, han desaparecido. La iniciativa privada no podía
competir con las multisalas, Internet y, en su momento, con los videoclubs. En
los solares que ocupaban estos cines, hoy vemos edificios y locales, poblados
de gentes y otras actividades. Con ello desaparecía aquella grata convivencia
nocturna que a muchos, muchos ciudadanos, les unía frente a las pantallas sin
techo. Pero de manera inteligente, desde hace años, la Concejalía de Cultura de
nuestro Ayuntamiento organiza sesiones de cine, al aire libre y de coste
gratuito para todos. Preferentemente, tienen lugar estas proyecciones en zonas
ubicadas junto al mar (Misericordia, Malagueta, Muelle
Uno, Playa de El Dedo). Otros espacios han sido habilitados también para
llevar a cabo esta difusión cultural, como el Museo
Carmen Thyssen y la Plaza de Toros de La
Malagueta. Y, por supuesto, también en una de las bien climatizadas
salas del Cine Albéniz, junto al Teatro Romano,
la Alcazaba y a pocos metros de la Plaza de la Merced, el Museo Picasso, la
Catedral y el futuro Museo de Bellas Artes de Málaga. Este lúdico programa,
entre Junio y agosto, recibe el espléndido nombre de Cine
Abierto. Con esta iniciativa, se trata de recuperar el antiguo sabor a
cine de verano que hizo disfrutar a tantas generaciones, cuando llegaban los
meses del calor y las vacaciones. Las películas, muy variadas en su género, van
rotando y repitiéndose, según los días, por todos esos “suculentos” espacios
para la cultura y la naturaleza. Los
films, que podemos ver en el Cine Albéniz, son grandes obras clásicas y en
versión original subtitulada. Es un acertado proyecto municipal muy bien planificado
y que todos debemos agradecer. Cuando se toma una buena decisión, es justo su
aplauso y elogio. Se ha salvado o recuperado una inolvidable tradición,
vinculada a nuestra infancia y juventud, que lamentábamos, profundamente, haber
perdido. Las películas de este interesante programa se proyectan, en la
remozada sala de la calle Alcazabilla, una hora antes de la medianoche.
Aprovechando esta oportunidad del Cine Abierto, pude volver
a visionar, hace unos días, una gran película. HOY EMPIEZA TODO (1999).
Nacionalidad francesa, con subtítulos en castellano. 117 minutos. Dirigida por
Bertrand Tavernier (Lyon, 1941) e interpretada por Philippe Torreton (Rouen,
1965) como protagonista principal. Es un drama de cine social, vinculada o
sustentada en el mundo de la educación. Fue premio de la crítica en el Festival
de Berlín y Premio del público en el Festival de San Sebastián, allá en 1999.
APORTEMOS UNA BREVE SÍNTESIS ARGUMENTAL.
Daniel Lefebvre, 40 años, es director y profesor de una
escuela pública infantil, ubicada en el norte de Francia. La acción, que narra
la historia, transcurre en un pequeño pueblo minero azotado por el drama del
paro laboral (7000 habitantes, 30% carecen de trabajo) en este sacrificado
sector de la actividad industrial. Los problemas que, a diario, sufren las
numerosas familias de una localidad degradada por el bloqueo económico,
repercuten en la vida interna de este modesto colegio. Daniel se implica, con
todas sus fuerzas y responsabilidad solidaria, para tratar de ayudar a ese degradado
entorno social, al que pertenecen sus alumnos. Para este noble fin, aplica una
una muy elevada voluntad, no exenta de valentía, aunque con escasos medios,
buscando conseguir resultados esperanzadores, frente a la crisis general que
afecta a su maltratada comunidad social. Él, también, es un hijo de minero
jubilado por enfermedad, por lo que bien conoce el sufrimiento de tantas
familias mineras que soportan la lacra de la falta de trabajo para el sustento
de cada uno de los días. En su lucha, constante y desigual, frente a la pobre y
tosca insensibilidad que ejercen los políticos de la Administración, se ve
ayudado por Samia, una joven y valerosa asistente social. También, por el
cariño de su compañera familiar Valeria, madre soltera de un hijo de diez años,
que gusta practicar la escultura vanguardista.
ALGUNOS ASPECTOS INTERESANTES A RESALTAR.
El entorno social, en el que el colegio de Daniel está
inserto, vive continuos y complicados problemas. A causa de esta proximidad o
identidad convivencial, esas dificultades repercuten, de manera inequívoca y
necesaria, en los latidos del propio centro educativo. Compartimos la angustia
de esas madres de alumnos que suplican
ayuda al director, para enfrentarse a sus deudas y al terrible desahucio de sus
modestas viviendas. Familias desestructuradas que provocan la desilusión y la
inseguridad entre los más pequeños. Escolares que están siendo objeto de
maltrato, físico y psicológico, en sus hogares y vidas, por parte de sus
padres. Pandillas juveniles que perpetran delitos y violencias, siendo el
colegio también objeto, en sus dependencias, de sus fechorías destructivas.
Impacta el drama de una madre que, ante la desesperación, pone fin a su vida y
a la de sus tres hijos. Le había pedido, una vez más, ayuda a Daniel. Pero este
maestro se siente superado y desbordado por los acontecimientos adversos del
día a día. En esa atmósfera caótica y viciada ¿debe
permanecer el colegio o el instituto ajeno, como burbuja blindada, a la cruda
problemática que sufren los padres y madres de sus alumnos? Tanto el
director, como el resto de los profesores, difícilmente pueden permanecer
impasibles ante el drama real que sus escolares están soportando. Pero ¿cómo
hacerlo?
Vemos a nuestro maestro-director discutir, con la pasión
que avala la difícil realidad circundante, con el alcalde de la localidad. Este
político, bien acomodado en el cargo, le responde que sus medios son muy
limitados para afrontar todos esos dramas sociales que cada día nacen, y se
multiplican, en una injusta atmósfera de crisis económica. Literalmente, “se
lava las manos” ante las recriminaciones del maestro. Daniel también reclama y
denuncia la carencia de medios en su colegio, ante las autoridades educativas.
La Administración se siente incómoda y molesta por la actitud de este valiente
director. Trata de frenar sus ímpetus reivindicativos mediante la patética
figura de un inspector educativo que, arrogante e insensible, critica y amenaza
pero no resuelve ni se implica en la crudeza del drama que llega con los niños
y niñas que acuden cada día a la escuela. Afortunadamente, la positiva
respuesta de muchas otras familias y la fuerza ética de la asistente social
Samia, compensan el desánimo que afecta al educador y a sus compañeros
docentes, por las carencias y dificultades que sobrevienen desde la realidad
del cada día. La imaginación y voluntad que aportan, tras el vandalismo que
sufren las dependencias escolares, resulta solidaria y admirable. La fiesta del
final de curso, modesta en sus medios pero imaginativa y voluntariosa, nos deja
el buen sabor de boca de una conciencia profesional digna del mayor de los
elogios.
Con
películas de esta calidad humana, plena en valores éticos y morales, todos
debemos y necesitamos aprender. La clase política, las familias, la
Administración educativa, los maestros y profesores y aquellos docentes que
dirigen los equipos educativos, en los colegios e institutos. Y, también por
supuesto, el conjunto social, al que estos centros formativos están necesaria y
vitalmente insertos. Son una parte importantísima de una sociedad que ha de
sustentarse en la formación que reciben sus más jóvenes integrantes. En épocas
depresivas para la dificultad, como la que estamos actualmente soportando,
cuando desde los gobernantes llegan decisiones incomprensibles y
desproporcionadas, con no pocas familias renunciando a las responsabilidades
paternas que, razonablemente, debieran asumir, el
profesional de la educación ha de echar mano de su mejor voluntad, equilibrio e
imaginación. Hay que sembrar ilusión, aunque a muchos les haya desaparecido este valor de entre
sus conciencias.
Esos
desacreditados, falsos e impresentables políticos, a no dudar, serán echados
del poder con una papeleta de voto, escogida con los ojos abiertos de la sensatez. O con un sobre en blanco, como muestra
testimonial de la patente disconformidad. Pero, en este difícil momento, es aún
más importante y prioritaria la formación cualitativa que, desde tu escuela,
puedan recibir esas jóvenes personas que confían y necesitan de ti. Al menos,
que sus horas de estancia en el colegio, desde la vital premisa de la cultura y
los valores, sean pautas para la esperanza en
una sociedad, dura y terriblemente, castigada por las turbulencias de la
desorientación, la manipulación y el absurdo.-
José
L. Casado Toro (viernes 13 de Julio, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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